¡DUENDE? ¿ALMA?: ¡MISTERIO EN TODO!
EL AGUA Y SU MISTERIO
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Tales de Mileto |
Los
filósofos griegos se preguntaban si no habría una realidad primera que fuera el
origen, el sustrato y la causa de cuanto existe.
Tales
de Mileto clavó sus ojos de pensador en el agua, líquido cristalino que no
apresan los dedos de las manos, que por donde pasa deja un sosiego que da paz a
los huertos, multiplica las cosechas, levanta poblados, se lleva la porquería
de las ciudades al mar, apaga la sed, aclara la vista e ilumina los rostros…
¡Cuántas cosas más! ¡Qué maravilla entre las maravillas de la Naturaleza! Poca
cosa y tan grande.
Tales
de Mileto se fijó en el agua y se fijó en lo que no es agua y su mente de
filósofo le llevó al convencimiento de que el agua es el arjé o principio de todo cuanto existe en la Naturaleza: las
semillas, los bosques, la tierra, el mar, el cielo y hasta el fuego y el aire:
todo en definitiva es agua, sale del agua.
Pensaban
los griegos que la tierra flotaba sobre el agua, como si fuese una isla. Tenían
noticia de cómo las aguas del Nilo inundaban los campos egipcios y al retirarse
crecía la vida hasta el punto de hacer de Egipto un don del Nilo. Tales de
Mileto añadía que la humedad de las semillas las hacía fecundas.
Ante
el misterio del agua, los hombres, sabios y al tanto de cuanto ocurre en el
tiempo y el espacio, asombrados, sobrecogidos, seguimos callando. Los niños la encuentran adorable.
A
lo sumo nos atrevemos a cantar como cuando éramos niños: ¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva, los pajaritos cantar,
las nubes se levantan, que sí que no, que caiga un chaparrón con azúcar y
turrón! Mientras, pensamos en la cueva de la Virgen de Lourdes, en la de
Covadonga o en la de Valvanera.
Cuando
llueve, ¿no se deshacen los ángeles en lluvia que todo lo refresca, lava y
aclara en la atmósfera? Desde luego, llover es cosa de ángeles.
La
propia transparencia del agua nos la da con la entraña al descubierto y, a la
par, paradoja que no sabemos resolver, nos oculta la riqueza en que consiste.
Muchas cosas se convierten u ocultan en el agua (la tierra, el azúcar, la sal).
El agua es muy poderosa.
Mientras
llega el Juicio Final a ratos le pido a Dios, que si no sabe qué hacer conmigo,
me haga agua el tiempo que falte. Un tiempo me gustaría ser yo agua cristalina,
sosegada. ¡Cuánto bien podría hacer siendo sólo agua y cuanta belleza crear y
cuanta verdad descubrir! La verdad es que si no me hace agua y me deja elegir,
me voy a la Cueva de la Virgen, la de la Virgen de la Cueva. Con lo mayor que
soy -ya casi los noventa- sigo cantando lo de que llueva que llueva, la Virgen de la Cueva…, que caiga un chaparón
con azúcar y turrón que rompa los cristales de la estación. No sé lo que me
digo, ni por qué, pero sé que digo mucho, mientras el agua canta en su marcha
hacia el mar, repiquetea en los tejados cuando llueve y si se embrava produce
“el ruido de muchas aguas” que asombraba a los redactores de la Biblia.
Ramiro Duque de Aza
Maestro.
Profesor de Teoría del conocimiento
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