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53. Lo sagrado a la vista (8)

 
 
 ¡DUENDE? ¿ALMA?: ¡MISTERIO EN TODO!
SAGRADO SILENCIO


Silencio en la piedra
.    La piedra es muda. La golpeas, la coges con la mano, la miras: no se mueve. Guarda silencio hacia fuera de sí, es muda, se está quieta, yerta. Por dentro aún es más muda, más quieta, más fría y yerta. ¡Su silencio es de piedra!

Tiene alma la piedra. El alma de la piedra es el silencio.


Silencio en las nubes. Las nubes cruzan el cielo a mucha altura, rápidas, blancas, sin peso, ligeras, deshacen su figura y la rehacen de manera distinta. Son tantas que se atropellan. No se las oye y ya han pasado legiones de nubes blancas. Tropiezan unas con otras, pero no se oye que se golpeen.
¿Son nubes? ¿Son ángeles que pasan rápidos en silencio?
 
Silencio en la noche serena de Fray Luis de León. El cielo de innumerables luces adornado. El suelo en sueño y todo está en olvido sepultado. Eterna primavera aquí florece.
Entre la palabra y la realidad hay una distancia. La palabra le pone nombre a la realidad, en unos casos: en otros, apunta hacia ella, la señala. Si nos quedamos con la palabra nos quedamos con el dedo que señala. Lo que más nos importa es lo que se nos quiere decir o apuntar con la palabra, la realidad nombrada. Si el nombre no hay que confundirlo con la realidad que nombra, se impondrá silenciar nombres y dedos que señalan y poner la vista en la realidad que se pretende mostrar.  Se impone el misterio del silencio.
 
·        Hablamos y hablamos todos a la vez. De repente, sin habérnoslo propuesto, nos callamos todos a la vez. ¡Silencio! Es que está pasando el ángel del silencio. Sólo se oye el tic-tac de los corazones que callan. No callan, se hablan para dentro.


Sin el misterio del silencio no habría poema valioso, ni habría música “extremada”, ni tampoco ninguna de las bellas artes. Nos quedaría de la realidad la mariposa clavada con alfiler y quieta en su vitrina. Tendríamos la forma, pero habríamos perdido el vuelo de su sacralidad. El misterio hace hablar al silencio. Si se retira, nos abandona a la impotencia de alfiler de mariposa de las palabras del poema, que puede que se precipiten sobre nosotros, con toda su carga literaria, eso sí, pero que arruinen la inefable intuición del encuentro con la realidad misteriosa.
 
·         “La zona del silencio”, desierto mejicano. A 2.000 m sobre el nivel del mar. En el paralelo 27, el del Triángulo de las Bermudas, de la cordillera del Himalaya y de las pirámides de Egipto. La agricultura es raquítica. El suelo es pobre y seco, árido e inhóspito. Sobre él caen con frecuencia meteoritos.  No hay ganado. Las comunicaciones por ondas son anómalas, se altera el movimiento de las manecillas de los relojes, enloquecen las brújulas, los aparatos de radio dejan de funcionar… un  misterio.
 

·         Bonum est praestolari cum silentio salutare Dei.
Ramiro Duque de Aza
Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento

 
 

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