¡DUENDE? ¿ALMA?: ¡MISTERIO EN TODO!
SAGRADO SILENCIO
Silencio en la piedra
Silencio en la piedra
. La piedra es muda. La golpeas, la coges con la
mano, la miras: no se mueve. Guarda silencio hacia fuera de sí, es muda, se
está quieta, yerta. Por dentro aún es más muda, más quieta, más fría y yerta.
¡Su silencio es de piedra!
Tiene alma la piedra. El alma de la piedra es el silencio.
Silencio
en las nubes. Las nubes cruzan el cielo a mucha altura,
rápidas, blancas, sin peso, ligeras, deshacen su figura y la rehacen de manera
distinta. Son tantas que se atropellan. No se las oye y ya han pasado legiones
de nubes blancas. Tropiezan unas con otras, pero no se oye que se golpeen.
Silencio
en la noche serena de Fray Luis de León. El cielo de
innumerables luces adornado. El suelo en sueño y todo está en olvido sepultado.
Eterna primavera aquí florece.
Entre la palabra y la realidad hay una distancia.
La palabra le pone nombre a la realidad, en unos casos: en otros, apunta hacia
ella, la señala. Si nos quedamos con la palabra nos quedamos con el dedo que
señala. Lo que más nos importa es lo que se nos quiere decir o apuntar con la
palabra, la realidad nombrada. Si el nombre no hay que confundirlo con la
realidad que nombra, se impondrá silenciar nombres y dedos que señalan y poner
la vista en la realidad que se pretende mostrar. Se impone el misterio del silencio.
· Hablamos y hablamos todos a la vez. De repente,
sin habérnoslo propuesto, nos callamos todos a la vez. ¡Silencio! Es que está
pasando el ángel del silencio. Sólo se oye el tic-tac de los corazones que
callan. No callan, se hablan para dentro.
Sin el misterio del
silencio no habría poema valioso, ni habría música “extremada”, ni tampoco ninguna de
las bellas artes. Nos quedaría de la realidad la mariposa clavada con alfiler y
quieta en su vitrina. Tendríamos la forma, pero habríamos perdido el vuelo de
su sacralidad. El misterio hace hablar al silencio. Si se retira, nos abandona
a la impotencia de alfiler de mariposa de las palabras del poema, que puede que
se precipiten sobre nosotros, con toda su carga literaria, eso sí, pero que
arruinen la inefable intuición del
encuentro con la realidad misteriosa.
·
“La zona
del silencio”, desierto mejicano. A 2.000 m sobre el nivel del
mar. En el paralelo 27, el del Triángulo de las Bermudas, de la cordillera del
Himalaya y de las pirámides de Egipto. La agricultura es raquítica. El suelo es
pobre y seco, árido e inhóspito. Sobre él caen con frecuencia meteoritos. No hay ganado. Las comunicaciones por ondas
son anómalas, se altera el movimiento de las manecillas de los relojes,
enloquecen las brújulas, los aparatos de radio dejan de funcionar… un misterio.
·
Bonum est
praestolari cum silentio salutare Dei.
Ramiro Duque de Aza
Maestro.
Profesor de Teoría del conocimiento
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