CON LA ESCOPETA AL
HOMBRO
Con la escopeta al
hombro (Destino,
1970) es un librito de caza que se lee con facilidad. La patirroja, siempre
presente en los libros cinegéticos del escritor, comparte protagonismo con
gangas, agachadizas, gazapos, codornices y otros animales del Valladolid
cerealista y de pinares que se nos muestra en estas páginas. Quiso Miguel
Delibes esperar a este libro para contar en él dónde, cómo y cuándo cazó la
primera perdiz de su vida. Se guardan en estas pocas páginas mil y una
aventuras cinegéticas de las que disfrutó Delibes en aquellos tiempos.
Delibes cuenta y no para de contar. Sin embargo, también
reflexiona: “Para mí, escribir sobre asuntos de caza constituye, en cierto
modo, una liberación de los condicionamientos que rigen el resto de mi
actividad literaria. Si cazando me siento libre, escribiendo sobre caza
reproduzco fielmente aquella placentera sensación, torno a sentirme libre y,
por no operar, no opera sobre mí ni la coacción ni la forma expresiva”. Lo que buscaba
Delibes no eran tanto las perdices o las truchas como el sol y el aire puro,
que es lo que también ofrecemos los autores de estas rutas a los viajeros que
vayan a recorrer este nuevo camino basado en Con la escopeta al hombro. Quizá sea este el libro más puramente
vallisoletano, en donde solo se nombran pueblos de la provincia.
Leer Con la escopeta al
hombro es recorrerse, casi en línea recta, el río Duero a su paso por la
provincia de Valladolid. Si exceptuamos Villavaquerín, Villafuerte de Esgueva y
Pedrosa del Rey, el resto de pueblos nombrados en la novela (Quintanilla de
Onésimo, Boecillo, Villanueva de Duero, Villamarciel, San Miguel del Pino y
Serrada) tienen al Duero en su término municipal.
Miguel Delibes no es un pensador. Ni él se tuvo como tal, ni
casi nadie (siempre hay algún voluntarioso admirador dispuesto a llamarle lo
que no es) lo ha calificado como tal. Pero sí que fue un hombre reflexivo, que
meditaba sobre lo que ocurría a su alrededor y, habitualmente, con cierta
profundidad y atino. En este libro, pues, Delibes nos ofrece sus impresiones y
recuerdos sobre la caza, su caza. Alaba, en las primeras páginas, la carne de
la codorniz y recuerda la receta de su madre y, después, la de su mujer. Le
hubiera gustado a Delibes encontrarse con aquel mar de codornices que
descubrieron los hebreos camino de la tierra prometida.
Junto a las codornices, van apareciendo los animales frecuentes
en Miguel Delibes: el conejo, la liebre, la perdiz… Curiosa la manera que
tienen de cazar las perdices los amigos de Delibes, Segundo Baraja y José Luis
Montes. Sin escopeta, a base de fondo físico y conocimiento del terreno. Uno
corriendo sin descanso y llevando a la perdiz a los terrenos que a Segundo le
convenían. El otro, haciéndoles apeonar (corretear a ras de suelo),
manteniéndoles la distancia para que no echaran a volar y, agotándolas
finalmente de tanto apeonar.
También habla de la caza de la perdiz en ladera, de la perdiz
en el plato… Piensa el escritor que deberíamos ir cambiando la expresión “Y
fueron felices y comieron perdices” por otra más ajustada a los tiempos. Si la
mayoría de las perdices actuales -sentenciaba- son de criadero y, por tanto, su
sabor ya no es el mismo, es una exageración poner a la perdiz como plato
exquisito.
Algunos conejos se nos cuelan en Con la escopeta al hombro. Algún jabalí, aunque sea para decir que
él nunca los cazó. No le petó, que diría Delibes, la caza mayor: “Una perdiz
pendiente de la percha es una pintura; un venado es un cadáver”.
Sus cazaderos (Las Gordillas en Ávila y otros muchos en la
provincia de Valladolid) tampoco faltan en este libro. Ni su familia, que
aparece por ser parte de la cuadrilla de caza. Germán Delibes, uno de sus
hijos, cazará su primer zorro en este libro. Su hermano Manolo, presente tantas
veces en los libros de caza de don Miguel, también en este suele ser la
escopeta que aguarda.
Descubrimos en Con la
escopeta al hombro la amistad de Delibes con Félix Rodríguez de la Fuente,
amistad verdadera y fecunda.
Acabará contándonos en las últimas páginas que un día le
cogió a su padre un sombrerito escocés que tenía en la entrada de casa. Que,
como no salía nada de caza en aquella jornada, se les ocurrió tirar al
sombrerito pensando que era viejo e innecesario, pero que la bronca paterna fue
tremenda al regresar a casa y ver el padre lo sucedido.
Con la escopeta al
hombro es un libro
de un par de tardes de verano (o de invierno), con la prosa fluida que hemos
conocido de Miguel Delibes.
JORGE URDIALES YUSTE
Doctor en periodismo. Profesor
Especialista en Miguel Delibes
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