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57. Tercios viejos


     2. ORGANIZACIÓN  INTERNA  DE LOS TERCIOS


2.1 ORGANIZACIÓN INTERNA DE LOS TERCIOS

La eficacia de los Tercios era debida, en buena medida, a la planificación de su estructura interna, concebida desde la experiencia para agilizar la comunicación directa e inmediata de la línea de mandos con  la línea de fuego y conseguir así agilidad y rapidez en los movimientos de tropa, muy importantes en una batalla en la que participaban entre infantería, caballería y artillería, hasta 60 ó 70.000 hombres por cada bando.
Los Tercios, además, estaban mandados, como más adelante veremos, por grandes y prestigiosos estrategas, mil veces victoriosos aun en circunstancias de inferioridad numérica o frente a un enemigo mejor posicionado, pero mucho más lento y torpe en reaccionar y agilizar sus movimientos estratégicos y tácticos.
La organización interna de los mandos en un Tercio, según las Ordenanzas de Génova del año 1536, era la siguiente:
2.1.1 En la cúspide estaba el Maestre de Campo General, jefe supremo de los tres tercios que componían el Tercio, piqueros y espadachines, caballería y artillería. Su nombramiento correspondía directa y personalmente  al rey.
Contaba, en razón de su jerarquía, con una escolta personal de 8 alabarderos. Famosos maestres de campo fueron Sancho de Londoño, Sancho Dávila, Lope de Figueroa, Rodrigo López de Quiroga, Juan de Austria y el Duque de Alba, por nombrar alguno entre  otros muchos…
En tiempos de Felipe II, cobraban 80 escudos al mes, más 32 para el pago de su escolta personal. En tiempos de Felipe IV, cobraban ya 500 escudos.
El maestre de campo general, tenía un ayudante personal a sus órdenes y servicio que cobraba 40 escudos mensuales.
 Igualmente contaba con un asesoramiento militar o Estado Mayor, formado  por el sargento mayor del Tercio, el maestre de campo de cada una de las compañías que formaban el tercio y sus subalternos coroneles que las mandaban.
Fuera de la cadena de mandos, el maestre de campo general, también disponía, para su mejor asesoramiento,  de un Cuerpo Judicial en cada Tercio, formado por un oidor, un escribano, varios alguaciles, un carcelero y un verdugo. Este cuerpo jurídico se ocupaba de los procesos internos del Tercio, haciendo las veces de lo que hoy es un tribunal militar.
 Fuera también de la cadena de mandos, del maestre de campo general dependía un grupo de policía interior o policía militar, bajo sus órdenes directas. Se ocupaba este grupo en vigilar la seguridad de los campamentos y de los depósitos de armas, la conservación de los edificios usados, la limpieza dentro de ellos y el comportamiento disciplinado de los soldados en sus horas libres.

2.1.3 El sargento mayor,  dependiente del maestre de gampo general, era  el segundo jefe en la cadena de mandos de un  Tercio. Hoy día, este puesto se  correspondería con el Jefe de Estado Mayor.
El rey, personalmente, le escogía entre los militares de su máxima confianza y le nombraba segundo mando de todos los Tercios. Su autoridad se extendía  sobre todos los capitanes y coroneles a quienes impartía directamente las órdenes transmitidas por el maestre general.
 Cada sargento mayor tenía derecho a contar con un ayudante personal que cobraba 20 ducados mensuales.
El sargento mayor no tenía mando directo de tropa, pero sí sobre los coroneles y capitanes de las diversas compañías, a quienes coordinaba y transmitía las órdenes emanadas del maestre de campo general.
Se le pagaban por sus servicios 35 ducados mensuales en tiempos de Felipe II  y 65 en tiempos de Felipe IV.
Cada Tercio, piqueros y espadachines, caballería y artillería contaba, a su vez,  con un  maestre de campo de quien dependía directamente. Estos maestres de campo de cada Tercio, eran nombrados igualmente por el rey en persona y elegidos  entre los capitanes de más fama y experiencia. En tiempos de Felipe II, cobraban 40 ducados mensuales y en tiempos de Felipe IV, 160.
Cada Tercio, compuesto por unos 300 soldados, se organizaba en 10 capitanías  o compañías, de las que 8 estaban formadas por piqueros y 2 por mosqueteros.
2.1.4 El coronel mandaba 4 compañías y formaba parte, como se ha dicho, del Estado Mayor del Tercio, junto con el maestre general y el sargento mayor.
2.1.5 El capitán, que debía ser  siempre español y con nombramiento real, mandaba cada una de las compañías del Tercio. Su mensualidad era de  40  ducados en tiempos de Felipe II y 44 en tiempos de Felipe IV.

 El Capitán Sancho Dávila, mano de hierro del implacable Duque de Alba


“Dávila fue puesto al frente de la guardia personal del duque. Una unidad de élite que encabezó las operaciones que requerían del más fino bisturí en el conflicto. 100 lanzas y 50 arcabuceros que marcharon a la cabeza de una masa militar de 16.000 almas, entre soldados y criados. Ningún ejército había estado tan bien equipado y tan disciplinado en la historia, y, en opinión del cronista francés Brantome, ninguno había desfilado tan elegante: «Parecían todos príncipes y capitanes».

A su vez, cada  capitán de cada compañía, contaba con los siguientes mandos subalternos:
2.1.6 Un alférez abanderado o  portaestandarte, encargado de llevar la bandera de la compañía durante los  combates.  En ellos la bandera nunca debía dejar de ser enarbolada, pues su caída por tierra era la temida señal de la derrota. Cuando el alférez moría en combate, lo reemplazaba en el acto su sustituto, el sotoalférez.  
Cobraba, en tiempos de Felipe II, 18 ducados mensuales, en tiempos de Felipe II y 42 con Felipe IV.
Fuera de combate, la bandera era llevada, recogida y al hombro,  por el alférez.
Tercios españoles en la colina de Albuch
Öleo sobre lienzo de José Ferre Clauzel
Dada la importancia que tenía  enarbolar la bandera durante toda la batalla, el alférez iba especialmente protegido: llevaba un yelmo reforzado, (pieza de la armadura antigua que protegía la cabeza, el cuello  y el rostro  y se componía de morrión, visera y babera), un coselete, (coraza de cuero), una coraza, (cubierta resistente de metal que servía para proteger el pecho y la espalda del guerrero), guardabrazos y codal.
 2.1.7 Un sargento, responsable de mantener el orden y la disciplina en cada compañía, se preocupaba de que cada soldado tuviera el armamento y la munición necesaria antes de entrar en batalla. Trasmitía directamente a los soldados las órdenes del capitán. También era el responsable, juntamente con los cabos, de la primera instrucción de los recién incorporados al Tercio. Asimismo era responsable de programar y asignar las guardias nocturnas de los campamentos y de la seguridad de los mismos. Cobraba 8 ducados mensuales.
2.1.8 El cabo era elegido siempre entre los soldados más veteranos y experimentados. Bajo el mando directo del sargento comandaba cada uno a 30 soldados. Es decir, cada compañía contaba con 10 cabos.
Debían adiestrar a sus soldados y hacer cumplir en última instancia las órdenes del capitán y del sargento. El cabo cobraba 30 ducados mensuales.
Los piqueros rasos cobraban mensualmente 4 ducados a los que había que añadir algunos incrementos por tener coraza, contar con casco… y otros.
Los arcabuceros y mosqueteros cobraban además de los 4 escudos, otros 3 más por los gastos que tenían para procurarse municiones.
2.1.9 Servicios Auxiliares. Los Servicios Auxiliares del Tercio  estaban bajo el mando directo  del capitán.
Estos lo formaban, un capellán, un oficial furriel, varios músicos, un paje de jineta al servicio del  capitán y barberos y curanderos, encargados respectivamente de los servicios religiosos, alojamiento, sanitarios, marciales y de enlace con los mandos. “Barberos” y “curanderos” eran los responsables de cumplir las reglamentaciones de intendencia y sanidad.
El oficial  mayor furriel, se encargaba de los problemas de  alojamiento, de la contabilidad de los almacenes y de  la administración económica del Tercio. Tenía a sus órdenes a varios furrieles, uno para cada compañía. Cada uno de ellos  llevaba las listas de sus soldados, de las armas en uso y en reserva y de las municiones necesarias. Todos los furrieles tenían que saber leer, escribir y contar. Su sueldo mensual era de 6 ducados.
2.1.10 Los capellanes se ocupaban de los servicios religiosos. Cada compañía contaba con un capellán. Sobre todo antes de cada batalla animaban a los soldados a ponerse en paz con Dios, socorrían en las luchas a quienes caían heridos o pedían sus servicios religiosos, administraban el sacramento de la extremaunción, rezaban por todos los muertos en combate y presidían las ceremonias religiosas en misas de difuntos o de días festivos y señalados. Su sueldo mensual era de 12 ducados.
En los campamentos de los Tercios, cada mañana se saludaba con tres toques de corneta a la Virgen María, declarada su patrona y para muchos soldados los sentimientos religiosos eran una fuente de ardor guerrero y de elevada motivación en luchas y combates.
Desde 1587, los jesuitas se encargaron de proveer de capellanes a los tercios y entonces aparece la figura el capellán mayor, que coordina a todos los capellanes de las distintas compañías. Su sueldo  era de 25 ducados.

2.1.11 Los músicos con sus instrumentos, tambores y pífanos, acompañaban siempre a los Tercios y su misión eran muy importantes durante los combates y batallas, pues con sus diferentes toques y sonidos impartían las órdenes  del maestre general y de los capitanes, según los toques previamente aprendidos por los soldados: toque de marchas, de combate, de ataque,  de reagruparse, de retirada, etc. Su sueldo ser era de 6 ducados.
2.1.12 Los sanitarios eran los encargados de velar  por la salud de los soldados. Este cuerpo de sanitarios lo constituía un médico profesional auxiliado por un cirujano y  un barbero en cada compañía. Estos dos últimos cargos solían hacer de ayudantes del primero. Sus sueldos eran respectivamente  de 12 ducados el médico y 10 el cirujano y el barbero.
Los Tercios contaban también con un hospital, donde médicos y cirujanos operaban y cuidaban a los heridos en batalla. Este hospital se mantenía en cooperativa entre todos los componentes del Tercio, pues del sueldo de cada uno se descontaba un real para su mantenimiento.
Los nuevos “Tercios de Flandes” adoptaron una estructura muy parecida a la de los “Tercios viejos”, pero cada Tercio contaba con 12 compañías en lugar de 10, 10 de piqueros y 2 de alabarderos; cada una contaba pues con un contingente de 250 soldados.
Cuando el Duque de Alba comandaba los “Tercios de Flandes”, estos estaban compuestos por 5.000 soldados españoles, 6.000 alemanes y 4.000 italianos.
Este engranaje militar, dedicado en tiempos de paz a ejercitase constantemente  en los ejercicios físicos, marchas, manejo de las armas y repetición de tácticas militares, sorprendieron a los estados europeos..
Con toda razón estos Tercios poderosos, así organizados y preparados, constituyeron el primer ejército permanente del mundo moderno compuesto por voluntarios profesionalizados.



La Rendición de Breda tuvo lugar en 1625, durante la guerra europea de los 30 años. El maestre de campo general que dirigía los tercios españoles, era el prestigioso marqués Ambrosio de Spínola.
Los sitiados en la ciudad de Breda eran 14.000 soldados. La resonancia europea de la conquista de Breda por los tercios españoles fue muy sonada. La entrega de la ciudad fue inmortalizada por el pincel de Diego Velázquez que genialmente supo unir en un mismo cuadro la dureza de las armas y la cortesía y consideración exquisita entre vencedores y vencidos.



A lo largo de los siglo XVI y XVII, los estados europeos, una y otra vez derrotados por estos famosos e invencibles Tercios españoles, acabaron por copiar su formación, su estructura y sus tácticas  hasta conseguir sobre ellos la primera victoria en Rocroi, (19 de mayo de 1643), por el general francés  Príncipe de Condé. Mandaba los Tercios españoles el maestre de campo portugués Francisco de Melo.
JOSÉ MANUEL GUTIÉRREZ BRAVO
Maestro, licenciado en Filología francesa  y doctor en Historia,
Exdirector de la Universidad Laboral de Toledo
Villanueva de la Peña, noviembre de 2016


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