H. Nazario González
Madrid 1940
Bilbao 1935
MEDITACIÓN
como a la ola suave viento;
nada en el mundo es fijo, todo mueve
perpetuo movimiento.
La fuente sin cesar mana riente,
ni un punto el rumor para;
sin cesar baja al llano la corriente,
de la montaña, clara.
Como el sol el oriente hoy ha dorado,
mil mañanas lo hiciera;
ni un momento su marcha ha retrasado
en su cierta carrera.
¿Pues quién su rueda empuja, sin descanso,
y en la noche la luna?
¿Por qué el río abandona su remanso
y la clara laguna?
¿Quién su aliento conserva en su carrera?
¿Quién sus ejes sostiene?
En el mar de los cielos sin ribera,
¿quién el timón mantiene?
¿Por qué el mar no se duerme en su reposo?
¿Quién agita sus olas?
¿Por qué siempre el torrente al ancho foso,
¿Por qué siempre el torrente al ancho foso,
ciego, se precipita?
¿quién mantiene su vena?
Y los cielos se juntan en su rota
misteriosa cadena.
La noche al día sigue en fija rueda,
sin lograr alcanzarlo;
y un año a otro le sigue sin que pueda
el vencido evitarlo.
oh eterno movimiento!,
Onda que siempre naces y no mueres,
¿en dónde está tu asiento?
¿Dónde vas, quién te llama omnipotente?
¿quién empuja tus ruedas?
¿A dónde huyes veloz, cual rayo ardiente,
sin que pararte puedas?
en alada porfía;
y verán a su paso las naciones
vivir un sólo día.
¡Oh torrente!, ¿qué mar buscas corriendo,
de donde partiste?
Como el ave fugaz pasas huyendo,
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