“No hay mal que por bien no venga”, asegura la
sabiduría popular. Y parece que, una vez más, hay que dar la razón al
refranero. De mal sobrevenido hemos de calificar el intento de secesión
protagonizado por los independentistas catalanes; y de bien provechoso, sin
duda no pretendido por quienes lo secundan, la reacción patriótica que ha
provocado.
Los símbolos son algo más que su
significante: importa el significado que comportan; bandera e himno representan
el sentir de un pueblo, y en ellos se identifican raíces, historia, cultura, y
proyectos de una colectividad.
He de reconocer –creo que no seré el
único en hacerlo- la sana envidia que produce comprobar el respeto que gentes
de otros países manifiestan hacia sus símbolos nacionales, el orgullo con que muestran
su bandera y el énfasis que ponen a la hora de interpretar su himno, dentro y
fuera de casa.
Hace unas décadas, en los inicios de la
transición, grupos de la derecha radical trataron de apropiarse nuestra
bandera, la que a todos nos representa, e hizo que quienes la ondeaban sin
empacho alguno en mítines o manifestaciones llevaran a identificarla por muchos
como símbolo fascista. Aunque en descargo de quienes así lo sintieron, conviene
hacer constar que la que entonces se esgrimía por tales grupos extremistas
exhibía, sobre el rojo y gualda, un escudo identificable con el régimen
dictatorial que dejábamos atrás. Lo que para quienes no vivieron aquellos años
resultará, sin duda, sorprendente, ha revertido, afortunadamente, con el
desarrollo de la democracia y hoy es el escudo constitucional quien preside
nuestra bandera.
Pero la eclosión que en estos días está
teniendo lugar, la proliferación de banderas en calles y balcones, la
emocionada exaltación con que se ven ondear, habrá que agradecérselas a los
secesionistas; como habrá que atribuir a una clara reacción a su propósito
separatista la abierta exaltación del sentimiento patriótico y el manifiesto
respaldo de instituciones nacionales e internacionales al estado de derecho y
al marco constitucional. Es de esperar que todo ello suponga una eficaz vacuna
contra el virus independentista que en ocasiones trata de asomar y que
permanece latente en determinados ámbitos políticos.
Vaya con este poema mi tributo y
homenaje hacia nuestra bandera.
A.H.
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