DIÁLOGO
CON EL TIEMPO
AL TERMINAR MI NOVELA
“EXPERIENCIA
FALLIDA.
UN ERROR DEL DESTINO”
Tony quería despedirse y
comentar algunas inquietudes con sus amigos Melonticós (el futuro) y
Teleutaios (el pasado). Y fue Melonticós quien interrumpió sus
pensamientos cuando Tony pensaba que no volvería. Pero nunca sus
amigos le habían decepcionado y no iba a ser esta vez la primera.
El pasado y el futuro, las dos caras del tiempo. |
–Hola, amigo Tony.
–Melonticós, creí que
ya no me hablarías. La novela está prácticamente terminada, a
falta del epílogo. Has sido un buen amigo y compañero de viaje.
–Gracias, Tony. Yo
también quería desearte suerte. Y, aunque sé que escribes para ti,
sería de desear que, aquellos que lean la novela, vean que hay unos
hombres y unas mujeres, quizás normales, pero que tuvieron la suerte
de conocer y vivir el amor y supieron admirar la belleza de la
naturaleza.
–Eso me gustaría,
Melonticós. Pero para que lo lean tendrían que publicarme la
novela. Sabes que es una ilusión que, frecuentemente, me visita.
Pero, hasta este momento, no había tenido tantas esperanzas.
–Ten confianza. Si le
gusta a tu amigo Apuleyo...
–¿Lo conoces?
–Conozco todo aquello que
a ti te preocupa.
–Gracias, amigo. Espero
ver cumplido ese deseo.
–Lo verás. Resaltas lo
positivo de la vida y solamente reflejas en pinceladas las amarguras
y penas. Me gusta que seas uno de los que piensan que la Literatura
debe vengar las injusticias del tiempo o de la vida.
–Así es. Yo soy
principiante en la bondad, como casi todos los humanos. No me gusta
la sociedad actual; pero es en la que tengo que vivir. Resaltar el
silencio del bien, quizás acalle los estruendosos ruidos del mal que
tanto se difunden en los medios de comunicación. Eso es, al menos,
lo que creo, amigo.
–Tony, ha sido un placer
acompañarte en esta tu nueva aventura. Espero que–puesto que el
tiempo es algo que te preocupa–, sigas acordándote de mí.
–Lo haré, Melonticós.
–Hasta la próxima, Tony.
Te dejo con mi compañero Teleutaios.
–Hasta pronto, amigo.
El dios Cronos. |
–¿Se han acabado tus
dudas? –preguntó Teleutaios.
–¡Qué remedio, amigo
Teleutaios! “Lo que fue no pudo dejar de ser” –escribió Lope–.
Yo no soy quien para dudar de tal afirmación. Además mi experiencia
me lo confirma. Pero tampoco estoy en contra de la duda. Como sabes,
he sido profesor de Filosofía; y se dice de ella que siempre “guarda
en reserva una duda”. Esto mismo, quizás se pueda aplicar a la
vida.
–Así es, Tony. Pero mi
interés, al hacerte esta pregunta, era otro. ¿Acaso sigues dudando
del amor?
–Amigo Teleutaios, en tu
seno he aprendido y los años me han hecho algo escéptico. Sé que
el sentido común no deja de ser un contrincante de la duda, al menos
en la vida; más no estoy seguro que el mío la venza. Pero yo
también te pregunto: ¿Acaso el hombre honrado no puede tener dudas
honradas? Recuerdo el proceder de un personaje de una de mis novelas
“Andrea. En la balanza del destino”. Curiosamente, también
se llamaba María. Se había vengado de cuantos hombres pudo,
abandonándolos cuando le confesaban su amor. He de decirte que un
hombre hizo lo mismo con ella. Pero cuando llamó el amor a su
puerta, María tuvo muchas dudas honradas. Su venganza –que ella
llamaba “justicia salvaje”, en expresión de Franklin–, no
sería fácil que la comprendiera el hombre que la había enamorado.
–Lo sé Tony. Yo te
acompañaba en ese viaje aunque no te hablara. Y María fue valiente.
Quiso confesarle la verdad a su novio. Pero, como el hombre –su
hombre–, la amaba, no quiso saber nada de su pasado. Solo le dijo:
“–A partir de ahora, no más secretos”.
Me has convencido,
Teleutaios. Tú lo sabes todo.
¿Somos acaso juguetes del tiempo? |
–No, Tony. Solo conozco
el pasado.
–Melonticós conoce menos
que tú. O se calla porque no quiere hacerme sufrir antes de que el
mañana llegue a ser hoy. Y esto es de agradecer. Nada bueno se
obtendría de conocer los males del futuro. Sería un sufrimiento
inútil.
–Así es, Tony.
–Pero me habías
preguntado sobre la duda. He pensado, amigo Teleutaios, que hay dudas
que llevan a la desesperación. Y puede ser que estas se den más en
el amor. En realidad, no sabría decir si lo que se siente es duda o
temor. La duda se opone a la seguridad. Las dos se pueden dar en la
ciencia y en la vida. O eso es lo que pienso. Con el correr de
tiempo, he aprendido a dudar, Teleutaios.
–Llevas razón. Duda
existencial, crisis existencial, sentido de la vida... todo esto
preocupa al hombre honrado alguna vez.
–Desconozco si hay muchos
o no que les preocupen estas cuestiones. Hoy se vanaliza todo. El
amor también. Yo he interiorizado la sentencia que dice: “Quien no
ama no vive”. Y estoy de acuerdo con A. Nervo –que sabes es un
autor que me gusta–. Él ha escrito estos versos: “Hay más amor
en mi duda / que en tu tibia afirmación”. Puedo dudar y amar
mucho. Cuando se ha vivido y el tiempo no ha sido frecuentemente
amigo, el futuro no solo preocupa, se teme. Y estarás de acuerdo
conmigo que hacer algo útil con el futuro, es siempre tener presente
el pasado.
–Gracias por lo que me
toca. Eso significa que ahora dudas de algo que has afirmado en estas
páginas. Escribir te hace reflexionar. Y la reflexión, a veces,
cambia los pareceres, incluso, algunas creencias poco profundas.
–Sí. Sé a qué te
refieres. El pasado puede ser “profeta del futuro”.
Las tres moiras. Portada de mi novela. |
–Sí, amigo. Siempre cabe
esa posibilidad. La duda en la ciencia es positiva. Se dice que quien
no duda no sabe. Esta es la “antorcha del sabio”. Y así es, a mi
entender. Sin embargo, caben otras dudas, otras cuestiones. A veces,
te puedes preguntar si ocurre eso mismo en la vida o con la vida.
–Sí, Teleutaios, sin
embargo, no es igual dudar de los aspectos fundamentales de la vida
que de la ciencia. El amor es uno de ellos. Sé que dudar es tanto
como buscar la verdad; pero ¿es dudar aprender a vivir o aprender a
amar? No sabría qué responderte. Aunque en un momento he escrito
que, a veces, el amor se aprende por ensayo y error. Es más fácil
comprender la duda cartesiana, Teleutaios.
–Así es, Tony. Hemos
hablado de la vida. Tu amigo John dice que es “puñetera”. La
vida es compleja, incomprensible, a veces. Y si quien no ama no vive,
también el amor es complejo y hace sufrir. Hay quienes tienen todo
para ser felices en él, y no lo son. Y eso no deja de ser una
insensatez.
–Así es. Lo he
comprobado en mis últimas experiencias. Si fueras mi juez, amigo
Teleutaios...
Este no dejó terminar la
frase a Tony. Y le dijo:
–Sé a qué te refieres.
Puesto que hemos hablado de la duda; mi sentencia sería el aforismo
que se dice cuando se aplica la justicia: “En la duda, hay que
hacer una interpretación más benigna” – dijo Teleutaios
que sonreía a Tony.
Tony le agradeció que
pensara así...
–Gracias, amigo. Espero
que, en el próximo libro, me acompañes y me aconsejes, como lo has
hecho en este si el tema se presta.
–Será un placer, Tony.
Amigo, nunca pierdas la esperanza. Yo soy tu pasado, pero debes
olvidarme en aquello que te haya molestado. Es el presente el tiempo
que te interesa, aunque –como has escrito–, solo disuelto en mí,
eres consciente de él. Ama y olvida.
Gracias, amigo...
Espera, Teleutaios. No te vayas aún– casi suplicó Tony.
–¿Qué deseas?
–Melonticós me ha dicho
que le ha gustado mi novela. Y ¿a ti?
–También, Tony.
–He escrito sus
páginas con recuerdos que han embellecido mi vida. No me he
torturado demasiado escribiendo sobre aquellas experiencias que me
han hecho sufrir, que también las hubo, Teleutaios. A mí me gusta
escribir sobre aquello que ha sido positivo en mi vida o en la de
aquellas personas amadas y conocidas. Pero desconozco si mis novelas
serán dignas de ser leídas... Y esta en concreto.
Deprisa gira la ruleta del tiempo. |
–Eso dependerá de
si lo narrado ha sido digno de ser vivido, Tony.
–Tú ¿qué crees? Para
mí, lo ha sido. Lo que fue, fue; y no pudo ser de otra manera. Pero
creo que dependerá también de las expectativas del lector.
–Así es, Tony.
–Decía Boileau que el
escritor que no sabe limitarse, jamás sabrá escribir. Yo me limito
a escribir sobre lo que el clásico latino llamaba “el lugar común
de un libro”, que no es otro que lo vivido por el hombre. De alguna
manera, sigo el mandato de Boileau. También estoy seguro de mis
preferencias. No me gusta la ficción. Pero, como piensan algunos, yo
creo que escribir nunca deja de ser un milagro, sobre todo, en los
clásicos. Sus pensamientos los ordenaban y embellecían de tal forma
que el resultado es una inigualable y hermosa creación. Todo,
probablemente, porque poseían las cualidades que pedía Cervantes
para el escritor: “Gran juicio y un maduro entendimiento”.
–Sí, Tony. Todos habían
sido bendecidos por las musas. En ellos se encuentra todo lo que
puedas buscar, son la fuente.
–No sé si soy osado
escribiendo, Teleutaios. Pero difícilmente sin osadía se puede
hacer algo importante en la vida; y, con mi escritura, a nadie hago
daño. Escribo casi siempre aquello que pienso y miento y fabulo lo
menos posible, salvo cuando puedo ofender (en esto no sigo el consejo
del autor de “El viejo y el mar”). La vida nunca es una fantasía.
“La pluma (tendría que decir, el ordenador) es la lengua de mi
alma” que había escrito Cervantes.
–Tony, escribes para ti.
Es el mejor camino para que un día puedas escribir para otros.
–Un día, Teleutaios...
Ya soy mayor.
–Nunca es tarde, Tony.
–Sí, amigo. Sabes que,
para mí, la Literatura es un descanso; pero, al mismo tiempo,
me hace esclavo del tiempo. Algunos me ponen el listón muy alto.
Creo que es imposible de alcanzar, ni para el que primero lo pensó y
escribió.
–Sí, Tony. Sé a qué te
refieres. Como le dije a Melonticós, “todo está en los griegos”.
La petición que algún pensador hacía a los escritores
“escribir aquello que nadie haya escrito”, es un imposible.
–¿Tú también lo crees?
–Sí, Tony.
–Yo escribo de mi
pasado –el único tiempo que me pertenece–, y, como tal,
solo es mío; pues solo es mío aquello que he vivido y sentido; y a
mí solo pertenecen mis recuerdos y mis experiencias, no siempre
fáciles de expresar con palabras. Y, en ese sentido, son únicos.
–Así es, Tony.
–Sin embargo, confieso mi
ignorancia cada vez que entro en una Biblioteca. Hubiera tenido que
leer tanto para escribir bien...
–Pero también es verdad
que si todos los escritores escribieran aquello que nadie ha escrito,
se reducirían drásticamente el número de libros.
–Sí, pero eso hemos
quedado que es una imposibilidad metafísica. Y me asombra la
grandeza de Homero y la humildad de Horacio cuando, en una de sus
Epístolas, escribió que “cualquiera se atreve a escribir versos”
y que sus libros servirían para “envolver como papel inútil”.
¡Qué equivocado estaba! ¿Es posible que creyera, realmente, esto
que escribió? Es uno de los escritores clásicos.
–Así es, Tony. Por eso
traspasó el límite del tiempo.
–Sí, amigo.
Tony no comprendía cómo
Horacio pudiera haber escrito tal cosa. Pero quizás ahí radicara su
grandeza. Esa afirmación denota una gran humildad.
–Sí. Tú sigue
escribiendo, Tony. Un día encontrarás un argumento que te guste y
entusiasmará a quienes lo lean. Y se cumplirá tu sueño.
–Gracias, amigo. Lo
intentaré.
En el amor no hay tiempo... |
Y Teleutaios, ese viejecito
amable de sonrisa atractiva, vestido como Tony se imaginaba a algunos
filósofos griegos de la obra La Escuela de Atenas,
desapareció lentamente. Caminaba por un paseo bordeado de árboles
que formaban un bello arco; sus colores malvas, rojizos y blancos
hacían de aquellos ejemplares la más hermosa primavera. Teleutaios
caminaba como aquel que no tiene prisa en llegar, con la lentitud que
algunas mujeres se enamoran. Y antes de desaparecer, se volvió,
alzó su brazo derecho, como si quisiera bendecir a Tony y,
milagrosamente, este oyó las palabras de Teleutaios que le decía:
–“No dejes de intentarlo”.
Un viento suave, que expandía
una aroma desconocida para Tony y una luz muy brillante que
desdibujaba la imagen de Teleutaios, fue la última experiencia –más
bien visión mágica–, que tuvo Tony de su amigo.
ANTONIO MONTERO SÁNCHEZ
Maestro, profesor de
Filosofía y Psicología
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