CON
MERA CALDERILLA…
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NUESTRA SEÑORA DE LAS LAJAS
Un
buen día en un concurso de TV preguntan por el país que venera a la
Madre de Dios en el santuario que llaman de Nuestra Señora de Las
Lajas. Se pregunta por el país que lo tiene.
Es
la primera vez que oímos este nombre. Y la primera vez que lo vemos
en fotografía. Nos sorprende que esté levantado en el cañón de un
río, en Colombia, a 10 km de la frontera con Ecuador. La foto
vértigo que lo muestra eleva el alma: tiene el templo 100 m de
altura, y el puente que vemos 50 m de alto por 17 de ancho y 20 de
largo…
En
el interior de nuestra imaginación, de pronto, se nos ponen en pie
todos los santuarios del mundo dedicados a la Gloriosa: el del Pilar
de Zaragoza, el de Lourdes en Francia, el de la Santina de Covadonga,
el de Fátima en Portugal… las docenas y docenas de ermitas a la
Virgen de la Peña en España… el de la Salus Populi Romani… y
miles de capillas en loor y cariño a la Gloriosa, que alfombran
nuestro planeta.
Nos
alegra el corazón lo que acabamos de ver y nos hace felices el saber
que la Gloriosa tiene este y los miles de santuarios que clavetean y
sujetan el planeta y consiguen que no se lo lleve, quizá, un viento
de astros hacia su estercolero natural. Lo sujetan y, por otra parte,
lo disparan al Cielo de su bendito Hijo de Dios.
Nos
detenemos en esta certeza y felicidad. Nuestra alegría no es más
que la llamita de una vela, más que una flor, casi solo un avemaría.
Se la presentamos a la Gloriosa. Por nuestra parte, mera calderilla.
Para los ojos misericordiosos de la Gloriosa, oro puro. Mucho, pues.
CUR
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