Y
los Hermanos, ¿qué?
En una reciente entrevista con
el nuevo H. Visitador, surgió el asunto del enorme y sorprendente
cambio
que se ha producido en los últimos cincuenta años en la vida de los
Hermanos y en la estructura o estructuras del Instituto,
especialmente en Europa. Preguntaba el Visitador cómo hemos sentido
ese cambio quienes hemos pasado día a día, acontecimiento a
acontecimiento por él. Y en parecidos términos se expresaba muy
recientemente el H. Superior General de los Hermanos: “Vosotros, ya
seáis Hermanos mayores o Hermanos en la edad mediana, recordaréis
los desafíos de los últimos cincuenta años”. Pues sí, muchos de
nosotros hemos afrontado esos desafíos y hemos visto cómo
cambiaba la geografía lasaliana, hasta convertirse en un paisaje que
casi nada tenía que ver con el mundo anterior. Lo expresado en los
temas (“De re
lasalliana”)
anteriores en el blog
de este curso respecto a la nueva forma de ser y de vivir la misión
lasaliana y las estructuras del Instituto, es una buena muestra de
ese cambio formidable. Yo le respondí que algunos lo vivimos con
sorpresa, tristeza a veces, aceptación y serenidad. Las cosas
sucedieron así y
nosotros, los Hermanos, tratamos de situarnos ante la realidad de la
mejor manera posible.
Dentro de esta nueva
situación, sobre todo al ver la disminución y el envejecimiento de
los Hermanos y las obras educativas casi totalmente en manos de los
seglares... muchos se preguntan cuál
es y cómo se realiza hoy la vida y la misión de los Hermanos.
Cuál es nuestro papel en estos tiempos en los que disminuimos y
envejecemos; cómo es su vida cuando dejan de ejercer funciones que
siempre estuvieron en sus manos. Qué hacemos o qué hemos de hacer
los Hermanos, especialmente mayores y jubilados, en la vida de los
centros educativos, y ante el conjunto de asociados y colaboradores
seglares. Pues bien, este último episodio de la serie quiere ser una
pequeña respuesta, desde una seguridad permanente (ser Hermanos) y,
al mismo tiempo, desde una búsqueda más o menos insegura.
Los Hermanos
La actual Regla
de los Hermanos (citaremos R) da una excelente respuesta a esto: la
función de los Hermanos se deriva directamente de
su ser Hermanos, de
su consagración:
“la contribución específica de los Hermanos en la misión
compartida se basa en su Consagración a la Santísima Trinidad
vivida en comunidad”. Por
esto mismo, el Hermano se convierte en “el
paradigma de lasaliano completo: por su consagración a Dios, por su
ministerio apostólico y por la vida comunitaria” (R
12). Tres elementos imprescindibles que constituyen su identidad y
que la propia Regla expresa también de otra manera: hoy como ayer el
Hermano está llamado a ser “corazón,
memoria y garantía del carisma lasaliano”
(R 157). Su presencia entre los seglares brota de su identidad
religiosa, de su pertenencia al Instituto como religioso consagrado.
Por eso, quizás lo que mejor
define el papel del Hermano es su carácter de testigo:
el Hermano entronca con los orígenes, ha vivido en el pasado y vive
hoy su misión ante los seglares “como testimonio, servicio y
comunión” (R 13). Tres rasgos que podemos sintetizarlos en un
ejercicio sencillo y testimonial de presencia.
¿Cómo debiera
explicitarse esa presencia?
-
Una presencia fraterna: si el carisma fundante de los Hermanos es la vida de fraternidad entre ellos, la presencia de una Comunidad es –debe ser- generadora de fraternidad. Por ello, sobre cualquier otro rasgo y por encima de cualquier otro elemento incluso religioso, su carácter de Hermanos (“mirad cómo se aman”, “todo lo ponen en común”...) debe ser visto como el signo por excelencia: “los Hermanos quieren ser, al mismo tiempo, hermanos entre sí, hermanos con sus Colaboradores y con aquellos con quienes se encuentran, y hermanos mayores para los que les son confiados” (R 53).
-
Una presencia significativa: ya casi sin apenas signos externos diferenciadores entre seglares y Hermanos, la presencia de estos destaca y acentúa ciertos rasgos que definen y distinguen la identidad del consagrado que está en medio de los seglares mostrándose como signo de otra dimensión. “Los Hermanos están convencidos de que su fraternidad... es un signo profético para la Iglesia y para el mundo” (R 158). Este signo y sus manifestaciones serán más visibles cuanto más intensa y cercana sea la presencia de quien con-vive y co-labora en una misma misión y desde un mismo espíritu, a pesar de una identidad diversa.
-
Una presencia animadora: no son pocos los seglares que nos repiten que sólo el saber que los Hermanos están, que están presentes, constituye para ellos un estímulo vivificador, una visión tonificante de su compromiso. Una presencia que es animadora, especialmente en el ámbito de la fe cristiana. Aunque hayan cesado en su actividad docente, muchos Hermanos están dispuestos a “crear un clima fraterno que, desde el respeto mutuo y la libertad tiende a suscitar una comunidad de fe en el seno de la Comunidad educativa” (R 54 e). Son abundantes los Hermanos convertidos en signos de esa presencia que impulsa y anima la vida del espíritu.
-
Esta presencia también es inspiradora, no sólo porque se supone que el Hermano ha vivido –está viviendo- desde dentro el carisma lasaliano o porque ha dedicado su vida pasada a mostrarlo intensamente a los demás, sino porque el espíritu que han de asumir los seglares tiene necesidad de personas de una espiritualidad intensa, capaz de inspirar la vida entera y la misión que asumen como seglares lasalianos.
Es cierto que esa inspiración
ha de ser mutua: los Hermanos mayores han vivido en el ayer; los
seglares son la expresión viva de la continuidad y del futuro. Su
presencia será inspiración no sólo para mantener las esencias (la
“memoria”) sino para inspirar caminos nuevos, horizontes tal vez
insospechados. Unos y otros han de buscar desde dónde llaman las
urgentes necesidades –los retos- de hoy y de mañana.
-
Una presencia activa:
Los Hermanos no sólo están,
actúan. Y no sólo mediante su función docente y pastoral directa,
sino a través de múltiples sencillas o grandes tareas. Su acción
en el centro educativo actúa como elemento
generador,
constructivo. A veces la acción la ofrecen los propios Hermanos;
otras, son los seglares quienes sugieren, señalan o demandan
acciones específicas. Pero la presencia de los Hermanos ha de ser
una fecunda ayuda para la acción cargada de experiencia, de
sabiduría, de entusiasmo... Otras veces la actividad de los Hermanos
mayores se mostrará en cosas sencillas, en obras menores pero de un
significado inapreciable, ya que revelan justamente eso: su presencia
serenamente activa.
Final
Los Hermanos sabemos que,
dadas las circunstancias actuales y dada la unidad entre los nuevos
lasalianos y los Hermanos (mayores), la presencia de estos en medio
de la comunidad lasaliana nunca ha de ser sólo para acentuar el
pasado, ni debe transparentarse en ella una actitud de superioridad
o de dominio; al contrario, ha de ser una presencia siempre sencilla,
servidora; sólo así, caminando con los hombres y mujeres “que se
reconocen hoy como hijos e hijas de San Juan Bautista de La Salle”,
los Hermanos no sólo son un signo para aquellos con quienes
conviven, sino que ellos mismos son capaces de ver otro de enorme
importancia: los seglares como un signo de los tiempos nuevos que
impulsa a los Hermanos a mirar al futuro con optimismo y esperanza.
Teódulo
GARCÍA REGIDOR
Maestro, profesor del Centro
Universitario La Salle
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