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73 Los Tercios Viejos



               
16 EL PASO DE ESPAÑA DE REINO PENINSULAR 
A PRIMER IMPERIO UNIVERSAL

El reino peninsular de España, se convirtió en el primer imperio universal del mundo, gracias al acierto de los Reyes Católicos en el casamiento de sus hijas y a los descubrimientos y conquistas del continente americano, de las Islas Filipinas y de Oceanía, irrepetible odisea de nuestros hombres.

16. 1 ESPAÑA PASA DE REINO PENINSULAR A IMPERIO UNIVERSAL
El príncipe Carlos I, venía reinando en Castilla conjuntamente con su madre la Reina Juana I desde la muerte de su padre Felipe el Hermoso, sucedida en 1506. Dada la incapacidad de la reina Juana y la ausencia de su hijo Carlos en la corte de Flandes, su abuelo, el rey de Aragón, Fernando II El Católico, venía ejerciendo en Castilla las tareas de gobierno en concepto de regente de su hija, Juana la Loca.

El 23 de enero de 1516 murió el rey de Aragón, Fernando II el Católico, en Madrigalejo, (Cáceres). En su testamento reconocía a su hija Juana I como legítima Reina de Castilla, Granada, Islas Canarias y plazas españolas del norte de África. Asímismo, de las tierras conquistadas por los descubridores españoles en las Indias Occidentales, África, Filipinas y Oceanía.
En el mismo documento nombraba igualmente a su hija Juana y a su nieto mayor, el príncipe Carlos I, herederos de la corona de Aragón, Nápoles, Cerdeña y Sicilia, que pertenecían a su corona.
En mayo de 1517, reunidos los estamentos de las Cortes del reino de Navarra, reconocieron igualmente a Juana y su hijo Carlos, como su rey y señor natural.
Poco después, la Diputación del Reino de Aragón, reconoció a Juana y a su hijo Carlos, como coherederos ejercientes de Aragón, siguiendo las pautas del testamento de su legítimo rey, Fernando II.
A todas estas herencias de Carlos I, se añadieron las de su padre Felipe el Hermoso, a quien ya había heredado en 1506: Flandes, el Franco Condado y el Condado de Charolais.
A la muerte de su abuelo paterno, Maximiliano I de Habsburgo, en 1519, volvió a heredar de nuevo: el Sacro Imperio Romano-Germánico y los territorios de Austria, que dejaría, más tarde a su hermano Fernando.
El 24 de febrero de 1530, día de su 30 cumpleaños, el papa Clemente VII, coronó al príncipe Carlos I solemnemente, en Bolonia, como emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico.
España había pasado en pocos años de Reino a Imperio Universal por primera vez.

España pasa de Reino a Imperio universal con Carlos I, que hereda de su abuela materna Isabel la Católica, Castilla, Granada, las Islas Canarias, las plazas del Norte de África y las Tierras descubiertas y conquistadas por Castilla en las Indias Occidentales y en África, Filipinas y Oceanía. Asímismo heredó de su abuelo materno, Fernando II el Católico, los reinos de Aragón, Navarra, Nápoles, Sicilia y Cerdeña. Los Países Bajos y el Franco Condado los heredó de su padre, Felipe el Hermoso.

Los tercios se crearon por la necesidad de contar con un ejército eficiente, poderoso y permanente, como garantía de un primer Imperio Universal

El paso del Reino de España a Imperio Universal, en tiempos del emperador Carlos I, no tardó en crear la clara necesidad de contar con un ejército eficiente, poderoso y permanente que asegurase el dominio, la paz y la seguridad en todos sus reinos y posesiones frente a enemigos recelosos, siempre dispuestos a coaligarse entre sí, frente al nuevo poder imperial para tratar de arrebatarle su riqueza, influencia y poder.

16. 2 ESPAÑA PASA, A PARTIR DE 1519, DE REINO A IMPERIO UNIVERSAL
Unificación de los Reinos de España en tiempos de los Reyes Católicos

El Imperio Español en tiempos de su nieto Carlos I

Como consecuencia de la política de alianzas matrimoniales que los Reyes Católicos tuvieron con sus hijas, su nieto Carlos I consiguió el primer Imperio Universal de la Historia. La primera exigencia de este paso de Reino a Imperio, fue la necesidad de contar con un ejército permanente que defendiera sus grandes intereses religiosos, políticos y económicos frente a los numerosos adversarios. Así nacieron los Tercios.


16. 3 LOS EJÉRCITOS PERMANENTES DEL NUEVO IMPERIO UNIVERSAL
La creación de los Tercios Viejos como ejércitos permanentes estacionados en Italia, Nápoles, Sicilia y Flandes, obedeció a un criterio nuevo, impuesto al propio emperador Carlos I, por la cantidad de reinos y posesiones y la importancia y variedad de intereses sociales, económicos, políticos y religiosos que tenía que defender.
Así se pasó de un ejército de 12.000 a 15.000 hombres, reclutados puntualmente para una necesidad concreta, en tiempo de los Reyes Católicos, a otro de entre 40.000 a 60.000 soldados en la época imperial.
Por otra parte, el hecho de contar con un imperio de dimensiones universales que se extendía sobre continentes, océanos, islas y mares, obligó también a la preparación de nuevos tercios especializados para la lucha marina, creando los llamados “Tercios de la mar océana”.
No se podría conseguir la seguridad en sus reinos y posesiones, ni escoltar y garantizar el comercio trasatlántico que entre ellos y la metrópoli se desarrollaba, sin un dominio seguro sobre los mares frente a corsarios, piratas y escuadras enemigas.
Estos Tercios de la mar océano, por necesidad de su misión tenían que permanecer siempre activos y muy especializados. En tiempos de paz, los tercios se adiestraban en ejercicios físicos y tácticas de guerra marina, escolta, abordaje y desembarco en playas y tierras enemigas.
Al presupuesto para estos fines había que añadir el de los astilleros, con la dotación de nuevos barcos, cada vez mejor artillados y dotados. Todos estos ingentes gastos incrementaron notablemente el presupuesto militar del Estado.


Desembarco en una playa enemiga. La verdadera novedad de los Tercios de la Mar Océano estaba en crear unos tercios especializados en la lucha marina, en el abordaje de naves enemigas y en establecer cabezas de puente en playas para favorecer el desembarco frente a fortalezas, plazas fuertes, promontorios y conquista de territorios enemigos.


Al gasto del ejército permanente, sin duda el más alto, se añadía la contratación y el pago de soldados mercenarios con ocasión de una determinada acción militar, lansquenetes alemanes y condottieri italianos, principalmente, que terminado el conflicto, eran licenciados inmediatamente.
A partir de Carlos I, el reclutamiento de los tercios se hacía en todas las naciones y posesiones de su Imperio: españoles, siempre los más valientes y mejor preparados, física y mentalmente, se añadía el de alemanes, italianos, valones y flamencos.
Los tercios viejos fueron siempre el núcleo fuerte de los ejércitos permanentes españoles, cuya estructura interna venía definida ya desde los tiempos del Gran Capitán, Gonzalo de Córdoba: Un tercio contaba con 12 compañías y cada compañía con 250 soldados. Cada 2 tercios formaban una coronelía y cada 2 coronelías, 1 división, que sumaba unos 12.000 soldados.
Nuestros gloriosos tercios fueron desde su fundación y durante más de dos siglos y medio, el modelo de un nuevo ejército, moderno y eficaz, copiado luego por todas las monarquías europeas.
La política progresista de ir cambiando las armas blancas, lanzas y espadas, por las de fuego, arcabuces, escopetones o mosquetes, cada vez más eficaces y mortíferos, le dieron el triunfo y la fama de invencibles sobre el tablero europeo durante casi tres siglos de historia.
A ello contribuyó también la preparación física de sus miembros, el adecuado entrenamiento en las tácticas de combate y el adiestramiento en el uso de las armas.
A los infantes se añadía la artillería, en la que se realizaban constantes innovaciones y que fue multiplicando su número y efectividad, sobre todo en los sitios y asedios de ciudades fortificadas.
A su vez, para contrarrestar los efectos de la artillería, cada vez más potente y destructiva, hubo que revisar y reforzar las viejas fortificaciones que se ceñían en exceso al contorno amurallado de las ciudades, como en los tiempos medievales, para dotar las defensas de nuevos y amplios espacios defensivos exteriores, con fosos y muros en estrella que alejaran el peligro de la artillería y sobre todo de las minas y voladuras a las que sucumbían las viejas torres y murallas.
Todo ello exigía la aportación de grandes sumas de dinero para financiar primero las obras y para dotarlas luego, una vez terminadas, con las armas defensivas y ofensivas correspondientes.



Ciudad Rodrigo, en la frontera hispano portuguesa, primitivo y antiquísimo castro vetón fortificado. Desde la Edad Media renueva constantemente sus defensas. En 1161 fue repoblada por Alfonso II de León, quien la rodeó con robustas murallas de piedra perfectamente conservadas hoy día, en un perímetro de 2 kilómetros con 5 puertas. Su recinto amurallado se volvió a proteger, a su vez, en el siglo XVIII con un nuevo sistema renacentista de defensas y fosos en estrella.


Tampoco podemos olvidar las grandes sumas de dinero que se necesitaban para mantener al día los astilleros y dotar a la marina de guerra con barcos eficaces, cada vez más grandes y mejor artillados para dominar los mares y vencer a piratas y berberiscos o destruir, como en la batalla naval de Lepanto, a la poderosa escuadra turco-otomana en “la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos pasados ni esperan ver los venideros", según la memorable frase de Miguel de Cervantes, tercio de la mar océano, que participó heroica y personalmente en el combate naval.
Los astilleros o atarazanas más importantes en tiempos de Felipe II se localizaban en Sevilla, San Fernando, Sanlúcar, Algeciras, Málaga, Valencia y Barcelona, pero los astilleros para barcos de mayor tonelaje estaban en el Cantábrico: Pasajes, Bilbao, Deusto, Portugalete, Castro-Urdiales, Guarnizo y en Galicia.



Real Astillero de Guarnizo, en Cantabria. Tuvo su apogeo en el reinado de Felipe II. Su entorno contaba con extensos bosques, cercanos a la costa y propiedad del rey, en los que abundaban los hayales y robledales, con excelentes maderas. Sus troncos y ramas, elegidos previamente en sus bosques, se transportaban en carretas, tiradas por dos o tres parejas de bueyes, o también aprovechando las grandes crecidas de los ríos, en primavera, se tiraban los troncos a sus cauces y la corriente impetuosa de las aguas procedentes de los rápidos deshielos, arrastraba los troncos hasta su desembocadura en el Cantábrico, donde, amarrados a barcazas llegaban a los astilleros. En Guarnizo se construyeron y armaron durante dos siglos más de 100 grandes barcos para la armada real.


16. 4 LOS GASTOS COLOSALES DE UN EJÉRCITO PERMANENTE
El presupuesto para todos estos capítulos militares anteriormente mencionados llegaba a cantidades tan altas que nunca la Hacienda pública hubiera podido recaudarlas, si no hubiera sido por el oro aportado a nuestras arcas por las colonias americanas, recién descubiertas y conquistadas.
El ejército permanente era sumamente costoso. Remontándonos a los tiempos de Felipe II, podemos detallar, en líneas generales, cuál era la soldada que correspondía a los tercios, según sus diferentes categorías y grados.
He aquí un breve repaso de puestos y jornales:
El Maestre de Campo, jefe de dos coronelías que componían una división, 12.000 hombres. Los Maestres de campo, la máxima autoridad militar en campaña, cobraba 80 escudos al mes, en tiempos de Felipe II, más otros 32, para su escolta-asistente. En tiempos de Felipe IV, su paga era ya de 160 escudos.
El Sargento Mayor, que no tenía mando directo de tropa, sino que su trabajo era coordinar con los capitanes, las órdenes recibidas del Maestre de campo, ganaba 35 ducados y tenía derecho a un asistente personal que, a su vez, cobraba 20 ducados mensuales.
Al grado de Capitán, le correspondían, 40 ducados. Un alférez, cobraba 12 ducados pero si al mismo tiempo era portaestandarte y flameaba la bandera durante el combate, cobraba 18 ducados.
La paga de un sargento era de 35 ducados porque además, en combate, mandaba directamente a 30 soldados, como el cabo.
Un cabo mandaba sobre 30 soldados y ganaba 30 ducados mensuales.
Un arcabucero, escopetero o mosquetero, 4, y 3 ducados más para comprar pequeñas planchas de plomo y un molde adecuado para fabricarse sus propias balas. Si lograba destacarse por disparar mucho, ganaba 1 ducado más.
Un simple piquero, cobraba solo 3 ducados, pero si tenía coraza, cobraba 1 ducado más y si era herido, otro ducado más.
Los servicios auxiliares, bajo el mando de los capitanes, contaban con un capellán, 12 ducados, un oficial furriel, encargado de los problemas de alojamiento, 6 ducados, barberos y curanderos, médicos en aquel entonces, 12 ducados y los músicos, tambores y pífanos, 6 ducados cada uno.
Para valorar debidamente estos sueldos hay que tener en cuenta dos observaciones: la primera, que se trataba siempre de sueldos pagados en ducados de oro, que en Europa suponían un gran poder adquisitivo y eran la envidia de los extranjeros. Un ducado de oro, solía tener de tres a seis gramos de oro, según la época.
La segunda observación es que los tercios, con su soldada debían pagarse su propia comida, su alojamiento y sus armas. Para que les saliera más barato solían agruparse según su origen, idioma o religión… De ahí se derivaban los “tercios compañeros”, asociados para la comida y los “tercios camaradas”, asociados además para el alojamiento.
Como las armas siempre eran caras, sobre todo las de fuego de uso personal, generalmente las pagaban a plazos, con el aval del Estado, que les descontaba luego la cantidad adelantada en cómodos plazos de cada soldada, según lo convenido.


16. 5 EL VERTIGINOSO AUMENTO DE LOS GASTOS DEL EJÉRCITO PERMANENTE
Los costos de una campaña variaban mucho según su importancia, su duración, y las tropas y medios empleados. Pero el capítulo más oneroso, a partir del ejército permanente, era su soldada.
A mediados del siglo XVI, costear una campaña, según documentación de los archivos de Simancas, suponía cifras colosales. Así, en 1554, los gastos militares, que según documentación de la época podrían cifrase en 1.000.000 de ducados, suponían, en términos comparativos, la tercera parte de todos los ingresos del estado.
Pero en los años posteriores a la herencia del Sacro Imperio Germánico, los gastos militares llegaban ya a igualar casi el total de todos los ingresos del estado: 2.800.000 ducados.
Por ello, durante el reinado de los Austrias la penuria presupuestaria fue particularmente agobiante y constantemente hubo que acudir a préstamos bancarios de los grandes prestamistas europeos, como los alemanes Fugger, Welser y Adler o los banqueros flamencos, florentinos o genoveses.
No es pues de extrañar que frecuentemente se pagara a los tercios con varios meses de retraso, por falta de dinero en efectivo. En algunos casos, los tercios, hartos de esperar las pagas atrasadas la exigieron mediante motines y asaltos, con terribles consecuencias para las poblaciones enemigas y cercanas.
Así, entre 1572 y 1607, se pueden contar en los tercios más de 30 motines y todos por exasperantes retrasos en el cobro de la soldada, ninguno por ninguna otra causa.
Podemos afirmar que sin las importaciones de metales preciosos de oro y plata de nuestras posesiones en América, hubiera sido imposible mantener, por tanto tiempo, un tan grande imperio.


JOSÉ MANUEL GUTIÉRREZ BRAVO
Maestro, doctor en Historia,
Exdirector de la Universidad Laboral de Toledo
Villanueva de la Peña, 15 de setiembre de 2018





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