¡DIOS,
DIOS, DIOS! (II)
Me
acerco a la playa. Playa de los Genoveses, Cabo de Gata, Almería.
Pudiera ser otra. Las aguas del mar son puro cristal de escaparate
recién lavado y repasado, se mueven en olas mansas y dejan
culebrinas de color amarillo brillante sobre la arena del fondo. Es
su salmodia. Se deshacen, al llegar y no poder pasar más lejos, en
una franja de espuma blanca que es su amén y su aleluya. Venían,
desde mar adentro, recitando salmos, alabando a Dios que las hizo y
las borda cada día y en cada instante, una a una.
En
voz baja -cantarina, feliz, hermosa- vienen diciendo el ¡Dios!,
¡Dios!, ¡Dios! que va
mi alma gritando por dar con Él.
¡Dios!,
¡Dios!, ¡Dios!
CUR
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