LA FILOSOFÍA A ESTUDIO
Cuando yo estudié en Granada,
de la que recuerdos guardo,
por haber cursado allí
—en Mirador de Rolando—
las humanidades clásicas
del mejor Bachillerato
que nos daban los fraternos
Remigio y Estanislao,
hijos de aquel Juan Bautista
de La Salle, doctor santo
que figura en las estrellas
del eterno Vaticano…,
la filosofía era
piedra de toque y escándalo
cuyo aprendizaje estaba
justamente demandado
por el Instituto Suárez
que era duro del carajo.
Me dieron sobresaliente
sus honrados catedráticos
y desde entonces me honro
con el título enmarcado,
por saber cómo Platón,
el cabezota de plato,
paseaba en la Academia
elucubrando sus “Diálogos”
con palabras rimbombantes
como amor, alma y trabajo.
Aquello luego pasó
y vinimos tan abajo
que los muchachos de hoy
ignoran a aquellos sabios
que en Atenas, Macedonia,
Creta, Tebas, Troya o Argos
juntaban armas y letras
enzarzándose a diario
en la carne y el espíritu
que Dios les había dado.
Occidente ¿qué será
dentro de muy pocos años
sin filosofía y sin
su asentamiento cristiano?
Yo no estaré para verlo,
pero mis hijos… ¡qué ocaso
sufrirán, pobres de ellos,
simples robots informáticos!
Disculpad el desahogo.
Aquí lo dejo. Me callo.
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