PREGUNTAS
AL AIRE iii
En
nuestra juventud estudiamos filosofía. Nos deteníamos en algunos
pensadores. Detenerse significaba pararse y mirarles a los ojos. Es
lo que hicimos con Nicolás
de Cusa. El
profesor nos dijo que fue clave en la transición del Medievo al
Renacimiento, padre de la filosofía alemana, que llegó a cardenal y
que se le venera como beato, enterrado en San Pedro ad Víncula, en
Roma. Esta información nos decidió.
No
tuvimos a mano su De
docta ignorancia,
pero sí su De
visione Dei. Lo
incorporamos al grupo de nuestros amigos, tras zambullirnos en su
pensamiento.
“Señor
Dios, auxiliador de quienes te buscan. Te veo en el jardín de
paraíso, y no sé qué veo, ya que no veo nada visible. Solamente sé
que sé que yo no sé qué veo y que jamás podré saberlo. Y no sé
nombrarte, ya que no sé qué eres. Si alguien me dijese que eres
nombrado con este o aquel nombre, por el hecho mismo de darte un
nombre sé que ese no es tu nombre.
Si
alguien expresase un concepto por el que puedas ser concebido, sé
que ese concepto no es el concepto de ti. Y si alguien expresase una
comparación y sostuviera que tú debes ser concebido en conformidad
con ella, sé igualmente que esa comparación no es adecuada a ti”.
Daríamos
hoy cualquier cosa por volver a este padre de la filosofía alemana.
Y continuar su razonamiento, hoy que los cristianos estamos rozando
el ateísmo (Hans Küng). Se nos ha olvidado quién es Dios,
infinitud absoluta.
No así al Cusano.
“Et
nescio te nominare, quia nescio
quid sis. Et si quis mihi dixerit, quod nomineris hoc vel illo
nomine, eo ipso quod nominat scio quia non est nomem tuum”.
CUR
Maestro.
Ciencias religiosas. Univ. Lateranensis
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