EL
ALTO VICARIO
LEYENDA
COLOMBIANA (2)
NARRADOR:
–El
Alto Vicario es otra de las
leyendas de Ocaña (2) (Colombia). La ciudad lleva este nombre en
honor de un conquistador que había nacido en Cuenca (España),
llamado Francisco Fernández Contreras. De las mujeres de Ocaña,
como de las de Cali, Santander..., se dice que son muy hermosas. La
leyenda
ocurre en el siglo XVII, y tiene su origen en un personaje real: un
clérigo.
(El
escenario, que permanece en penumbra unos momentos, representa un
paisaje montañoso al que lo atraviesa un camino con mucha pendiente,
de difícil descenso. Suenan las notas de una música sacra. Es el
Kyrie de la Misa de Palestrina. Entra el cura y su vicario).
CURA:
–No es esta noche estrellada,
más insistió el campesino.
VICARIO:
–Grave ha de ser, imagino…
CURA:
–Si su alma atormentada,
a estas horas de la noche,
con tanta insistencia clama
y la confesión reclama,
siendo apenas medianoche.
VICARIO:
–¿Para él?
CURA:
–Para su esposa.
VICARIO:
–Grave ha de ser la cosa.
CURA:
–Dice que está agonizante,
que reclama ese consuelo.
Limpia quiere ir al cielo…
¡Vamos, pues! Pase delante.
(Salen
por la derecha).
Parque principal de Ocaña y catedral |
NARRADOR:
–Es la noche muy oscura.
El
camino impracticable,
más
el cura es responsable
y
cumplir siempre procura
con
su deber pastoral,
el
primero, en su moral.
Ha
traído el campesino
monturas
para el camino.
El
descenso es arriesgado,
el
camino se ha ocultado,
caminar
se ha con buen tino.
(Entra
por la izquierda el campesino, el cura y el vicario).
Parque de San Francisco (Ocaña) |
CAMPESINO: –Es ahí, más abajito.
Hemos
dejado las bestias.
¡Perdón
por tantas molestias!
Es
allí en aquel cerrito.
El
camino es muy angosto,
y,
de rastrojos, tupido.
Perdón,
de nuevo, les pido,
que
este camino, en agosto,
y
de noche...
CURA:
–No lo diga.
La
noche es muy mala amiga
para,
a oscuras, caminar
que
es tiempo de descansar…
CAMPESINO:
–Perdóneme su Merced.
Tomad
un trago y sabed
(le
ofrece la bota)
que
fuerza mayor me obliga,
¡que
Diosito le bendiga!
NARRADOR:
–Faltaban solo cien metros.
Y
el cura vio, con sorpresa,
una
joven que está presa
(y
dijo más de diez “retros”)
al
verla atada, y desnuda,
al
tronco de un guayacán,
junto
a un enorme samán.
Y
aquel sacerdote duda.
Quiso,
pues, retroceder
porque
no quería ver
a
aquella joven menuda
que
está como vino al mundo.
Mas
el marido es rotundo.
El
campesino no duda.
Desenvainó
su machete
y dijo, al instante, al cura:
y dijo, al instante, al cura:
CAMPESINO: –Esa, mi mujer, no es pura.
Usted, Padre, no se inquiete,
pero
ella me ha sido infiel
y
no quiere confesarlo.
Usted
podrá averiguarlo.
CURA:
–¿Cómo?
CAMPESINO:
–Ese es su papel.
CURA: –¿Cuál?
CAMPESINO:
–Hacerle que confiese.
Y
a usted no le mentirá,
en
confesión lo dirá,
que,
si ante Dios, fingiese,
mayor
será su pecado.
CURA: –¿Eso
es todo, amigo mío?
CAMPESINO:
–No solo. En usted confío.
Si
el pecado confesado,
me
dice usted cuál ha sido.
que es mi vida de amargado
y por los celos herido.
que es mi vida de amargado
y por los celos herido.
CURA:
–Eso es un sacrilegio.
He
de guardar el secreto.
CAMPESINO:
–Pues a su Merced prometo:
(secreto,
ni privilegio)
por
las buenas o las malas
me
lo dirá, ¡juro al cielo!
(Lo
amenaza con el machete)
CURA: –El
secreto no desvelo
ni
con machete, ni balas.
CAMPESINO:
–Pues alguna solución
ha
de haber a mi problema,
sin
que su alma sea blasfema,
ni
ser una mala acción.
CURA: –Puede
que la haya, señor.
(Habla
con el vicario,
apartándose los dos del campesino).
CAMPESINO:
–¿Que habla usted con el vicario?
Yo
estoy sufriendo un calvario,
nunca
sentí tal dolor.
VICARIO: –Sé
bien lo que son los celos:
veneno
son del amor;
son,
en el alma, es un dolor
y,
en la vida, mil desvelos.
Es
un fuego encendido,
un
espíritu sin calma,
espinas
son en el alma
y
es un vivir sin sentido.
CAMPESINO:
–Mucho sabe, usted vicario
para
vestir la sotana…
VICARIO:
–Tengo, al humano, cercana,
(tanto
como mi breviario)
con
el que sufre, mi alma,
y
quiero vivir en calma.
CAMPESINO:–Eso es,pues,lo que yo quiero.
CURA: –Yo
tengo la solución.
CAMPESINO:
–Le ruego de corazón…
Sufro
tanto que me muero.
Confiésela,
es mi mujer;
me
engaña, estoy seguro.
Padre,
para mí, es muy duro,
querer
saber sin poder.
CURA: –Todo
menos ser blasfemo.
Esto es lo mejor, amigo.
Esto es lo mejor, amigo.
Venga
un momento conmigo.
Me
juzgará el Ser Supremo.
(Se
apartan y hablan).
CAMPESINO:
–¿Hacer yo de sacerdote?
De
acuerdo, señor
vicario.
Ningún
mejor santuario,
aunque soy un poco zote…
Es la noche tan oscura…
aunque soy un poco zote…
Es la noche tan oscura…
Venga,
pues, esa sotana,
y
sabré de esa truhana,
aunque
sea un falso cura,
con
quién se acuesta y se goza.
Es
mi mujer y me engaña
y
me duele hasta la entraña;
este
dolor me destroza.
NARRADOR:
–Y mientras el campesino se disfraza de sacerdote para confesar a
su mujer, como le habían propuesto el cura y el vicario
y él aceptó de buen grado; como no estaba acostumbrado a lidiar con
la sotana, el cura y el vicario
aprovecharon para lanzarse sobre él, derribarlo al suelo y
maniatarle. Y volvieron a la ciudad, acompañados de la mujer que
había sufrido durante horas el frio y la humillación de exhibirse
desnuda y atada a un guayacán, como su marido hacía con las mulas.
El
vicario quiso guardar el secreto de la confesión y fue valiente al
defender esta postura, aunque se viera amenazado por el machete del
campesino.
En
cuanto a los celos, el vicario
le dijo al campesino que su mujer no podría confiar en él, si él
no confiaba en ella. Y le dio este consejo:
(Sale
el cura)
–Si de juzgar no se abstiene,
humano que celos tiene,
–Si de juzgar no se abstiene,
humano que celos tiene,
sin
un motivo fundado,
será mayor el dolor
será mayor el dolor
por
lo que ha imaginado,
por
causa del mal amor,
que
si llega lo pensado.
Pues
no son amor los celos
cuando
no son los anhelos
de
estar con el ser amado.
NARRADOR: –Y algo más nos enseña esta leyenda. Alguien ha escrito que las leyendas son una forma de interpretar el pasado para comprender el presente. El caballero, lo mismo que el campesino de la leyenda, quieren vengar su honor que ha sido mancillado –incluso en la sospecha–. Ya Calderón de la Barca escribió, en El alcalde de Zalamea, “el honor es patrimonio del alma / y el alma solo es de Dios”. Y el alcalde dijo al capitán de las tropas de rey que “con mucho respeto, le he de ahorcar” por haber mancillado su honor. Y el rey no lo castigó. Le hizo alcalde perpetuo de Zalamea. (Por cierto, la afiliación completa de Calderón era: Don Pedro Calderón de la Barca Henao de la Barrera y Riaño; y Henao es un apellido abundante en Colombia, incluso entre fundadores de pueblos y ciudades. Salento, por ejemplo, fue fundado por Vicente Henao; es uno de los pueblos más bellos de Colombia).
Y
dicen los estudiosos –y el pueblo lo sabe–, que ocurrió un hecho
real que dio origen a esta fabulación legendaria. La iglesia tenía
bienes y posesiones y una medida gubernamental no satisfizo a la
Jerarquía Eclesiástica, y lo criticó, con alabanza de algunos
fieles y graves críticas de otros. Se llamó en Colombia los
Decretos de Tuición y Desamortización de Manos Muertas. El
caso es que un prelado (y también se dice del Alto
Vicario)
fue agraviado y expulsado de Ocaña, haciéndolo montado en una mula
y cabalgando al revés; es decir, montado no como se hace, mirando al
frente, sino hacia atrás, con las burlas de los vecinos. No le debió
gustar mucho esta humillación al vicario o prelado, ni que Ocaña lo
tratara así. Y, en el lugar que se conoce como Alto
del Vicario, cerca
del Santuario
de Torcoroma maldijo
el valle que –dicen– no ha vuelto a prosperar desde ese momento y
que ha tenido abundantes desgracias.
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(1)
Del libro del autor
“Y
rieron y lloraron las leyendas en Santa Rosa de Cabal”. (2)
Ocaña
es un municipio
colombiano
del departamento de Santander, la capital de la provincia
de Ocaña,
que basa su economía en la gastronomía, la agricultura y el
turismo.
Posee
el área
natural única en la naturaleza, como son Los Estoraques,
que ha sido declarada "Bien de interés cultural" y
"Monumento nacional". Están situados a un kilómetro de La
playa de Belén. Son un conjunto de enormes figuras esculpidas en
rocas rojizas. De este lugar escribió el autor en su libro “La
sonrisa verde. Paisaje con alma”.
ANTONIO
MONTERO SÁNCHEZ
Maestro,
profesor de Filosofía y Psicología
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