EL
TORDO
Tordo,
torda, zorzal… Llamémosle como queramos, hasta malvís. Este
Turdus philomelos
al que me refiero ahora es el zorzal común, pequeño pajarito que
aparece en Viejas
historias de Castilla la Vieja
de Miguel Delibes, uno de sus mejores libros. En aquellos años se
cazaban en los pueblos tordas con el tirachinas. Eran otros tiempos,
lejos de tanta norma que no nos deja hacer, hoy, prácticamente nada.
Entonces, en aquel texto, Delibes escribía sobre un muchacho de
pueblo al que han mandado interno a estudiar a la capital. Cada vez
que vuelve al pueblo se nota la diferencia de estilos entre los que
eran sus amigos y la nueva forma de comportarse del chico, más
refinada:
Y
cada vez que en vacaciones visitaba el pueblo, me ilusionaba que mis
viejos amigos, que seguían matando tordas
con el tirachinas y cazando ranas en la charca con un alfiler y un
trapo rojo, dijeran con desprecio: “Mira el Isi; va cogiendo
andares de señoritingo”.
Aquel
libro, publicado en 1964, tomaba con naturalidad que los chicos del
pueblo se entretuviesen matando tordas con el tirachinas. ¡Había
tantas! Hoy, sin embargo, vemos a gente que se manifiesta en defensa
de dos perros que ha matado la policía en defensa propia. En los
pueblos, hace años, a los perros se los trataba como tales, conforme
a su vida de perros. Hoy, en algunos casos, se les pone un jerseicito
para que no se enfríen por la calle, se les da natillas para comer y
se les lleva a peluquerías caninas para que estén más monos.
Afortunadamente
nuestro tordo o zorzal común vive libre y actúa como tal. Los
encontramos sin dificultad por los campos de España cuando en
invierno llegan a nuestro país procedentes del norte de Europa. Son
pájaros listos que saben en qué lugar de Europa no se pasa mucho
frío en invierno, se comen buenas paellas, sopas de ajo y tapas
varias y se pueden empapar, por ejemplo, del mejor románico del
mundo. El zorzal tira más al norte para reproducirse y apenas se ven
nidos en Zamora, Ávila, Segovia o Valladolid. Ahora bien, para vivir
se extiende nuestro pajarito por toda la Península.
Los
tordos se alimentan de lombrices, semillas, frutas, bayas… pero su
plato preferido son los caracoles. Sin cocerlos, ni limpiarlos antes.
Ni siquiera con una buena salsa que los acompañe. Se los come tal y
como se los encuentra en la tierra. Y si el año viene mal dado, se
conformará con aceitunas y bellotas.
Llegado
el tiempo de la reproducción, la hembra preparará el nido,
primeramente, con palitos y hojas. Después los recubrirá con barro,
hierbas y musgo. La puesta tendrá unos 4 huevos, que incuba
solamente la hembra durante dos semanas. Al mes de nacer los pollos,
se irán de casa sin ajuar ni nada, con lo puesto (o sea, las plumas
que han ido encañando en esas primeras semanas).
¿Está
el zorzal en peligro de extinción? Ni por asomo. No hay de qué
preocuparse.
Acabo
este artículo con una cita de Carlos Recio Esteban, uno de tantos
madrileños que pasó los veranos de su infancia en un precioso
pueblo de Valladolid y que cazaba tordas con el tirachinas: “Era
una afición de chavales. Los encontrábamos en los cables de la luz,
en los tejados y, sobre todo, en la iglesia. ¡Ojo! No era fácil dar
a un tordo con un tiragomas, pero era una diversión”.
JORGE
URDIALES YUSTE
Doctor
en periodismo. Profesor
Especialista
en Miguel Delibes
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