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80 Las aves en Delibes




                     

EL TORDO



Tordo, torda, zorzal… Llamémosle como queramos, hasta malvís. Este Turdus philomelos al que me refiero ahora es el zorzal común, pequeño pajarito que aparece en Viejas historias de Castilla la Vieja de Miguel Delibes, uno de sus mejores libros. En aquellos años se cazaban en los pueblos tordas con el tirachinas. Eran otros tiempos, lejos de tanta norma que no nos deja hacer, hoy, prácticamente nada. Entonces, en aquel texto, Delibes escribía sobre un muchacho de pueblo al que han mandado interno a estudiar a la capital. Cada vez que vuelve al pueblo se nota la diferencia de estilos entre los que eran sus amigos y la nueva forma de comportarse del chico, más refinada:

Y cada vez que en vacaciones visitaba el pueblo, me ilusionaba que mis viejos amigos, que seguían matando tordas con el tirachinas y cazando ranas en la charca con un alfiler y un trapo rojo, dijeran con desprecio: “Mira el Isi; va cogiendo andares de señoritingo”.

Aquel libro, publicado en 1964, tomaba con naturalidad que los chicos del pueblo se entretuviesen matando tordas con el tirachinas. ¡Había tantas! Hoy, sin embargo, vemos a gente que se manifiesta en defensa de dos perros que ha matado la policía en defensa propia. En los pueblos, hace años, a los perros se los trataba como tales, conforme a su vida de perros. Hoy, en algunos casos, se les pone un jerseicito para que no se enfríen por la calle, se les da natillas para comer y se les lleva a peluquerías caninas para que estén más monos.


Afortunadamente nuestro tordo o zorzal común vive libre y actúa como tal. Los encontramos sin dificultad por los campos de España cuando en invierno llegan a nuestro país procedentes del norte de Europa. Son pájaros listos que saben en qué lugar de Europa no se pasa mucho frío en invierno, se comen buenas paellas, sopas de ajo y tapas varias y se pueden empapar, por ejemplo, del mejor románico del mundo. El zorzal tira más al norte para reproducirse y apenas se ven nidos en Zamora, Ávila, Segovia o Valladolid. Ahora bien, para vivir se extiende nuestro pajarito por toda la Península.
Los tordos se alimentan de lombrices, semillas, frutas, bayas… pero su plato preferido son los caracoles. Sin cocerlos, ni limpiarlos antes. Ni siquiera con una buena salsa que los acompañe. Se los come tal y como se los encuentra en la tierra. Y si el año viene mal dado, se conformará con aceitunas y bellotas.

Llegado el tiempo de la reproducción, la hembra preparará el nido, primeramente, con palitos y hojas. Después los recubrirá con barro, hierbas y musgo. La puesta tendrá unos 4 huevos, que incuba solamente la hembra durante dos semanas. Al mes de nacer los pollos, se irán de casa sin ajuar ni nada, con lo puesto (o sea, las plumas que han ido encañando en esas primeras semanas).

¿Está el zorzal en peligro de extinción? Ni por asomo. No hay de qué preocuparse.

Acabo este artículo con una cita de Carlos Recio Esteban, uno de tantos madrileños que pasó los veranos de su infancia en un precioso pueblo de Valladolid y que cazaba tordas con el tirachinas: “Era una afición de chavales. Los encontrábamos en los cables de la luz, en los tejados y, sobre todo, en la iglesia. ¡Ojo! No era fácil dar a un tordo con un tiragomas, pero era una diversión”.

JORGE URDIALES YUSTE
Doctor en periodismo. Profesor
Especialista en Miguel Delibes

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