La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación
española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y
garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades que la integran y la
solidaridad entre ellas.
(Constitución Española, título preliminar, artículo 2)
La
diversidad es siempre un valor. Lengua, tradiciones, usos y costumbres
distintas, elementos que suman en la riqueza demográfica y cultural de un país.
Es hora de unir voluntades, no de disgregar. ‘La unión hace la fuerza’, ‘divide
y vencerás’… Expresiones como estas corroboran una innegable realidad. Lo sabe
bien Europa. Si así no fuera, países en clara recesión económica, en ocasiones próxima
a la bancarrota, se hubieran visto segregados hace tiempo.
No
resultan fácilmente asociables prosperidad y aislamiento o automarginación. Reconozco
mi limitados conocimientos en cuestiones macroeconómicos; pero las afirmaciones
de voces autorizadas, en debates, editoriales y artículos de opinión, no dejan
lugar a dudas.
Esgrimir
como bandera el derecho a la autodeterminación, en los tiempos que corren, sólo
puede entenderse desde el oportunismo político. Apelar al sentimiento, y más
cuando se tergiversa y traiciona la historia, constituye una actitud demagógica
a todas luces repudiable, adoptada por quienes, sin escrúpulo moral alguno,
persiguen a toda costa rédito electoral.
Nada
tengo contra los catalanes. Es más, he de decir, en honor a la verdad, que
nunca me sentí incómodo cuando visité Cataluña; muy al contrario, disfruté de
una más que aceptable hospitalidad. Aunque tampoco puedo desautorizar el
testimonio de quienes, residiendo en esa comunidad y no pudiendo acreditar
condición de autóctonos, afirman sentirse poco considerados, cuando no
manifiestamente discriminados y en algunos casos perseguidos o vejados.
Como
buen madrileño de nacimiento y origen, de familia avecindada en la Villa y
Corte por varias generaciones, tengo el ánimo cosmopolita y hospitalario que
caracteriza a esta capital. No negaré a nadie su voluntad de emanciparse, si
ese es su deseo; pero creo necesario recordar que nos debemos a una
Constitución democráticamente aceptada, y que sólo en los términos y cauces que
ésta dispone podrá prosperar cualquier movimiento secesionista, por más que
voces interesadas pretendan obviar esta condición y tirar por la calle del
medio esgrimiendo pretendidas urgencias.
Preciso
es también escuchar las voces de aquellos que, en mayoría, quieren mantener,
junto a su condición catalana o vasca, la irrenunciable y honrosa pertenencia
al Estado Español.
…………………………………….
España,
quien te respeta
no
te quiere desgarrada,
ni
dejará que aparezcan
cicatrices
en tu cara.
Trajes
distintos te visten,
gentes
distintas y varias,
lenguas,
usos y costumbres,
fiestas,
canciones y danzas.
Mil
colores, que no impiden
el
que seas respetada,
y
te muestres sin fisuras,
secesiones
o distancias.
Esto,
sin sombra de duda,
manda
nuestra Carta Magna.
ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
Maestro. Psicopedagogo. Emérito UCJC
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