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100 Palabras de MD

 

             Las palabras de Delibes


            Amonarse


A las palabras se las puede llegar a coger cariño. La piedralipe, las pernalas, el verbo apiolar, las aguarradillas, el amonarse una liebre. Al igual que hay gente que le habla a sus geranios, yo siento predilección por algunas de las voces del discurso popular-rural de Miguel Delibes.

Me gusta el verbo apiolar por lo que significa, por ese correr de la perdiz y sus polllos a ras de tierra. Disfruto explicando en mis conferencias lo que es una pernala, porque la saco por unos minutos de un olvido casi absoluto.

Las pernalas, desaparecidas en el campo español e innombradas en los salones y bodegas de algunas casas españolas que las conservan incrustadas en el trillo, vuelven a sentirse queridas cuando las cito y vuelven a soñar con aquellas largas jornadas de trilla y bieldo en las eras de los pueblos de España.

Me sucede otro tanto con el verbo amonarse, que es reflexivo. Disfruto con él, suena bien a mis oídos.


El diccionario académico nos dirá que es un verbo coloquial, sinónimo de embriagarse. A amonarse en Salamanca se le da la acepción de “matar” y “dejar como muerto” (SÁNCHEZ LEÓN, Cándido. Palabras y expresiones usadas en la provincia de Salamanca. Salamanca, 1995).

Amonarse para Miguel Delibes, para los cazadores y para las gentes del campo en general es echarse, arrugarse, agazaparse para no ser visto. Delibes lo emplea fundamentalmente para ciertos animales como la perdiz, la liebre o el conejo. Es frecuente encontrarse con este verbo en la narrativa delibiana.


Liebres amonadas aparecen en Las ratas:

Junto al abuelo Román, el Nini aprendió a conocer las liebres; aprendió que la liebre levanta larga o se amona entre los terrones; que en los días de lluvia rehuye las cepas y los pimpollos;


También en Con la escopeta al hombro, libro de 1970:

La rabona busca su salvación levantando larga o amonándose. Diría igual del conejo encamado. El gazapete suele ser muy remiso y rara vez se arranca si uno no pisa el carrasco donde yace.


Se amona también la perdiz, uno de los animales más queridos por el maestro, en El libro de la caza menor:

Su mimetismo es tan prodigioso que nada la delata. Todo ese abigarrado plumaje que admiramos en casa, se esfuma en el campo. La perdiz se hace monte con suma facilidad. Y si la perdiz se amona, ya puede usted repartir patadas un día entero.


Sucede en Viejas historias de Castilla la Vieja, libro de 1964, o en Las perdices del domingo, de 1981. Miguel Delibes llega a emplear este verbo cuando se refiere a una persona:

Así que me amoné como un conejo hasta que las voces se alejaron. (Las guerras de nuestros antepasados, p. 270).


Se dice de Delibes que es un cazador que escribe. Es cierto. Delibes sabe cazar y sabe redactar. Conoce el lenguaje cinegético y lo emplea con maestría, en todas sus posibilidades. Acabamos de leer cómo adapta el verbo amonar para las perdices, las liebres, los conejos y hasta para las personas.



JORGE URDIALES YUSTE

Doctor en periodismo. Profesor

Especialista en Miguel Delibes

www.jorgeurdiales.com


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