LA
PARDILLA
Pareciera
que la perdiz de verdad, la auténtica de entre todas las perdices,
fuese esta pardilla si nos atenemos a su nombre científico: perdix
perdix. Por dos veces se
nos repite su nombre para recalcar que esta es la que es. Miguel
Delibes, que las conocía bien, nos la nombra en uno de sus libros
autobiográficos, El
último coto:
Los
chicos, en cambio, lo pasaron bien en Fuentes Carrionas. Se
divirtieron de lo lindo e hicieron carne: trece pardillas.
Los
cazadores, la gente del campo, omite decir “perdiz” cuando habla
de la pardilla, también llamada en algunas zonas perdiz
charra o perdiz
charrela.
Para
Delibes, hablar de la pardilla es hablar de caza y son muchos los
términos propios de la caza que asoman en las obras del escritor.
Podríamos imaginar un día de caza tomando las palabras que emplea
el maestro:
Para
los preparativos de un día de caza leemos en Delibes: carabina,
chaleco-canana, perdigón de cuarta, sexta, séptima, zurrón,
percha, morral. Al salir
al campo se nos ofrecen muy diversos “oficios”: batidor,
ojeador, venador, cetrero, galguero, furtivo, jaulero, corralero,
puntillero, bichero. El
modo de cazar varía en función de las posibilidades: batida,
cazata, mano, ojeo, cacerío, ganchito (ojeos a lo pobre), tornacaza
(repaso al día siguiente); veda, desveda, media veda.
¿Dónde cazar?: aguardadero,
cazadero, perdedero, tiradero; aguardo, abrigaño, abrigada, acotado.
También
nombrará Delibes las partes de la escopeta: boca, caño, culatín,
guardamanos. En su
discurso, Miguel Delibes usa verbos que son casi exclusivos de la
caza: emplomar, manear,
apeonar, apiolar, aspearse, cobrar, colgar, encamar, entrizar,
enviscar, cepear, embardar, repullarse…
A
todo este mundo cinegético, sumémosle un buen puñado de aves como
nuestra pardilla, con cierta querencia por los sistemas montañosos y
solo algo más grande que la codorniz. Ave muy familiar, se mueve en
bandadas. Allá vuelan juntos los padres y sus polluelos, algunas
tías solteras, la suegra, los yernos de las mayores, un cuñado…
Tiene la pardilla dos residencias, como la gente rica o algunos
jubilados que combinan Málaga y Madrid o Cantabria y Benalmádena.
La pardilla en verano tira al monte (en rigor a la alta montaña) y
en invierno baja a tierras más benignas lejos de la nieve.
Cuando
la pardilla quiere tener familia, preparará un nido sencillo, sin
lujos. Nada de habitaciones con cortinas y salones llenos de adornos.
Simplemente una capa de ramitas en el suelo. Y después… ¡Ala! Más
de docena y media de huevos al mundo. El macho acompañará a la
hembra durante toda la crianza. Ni se esconde ni se va a bar. Los dos
irán criando a los polluelos a base de insectos y semillas.
JORGE
URDIALES YUSTE
Doctor
en periodismo. Profesor
especialista
en Miguel Delibes
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