LA
BARIBAÑUELA
Una cosa es la denominación común y otra bien distinta el localismo en cuestión. El título de este artículo lleva un localismo que despista al inexperto, o sea, a casi todos. Por baribañuela casi nadie entiende nada. Sin embargo, por alimoche, sí. Muchos recordamos al alimoche de Félix Rodríguez de la Fuente arrojando aquellas piedras sobre unos huevos preparados para la grabación.
Empecemos
por el nombre científico de la baribañuela o alimoche, Neophron
percnopterus. Continuemos
por otros nombres que se dan en Castilla: zapiquera,
abanto, guandilla, buitre sabio o boñiguero. En vuelo, es un ave
silenciosa con un graznido monótono y poco llamativo. En Delibes,
ave inusual que rara vez sobrevuela las páginas de sus novelas:
El
cuco y la baribañuela me han recibido calurosamente en Sedano.
El
último coto, p. 198.
Desconozco la razón por la que en estos pagos de La Lora llaman baribañuela al alimoche, pero es un apelativo más suave, más poético, más musical, siquiera case mal con el aspecto carroñero del bicho. Pero ahí está el nombre: baribañuela para los amantes de localismos y dialectólogos.
El
último coto, p. 193.
(...)
conforme coronamos la varga, ya vi el colgajo sobre la hoya, oiga, o
sea, el cadáver, que los alimoches, las baribañuelas que dicen,
danzando alrededor, que ni levantar podían, de ahítas, ¿entiende?,
que menuda tragantona.
Las
guerras de nuestros antepasados, p.
98.
Delibes
llama baribañuela al
alimoche, como se le llama en los pagos de La Lora y los amantes de
los localismos le agradecemos tanta precisión en el lenguaje.
Para
mí, estudioso de la obra de Miguel Delibes, la esencia delibiana que
explica la trayectoria de su narrativa se resume en la siguiente
frase: Delibes es un
hombre de campo que escribe sobre el campo y atiende a su lenguaje.
Aunque
haya nacido en Valladolid capital, es un hombre de campo porque se lo
ha pateado de cabo a rabo. Cazando, pescando o simplemente saliendo
de paseo. Delibes ha sabido pegar la hebra con las gentes de los
pueblos, ha escuchado sus maneras de hablar, sus expresiones y ha
entendido su manera de vivir y de ser.
La
baribañuela es el buitre más pequeño de nuestra fauna. Se le
distingue muy bien en vuelo, por su contraste del plumaje blanco
sobre el color negro de los extremos. Vive entre cortados rocosos y
llanuras amplias. Es el primer buitre en llegar a las carroñas y
tiene que darse prisa: su tamaño es pequeño y no puede competir con
los buitres negro y leonado. Cuando lleguen los buitres mayores, lo
van a echar de allí. Para aprovechar el cadáver, tiene dos
estrategias: al llegar picotea las partes más blandas como los ojos
o la zona de heridas. Si no, deambula alrededor, esperando. Cuando
llegan los buitres negros y leonados, se aleja unos metros y observa
cómo sus primos más fuertes y corpulentos despedazan el cadáver,
arrancando trozos de piel, intestinos, tendones… El alimoche salta
entre ellos y recoge los pedazos más pequeños que caen alrededor.
En
momentos de menor abundancia de carroñas, los alimoches no se mueren
de hambre. Pueden capturar reptiles, anfibios y pequeños mamíferos
de campo abierto. Pasan los inviernos en el centro de África y, a
mediados de marzo ya están de regreso.
En
los últimos 20 años, las poblaciones de alimoches en toda España
han descendido. Pueden verse en gargantas fluviales de Burgos, León,
Segovia y, sobre todo, en los Arribes del Duero. El mejor de los
censos de los años 80 estimó entre 1.000 y 2.000 parejas en toda
España.
Después
de todo lo dicho, ¿cuántos podríamos afirmar que hemos visto una
baribañuela?
JORGE
URDIALES YUSTE
Doctor
en periodismo. Profesor
Especialista
en Miguel Delibes
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