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84 Al filo del alba


    SUEÑOS       


      Estás tendido, inerte, tu cuerpo se ha rendido;
lo han vencido el cansancio, el tedio, la fatiga
o el natural reflejo de la pausa que se asoma a la vida
cuando ensaya el momento de abandonar el tiempo.

Yaces sobre tu lecho, reposado, sereno;
tus ojos se cerraron, los brazos se extendieron inertes,
y tu pecho, al ritmo acompasado del fuelle que mantiene
humeante el rescoldo de un fuego amortiguado,
se alza imperceptible,
apenas un segundo parece detenerse,
y se desinfla luego con un tenue silbido,
al tiempo que en tus sienes se acompasa el latido
que sigue, consciente o inconsciente, obediente a la vida:
la llama que un buen día la concepción enciende
y que en todo momento, luminosa y ardiente,
velada y temblorosa, serena o agitada, alerta se mantiene.
Y entonces, poco a poco, puede que de repente,
mas sin que del letargo al exterior despiertes,
con la ligera brisa que las hojas remueve
o agitado de pronto por la ráfaga inmensa
que la rama estremece,
sueñas:

El temblor de tus párpados revela que tus ojos,
cerrados, en su interior se mueven;
a tus labios asoma una tímida mueca, inexpresiva, ausente,
e imágenes confusas acuden a tu mente:
deseos incumplidos, temores, frustraciones,
anhelos largamente perseguidos…
La fiera que te acosa, mas nunca hasta ti llega,
aunque apenas avanzas por mucho que te esfuerces;
o el cielo que se acerca, que al alcance parece,
pero al que nunca tocas,
pues tus brazos pesados, lentos, desobedientes,
torpes, se niegan a elevarse; y observas impotente
cómo tras de las nubes se recoge, se esconde, retrocede…
Y en el momento cumbre,
cuando es mayor el riesgo y el peligro inminente,
o cuando ya muy cerca el goce se te ofrece,
despiertas:


Un chasquido de dedos invisibles ha venido a salvarte,
o ha frustrado, sin miramiento alguno, esa ilusión de siempre.
Te descubres de nuevo despierto, sudoroso,
intranquilo, inseguro, nervioso, jadeante…
Y sientes el alivio de haber salido indemne.

Son sueños, solo sueños, te dices.
o lamentas el ruido inoportuno.

Y gozas tu fortuna por volver a la vida
que te dejó a dos pasos de la meta soñada
o maldices la suerte que de nuevo,
y, cual si de raposa nocturna se tratara,
tras poner en tus labios el dulzor de las mieles,
arrebató con saña la presa que tu mano alcanzaba,
así te abandonaba.


ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación. 
Emérito UCJC








RECUERDOS PERDIDOS


Cuando se acerca uno a la vejez,
todo es volver a recordar
los paisajes de la niñez
que nos hicieron reír y llorar.

Yo volví ayer
a mi casa natal
y el pueblo que me vio nacer
ya no es igual.

Lo que creí que era un vergel
ahora es cemento nada más;
no queda sitio en él
para jugar.

Los malvarreales que planté
pegados a la casa en el umbral
se marchitaron sin oler
y sin abejas de miel dar.

Tampoco estaba el buche terco y fiel
al que mi padre uncía al barandal
del carro en que pintó un amanecer
en el toldo abombado, saliendo del corral.

Ni estaban la colodra ni el fardel
para nos alimentar
cuando al campo de trigos y cebadas a granel
nos entregábamos para segar.

¿Y adónde el niño fue,
el niño azul de aquel hogar,
en el que alpineaba carricoches de papel
desde su tierna y corta edad?

No lo sé, no lo sé;
no lo logré encontrar.
Si es que aún existe, le digo: “Ven,
entra en mi casa sin llamar”.

APULEYO SOTO PAJARES
Maestro, poeta, periodista, juglar




RECUÉRDAME,

SEÑOR





Recuérdame, Señor,
que el mundo de mañana será tuyo;
en el hoy, hay dolor
- de la experiencia arguyo -,
y, solo en Ti, lo bueno restituyo.

Con frecuencia, me olvido
que solamente en Ti la paz encuentro
y, en ella, he vivido
el feliz reencuentro
con la Bondad, Tú la fuente y el centro.

Recuérdame que tengo,
en Ti, Señor, la única esperanza
y que solo en Ti obtengo
la fuerza y la pujanza
y, en locos desvaríos, la templanza.

Recuérdame, Señor,
que, por mucho que viva, todo pasa…
y vivir sin amor,
es de bondad escasa
la vida que, ausente de amor, fracasa.

Y no es tuya la culpa
si el bien recibido lo olvidamos
- y no cabe disculpa -,
si a Ti te ignoramos
y el poder y la vanagloria amamos.


ANTONIO MONTERO SÁNCHEZ 
Maestro. Profesor de Filosofía y de Psicología




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