LAS RUTAS DE DELIBES:
BERCERO
Nos encontramos ante un pueblo que está a pocos kilómetros al noroeste de Tordesillas, y que forma parte de la 4ª ruta de Delibes que se corresponde con el libro El último coto, publicado en 1992. Una de las ocasiones en la que Delibes cita a Bercero en el libro y que es la cita que aparece en la D de las rutas que está en el pueblo, es la siguiente:
El campo en primavera (27-4-90)
Durante esta caótica primavera, cálida en febrero y heladora en abril, he visitado nuestros cazaderos habituales un par de veces. En ambos casos apenas he visto perdices en El Bibre, para ser exacto tres pares el primer día en el camino de Bercero y cuatro el segundo en las siembras de los bajos, en las proximidades de Villalar de los Comuneros. En los páramos desamueblados, con un cereal raquítico y sin humedad, no se ve una.
Con José María Reglero |
La mimbrera |
En estas Rutas de Delibes, cada uno de los pueblos cuenta con información que añadimos a la cita que antes comentaba. Todos tienen un ave, una planta y una palabra rural empleada por Delibes y que se da en esa localidad en cuestión. El alcaraván es el ave que elegimos para Bercero. El alcaraván es un ave amiga de zonas abiertas, sin arbolado, o sea, de lugares como gran parte del término de Bercero. Su plumaje tiene esos colores para confundirse con el terreno. Por eso es una mezcla de plumas ocre, blancas y líneas negras.
La mimbrera es la planta relacionada con Bercero y el verbo manear es la palabra rural que consideramos idónea para este pueblo de Bercero.
Manear
significa
caminar por una zona determinada buscando caza. Y esto lo puede hacer
una sola persona o un grupo de cazadores.
El alcaraván |
No podemos saber cuántas veces dio Delibes una mano por esos campos de Dios en busca de caza. Cientos, miles…
Bercero es un pueblo que combina la piedra y el adobe y algunos otros materiales modernos. De darnos una vuelta por allí, visitaríamos la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y, andando por la calle Real, llegaríamos a la ermita del humilladero. El paseo tendría que continuar paralelo al arroyo de los Molinos, en una senda creada para bercerucos y forasteros.
Para comer, nos acercaríamos al único bar que tiene el pueblo y que cuenta con un salón típicamente castellano estupendo y unos buenos guisos de la tierra que varían en función del día de la semana. Todo un buen final para una jornada que podríamos terminar, al atardecer, con la lectura de El último coto en el parque de la ermita del pueblo, sin prisa, a última hora de una tarde de verano, bajo el simpático jaleo de los vencejos de Bercero.
JORGE URDIALES YUSTE
Doctor en periodismo. Profesor
especialista en Miguel Delibes
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