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20210124

95 AFDA

                                                              Febrero, 2021


ÍNDICE PRINCIPAL


Pregón: Carácter verbal de las cosas

Desde el margen: Otra ocasión perdida. Teódulo GR

Alta política con estilo: Más allá de la política de campanario. R. Duque de Aza

En homenaje a Cervantes: Las vidas de los santos guían a Cervantes (II) A. Gómez Moreno

La mujer en Cela, XIV: Decadencia. ÁH

Soneto desde el sentimiento: Motivos para la esperanza. ÁH

Rincón de Apuleyo: El divino impaciente

Educación física: Los deportes.  F. Sáez

Afderías: Recursos de nuestra Escuela. CUR

Acuarelas: Nieve. Teódulo GR           


       CARÁCTER VERBAL DE LAS COSAS


Cuando al iniciarse el curso los hombres de nuestra Escuela ponían en marcha el preuniversitario o el COU no era inusual que a los alumnos les dijeran sus profesores de lengua que el propósito de último año en el centro escolar no era otro que el terminar de enseñarles a leer, que con eso solo, con que salieran del Colegio sabiendo leer, no habrían pasado por el Colegio en vano.

Podía parecerles a estos alumnos finalistas que la tarea era corta y fácil, pan comido, pero les estábamos apuntando a la conquista de todo un alto cielo, algo en lo que uno se inicia, pero que es casi inalcanzable en plenitud.

Y es que, bien visto y a fondo, las cosas no son meras realidades, no se reducen a fenómenos mudos, lanzados al espacio, en danza calculada y calculable, cargadas de sentido que esconden y guardan celosas.

Las cosas, en verdad, tienen un carácter verbal. En la primera página de la Biblia, en el Génesis (Gen 1,3) ya se apunta, habla Dios, es su palabra la que crea: “Dijo Dios: que exista la luz. Y la luz existió”.

Atribuimos la inmensa obra de la Creación al Padre. No pasa de ser una mera atribución teológica. De hecho todo lo creado tiene su fuente de ser en la Palabra de Dios, todo se debe a la Palabra, al Verbo de Dios, al Logos. Es de fe. San Pablo que escribe a los colosenses sobre Jesucristo, la Palabra de Dios invisible, afirma que “por su medio se creó el universo celeste y terrestre, lo visible y lo invisible” (Col 1,16).

Aquí no podemos por menos de recordar el medio relieve de la fachada de la catedral de Orvieto, en que la figura de Cristo, el Verbo de Dios, aparece como Creador. 








         Desde el margen

OTRA OCASIÓN PERDIDA

No tenía intención de tratar temas relacionados con la política real en nuestra convulsa España, pero sentado aquí expectante, desde el margen, y viendo pasar a tantos –personas y grupos- con rostros de preocupación y de recelo y, sobre todo, oyendo sus quejas y sus críticas, no me ha quedado más remedio que volver sobre un tema que enlaza en parte con el escrito del mes pasado. Esta vez deseo decir una palabra, ayudado por unos cuantos “viandantes”, sobre algo que es ya un tópico manido y devaluado en la política de la educación española: el Pacto por la educación.

Y comenzamos por un texto no muy reciente en el tiempo, pero actual por lo perentorio del tema: “Personalmente, creo que sería deseable buscar un consenso en materia de educación. No veo su tarea sencilla, debo decírselo, pero es bienvenida, lo digo honestamente. Hay que encontrar el lugar del consenso y del disenso, porque en un sistema democrático el consenso juega tanto papel como el disenso. No creo que se puedan encontrar unanimidades en materia de educación, porque esta responde a modos de entender nuestra vida y nuestra organización social que no necesariamente coinciden al cien por cien. Ahora bien, creo que hay que encontrar acuerdos que permitían que los centros escolares, los docentes, etcétera, sientan que tienen una cierta estabilidad en su trabajo cotidiano para poder desarrollar su actividad”.

Las palabras que acabo de citar son del actual Secretario General del Ministerio de Educación, Alejandro Tiana, cuando era Rector de la Universidad Autónoma y cuando se debatía, en el Congreso de los Diputados, (Comisión de Educación y Deporte), la elaboración de un Gran pacto por la educación en marzo de 2017. A. Tiana, que estudió Pedagogía en mis tiempos de la Universidad Complutense, ha sido Secretario de Educación con otras ministras socialistas y experto en cuestiones pedagógicas. Y uno no sale de su asombro, una vez más, ante el descarado contraste entre lo dicho y lo hecho. Yendo al grano, entre la proclamada necesidad de consenso y de pacto y el trágala, por ejemplo, de la nueva Ley de educación.

Necesidad común y sentida

El gran Pacto por la Educación es una necesidad sentida por muchos, políticos y no políticos, en el ámbito de la educación española. Pero no sólo en nuestro suelo patrio. También la Unesco se suma al Pacto Global por la Educación, así como el papa Francisco (15 de octubre de 2020) y otras entidades y organismos a escala mundial. Claro que estos últimos no son directamente políticos y que entienden lo de “pacto global” como algo que afecta a la esencia misma de la educación. Pero es una llamada a todos –“global”- para ponerse de acuerdo en aquello que debe ser elemento común del proyecto básico de la educación de una sociedad, sea cual sea su gobierno. Y para ello, es necesario buscar los elementos comunes. Y cuando estos sean de difícil alcance, es necesario llegar a un consenso, a un acuerdo. Tiana habla del juego entre “consenso” y “disenso”. Y de la imposibilidad de que el diálogo entre uno y otro llegue a alcanzar unanimidad. Y no sé si con eso está sutilmente justificando la ausencia del pacto. Pero lo importante en nuestro caso no es la “unanimidad” sino el diálogo, el juego entre consenso y disenso. Hace no muchos días un viejo político, A. Garrigues afirmaba que, lejos de los antagonismos tan nefastos en la historia de España entre ideologías y partidos políticos, “hemos de aprender a convivir con la discrepancia”. Sería nefasta y esencialmente destructiva una política que estuviera inspirada prioritariamente en la propia ideología y de tal modo encerrada en ella que la incapacitase para ver más allá de sí misma. Vivir con la discrepancia no significa matar el diálogo, sino justamente invocar su necesidad y abrirse a quien con toda justicia la manifiesta. Porque la ley está al servicio de la sociedad y no para satisfacer la ideología.






La LOMCE, otra muestra

El ejemplo más reciente y lacerante es, como decimos, el de la elaboración de la Ley LOMLOE a espaldas del mundo de la educación, de la llamada “Comunidad educativa” nacional... Una ley que no se ha caracterizado en su elaboración por la apertura y el diálogo con una parte esencial de la sociedad que “quizás” quería mostrar esa necesaria discrepancia. Una ley de enorme trascendencia social que se ha elaborado y aprobado en tiempo récord, sin apenas discusión y aprovechando la inusual situación del Parlamento. Una ley que ha sido fuertemente criticada justamente por no ser fruto de diálogo y por no tener en cuenta la discrepancia. En un reciente artículo (“La oportunidad perdida”) el catedrático Javier Tourón decía: “una ley que aplaude la mitad y abuchea la otra mitad no es una buena ley y perjudica a los ciudadanos, que esperan de sus gobernantes mejores soluciones”. Porque “cualquier ley debe satisfacer a aquellos a los que pretende servir. Y su vocación debe ser la de respetar las opciones legítimas de todos, porque todos somos anteriores a las leyes que nos damos...”; por lo que “ningún gobernante debe cercenar las libertades de los ciudadanos y su posibilidad de decidir cómo quieren organizar la educación de los suyos” (ABC, 14 de diciembre de 2020).

Frente al diálogo deseado abundan en medios críticos con el gobierno expresiones como “proyecto ideológico”, “ingeniería social”, “adoctrinamiento, “sectarismo educativo”, “concepción sectaria” que indican con claridad que el proyecto ideal de un pacto educativo no es posible cuando uno de los adversarios se niega a ser interlocutor, a abordar la problemática educativa a través del diálogo, y a escuchar al diferente. Y esto, que ha sido una desastrosa constante histórica de nuestros grandes proyectos educativos, lo es más aún en las actuales circunstancias. Recientemente, criticando una de las muestras de esta voluntaria ausencia de diálogo alguien ha escrito: “...no hay diálogo posible donde solo se quieren ·#hashtags divisorios o apisonadoras que acaben con toda posibilidad de resistencia” (J. M. Olaizola, “Una Ley contra los pobres”, en El Mundo, 30 –XII. 2020). O, yendo más lejos, en dura expresión de J. A. Marina, es la práctica del “odio político”, que parece ser una flor venenosa que crece en los ambientes de algunos partidos: ese “sentimiento movilizador, que desea la desaparición del otro” (El Mundo, 13 de diciembre de 2020).

Por eso hay que reconocer con amargura que con la publicación de esta Ley estamos ante otra ocasión perdida. Como vuelve a insistir Javier Tourón al final de su artículo: “no, este no me parece el camino de servicio que cualquier ley debe buscar. El Sistema educativo no puede verse como un mecanismo de nacionalización de las conciencias, sino como un medio para el desarrollo de los pueblos, es decir, de su libertad. // Un desacierto que, como siempre, acaba perjudicando a todos. Pero, particularmente, a los que menos tienen” (ABC, id).Opinión que corrobora J. M. Olaizola en su artículo de El mundo del pasado 30 de diciembre que titula justamente así: “Una ley contra los pobres”.


 Teódulo GARCÍA REGIDOR




MÁS ALLÁ DE LA POLÍTICA DE CAMPANARIO


En estos tiempos de disgregación, en que el barco de la Patria va haciendo agua y por su cubierta se pasea burlona la espuma y el salitre de las olas que saltan y amenazan con tumbar el edificio de una nación puntera en el mundo, sería bueno volver los ojos al siglo XV de nuestra Historia de España.

Nos parecemos.

Y tomar aliento desde las desventuras, fragmentaciones y desvaríos que precedieron a la gran proeza de los Reyes Católicos, la primera Gramática de Nebrija, la culminación de la Reconquista, el agrandamiento del planeta con el Nuevo Mundo para la civilización católica y española.

En medio de aquella dispersión de fuerzas del siglo XV, rica en partidismos, en feudalismos, en separatismos, en Españas diversas y contrarias surgió fuerte el sentido de misión de un pueblo (corazón e inteligencia de los RR. CC. de un buen número de bravos nobles, de gentes del campo y de cristianos de la gleba) que tenía algo que ofrecer a los demás pueblos del mundo y cumplió con su vocación universal, aun en detrimento de su comodidad y con merma de su particular bienestar.


España se plantó para el mundo a finales del siglo XV en adaliz de Roma y de la Cristiandad.

Se sacudió entonces la mentalidad de campanario. No es que hubiera que renunciar a nada. Cada persona tenía su libertad y su honor, cada pueblo su campanario, cada región sus peculiaridades, pero, por encima, se sumaba una misión patria, un mundo que salvar para la más ancha cultura humana y la más universal civilización cristiana.


Aquí nos viene al pelo la sentencia de Unamuno:
«El desarrollo del amor al campanario sólo es fecundo y sano cuando va de par con el desarrollo del amor a la patria universal humana; de la fusión de estos dos amores, sensitivo sobre todo el uno, y el otro sobre todo intelectual, brota el verdadero amor patrio».

No sé si el borbón rey Felipe VI estará por la labor, pero hemos de estarlo los nobles del pensamiento y del mejor estilo español, los cristianos de a pie que no doblaron su rodilla ante el Baal de la Partitocracia, la Progresería, la Postmodernidad y demás miserias traídas de fuera de España a nuestra Patria para su vuelco y ruina.

Y España estará a salvo y, un buen día, desvanecida la vulgaridad vigente, la actual política alicorta e inhumana del medro personal y la disparatada sinrazón hoy hecha norma, surgirá fuerte la España que necesita el mundo para seguir un rumbo de grandeza digno del cielo que nos techa.

Todo si la mejor España sigue viva en nuestra mente y corazón, que de buena semilla crece hacia el cielo el árbol que está destinado a dar frutos.

Ramiro Duque de Aza

Maestro y profesor de Teoría del conocimiento



 
LAS VIDAS DE LOS SANTOS GUÍAN A CERVANTES
                      (II)


Las artes plásticas reforzaban lo leído u oído. Santa Ágata o Águeda se reconocía por llevar sus pechos en una bandeja; en ese mismo recipiente, santa Lucía portaba sus ojos. A santa Catalina la conocemos por la rueda de su tortura; a santa Cecilia, por acompañarse de algún instrumento musical; a santa María Magdalena, por el pomo del ungüento con que limpió a Jesús; a san Lorenzo, por la parrilla en que fue martirizado; a san Clemente, por el ancla que sujetó su cuerpo en el fondo de las aguas; a san Bartolomé, por la navaja con que fue desollado; y a san Gil por la flecha con que resultó herido en una cacería. San Antonio, en fin, porta la campana con que los miembros de la Orden Hospitalaria pedían limosna.

Los más invocados eran los santos auxiliares: (1) san Jorge, a quien los fieles se encomendaban con los más diversos propósitos; (2) san Blas, patrón de enfermos de la garganta y veterinarios; (3) san Erasmo, Elmo o Telmo, patrón de navegantes; (4) san Vito, que protegía de la muerte súbita y de la corea o baile de san Vito; (5) san Cristóbal, protector de viajeros; (6) san Dionisio de París, que concentró el poder de varios santos del mismo nombre; (7) san Gil o Egidio, venerado por tullidos, mendigos, herreros y nodrizas; (8) santa Margarita, que ayudaba a las mujeres ante el peligro o el mal, representado por un dragón; (9) santa Bárbara, protectora contra el fuego y las tormentas y patrona de artilleros y bomberos; (10) santa Catalina de Alejandría, valedora de jovencitas y patrona de abogados y estudiantes; (11) san Eustaquio, patrón de cazadores; (12) san Ciriaco o Quirico, protector de los niños, como él lo era cuando murió; (13) san Pantaleón, socorredor de tísicos o tuberculosos; y (14) san Lucas, patrón de médicos. A todos, se anteponía san Nicolás.

Las vidas de los santos, relatos de aventuras apasionantes, fuentes de un sinfín de leyendas, transmisoras de cuentos, facecias y otras perlas, se cruzan con el folclore y la literatura; por eso, en el Medievo, las descubrimos en la gesta del Cid, en la leyenda de Alejandro Magno, en la biografía civil, en la novela sentimental y, en sentido recto o por inversión paródica, en La Celestina y sus derivados. En el Siglo de Oro, la hagiografía aporta claves que nos ayudan a entender los libros de caballerías, la narrativa idealizante y, por supuesto, a Cervantes, entre su ópera prima, la Galatea (1585), y su obra póstuma, el Persiles (1617).

Determinados pasajes de nuestra épica se iluminan con la hagiografía. Pensemos, por ejemplo, en el episodio del león escapado del palacio de Valencia en la tercera parte del Cantar de mio Cid (ca. 1207). Ahí se dice que la sola presencia del héroe bastó para dominar la voluntad del animal. El malogrado Jack Walsh se adelantó a todos al apuntar que en ese episodio el Cid ejerce sobre las bestias un poder propio de santos, una gracia que el santo en ocasiones comparte con el héroe. Así ocurre en la leyenda de Alejandro Magno, capaz de domar con su presencia al fiero Bucéfalo, extraño híbrido de elefante y dromedaria, según el Libro de Alexandre.

Alonso Sánchez Coello (o su escuela)
Juan de Austria
(Monasterio de El Escorial)
Tampoco falta la iconografía del héroe con un león a sus pies, como en el magnífico retrato de Juan de Austria del Monasterio de El Escorial que hay quien atribuye a Alonso Sánchez Coello.

El motivo aparece en las vidas de santa María Egipciaca y san Pablo de Tebas, enterrados por leones. En el circo, santa Tecla y otros santos de los que no hago relación fueron respetados por el león que había de matarlos. El caso más conocido de santo con león es el de san Jerónimo, aunque la fiera no tiene nada que ver con su leyenda sino con la de san Gerásimo, nombre parecido al del Doctor de la Iglesia. No olvidemos el relato de Androcles y el león agradecido, que rehusó atacarlo cuando se encontraron en el circo; de hecho, hay estudiosos que piensan que en esta leyenda está el germen de la de Jerónimo-Gerásimo, que se ganó al león al sacarle una espina.

En el roman o novela, basta aludir al héroe de Chrétien de Troyes: Yvain, más conocido como Le chevalier au lion (el sobrenombre que adopta don Quijote desde la célebre aventura de los leones es parodia del roman francés). Un libro de caballerías anónimo, Arderique (1517), incorpora Alonso Sánchez Coello (o su escuela), Juan de Austria (Monasterio de El Escorial) el hallazgo del cuerpo incorrupto de san Paulicio, cuando dos leones abren la tierra con sus zarpas. La leona a modo de fiera mansa que amamanta al niño ungido por la gracia está en Amadís de Gaula, cuyo hijo, Esplandián, es arrebatado por una leona, como en la leyenda de san Eustaquio. Como ante una santa, el león con que fue a dar la bella Gridonia del Primaleón (1512), libro de caballerías atribuido a Francisco Vázquez, se postró ante ella y se convirtió en su defensor. Al final, tenemos el cap. 17 del Quijote de 1615, que parte del cap. 79 del Palmerín de Oliva (1511). Leamos un fragmento (Gómez Moreno, 2008: 59):

El leonero le dio bozes que se saliesse; él no lo quiso fazer e echó el manto en el braço e sacó su spada e firió al primero que a él se llegó de tal ferida que no se meneó más, mas antes cayó muerto. Los otros dos rompiéronle todo el manto con las uñas, mas él los paró tales en poca de ora que poco le pudieron empecer.

Menéndez Pidal proclamaba el carácter realista de los españoles y su literatura, frente a la tendencia de los franceses a la fantasía. Recordaba el maestro cómo la aparición del arcángel san Gabriel al héroe en el Cantar de mio Cid se produce en un sueño, con lo que queda a salvo la verosimilitud del relato. Distinto es el caso de las Mocedades de Rodrigo (ca. 1360), que, en opinión de don Ramón, pone de manifiesto la decadencia de la épica castellana. Aquí, se narra una guerra que nunca existió; en ella, el Cid, al frente del ejército castellano, derrota al rey de Francia, al conde de Saboya y al mismísimo papa.

En un momento, las Mocedades de Rodrigo se impregnan en pura hagiografía. En concreto, esto ocurre cuando el Cid, al volver de Santiago de Compostela, se dispone a pasar el río Duero por el vado de Cascajar, en San Esteban de Gormaz. Allí hay un leproso del que todos se apartan, pero él no siente miedo ni repugnancia , sino que lo cubre con su capa, lo sube a su caballo y pasa con él el río. El leproso le desvela su personalidad en un sueño:

«¿Dormides, Rodrigo de Bivar? Tiempo has de ser acordado.

Mensagero só de Cristus, que non soy malato:

Sant Lázaro só, a ti me ovo Dios enviado».

San Julián el Hospitalario 
Retablo mayor de la Cartuja de Miraflores
 
 La leyenda cidiana se contamina en este punto con dos leyendas hLagiográficas. La primera, que ya conocemos, es la de san Martín de Tours, con la partición de su capa con un pobre que resultó ser Cristo. La segunda corresponde a san Julián el Hospitalario, que hubo de purgar el asesinato de sus padres ayudando a pasar un río a cuantos lo precisaban.


La
vita de san Julián el Hospitalario se filtró en el folclore hispánico, verbigracia en la leyenda navarra de Teodosio de Goñi (Gómez Moreno, 2008: 126-127). Teodosio volvía de combatir al moro cuando topó con un demonio que le dijo que su mujer, Constanza de Butrón, estaba acostada con otro hombre en su palacio de Ollo. Ciego de ira, cabalgó raudo y mató a sus padres, que eran quienes, por indicación de su buena esposa, descansaban en el lecho. La superación de la maldición implica un proceso purgativo que repite el patrón de Hércules, que hubo de pasar por sus célebres doce trabajos al haber dado muerte a sus hijos. El motivo está calcado de la leyenda de Edipo.

Enseguida veremos que el santo lo es desde el vientre de su madre; sin embargo, algunas vidas inciden en la lactancia. A ese respecto, el Libro de Alexandre muestra el influjo de la hagiografía cuando afirma que, a poco de nacer, Alejandro sabía escoger la nodriza adecuada (cito por Alexandre, 2010, estrofa 7):

El infant’ Alexandre, luego en su niñez,

empeçó a mostrar que serié de grant prez:

nunca quiso mamar lech’ de muger rafez,

si non fue de linage o de grant gentilez.

El control sobre la comida a tan temprana edad aparece en la vida de san Nicolás, tan virtuoso durante la lactancia que hacía penitencia los miércoles y los viernes, días en que ayunaba. Sobre la precocidad de san Juan de Mata, fundador de los trinitarios, escribe Ribadeneira: «en naciendo, empezó a ayunar quatro días en la semana: lunes, miércoles, viernes y sábado, no queriendo en estos días tomar el pecho más que una vez» (Gómez Moreno, 2008: 106).

Maarten de Voos, 

Sanctus Ambrosius 

Grabado de 1586

El niño ungido por la gracia de Dios posee una sabiduría precoz. Como paradigma, tenemos a Jesús en su visita al templo, donde derrotó a los rabinos; en ese sentido, las vidas de los santos ofrecen ejemplos rotundos del tópico puer / senex, con críos que hablan como Aristóteles. Sin ir más lejos, la niña de nueve años del Cantar de mio Cid responde a este patrón; por ello, a pesar de su corta edad, se expresa como santa Eulalia de Mérida o santa Eulalia de Barcelona, nombre que significa «la bien hablada» (al igual que santa Eufrasia o santa Eufemia).

Los animales reconocen la gracia del recién nacido al instante. En De divinatione, Cicerón dice que las abejas hicieron un panal en la boca de Platón para indicar que de mayor sería muy elocuente. Lo mismo leemos en la vida de san Ambrosio; es más, el panal es la clave iconográfica del santo, a quien los apicultores consideran su protector. La Legenda aurea difundió este motivo, que se explica porque san Ambrosio tiene nombre parlante, aunque vayamos de la dulce ambrosía a una miel no menos dulce.

Por su magisterio como predicador, la anécdota del panal aparece en san Juan Crisóstomo (otro nombre parlante, «Boca de Oro»), que tiene también en la abeja su principal clave iconográfica. Lo mismo se dice de santo Domingo de Guzmán y santa Rita de Cascia, por lo que el primero esporádicamente y la segunda en la mayoría de los casos se acompañan del correspondiente enjambre o de una abeja señera.

Pedro Roldán, Santa Bárbara,

 1ª mitad del siglo XVII 

(Iglesia de santa Bárbara, Écija) 

Como he dicho, las marcas de la santidad se muestran a menudo antes del parto y a través de sueños. En ocasiones, la madre anuncia que trae al mundo a alguien extraordinario. Tras Suetonio y Donato, las Vitae Vergilii incorporan el sueño de su madre, que se ve pariendo un ramo de laurel que se convierte en árbol. El significado es obvio: el laurel representa a Apolo, del que procede la inspiración poética. El laurel aparece de nuevo en el sueño de la madre de Dante, incorporado por Boccaccio al Tratattello in laude di Dante, un opúsculo que recurre a muchos tópicos hagiográficos (al respecto, véase Gómez Moreno y Jiménez Calvente, 2001).


En la
Vita prima de san Bernardo, su madre, embarazada, sueña que un perro ladra en su vientre y deduce que su hijo será predicador. En la vida de santo Domingo de Guzmán, Ribadeneira cuenta que la madre del santo, la beata Juana de Aza, soñó que un perro llevaba una antorcha en la boca; en la vida de san Vicente Ferrer se dice lo mismo. La madre del futuro san Andrés Corsini tuvo un sueño en su preñez que le cuenta a su hijo para que enmiende su vida. En esa visión, Andrés entra como lobo a una iglesia y luego, tras arrodillarse ante la Virgen, sale con apariencia de cordero. En una sencilla exégesis, la madre exhortó a Andrés, que había llevado vida de lobo, para que de ahí en adelante viviese como cordero. Su hijo no demoró la deriva que su madre le pedía: fue a rezar a la Virgen y entró en religión.

Jan Mabuse, Danae, 1527
(Múnich, Alte Pinathotek)
Ya santo, Andrés desarrolló la capacidad de vaticinar el futuro. Por ejemplo, predijo que un niño que bautizaba traicionaría a su patria y traería la ruina a su familia. Esta profecía negativa entronca con el sueño de Hécuba preñada de Paris, en el que se vio pariendo una antorcha que quemaba Troya. Príamo pidió a Ésaco que le interpretase el sueño. Cuando le dijo que Paris traería la destrucción de Troya y que, para evitarlo, debía matarlo, Hécuba lo abandonó en el monte Ida, donde lo criaron unos pastores o lo amamantó una osa, según distintas fuentes. También Edipo fue dejado en el monte tras el vaticinio de que daría muerte a su padre.

La santa logra su palma de las más diversas maneras. Unas veces se hace emparedar para ser grata a Dios; otras, alguien, comúnmente el padre, la encierra en una torre, caso este de santa Bárbara. En Grisel y Mirabella de Juan de Flores, el rey manda encerrar a Mirabella, su hija, «en un lugar muy secreto», ya que los caballeros luchaban a muerte por conseguir su amor. Feliciano de Silva, en su Amadís de Grecia, cuenta cómo el sultán de Niquea encerró a su hija en otra torre «porque su hermosura era tanta que tenía pensado que ninguno la podría ver que no muriese o enloqueciese». El motivo está en otros libros de caballerías como el Palmerín de Oliva (1511) o el Primaleón.

ÁNGEL GÓMEZ MORENO

Catedrático de Literatura, UCM



         
LA
 MUJER EN CELA (XIV)


         DECADENCIA

Suele decirse que la mujer no tiene edad. Vale como cumplido. Pero la realidad es que los años no pasan en balde, y la belleza más espléndida acaba por ajarse y marchitar. La hermosura y esbeltez que en la adolescencia y juventud fueron claro objeto de deseo, pierden paulatinamente sus encantos. Quien tuvo, retuvo y guardó para la vejez, dice el refrán. Y ciertamente, hay mujeres que conservan su atractivo en plena madurez. A la catira Pipía Sánchez, por ejemplo, por las sienes le nacieron, vergonzosas, cautelosas, tímidas, galantes, las primeras canas. Sin embargo, aunque algo más gorda, no estaba menos hermosa. Mientras Dorindo Eliezer Vázquez, vivía de milagro y se despertaba cada mañana más escurrido y espiritual, su señora estaba cada día más gallarda, más pechugona y hermosa. La señora de Miravete, madre de Raúl, en “Tobogán de hambrientos”, a pesar de su pasado tumultuario, sentó la cabeza y se convirtió en una dama ejemplar, hembra de muy llamativa y enamorada belleza. Y Mrs. Caldwell, a pesar de que confiesa no ser ya la que era, se siente halagada cuando recibe una extraña visita que al marcharse le dijo que la encontraba muy guapa. El requiebro a ella no le pareció excesivamente improcedente ni, mucho menos, grosero.

Hay incluso quien, llegada la senectud, no se resigna a envejecer y trata de seguir disfrutando los goces de juventud. En ‘El asesinato del perdedor’ nos sorprende la actitud de la abuelita que, tras recolocarse el cilicio de moaré con clavos de oro de los domingos, salió al patio de los arrayanes a jugar al diábolo, y cuando pasó por allí don Celestino Araguas, el celador del depósito de cadáveres, le espetó sin reparos: -Celes, no deje de ir por casa esta tarde a echarme un polvo. Los viejos –dice la abuelita- debemos usar chichonera siempre, el sudario los lunes, miércoles y viernes y el preservativo los fines de semana.


Bromas e ironías aparte, los años no perdonan y la juventud desbanca a la vejez. Ni los más sofisticados afeites pueden ocultar el progresivo deterioro. Las arrugas, la flacidez, estorban la tersura juvenil. El andar se vuelve progresivamente denso, y la mayor esbeltez va siendo vencida por el peso de los años. La aceptación es siempre una baza a favor. Cada edad tiene su atractivo, si se lleva con dignidad.

En “La colmena” aparecen bastantes personajes femeninos en los que se aprecia claramente el deterioro de los años. Unos lo aceptan mejor que otros. Lola, hermana de Josefa López, una antigua criada de los señores de Robles con quien don Roque tuvo algo que ver, ya metida en carnes ha sido desbancada por su hermana menor. Sonsoles tiene debilidad en la vista y los párpados rojos. […] De recién casada estaba hermosa, gorda, reluciente, daba gusto verla, pero ahora, a pesar de no ser vieja aún, está ya hecha una ruina. La señorita Elvira tardó mucho tiempo en enterarse de cosas que, cuando las aprendió, le cogieron ya con los ojos llenos de patas de gallo y los dientes picados y ennegrecidos. Ahora se conforma con no ir al hospital, con poder seguir en su miserable fonducha; a lo mejor, dentro de unos años, su sueño dorado es una cama en el hospital, al lado del radiador de la calefacción. Antes de dormirse, consciente de su decadencia, piensa: -Quizá sea mejor volver con el viejo, así no puedo seguir. Es un baboso, pero, ¡después de todo! Yo ya no tengo mucho donde escoger. Margarita y Dorita, las planchadoras, tienen las manos más finas (que las lavanderas) y se dan brillantina en el pelo, no se resignan a pasar. Están delicadas de salud y tempranamente envejecidas. Las dos se echaron, casi niñas, a la vida, y ninguna de las dos supo ahorrar. Ahora les toca pagar las consecuencias. Cantan como la cigarra, mientras trabajan, y beben vino sin tino, como sargentos de caballería..

La enfermedad anticipa la vejez, y resulta por ello más dolorosa. En “Pabellón de reposo” encontramos algunas damas que viven con mayor o menor resignación las últimas migajas de vida que la muerte quiera concederles. La señorita del 40, por ejemplo: es joven aún, pero tiene la cara como cansada. Es guapa, se pinta y tiene una tos terrible. ¡Pobre!. Felisa, la señorita del 103, no consigue resignarse a su suerte. Huye de la desesperación, y añora una vida que espera poder disfrutar de nuevo, la de la mujer que baila, gozosa y semiborracha sobre el parquet; la mujer que goza de la vida y que es amada por los hombres; la mujer que se viste sus lujosas toilettes para trasnochar su corazón a los compases cariñosos y acariciadores de las orquestas de zíngaros […], la liviana muchacha que se pasa las noches con la espalda al aire y rodeada de smokings.

En cualquier caso, la vejez acaba por llegar y arruina sin remedio belleza y lozanía. Aceptarlo y conservar con dignidad la sonrisa es, sin duda, actitud inteligente.

En “Historias de Venezuela”, la negra Cándida José, en aquellos trances en que se volvía llorona y añorante, esbozaba una cautelosa y tímida sonrisa, una sonrisa que casi no lo era. -¡Y no, comae…! Que yo le soy ya un tereque arrumbao…! ¡Que las viejas ya no tenemo otra salía que la tenazcá e la pelona…! No siempre resulta fácil la aceptación. Así se lamenta Filo, ante su hermano, Martín: ¿Qué vieja soy ya, verdad? Mira cómo tengo la cara de arrugas. Ahora, a esperar que los hijos crezcan, seguir envejeciendo y después morir. Como mamá, la pobre. En “El asesinato del perdedor”, Zaqueo reconoce ante su esposa Waldetruda que se le están oxidando a pasos agigantados las glándulas salivares. A lo que ella responde: A mí también se me están enrobinando las glándulas mamarias, y los labios de la vagina, un día suavísimos y hoy como la piedra pómez, este es el inclemente principio del fin.



La señora Ciriaca, de “Tobogán de hambrientos”, en sus viciosas y decadentes ansias seniles, también gasta calva, lo que le da un aspecto muy interesante. En “El asesinato del perdedor” la abuelita comenta: los viejos y las viejas somos muy ridículos y envidiosos, y envidiamos todo lo que no podemos conseguir. Y en “La catira” se hace referencia a esa misma incapacidad para volver atrás y recobrar los pasos perdidos: Las negras viejas, cuando el mundo parece más descuidado y necio, se miran en el blanco y venenoso fondo del alma con el raro aparatico, mitad brújula, mitad barómetro de las pasiones, que cargan, casi resignadamente, en el corazón.

Especialmente doloroso resulta envejecer para quien hizo de sus encantos naturales garantía de supervivencia. En el caso de La Amanda, personaje de “San Camilo 1936”, no fueron los años sino las secuelas de una reyerta los que deterioraron su imagen; pero, en cualquier caso, el final hubiera sido el mismo. Por su mal carácter y sobre todo por su cicatriz no pudo quedarse de señorita en Barbieri, casa muy visitada por gente de posibles, y tuvo que conformarse con hacer camas y lavar sábanas y pañitos, la flamenquería cuesta cara y al final el flamenco acaba con el ombligo encogido y dedicado a labores subalternas, todo es cuestión de tiempo.

Al final, pasado un siglo, seguramente menos, todos calvos. Y, como leemos en “Cristo versus Arizona”, en los cadáveres, por donde anduvieron las mujeres gozando y acariciando y restregándose, andan ahora los gusanos comiendo. Sirva de consuelo lo que en “El asesinato del perdedor” se dice de la abuelita Claudina Torcaz: Al llegar al cielo San Pedro le dio el forro de una cortina vieja para taparse. […] y Dios mandó que le dieran un camisón color de rosa y un arpa y sonriendo con gesto benevolente le dijo: -Búscate por ahí una nube cómoda y ¡hala!, a tocar valses en el arpa durante toda la eternidad.

ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO

Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación y estudioso de Cela





EL DIVINO IMPACIENTE



                                         Con “El divino impaciente”

                                                  del inefable Pemán

me entretengo dulcemente

como si me fuera el pan

de su poesía ardiente

lo que me enciende el afán

de escribir continuamente

rimas y rimas en par.


Es mi pluma mensajera

de buenas noticias siempre

y sé que con ella prende

el fuego de mi mollera.

Otra mejor no tuviera,

lo digo sinceramente,

pues se me va en torrentera

por la estampa de la mente

escribiendo a su manera.


¿Lo notáis? Es prisionera

de su elocución sobrada

de gracia, estilo y candor

y sobre todo es amor

desprendido a su llamada

como el olor de una flor

en un búcaro encajada

manteniendo su esplendor.


Ríe que te ríe, río

con mi pluma de la mano

y como simple escribano

a veces me desvarío

por terreno liso y llano

del español castellano

que aprendí desde ser crío.

Salero, salero el mío,

tan divino como humano.


                                   "Noche de Levante en calma”,

                                             drama de Pemán también,

me llena igualmente el alma

y me la pone fetén,

no con versos de oropel

sino con altivas palmas

que suenan muy bien, muy bien

en el hondón de la entraña.


Ángeles: San Rafael,

San Gabriel y alguno más

me disipan a Luzbel

el rojo de Satanás.

Tendré que arrimarme a él

-José María Pemán-

para obtener el laurel

victorioso de su imán.






   78 Los contenidos de la E.F. 

(II) Cuarta etapa  (16-18 años)

Los deportes


El deporte es una parte integrante de la educación físi­ca desde una perspectiva escolar. Es medio y, a la vez, el objetivo final de ella. Es, en muchos casos, la manera de ejercitarse dándole sentido al acto.

El deporte en general es un esfuerzo individual que se puede expresar como un talante en el contexto social. Es, en el fondo, pura y simplemente una fiesta en el sentido de arrebato, de éxtasis; una búsqueda para sentirse pleno, eufórico y vitalmente realizado, según José María Cagigal, (1981). EI Barón de Coubertin, refiriéndose al deporte, habla de «esa sana embriaguez de la sangre» a la que llamaba «alegría de vivir que, tan intensa y exquisita, no existe en parte alguna, como en el ejercicio corporal».

El deporte es, en esencia, lucha, confrontación, rivalidad. Canaliza el espíritu competitivo que late en el fondo del ser humano. Supone, como sostiene Cagigal, un reto que bien puede ser explícito, en juegos físicos competitivos, o implícito, como esfuerzo de superación o de confrontación consigo mismo.

Mediante el afán de superación, crea unos patrones de movimiento –técnicas– y unos esquemas de esfuerzo que permiten la constante superación del hombre, hasta el punto de llegar al límite de sus posibilidades. Límite que cada vez se va ampliando con los «récords» o plusmarcas, allí donde pueden medirse. Es el caso concreto del atletismo y de la natación. También en otros deportes se producen constantemente mejoras, pero su apreciación es menos objetiva. En gimnasia artística cada vez se realizan elementos más difíciles que convierten en dificultad media aquellos que, unos años antes, eran de dificultad máxima.

En los deportes de equipo cuesta más apreciar la mejora, porque la acción siempre está relacionada con el nivel del adversario y de los propios compañeros. Los progresos quedan aparentemente neutralizados. Pero el deportista de equipo ahora es más completo. A las mejoras técnicas se une un entrenamiento más vigoroso y científico que convierte a los jugadores en auténticos atletas.

El deporte de alta competición tiene otra peculiaridad: los sistemas de entrenamiento y las técnicas que se experimentan y aplican a deportistas de élite, se van transmi­tiendo después a deportistas de categoría media y más tarde a la población practicante en general que, de manera menos rigurosa, practican deporte. Como consecuencia, el nivel medio de los deportes es cada vez mayor.

Francisco Sáez Pastor

Universidad de Vigo




Recursos de Nuestra Escuela


    * La admiración de Amancio Ortega por el regaliz
    que se daba en los centros lasallanos fue el origen del nombre de la cadena española ZARA del grupo Inditex.


    * El paso por los colegios de los HH. marcaba de por vida. A veces, como en el caso del señor Burgos, de La Viña, Cádiz, incondicional del colegio, la marca de "la señal" la llevaba en la cabeza. Resultado de un lanzamiento a distancia.

     

                             

     

    * Las planas del cuaderno de Bruño con los problemas que llevaban antaño de tarea de casa nuestros alumnos iban pedagógicamente bien compensadas. Al esfuerzo del cerebro que les exigían los problemas que resolver y presentar, les compensaba el sosiego de la paciente y silenciosa compañía de las grecas.

     

    * Practicábamos la mejor manera de empezar la jornada de un duro trabajo intelectual: empezábamos el día cantando y practicando una elemental virtud: el patriotismo de venerar la bandera e izarla con honor.


    * Afdería manca. En internet no hay ni una triste foto que pueda recordar la afdería anterior del izar bandera en los colegios.



    * Nostalgia de las tarimas. Desde las desaparecidas tarimas, el profesor oteaba el altamar siempre vivo de sus alumnos. Cada uno a lo suyo, todos atentos, imposible no ser visto... El ojo del amo engorda el caballo.

     

    * La campanilla de la presencia de Dios, cada media hora, a veces, actuaba de salvavidas: Daban margen al alumno para pensar la respuesta que le pedíamos o le cortaba al profesor la brava regañina que había empezado a tomar aires de desmadre…


    * Un vale para un alumno o para la clase, entonces, venía a ser el equivalente en euros al sueldo de un mes de hoy de un politico, trabaje o no, algo grande. Los vales nunca se regalaban. Ni los mandaba Europa. Eran premios a la excelencia...


CUR


Teódulo García Regidor



Nieve

En vez de un paisaje con la nieve desbordada e invasora–como en la nevada madrileña del mes pasado- he preferido este paisaje en el que la nieve es el contrapunto de ese cielo vaporoso cortado por las masas oscuras de los arbustos. La tierra, invisible, está castamente cubierta por un velo blanco, suave, sencillo y humilde. Es la nieve pacífica, que sólo “invade” el suelo para dejarlo cubierto de un maravilloso, aunque efímero, esplendor.



117 AFDA

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