Y MAESTRO FUI
Griñón apenas era
una villa de un ciento de habitantes;
y alguna primavera
floreció, incluso, antes,
en los verdes viñedos de diamantes.
Yo era entonces un niño
que se abría a la vida lentamente.
Mis padres, con cariño,
me dieron, felizmente,
permiso para estudiar; y, ausente
del hogar y sus brazos,
encontré en el estudio remedio
y unos nuevos lazos.
Y jamás tuve tedio,
entre amigos de aquel inmenso predio.
Con la oración y estudio
y la campana que llamaba al rezo
y cuando era el preludio
del día; y yo empiezo
la nueva jornada; y ahora me mezo
en ese recuerdo
que me lleva a ese tiempo pasado
y de este me acuerdo.
Es un tiempo añorado,
lejano —y porque me hizo—, muy amado.
Y aprendí cuanto sé
—o lo más importante y necesario—,
y solo entonces fue,
—tras un arduo horario—,
que recibí mi título, salario.
Y fui maestro, sí.
Y eduqué, con dedicación y esmero.
pues me hicieron así,
aquellos que venero,
maestro de verdad, humilde, austero;
madrugador de albas,
y educador, amigo, consejero.
De arte, como Rosalba,
con su pincel certero,
Maestro que en el cielo es hoy lucero.
ANTONIO SÁNCHEZ MONTERO
Maestro. Profesor de filosofía
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