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20201229

94 AFDA

Enero, 2021

ÍNDICE PRINCIPAL


Pregón: Religiosidad y Cultura, inseparables

Desde el margen: El bosque de la educación. Teódulo GR

Alta política con estilo: Hacia un nuevo monacato. R. Duque de Aza

En homenaje a Cervantes: Las vidas de los santos guían a Cervantes (I) A. Gómez Moreno

La mujer en Cela, XIII: Maternidad. Embarazo y aborto. ÁH

Soneto desde el sentimiento: Carta a los Reyes. ÁH

Rincón de Apuleyo: Fábula del pastor perdido. El viaje de la vida

Educación física: Incremento cualidades físicas y especialización deportiva.  F. Sáez

Acuarelas: Invierno. Teódulo GR

Afderías: Sabios Reyes Magos. CUR


Religiosidad y Cultura, 

inseparables


Lo nuestro fue vocación al magisterio de las verdades del camino y la Verdad en la meta.

Hubo un tiempo para nosotros en el que tuvimos que esforzarnos frente a quienes nos regateaban el frecuentar las verdades del campo y de la calle y de los eternos estudios generales de la Cultura, y hasta nos escondían a los grandes maestros (Rahner, Romano Guardini, Aranguren, Laín Entralgo, Zubiri…). Pensaban algunos de nuestros puritanos mentores que eran estorbos, más que empedrado de vía romana, para llegar a la Verdad.

Querían para nosotros una pureza angelical, nada humana, impresentable después de la encarnación del Verbo de Dios.

Pura religiosidad, querían. Nosotros buscábamos Religión y Cultura, inseparables.

El nuestro era un talante laico, ni clerical ni frailuno. Caballeros de Dios y de su Cristo, maestros, miembros de una Iglesia “Católica” (entiéndase que “universal”), el empedrado entero del camino que termina en la Verdad (entiéndase, camino: cultura intelectual, razón, estilo) era el que habrían de hacer nuestros pies. El sonido que producía nuestro calzado al choque con el empedrado de la Cultura habría de ser y era ya un incienso de adoración a Dios.

La escuela, un templo, al venerar y trabajar en ella las verdades y, como tal, definitivo templo de la Verdad.

Por poner algunos ejemplos que nos delatan. Para nosotros las catedrales de la Europa gótica, brazos al cielo, siglos y siglos, son una perenne oración de piedra, las laicas procesiones de Semana Santa, alfombras humanas a los pies del Altísimo… pero, también, la perforación de la tierra por los mineros, la recolección del grano por los agricultores, la azarosa pesca en el mar, la investigación de los laboratorios, el verso que se perfila en el casi silencio de un teclado… todo era y es una sacra liturgia que alaba a la Divinidad.

Quizá no se ha insistido suficientemente en afirmar que la Cultura, el estilo, toda verdad, el bien y el arte apuntan siempre y terminan en Dios. Y que trabajándolos, adoramos y servimos al Dios que nos creó y nos ha redimido.

En esta labor estamos.


Desde el margen


“EL BOSQUE DE LA EDUCACIÓN”


Hace unos pocos años el profesor y filósofo J. A. Marina escribió un libro que lleva por título El bosque pedagógico. Viene a ser “una revisión de la pedagogía actual, una cartografía que nos permite orientarnos en un bosque cada vez más espeso. Es una narración de lo que está pasando y de lo que está por venir…”, según el autor. Este bosque produce confusión y rechazo en no pocas de sus teorías, de sus zonas problemáticas y de sus arriesgadas experiencias.

Pero no vamos a detenernos en el libro, a pesar de su interés por la ayuda que promete para salir del bosque (el autor añade una coletilla al título: “y cómo salir de él”), sino de algunas regiones oscuras del “bosque de la educación”, todavía hoy, que sumen a padres y educadores en la perplejidad y en el desasosiego. En lugar de limpiar el bosque de todo lo que no es esencial –los árboles- seguimos adentrándonos molestos e incómodos por las brozas inútiles y, en no pocos casos, peligrosas. Vamos a tratar de salir del margen y recorrer algunos tramos de este bosque poblado de ambigüedad, cuando no de incertidumbre y de contradicciones. Hablo del bosque de la educación y de sus problemas, hoy más proclives a su enmarañamiento que a su solución: estamos en una encrucijada en la que cada vez está más lejos el camino hacia un pacto educativo para el bien de todos; constatamos la merma de la libertad de enseñanza y de la libre opción de los padres a la elección del centro educativo; se nos oscurece la vista al toparnos con medidas que debilitan la calidad de la enseñanza; no vemos cuál es la salida de la educación especial, amenazada por los políticos aunque afirmada y deseada por los padres…


No son estos problemas puramente teóricos, son cuestiones prácticas que, aunque nacidas de un modelo coherente, se convierten en cuestiones complicadas cuyas soluciones desconciertan a muchos, sobre todo si se las mira desde una perspectiva netamente pedagógica. Pero justamente aquí surge un problema central: parece misión imposible mantenerse en lo pedagógico dada la supremacía que tiene hoy la política -en la que la ideología está sobredimensionada- en el acontecer educativo de España. Citaré sólo dos hechos pedagógicos que no debieran ya ser problemas, pero que la ideología los ha convertido en tales: la ideología identitaria ha desnaturalizado el asunto de la lengua española en la escuela; la ideología laicista, el de la religión. Lengua española y religión son dos hechos que se tornan problemáticos por el predominio que tiene lo ideológico en su planteamiento y en sus soluciones. No digo que no sean problemas pedagógicos o didácticos; lo que subrayo es considerar como problema su mera presencia en la escuela de todos.

Y como no deseo extenderme demasiado, me voy a referir tan sólo al segundo problema: el de la presencia -o ausencia- de lo religioso en la escuela. Y más que repetir “viejos” argumentos a favor de la presencia de la religión en el ámbito escolar, me limitare a destacar algunos aspectos contradictorios entre la decisión política -que no se despega de su ideología trasnochada- y la realidad educativa y pedagógica de la enseñanza religiosa escolar. Y ello sin dejar de advertir la necesidad de un paso previo: el de entablar un diálogo entre padres (o sus representantes en la escuela) y los representantes del Estado. Son ellos, y no directamente las Iglesias, los sujetos natos de diálogo en este asunto. Pero vamos con las contradicciones:



    a) Los defensores de la exclusión –en cualquier grado- de la religión en la escuela enfatizan los preceptos constitucionales ante cualquier realidad social cuando la Constitución favorece el asunto que defienden; al contrario, se produce el “olvido” -cuando no el desprecio- de la Constitución -como en este caso en su artículo 27.3- cuando no favorece sus objetivos o cuando va en contra de sus proyectos.

     

    b) La contradicción entre lo que algunos detractores políticos entienden hoy -¡todavía!- por enseñanza religiosa, a la que identifican desde los estereotipos clásicos -la catequesis como intrusismo de la Iglesia en el espacio escolar, el adoctrinamiento dogmático o el proselitismo…- y la clarificación que desde hace tiempo (1979) se hizo –al menos en el caso de la religión católica- entre catequesis y enseñanza religiosa escolar.

    c) La ausencia de serios problemas de la religión en la escuela cuando se habla y se trata con los verdaderos protagonistas (padres, profesores e incluso alumnos) y la problematización constante, el conflicto perpetuo que la enseñanza religiosa escolar supone para algunos grupos mediáticos o algunos partidos políticos… Se diría que quienes se oponen tan radicalmente a la religión en la escuela pública desconocen aquello de lo que hablan, no saben la evolución experimentada en estas últimas décadas de aquello que tratan de erradicar.

     

    d) La acusación de hermetismo y exclusión de la religión enseñada en la escuela frente a la realidad de la misma, tan diferente a esa acusación. La enseñanza religiosa favorece el diálogo con la cultura, la apertura a los derechos humanos y a los valores de la cultura de hoy, la acogida del hecho religioso en otras religiones…

     

    e) La obsesión de algunos grupos o partidos por rechazar lo religioso en la escuela, por negar que sea un contenido de aprendizaje comparable con el rigor, y con la dimensión intelectual que ha de tener toda materia curricular… y la base que sustenta lo religioso como materia escolar: las Ciencias del Hecho religioso, las teologías, la Pedagogía de la Religión.

     

      f) Y finalmente, la propagación de la idea errónea según la cual la sociedad secular y laica no desea la religión en el ámbito de la escuela… frente al hecho objetivo señalado recientemente por el estudio del profesor C. Esteban (Ver Alfa y Omega, 5-11de noviembre de 2020): “La sociedad no impugna la clase de religión. Más bien la elige. Una mayoría absoluta de la sociedad elige religión. Son minorías cognitivas en el ámbito político y mediático las que la cuestionan. El problema no está en los centros educativos, no está en las comunidades educativas, está en los ámbitos de creación de pensamiento y en una lucha de clases ideológicas por el control del relato de las cosas. Hay intereses que quieren que desaparezca Dios y la Iglesia del relato. Sin Dios, el ser humano es más controlable”. Se trata de una voluntad de erradicar lo religioso de la escuela, una decisión de degradar la entidad y el valor educativo de lo religioso.


Si hubiera voluntad de dialogar desde el interés por la educación y no desde la pura ideología, quizás se pudiera intentar un acuerdo que superara las diferencias hasta ahora insalvables. Parece que, en el caso de la religión católica, la Jerarquía ha ofrecido un planteamiento novedoso: incluir la asignatura enseñanza religiosa en un ámbito más amplio, algo así como un área sobre el Hecho religioso. Pero esto no ha tenido ni acogida ni respuesta por parte de quien se empeña en mantener la enseñanza religiosa como una de las zonas permanentemente oscuras del bosque de la educación. Y en vez de clarear la masa oscura de árboles se trata de oscurecerlo cada vez más hasta que llegue la solución drástica que en el fondo los laicistas desean: la poda.


TEÓDULO GARCÍA REGIDOR

Profesor del Centro Universitario La Salle





    HACIA UN NUEVO MONACATO,


    RÉPLICA DEL MEDIEVAL


    Vivimos tiempos de liquidación y decadencia. Estamos a punto de dejar atrás tres mil años de cultura y razón. Arden ya los crematorios que se llevarán por delante a quienes ya ni siquiera escuchan las actuales generaciones, a Homero, a Platón, a Virgilio, a Horacio, a Santo Tomás, al divino Dante, al autor del Quijote, a Lope de Vega, a Galdós, a Unamuno… La luz que iluminó a Europa con ellos y dio vida y libertad a nuestros antepasados se apaga irremediablemente. La espada de Damocles pende sobre una Europa que hoy es estéril, caricatura de sí misma y está sentenciada a muerte.


    No es que avancen sobre nosotros los bárbaros. Los bárbaros ya están dentro de casa, en España, en Europa y en el mundo. Ya han entrado y mandan, hacen y deshacen. Cabalgando sobre nuestra cultura milenaria, desbaratan, imponen su mediocridad, someten sin contemplaciones. Nos traen la selva.

    Cuando la caída del Imperio romano, la cultura se refugió en los monasterios que, en laborioso silencio de siglos, la salvaron.

    Hoy se nos impone un nuevo monacato réplica del medieval. Conscientes de la imposible victoria, mientras fuera vociferan los bárbaros sus sandeces, en el crudo inverno que se nos viene encima, con nuevos monasterios como este laico de AFDA, salvaremos parte del mundo que desaparece sin remedio.

    A ello nos aplicamos y ni sospecháis con cuánto empeño y ardor.


    RAMIRO DUQUE DE AZA

    Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento

    Bachillerato Internacional



LAS VIDAS DE LOS SANTOS 
GUÍAN A CERVANTES


(I)

A Aurora Egido, amiga querida


Ante el desbarajuste de diccionarios, enciclopedias y demás obras de referencia, me veo en la necesidad de definir la voz hagiografía. Para ello, no me valen el DRAE ni la Wikipedia, que sólo atinan en la etimología: del griego ἅγιος, «santo», y γραφή, «escritura». El DRAE, lacónico e impreciso, dice que la hagiografía es la «Historia de la vida de los santos». Por su parte, cierta apostilla de la Wikipedia convierte todo en un galimatías: «Al autor o practicante de la hagiografía se le denomina hagiógrafo» 47.

Los estudios hagiográficos tienen su sede en Bruselas, que es donde, desde 1882, los jesuitas bolandistas publican Analecta Bollandiana. Aunque las vidas de los santos se expresan en las lenguas más diversas y cuentan con bibliografía referencial en cualquier idioma imaginable, lo cierto es que han recibido un trato preferente dentro de la cultura francófona, y con consecuencias que saltan a la vista. Se nota, sin ir más lejos, en la precisión con que se define la voz hagiographie en el Dictionnaire de l’Académie française (9ª ed., 2000). De las dos acepciones que ofrece, una alude a la disciplina («Étude historique de las vies des saints»); otra, a la materia («Ouvrage consacré à la vie et aux actions d’un ou de plusieurs saints»). Sólo apostillaré que ambas son correctas y, con independencia de su redacción, ambas también resultan inexcusables en cualquier diccionario, con independencia del idioma de turno.

47 Este texto, que compendia varios trabajos del autor y añade algunas fichas inéditas, corresponde a la conferencia impartida en Granada el 14 de abril de 2016; con ella, se cerró el ciclo «Tiempo vendrá en que seamos, si ahora no somos. Cervantes y Shakespeare ante sus centenarios», organizado por el Departamento de Literatura Española de la Universidad de Granada en el Palacio de la Madraza.

En resumen, con hagiografía nos referimos al corpus textual que narra la vida y los hechos de los santos, si bien nos sirve también para referirnos a la disciplina que estudia tales relatos. También recurrimos a la hagiografía para analizar textos de índole diversa que coinciden en exhibir marcas hagiográficas. Eso haremos ahora: rastrear las huellas de la hagiografía en la literatura española, con atención preferente a Cervantes y, en particular, al Quijote. Un análisis como el que propongo pone de manifiesto que el influjo de la hagiografía sobre la literatura puede darse a varios niveles: en su técnica narrativa, su argumento, sus personajes y sus motivos.

Si desean profundizar sobre el asunto que les traigo, les invito a leer el libro monográfico que le dediqué hace un tiempo (Gómez Moreno, 2008), un trabajo que la Modern Language Association, a través de la revista La Corónica, distinguió en 2010 con el International Book Award que otorga anualmente al mejor libro sobre Edad Media peninsular. Entre mis artículos y capítulos de libros, sugiero que echen un vistazo al último aparecido (Gómez Moreno, 2015), ya que el CSIC, responsable de la revista en que se incluye, pone los artículos en la red y a libre disposición de quien lo desee a los seis meses exactos de publicarlos en formato tradicional de papel.

En referencia a los relatos hagiográficos, antes de nada he de decir que se trata de unos artefactos literarios de gran eficacia: perfectos por su forma, por su contenido y su tono. Aunque la hagiografía encaja bien en el espacio correspondiente al relato breve, tampoco se lleva mal con la narrativa larga; por su estilo, lo mismo se sirve de la prosa manierista de Pedro de Ribadeneira que del verso esencial de Ana Rossetti, a quien volveré al final. En hagiografía, lo solemne y lo trágico conviven con lo cómico, como en la Vita Martini de san Sulpicio Severo ―fuente segura del cap. 19 del Quijote de 1605― o en el Martirio de san Lorenzo de Gonzalo de Berceo.

Recordemos la respuesta jocosa del santo a Valeriano (est. 87): «Díssoli sant Laurencio: ‘Todas tus amenazas / más sabrosas me saben que unas espinazas. / Todos los tus privados y tú que me profazas / non me fechés más miedo que palomas torcazas’». La versión popular de Joaquín Sabina cambia romanos por judíos y desemboca en el chiste antisemita: «San Lorenzo en la parrilla / les decía a los judíos: / “dadme la vuelta, cabrones, / que tengo los huevos fríos”».

Al final del siglo IV, la hagiografía ha enraizado y san Agustín acaba de escribir su regla monacal. Europa se puebla de cenobios ligados a una orden y su fundador. Tras san Agustín y los agustinos, van san Benito y los monjes negros, san Bernardo y los cistercienses, san Bruno y los cartujos, san Romualdo y los camaldulenses, san Francisco y los frailes menores o santo Domingo y los predicadores. Salta a la vista que estamos ante un caldo de cultivo idóneo para las leyendas épicas y hagiográficas, como demostró Joseph Bédier (1908-1913) en su tradicional estudio sobre la épica francesa.


San Vítores. Balorado. Burgos

Lo que Bédier dice respecto de Francia ha de aplicarse a España: a la leyenda del Cid, por su relación con el monasterio de San Pedro de Cardeña, o a la leyenda de Fernán González, por sus vínculos con el monasterio de San Pedro de Arlanza. Ambos héroes quedan ligados también a la diócesis palentina en el Poema de Fernán González y las Mocedades de Rodrigo. En San Millán de la Cogolla, Fernán González era figura de referencia, como protector del cenobio. Berceo, en su Vida de san Millán, recuerda los votos del primer conde de Castilla en beneficio de la comunidad benedictina, aunque en realidad todo parte de unos falsos documentos del siglo XII.

El territorio por el que pasa la Ruta Jacobea abunda en santos: unos son propios de todo el Occidente cristiano; otros, locales. Leyendas hay que nacen en el Camino de Santiago o se benefician de su proximidad, como las de santa Orosia de Jaca, la de los riojanos san Millán, santo Domingo de la Calzada o santa Oria, y la del burgalés san Vitores, cuya vida edité tanto en su versión primitiva como en la remozada y ampliada en el siglo XV. San Vitores es un santo cefalóforo, como lo son también san Dionisio de París, san Nicasio o san Lamberto (muchos se acuerdan de este santo mañico por formar parte del repertorio de Miguel Labordeta). Luego, san Vitores deviene un santo estratega, que parece haber estudiado el Libro de las estrategias (en el original, Strategematon o Strategemata) de Frontino (siglo I); de hecho, la argucia de que se valió para liberar la villa de Cerezo de Río Tirón del acoso a que la tenía sometida Almanzor aparece en este autor latino, aunque era conocida gracias a otras fuentes, como el De vita et moribus philosophorum (ca. 1340), tradicionalmente atribuido a Walter Burley (sobre san Vitores y Frontino, véase Gómez Moreno, 1989 y 1990-II).

Santa Orosia responde al patrón de la heroína cristiana, dispuesta a perder la vida y no el alma, por lo que rechaza casarse con un pagano para salvarse. El suyo es un patrón común en el santoral femenino y fundamental para entender la Marcela del Quijote de 1605. Marcela, a la que Cervantes dedica nada menos que tres capítulos (caps. 12-14), rechaza a Grisóstomo por amante, lo que acaba costando la vida al joven. En mi opinión, a las reflexiones de la crítica, compendiadas por Javier Blasco (Cervantes, 2004: v. II: 48), les falta una referencia a las vidas de los santos:

[…] con la frialdad del silogismo la muy noble Marcela, dirigiéndose sólo a los discretos, pone en evidencia las contradicciones de los libros de pastores, cuando vinculan de manera casi determinista el concepto de belleza a la filosofía amorosa que rige las historias que se narran. […] Lo curioso es que este alegato contra los fundamentos de la filosofía amorosa de los libros de pastores lo haga alguien como Marcela, que ha elegido libremente el papel literario del pastor como modo de vida propio. Sin embargo, las cosas pueden resultar más claras para el lector cuando, en su segunda parte, el discurso de Marcela introduce el concepto de «honestidad» y deriva hacia el tema de la libertad, introduciendo ciertas notas contrarreformistas extraordinariamente interesantes.

¿Se trata de notas contrarreformistas, prerreformistas o simplemente cristianas? ¿Acaso defendió la Reforma una conducta más laxa en materia amorosa? No olvidemos que el puritanismo (término, concepto y fórmula vital) es luterano y calvinista en mayor medida que católico. Comparativamente, no es esta la principal distorsión a que se ha sometido la historia de Marcela; de Marcela, digo, pues el protagonismo le corresponde a ella enteramente, no a Grisóstomo.

En atención a Marcela, se ha hablado de un Cervantes de mentalidad abierta por defender la libertad femenina para decidir si se empareja o no y con quién. Sin embargo, el santoral está repleto de Marcelas, sabedoras todas ellas de que su decisión había de costarles la vida. Algunas rechazaron una relación amorosa o un matrimonio que las habría librado de la muerte; otras simplemente preservaron su virtud. De todo informa la voz de un narrador que cede la palabra a la santa para intensificar el dramatismo de la escena. Son heroínas cristianas (Gómez Moreno, 2008: 150-151):

[…] como santa Febronia, bella mujer de Mesopotamia que prefirió el martirio y la muerte a apostatar y casarse con el sobrino del prefecto; como santa Susana, que arrastró consigo a la muerte a su padre y dos tíos por rechazar al poderoso Maximiano; o como santa Margarita […], que fue acosada por otro prefecto […]. El santoral está plagado de jóvenes, discretas y bellas que rechazaron un matrimonio conveniente para preservar la joya de la castidad; a este respecto, el patrón primordial es el de la santa Tecla, personaje de existencia dudosa que, de acuerdo con su leyenda, fue arrastrada a la limpieza de cuerpo y alma por las prédicas de san Pablo, modelo repetido en santa Bárbara, santa Úrsula, santa Brígida, santa Macrina la Joven o santa Eufrosina.

No creo que el episodio de Marcela pierda interés porque sus modelos más directos estén en el santoral femenino. En comparación, la envoltura pastoril no es más que eso: un mundo ficticio en que impera el tono suave y amable, al gusto de Cervantes y su público. Las santas, bellas, fuertes y decididas, fascinaban al lector y, en mayor medida, a unas lectoras que no tenían bastante con las protagonistas de la ficción narrativa. Frente al patrón femenino vigente hasta el siglo XIX, ninguna santa merece adjetivos como pacata, ñoña o pasiva.

Ahí tenemos a santa Perpetua, que, tras la acometida de un toro, se recompuso el vestido y se peinó el pelo con la mano para morir como una verdadera mártir, sin perder el aplomo y la gallardía. Un detalle refuerza el patetismo de la escena: de sus pechos brota la leche porque no ha podido amamantar a su hijito. Ribadeneira cuenta la donosura con que santa Nunilo o Nunilón arregló su cabello cuando iban a decapitarla: «rodeó con aire y gracia sus hermosos cabellos a la cabeza y se puso de rodillas, diziendo al verdugo que la hiriesse quando fuesse servido» (Gómez Moreno, 2008: 241- 242). La hagiografía gustaba, antes que a nadie, al público femenino, que por fin encontraba mujeres a la altura del varón más valiente y esforzado.

Enseguida veremos otros caracteres que quedan en deuda con uno, dos o varios patrones hagiográficos al mismo tiempo. También prestaremos atención a las distintas formas que adopta el relato, pues los patrones narrativos de la hagiografía se cuelan en todos los géneros y subgéneros, modalidades y registros literarios. Su capacidad de impregnación es tal que puede dejar su huella sobre la totalidad de una obra, llegando a incidir sobre aspectos medulares del relato como su relación con la historia y la fábula y con mecanismos como la realidad aparente y la verosimilitud. Por ejemplo, tengo claro que la familiaridad del escritor y sus lectores con la taumaturgia hagiográfica ponía los límites de lo verosímil mucho más allá de donde el lector contemporáneo está dispuesto a admitir. Este aspecto, silenciado en la formidable monografía de Riley (1966), recibe ahora una certera pincelada de Miñana (2002), cuyo estudio atiende también al resto de los casos considerados por la crítica, como Juan de Jáuregui, María de Zayas, Alonso de Castillo Solórzano y otros tantos.

En momentos tales, la escritura hagiográfica se deja sentir sobre la totalidad del relato, aunque el hecho se le haya escapado incluso a la crítica más avisada. De ese modo, coincido con Williamson (2002) cuando recuerda que Cervantes apela al cielo para justificar el encuentro fortuito entre Dorotea, don Fernando, Luscinda y Cardenio, con el propósito de desenmarañar las historias cruzadas del Quijote de 1605; con todo, esa ficha necesita apuntalarse con una referencia adicional a las vidas de santos, ya que en ellas la providencia divina cuida de los virtuosos de idéntica manera a la del narrador de la ficción idealizante, al modo de Cervantes y sus contemporáneos. Contrástese el citado episodio del Quijote con la leyenda de san Eustaquio, con sus separaciones, sus reencuentros y su anagnórisis, y comprobaremos hasta qué punto esa fórmula entraba dentro de lo literariamente aceptable.

El entrecruce entre leyenda y biografía es constante: en hagiografía, el dato histórico convive con la ficción, algo inevitable cuando entra en juego la taumaturgia y se crean patrones de santidad. Con frecuencia, el patrón da en clon, esto es, en la repetición de una misma vita con nombres distintos. En muchos casos, la vida del santo parte de una fuente culta o del folclore. Luego, a lo largo de su existencia, es ella la que va dejando su huella en cuentos, novelas, poemas épicos, crónicas o biografías. Es a los jesuitas bolandistas a los que corresponde cribar el material desde el punto de vista de la fe y la historia. A comienzos del siglo XX, Delehaye (1905) acuñó el marbete roman hagiographique (‘novela hagiográfica’) en referencia a las vitae; de hecho, algunas tienen tal carga ficticia que han terminado fuera del santoral romano o tienen tan sólo un culto local muy restringido. Por lo común, estas últimas son las más interesantes para los antropólogos y los folcloristas, los historiadores y los filólogos.

Obviar la literatura hagiográfica supone mutilar la cultura occidental. En el mundo católico, la hagiografía mantuvo vigencia plena hasta mediados del siglo XX; por el contrario, la ruptura protestante eliminó todo vestigio hagiográfico de amplias zonas de Europa. En su rechazo de los santos, de sus reliquias y su literatura, Lutero contó con la ayuda de otros reformistas: desde 1536, Enrique VIII y los anglicanos se encargaron de eliminar los restos de san Cuthberto o santo Tomás Becket. En 1562, los calvinistas hicieron otro tanto con san Ireneo en la iglesia de Lyón que lleva su nombre; en 1567, les tocó el turno a los restos de san Germán, custodiados en la abadía de Auxerre que lleva igualmente su nombre; en fin, el sepulcro de santa Gúdula de Bruselas fue saqueado en 1579.

Así se dilapidó un gran patrimonio cultural, pues las vidas son una especie de correa de transmisión entre el Mundo Antiguo y la modernidad. Con ser importante esa función, tanto o más importa su calidad literaria. En ese sentido, cabe destacar que las vidas de los santos gustan por lo que cuentan y por el modo en que lo hacen. No en balde, la nómina de sus cultivadores es deslumbrante desde los inicios del género, allá por el siglo IV.

 
Capilla de la Aljafería. Zaragoza

El primer hagiógrafo es san Atanasio, autor de la vida de san Antonio Abad. San Antonio se convirtió en referente de la vida monacal sin apartarse de la soledad y el rigor del yermo; por eso, se le conoce como el «padre de todos los monjes». La segunda referencia nos lleva a san Sulpicio Severo, autor de la Vita Martini, biografía de san Martín de Tours que incide en su generosidad, que le indujo a partir su capa en dos y a dar la mitad a un pobre aterido de frío que no era sino Cristo; de esta anécdota, acaso la más famosa de toda la hagiografía occidental, hay recuerdo en libros, relatos orales e imágenes de las iglesias que están bajo la advocación de san Martín (don Quijote explica este milagro a Sancho en el capítulo 58, 1615).

En tercer lugar, está la Vita Pauli, vida de san Pablo de Tebas o san Pablo Protoeremita escrita por san Jerónimo, que habla del cuervo que les llevaba el pan a diario a él y a su amigo san Antonio.

Las vidas fueron ganando terreno en la Alta Edad Media: unas veces, solas; otras, en colecciones. En el Bajo Medievo, Europa se entregó a la lectura apasionada de la Legenda aurea (ca. 1265) de Jacobo de Vorágine o Varazze. 


  Velázquez. San Antonio y San Pablo
 1634 (Museo del Prado)


La importancia de esta obra, con más de mil manuscritos, es enorme. Sus 182 biografías iniciales experimentaron continuas adiciones y supresiones. En el siglo XVI, su lugar lo ocuparon las Vitae sanctorum (1575) de Luigi Lippomano y Lorenzo Surio. Por su parte, la hagiografía española tiene dos puntales en Alonso de Villegas, con su Flos sanctorum (1578-1589), y Pedro de Ribadeneira, con su Flos sanctorum. Libro de las vidas de los santos (1599). 

Estilista exigentísimo y hábil relator, este último hagiógrafo no tuvo rival hasta finales del siglo XVIII. Por esas fechas, el Année Chretienne (Les vies des Saints pour tous les jours de l‘année) o Año cristiano (1685), remozado por Jean Croiset (1656-1738), acabó por imponerse en el mercado del libro.

(Continuará)

ÁNGEL GÓMEZ MORENO

Catedrático de Literatura, UCM



LA MUJER EN CELA (XIII)


          MATERNIDAD


             3 EMBARAZO Y ABORTO


Ningún elemento más propio y exclusivo de la condición femenina que la capacidad de ser madre. Distintas y muy enfrentadas posturas han sido, son y serán, las surgidas en la sociedad tocante a la capacidad de decisión de la mujer para impedir, dificultar, procurar o propiciar su embarazo y sobre la responsabilidad ética, religiosa y social que supone la posible interrupción. Polémica permanente, en función de ideologías, tradición y condicionamientos sociales, que avanzan y retroceden, en bronco y apasionado oleaje.

No entraremos aquí en polémica, pues cualquier dialéctica al respecto se aleja del propósito que nos ocupa. Nos limitaremos a recoger, en las obras de analizadas, los momentos en que se hace referencia al embarazo y a su interrupción, fortuita o voluntaria, y a las consideraciones que sobre ello se vierten.


Resulta curiosa la afirmación que en “Oficio de tinieblas 5” se hace sobre la concepción, y que refrenda el refrán popular ‘nacimiento, casamiento y mortaja, del cielo bajan’: igual –leemos- que acontece en el arte, al margen de que sea deseado o no, el hijo no se busca, se encuentra. Un hijo es el premio del acto erótico. Puede que el embarazo sobrevenga sin mediar deseo de concepción. Es lo que le ocurre a Maripi Fuentes por su inconsciente falta de previsión. Se describe de manera un tanto chusca, en “San Camilo 1936”: Maripi Fuentes tiene miedo de estar embarazada, no se lo dice a nadie pero tiene mucho miedo de estar embarazada, ¿ha tenido usted acceso carnal con varón?, ¿qué?, que si algún hombre la metió a usted en la cama, no, fue en un palco de la Monumental. O a la negra María del aire, embarazada de Chepito Acuña. -¿Cómo fue -le preguntan - que le hubo e pegá el coroto, tan motolita, pues, tan mosca muerta? –Y ya lo ve, misia, tinoso que me salió mi amó, ¿sabe?, que me acertó a la primera, güeno, sin magullame ni una ñinguita así..!

Otras veces se asume el hecho consciente y responsablemente. La reacción de Pascual al saber del embarazo de Lola, no ofrece dudas: Nos vamos a casar, Lola; hay que arreglar los papeles. Esto no puede quedar así. La respuestas de Lola, como en un suspiro y con igual determinación: No. Y el inmediato compromiso de Pascual: Le quiero demostrar a tu madre que sé cumplir como un hombre.

En “Madera de boj”, a propósito del embarazo de á miña Xonxa, se deja bien claro que fue el consentimiento de ésta, y no la voluntad de su novio, quien propició el embarazo: cuando Xonxa apareció preñada, Manueliño de Xesusa (padre de Xonxa) decía, á miña Xouxa non a tombou o noivo, que a tumbou a gana.


Sobre la felicidad que puede proporcionar el embarazo y que sólo a la mujer le es dado disfrutar, se comenta en “Oficio de tinieblas 5”: deja que los funcionarios se repartan el mundo, que jamás serán capaces de sonreír como sonríe la mujer preñada. Doña Telefoníasinhilos y su esposo Dorindo Eliezer, comparten igual felicidad al conocer su noveno embarazo: ella, sonriente, mimosa enamorada, le habló al oído a su esposo. Él sintió un raro campanilleo por el estómago. Ella prudente, ruborosa, azarada, le volvió a hablar al oído a su esposo. Él dejó la pluma, con mucho cuidado, sobre el papel secante: ¿Ooootro…? Telefoníasinhilos, valiente, primorosa, preñada, sonrió: Sí, Dorindo Eliezer, otro, pues… Quise poneme linda y con mi mejó ropita pa ecítelo. La misma felicidad que experimenta Matty cuando se desnuda y se tiende en el suelo para que Salustiano la fecunde con la semilla del bien, Matty se queda de nuevo embarazada y al niño que viene de camino quiere ponerle O’Hara. Y la de Pascual, al conocer el embarazo de Lola: Quizás quiera Dios librarme de alguna pena en los infiernos por lo tierno que aquella tarde me sentí. Felicidad que comparten doña Visi y su hija, al conocer el embarazo de ésta. Doña Visi es en aquellos momentos la mujer más feliz de Madrid. Coge a la hija de la cintura… y la balancea como a un niño pequeño […] Las dos mujeres ríen, abrazadas, mimosas.

Incluso para la madre de Lazarillo, que una vez nacido bien pocos cuidados le dedicó, la noticia del embarazo fue bien recibida, pues tan pronto como se encontró conmigo en el vientre –reconoce el pícaro- se dedicó a cuidarme.

El embarazo no tiene por qué suponer merma en las relaciones del matrimonio, ni siquiera en las sexuales, pues, como se dice en “Tobogán de hambrientos”, ninguna mujer salvo tara psicológica deja de copular o de deleitar y recibir deleite con arreglo a la técnica erótica durante el embarazo.

Algunos consejos encontramos que se dan a la mujer, a fin de que consiga llevar a buen término su embarazo. Margarita a Riba aconsejaba a las mujeres preñadas que no comieran conejo ni liebre para evitar que el niño naciera fachado. Y para que el niño no nazca con manchas, la mujer encinta no debe comer percebes, ni lenguado, ni raya, tampoco fresas.


A pesar de todo, puede sobrevenir el aborto de manera natural, y con él el consiguiente alivio -es el caso de Mari Carmen, a quien preñó el loquero Chus Chans Chao, y que abortó espontáneamente a los tres meses de embarazo- o el tremendo disgusto, como el que experimentaron Pascual Duarte y su esposa Lola ante el aborto de ésta tras caerse de la yegua. El dolor de Pascual fue tremendo, y sólo acuchillando al animal pudo de alguna manera calmar la ira que le invadía. Aunque después, al enfriarme, pensara lo contrario –confiesa Pascual-, en aquel momento no otra cosa me pasó por el magín que la idea de que el aborto de Lola pudiera habérsele ocurrido tenerlo de soltera. ¡Cuánta bilis y cuánto resquemor y veneno me hubiera ahorrado! Y la reacción, tras la muerte de Pascualillo, maldiciendo el día en que fue concebido para al fin acabar acarreando tan tremenda desgracia: Una leona atacada –lamentaba Pascual- no tuviera aquel gesto que puso mi mujer. -¡Para que una se raje como una granada! ¡Parir para que el aire se lleve lo parido, mal castigo te espere! Y el consiguiente grito de angustia: -¡Si la vena de agua que mana gota a gota sobre el charco pudiera haber ahogado aquel mal aire!

Son varias las citas recogidas que hacen referencia a la evitación de embarazos no deseados. Remedios caseros, especie de anticipo de lo que hoy conocemos como la ‘píldora del día después’: Casimiro y Violet, personajes de “Cristo versus Arizona”, durmieron juntos una luna entera, y como la costumbre es que las mujeres no se dejen preñar por vagabundos y Violet no quería faltar a la costumbre, cuando terminaba de gozar con el gallego Casimiro se metía una aspirina y se lavaba bien enchufándose un sifón y apretando con fuerza. La ‘novia de tu primo’ –leemos en “Oficio de Tinieblas 5”- se introduce pellas de papel de periódico ardiendo por el sexo para evitar el embarazo. Y si la preñez imprevista se descubre después de varias semanas, cabe el remedio que se describe en “Madera de boj’: a las mujeres con retrasos en la menstruación hay que darles de beber durante cinco días seguidos dos onzas de vino de albariño con un adarme de ceniza de palomina de palomo bravo mezclada con quince granos de azafrán, es mano de santo. Aunque no falta quien, como Margarita –de padres, seguramente, pudientes- opte por un procedimiento menos expuesto. A los trece años se fue a Londres a estudiar inglés.


Encontramos también quienes, con mayor o menor cualificación profesional, y con mejor o peor intención, aplican sus mañas o sus conocimientos para proceder a la interrupción del embarazo. Domingo Calcetín, el ‘apuesto carabinero algo cojo’, cuando alguna mujer embarazada protesta de la mala calidad del suministro la interna en la sala de sublevados del hospital y la somete a una dieta de cornezuelo de centeno hasta que aborta. Doña Mari-Cruz Tablejas, la partera, olía un poco a mierda, es cierto, pero hacía abortos como nadie; para las solteras pobres tenía precios especiales, muy asequibles. A Evelina Castellote, la criada que servía en la calle Mesón de Paredes la habían preñado en su pueblo y vino a abortar a la capital, donde son más fáciles estas chapuzas que en el pueblo tienen peor compostura. Al día siguiente está otra vez fregando suelos, y mira con ojos propicios al lechero, al panadero y al cartero, las hay que no escarmientan. Y Rosalía Trasulfe, las tres veces que Fabián Minguela la preñó, fue a abortar a casa de la partera Damiana Otarelo, la Pataca, a que le hurgase con el perejil.

Finalmente, traeremos dos citas de “Oficio de tinieblas 5”, referidas al aborto pero desde el surrealismo que envuelve en general toda la obra: lamia reina de libia perseguía mujeres preñadas a caballo les abría el vientre  y se comía  los fetos aún vivos y latidores dicen que este manjar es fuente de eterna juventud. 

El mundo está lleno de pianos que ya no tocan musiquillas acompañadoras y herméticas […] 

para que las mujeres de raza no blanca escupan fetos a plena conciencia de que están prestando un señalado servicio socorredor fetos para los pianos fetos encogidos y graciosísimos.

Pedimos disculpas al lector si estas últimas citas –surrealistas y con cierto tinte xenófobo- han podido herir su sensibilidad. Pero habrá de entender que no está en nuestra mano modificar ni la forma ni el contenido de lo que el autor escribió. Cela era Cela, con sus luces y sus sombras.


ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO

Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación y estudioso de Cela


    


FÁBULA DEL PASTOR 


PERDIDO


CUANDO IBA A 

VER AL “NIÑO




Entre el montón de Pastores

que quisieron ver a Dios

y ser sus adoradores

recién nacido en Belén,

uno solo se perdió.

Fue Benjamín, yo lo sé.



Como Benjamín me encuentro.

Si Dios no sale a mi encuentro

voy a perderme también.

Campanitas de Belén

decidle que yo estoy bien

al que es el Sumo BIEN.

&&&&&

También perdidos estaban

los Reyes Magos de Oriente

y llegaron a Buen Puerto

tras el Desierto caliente.

Llévame a Ti, mi Señor,

cuando gustes y que sea

en la Tarde del Amor.


EL VIAJE DE LA VIDA



Hoy he vuelto a pasar

por el río Guadalix

con la máscara del Covid

de la boca a la nariz.


Vuelan los pájaros libres,

se le ve al agua feliz,

pero yo estoy contristado

y no me alcanzo a reír.



Hoy he vuelto a pasar

con un libro en el bolsillo

y lo he abierto en el banco

en que me siento y escribo.



A la Vida le persigue

la Muerte con su guadaña;

podrá segarnos el cuerpo

y entonces volará el alma.



Aves que me estáis oyendo,

río que llevas mis lágrimas,

igual que a Pandora a mí

sólo me queda Esperanza.



Hoy he vuelto a pasar

por el río Guadalíx

vivo, vivo como un pájaro

esperando el Porvenir.





77 Los contenidos de la E.F. Cuarta etapa 

(16-18 años)


Incremento de las cualidades físicas 

y especilización deportiva



Los quince o dieciséis años es la edad aconsejable para que los adolescentes se especialicen en un deporte, que practicarán ya durante la última etapa escolar y que les sirva como medio de educación física, complementado con el trabajo cada vez más intenso de desarrollo de las cualidades físicas; es a partir de ahora cuando pueden incrementarse considerablemente la fuerza, la velocidad y la resistencia.

 

A esta edad, el adolescente es socialmente expansivo. Le atrae la convivencia y la comunicación con los demás. Experimenta la vida social dentro de las múltiples agru­paciones en las que logra integrarse. Se siente identifica­do con el grupo. Pero esa identificación no difumina los contornos de la personalidad individual. Tiene necesidad de liberar energías en forma de expre­sión de habilidades y destrezas. A través de ellas consigue aliviar la presión de la carga emocional.


El ejercicio físico y el deporte cumple aquí un objetivo muy importante puesto que es el cauce natural por el que va a discurrir el adolescente. Es indiferente que el deporte que elija sea individual o colectivo. Todos cumplen la función ambivalente de in­tegrar a la persona y definir su individualidad.

Durante esta etapa van a aflorar en los chicos y chicas una serie de aptitudes hacia el ejercicio físico que determinarán en el futuro su deseo de beneficiarse de todos los aspectos positivos de la educación física o, por el contrario, se orienten hacia esquemas de vida se­dentaria que les cierren el camino hacia una experiencia vital especialmente importante para la persona humana.


Los resortes de motivación en esta etapa están relacionados con intereses muy directos y el adolescente desea que se satisfagan lo antes posible. Los factores que movi­lizan la conducta hacia el ejercicio físico son: a, dominio sobre la tarea que tenga que realizar; b, poderío físico so­bre el medio; c, influencia positiva del ejercicio físico sobre la estética personal.

 

Una equilibrada carga de contenidos de deportes –tanto individuales o colectivos–, como de desarrollo de las capacidades condicionales –fuerza, resistencia, velocidad y flexibilidad–, establecerá una óptima plasmación de la educación física en esta etapa. Pero por desgracia, no siempre se aplican estos criterios en esas edades. Existe tendencia por parte del profesorado específico a impartir sesiones muy dirigidas, más propias de etapas anteriores, limitando el potencial del alumnado en este ámbito.


Francisco Sáez Pastor

Universidad de Vigo





TEÓDULO G.R.


INVIERNO



Me gustan –casi diría que me fascinan- los colores del invierno. 

Grises, rosados, violetas… se nos muestran sin estridencias, 

transparentes con la pureza que da su desnudez primera. 

Colores inciertos a veces como las plantas secas en la ribera el río, 

o los reflejos, que la acuarela vuelve aún más transparentes, fríos pero bellos. 

Los ojos, nuestros ojos, sienten el color -¿el calor también?- 

de la belleza del invierno.


SABIOS REYES MAGOS



Las estrellas son silenciosas. Pero hablan. Hablaron a unos sabios magos de Oriente, en su idioma de luz.

Por eso se pusieron en camino, porque una estrella que frecuentaba el arcángel San Gabriel les dijo que en Occidente había nacido el rey de los judíos.


En Alejandría, cuando el incendio de su biblioteca, en el siglo III a. C., quizá se perdió la Gramática de la que aquellos sabios magos del Oriente manejaban una copia. 

¿En qué monasterio de místicos se guarda hoy el auténtico ejemplar que manejaron los RR.MM.?


Hemos ido a la Luna, pero sabemos menos de Astronomía que sabían Melchor, Gaspar y Baltasar, sabios magos que podían conversar con las estrellas en su lenguaje de luz.


En la noche y atravesando en silencio el desierto tendrían los Magos la sensación de ser multitud los que solo eran tres reyes y sus séquitos. Como que el mundo entero seguía tras ellos en tumulto porque iban tras la estrella de luz a la Luz Estrella.

En el inmenso silencio del desierto el repique de los pasos nerviosos de los camellos, que presentían el Misterio al que marchaban, era más que solemne y sonaba sobre el pandero de arena a repique de triunfo.


Boecio dejó dicho que los Magos eran nueve. ¿Cómo lo supo?

Quizá fue toda una tribu de magos, multitud, los que se pusieron en marcha y no solamente tres. Al llegar a Jerusalén lo llenaron todo. Jerusalén se conmovió, lo dice el Evangelio.


Desde la ciudad de Colonia donde descansan, perfuman con su sabiduría y aires orientales a toda Europa.

Cuando olemos a colonia, lo que olemos es la memoria de los Reyes Magos cuyos restos descansan en una ciudad que habría de llamarse Segundo Belén mejor que Colonia.

CUR



117 AFDA

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