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20191030

83 AFDA

                                           Noviembre, 2019                                    
ÍNDICE PRINCIPAL 

Pregón: Avanza el desierto, ¡arriba, pues!
Cuadros sobre el más allá (II): Incredulidad de Sto. Tomás. Caravaggio. E. Malvido
Páginas recuperadas (2): Unas palabras de Ortega. Teódulo G.R.
Alta política con estilo: Cuestión de marco. R. Duque de Aza
Libros: Los misterios del camino de Santiago. J.M.B. Corredoira
Casicuento: Los sueños de Akín. Á. H.
Soneto desde el sentimiento: No desesperes. Á.H.
Rincón de Apuleyo: Elegía de los peces muertos.
Afderías, 2 : El búho y el elefante. CUR
Educación física: Acción mecánica.  F. Sáez







AVANZA EL DESIERTO,

¡ARRIBA, PUES!

Nos lo había dejado dicho el Cohelet, en el siglo III a. C.: “No preguntes: ¿Por qué los tiempos pasados eran mejores que los de ahora? Eso no lo pregunta un sabio” (7,10).
Y dieciséis siglos más tarde, ante la puerta de entrada del Renacimiento español, Jorge Manrique nos recriminaba: “Cómo a nuestro parescer / cualquiera tiempo pasado fue mejor”.
Y es cierto. Hubo tiempos pasados peores que el nuestros. Pero también es cierto que estos presentes años nuestros, en España, marcan un evidente retroceso moral y de cultura respecto de la realidad que conocimos los que guardamos memoria de algunas décadas del siglo XX.

Asistimos a un avance de desierto que todo lo seca, demoledor. Avanza entre nosotros la incultura y las añejas costumbres cristianas se aflojan y difuminan. No hay más que prestar oído al habla al día, pobre en número de palabras, ausente de matices, atada a términos generales... Y por mostrar otro frente de bulto y generalizado, observar la forma de vestir descuidada, inelegante, de pelanas desastrado hasta en los estamentos cumbres de la política y de la sociedad.


¿Qué se hizo del “buen gusto” del tiempo de los RR. CC.? ¿Qué se hizo del legendario honor de los Siglos de Oro y del sagrado pudor de antaño? ¿Qué de los modales corteses de saludo y de gesto? En los colegios: ¿qué del respeto al profesor?, ¿qué de la pulcritud de los ejercicios de clase y tareas de casa?

A todos nos incumbe reaccionar con brío, particularmente a los jóvenes. A estos les decimos: No es natural que las cosas sean como las veis actualmente. Os está tocando vivir una época de regresión moral, dada la implantación de un “progresismo” que es acelerado retroceso y degeneración. No siempre fue así en España ni en Europa. La sociedad española presentó en otras épocas y no hace mucho un cuadro infinitamente superior. Constituíos en élites de le excelencia. Daos a respetar. Subid. No os contagiéis por las licencias y vulgaridades circundantes. Sabed que tenéis una misión en la España de hoy de elevación y de pureza, de elegancia y de estilo.


Y paciencia y tesón. Recordad la afirmación de madame Swelchine o de Alejandro Dumas, padre, quizá a los dos: “El bien es lento, porque sube; el mal es rápido porque baja”.









CUADROS SOBRE EL MÁS ALLÁ




(II)

Michelangelo Merisi, il Caravaggio (1571-1610), “La incredulidad de santo Tomás”, 
entre 1602-1603, pintura al óleo sobre lienzo, 107 cm x 146 cm.


Los cuadros de Caravaggio me tenían impresionado. No me era posible olvidar esos rostros llenos de las más diversas y opuestas expresiones ni de los personajes aunados todos ellos ante algún suceso insólito, justo, mientras se estaba produciendo ese algo sorprendente. Su talla de genio de la pintura era indiscutible, pero tanta sangre, tanto martirio, tanta muerte me tenían intrigado. ¿Tendría que ver con su vida? Estaba casi seguro de que sí.
Y me puse a saber algo de su existencia. El dato de que solo vivió casi 39 años me llevó a pensar enseguida que no podía tratarse de la historia normal de un pintor que había triunfado con sus obras artísticas y que había creado escuela.
Así es que empecé a anotar hechos en su corta existencia que hacían previsible y predecible el final prematuro de la vida de nuestro célebre pintor.
Yo estaba acostumbrado a oír o a leer que los grandes artistas llevaban una vida acorde con la vida de sus mecenas: Velázquez, Rubens, Goya… Me extrañaba mucho que este no fuera el caso de Michelangelo Merisi da Caravaggio. Más aún, me resultaba incomprensible un pintor admirado y admirable por su arte con una vida de violencia y de provocación delictiva social. Luego me enteré de que el caso antisocial de Caravaggio se había dado en otros artistas: por ejemplo, en Italia Cellini y en España Alonso Cano. Pero ¿cómo encontrar alguna explicación coherente entre el pintor revolucionario lombardo y su vida atentatoria del orden social establecido?
Últimamente se ha ido imponiendo la hipótesis de que Caravaggio había vivido de una manera natural en los bajos fondos de la sociedad de Milán y de Roma y de que había llegado a animar y a gestionar como proxeneta a todo un colectivo de prostitutas, corporación que originaba una serie predecible de disputas entre la población noble y baja de la sociedad. El propio Caravaggio contaba con habilidades para llevar adelante un negocio tan peligroso como lucrativo. Habilidades de tipo coercitivo porque, por un lado, era de fuerte constitución física: “un joven fornido, de unos veinte o veinticinco años, con barba negra más bien rala, cejas pobladas y ojos negros, vestido de negro, más bien desaliñado, con unas calzas negras que están un poco gastadas y que tiene una espesa mata de pelo que le cae sobre la frente”, como testimonia sobre él el barbero Lucas en unas actas de una investigación judicial; y porque, por otro lado, se manejaba bien con la espada. Esta hipótesis hace creíble la lista interminable de delitos que aparecen registrados en los procesos judiciales que se han logrado verificar como sucesos reales: altercados, riñas, insultos, denuncias, amoríos, tenencias ilegales de armas, calumnias, duelos…
¿Tendría que ver esta vida de los bajos y peligrosos fondos de nuestro pintor lombardo con sus obras pictóricas? Viendo los temas que trata al principio, cuando cuenta con el mecenazgo del cardenal Francesco Del Monte, y después, cuando es apoyado por la nobleza y las instituciones eclesiásticas, viendo los que figuran como personajes de las diferentes escenas bíblicas (pordioseros, prostitutas, homosexuales… con los que ha convivido), se llega a la conclusión de que en las pinturas de Caravaggio se refleja muchísimo de la biografía del propio artista. Así, el cuadro de “los tahúres” y el de “la buenaventura” evocan el engaño y el robo que los jugadores de cartas y las gitanas llevan a cabo a cuenta de los jóvenes nobles engañados y robados que Caravaggio había observado tantas veces en las plazuelas y callejas de la Roma suburbana (ver esos cuadros en Google). Y cuando le llegan encargos de las diversas iglesias y parroquias, Caravaggio sorprende a los patrocinadores eclesiásticos y religiosos con la presencia de representantes de la baja condición humana en el papel de san Mateo, de san Pedro, de san Pablo… (ver los cuadros de “la vocación de san Mateo”, su “martirio”, “la conversión de Pablo” en Google).
Además de los inesperados personajes que figuran en sus representaciones pictóricas, el pintor milanés crea el fondo negro de donde emergen los personajes con una visión tridimensional para los espectadores. Es la famosa técnica del “tenebrismo”.
Todavía debemos hablar de otra característica de Caravaggio: Cuando nuestro artista pinta una escena bíblica, la dota de un dinamismo teatral alcanzando en su desarrollo el clímax de la acción. No nos extraña que haya compañías teatrales que reconstruyan escénicamente algunos cuadros del revolucionario pintor italiano.
En cuanto a la proyección biográfica de Caravaggio en sus pinturas, hay un antes y un después en la fecha del 28 de mayo de 1606, cuando nuestro pintor mutila y causa finalmente la muerte de Ranuccio Tomassoni, por la que es condenado por el Papa Pablo V a morir decapitado.
Michelangelo Merisi, ayudado una vez más por miembros de la familia de los Colonna, huye a Nápoles. Los cuatro años finales de su vida (1606-1610) fueron para el pintor milanés un huir constante de los emisarios del Papa por diferentes lugares de la costa mediterránea (Nápoles, Malta, Siracusa, Mesina, Palermo, y otra vez Nápoles) y un deseo sincero de obtener el perdón papal. Con esta intención última llegó a Malta y después de algún tiempo de integración en la sociedad maltesa consiguió ser nombrado caballero en la influyente Orden de los Caballeros de San Juan, El Gran Maestre de la Orden de Malta (ver en Google el retrato del Gran Maestre pintado por Caravaggio) tuvo que pedir doble dispensa al Papa para investir caballero a Michelangelo Merisi, puesto que la investidura estaba prohibida a los culpables de homicidio. También podemos contemplar en la concatedral de san Juan de La Valeta la impactante pintura “Decapitación de san Juan Bautista”, única obra firmada por su Autor: “f Michelangelo”. La “f” puede entenderse como el habitual “fecit”, o bien como “fray”, como un miembro más de la Orden de los Caballeros de san Juan (véase en Google el cuadro mencionado).
Después de escaparse “misteriosamente” de la cárcel de la fortaleza del Santo Ángel, Malta, otra vez en Nápoles nuestro Artista quiere ir a Roma a congraciarse con el Papa. Pero envuelto de nuevo en otro episodio de violencia en la taberna del Cerriglio, la más famosa de Nápoles, Caravaggio sale muy mal parado. Como prueba de arrepentimiento, el genial artista lombardo pinta el alucinante cuadro “David con la cabeza de Goliat”.
Aquí sí que el pintor se expresó en las dos figuras que componen el cuadro. Por un lado, la cabeza del gigante filisteo casi se topa con nuestro rostro y con nuestro grito de horror. Es la cabeza del propio Caravaggio tal como quedó tras la tremenda paliza que, según algún cronista, le propinaron los mercedarios enviados por la poderosa Orden de los Caballeros de san Juan. Por otro lado, tenemos la joven figura de David que mira al enorme Goliat no con la mirada triunfal de quien acaba de realizar la hazaña de librar a su pequeño pueblo, Israel, de las fuerzas superiores del pueblo filisteo. Por el contrario, a David le invade un sentimiento de compasión y misericordia hacia el rostro que lleva marcadas las heridas y cicatrices del pendenciero Caravaggio. Ante la probabilidad de morir decapitado como Goliat, es el mismo Michelangelo Merisi quien mediante la figura de David solicita del Papa clemencia y perdón.
Se sabe que Caravaggio partió de Nápoles rumbo a Roma en una embarcación con la esperanza de ser absuelto de su homicidio por el Papa. De las circunstancias y de la causa de su muerte existen muchas versiones. La fecha que se da de su muerte es el 18 de julio de 1610. Hacemos nuestras las palabras sentenciales de un cronista: “Murió malamente, como malamente había vivido”.
Y ahora sí vamos a interpretar el cuadro de Michelangelo Merisi da Caravaggio, “La incredulidad de santo Tomás”, desde el punto de vista de la escatología cristiana.
El cuadro ofrece a simple vista las características peculiares del pintor lombardo que hemos mencionado en párrafos anteriores: el naturalismo, que no idealiza en modo alguno la realidad; la técnica de fondos oscuros o negros, de donde los cuerpos surgen de forma voluminosa, como bajo o mediorelieves esculpidos; y, en tercer lugar, el movimiento dramático o trágico de la escena hasta alcanzar el clímax de la misma. En “La incredulidad de santo Tomás” destaca sobre todo esta última peculiaridad: los cuatro personajes, incluido Jesús, viven expectantes el momento en que Tomás introduce su dedo en el costado recién abierto del Nazareno…
Puesto que el tema de este cuadro, pictóricamente muy novedoso, es una de las apariciones de Jesucristo resucitado, ¿cómo debemos valorarlo desde la escatología cristiana?
Cuando los primeros cristianos afirman la resurrección de Jesús de entre los muertos, la entienden simultáneamente con estos dos contenidos:
1 Que Jesús de Nazaret, a pesar de haber muerto, vive actualmente en cuerpo y alma; y
2 pero que vive gloriosamente transformado en su cuerpo y en su alma.
¿Cómo se utilizan esos dos contenidos en el NT? Podemos responder a la pregunta diciendo en resumen que dichos contenidos son tratados de dos maneras distintas: “histórica” o “físicamente” en los Evangelios, y “escatológicamente” cuando algún testigo de Jesús resucitado cuenta, caso único de Pablo, la aparición que tuvo de Jesucristo resucitado.
Como los relatos evangélicos son los más conocidos y como la obra de Caravaggio Merisi “La incredulidad de santo Tomás” sigue al Evangelio de Juan 20,24-29, vamos a extendernos un poco más en las escenas de las apariciones de Jesús resucitado que figuran en los Evangelios.
Los Evangelios se limitan en casi todos los relatos de apariciones al primer contenido. Lo más natural era que Jesús hubiera muerto y corrompido su cuerpo. Los discípulos, por el contrario, confiesan que quien se les aparece no es el espíritu del difunto Jesús, sino que el Señor se les ha mostrado vivo en cuerpo y alma en las apariciones. Por eso, en las escenas de las apariciones, Jesús resucitado se les hace visible, les habla, los llena de paz a pesar de que lo abandonaron en la muerte por crucifixión, come con ellos…, a diferencia de los espíritus de los muertos, que no se hacen visibles, no hablan, no colman de paz a los que les hayan defraudado, no comen con los vivos…
También encontramos en los relatos evangélicos de apariciones del Resucitado algunos pocos datos que desentonan con el lenguaje físico habitual:
1 En Jn 20,19 y 20,26 se lee que, estando cerradas las puertas, Jesús resucitado se presentó en medio de ellos… Si Jesús tuviera un cuerpo como el que tuvo en vida, ¿podría atravesar un espacio cerrado y presentarse súbitamente delante de los discípulos?
2 Mc 16,19 dice que el mismo Jesús resucitado, después de hablar a sus discípulos, “fue elevado al cielo” ¿Puede un cuerpo que habla como hablamos nosotros moverse o ser movido en vertical?
3 Mt 28,17 notifica que, cuando el Señor resucitado se les apareció en Galilea, los discípulos lo adoraron, pero no todos, puesto que algunos dudaron… Si las apariencias de Jesús eran las físicas de siempre, ¿cómo no fue reconocido por todos?
Pablo, en cambio, es un caso aparte. El Apóstol de los gentiles destaca solo el segundo contenido. Cuando se compara con los Apóstoles, el último testigo del Resucitado alude al lenguaje de la visión física (1Cor 9,1: “¿No soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro?”), pero no encontraremos un relato de la aparición de Jesús a él como en los Evangelios. Por el contrario, Pablo habla de su encuentro con el Resucitado en términos de experiencia interpersonal: “Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar a su Hijo en mí, para que le anunciase entre los gentiles…” (Gal 1,15-16); “Continúo mi carrera para alcanzarlo [a Cristo resucitado] como Cristo Jesús me alcanzó a mí [camino de Damasco]” (Fil 3,12).
Cuando Pablo habla de Jesús resucitado lo hace de alguien que pertenece a otro orden distinto y superior al de la naturaleza: al orden de la realidad escatológica. En vano se empeña Pablo en describirlo recurriendo a realidades asombrosas del orden natural. El primer ejemplo que Pablo propone a los corintios (1Cor 15,35-38), apenas lo analizamos, se nos viene abajo. Sí, la semilla que se siembra y muere no tiene equivalencia alguna en el color, tamaño, olor, peso, sabor, con la planta que va a brotar de la semilla, por ejemplo, un grano de trigo. Porque tanto la semilla como el trigo espigado no se salen del orden natural, y la planta que florezca seguirá siendo siempre una realidad cambiable y perecedera. Algo más acertado se manifiesta el Apóstol de los gentiles al contrastar la perdurabilidad de los cuerpos celestes (sol. luna, estrellas) con la caducidad de los cuerpos terrenales (carne de los hombres, de los animales, de las aves y de los peces), para concluir declarando: “Del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terrestre (Adán), llevaremos también la imagen del celeste (Jesús resucitado)” (1 Cor 15,49).
Pienso que Romano Guardini −saliéndose de cambios asombrosos en el orden natural− estuvo mucho más acertado al transcribir en palabras humanas la experiencia de Pablo en la aparición escatológica de Jesús resucitado:
Acaso no nos engañemos si pensamos que no tanto contempla a Cristo como figura y rostro, cuanto lo siente como potencia. Con esto no queremos naturalmente significar una energía religiosa impersonal, sino siempre a él, al Jesús real Dios-hombre, al Señor personal. Pero no experimentado como figura, sino como poder, como principio de operación, gobierno y creación. Como fuerza creadora que lleva a cabo una obra enorme, que solo puede parangonarse con la creación del mundo.
Volvamos finalmente a la aparición del Resucitado al apóstol Tomás pintada por Michelangelo Merisi da Caravaggio.
En los textos de apariciones de Jesús resucitado que figuran en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles, la iniciativa parte siempre del Señor glorificado. Esta iniciativa del Resucitado también se observa en el caso de Pablo. Es el propio Resucitado el que se aparece o el que se deja ver por el testigo elegido por él. En la aparición a Tomás (Jn 20,24-29) pintada por Caravaggio, no se tiene en cuenta, sin embargo, esta constante de los relatos de apariciones del Resucitado, sino que centra la escena en la incredulidad del Apóstol. El protagonista no es el resucitado Jesús, sino el incrédulo Tomás.
Está claro también que el pintor milanés se limita a pintar únicamente el contenido primero de la resurrección de Jesucristo: “Que Jesús de Nazaret, a pesar de haber muerto, vive actualmente en cuerpo y alma”. Yo diría incluso que Caravaggio se queda corto en la traducción pictórica del contenido primero. Fijémonos en la figura de Jesús: no lleva una túnica reluciente y elegante, sino que parece más bien el sudario con su color blanco mortecino; cabello descuidado con greñas; hendidura manipulable en el costado. A decir verdad, los otros tres personajes están mejor vestidos, peinados y parecen más vivos que el Resucitado.
El único aspecto que apunta a las dotes extraordinarias de un cuerpo resucitado que observamos en el Evangelio de Juan (20,26: “Ocho días después… se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas…”), la técnica pictórica del claroscuro permitió al artista omitir por completo el detalle de las puertas… Con el fondo oscuro o negro, Caravaggio ahorraba en sus cuadros espacios por pintar y podía concentrarse con más intensidad en los personajes que le interesaban.
Por lo que se refiere al elemento simbólico más trascendente, más escatológico, el de la luz, en el cuadro que comentamos la luminosidad proviene de fuera de los personajes, no emana ni irradia de la figura del Resucitado, como veíamos en la pintura de Edward Knippers.
El Evangelio de Juan termina el relato de la aparición de Jesús resucitado al apóstol recalcitrante con la bienaventuranza: “Dichosos los que no han visto y han creído”. Desde luego esta bienaventuranza no tenía como destinatario al apóstol Tomás, sino a aquellos que, sin haber recibido ninguna aparición de Jesús resucitado, han creído no obstante en la resurrección de Jesucristo, fiándose de los testigos de las apariciones del Señor glorificado. Tampoco nuestro admirado Pintor entraría a formar parte de estos bienaventurados creyentes.
¿Coincidirá entonces Michelangelo Merisi con la intencionalidad del evangelista Juan al narrar otra aparición del Resucitado a los Apóstoles, esta vez contando con la presencia de Tomás? Opino que tampoco. La incredulidad de Tomás no se dirige, según el cuarto Evangelista, al acontecimiento escatológico de una Resurrección, sino a la identidad del Resucitado. Lo que no cree el Apóstol Tomás es en que sea Jesús, el Crucificado, el Sujeto resucitado por Dios: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré” (Jn 20,25). Lo cierto es que Tomás, después de cerciorarse de que la identidad del Resucitado era la de Jesús, el Crucificado, reaccionó proclamando la fe más directa y explícita de todo el NT en la divinidad de Jesús Resucitado: “¡Señor mío y Dios mío!”. A Caravaggio, temeroso de morir en cualquier callejón o cruce de caminos, le bastaba con creer que Jesús había vencido a la muerte. Caravaggio no estaba interesado en comprobar la identidad del Resucitado, sino en verificar si alguien como Jesús había vencido a la muerte y si realmente estaban cicatrizadas sus heridas mortales. Para él era suficiente esa simple verificación.
Más de uno puede echarme en cara que reduzco en exceso la actitud creyente del pintor lombardo al sugerir que Caravaggio solo quería mantenerse vivo en cuerpo y alma en esta existencia. ¿Acaso no es esta la actitud de muchos cristianos que esperan de Dios únicamente una nueva re-creación que devuelva a los difuntos a esta existencia terrena pero sin muerte ni sufrimiento alguno, y se les antoja increíble que la resurrección de los muertos, ya sucedida en Cristo, signifique muchísimo más que esa ansiada re-creación: participar a imagen y semejanza de la vida del Hijo humanado gloriosamente en compañía del Padre y del Espíritu Santo?
EDUARDO MALVIDO
Maestro, catequista y teólogo



PÁGINAS RECUPERADAS (2)


UNAS PALABRAS DE ORTEGA



En estos tiempos en los que la política parece estar en un momento –“largo momento”- de decadencia; en esta crisis que parece no tener fácil salida; en este tiempo de pequeños reinos de taifas generadores de minúsculos horizontes, resulta inquietante la carencia de hombres de estado y de objetivos nacionales, la ausencia de voces clarividentes y con autoridad. Por eso, me parece adecuado traer a AFDA unas palabras recobradas de nuestro mejor pensador del siglo pasado... Ortega y Gasset.

El diario El Sol, obra de Ortega, fue la tribuna favorita para la expresión de sus ideas. (No olvidemos que buena parte de su obra la escribió en la prensa). Hace justamente un siglo (1918-1920) España atravesaba por una fuerte crisis, en su política, en su sociedad, en sus hombres. Como otros, -políticos y pensadores- Ortega, crítico con la política de A. Maura, suspiraba por la España nueva, que para él sería generada no por una “revolución desde arriba”, sino por unas minorías fuertes, bien formadas, influyentes. El 12 de agosto de 1918 escribía esto: “Ni en España ni en ninguna otra nación se eleva la gran masa colectiva a la conciencia de sí misma. Por esta razón es y será eternamente imprescindible para todo cuerpo social la existencia de una minoría de cabezas claras donde venga a condensarse la reflexión que falta a la mayoría. El caso doloroso de nuestro pueblo es que esa minoría parece no existir” (La verdadera cuestión española, El Sol, 12 de agosto de 1918)

Pasado el verano de ese mismo año, Ortega volvía a la carga: la España oficial no funciona (los políticos -la “vieja política”- son una fuerza inútil, un peso muerto), pero es posible otra España que ya “aspira a una existencia plenaria, a una vida de perfecta modernidad, donde las cosas se hagan bien por los hombres más adecuados, donde la seriedad, la justicia y la pulcritud sean, cuando menos, la norma y lo usual” (“La paz y España”, El Sol, 7-10-18).
Y entrado el otoño, vuelve Ortega a incidir en esa otra España que todavía no existe, pero que será pronto una realidad si hay un cambio profundo, radical; no se trata de un cambio de políticos, ni siquiera de política: es algo mucho más profundo. Para otra España se necesitan “otros hombres”: “No se trata de hacer pasar el Gobierno de las manos de unos individuos a las manos de otros individuos. Se trata de sustituir radicalmente el eje histórico de la existencia nacional, de entregar a España a otras clases y maneras de hombres. No es tiempo de blanduras ni acomodos. ¡Vosotros, los mejores, quienquiera que seáis; los que tenéis inteligencia y coraje suficientes: disponeos a resumir la historia no vivida de tres siglos, en una historia ardiente de tres años” (Ortega, “Los momentos supremos expulsión de las ‘derechas’, El Sol, 30- 10- 18).

Y entre los “hombres nuevos”, los jóvenes. En otro artículo -“Introducción casi lírica” – escrito dentro de la polémica suscitada por la renovación de los miembros de la Junta de Ampliación de Estudios y desde el espíritu institucionista (se celebraba -1926- el cincuentenario de la fundación de la Institución Libre de Enseñanza) arenga a los jóvenes a vivir intensamente su momento, su oportunidad: “¿Por qué las generaciones del presente no han de reunirse en torno al propósito de construir una España ejemplar, forjando una nación magnífica del pueblo decaído y chabacano que nos han legado? ¡Formad vuestro equipo! Vamos a intentar una nueva forma de vida española, más grácil, más enérgica, más elegante, más histórica. Sintamos el orgulloso afán de reingresar en la Historia, de poner la mano sobre ella y crear destino”. (...) “Esto es lo único –y ya es bastante- permitido al hombre: embarcarse con resolución en la circunstancia y diestramente captar el viento en la vela. Por eso los griegos hacían un dios del kairós, el momento oportuno. Ha llegado para España la buena sazón. ¡Veremos si sabéis aprovecharla, jóvenes! ¡Alerta, formad vuestro equipo! (Dislocación y restauración de España. Introducción casi lírica, El Sol, 14 de junio de 1926).
**** **** ****
Estas son sus palabras, escritas hace un siglo y hoy vigentes aún. Porque también hoy, sean hombres maduros o jóvenes, España necesita de quienes, olvidados de sí mismos, muestren el coraje suficiente para tomar el timón del barco de la patria desnortada y se atrevan a conducirla hacia horizontes nuevos. Hombres, maduros o jóvenes, que sean capaces de remover la tierra y de irrigar unas raíces más bien resecas, de manera que pronto la patria pueda florecer espléndida. Ideologías y confesiones aparte, se trata, como dice el Ortega, de dejar de ser anónimos y diminutos individuos y de sentir “el orgulloso afán de reingresar en la Historia, de poner la mano sobre ella y crear destino”.
TEÓDULO GARCÍA REGIDOR
Maestro. Profesor del Centro Universitario La Salle




CUESTIÓN DE MARCO

Como quiera que todo lo que por tener vuelo necesita cielo en que apoyar sus alas para remontarse, la política -ángel de la sociedad en vuelo- lo precisa espacioso, bien oxigenado, de gran horizonte y altura que no se le regatee.
No basta con plantearse para mejorar la sociedad con recurrir a medidas que puedan expresarse con las unidades del sistema métrico. Se precisa algo más, mucho más. El espíritu tiene otras unidades de medida.
Bastará con recordar el espacio espiritual, el marco de espíritu y de costumbres profesadas, en que se movían nuestros abuelos del siglo XVI en España, en América y en Europa para, en comparación, constatar la debilidad y pobreza de nuestros tiempos.
Nuestros tiempos no pueden ser los suyos, cierto. Pero, la explicación es otra, más honda y clara. Ellos disponían de un aire, del que hoy nosotros carecemos, en el que movían sus alas de españoles. Tras cinco siglos de Historia sería normal que el aire fuera nuevo, otro, pero aire, valores. Sobre un planeta sin aire, el vuelo es imposible por más que se muevan del mejor modo las mejores alas.
Juzgue el lector. Asómese con nosotros al cuadro de “La Gloria” del Tiziano, que el Emperador le encargó al pintor veneciano a mediados del siglo XVI. Bastará con este botón de muestra. Hoy está en el Museo del Prado. Lo hizo llevar al Monasterio de Yuste para tenerlo delante, mientras se preparaba a bien morir.
Luego, que el lector sentencie.
El 21 de setiembre de 1558 moría en la soledad del monasterio de San Jerónimo de Yuste el Emperador, Carlos I. Había dejado su corona a los pies de la Santísima Trinidad, el 25 de octubre de 1555, tal como lo había pintado a su instancia el Tiziano en su cuadro de “La Gloria”.
El Emperador había vivido de cara a Dios. En la oración fúnebre por el Emperador, su compañero de juventud, virrey de Cataluña, Francisco de Borja, había dicho: “El Emperador me dijo que con frecuencia desde su juventud había dedicado todos los días cierto tiempo a la oración”. Por eso, en mayo de 1543 le dejó dicho a su hijo Felipe: “Hijo mío, es necesario que, con todas vuestras fuerzas, os guiéis según el criterio de Dios, para que os conceda la gracia de servirle y al mismo tiempo de conseguir gloria y fama eternas...”.
Y, pensando en su renuncia y abdicación, hablaba: “¿Qué significa propiamente nuestra renuncia al mundo si la comparamos con lo que hizo el padre Francisco de Borja?
San Ignacio de Loyola le dice al Emperador con letras lo que el Tiziano le había pintado con pinceles en “La Gloria”. Todo un programa político de alto vuelo en tres renglones: “Grandeza y carga ha puesto la Providencia de Dios, nuestro Creador y Señor, sobre vuestra Majestad, y os infundió ánimo para hacer vuestros los problemas de la salud general y de la gloria de Dios”.
El viejo y el nuevo mundo de Dios, con su impronta transcendente, era el aire que hacía posible el vuelo imperial de Carlos I y de la España de su tiempo.
Recordando estas y otras realidades que el lector sabrá, sentencie y diga, ahora, lo que le falta a nuestros tiempos.


                      RAMIRO DUQUE DE AZA
      Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento
                                     Bachillerato Internacional
















Los misterios del Camino de Santiago
Blanco Corredoira, J. M.
Ed. Almuzara, octubre, 2019


José María Blanco Corredoira es uno de los nuestros, de la casa, miembro de nuestro blog, por su formación, por su ideario y por su estilo. Esta es la séptima publicación con la que nos regala y prestigia a quienes le tenemos por amigo y compañero de armas en pro de la excelencia En sus escritos conoce bien lo que ofrece a los lectores por haberlo vivido o por haberse informado previamente con minuciosidad de quien cuida el detalle. Lo leeréis con verdadero deleite. Os instruirá y recreará.
CUR


La editorial Almuzara nos ofrece un atractivo trabajo que recoge un compendio de antiguas leyendas que fueron surgiendo a lo largo del Camino de Santiago, milagros en los que intervino el Apóstol y una ajustada explicación de cómo surgió el culto jacobeo. En cierto modo se trata de una ruta legendaria de Santiago, porque las historias que aquí se cuentan transcurren por todo el itinerario histórico y por varios de los muchos caminos que llevan hasta Compostela.
Como explica su autor, Blanco Corredoira, el Camino de Santiago ha sido una ruta pródiga en hechos insólitos que la tradición ha ido recogiendo en forma de leyendas. A su vez, “toda la historia del Apóstol Santiago y de cómo surgió el culto jacobeo está bañada por la intrigante neblina de lo incierto”, por lo que las antiguas crónicas –como el Códice Calixtino- son también, por sí mismas, el árbol del que surge la frondosa tradición épica.
Hechos tan curiosos como la forma en qué se redescubrieron los restos del Apóstol, extraviados durante siglos dentro de la catedral; del robo piadoso de las reliquias que llevó a cabo el obispo Gelmírez; del paso honroso de Suero de Quiñones; del compromiso guerrero de los caballeros de la Orden de Santiago; de los hechizos y tentaciones del Camino…, de todo ello se habla en este libro de forma magistral, con una prosa elegante y magnética. El lector que comience a leer estas historias se sentirá atrapado por el encanto que anunciaba Cunqueiro y que recuerda el autor: “y conformaba mi alma para el asombro, sin el cual, sin la expectación ante el posible prodigio, hacer este camino es vanidad”.         




     LOS SUEÑOS DE AKÍN


Recientemente os presentaba el casicuento como una llave para traspasar la cotidianeidad y atisbar una realidad lejana pero posible, envuelta en una nube de fantasía y traspasada por un hálito de esperanza. Un género sin
pretensiones que cabría encuadrar dentro del realismo mágico. Dos son los casicuentos que os llevo ofrecidos: “Rojo sobre blanco”, en AFDA 81, donde Patxi, antiguo militante etarra vive un episodio que sacude su fatigada conciencia y le brinda una oportunidad de reconciliación. Y “En favor de la paz”, en AFDA 82, secuencia protagonizada por Patrick, joven soldado americano que colocado sin motivación personal en un conflicto que le resulta ajeno, es capaz de dar lo mejor de sí mismo para proteger a dos pequeños inocentes y evitar, aun a riesgo de su vida, que resulten víctimas de una absurda e injustificada contienda.
En el casicuento que hoy os ofrezco el protagonista es el nigeriano Akín, personaje nacido en Agadez, pequeña comunidad urbana en el corazón del Sáhara, a quien la fortuna no ha querido conceder nada que no sea la más profunda pobreza, y que empujado por la necesidad emprende un duro peregrinaje en busca de una tierra de promisión donde sentir algún alivio y soñar con una mínima dignidad. Como en cualquier cuento que se precie, la fortuna –o cabría decir más bien la solidaridad humana- acaba sonriendo al protagonista y concediéndole un resquicio por el que pueda llegar a vislumbrarse un rayo de esperanza.
Soy consciente de la controversia que suscita la emigración y los problemas que desde ella se plantean, alimentados en muchos casos por intereses inconfesables. Pero invito a la reflexión: ¿está legitimado el primer mundo en que tuvimos la fortuna de nacer para cerrar la puerta a quienes desde hace siglos venimos esquilmando?
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De pie, recostado sobre una de las acacias del paseo, el joven Akín presta atención a los transeúntes, al tiempo que por el rabillo del ojo vigila la previsible llegada de la patrulla policial. En el suelo, extendidas sobre una lonilla gris, las grabaciones pirata de los últimos éxitos cinematográficos. Tres por cinco euros. A su venta furtiva dedica buena parte de la jornada, largas horas de tediosa dedicación salpicadas de eventuales escapadas a toda prisa por callejuelas próximas, para evitar la incautación del género. Se lo han dejado muy claro: él sería el único responsable del material requisado, y los mafiosos que se lo han confiado ya encontrarían la forma de cobrarse de un modo u otro la mercancía perdida.

Una media de veinte a treinta discos vendidos a lo largo de ocho o diez horas de dedicación, le reportan un beneficio en torno a los diez o doce euros diarios con los que poder sobrevivir. Mal comido y ligeramente vestido, mantiene una permanente sonrisa que contrasta con su evidente penuria. Pero su actitud no obedece a ninguna forma de disimulo: Akín se siente verdaderamente un hombre feliz.

Cuando llegada la noche comparte alcoba con cinco indigentes y da reposo a sus maceradas piernas en una ‘cama caliente’ alquilada por seis horas previo pago de cinco euros, acaricia entre sus dedos los dos o tres euros sobrantes del bocadillo y la cerveza, única frugal comida que puede permitirse cada día, aparte el vaso de leche caliente de media mañana y la botella de agua que rellena en la fuente de una plaza cercana. Inseparable compañera que su mano izquierda sujeta permanentemente en sus desplazamientos, mientras con la derecha tira de los cordones que enlazan los extremos de la lona y la cierran a modo de hatillo para poder echársela a la espalda.
Cada noche, antes de que el sueño le venza, gusta de volcar sobre la cama la pequeña bolsa en que acumula los pequeños ahorros; recuenta las monedas y se siente afortunado. Akín –muchacho valiente- es el nombre que sus padres eligieron para él. Y él había ha sabido corresponder, ha demostrado sobradamente serlo.
Lejos quedaron las interminables jornadas de fatiga, de hambre y de sed, hasta el agotamiento. Desde Agadez, su pueblo natal, a través de las tierras desérticas de Níger primero y de Argelia después; la penosa travesía por la cordillera del Atlas y el permanente tránsito desde el frío helador de las noches a la abrasadora insolación de los días. Meses enteros de interminable desesperación, desde que abandonara su casa, a sus padres, a sus ocho hermanos y les librara de una boca menos para compartir lo poco que en contadas ocasiones la habitual hambruna concedía.
Atrás ha dejado también el recuerdo de la larga espera, las acampadas en las colinas próximas a la frontera de Melilla. Semanas que se le hicieron siglos, hasta el día en que junto a varios centenares de inmigrantes, que como él esperaban el momento propicio, intentó el asalto a la valla. Asalto frustrado, del que ahora sólo conserva la huella de profundas cicatrices en sus piernas heridas.
Vino después la arriesgada empresa de traspasar la frontera argelina. Y en el puerto de Orán, los trabajos de descargador en el muelle, agotadores y mal pagados, pero que para Akín significaron una nueva esperanza. Catorce meses de duro trabajo y veinte mil dinares ahorrados, algo menos de 200 euros; y con ellos, la posibilidad de hacerse hueco en una patera atestada de africanos que, como él, perseguían el sueño de alcanzar Europa.
La travesía no concluyó con éxito, pues la patera zozobró y acabó naufragando. Muchos ahogaron su sueño en el Estrecho, sólo los más jóvenes pudieron soportar la frialdad de las aguas, y de entre estos únicamente los capaces de nadar sin desfallecimiento más de tres millas –Akín entre ellos- consiguieron arribar a la costa almeriense. A partir de ahí, la permanente zozobra de la huida, el temor de ser aprehendido en cualquier momento y repatriado sin remedio.

Ahora, ya en Madrid desde hace seis meses, le ampara el anonimato propio de la gran ciudad. Después de todo lo sufrido, se siente privilegiado por haber conseguido lo que muchos otros no pudieron lograr. Unos, con su mismo esfuerzo, sólo obtuvieron la deportación; otros perdieron la vida en el intento, sumergidos en el mar o asfixiados en los bajos de un camión. Y muchos de los que llegaron y consiguieron alcanzar la orilla y pisar el asfalto de la civilización han de soportar continuas vejaciones. Él, a pesar de su situación de evidente penuria, se considera privilegiado. Quizá algún día la fortuna le sonría y consiga alcanzar una vida digna. Da gracias al cielo por ver cada mañana amanecer, y sonríe. No parecen afectarle la indiferencia –tampoco el menosprecio- de la gente, ni el miserable regateo que algunos hacen sobre el mínimo beneficio que le reportan sus ventas.
Akín sonríe feliz, y hasta Agadez, en Níger, a sus padres y a sus ocho hermanos les llega, a través del viento seco del norte, el aliento de su fresca sonrisa.


ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
    Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación. Emérito UCJC

Ciudadano del mundo














ELEGÍA DE LOS PECES MUERTOS


¿Habrá imagen más brillante
que la de los peces vivos
por las aguas escamándose?
Pues ahora yacen muertos
en las playas arenantes
de San Javier, Santa Pola,
Torrevieja y Los Alcáceres.

Peces, peces, peces, peces…
en ríos, lagos y mares
o dulces o ensalinados
tercamente paseándose,
acaban sin respirar
por sus branquias galopantes,
y nadie los quiere ver
ni se los almuerza nadie
ya que están contaminados
por plásticos y metales
que arrojó la mayoría
de sus actuales bañantes.
No se subastan pescados
porque pueden ser letales.
Las lonjas se hallan desiertas,
y la redes residuales
se enmarañan en los puertos
esperando el abordaje
a la alta mar traicionera
de motores y velámenes.
Pescadores, a pescar
siempre en las profundidades,
donde se esconden los peces
entre corales brillantes.
Allí hay más vida que afuera,
allí no se muere nadie.








2 el búho y el elefante

  • Nadie sabe dónde está en la noche sin luna el búho negro y solo. ¿Está o no está?
  • ¡Está! De repente, taladra la opaca oscuridad de la noche, abre un boquete en la maciza negrura y ahí está el búho de los ojos grandes y manto de sombra.
  • Mira todo a la vez, clava sus ojos redondos en un horizonte de 180º. ¿Ve más de lo que vemos los tristes mortales y más allá de la negrura negra?

  • Le gustan las alturas: la rama más alta del árbol y las chimeneas de los tejados. En esto nos das ejemplo. Y, aunque eres roedor, no te interesa la carroña. Cazas rápido y limpio. Otro ejemplo. Y el ver y mirar, tan potentes, el mayor.

  • El elefante cuando camina viene siempre de antes del Diluvio. A lo sumo, de recién salido del Arca de Noé.
  • Es un monumento en marcha, un zigurat sobre cuatro columnas dóricas.
  • En los libros de Historia trasporta a lomos castillos enteros y se salta los Alpes, si se lo desea Aníbal Barca.

  • Su lentitud es conservadora, pero rotunda.
  • Te pisa un pie y ya no vuelves a andar en toda tu vida.
  • Muy religioso, alarga y alarga con devoción sus colmillos, por si con ellos hacen cristos de marfil o vírgenes gloriosas.

  • Cuando se va lento y pausado, sus nalgas nos dan sumadas la imagen del cochino y de la mujer hermosamente fondona.


                                                  CUR




              67 Acción mecánica




     La acción mecánica de los ejercicios físicos se ejerce en todos los movimientos que pueden realizarse con las posibilidades de organización espacial que se establece en el cuerpo humano en sus respectivos planos y ejes, y por efecto de la contracción de los diversos grupos musculares.

Según Agosti (1974), esta división atiende al ejercicio según sus características mecánicas en función del tiempo y del espacio.

Los análisis anatómicos del movimiento se efectúan teniendo en cuenta las articulaciones, el grupo muscular protagonista, el tipo de contracción muscular, los planos sobre los que se efectúa el movimiento y los ejes de referencia.

Acciones musculares
    El movimiento corporal voluntario que genera el desplazamiento de uno o varios segmentos corporales está producido por acciones musculares. Esto es, por la contracción, consciente o inconsciente, de los músculos estriados. Interactúan unas partes con otras del propio cuerpo.

El movimiento corporal voluntario que genera el desplazamiento de uno o de varios segmentos corporales está producido por la contracción, consciente o inconsciente, de los músculos estriados. Interactúan unas partes con otras del propio cuerpo.

El movimiento generado por la propia acción muscular crea fuerzas internas; éstas no pueden hacer variar por sí mismas las trayectorias del centro de gravedad ni poner en movimiento todas las partes del sistema a la vez. Para hacer variar la trayectoria del centro de gravedad, común a todo el cuerpo, han de intervenir fuerzas externas. El hombre sólo dirige directamente las fuerzas internas de tracción muscular.

Los músculos estriados –que intervienen en la motricidad–, pueden proporcionar entre el 40% y el 45% del peso corporal de un adulto. El “sistema muscular voluntario” comprende unos 435 músculos, de los cuales sólo unos 75 intervienen en el proceso de los movimientos deportivos significativos (Rasch y Burke, 1985).


Movimiento articular básico
    Para describir un ejercicio físico hemos de especificar la dirección del mismo en relación a los ejes y planos del cuerpo en posición anatómica; es la localización espacial. El movimiento articular básico presenta las siguientes acciones mecánicas: flexión-extensión, abducción-aducción y rotación axial o giro.

Así mismo, los músculos que generan dichos movimientos adoptan el nombre de la acción que ejecutan. Diríamos, por tanto, músculos flexores de codos o extensores de rodilla.

Las denominaciones de movimiento siempre deberán referirse a las articulaciones que permiten el movimiento, nunca al segmento que se desplaza. Sería flexión de codos pero no flexión de brazos. No obstante, la expresión de usar el nombre del segmento en vez del nombre de la articulación para describir un movimiento está muy extendida.


Movimientos de flexión-extensión
    De modo absoluto, se denominan flexiones a los movimientos que acercan dos segmentos corporales, y extensiones, a su separación. De modo relativo, son flexiones los movimientos que se realizan hacia delante; y extensiones, los que se realizan hacia atrás; ambos en el plano sagital de la persona. Las rodillas son excepción; realizan flexión posterior, hacia atrás, en su movimiento articular.

Cuando la extensión es muy acusada y sobrepasa ampliamente ciertos límites fisiológicos o de movilidad normal con objeto de rendimiento deportivo, se denominan hiperextensiones, principalmente para la espalda. Aquí existe una discrepancia terminológica con el ámbito médico, pues en éste ya utilizan ese término ante una mínima extensión superior al mencionado límite fisiológico.

Movimientos de abducción-aducción

    Se denomina abducción a la separación de un miembro de la postura anatómica base de su plano frontal, y aducción a su acercamiento. Ésta última es en realidad una recuperación de la abducción o aducción relativa, puesto que la aducción pura no se da, al impedirlo el propio tronco; habría que realizar previamente una ligera flexión o extensión del hombro –llevar el brazo hacia delante o hacia atrás– para esquivar el tronco y seguir el movimiento de aducción..


Rotación axial
    Son giros efectuados sobre el eje longitudinal de los segmentos. Se produce sin que haya desplazamiento de las zonas corporales. Cuando se realizan en los miembros superiores o inferiores, las rotaciones son internas o externas.
Partiendo de la postura anatómica, se produce rotación interna cuando la cara anterior del miembro se dirige hacia dentro, y rotación externa cuando se dirige hacia fuera.

La rotación axial del antebrazo con el codo flexionado 90º y pegado al cuerpo produce postura de supinación con la palma de la mano dirigida hacia arriba y el pulgar hacia fuera, y postura de pronación con la palma de la mano hacia abajo y el pulgar hacia dentro. Estas postura, menos acusadas, se producen también en los pies.

    Son la suma de los movimientos de flexo-extensión y de aducción-abducción. En su recorrido, el segmento describe un cono cuyo vértice se sitúa en la articulación sobre la que rota: cono de circunducción.
Francisco Sáez Pastor
Universidad de Vigo

117 AFDA

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