ÍNDICE PRINCIPAL
Pregón: La educación,
problema nacional.
Nuestra
Esc. de Vanguardia: El paso de los días. La educación: la “cuestión crucial”.
Teódulo
Traigamos a los clásicos. Sor
Juan Inés de la Cruz, cumbre de oro… CUR
Parábolas del peregrino: Peregrino de la Luz. CUR
Filosofía de
lo sagrado: Geografía de lo sagrado.
El templo románico. CUR
Afderías: Diciembrerías Navideñas. Ramiro D.
de Aza.
Alta política
con estilo: El ensimismamiento nacional,
de Ortega. Ramiro
Colaboraciones: París, ciudad de la luz. Antonio
Peregrín
Soneto desde
el sentimiento: Sangrante Paraíso. Ángel
Hdez.
Leímos, oímos,
vimos: Moderna forma de reflexión de la
mañana. Jesús Cotta.
Buzón
teológico: ¿Qué pasa con la persona santa
cuando se muere? E. Malvido
Rincón de Apuleyo: Matancero de honor soy. Felicitación de cumpleaños al profesor...
Educación
física: Las Gymnastradas. F.
Sáez
LA EDUCACIÓN, PROBLEMA NACIONAL
Empezar la casa por el tejado, estamos viendo que no da
resultado en el tema de la educación en España.
La ley de Villar Palasí fue lo más a lo que llegamos. Fue un
avance. Si no prosperó, y debería haberlo hecho, fue principalmente porque el profesorado no estaba preparado o no
se quiso poner al día. Aquí, el “cada maestrillo, su librillo” fue de antaño
como en el juego de las bolas del gua
madrileño el “todicho”, ley suprema.
No había ni aún hay Escuelas de Magisterio que preparen
profesores de bachillerato ni de universidad. ¡Incomprensible!
Los HH.EE.CC. creadores de los primeros “seminarios de
maestros para el pueblo” tenían en España las mínimas Escuelas de Magisterio y sólo para preparar exclusivamente a su gente.
Capillita que no veía más allá de su babero. Conocimos una de ellas, la de
Griñón. Genial. El hombre más preparado
que tenían en España lo pusieron al frente de tal Escuela (Nazario
González, Orizana). Le asistían dos “profesores de universidad”. Uno de ellos
con el tiempo estuvo al frente de todas las Escuelas de Magisterio de la
Iglesia de España (Emiliano Mencía). El otro, no quiso volar con honores y
prefirió seguir siendo una eminencia en la opaca penumbra del bachillerato
almeriense de La Salle (Rafael Velandia). En música tenía la Escuela como
profesor un gemelo del Francisco Salinas amigo de Fray Luis de León, de
excelencia que a ellos sólo les parecía normalita (H. Félix).
Todo un ejemplo, esta
Escuela. Pero una
isla en medio del océano.
Los profesores que
España tenía y tiene
en su bachillerato y los de la universidad
eran y siguen siendo todos advenedizos.
Ninguno está preparado oficialmente para ejercer como docente. No existe en el
ordenamiento nacional esta profesión. Se llaman profesores, pero no profesan su
carrera. Son químicos físicos, filólogos, etc. arrimados a la docencia. Con
frecuencia, refugiados del temporal laboral o huidos de puestos que no consiguen.
Su refugio: la docencia.
Por casualidad, como el burro flautista, el filósofo, por ejemplo, metido a maestro de bachilleres, toca la flauta y hasta enamora a sus alumnos y despierta a en ellos el Platón o el Aristóteles con el que les han nacido. Pura casualidad o nativa buena disposición personal del profesor no preparado para serlo. En pedagogía, todos adanes, primeros hombres, “cada maestrillo, su librillo”.
Ha habido centros que justificaban en parte el precio que
pedían por su existencia con recursos de urgencia, dignos de elogio, eso sí. Parches, aunque eficaces. En uno de ellos –por
ejemplo, en la Institución Educativa SEK-, se propuso a los profesores que
quisieran el someterse al examen serio de
tres manuales de didáctica punteros. Habrían de dominarlos. Salvar el
examen tenía una muy apetecible compensación económica. El resultado inmediato
fue que los profesores de esos centros hablaban el mismo lenguaje didáctico, lo
que era mucho, y coincidían en unos sólidos elementos, que no les había
enseñado ninguna Escuela del Profesorado.
La descripción de este nublado nacional puede alargarse y es
conocida. Los políticos la pretenden atajar con dinero, sobre todo, y con leyes
que disparan sin apuntar donde precisamente vuela la pieza. Pólvora de más.
Ruido y humo que no deja ver.
El paso de los días
Educación: la “cuestión
crucial”
1. El paso de los días nos invita a asomarnos desde los medios de comunicación, sobre todo escritos, a la realidad y para detenernos en aquellos que de un modo u otro se refieren a la educación en nuestro tiempo. No han sido pocos los medios que, en las últimas semanas, han abordado el tema educativo desde una u otra perspectiva. Unos –los menos- siguen creyendo que la educación como camino hacia una utopía en la que el horizonte de los valores (verdad, justicia, libertad, trascendencia, honradez, diálogo) siguen siendo las grandes metas educativas, aunque sean cada vez más difíciles de lograr; otros se detienen sobre todo en los obstáculos que pueblan el camino de la educación y de los pocos frutos que logra esta al tener que actuar sobre una realidad abrupta y dura. Otros, finalmente, muestran un visión negativa ante la educación actual porque o no se ponen los medios (económicos y humanos) o, aun contando con estos, se usan a partir de modelos periclitados. Ello merma o imposibilita una educación de calidad, meta de todo centro educativo que se precie de tal. La conclusión general es una visión pesimista de la educación, esa acción que, sin embargo, ocupa a cientos de miles de educadores, en la que se emplean millones de euros y que constituye la vida diaria de millones de alumnos. Esta última dimensión, la de la eficacia y la calidad de la educación, sobre todo a raíz de las evaluaciones externas de nuestro sistema educativo, es un asunto reiterado y casi siempre utilizado como termómetro para medir la temperatura (léase eficacia y excelencia) de la educación. Y esto a muchos les parece preocupante.
2. Últimamente han
coincidido no pocos medios en destacar, dentro de ese conjunto de piezas integradas que es la
educación, la figura del profesor. O la del docente. O la del maestro. Pareciera
que hubiera pasado una larga época en la
que, habiendo insistido en el
protagonismo del educando, hayamos desconsiderado la figura del educador.
Parece como si algunos descubrieran que buena parte de los males educativos –y
pedagógicos- han estado motivados por la
marginación del maestro como figura
central del proceso educativo. Y quieren recuperar esa figura. En realidad no habría
nada que recuperar. Si estudiamos a fondo la historia de la educación hemos de
reconocer que en todo proceso llamado educativo, aunque sea el más libertario
y carente de autoridad, aquel en el que
el educador renuncia a su autoridad de
adulto en beneficio del grupo de alumnos (léase A. Neill y otros más radicales)
el educador está presente, porque aunque uno lo pretenda “no es posible no
educar”.
Pero volvamos a la actualidad del profesor. En alguna
entrevista reciente se hace hincapié en la
preponderancia –casi en el dominio absoluto- de la tecnología en el aprendizaje y en la educación y, por el
contrario, la disminución, cuando no la
ausencia monda y lironda, de la filosofía y del pensamiento en la
educación. “Sócrates jubilado” es un
breve pero enjundioso artículo del mexicano Juan Villoro, que publicó El País
el pasado 10 de octubre. En él, entre otras cosas, critica la tendencia
de occidente a perder las humanidades en el plan de estudios. O a concederles
una importancia tan exigua que, en esa situación, ellas mismas se degradan. Occidente,
dice, no pretende matar a Sócrates (como hizo Grecia en su tiempo) sino jubilarlo: “Japón acaba de proponer un
severo recorte para las carreras de humanidades y España se ha sumado al
pragmatismo que elimina la enseñanza obligatoria de filosofía y valores éticos
en secundaria y bachillerato”. Esta tendencia en la política educativa ha desterrado sin querer la figura del profesor
o del maestro, porque en las tecnologías es más fácil ir directamente al objeto sin necesidad de pasar por la mediación del sujeto. Ayudar a
que los alumnos aprendan a manipular es
muy diferente de que los alumnos aprendan a pensar o a descubrir el sentido…
3. Pero ahora se dan cuenta algunos de que la figura del
profesor es vital para una recuperación de la educación, tanto de su sentido
como de su calidad, que viene a ser lo mismo. Preguntado el omnipresente
J. A. Marina en una reciente
entrevista en la prensa sobre “¿hacia dónde
debe ir según usted la figura del docente?”, el profesor responde: “Creo
que nos encaminamos hacia un protagonismo del docente, considerado como
‘experto en aprendizaje’, porque hemos entrado precisamente en la edad –o
época- del aprendizaje, en la que todos vamos a tener que estar aprendiendo a
lo largo de toda la vida. Y es en la escuela donde tenemos que enseñar a ser
‘buenos aprendedores’”. Y luego, al final, ante una nueva pregunta sobre la
“reforma más crucial” que necesita hoy la educación española responde que la
reforma “más crucial” es “aceptar lo que nos dicen todas las investigaciones
sobre reformas educativas que han tenido éxito: que los docentes son la pieza
esencial. Hay que ayudarles, apoyarles y exigirles”. Y sobre la exigencia del profesorado no es
nueva la idea, tampoco en el pensamiento de Marina, de que los profesores
deberían ser buscados entre las mejores y más excelentes cabezas de nuestros
universitarios.
Algunos, que hemos
proclamado las ventajas de la pedagogía de la Escuela Nueva y movimientos
posteriores, que ponían en el centro de la educación al niño, pero que nunca
hemos dejado de creer también en la centralidad del educador, nos alegramos de que se reconozca que la recuperación de la figura del profesor - del educador o del
maestro- es la cuestión más crucial
de nuestro sistema educativo. Ello significa que quienes han evaluado a fondo la educación se han dado cuenta de que hay muchas capacidades y no
menos competencias que, aunque sean tarea irrenunciable del alumno, no podrán
adquirirlas sin la ayuda necesaria del profesor. Y eso si se le considera, como
el profesor citado, sólo como favorecedor del aprendizaje. Aunque bien mirado, la vida también es
aprendizaje y quizás es la cosa más
importante que no puede aprenderse sin la ayuda del maestro.
Porque da la impresión de que lo que se busca en educación
(excelencia, eficacia) tiene que ver mucho con los “fines concretos e
inmediatos”, por más necesarios y consistentes
que estos sean. Y que se puede uno deslizar por la fácil pendiente del
olvido de los “fines de últimos”. No está de más, para terminar, recurrir a
nuestras raíces lasalianas -aunque pueda parecer no del todo coherente con el
resto del artículo- y recordar que en nuestra
pedagogía han estado siempre presentes, junto al alumno, estas dos
prioridades: el maestro y los fines últimos. Sobre el primero baste recordar
aquello de las “Doce virtudes del buen maestro”; sobre lo segundo, esta frase de nuestro Orizana, que tan bien
recuerdan algunos de sus directos discípulos: “Para llegar a nuestros fines más concretos nos hace falta en
educación, ante todo, ideas generales, fines últimos”.
Llegados a este punto podríamos decir que hay fines
inalcanzables desde la sola estatura del alumno. Se necesita de la presencia –alta
e iluminadora, humilde y fecunda- del
maestro.
TEÓDULO GARCÍA REGIDOR
Maestro. Profesor del Centro Universitario La Salle
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
CUMBRE DE ORO DE LA
AMÉRICA ESPAÑOLA
Mujer cerebro, corazón y
voluntad, “décima musa” de Méjico
Mujer cerebro, corazón y voluntad, “décima musa” de Méjico y de la América Española en el siglo de Góngora, de Quevedo y de Calderón de la Barca y no menos que ellos.
Mujer cerebro, corazón y voluntad, “décima musa” de Méjico y de la América Española en el siglo de Góngora, de Quevedo y de Calderón de la Barca y no menos que ellos.
En Madrid, a mitad de camino
entre el templo de Debod y la cervantina plaza de España, Sor Juana Inés de la
Cruz tiene una estatua bien plantada y merecida. En la mente de todo profesor
de literatura española que no lo sea de mero oficio, hay levantado un altar
para su veneración como poetisa, como mujer y como gloria de Méjico y de España
en América.
Es de suponer que en la petición
de perdón del papa Francisco por la obra de España en América, no entraría pedirlo
por el imperdonable exceso de talento, de cristianismo y de estilo español de
esta monja jerónima.
Viene al mundo a doce leguas de
Méjico capital, en la aldea de San Miguel de Nepantla, el año 1651. Desde pequeñita lee mucho, observa y
reflexiona. A los trece años la encontramos
en la capital, en un ambiente de alto estilo, como dama de la virreina
de Nueva España.
No cabe en humano juicio
donde nació la Orden de San Jerónimo.
|
En una singular ocasión, antes de
optar por la vida religiosa, un tribunal de 40 eminentes profesores examina a la hermosa jovencita, que sorprende
a todos. “No cabe en humano juicio creer
lo que allí se vio”, afirma el virrey de Nueva España.
A los 15 años ingresa en un
convento de carmelitas descalzas. La enfermedad le hace retirarse del noviciado
teresiano sin acabarlo. Pero, cumplidos los 16, opta por las monjas jerónimas,
orden muy querida de los Austrias y muy española, hecha a su medida por cuanto
en ella no va a encontrar trabas para sus estudios, podrá escribir y celebrar
encuentros y relacionarse dentro y fuera del monasterio con el mundo del
pensamiento y de la cultura.
Ya por entonces sus cualidades intelectuales
de mujer sagaz, experta en teología, en
literatura y en música y sus asombrosos
conocimientos científicos corren de boca en boca.
Su actividad intelectual desde el
monasterio es intensa. Su celda se
convierte en un poderoso foco de la vida
social, religiosa y cultural de Méjico. Se la consulta y se la escucha. Se
la busca y recibe correspondencia de América y de Europa a la que responde.
Por eso, través de su obra
podemos asomarnos a la bullente vida del
Méjico de finales del siglo XVII, a sus gustos y costumbres. En el gráfico
histórico de aquella media centuria su alma es una cima y su estilo un alto
faro.
Lleva su vida religiosa con dignidad
y hasta con heroísmo. Cristiana cabal y consecuente, dos años antes de morir se
desprende de los 4.000 volúmenes de su biblioteca para atender a los pobres y asiste
a sus hermanas de religión atacadas por la peste. Contagiada, muere aún joven
una mañana de abril de 1695. Entra en la Gloria.
CUR
Maestro. Profesor de Lengua y Literatura
Emérito UCJC
Maestro. Profesor de Lengua y Literatura
Emérito UCJC
Fui peregrino de Roma, del Camino de
Santiago, de Tierra Santa, en las tres ocasiones mis pies, peregrino de la Luz.
Al poco de nacer, se me dio una antorcha
encendida, sin merecerla ni pedirla siquiera, y con el nacimiento, una noche
oscura que cruzar. Con aquella (con la llama) y con esta (con la noche oscura)
me tenéis de camino, peregrino. A la espalda, un hatillo de esperanzas, de ilusiones
y de felices recuerdos, poco o nada más.
Me precede mi perro, que llamo Estilo. Él me abre paso.
CUR
Geografía
de lo sagrado
2. El templo románico, misterioso seno de Dios
Entro
en el interior de un templo románico. Me es fácil ver en este recinto sagrado
el singular espacio que me lleva a pensar en el seno maternal de Dios: nos
encontramos techados por arcos circulares y bóvedas bajas de medio punto,
encerrados entre sólidos muros de piedra –la piedra tiene algo del poder de
Dios-, instalados en una penumbra misteriosa casi oscuridad, rodeados de
silencio…
¿Se
ha querido crear, con muros que fortalecen los cuerpos y las almas, un espacio
sagrado que recuerde el vientre del cetáceo en el que se mantuvo vivo el
profeta Jonás por tres días? Me quedo a solas con Dios, Él, Todopoderoso, y yo,
insignificante criatura, pero suya: un embrión, un feto, un hijo de Dios por
nacerle para su vida eterna. Me impresiona pensarme invadido por el santo
líquido amniótico de la Divinidad. Ciertamente este es un sacro espacio
maternal. Aquí soy como Dios me ve, no el que persiguen los ninivitas ni los
compañeros de la mar de Jonás. Yo soy el auténtico yo que soy y quiero ser. Soy
como Dios me ve.
Vivo
de Dios, me tiene en su seno, aquí me alimenta su ser de Madre, crezco, me está
gestando, voy tomando la forma de la Divinidad, me preparo para saltar, de esta
antesala de la mansión eterna, una dependencia anterior, a la Vida Eterna, al
mundo inimaginable de la Luz de Dios.
Dios
está en cinta de mí. La gestación en el templo románico se adensa. Me abandono
a la presencia de Dios. He de dejarme crecer. Él lo quiere. Callo. Guardo
silencio. Me lo ordeno a mí mismo recitando por lo bajo el versillo de los
trenos de Jeremías: Bonum est praestolari
cum silentio salutare Dei (Tre 3,26). De seguido me lo repito en castellano
literal: Bueno es esperar en silencio la
salud de Dios.
¡Silencio!
Silencio de piedra, de gestación divina, oración, solidez románica.
CARLOS
URDIALES RECIO
Maestro. Ciencias religiosas. Univ.
Lateranensis
Diciembrerías navideñas
·
Iba la Virgen, ingrávida de Dios, a la fuente, por
agua, en Nazaret, como de costumbre. ¡La curva de su vientre, qué divina! No
era una blasfemia: los ojos más limpios veían en aquel vientre el mismísimo perfil
de Dios.
·
Profesores de religión: no intentéis explicar a
vuestros alumnos lo que es el Adviento: haced que canten las antífonas mayores.
·
Nazaret con unos cientos de vecinos en su censo y
a primeros de diciembre ya no cabía un alma. Dios había dado permiso general de
ausencia del Paraíso y era forzoso tropezarse con las alas de los ángeles que se instalaron ya en la ciudad para
escoltar a la Madre de Dios que sabían ellos que iba a marchar a Belén a dar a
luz.
·
En
adviento, todos peregrinos.
- ¿A dónde va el estudiante?
- Soy repetidor empedernido, pero a Belén a doctorarme
en Belén.
·
¿El Niño Jesús les escribió a los RR.MM.? ¿Les
había pedido precisamente oro, incienso
y mirra? ¿O fue cosa de los Magos?
·
Un paje de los Magos que quería halagar a San
José: ¡Enhorabuena, Patriarca, no puede negar que el Niño es su hijo, clavadito
a su padre! San José oscila su varita de patriarca de oriente a occidente y
calla como un pesebre de piedra.
· El Emperador Augusto, el del edicto universal de
empadronamiento, muy emperador romano y bien servido de fieles y de esclavos,
pero ese año, el primero, de estreno, se quedó sin Navidades, ni turrón de
Alicante ni mantecados de Antequera hubo en su mesa.
·
Una hermosa paloma sobrevolaba la caravana Nazaret-Jerusalén-Belén.
Su vuelo daba seguridad, plenitud y gloria a los viajeros.
-
¿Es de
ustedes la paloma?
-
Particularmente
de Ella -dice José, mira a su Esposa y le pone mayúscula a la paloma-, pero la Paloma es de todos.
·
Los Evangelios no lo dicen, pero los Magos dejaron
a la Sagrada Familia un viaje pagado en
oro al extranjero. San José dijo que a Egipto.
·
En Egipto la Sagrada Familia entró sin papeles.
·
El Vaticano no es tan rico ni tan poderoso. De
serlo, al canto del gallo de la Nochebuena, los móviles del mundo recibirían un
villancico de Lope, música de Tomás Luis de Victoria y pinturas de Fra
Angélico.
CUR
EL INSIMISMAMIENTO ESPAÑOL,
DE ORTEGA
La
empresa de una América tan grande y el revuelto orden cristiano de Europa con
la Reforma le habían exigido a España una
tensión que habrá que calificar de máxima, incluso de excesiva. Hubo que
aplicar todos los recursos materiales, en riquezas y trabajos; los
espirituales, en personas y situaciones nuevas y difíciles, que asumir y
recrear para el mejor logro del enorme empeño.
España se puso al frente de la Contrarreforma y combatió la Reforma protestante. Afirmó y reafirmó
valores propios en esta lucha, y eso no era malo, pero cerró los ojos y no
recogió en ese momento lo que de enriquecedor traía la Reforma, no quiso ni
verlo, se ocupó en combatirlo. Tampoco le era fácil hacer otra cosa. Lo leímos
en José Luis López Aranguren (Catolicismo
y protestantismo como formas de existencia, Revista de Occidente, Madrid,
1963): en luchas como estas nos desequilibramos, exageramos nuestras razones y
mermamos y nos privamos de las del adversario. Hay que pensar con Hegel que la
“síntesis” vigorosa y fecunda suele
salir de una previa “tesis” viva contrapuesta a su sana “antítesis”, también
vigorosa.
España
vivió la Reforma y la usó como razón de Estado.
Para
Ortega en el siglo XVII España se “tibetanizó”. Ortega exageraba, pero apuntaba
algo certero. De 1600 a 1650 España se cerró en sí, se volvió hermética para lo
que le venía de fuera, incluso de América y de su Imperio. Salvo excepciones individuales, que se esforzaron en mantener su
mirada de águila sobre España y su papel en el mundo, y en cumplir su deber en
su propio campo, los distintos grupos sociales vivieron en un permanente e infecundo fuera de juego, en una
marginación de lo que la esencia de España reclamaba desde su misma entraña.
El
hecho de la Revolución Francesa del siglo XVIII, que sacude los cimientos del
mundo civilizado y esparce en él los gérmenes de disolución del liberalismo, no
crea en nosotros anticuerpos adecuados sino depresión nacional, escepticismo y
desgana, en definitiva, decadencia. La política va a ir en España por un lado y
la realidad socioeconómica por otro. En toda Europa a los planteamientos
liberales se les rebaja y contrasta con esquemas propios que evitan la
disolución. Nosotros no creamos anticuerpos, rechazamos de plano los
planteamientos liberales y así no supimos ver que la Liberté,
égalité, fraternité de la
Revolución Francesa no eran sino principios nuestros por católicos “que se
habían vuelto locos”; en el fondo, puro Evangelio, cosa muy nuestra.
El
siglo XIX se inicia con la Guerra de la Independencia. La invasión francesa y
la debilidad de los Borbones liquidan en España la idea de Estado. No entran en guerra en 1808 dos Estados,
sino un Imperio, el francés, y un pueblo, el español. El pueblo espontáneo que
se levanta en armas por su independencia es un pueblo abandonado por el Estado.
Las posteriores luchas del siglo XIX entre legitimistas y revolucionarios,
progresistas y conservadores, liberales y tradicionalistas no cuentan con el
Estado.
En pie
y enfrentadas aparecen en este siglo las
dos España, de que aún seguimos hablando hoy. Y se pensaba que la
inestabilidad establecida era un puro problema de técnica política, que habría
de resolverse mediante nuevas Constituciones y turnos de partidos en el poder.
Empeño vano. Fuera de juego.
No hace
aún el siglo, el advenimiento de la
República en 1931 fue la gran ocasión de primavera de poner a España en pie
y en el camino de su mejor Historia. El fracaso fue total. El Alzamiento
Nacional hizo que no terminásemos en República popular de Rusia y que no se
cumpliera entonces el eslogan del 1934-36: "Hay
que acabar con Dios y con la España de hoy".
La
España ensimismada del XVII ha dado en la
España que hoy necesita cirugía, mesa de operaciones. No precisamente
sables, sino bisturí inteligente. El “cirujano de hierro” de Joaquín Costa hoy no resolvería nada si no se logran tres
cosas: 1. Devolver a los ojos de los españoles su capacidad de mirada de águila
hacia el futuro; 2. Organizar el Estado (que vuelva el Estado a su definición
de “Sociedad organizada”, y 3. Actuar desde las realidades sociales y
nacionales históricas, presentes y de futuro.
Pero
este ya es otro tema.
RAMIRO DUQUE DE
AZA
Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento
Bachillerato
Internacional
París, ciudad de la luz
Hoy en día, las relaciones sociales entre jóvenes de barrios marginales como los que habitan la Banlieue de París no tienen parangón con las fuertes conexiones
que las redes sociales del mundo de Internet proporcionan a jóvenes de todo el planeta. Alguien ha dicho que los
terroristas actuales, de procedencias culturales, económicas y sociales muy diversas, han creado la Europa
compacta que nuestro continente no ha sido capaz de crear. O más aún -diría yo-, han creado su antítesis:
la Europa del odio, la frustración y la venganza, contra la
cual, aun siendo minoritaria, es sumamente difícil
luchar. A su sistema operativo, de amplísima base logística en Internet, se conecta un caudal humano que, por métodos infernales de adiestramiento mental, ha logrado
traspasar su última frontera, el instinto de
conservación. Creado el terrorista
suicida que se inmola en nombre de un dios
tan perverso como falso, y activada una poderosa red de financiación y tráfico de armas, manejada por
grupos y países sin escrúpulos a los que mueve la codicia o el fanatismo irredento,
poco pueden hacer ya los ciudadanos de Europa, sus gobiernos y sus fuerzas de
seguridad, sumidos también en sus propias hipocresías y contradicciones, cuando no en la ciénaga de la injusticia y la corrupción. Siempre habrá un cauce criminal para que
las armas, que no deberían venderse ni fabricarse,
alcancen el último peldaño del terror.
El 11-S de 2001 supuso un
punto de inflexión en la historia de la
humanidad. La globalización del terror, en estrecha y
diabólica conexión con la globalización tecnológica de última generación, podría ser nuestro principio del
fin. Ante la magnitud de la amenaza, no me parece demasiado acertado que se
haga hincapié en comparar la actitud patriótica de los franceses con la de los españoles: los franceses, cantando supuestamente al unísono su himno nacional, La Marsellesa, mientras desalojan cívicamente el Stade de
France, y los españoles tan divididos, tan
enfrentados entre sí.
Sólo dos observaciones a esto último.
Aunque quisiéramos, los españoles no podríamos cantar un himno nacional
que carece de letra (las que crearon Marquina o Pemán no sé si las conoce alguien o si se
atrevería hoy a entonarlas). Pero quizá sea mejor que no podamos cantar nada, porque si alguien
tiene interés en descubrir la letra del
pegadizo himno nacional francés, escrito en medio del ardor
y el trasiego revolucionario -1792-, al albur de guerras patrióticas de fronteras, podrá
encontrar perlas como ésta en su estribillo: "¡A
las armas, ciudadanos!...¡Que una sangre
impura abreve nuestros surcos!". O dicho con más precisión: 'que la sangre impura enemiga corra por nuestros arroyos
para que beban de ella y sacien su sed nuestro ganado y nuestros rebaños'.
A la ciudad de París quizá sirva de consuelo recordar el
lema que luce su escudo, 'Fluctuat nec mergitur',
es decir, la ciudad 'es batida por las olas pero no se hunde', afirmación que puede parecer a estas alturas un tanto ilusoria, tras
décadas de marginación y envenenamiento social. Las escenas más trágicas del 13-N de 2015
tuvieron lugar en la sala Bataclan de París. Al saber que esta sala
estaba situada en el Boulevard Voltaire, por un momento pensé en el cruel sarcasmo que suponía que un suceso tan espantoso se produjese en un lugar
dedicado a quien había escrito -justo es
reconocerlo- con tanta lucidez sobre la tolerancia. Pero esa luz que iluminó -más o menos- el siglo llamado de
las luces y el París conocido como Ciudad de la
Luz parece hoy casi del todo apagada.
ANTONIO PEREGRÍN LÓPEZ DE HIERRO
Ingeniero
de Caminos
MODERNA Y FELIZ FORMA
DE REFLEXIÓN DE LA MAÑANA
DE REFLEXIÓN DE LA MAÑANA
Poco hemos podido
saber de Jesús Cotta. Que es de
Cártama, Málaga; nacido en 1967, licenciado en filología clásica y profesor de
griego y de filosofía.
Pero nos ha llenado de grata sorpresa y de noble alegría, al tropezarnos en internet con la página que sigue, el comprobar que la REFLEXIÓN LASALLANA, que venimos considerando en nuestra Escuela de Vanguardia como un “género educativo al servicio de la orientación personal" (y así la hemos practicado en los centros de la Salle y en otros de gran prestigio, como los de la Institución Educativa SEK), tiene en él una vanguardia que practica con expresión nueva, vigorosa y muy feliz.
Habría que condecorar a Jesús Cotta, que se revela con esta creación suya como un educador genial, innato, de raza. Da en la misma diana que La Salle en su siglo XVII y, quizá sin tener noticia de la fuerza creadora de la pedagogía de este santo educador y, en concreto, de la REFLEXIÓN DE LA MAÑANA que La Salle pensó para sus escuelas.
Pero nos ha llenado de grata sorpresa y de noble alegría, al tropezarnos en internet con la página que sigue, el comprobar que la REFLEXIÓN LASALLANA, que venimos considerando en nuestra Escuela de Vanguardia como un “género educativo al servicio de la orientación personal" (y así la hemos practicado en los centros de la Salle y en otros de gran prestigio, como los de la Institución Educativa SEK), tiene en él una vanguardia que practica con expresión nueva, vigorosa y muy feliz.
Habría que condecorar a Jesús Cotta, que se revela con esta creación suya como un educador genial, innato, de raza. Da en la misma diana que La Salle en su siglo XVII y, quizá sin tener noticia de la fuerza creadora de la pedagogía de este santo educador y, en concreto, de la REFLEXIÓN DE LA MAÑANA que La Salle pensó para sus escuelas.
08
noviembre, 2015
Sevilla, 8
nov (EFE).- El escritor Jesús Cotta, profesor de enseñanza media, ha publicado
bajo el título de "Comentario" (Isla de Siltolá) sus aforismos, un género al que ha aficionado a sus alumnos, ya que
cada lunes les escribe en la pizarra una máxima de un clásico y, cuando se le
olvida, ellos se la reclaman.
"Desde que empecé mi trabajo como profesor, hace
ya veintitrés años, inauguro cada semana de clase escribiendo en la pizarra una
máxima o frase célebre, que siempre procuro que sea esperanzadora, iluminadora,
que abra caminos en vez de cerrarlos; a los adolescentes les encantan las
máximas cargadas de mensaje", ha explicado Cotta a Efe.
La afición
es tal que, ha asegurado el escritor y profesor, "algunos incluso se han
llegado a tatuar algunas de esas frases, de lo mucho que les han gustado".
"Ellos han alimentado sin saberlo esta afición
mía a escribir aforismos y me han confirmado en mi propósito de que, por muy
buena que sea una idea mía para un aforismo, no lo puedo dar a la luz si un
adolescente no lo puede lucir con orgullo y sin vergüenza mía en un
tatuaje", ha añadido.
Autor de
"Rosas de Plomo", el reeditado ensayo sobre la amistad entre el poeta
Federico García Lorca y el fundador de la Falange, José Antonio Primo de
Rivera, Cotta ha asegurado que tiene "el defecto de no soportar el
pensamiento fácil y tópico".
Por ese
motivo, sus aforismos buscan "todo lo contrario de esas tontadas del tipo
'Sé tú mismo', 'Lo importante es ser auténtico y fiel a ti mismo' o 'No me
arrepiento de nada'"
Aunque ha
advertido que tampoco está dispuesto "a disparar contra cualquier cosa con
tal de lograr una frase ingeniosa a toda costa; siempre me ha disgustado la
gente que pone su agudeza y su ironía al servicio de pasiones innobles o para
ridiculizar a la gente o para estropearnos las alegrías, las esperanzas y las
ilusiones".
"Mis aforismos tienen vocación de estrella para
la mano del niño perdido en el bosque", dice.
Así, no ha
buscado "un libro de frases ingeniosas, sino una guía filosófica de lemas
íntimos, con mucho de espiritualidad y nada de autoayuda; ojalá que al menos
uno de mis cometas guíe a alguien en la noche de su vida y que al menos una de
mis cometas alegre sus días".
La del
potencial tatuaje es una de las pruebas a las que somete a sus aforismos antes
de darlos por buenos, la otra prueba la denomina "de la secta":
"Si una secta adopta un aforismo mío como máxima y deja de ser peligrosa,
el aforismo vale la pena; y si un adolescente se lo puede tatuar en el brazo y,
cuando sea mayor, se lo puede enseñar con orgullo a su hijo, también".
Cotta ha
considerado que "el gran peligro del
aforista" es "dejarse
engatusar por los fuegos de artificio de los juegos de palabras, por las
combinaciones ingeniosas, por el morbo del francotirador, caiga quien
caiga".
Y para
facilitar su lectura a los más exigentes, los ha clasificado por temas, según
sus propios intereses -la poesía, la muerte, el cuerpo, Eros, la verdad, la
mentira, el dolor, la alegría- como si se tratara de "islas agrupadas en
archipiélagos".
El título de
"Cometario" se debe a que, como escritor, Cotta dice sentirse
"como si estuviera en la misteriosa Nube de Oort, de donde vienen los
cometas", y porque cree que sus aforismos son "como esas cometas que
los vientos más alegres elevan y los niños llevan por campos abiertos y
soleados: unos cometas para guiar en la noche y unas cometas para celebrar la
luz y la vida".
Cotta se ha
atrevido a espigar unos cuantos de su libro: "Con amor el sacrificio cuesta menos,
pero vale más"; "Finja o no el poeta, el poema no puede ser
fingido"; "Sobre mi cabeza, solo el cielo; a mis pies, toda la
Tierra"; "La inspiración no se merece ni se trabaja. Te llama si
estás ahí" y "Escribe borracho y corrige
sobrio".
¿QUÉ PASA CON LA PERSONA SANTA
CUANDO SE MUERE?
Si esta fuera una pregunta del catecismo, la respuesta
inmediata sería: que entra en el cielo a vivir y a disfrutar eternamente de la
compañía de Dios. Podríamos ratificar la respuesta con el pasaje del evangelio
de Mateo, aquel que dice: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del
Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y
me disteis de comer…”.
Hoy día tenemos experiencias antropológicas que nos hacen
dudar seriamente de semejante suerte del fiel difunto tras su fallecimiento.
Sabemos que en vida mi cuerpo y mi alma están tan unidos que constituyen el ser
humano que soy yo. Tanto monta el uno como la otra. En el nacer, en el
desarrollo y en el envejecimiento de mis facultades mentales están siempre
presentes los dos interactuándose. Y pasa otro tanto en las enfermedades. Y en
la muerte ¿va mi alma a quedarse no sólo intacta, sino hasta mucho más
potenciada que antes en vida para
convertirse en sujeto de la visión y de la fruición de Dios en el cielo? La
doctrina oficial de la Iglesia nos declara que así será, aunque el alma del
santo tenga que esperar a la resurrección de los muertos para que su felicidad
aumente intensivamente de gozo a partir de la resurrección…
Este “estado intermedio” entre la muerte y la resurrección
universal que el magisterio de la Iglesia viene asegurando a sus santos
fallecidos no tiene una fundamentación bíblica ni dogmática. Pero lo que
extraña y escandaliza al hombre de nuestros días no es la falta de peso bíblico
ni teológico del dichoso “estado intermedio” del alma, sino la concepción antropológica que subyace en esta
alma del justo fallecido, un alma como la pensada por Platón, que, libre de la
cárcel del cuerpo, es capaz de volver a la preexistencia del mundo de las ideas,
como a su patria natural. Este dualismo
antropológico entre el cuerpo y el alma en el caso de la muerte contradice la experiencia común que tenemos
de la unidad de ambos en la vida cotidiana.
En estos años en que se ha impuesto una concepción unitaria
del cuerpo y del alma, muchos teólogos, al comprobar la insuficiencia operativa
del alma separada del cuerpo para elevarse a la luz y al goce de la gloria
divina y lo superfluo de una resurrección que no añade nada esencial a la
complacencia en Dios por parte de los bienaventurados, han optado por hacer
coincidir la muerte individual del fiel cristiano con la propia resurrección llevada
a cabo en él por el Dios resucitador. Por tanto, no existe para el difunto
santo ningún estado intermedio –ni una duración extensa del tiempo como cuando
vivía en esta tierra-. Tampoco existe una resurrección y un juicio universales
que pongan fin a esta historia de los hombres.
Defensores de este modelo son: J. B. Libanio, L. Boff, Medard
Kehl… Este último teólogo escribe: “Cuando el hombre entero, en cuerpo y alma,
es acogido al morir en la vida de Dios, ese mismo hombre ha resucitado ya en
ella”. Y a renglón seguido apoya la resurrección individual del hombre en la
misma muerte individual en el caso excepcional de Jesucristo: “De hecho así lo
creemos también de la resurrección de Jesús, el modelo arquetípico de nuestra
resurrección”.
Llama la atención que algunos de los teólogos de la
liberación, como Libanio y Boff, hagan suyo un modelo que no pone fin a una
historia injusta de la humanidad. Esta es la crítica certera y acertada que
hace Juan Luis de la Peña a los teólogos de la liberación que siguen este
modelo:
“… la historia, el mundo y la comunidad humana quedan sin
consumación; sugerir que se van consumando a plazos, en la consumación sucesiva
y parcial de cada historia individual, tiene todos los visos de ser un
sucedáneo y deja sin respuesta muchas preguntas pertinentes sobre el real
espesor y densidad del acontecer histórico. En pocas palabras, este modelo
adolece de reduccionismo individualista y conduce derechamente a una indeseable
privatización de la escatología, con la amortización de sus dimensiones
sociales, políticas y cósmicas.”
Volvemos a preguntarnos: ¿Qué pasa con la persona santa
cuando se muere? El problema no está en las respuestas consoladoras que nos
llegan de los dos modelos reseñados: el 1º nos promete la entrada inmediata en
el cielo de Dios, aunque sea sólo la del
alma separada del cuerpo y con la promesa añadida de que el yo del difunto
completará su felicidad celestial con la resurrección universal de los muertos;
el 2º modelo nos habla de que al morir la acción resucitadora de Dios
transformará el cuerpo y el alma de los fieles difuntos en seres humanos
glorificados a imagen y semejanza de Jesús resucitado.
El problema está en que nadie sabe cuál es la entidad
metafísica del hombre en su unidad cuerpo-alma quebrantada gravemente por la
muerte. Desde luego los dos modelos citados se pasan muy de largo en su
valoración del estado metafísico en que se halla una persona muerta. Pensamos
que Dios, el resucitador de los muertos, no actúa mágicamente sobre los fieles
difuntos. Dentro de estos presupuestos antropológicos, nosotros no debemos
medir desde nuestro tiempo la duración que transcurre entre la muerte y la
resurrección del fiel difunto. El tiempo de los difuntos no es para él como
nuestro tiempo, sino eternidad de Dios participada. La muerte y la resurrección
del fiel difunto son acontecimientos sucesivos y distintos, pero no distantes
cronológicamente. Por esto decíamos en el artículo anterior: “En el difunto
justo, al acto de morirse le sigue de inmediato el acto de ser resucitado. Al
muerto le da igual llevar un instante muerto que llevar mil años”.
Dios es el único capaz de crearnos de la nada y es también el
único capaz de resucitarnos de la muerte. Confiemos filialmente en Él y
dejémonos de introducir de matute argumentos humanos en los que
subterráneamente apoyarse, en vez de hacerlo sólo en el Dios de Jesús.
A mí me da mucha paz recordar que, cuando era “nada”, Dios me sacó de ella.
Ahora que he conocido cómo me ama y he vivido de su amor dándole algo del mío,
confío serenamente en que Él me salvará
de la muerte. No dejo de pensar que mis huesos “polvo serán, mas polvo
enamorado”, y que este mi pequeño amor será tenido muy en cuenta por el Dios
resucitador.
EDUARDO
MALVIDO
Maestro, catequista y teólogo
MATANCERO DE HONOR SOY
Matancero de Honor soy.
Mis armas son las palabras.
la indecencia y la ignorancia.
Doy mandobles a los cínicos
y a los soberbios, lanzadas.
No consigo contenerme
ante las intolerancias.
Desfacer entuertos es
mi quijotesca enseñanza
y no disgustar a nadie
es la norma de mi casa.
Si alguien me insulta respondo
con una paciencia osada.
Sé atenerme a la alegría
y pongo a la pena cara.
Practico prudencia y paz
por sensatez bien probada.
El don de la inteligencia
es para mí de oro y plata.
Amo la caballería
como caballero en lanza,
pero no mato un mosquíto
por más que me dé la vara.
Reparto luz, cortesía,
buen ánimo y elegancia.
Nada me impide apoyar
al que por pobre se agacha,
pero detesto a los tontos
que de ser tontos se ufanan.
Uso el verso cual un látigo
y empleo a la vez la farsa,
incluyendo el filo agudo
del bisturí de la sátira,
mas me atengo a la razón
sin pasarme de la raya.
Llevo una vida sencilla
y a nadie le debo nada.
Pecho abierto voy delante
con la verdad como espada.
Lo que cuenten los demás
irá en su propia demanda.
¡Matancero de Honor soy
y hombre en estado de gracia!
Apuleyo Soto
FELICITACIÓN DE CUMPLEAÑOS AL
PROFESOR
APULEYO DAVID SOTO TEJEDOR
por Apuleyo Soto
filósofo didacta
de la Helena escuela…,
para que conste en acta
necesito advertirte
unas dilectas cosas
en el día en que cumples
43 floridos años como rosas:
La primera es que primes
la educación a la enseñanza.
La segunda es que actúes
con prudencia y templanza.
un modelo ejemplar
del bien decir, sentir,
pensar y obrar.
La vida se resume
en el continuo amor.
Que te siga bonita,
profesor.
(2 diciembre 2015)
LAS
GYMNASTRADAS
Hasta ahora, en este sobrevuelo por
todos los hechos que forjaron las actuales manifestaciones gimnástica, hemos
ahondado en sus raíces, allá por siglo XVIII, y las diversas corrientes gimnásticas que surgieron
como una evolución de la necesidad del hombre de encauzar el cuidado corporal a
través del ejercicio físico y la educación a través del movimiento.
Nos
encontramos con tres tendencias o escuelas
gimnásticas que nacen en tres zonas europeas diferentes y con unas praxis
también diferentes entre sí. Serían las Escuelas sueca, alemana y francesa que estarían vigentes durante
todo el siglo XIX. Habría otra escuela, la inglesa, que se decantaría por los
deportes colectivos y por el atletismo.
Estas
escuelas evolucionarían hacia unos Movimientos
Gimnásticos con implantación geográfica más amplia dentro de la Europa
occidental, donde se plasma la Ilustración y las bases para la actual
civilización de valores humanos basados en el cristianismo y los estados de
derecho. Estos movimientos serían los del norte,
del centro y del oeste (de Europa). Se mantendrían
durante el primer tercio del siglo XX; hasta 1939. ¿Por qué hasta ese año?
En
julio de 1939, son motivo de la conmemoración del primer centenario de la
muerte de Pehr Henrik Ling, a la
sazón creador de la Escuela Sueca de Gimnasia, se celebra en Estocolmo un
Congreso de Gimnasia y una gran manifestación de práctica gimnástica; ambos de
carácter internacional. Sería la primera
Lingiada, organizada por la Federación Sueca de Gimnasia.
En
esa Lingiada se producirían intercambios de tendencias e influencias recíprocas
en
las que se diversificarían e internacionalizarían las diversas corrientes
gimnásticas. Se entraría así en el tercer
periodo de la manifestación gimnástica. El complejo problema de las
relaciones entre las diferentes corrientes entraría en un ambiente de
comprensión, aprovechamiento y asimilación de los valores más destacado de cada
disciplina.
En
esta Lingiada, con prácticas sin el espíritu competitivo de los Juegos
Olímpicos, participarían más de 7.500 gimnastas de ambos sexos y de 37 países
durante 4 días. Se desarrollarían las demostraciones tanto en el Estadio
Olímpico como en otras zonas de la ciudad. A continuación se celebraría el
Congreso Mundial, con 1.500 instructores y profesores de gimnasia de 30 países
diferentes. En dicho congreso, se expondrían los diferentes métodos y tipos de
desarrollo gimnástico de cada corriente.
Se
celebró la Lingiada en un ambiente de alegría y cooperación entre las
diferentes naciones participantes. Convivieron de la manera más pacífica
gimnastas suecos, alemanes, franceses y de otras naciones, todos ellos ajenos a
la terrible tragedia que se les iba a venir encima con el estallido de la
Segunda Guerra Mundial dos meses después.
Diez
años después del paréntesis de la guerra, se volvió a celebrar otra Lingiada,
también en Estocolmo y con el mismo formato. Participarían 14.000 gimnastas de
60 países. Dado su éxito, la Federación Internacional de Gimnasia (F.I.G.)
propuso en 1951, incluir este gran festival gimnástico en sus programas
oficiales con el nombre de Gymnastrada.
Desde la primera, celebrada en Róterdam, en 1953, se han organizado 15
Gymnastradas hasta este año de 2015, cuya sede fue Helsinki. Volvía este gran
festival gimnástico otra vez a los Países Escandinavos.
FRANCISCO
SÁEZ PASTOR
Universidad de Vigo