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115 Los niños. Miguel Delibes


                   





               LA INFANCIA DE MIGUEL DELIBES (I)

                                1924-1929. Casa, colegio y campo


El 17 de octubre de 1920 María dio a luz a un hermoso niño, Miguel Delibes.

El primer colegio de Miguel es un centro de carmelitas, que había cerca del Campo Grande, en Valladolid. Dice que guarda de él un “recuerdo bastante remoto”, pero menciona a dos de sus profesoras con algunos detalles y por sus nombres.

Yo creo que lo más alejado de mi vida actual que recuerdo es el patio y las monjas de un colegio de carmelitas, al que fui de párvulo, que estaba aquí, en Valladolid, cerca del Campo Grande, y en el que permanecí hasta los seis años.

Recuerdo a una hermana Remedios, vieja, pequeña, coloradita, y a una hermana Lucía, al revés, pálida, joven. Creo recordar que tenía un lunar y que fue por alguna causa física la primera mujer que me llamó la atención, que me atrajo; ¡fíjate que tendría yo cuatro o cinco años! (1).

Fuera de los veranos, la primera infancia de Miguel transcurre en casa de sus padres y en el Campo Grande de Valladolid. Por los caminillos del Campo Grande, entre sus plantas y castaños, de los que le llaman la atención las castañas locas, donde juega infantilmente y toma un primer contacto con la naturaleza. Se le van abriendo los sentidos y la imaginación – la vista y el olfato del suelo mojado, el oído por los conciertos de la banda de música del Regimiento de San Quintín...: “De manera que las primeras vivencias vallisoletanas están situadas en el Campo Grande, que es donde realmente pasé mi primera infancia” (2).

Además del Campo Grande, entonces verdadero campo, Miguel toma contacto con la naturaleza cuando su padre lo lleva de caza “a un monte que había por Torozos, antes de llegar a Medina de Rioseco, en la Mudarra”. Allí ve las primeras ardillas, los primeros cuervos y otros pájaros: Yo creo que mi padre me empezó a llevar al monte desde los seis años” (3).

Las salidas al campo, con el padre, continúan hasta 1929: “A los ocho, a los nueve años seguía saliendo al campo con mi padre” (4).

Antes de veranear en Quintanilla acompaña, con algunos de sus hermanos, a su padre que va de caza, bien a La Mudarra, en la carretera que llevaba a León, al monte de Valdés, a 30 kilómetros al noroeste de Valladolid, bien, a distancia parecida, en el extremo opuesto, al este de Valladolid, a mano izquierda de la carretera de Soria, entre la cuenca del Duero y la cuenca del Esgueva, la del arroyo Jaramiel, a los que llama páramos de Quintanilla y la Vega de la Sinoba, entre Castrillo Tejeriego y Villavaquerín. Miguel recuerda al mejor perro que tuvo su padre, Boby, precisamente “durante las temporadas de codorniz, en la vega de la Sinoba o en los páramos de Quintanilla”(5).

Veranea en Quintanilla de Onésimo, entonces, Quintanilla de Abajo, quizá un par de años antes de 1932. Se baña en el río Duero, que pasa por el pueblo, puede que junto al puente que inicia la carretera que de Quintanilla sale para Olivares o, río arriba, junto al molino cercano al puente.

Empero, el año que veraneamos en Quintanilla de Abajo, salvo salidas esporádicas a bañarnos o a la confitería, puede decirse que me lo pasé apostado en un balcón de la trasera de casa, disparando balines sobre los vencejos que acudían en bandadas chillonas, endiabladamente raudos, a esconderse en los aleros del tejado, donde seguramente tenían sus nidos o sus refugios (6).

Dos páginas más adelante añade que “se fueron haciendo mayores”, lo que no se hace en un año. ¿Tiene ya 12 años?: “Poco a poco fuimos haciéndonos mayores y a los doce años ya cazaba yo avefrías desde el coche, tordos y alguna que otra codorniz con una escopetilla de pólvora de doce milímetros” (7).

La Mudarra

   
JORGE URDIALES YUSTE
Doctor en periodismo. Profesor

especialista en Miguel Delibes

www.jorgeurdiales.com

(1) Cinco horas con Miguel Delibes, Javier Goñi, Anjana Ediciones, Madrid, 1985, p. 11. (2) Ib. p. 12. (3) Ib. p. 12. (4) Ib. p. 13. (5) Mi vida al aire libre, Memorias deportivas de un hombre sedentario, Miguel Delibes, Destino, vol. 638, Barcelona, 1995, p. 22. (6) Ib. Mi vida al aire libre... p. 207. (7) Ib. Mi vida al aire libre... p. 209.




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