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113 En homenaje a nuestros poetas





                         


 JORGE MANRIQUE


 

Si en anteriores publicaciones AFDA rendía homenaje a Gonzalo de Berceo y al Marqués de Santillana, toca en esta ocasión hacerlo de otro grande de nuestras letras, como aquellos también de la época medieval: don Jorge Manrique.

Amante de las Humanidades, fue también hombre de armas, combatiendo al servicio de Enrique IV de Castilla primero y de los Reyes Católicos después.

Fue su padre, don Rodrigo, maestre de la Orden de Santiago. Por las Coplas que a la muerte de este escribió, don Jorge es universalmente conocido. Aunque no fue esta su única composición literaria. En el Cancionero General se recogen muchas de sus composiciones menores, de tono amoroso unas, burlesco otras y en algunos casos con carácter doctrinal.

 

                    I

Hombre de vasta cultura

fue don Jorge, insigne autor

medieval,

que en nuestra literatura

destaca como escritor

magistral.

Aunque nunca lograremos

sextinas de pie quebrado

a su tenor,

con estas rimas queremos

rememorar su legado

con honor.


                    II

Fuese en Paredes de Nava

o en Segura de la Sierra,

do nació,

figura tan noble y brava

ser muy honrado en su tierra

mereció


Pues guerrero fue valiente,

que luchando hasta la muerte

combatió,

y hombre culto e inteligente

al tiempo que diestro y fuerte

se mostró.


                    III

Honra merece la raza

de quien a su rey sirvió,

don Fernando

y defendiendo la plaza

de Garcimuñoz murió

peleando.


Combinó en sus poesías

aires burlesco, amoroso

y doctrinal y gustó de alegorías

al estilo pintoresco

provenzal.


                    IV

No gustó la burla hiriente

que al agravio y al dolor

nos conduce;

sí al sarcasmo inteligente

que ironía y buen humor

nos produce.


No le recuerda la historia

porque otras obras menores

compusiera,

mas se honra su memoria

por la que a su padre honores

le rindiera.


                    V

Cuarenta coplas brindó

al maestre don Rodrigo

dedicadas,

y en ellas magnificó

las obras como testigo

contempladas.


Comienza considerando

la brevedad de la vida

que tenemos:

como río va marchando

hacia la mar, y enseguida

fenecemos.


                  VI

Nos hace ver la importancia

del honor y el buen hacer

al vivir,

Pues poderes y abundancia

sin duda se han de perder

al morir.


De su padre la figura

ensalza por la virtud

que mostró

y que hasta en su edad madura

y al llegar la senectud

conservó.

 

                    VII

A los grandes personajes

y prohombres de la historia

evocó,

y a su padre en homenajes

a su altura en la memoria

elevó.


De la religión amigo,

al fin el alma entregó

al Señor

el maestre don Rodrigo.

Murió tal como vivió:

con honor.


                    VIII

Toca rendir pleitesía

a quien a su padre amó

de tal suerte

que al componer su poesía

grandes lecciones nos dio

de la muerte.


Es justo que el Castellano

recuerde cuanto escribieron

sus poetas

y del más culto al más llano

valoren cómo corrieron

tras sus metas.


           

 GARCILASO DE LA VEGA

 

Son Petrarca y Bocaccio, en italiano,

Garcilaso y Boscán en suelo hispano,

grandes poetas del Renacimiento.

En su honor y en reconocimiento

de su vasta labor, no será vano

dedicar estos versos, que la mano

de este aprendiz rimó, al movimiento

que aquellos promovieron. De su mano

y en homenaje suyo, el sentimiento

de quien mirando a Dios se sabe humano.


                                                                                               

 I 
Fue Garcilaso hombre distinguido,
que, en momento convulso y delicado,
en la guerra ejercía de soldado
y en la paz estudiaba complacido.
En familia de nobles fue nacido
y de forma esmerada fue educado:
en modernas y clásicas versado
y en un gran humanista convertido.
Supo honrar su familia, y “de la Vega”
fue tenida por casta de valientes,
pues valiente fue y lúcido estratega.
Por su lealtad y esfuerzo permanentes,
quiso el Emperador premiar su entrega
y Regidor lo hizo de sus gentes. 

II
Como Boscán, Valdés o Castillejo,
gustó las formas del Renacimiento
y en ellas expresó su pensamiento
sin despreciar por ello el verso viejo.
Sabía que es buen vino el vino añejo,
que todo estilo tiene su momento .
y no pierde valor el sentimiento
porque cambien la forma y aparejo.
Trató, como renacentista,
de alcanzar de las letras la virtud
y lograr la destreza del artista.
Diestro en el arpa, cítara y laúd,
la música gustó. Como humanista,
arte y letras llevó a su plenitud.


III

Con Elena de Zúñiga casó.

Cinco vástagos tuvo de su esposa,

y otro hijo le dio Guiomar, la hermosa

amante que en sus églogas vivió.

Elisa fue el seudónimo que usó

para pintar, con rima cadenciosa

y en silva de elegancia primorosa,

a Isabel Freire, la dama a la que amó.

En Horacio o Virgilio agua bebía

para inspirar, con el mayor respeto,

sus églogas, canciones y elegías.

En octavas, tercetos o cuartetos,

con destreza el poeta componía

las bellas liras, odas y sonetos.



IV

                                                     Con los Alba luchó en Fuenterrabía,

y en Castilla contra los Comuneros.

                          Luego en Túnez sufrió daños severos:

dos heridas de lanza recibía.

Y en la Provenza hasta un foso caía

cuando al trepar subió de los primeros.

Días después y recibidos los postreros

sacramentos, en Niza moriría.

El que fue de Borgoña gentilhombre,

miembro ilustre en la Orden de Santiago

y en la Corte adquirió claro renombre,

tras el asalto aquel en día aciago

en que tanto arriesgó, del Rey en nombre,

recibió con la muerte injusto pago.


ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO

Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación 

Emérito UCJC

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