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114 Al filo del alba


         
                                         



A Ángel Benito, “Leandro” del alma,

de su émulo “Hero”, Todio ,

con el que rimé versos a dúo

en el Cádiz que iniciaba nuestro magisterio.




¡SIN HOMBRES!   ¡SIN HOMBRES!   ¡SIN HOMBRES!


La nostalgia me los quiebra

y los huesos se me astillan

por la ausencia de hombres en mi patria.


Os menciono una raza

que ve como se desvanece el horizonte de su sangre

porque le castran la luz por las raíces.


   Hubo una vez un niño, alumno de Las Ventas

y del Hermano Julián,

en el Madrid que me nacieron.

Se me regaló una Guerra con aires de Cruzada,

Y, tras ella, mi niño se encontró de pronto con los ojos

clavados en el horizonte de un poema por hacer grandioso.


Hubo de jugarse la infancia a cara y cruz

como si todo dependiera de los bíblicos cedros del Líbano

y de la estatura de los trigos de Castilla.


Había visto en su colegio cómo los hombres

engendraban el milagro

de la vida hecha flor, jardín y Paraíso,

sin más que amamantarse

con un vino de estrellas

a contrapelo del látigo de acero

y hecho ya trizas el campanario de las arpas,

que emiten canciones que las disipa el viento.


Lo bueno era marchar tras los héroes de hierro

en tropa tras la luz y el alto esfuerzo,

hombres del hacer en el pecho y fuegos en la sangre,

tan solo hombres, como Dios los hizo.


¡Y marché!

… … …


      Y ahora, tras muchos años de peregrino

me estoy quedando solo,

me estoy quedando a solas

con mis viejos recuerdos y aquel niño

al que enseñaron

con fogonazos de luz

a pedir peras al olmo y obtenerlas

sin más bordón que sus zancadas

y sin más escalera de peldaños

que tragarse mil sapos y culebras,

todo por Dios y por su Reino.


Me rió la primavera, nos rió,

y hubo auroras y formidables ríos

que rodaban diamantes

en triunfo hacia la mar

o en rumbo a los cielos de los mejores sueños:

alumnos, hombres que iban y dieron en ser joyas.

… … … ...

Pero irrumpió de pronto un crudo invierno frío

en estos pagos de golfos y rameras,

y hoy son ya pocos los hombres que a mi patria le quedan.

Multitud de los nuestros saltaron al lucero

donde les esperaba para sus testas,

con ruedas de laureles,

la fulgencia de la luz perpetua, clásica y helena.

 

Me estoy quedando solo con los muertos

en paz.

Me estoy quedando a solas

con el poso de un vino recordado,

apóstol de mil años con el método antiguo

de dar la letra y la pluma que la escribe,

labrador de una patria requemada

con antorchas de golfos y golferas.


           Me voy quedando solo,

lo mismo que los viejos almirantes

que han quedado soñando en la bahía del recuerdo,

en mi caso,

con los hombres de gozo y pelo en pecho,

los fuegos en la sangre,

los hombres que Dios manda,

los sempiternos héroes, los hombres de mi Patria.


Me nostalgia una raza

que ve como se desvanece el horizonte de su sangre

porque le castran la luz por las raíces.


¡Ayer, primavera! Hoy, sin hombres!

¡Hoy, frío invierno duro de golfos y rameras!


Yo solo pido:

tan solo hombres, como Dios los hizo.


CUR


Y llegan las sonrisas...



Hay veces que el destino

esconde las espinas de la vida.

De rosas, el camino,

aquella redimida,

en nuevas esperanzas, es nacida.


Y llegan las sonrisas

como nace la aurora amanecida

que borra con las risas,

mi vida a ti prendida,

de claveles—, la pena inmerecida.


Y otras, amada mía,

trae sonrisas de lunas y lucero

y difumina el día

en besos y un “te quiero”

y es ese el amor fiel y verdadero.


Porque es llama que arde,

no termino el poema del amor.

Que el alma salvaguarde

las huellas del dolor

y del sino amargo, fiero y traidor.


No acaba de fluir

el río que no cesa en la corriente;

tranquila ha de morir

su agua, plácidamente,

y en las rizadas olas relucientes.


Nace para el Amor

en él, el claro día del mañana

y del hoy sin dolor;

el alma se acristiana,

en la tuya hermanada, y vida gana.



ANTONIO SÁNCHEZ MONTERO

Maestro. Profesor de filosofía




HA ESTALLADO LA TIERRA

Terremoto en Siria y Turquía, febrero 2023

Tembló la tierra y escupió silencio.

Una tumba de escombro y tierra yerma

sepultó la miseria, y no se oyó.

La desgracia se ceba en la desgracia;

centenares de piras funerarias

velan entre despojos;

gritos sin voz se asoman a las grietas

sin encontrar respuesta;

ojos yertos, que ya no tienen lágrimas;

vientres hinchados de hambre y de miseria;

muchedumbres que escapan del horror,

sin saber hacia dónde ni hacia qué.


Las palabras se llenan de palabras;

que hay que vender noticias: ¿quién las compra?

Ha temblado la tierra” , “Ganó el Barça”,

Miles de muertos ya”, “Se casó el crack”...

Lo que ayer sucedió, ahora es historia;

mañana olvidaremos lo de hoy.

Para sobrevivir, ¿ser insensibles?

¿es que ya no tenemos corazón?


Me estremece pensar que sigo vivo,

zapeando entre cadáveres sin rostro,

y no siento dolor. ¿Es que estoy muerto?

¿por qué lo sufren ellos y no yo?

 

 ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO

Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación. Emérito UCJC


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