ÍNDICE PRINCIPAL
Pregón: En el año de nuestro Señor Don Quijote.
Nuestros maestros: Aforismos. La aversión a la jerarquía, iconoclastia. Eugenio d´Ors.
Nuestra Escuela de Vanguardia: Francisco
Giner y su Institución cien años después. Teódulo.
Para salvar la
educación: Europa con alas de
águila. Ramiro.
La meta de nuestra sabiduría: Puntualizaciones
(VII).La intuición.
Casicuentos: Olivia y Eugenio. Ángel H.
Alta política con
estilo: Contra la vida cómoda. Ramiro.
Soneto desde el sentimiento: Sueños
rotos. Ángel H.
Traigamos a los clásicos. El Quijote.
CUR.
Buzón teológico: Dios se hizo hombre… y a lo pobre. E. Malvido.
Afderías: Segundas quijoterías. CUR
Afderías: Segundas quijoterías. CUR
Educación física: La gimnasia
moderna. Los inspiradores II. F. Sáez.
Hemos leído: Las leyendas de María.
El rincón de Apuleyo: Cancioncilla escolar
Cartel del EP 2015.
2015
EN EL AÑO DE NUESTRO
SEÑOR
DON QUIJOTE
Hacemos el camino de Santiago
para glorificar al Apóstol patrono de España, poner a sus plantas a la mejor
Europa cristiana, medieval y humanista, y para levantar el alma de cada
peregrino al cielo de valores que nos vino a predicar el bravo Hijo del Trueno.
Los españoles, en estos tiempos
de crisis de toda especie -de valores y de dignidad, sobre todo- en este año,
cuarto centenario de la Segunda parte del Quijote, habríamos de peregrinar también
al sepulcro de Nuestro Señor Don Quijote. Ya nos convocó para hacerlo don
Miguel de Unamuno en su prólogo de la “Vida de don Quijote y Sancho”, donde
predicaba “la santa cruzada de rescatar
el sepulcro de don Quijote del poder de los bachilleres, curas, barberos,
duques y canónigos que lo tienen ocupado”.
Don Quijote es nuestro. AFDA se
habría de poner, este año con mayor fe que en otros tiempos, en marcha hacia su
figura: prototipo del español, cristiano del Creador, espejo en que nos miramos
para ver lo que somos y lo que hemos de ser, “caballero errante de los caballeros, / varón de varones, príncipe de
fieros, / par entre los pares, maestro” (Rubén Darío), etc. etc.
Hay que llevar a don Quijote a
las escuelas. Devolvérselo. Más que las matemáticas, la filosofía, las
tecnologías imprescindibles… la escuela hoy necesita leer el Quijote,
zambullirse en su quijotismo (que así se llama hoy a la profesión de los
principios morales más elevados), perderse y hasta naufragar en él (naufragar
no es ahogarse), cargarse de razones cervantinas. Es nuestra biblia. Sin ella
sabida y practicada, continuamos esclavos en Egipto, sin Sinaí ni Tierra
Prometida que nos mane leche y miel.
Se habla hoy de la marca España. «No tuvo España mejor embajador, a lo largo
de los siglos, que don Quijote» (Elejo Carpantier).
Andrés Amorós hace unos días
hacía mofa de la pedagogía moderna ya que los chiquillos españoles, en vez de leerlo
en la escuela, estudian morfemas, lexemas, sememas, y demás tontemas.
Si la escuela y la España de
todos los españoles leen este año el Quijote terminaremos comprendiéndolo todo.
La sentencia de Antonio Machado además
de clara es segura: “Leyendo El Quijote
me parece comprenderlo todo».
Comprendido todo, saldremos
adelante, vaya si saldremos. Nuestro Señor Don Quijote va con nosotros, como
César en el trirreme que zozobraba.
Aforismos del maestro Eugenio d´Ors
entre nuestros contemporáneos.
Hasta nosotros la pronunciamos en voz baja.
El maestro nos remite a una fuente de
esta aversión.
DE AYER A HOY
Francisco Giner y su Institución: cien años después
En el mes de febrero de 1915 moría en
Madrid Francisco Giner de los Ríos, don
Francisco. Celebramos, pues, este año el primer centenario de su muerte. En
el amanecer del día 18 moría en el Paseo del Obelisco de Madrid alguien que
había sido una persona decisiva e influyente en la vida educacional, científica,
cultural y política de España. Un hombre sencillo, un asceta, un radical (“cada
vez más radicales pero con la camisa limpia”, era su lema)… pero capaz de contagiar,
convencer, atraer, seducir para su causa a cuantos entraban en contacto con él:
porque él los llamaba o porque a él acudían.
Francisco Giner será recordado en los
anales del ayer por haber sido, junto a otros catedráticos de la Universidad
Central, el fundador de la Institución
Libre de Enseñanza (ILE) en el Madrid de 1876. La creación de esta obra fue
un acto de rebeldía contra el espíritu dirigista e intransigente de los
gobiernos de la Restauración, conservadores, sobre todo, y en defensa de la libertad
de enseñanza frente a los absurdos controles y limitaciones de la libertad de
cátedra de los profesores universitarios. Proyectada con vocación
universitaria, pronto hubo de cambiar sus objetivos y dirigirse a los pequeños:
la ILE se convirtió en un centro escolar privado para alumnos de Primaria y
Secundaria de la clase burguesa madrileña.
Decir Institución Libre de Enseñanza
es decir “ruptura en libertad”, “ansias de regenerar España”, crear un nuevo tipo de español, educar desde los
fines y los métodos de la Escuela Nueva a una minoría capaz de influir intensamente en la renovación de la vida
española. Su labor se conoce sobre todo en
el ámbito educacional, pero fue toda la realidad social, cultural y política lo
que Giner quiso regenerar con su Institución. Aunque Giner no quiso que esta estuviera
influida ni mediatizada por ningún principio filosófico, dogma político o
confesión religiosa. Amaba la libertad y deseaba ponerla en práctica. Y
ciertamente logró crear un centro tan libre que no dejó indiferente a nadie,
desde su fundación: ni a los revolucionarios de la izquierda ni a los conservadores
de la derecha. La Iglesia católica y los medios confesionales se empeñaron en
una continua lucha contra esta escuela que osaba llamarse laica y practicar una
clara neutralidad religiosa en la educación.
Por eso no se puede hablar de Giner
ni de su obra predilecta sin hablar de la polémica que suscitó. Para los
institucionistas la ILE fue un centro de renovación pedagógica y de vanguardia
educativa. Y ello nadie puede dudarlo si se la compara con la anquilosada
enseñanza oficial en la España del siglo XIX y comienzos del XX o con la tradicional
y rutinaria enseñanza de no pocos
centros religiosos. Tampoco se puede
dudar de las innovaciones que introdujo (en sus fines, contenidos y métodos),
del movimiento pedagógico que suscitó,
de los centros culturales y pedagógicos que creó (Junta para la Ampliación de
Estudios, Museo Pedagógico, Centro Histórico Nacional, Residencia de
Estudiantes, Instituto-Escuela…), del espíritu
nuevo que infundió en la cultura española y de la poderosa influencia
que ejerció en la educación pública en todos
sus grados; porque aquella primera ILE que quiso separarse radicalmente
del contacto con lo público, no dudó, empujada ya por su fundador, en
introducirse en todos los organismos que
inspiraban y configuraban la educación pública española. No es extraño
que cuantos extranjeros venían a visitar las innovaciones pedagógicas españolas
se encontraran, conducidos por los institucionistas, con la Institución Libre y
sus “hijas”… Y tampoco es extraño que se publicaran elogiosos artículos en la
prensa nacional y extranjera alabando la mejor representación de la educación
española del momento. De estos, sólo una muestra: el director de la Revista de Pedagogía, L. Luzuriaga
afirma que “durante largo tiempo la discreta labor de la Institución Libre fue
la única representación de los nuevos ideales de la educación española” y “la primera institución educativa digna de
este nombre” (Revista de Pedagogía,
1926, p.31).
Pero no hay que olvidar que la ILE y
su mundo, aunque de raíces religiosas arraigadas en el krausismo, era una
institución que se apartaba de los cánones religiosos y confesionales de toda
escuela española oficial. Y que fue duramente criticada por los católicos por
prodigar un modelo educativo ajeno a la tradición española y por querer imponer ese modelo en el
conjunto de la educación de la España católica. Por eso, y por sus maneras
suaves pero arteras de actuar, los católicos emprendieron una dura batalla
contra ella. La historia educativa de buena parte de los siglos XIX y XX es la
historia de la lucha de los católicos contra los insitucionistas. Aunque
ciertamente no todos los católicos.
Pero la ILE, que como centro privado
no sufrió mucho con la línea conservadora y autoritaria de Primo de Rivera, fue
materialmente laminada con la llegada de la Guerra Civil. En el periodo
franquista se borró su nombre y con él todo lo que significó y aportó a la
pedagogía española. Bien es cierto que más o menos subrepticiamente, continuó
el espíritu de la ILE en algún centro escolar (Colegio Estudio de Aravaca, por ejemplo) y que la ILE continuó
viviendo fuera de España en el recuerdo
de los Amigos y Antiguos Alumnos de la propia lnstitución, con sede en México. Pero
en España, la ILE desapareció en los largos años del franquismo.
Hoy la Institución
Libre de Enseñanza, una vez que recuperada la libertad garantizada por la
Constitución de 1978, que le ha permitido recuperar su patrimonio y su plena
capacidad de acción, vive a través de
una fundación: la Fundación Francisco
Giner de los Ríos. Su sede sigue
siendo el edificio fundacional, es decir, el creado y utilizado por Giner, su
casa y su “santuario” y también el lugar donde murió en la madrugada del 18 de
febrero de 1915. La ILE ya no es un
centro escolar, sino un centro de cultura pedagógica y de historia de la
cultura española. Es depositaria de cuanto creó y de lo que significó la
Institución en sus sesenta años de vida intensa; y sigue siendo una
organización, poco conocida pero eficaz, al servicio de la educación a través
de varios instrumentos pedagógicos.
Entre ellos, el reeditado “Boletín de la
Institución Libre de Enseñanza”, que mantiene vivo el espíritu educativo institucionista. La Biblioteca, reconstruida, y su fondo
documental, que constituyen un medio imprescindible para el estudio de la
renovación pedagógica del siglo XX. (“En
esta línea, la Fundación participa, como centro piloto, en el Archivo virtual
de Edad de Plata de la cultura española contemporánea -1868-1936-, dirigido a
preservar y difundir, a través de internet, los testimonios documentales de la
cultura en ese periodo”). Pero también sigue los pasos de la ILE de ayer,
de siempre; y lo hace a través de su reflexión sobre la relación entre cultura,
educación y sociedad; mediante su compromiso en la renovación del sistema
educativo y a través de variadas acciones pedagógicas entre las que destacan
algunas de las que la ILE fue pionera: aulas de cultura y naturaleza y colonias
escolares de vacaciones. Todo esto lo realiza la Fundación en colaboración con
otros organismos próximos ideológica y culturalmente, como la “Fundación José
Ortega y Gasset”, la “Fundación Estudio” y la “Residencia de Estudiantes”.
Moderno edificio de la Fundación Giner de los Ríos.
|
A los cien años de la muerte de F.
Giner, superando, desde el derecho a la libertad de conciencia, todo recelo y suspicacia sobre su neutralidad
religiosa o su laicismo, -de su persona como de su obra-, sería bueno
que la figura del fundador de la ILE fuera conocida y valorada por todos: por
los que se consideran sus seguidores
(institucionistas de espíritu y de corazón), para que desmitifiquen cuanto sea necesario
de su figura y de su obra, quizás idealizadas ambas permanentemente; por los
que todavía se resisten a aceptar el magisterio de Giner, sus valores
personales y la obra pionera que entonces nos legó, y por aquellos que, un
siglo después de su muerte, aún lo desconocen casi por completo.
Teódulo GARCÍA REGIDOR
Maestro. Profesor del Centro Universitario La Salle
PROPEDÉUTICA
6. PARA QUE LA EDUCACIÓN LEVANTE:
ALAS DE ÁGUILA PARA EUROPA
1950 Jean Monnet y Robert Schuman. |
Europa
tuvo hermosas alas antes de la 2GM. Fueron vencidos los nefastos, pero ganaron
la guerra los mediocres. No obstante, a los pocos años, Europa pensó en su
unidad y agitó de nuevo sus alas de águila con una serie de personalidades de
gran talla -Schuman, Monnet, Adenauer…-, que nos crearon la ilusión de la mejor
Europa, la que Juan Pablo II urgía en Santiago de Compostela a que volviera a
sus raíces. Volvía a sonreír la primavera para Europa y los mejores europeos.
Pero,
posteriormente, Europa se ha deslizado por la pendiente del bienestar en el
capitalismo, que parecía inservible, y desde él en la molicie y el materialismo
de vuelo gallináceo, hasta dar en la corrupción e incluso en el cinismo.
Nuestra
Escuela no ha apostatado de la mejor Europa y está por su mejor vuelo, a
contracorriente de su tiempo y aunque fuera la única en proponerse estos tres
puntos:
1.
Centrar al alumno europeo en su condición de
europeo, de forma que aprenda a moverse con señorío por Europa y fuera de ella,
sin que pierda la soberana libertad
interior de señor.
2.
Formarlo para el
diálogo, antesala de la verdad, del bien y de la belleza. El europeo ha
aprendido a hablar con los hombres a través de su Historia, aprendizaje que le
ha servido para buscar la verdad de las cosas y los caminos que llevan al bien
y a la belleza. Cuando quiso, supo escuchar y preguntar.
3.
Le enseña a
orientarse más que a seguir caminos previamente trazados, a encontrar el
punto exacto por donde nace la luz de las cosas y del propio pensamiento y, a
preferir las espigas que crecen al trigo molido o al pan masticado que puedan
darle desde arriba los que mandan, el Estado… o la Unión Europea.
RAMIRO
DUQUE DE AZA
Maestro. Profesor de
Teoría del conocimiento.
Bachillerato internacional
OLIVIA Y EUGENIO
Cuando, aquella mañana de sábado, Carlos se presentó en el
colegio con Eugenio, su hermano pequeño, todos los amigos se sorprendieron. Se
cruzaban miradas de complicidad en las que cada uno trataba de adivinar en el
gesto de los otros su propia sorpresa mal disimulada. Carlos llevaba de la mano
a aquel niño de andar torpe y movimientos desacompasados, que miraba con gesto expresivo
desde sus ojos achinados mientras trataba de recoger entre los dientes una
lengua especialmente grande que parecía querer escapársele de la boca. ¡El
hermano de Carlos era “mongólico”!
Todos sabían que en el barrio había otros niños como Eugenio, pero rara vez se veían por la calle. Se adivinaban guardados, protegidos en casa, cuando no recluidos de por vida en instituciones que, generosamente las menos y por jugoso beneficio las más, se hacían cargo de aquellos que nacían ‘diferentes’ y a los que la vida no habría de brindar más esperanza ni futuro que el de esperar –en general se deseaba que ocurriera más pronto que tarde- una muerte prematura. Pero el caso de Eugenio era distinto.
No extrañó a Carlos el gesto sorprendido de sus compañeros,
pues la reacción solía ser habitualmente la misma. Y habituales también, las
explicaciones.
Aquella mañana no había clases, y el grupo de amigos había
acudido a jugar un partido en las instalaciones del colegio. A la llegada de
Carlos y su hermano, todos parecieron ponerse de acuerdo: nada se oponía a
interrumpir el partido y acercarse a saludarles, aunque el gesto naciera más de
la curiosidad que del afecto hacia su amigo.
En realidad ninguno se atrevía a formular la pregunta que
corría por la mente de todos: ¿ese es tu hermano? ¿Y cómo es que lo llevas por
la calle, de la mano, como si tal cosa?
Carlos conocía bien el caso de su hermano, el problema que
había significado para la familia su llegada y el esfuerzo que había supuesto
sacarle adelante. Se sentía realmente orgulloso de lo que entre todos habían
conseguido, y quiso compartir su satisfacción con los amigos.
……………………………..
Les contó cómo se habían sentido sus padres cuando en la
clínica, apenas unas horas después del nacimiento de Eugenio, los doctores les
comunicaron el diagnóstico: “síndrome de Down”. Tecnicismos que no era
frecuente escucTodos sabían que en el barrio había otros niños como Eugenio, pero rara vez se veían por la calle. Se adivinaban guardados, protegidos en casa, cuando no recluidos de por vida en instituciones que, generosamente las menos y por jugoso beneficio las más, se hacían cargo de aquellos que nacían ‘diferentes’ y a los que la vida no habría de brindar más esperanza ni futuro que el de esperar –en general se deseaba que ocurriera más pronto que tarde- una muerte prematura. Pero el caso de Eugenio era distinto.har y que parecían un eufemismo con que suavizar el anuncio de
la desgracia que el destino había deparado al que todos conocerían desde
entonces como un niño ‘mongólico’. Calificativo que llevaba aparejados
sentimientos encontrados de frustración, repulsa y compasión.
Él tenía entonces sólo seis años, pero no había olvidado las
lágrimas mal disimuladas que brillaban en los ojos de la madre cuando le
comunicó la llegada de su hermanito. Tampoco el gesto de preocupación e
indignación contenida de su padre.
Pero Eugenio, en medio de lo que todos consideraban una mala
jugarreta del destino, había tenido la suerte de nacer en aquella familia. No,
ellos jamás renegarían de su pequeño; no estaban dispuestos a marginarlo.
Ciertamente era distinto a su hijo mayor y, por lo que decían los médicos,
nunca llegaría a caminar con la misma soltura, ni tendría la misma destreza, ni
podría recibir escolarización alguna.
Habría que pensar en algún preceptor especializado que lo estimulara
adecuadamente. Todo ello supondría, sentimientos aparte, un fuerte dispendio
económico. Lo que en su caso sí sería posible, pues la posición económica de la
familia lo permitía.
Desde el nacimiento de Eugenio –cinco años transcurridos ya desde
entonces-, todo había girado en torno a él. Cuidados médicos, peregrinaje por
centros especializados, fisioterapeuta, logopeda… Siempre en clínicas o en
casa, según el tratamiento requiriera, que centros de Educación Especial no
existían por entonces. Y el resultado estaba allí: un niño sano y risueño,
especialmente sensible, que recibía complacido el gesto amistoso y las
carantoñas de aquellos niños ‘normales’.
El partido se dio por olvidado, y el resto de la mañana se
fue en atenciones hacia Eugenio, en divertidos pasatiempos a los que el pequeño
respondía con brincos y palmadas sincronizados con esfuerzo, que todos estimaron
de agradecida respuesta. A aquel primer encuentro seguirían después muchos
otros, a lo largo de la etapa escolar de Carlos.
…………………………………..
El paso de los años fue salpicando a la familia de luces y de
sombras, de momentos de feliz sintonía frente a otros de oscuros nubarrones que
presagiaban desgracia. Puede que por la tensión acumulada y por la situación no
del todo asumida, puede que por los problemas laborales sobrevenidos, el padre
sufrió una profunda crisis de identidad que le condujo a la afición desmedida
por el juego, primero, y al consumo de estupefacientes más tarde, hasta caer en
una profunda depresión que acabó en un infarto mortal. Olivia, la madre, pasó
un auténtico calvario: el progresivo deterioro de su esposo y los consecuentes problemas de relación; la
adolescencia de Carlos, desarrollada sin
la orientación de su padre y en medio de un ambiente familiar enrarecido; y,
por si fuera poco, tras el fallecimiento del esposo, la respuesta de su organismo,
maltratado durante años: trastornos y dolencias, en algunos casos de verdadera
gravedad que, entre otras secuelas, exigieron la extirpación de la vesícula y
el vaciado de la matriz.
Pero Olivia supo mantenerse firme. Nada fue capaz de hacerle
abandonar: ni la ausencia del esposo, ni el aparente desafecto de su hijo
mayor, distante física y afectivamente, y que cargado de hijos y tras dos
sucesivos divorcios sólo parecía acordarse de ella cuando se veía acuciado por
algún apuro económico.
………………………………..
Ahora, treinta y cuatro años después del día en que Eugenio
naciera, regresaba a casa, tras una visita al oncólogo. El diagnóstico había sido claro: cáncer de mama,
en muy avanzado estado. La terapia, exigente, dolorosa y de más que dudoso
pronóstico. Por delante, un previsible calvario de fatiga, náuseas, vómitos,
calvicie, diarreas… El dificultoso ascenso hacia una cima casi inalcanzable y
la más que probable caída, en cualquier momento, pendiente abajo, haciendo
inútiles todo los esfuerzos.
Volvía a casa, y allí estaba él, su pequeño, su siempre
pequeño Eugenio. El muchacho de la inalterable sonrisa, del abrazo cariñoso, de
la inocente respuesta. El hijo por quien había sido capaz de superar cualquier
obstáculo, por quien se había esforzado todos aquellos años hasta la
extenuación, sin que jamás ello hubiera significado un sacrificio. Todo había
valido la pena, todo seguía valiendo la pena por poder seguir compartiendo con
él una caricia.
De camino a casa había tomado una determinación. No estaba dispuesta
a soportar el terrible proceso que el
tratamiento oncológico representaba. Resultaría insufrible la insoslayable
dependencia, mayor a cada momento, hasta verse imposibilitada de hacer nada por sí misma, hasta tener que ser auxiliada en
las más perentorias necesidades. Eso, ni hablar. Moriría, pero con dignidad.
Había forma de conseguirlo, y en la propia clínica le
proporcionaron el medio: unas pastillas analgésicas primero, y una fuerte dosis
de un compuesto de estricnina después. Una forma de autoeutanasia fácil de
administrar y con la que acabar de una vez aquella pesadilla. Y se hizo con dos
dosis: no podía dejar solo a Eugenio, abandonado a su suerte y a la más que segura
incomprensión. Todo el cariño que había sabido darle no podía verse sustituido
por la actitud de quienes, en el mejor de los casos, aceptarían resignados la
responsabilidad de custodiarlo, y muy posiblemente lo convertirían en el blanco
de sus frustraciones. No, no lo dejaría. Irían juntos a la otra orilla.
-¿Sabes, Eugenio? Viajaremos juntos a una hermosa playa de
arenas blancas y hermosos cocoteros; a una bonita mansión, con una enorme
piscina –cómo había disfrutado Guillermo en sus clases de natación-, y con los
sabrosos jugos de piña, que tanto te gustan, servidos a discreción.
-Sí, mamá, vamos a la playa, haz un esfuerzo.
“Haz un esfuerzo”. Esas fueron las palabras que la hicieron despertar. Un
esfuerzo, un esfuerzo más. Tantos esfuerzos realizados… Ahora no podía
rendirse. Había que seguir. Coger a Guillermo de la mano y seguir pendiente
arriba, hasta donde fuese posible llegar.
Y así lo hizo. Lo
cogió de la mano, lo acercó y lo estrechó fuerte contra su corazón. Un corazón cansado, dolorido, amenazado de
muerte, pero capaz de resistir.
……………………………………
No extrañarán al lector ni el título ni el argumento de este
‘casicuento’. La historia de Olivia y Eugenio ya fueron escritas. Su autor,
Herbert Morote, dramaturgo, escritor tardío, como él mismo se califica, pero de
exquisita sensibilidad. Confío en que tanto él como quienes accedan a esta
versión novelada, sepan disculpar el evidente plagio, realizado con la mejor
voluntad. Sólo pretende dar a conocer esta historia de ficción, reveladora del
amor de una madre coraje, en medio de la general incomprensión de un mundo desaprensivo
y egoísta. He de decir, en justicia, que hoy la aceptación social es, gracias a
Dios, muy distinta de la que encontró Eugenio el día en que sus ojos vieron la
luz por vez primera.
ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
Maestro. Psicopedagogo. Emérito UCJC
En los centros lasallanos, durante varios siglos,
al comienzo de la jornada escolar,
los maestros pedían al Cielo los dones del Espíritu Santo,
y en primer lugar el espíritu de sabiduría,
meta de su hacer y del de sus alumnos.
PUNTUALIZACIONES
SOBRE LA SABIDURÍA (VII)
7. Sin intuición no hay sabiduría
A
veces la escuela española ni toca las cosas. Salta por encima de
ellas a los conceptos. Por ejemplo: sin haber visto un río, sin cruzarlo, sin
probar si su agua está fría o caliente, se les hace estudiar a los alumnos los
ríos de España, los de Europa y los grandes de los cinco continentes. Y hasta se le da matrícula de honor en Naturales al que se los “sabe”. Se premia con ello
una cultura de pura piel, de superficie.
Pero el concepto es sólo la terminación límite (Ortega) de las cosas, da
sus orillas, la mera piel que envuelve la realidad nombrada, la fina lámina que
rodea la cosa por fuera, ya sea el río, el fuego o el ángel.
Estudiar
los grandes misterios de la vida –persona humana, arte, historia,
ciencia, familia, patria, muerte...- sin
penetrarlos, merece la calificación de estudio superficial.
Las almas salen vacía de las escuelas, tras años y años de escolaridad. Han aprendido cosas con las pinzas de los conceptos, pero no las saben –sabor que alcance a ser sabiduría- por no haberlas “aprehendido” interiormente en un esfuerzo de intuición.
Ejemplificación
didáctica
Sensaciones de las cosas / conceptos / intuiciones
Intuir va más allá del sentir
y del conocer
Se
siente el calor y el frío
y se oye el chasquido que produce la manzana al morderla. Las sensaciones las
perciben los sentidos.
Conocer es función propia de la inteligencia. Tras
percibir por los sentidos las manzanas, la inteligencia elabora el concepto de
manzana, que nos sirve para todas las manzanas.
El concepto de manzana vale |
para todas las manzanas. |
Intuir
es vivir por dentro las
cosas (piénsese en la idea de
intuición de Bergson), instalarse en la carne de su realidad, viva, palpitante.
Las realidades tienen un modo de existencia que no agota el conocimiento de los
sentidos ni su inteligencia por conceptos. Consisten en una materia-fuerza
sagrada –religiosa o no- que les hace ser lo que son en su totalidad,
superficie y entraña. La intuición es inefable. Los encantos reales de la áurea
mediócritas de Horacio los ve –intuye- Fray Luis en la vida retirada en el
campo. Compondrá a continuación una oda. En sus primeros versos -como ocurre en
todas las composiciones líricas valiosas de la literatura universal-, nos
adelanta el profesor agustino ya la intuición entera: ¡Qué descansada vida / la del que huye el mundanal ruido / y sigue la
escondida senda…”.
La "terrebilità" de Miguel Ángel se alcanza sólo por intuición. |
- ¡Ojo con las realidades supremas!, que intuirlas se consigue siempre por primera vez. En términos agustinianos habríamos de decir que precisamente por esto las hemos visto siempre y lo que se ve siempre y por siempre no puede dejar de verse siempre por primera vez, visión originaria. Nos hundimos en su realidad y no la agotamos, su intuición nos lanza a una aprehensión que nunca es exhaustiva. En esto conocemos la verdadera intuición, la que lleva a la sabiduría.
RAMIRO
DUQUE DE AZA
-Presupuestos-
CONTRA LA VIDA CÓMODA
En el primer tercio del siglo XX
por toda Europa surgieron movimientos políticos que se caracterizaron por su
tensión espiritual y por levantar ilusiones colectivas entre gentes de alma
limpia y de ojos bien dispuestos a bellos horizontes sociales. En Europa entonces era posible el entusiasmo
por metas nacionales y universales cargadas de espíritu, con horizontes de
elevación espiritual de los pueblos, ahondamiento en la propia cultura y nuevos
logros que se prometían felices para la ciencia y la tecnología. Era posible
mirar y ver más allá del mero bienestar material. Las altas metas idealizadas
colmaban las ambiciones más exigentes de la juventud de entonces.
Un filósofo finlandés le preguntó
al jefe de uno de estos movimientos políticos europeos que le diese en una
frase el sentido de la actitud de su gente: “Nosotros estamos contra la vida
cómoda”, fue la respuesta.
No contestaba la respuesta a la
pregunta del filósofo, al menos a primera vista. Pero sí revelaba una de las
actitudes que profesaba el grupo, que no quería acomodarse en nada hasta haber
logrado lo que en su ideario era ciertamente digno de un voluntarioso esfuerzo.
Los valores a los que el movimiento quería servir se profesaban con tal fuerza que se
renunciaba de antemano a toda comodidad por su logro.
La supremacía social de lo espiritual
llevaba a aquellos jóvenes a una actitud de renuncia material y aun de
beligerancia contra la vida cómoda.
Naturalmente, el Valor último al
que se sirve tiene la palaba definitiva, pero la actitud de arranque hacia metas espirituales incómodas,
permanecerá como modélica para la Historia por hacer.
RAMIRO DUQUE DE AZA
¿POR QUÉ
MURIÓ JESÚS EN UNA CRUZ?
En
estos últimos 50 años se han publicado una enorme cantidad de libros sobre el
Jesús histórico de los Evangelios. Todos sabemos que los Evangelios han sido
escritos con posterioridad a la resurrección de Jesús de entre los muertos,
acontecimiento este último que para los primeros cristianos era tan cierto como
su muerte por crucifixión. No tiene nada de extraño que en los relatos
evangélicos se hayan consignado acciones y palabras que no responden a la
realidad histórica de Jesús de Nazaret, sino que figuran en ellos en función de la fe que surgió en los
seguidores de Jesús a raíz de un hecho como la resurrección de entre los
muertos, que no tiene comparación con ningún milagro de naturaleza
(multiplicación de panes y peces, conversión del agua en vino…) ni con ningún
caso de revivificación de muertos (revivificación de Lázaro…) que los
evangelistas narran. A través de semejantes prodigios, la intención de los
primeros cristianos es afirmar en los Evangelios que ellos han sido testigos de
la resurrección gloriosa en cuerpo y alma de su Maestro, un acontecimiento que
escapa a toda posible descripción del mejor de los escritores.
Uno que
investigue solamente la historia del
Jesús de los Evangelios analiza el texto
evangélico al margen de su postura de creyente o no en un Jesús que, según los
cuatro Evangelios, ha vencido para siempre en toda su realidad humana, cuerpo y
alma, a la muerte, y se atiene a aquellos datos que ofrecen una verificación
racional. Pues bien, ese cuantioso número de libros que se ciñen a entresacar
de los Evangelios los datos históricos ciertos de la vida y muerte de Jesús
coinciden en explicar por causas históricas, entre otros hechos, el final
trágico del profeta de Galilea, su muerte en una cruz.
Los
estudiosos son unánimes en ver en el rechazo público de Jesús del modo como los judíos rendían culto a Dios en el templo de Jerusalén el
acontecimiento que desencadenó la furia condenatoria a muerte de las autoridades
del judaísmo contra el Nazareno. El Sanedrín, el organismo compuesto por los
jefes de la religión y del poder
económico, no podía consentir que el profeta de Galilea, laico y pobre,
quisiera echar abajo la columna del culto divino que el templo de Jerusalén
representaba. Es curioso observar que el relato lineal de los Evangelios
sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) sitúan el episodio de la expulsión de los
mercaderes del templo al final del ministerio público de Jesús, a pocos días de la Pascua, mientras que la
narración compleja y circular del cuarto Evangelio adelanta al principio de la
actividad pública, capítulo 2, el
enfrentamiento de Jesús con la praxis cultual en el templo de Jerusalén,
enfrentamiento que irá enconándose más y más con las autoridades judías a medida que pasa el tiempo hasta que el pus
de la hostilidad estalla cuando el evangelista Juan, en el capítulo 11, narra la “historia” de la revivificación de
Lázaro: “Desde ese día decidieron darle muerte” (Jn 11,53).
Además
del ataque llevado a cabo por Jesús contra la manera judaica de dar culto a
Dios, ¿aportan los Evangelios alguna causa histórica más que explique
razonablemente por qué Jesús murió en el madero de la cruz? Pienso que es tarea
fácil encontrar en los Evangelios dichos y hechos originales del Jesús de la
historia, relacionados con el dogma y la moral del judaísmo, por los cuales
Jesús fue también condenado a morir violentamente por los que vigilaban,
controlaban y juzgaban al pueblo judío creyente y practicante. En definitiva,
Jesús se apartó heréticamente del dogma, moral y culto –las tres columnas de
toda religión- del judaísmo de su época, y por esas profundas divergencias era
previsible que terminara su vida prematura, vergonzosa y horriblemente.
Vamos a
hacer una breve reseña de cómo era el Dios creído y vivido por Jesús de
Nazaret, o sea el dogma. El Dios que predica Jesús es ante todo el Padre que se
compadece de los seres humanos que sufren por una u otra realidad: por la
enfermedad, por la pobreza material, por el rechazo social de los pudientes,
por la condena de los considerados legalmente justos, por la dependencia de los
niños frente a los adultos, por la condición menospreciada de ser mujer… Jesús no sólo presenta a su Dios tan distinto
del Dios oficial del judaísmo –un Dios más justo que misericordioso, un Dios
más inflexible legislador que liberador, un Dios más santo que amigo de
publicanos y pecadores, un Dios más inaccesible que próximo, un Dios más
temible que confiable…-, sino que además liga estrechamente su persona a la
Persona de Dios a quien llama inusitadamente “Abbá” y afirma que él con su
predicación y su actuar con la gente sufriente está dando comienzo al reino de Dios prometido desde
antiguo…
Una
cosa parecida podemos decir de la revolución que desencadenó Jesús en el campo
de la moral del judaísmo. Jesús confiesa con la tradición judía que el
mandamiento principal es el “amar al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con
todas tus fuerzas”. Pero Jesús pone al par del amor a Dios el amor al prójimo,
entendiendo por prójimo no tanto al cercano a nosotros por religión, raza, parentesco,
patria, sociedad, cultura…, sino sobre todo al que encontramos en nuestra vida
malherido, necesitado de cualquier tipo de ayuda… Jesús llega a decir que la atención al ser
humano que está sufriendo es prioritaria a la observancia de la madre de las
leyes judías, la ley del sábado: “No está hecho el hombre para el sábado, sino
el sábado para el hombre”… Y en el colmo del asalto a la moral del judaísmo,
Jesús se erige en el modelo que sus discípulos deben seguir en el modo de
comportarse unos con otros: “Amaos unos a otros como yo os he amado”…
El
investigador de la historia del Jesús de los Evangelios puede constatar con
rigor que las novedades señaladas en cuanto al dogma, moral y culto no pueden
ser invención de los evangelistas que
escribieron años después del acontecimiento de la resurrección de Jesús, sino
que tienen que responder a la manera original de pensar y de actuar del profeta
de Galilea.
En
resumen: la muerte de Jesús en el madero de la cruz era una muerte anunciada
por el contraste existente entre el modo histórico de entender y de vivir el
dogma, la moral y el culto por parte de Jesús de Nazaret y por parte de los rectores del judaísmo. No hay
necesidad alguna de acudir a razonamientos teológicos para saber que Jesús
tenía que morir violentamente. Pienso, más bien, que los argumentos teológicos
que se han dado y todavía siguen dándose son perjudiciales: falsean y deforman
la participación del Padre y del Espíritu Santo en la pasión y muerte de cruz
del Hijo humanado de Dios.
EDUARDO MALVIDO
Maestro, catequista y
teólogo
Celebramos este año de 2015 el cuarto centenario de la publicación de la Segunda Parte del Quijote, 1615, segunda parte de nuestra biblia patria.
Pocos entre nosotros se han leído el Quijote entero. Es
cierto que tampoco son muchos los cristianos nuestros que se han leído la
Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento. Quizá es que no es necesario para ser buen
español y, en su caso, buen cristiano, haberse leído enteras, respectivamente,
una y otra biblias, por más que fuera lo mejor, sobre todo, si se sabe dar
razón de una y de otra.
En una tercera de ABC Andrés Amorós, al comienzo del año, nos
ha recordado al biógrafo de Cervantes, Navarro Ledesma, que afirmaba que esta
Segunda Parte del Quijote ya no es “literatura”, como no es “pintura” el cuadro
de las Meninas. Una y otra son mucho más.
Estamos ante una cima del pensamiento y de la literatura. Sabemos que el Quijote
es la primera novela moderna, pero también que es mucho más que una novela. Con
ella toca Cervantes el cielo mismo de la narrativa posible: técnica y espíritu.
Es curioso que parta de algo efímero y débil, los libros de
caballería de sus contemporáneos, para
llegar tan lejos y tan alto. No sólo no destruye sino que depura los
ideales de la caballería del Medievo y nos enseña la caballerosa defensa de los
débiles, el culto del valor y del honor, la fidelidad a la belleza de su dama
ideal, la ética española del esfuerzo, la grandeza de ánimo en muy dispares
ocasiones y, lo que es más, la dignidad ante las adversidades de la vida y ante
la misma muerte.
Tan lapidaria como precisa es la sentencia de Dámaso Alonso: “Don Quijote es la fe de España: él es
España”. La profesamos.
Traigamos a nuestra España, a nuestros ojos lectores y a
nuestra mente y corazón, al Quijote para
que España exista definitivamante grande y libre y a nosotros no nos falte
suelo sobre el que mantenernos en pie para saltar a una gloria digna del
ingenioso hidalgo y caballero.
CUR
CANCIONCILLA ESCOLAR
PARA MAESTROS Y
DISCÍPULOS
Soy un plátano.
Soy una cebolla
Soy una patata.
Soy una sandía.
Soy un melón.
Soy una alcachofa.
Soy un CORAZÓN.
Soy un CORAZÓN.
Ahora todos juntos
a la ola, ola.
-¿Cómo están
ustedes?
-Muy bien. ¡Hola,
holaaa…!
Así quiero veros,
niños, en la
escuela:
canta que te canta
y vuela que vuela.
Apuleyo Soto
(Al recitar cada verso,
maestros y alumnos hacen el gesto pertinente, dibujando en el aire festivo de
la clase cómo se lo imaginan, divirtiéndose)
SEGUNDAS QUIJOTERÍAS
QUIJOTERÍAS EN EL CUARTO
CENTENARIO
·
“Segvnda parte del ingenioso cavallero don Quixote de la Mancha… 1615”.
Segundas partes nunca fueron buenas, menos en el Quijote que fueron
mejores.
·
En
la primera parte nuestro Señor Don Quijote es un ingenioso hidalgo. En la
segunda, un ingenioso caballero, el Caballero de la Triste Figura (así le llama
Sancho) y el Caballero de los Leones (así se llama él).
· De
entregar quijotes de oro en el Encuentro de Primavera de 2015, el de Lope, por
aclamación a Apuleyo; el de Velázquez, sin par, a Diego.
·
Está
por crear, deliberar y otorgarse entre nosotros la “borrasca de oro”.
·
En
una tercera parte, nos daría mucha luz y alcanzaría eterna gloria de darse una
vuelta nuestro Caballero por este nuestro mundo de hoy, de villanos,
malandrines, follones y bellacos autonómicos y no autonómicos, procesados y por
procesar, podemos y no podremos y semejantes émulos de Ginés de Pasamonte.
· Con los años se empieza a decir de muchos de
nosotros que somos como Rocinante pasicortos y flemáticos.
·
Neologismos quijos. Quijotéfilo: amigo a la
par de don Quijote y, por inclusión, del té; quijotófilo: filósofo amigo de don
Quijote; quijoterapia: curación mediante la lectura reiterada del Quijote;
quijoterías: bulerías cervantinas; pre y post don Quijote: Alonso
Quijano, el Bueno.
·
Tarea
de casa. Fíjese el significado de las palabras siguientes: quijotillo, quijotinada,
quijoteado, quijotranco, quijotenso, quijotero, quijoterciar, quijotercio,
quijoterco, quijotemanía, quijoternura, quijotéfobo, quijotefilia, quijotense,
quijotecracia, quijotégogo, quijoteplastia, hiperquijotesco, superquijano, semiquijote,
quijotear, desquijotearse de risa…
QUIJO
Gimnasia Moderna
Los
inspiradores (II)
Seguimos exponiendo a los personajes que fueron los inspiradores de la Gimnasia moderna, antecesora de la Gimnasia rítmica deportiva. Esta vez nos ubicaremos en el siglo XIX y nos referiremos a François Delsarte.
François DELSARTE (1811-1871)
Enseñó
elocuencia y arte dramático. Fue músico; actualizó músicas y canciones de los
anteriores mil años. También creó una serie
de gestos corporales relacionados con las reglas de la pantomima. Inició
un minucioso trabajo de investigación cuya meta era descubrir la relación entre
el lenguaje gestual y sus significados emocionales. Observó y estudió
cuidadosamente la anatomía, los movimientos corporales y las conductas de las
personas en diversos contextos: parques, cafés, hospitales, iglesias, morgues,
etc. A través de estas observaciones descubrió que existían patrones expresivos
y que todos los elementos del cuerpo –la voz, la respiración, los movimientos–
cumplían una función en la expresión.
Delsarte afirmaba que en el teatro, el cuerpo
como unidad, y no sólo el rostro, debía corresponder con sus actitudes y
movimientos a los estados espirituales y situaciones que se estaban
representando. Así, podrían transmitirse al espectador las emociones de la obra
que se estuviera representando. Sus enseñanzas se fundamentaron en una conexión
entre el movimiento, la voz, la expresión y las emociones humanas.
Pensaba que los tres principios de
nuestro ser –cuerpo, mente y alma– forman un conjunto indisociable y su
objetivo era obtener por medio de ejercicios una perfecta armonía y
alineamiento entre estos tres elementos.
Los gestos como forma de lenguaje
expresivo fueron su constante estudio y pasión. Opinaba que si las palabras que
transmiten sentimientos o emociones, no iban acompañadas de una expresión de
los gestos y las actitudes, daban sensación de falsedad.
Dividió el cuerpo en tres zonas para la
expresión de ideas y sentimientos:
-
Los miembros inferiores para los aspectos “físicos”
-
El torso y los brazos para el aspecto “espiritual-emocional”
- La cabeza y el cuello
para el aspecto “mental”
De
acuerdo con esta visión, cada movimiento corporal tiene un sentido propio y a
cada uno le corresponde una emoción específica. Toda esta estructura se
construye sobre un principio básico de danza moderna: toda expresión resulta de
la tensión y relajación de los músculos del cuerpo.
El método de Delsarte fue llevado a USA
donde tuvo muchísimo éxito aunque experimentó ciertas adaptaciones que lo
falsearon. Se creó la “Asociación American Delsarte”. Sus ideas que, por una parte, fueron
desvirtuadas en la aplicación práctica realizada en Estados Unidos, contribuyeron a difundir su obra. Delsarte
estuvo de moda durante el siglo XIX en EEUU; su sola mención era suficiente para
vender libros o revistas.
Delsarte
pretendía crear una ciencia de los movimientos humanos y como fin último, una
universalización del entrenamiento artístico a través de la elaboración de
métodos que pudiesen ser utilizados para cualquier persona, independientemente
de sus limitaciones físicas. No tenía como objetivo racionalizar el movimiento,
pero sí revelar la armonía existente entre la mente, el cuerpo y las emociones
humanas.
Su
análisis del cuerpo y sus medios de expresión fueron una herramienta poderosa
que colaboró con el desarrollo de la conciencia corporal y la comprensión de
las emociones humanas. Los descubrimientos de Delsarte abrieron nuevas puertas
para las artes escénicas. Abrió un camino para que cada actor, bailarín o
cantante dispusiera de su cuerpo como instrumento de expresión.
FRANCISCO
SÁEZ PASTOR
Universidad
de Vigo
LEYENDAS DE MARÍA
APULEYO SOTO
Ediciones Vitruvio
2014, Madrid
2014, Madrid
Ilustraciones Diego Coca
Nuestro amigo Apuleyo Soto, poeta versátil, crítico y
novelista, tras su magnífico libro “Campos
de sonetos en rama”, nos presenta hoy sus esperadas “Leyendas de María”. Él mismo las llama “estampas líricas de la vida
de la Virgen”. El resultado es un conjunto admirable e inesperado de versos
arromanzados, reunidos en cuartetas, riquísimos en imaginación, en rimas
curiosas y en bellas imágenes.
En
ellas, María acompaña siempre a su Hijo, aunque los evangelistas no anotaran su
presencia. Pero allí estaba Ella, desde la concepción del Verbo hecho carne,
como en su primer milagro en las Bodas de Caná, como en su muerte en la cruz y
resurrección.
Apuleyo nos da en el prólogo este
sugerente consejo: “Léanse estas estampas líricas como un devocionario singular
o récense como un rosario de perlas sacrosantas y medítense con la parsimonia
de un anacoreta silencioso en medio de este mundo febril y desasosegado que nos
ha tocado vivir”.
Es un libro de facilísima lectura. Yo me
lo he leído de una vez, descubriendo gozoso, en cada uno de sus capítulos, nuevos
motivos de satisfacción. Cuando terminé, volví a repasar lo leído sin prisas
para saborear pasajes reales unos, e imaginados otros, sobre la vida de Nuestra
Señora. ¡Qué delicia! Os lo recomiendo muy vivamente.
AURELIO F. LABAJO PELLÓ
Maestro, Filólogo
Presidente de la Asociación de Jubilados de Colegios Profesionales