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20210523

99 AFDA

Junio, 2021


ÍNDICE PRINCIPAL


Pregón: El señorío de la vejez (II)

Alta política con estilo: Política y Cristianismo. R. Duque de Aza

Desde el margen: Segunda primavera. Teódulo GR

En homenaje: Don Quijote vence a las Vanguardias (2). A. Gómez Moreno

La mujer en Cela: Dominio y sumisión. ÁH

Hemos leído: Madrid de leyenda. J.M.B. Corredoira

Soneto desde el sentimiento: Ofrendas de piedra. ÁH

Rincón de Apuleyo: El león y la hormiga.

Educación física: La educación física en los adultos.  F. Sáez

Afderías: Léxico de AFDA. CUR

Acuarelas: Después de la lluvia. Teódulo GR

Tot lumina, tot limina. C. Urdiales



 EL SEÑORÍO DE LA VEJEZ (II


El niño ha de tomar conciencia, desde el “creced y multiplicaos” bíblico, de que su destino no es solo el de terminar en pareja sino que pertenece a una dinastía, que es solidario con una familia, una sociedad, una patria y, dentro de ellas, de unas generaciones de antepasados, que han de ser su orgullo, por una parte, y, por otra, su obligación de mantener su alta nobleza heredada o mejorable.

No deja de ser un eufemismo cruel la denominación de “jubilación” para una etapa de la vida actual que nada tiene de júbilo ni de alegre, al tiempo que se favorece el deterioro de este espacio de la vida, se acentúa el síndrome de renuncia y se estimulan los sentimientos de autodestrucción que subyacen agazapados en todo hombre.

La sociedad actual niega cualquier tipo de actividad y relega a los viejos a la soledad de unos rayos de sol en los bancos de un jardín o de una plaza. No nos prestemos a este despilfarro de riquezas. De los ancianos es la palabra y la experiencia. Hagamos que se cotice su justo valor en el mercado de la vida de hoy y de mañana. Ellos fueron y son los hombres de las palabras y de las enseñanzas. Que sean para la sociedad señores y vuelvan a serlo desde la etimología, senior: dominus, señor.

De tanto exaltar a la juventud por su condición biológica, se le priva a Picasso de lo que tiene de verdad su afirmación de que “para ser joven hay que cumplir muchos años”, los propios de “seniores”.


                            POLÍTICA Y CRISTIANISMO


El Cristianismo proyecta sobre toda realidad, -la cósmica, la social, la personal-, la luz que necesita para verla cómo es, de dónde viene y por qué horizonte amanece su entidad.

El Cristianismo, con su luz lanzada sobre la persona, sobre la sociedad y sobre el sentido del Universo, históricamente ha posibilitado la elevación a noble empeño de alta calidad las realidades políticas. De hecho, donde ha crecido sin cortapisas -sin pecados ni debilidades humanas, ni cortedad de mente- la política con el pensamiento cristiano tomó alto vuelo y dejó tras de sí realizaciones espléndidas. Piénsese, por citar una muestra singular y concreta en las Reducciones jesuitas del Paraguay, siglos XVII y XVIII.

Y es que hasta la aparición del Cristianismo en el mundo organizado no era posible el respeto pleno a la persona, porque no se había dado con la verdadera realidad del hombre y de Dios, noción que Cristo, verdad y vida, trajo al mundo. La dignidad de la persona humana y de su trascendencia, se echan de menos en los sistemas políticos mejor organizados que nos ha dejado la Historia como superiores.

«La superioridad de sus luces, su genio creador —escribía Chateaubriand del Cristianismo—, su misión pacífica y la naturaleza misma de sus intereses, inspiran al Cristianismo en una política de ideas generosas, en defensa alternativa de la causa del pueblo contra los abusos de los grandes y poderosos y de los gobernantes legítimos contra los facciosos.»

Incluso Montesquieu reconoce y muestra que el Cristianismo se opuso al poder arbitrario y que sus principios fueron más allá del honor y de la virtud de los mejores sistemas políticos.

Por otra parte, la Historia nos dice que la vida social fue ordenada cuando la vida cristiana floreció en los pueblos. Es preciso acatar su fallo.

RAMIRO DUQUE DE AZA

Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento

Bachillerato Internacional

   

         Desde el margen

SEGUNDA PRIMAVERA


1 Hace un año recorría yo el patio del Colegio cada día. El confinamiento a causa de la pandemia me obligaba a buscar espacios amplios donde estirar las piernas y liberar el espíritu. De marzo a junio -primera primavera- vi algo que no había visto últimamente tan de cerca, tan intensamente próximo. El patio, libre de alumnos desde el diez de marzo y ausentes miles de pisadas diarias, era un campo libre para el nacimiento de pequeñas plantas silvestres que aparecían en espacios imposibles: en las grietas del asfalto, en rincones inaccesibles, en donde hubiera un poco de tierra dispuesta y generosa. Las vi nacer, crecer, florecer… y morir, vencida ya la primavera con los calores de junio. Cada día podía observar su progreso. Hace de esto un año justo. Y estos días he vuelto a visitar el patio de marras. También es mayo, pero el patio ha sido y sigue hollado por las pisadas ausentes un año antes. Han salido algunas plantas, pero sin la fuerza, el vigor y la generosidad del año pasado. El mismo fenómeno, pero observado y vivido de manera diferente.

Puede ser esto una imagen válida para expresar esta segunda primavera. El coronavirus sigue vivo y activo, y nuestra vida, un año después, es de nuevo un campo de experiencias que, aunque irrepetibles de por sí, tienen mucho en común con las anteriores. Porque seguimos bajo la amenaza, continuamos confinados de alguna manera, sufrimos todavía muertes a raudales y vivimos con la esperanza -ya realidad para una minoría- de una vacunación eficaz, y, lo que es más difícil, de una medicina definitiva. Estamos más cansados, hemos vivido olas sucesivas y nuestro deseo más urgente es terminar… que esto se acabe. Pero mientras tanto…

2 En esta segunda primavera, diferente de la anterior, como digo, he querido repensar la situación pasada, con la tranquilidad que da la vacunación, ya recibida, y valorar la experiencia vivida, tanto la propia como la de aquellos a quienes uno ha visto pasar desde el margen. Y ante las abundantes y variadas reflexiones, personales y ajenas, deseo tan solo referirme a esta: ¿qué hemos aprendido de un hecho tan insólito, grave y universal? Lejos de negacionistas, o de tremendistas y apocalípticos, hemos escuchado y leído muchas reflexiones que nos remitían al carácter trascendental y definitivo de esta pandemia y a lo determinante de sus efectos en la naturaleza y en la vida humana. No ha sido infrecuente la apelación a lo profundo y trascendente, desde el cosmos a la persona. Para unos ha sido un aviso – castigo de Dios y/o venganza de la Naturaleza- que necesariamente debe llevarnos a cambiar de vida. Para otros, una hermosa ocasión que nos ha ayudado a descubrir y a mostrar lo mejor de nosotros mismos… Para otros, una oportunidad tristemente perdida. Un poeta, A. Colinas, decía que el cambio será una realidad “porque esta situación nos ha llevado a unas semanas de más profunda vida interior, de humanismo admirable en los sanitarios y en todos cuantos están directamente en lucha con la enfermedad (...) En esos comportamientos ejemplares renace la España de la energía, no la anestesiada....” (ABC, 8 de junio de 2020). Y este mismo poeta se refería a la naturaleza atacada impunemente por el hombre, pero con capacidad de tornarse palabra generadora y sanadora, que cura a través del silencio y de la soledad: “Así que la pandemia y el retiro de los humanos han traído a la naturaleza un silencio tan sorprendente que mucho invita a pensar. Parece como si los humanos hubiesen callado para dejar hablar a la naturaleza y esta lo hiciera de la manera más llamativa, más silenciosa. Amordazamos a la naturaleza en tantas ocasiones, pero ahora es ella la que nos habla”. Y luego, una invitación o un apremio: “Deberíamos aprovechar este confinamiento para pensar en serio sobre el futuro: no solo el nuestro, sino el de la naturaleza y la humanidad” (id).


3 ¿Cuántas veces nos han repetido –nos hemos repetido quizás- que esta pandemia es una ocasión –oportunidad o kairós- para un obligado cambio de vida? Y, llegada esta segunda primavera, ¿podemos proclamar que hemos iniciado ese cambio? Claro que para iniciarlo antes hemos tenido que percibir el aldabonazo de la pandemia en nuestra conciencia. Y esto, en algunos, no está claro. De aquí mi deseo de hacerme en voz alta algunas reflexiones –de sobra conocidas por elementales- sobre el carácter ambivalente o ambiguo mostrado sobre todo en nuestra conducta: por una parte, lo positivo del hombre, rayando en el heroísmo, y, por otra, lo negativo de nuestra conducta personal y social; un dramático contraste mostrado en situaciones extremas como la pandemia:

    * Hemos visto el dolor infinito de quienes perdían su vida sin remedio –habiendo podido ser aplicado- o de quienes vivían en el corazón de la tragedia cargando con todo el peso del dolor… y hemos visto también a quienes querían silenciar todo esto, huir de la responsabilidad y olvidar.
    * Hemos visto cumplir escrupulosamente las normas sanitarias, vivir a familias enteras encerradas en lugares reducidos… pero hemos visto también cómo jóvenes y mayores se han saltado toda norma en reuniones sin control y macrofiestas ilegales.
    * Hemos visto a ciudadanos agradecidos aplaudir cada tarde a quienes más han hecho por superar este inaudito contagio, los sanitarios, y a personas y grupos que se han burlado o que lo han considerado pura exageración.
    * Hemos escuchado quejas justas ante las autoridades que han dispuesto de nuestros derechos constitucionales con pocos escrúpulos jurídicos y, al contrario, hemos escuchado protestas escandalosas ante normas necesarias y elementales.
    * Hemos sentido con rabia contenida la enorme injusticia para con los pueblos pobres o la lentitud de la vacunación debido a la escasez de medios… y, por otro lado, la ostentación de los pueblos ricos que vacunaban no solo a los suyos, sino que, sobrados de dosis, vacunaban a quienes podían gastarse para ello sumas cuantiosas.

4 Pero, a pesar de esta ambivalencia, y a pesar del acento puesto en lo negativo tantas veces durante la pandemia, creo que podemos decir que ha aflorado algo en nosotros que sí revela lo auténticamente humano; y no me refiero solo a los beneficios sobrevenidos para la salud de la naturaleza (“una pandemia, dicen algunos expertos, es una terrible manera de mejorar la salud ambiental”) ni a la mayor toma de conciencia sobre la importancia de cuidar la salud en aspectos antes más bien descuidados (“ la gente está ahora más concienciada de que nada realmente importa cuando se pierde la salud, y, este hecho, puede constituir la fuerza motriz que conduzca a tener hábitos más saludables”), sino a aspectos que afectan a lo radical de la persona, a la conducta moral, a la relación con los otros.

No sé si de esta pandemia saldremos más fuertes y responderemos a uno de los imperativos que parecen derivarse de este doloroso contagio, como es el cambio de vida; (“Ha pasado más de un año desde el aquelarre y el mundo tardará en ser el mismo, si es que puede serlo”, se dice en “Otras voces”, El Mundo, 16 de mayo de 2021), pero sí creo que valoraremos mucho más algo que hemos vivido de manera rutinaria –o por costumbre- y que ahora hemos sentido aflorar de otro modo, como una fuerza interior que necesitamos liberar después de haberla tenido reprimida durante largo tiempo y a la que ahora otorgamos un valor antes olvidado: la irreprimible tendencia a juntarnos con los demás; el irrefrenable deseo de compartir –afectos, sonrisas, abrazos, ilusiones…- ; el decirnos, con sentidas palabras o simplemente con nuestra dolorida presencia, nuestra pequeñez o nuestra mutua dependencia; el haber aprendido a valorar lo importante de nuestra vida y a relativizar ciertas nimiedades antes convertidas en enormes problemas.

**** *** ****


Termino con una experiencia, “vulgar” si se quiere, algo que para algunos ha podido parecer ocasión de peligro –las concurridas terrazas madrileñas, por ejemplo- y que sin embargo a mí me ha parecido la expresión de una necesidad vital, mucho más allá de la satisfacción de la sed o de la degustación de los aperitivos. Ha sido la expresión de la necesidad de estar en compañía, de gozar de la presencia de los otros, de salir de los estrechos límites a los cuales la pandemia nos quería reducir. Repito que es un ejemplo vulgar, pero al que podemos otorgar dimensiones de trascendencia… Pues bien, confiamos que esta segunda primavera pueda ser -y ojalá lo sea totalmente- preludio de un tranquilo y apacible otoño si la relajación del verano o los excesos previsibles (y no digo nada del “desmadre” de la noche del fin del estado de alarma) no nos sumergen en una inquietante nueva ola.

Teódulo GARCÍA REGIDOR  





    

                             

       

       Homenaje a Cervantes (VI)

                             

Don Quijote vence a las Vanguardias

en singular batalla (2)

Sello de corrreos, 1975

Reparemos, pues nos importa, en los títulos de tres publicaciones periódicas de época vanguardista: Don Quijote, editada en Segovia; Los Quijotes, en Madrid; y Cervantes, también en Madrid (56). Al igual que ocurrió con la materia clásica, tampoco aquí cabían las adscripciones ideológicas concretas y estrictas, ya que la figura de don Quijote, sola o acompañada de Sancho, los sempiternos molinos u otros referentes del clásico literario, fue utilizada desde vertientes opuestas: por reformistas e inmovilistas, por liberales y por conservadores. Lo ha demostrado Varela Olea en un documentado trabajo que abarca desde los años de la Restauración hasta la celebración del tercer centenario de la publicación del Quijote (57); ahí, esta investigadora concluye con una afirmación que suscribo en toda su extensión: «el mito más característico de los intelectuales de fines del siglo XIX y principios del XX es don Quijote» (p. 120). En el futuro, a don Quijote lo aprovecharían por igual izquierdas y derechas, la República y Franco, antes de la contienda, durante la Guerra Civil y en la posguerra.

Peor fortuna tuvo el Cid, cuyo nombre y hazañas se recordaron de continuo en ese mismo periodo y, ya en plena Guerra Civil, sirvió para encender el espíritu de ambos bandos, en su común proclama de que los españoles estaban luchando contra un enemigo foráneo: contra el comunismo ruso, en el caso de los nacionales, y contra el fascismo germano-italiano, en el de los republicanos. Recordaré que ese gran escultor que fue Alberto Sánchez (el célebre Alberto, como es conocido entre coleccionistas y expertos en el arte de vanguardia, que murió exiliado en Moscú y preparó el decorado y los figurines de una representación de la Numancia cervantina en 1936) ya había hecho suyo al héroe castellano en El Cid a caballo, obra compuesta entre 1926 y 1927 que podemos admirar en la sede de la Diputación Provincial de su Toledo natal; sin embargo, Rodrigo Díaz de Vivar acabó por convertirse en todo un icono reaccionario, adherencia ideológica esta de la que —frente a la realidad histórica, que pinta un panorama diverso— nunca ha logrado desprenderse de entonces para acá (58).


Alberto Sánchez, El Cid a caballo
1926-1927 (Diputación de Toledo)

Recuérdese, al respecto, la frecuencia con que se estableció la asociación del Cid con Franco, un hermanamiento gemelar mucho más frecuente que el que llevó a equipararlo con otros caudillos, como Viriato o don Pelayo (el único referente histórico que supera a todos los anteriores, y en los más diversos órdenes, es el de los Reyes Católicos, por corresponder a la época dorada por excelencia en la historia de España).

De aquí al final centraremos la atención en Cervantes y su Quijote, en particular a la presencia de esta novela en el universo de las artes plásticas. Ya sabemos que estas y aquella nunca han roto su relación sino que la han afianzado en la medida de lo posible desde que viera la luz la primera edición ilustrada del Quijote: la parisina de Jacob Savry de 1657, que se apoya en un primer esfuerzo editorial del propio impresor de hacia 1650, que tomó modelo de Jacques Lagniet y Jérôme David en Les adventures du fameux chevalier Dom Quixot de la Mancha et de Sancho Panza son escuyer (59). En forma de estampa suelta o a modo de serie y como parte integrante de ediciones ilustradas, Europa se fue poblando de grabados del Quijote desde el siglo XVII en adelante, aunque sólo el Romanticismo expandió la fama de la obra, con sus aventuras y personajes, por doquier. Curioso es que no se produjese una reacción en contra, ya que a la materia cervantina se dedicaron en algún momento de su vida numerosos artistas: españoles unos y extranjeros otros; en unos casos, verdaderos maestros, pero en otros, sólo segundones.

De puertas para dentro, razones sobradas había para esa pasión por Cervantes, ya que los españoles comenzaron a ver en don Quijote y Sancho la quintaesencia de la españolidad. España, por añadidura, era el país romántico por excelencia y, con su arquitectura medieval y sus múltiples vestigios árabes, ejercía una formidable fascinación entre los lectores urbanos y civilizados de París, Londres o Berlín. Por otra parte, el Quijote poseía un valor añadido, al construirse a modo de relato viajero, lo que conlleva toda una diversidad de paisajes y de tipos que satisfacían a un público que tenía en la escena de costumbres el primero entre todos los subgéneros pictóricos.


Goya, La visión de don Quijote,

 1812 a quo-1820 ad quem
(British Museum)

Por esa época, y es dato que interesa en especial, cabe hablar ya de una polifonía lectora, pues junto al consumo del Quijote en la clave más común, la cómica (en línea con la prensa satírica, con el cartel y las aleluyas), había otras lecturas posibles, de tipo moral (dado el idealismo de su héroe) y hasta político (más asociado con el pensamiento liberal y reformista que con un ideario conservador, inmovilista y reaccionario, aunque también cupo esta posibilidad).

En esa centuria, el paso del Quijote a la órbita de las artes plásticas muestra el doble polo de atracción del idealismo amoroso-caballeresco y el recién señalado costumbrismo; no obstante, el Romanticismo potenció también la vertiente humorística y paródica. Ahí está el cáustico grabado La visión de don Quijote de un Goya maduro (el dibujo original se conserva en el British Museum y se fecha entre 1812 y 1820); siempre en la estela satírica y burlona de Goya, Leonardo Alenza dibujó en fecha indeterminada un par de papeles quijotescos que conserva la Biblioteca Nacional de España (60). En fin, contamos también con el arte lúdico y satírico, propio de quien era caricaturista político en la prensa periódica, de Apeles Mestres, autor de las láminas para la edición de Antonio de Bofarull y Brocá (1879).

Apeles Mestres, ilustraciones para
la edición del Quijote de Bofarull y Brocá
(1879)

Entrado el siglo, el Quijote daba en la pura estampa costumbrista o en soluciones tan académicas como la que ofrece Ángel Lizcano en Cervantes y sus modelos, cuadro que le permitió ganar la segunda medalla del Premio Nacional de Pintura (61), tras Ulpiano Checa, en la Exposición Nacional de 1887. En el primer plano de este lienzo, conservado en la Diputación Provincial de La Coruña, aparecen don Quijote y Sancho con los cueros de la singular batalla del Quijote de 1605, que se amontonan junto a algunos de los libros del escrutinio y las cadenas de los galeotes a los que el hidalgo manchego dio libertad (62).

También la que Francisco Calvo Serraller llama atinadamente la Pintura del 98 acogió inevitablemente a don Quijote, aunque el hidalgo no llegó a ocupar el espacio más característico dentro de esta tendencia (63): el del paisaje con figura o retrato, una técnica en la que brilló con especial fulgor el genial Ignacio Zuloaga; sin embargo, el vasco de Pedraza supo trasladar la melancolía de su época y particularmente la de su paleta a una afamada Cabeza de anciano en la que él veía el auténtico retrato de don Quijote (y para que nadie dudase un segundo, la adornó con el supuesto yelmo de Mambrino) (64).


Ángel Lizcano, Cervantes y sus modelos, 1887 (Diputación de La Coruña)

Del mismo modo, Joaquín Sorolla, alejado por momentos del Mediterráneo, incorpora a su modo tal espacio y su correspondiente atmósfera en La muerte de don Quijote. La luz plena y la cascada de color quedaron, no obstante, para Antonio Muñoz Degraín, de cuya paleta manan los colores propios de la pintura levantina, ya que era natural de Valencia; es a él a quien se debe la espléndida serie de cuadros sobre el Quijote que podemos contemplar en la Sala de Investigadores o Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional (1918) (65). De otro gran pintor, José Moreno Carbonero (que obtuvo la primera medalla del Premio Nacional de Pintura de 1881 con El príncipe Carlos de Viana), es un buen número de cuadros sobre el Quijote, pertenecientes en su mayoría a su primera época creativa, esto es, poco antes o poco después de cumplir veinte años.


José Moreno Carbonero, El Caballero de la Triste Figura (s. a.)

Colección privada
.

 ÁNGEL GÓMEZ MORENO

Catedrático de Literatura, UCM

60 Donde fueron a parar en 1876, como recuerda Elena Santiago en «Ilustraciones para el Quijote en la Biblioteca Nacional de España» (en Biblioteca Nacional, 2005: 79-116 [86]). 

61 Desconozco si alguien ha señalado este dato, pero adivino este cuadro tras la comedia musical en un solo acto La venta de don Quijote, que, con música del maestro Ruperto Chapí y libreto de Carlos Fernández Shaw, se estrenó en el Teatro Apolo en 1902.

62 Véase Exposiciones nacionales (1988: 162-163).

63 En Calvo Serraller (1998).

64 Esta estampa quijotesca se hizo famosísima como sello de correos en 1947, al conmemorar el cuarto centenario del nacimiento de Cervantes. Más decisiva aún fue su plasmación en la faz del billete de una peseta que el Banco de España emitió en 1951

65 Véase el Catálogo de la Exposición del Convento de los Venerables de Sevilla (2003).


* Concluye este artículo (3) en la sección "páginas" (pinchar más arriba): Don Quijote vence... (3)



     RELACIONES DE GÉNERO EN LA NARRATIVA CELIANA

 

4 DOMINIO Y SUMISIÓN

La actitud dominante se hace presente en algunos personajes celianos, generalmente hombres, aunque, como veremos, también aparecen mujeres ‘de armas tomar’ ante quienes los varones, generalmente sus parejas, no se atreven a rechistar.

Pascual Duarte, aunque al hablar de Lola, su esposa, reconoce que su mata de pelo cogida en una gruesa trenza bajo la cabeza daba una sensación de poderío, concluye: al pasar de los meses y cuando llegué a mandar en ella como marido, gustaba de azotarme con ella por las mejillas


Hay mujeres que de entrada no se sienten suficientemente autónomas, y confiesan requerir al varón, para bajo su amparo sentirse seguras. Cuando Julita, en ‘La Colmena’ anuncia a Visitación, su madre, que piensa poner ese mismo nombre al hijo que espera, ésta, al tiempo que agradece el gesto, le dice: pidamos que sea varón; un hombre hace siempre mucha falta. Cuando en ‘Historias de Venezuela’, misia Marisela y misia Flor ven apurada a Pipía Sánchez, la Catira, al faltarle la ayuda de Evangelista Pacheco y Catalino Borrego con la que antes contaba, se creyeron en el deber de aconsejarle: -Que una mujé sola pronto se embojota, niña… Que un hombre al lao jace mucha falta, pues. Y en ‘Mazurca para dos muertos’, escuchamos a Georgina manifestar sin reticencia alguna su voluntad decidida de obediencia y sumisión a Carmelo Méndez, que la metía mano sin recato alguno mientras el juez hacía las diligencias para retirar el cadáver del esposo de aquélla, que se acababa de suicidar: Como gustes, amor mío, ya sabes que siempre hago lo que tú mandes, ya sabes que no tengo más voluntad que la tuya.

En ‘La cruz de San Andrés´ se aplaude el comedimiento de Matty, que ni fuma ni bebe, jamás fumó ni bebió, y se disculpa su actitud sumisa ante los hombres, ante los que siente cierta atracción y a los que obedece con los ojos cerrados. Sin embargo, se añade, aunque no sea la Virgen María, tampoco es la reina Cleopatra. En ‘Cristo versus Arizona’ leemos: una mujer debe responder siempre ante alguien, no es bueno que no tenga que dar cuentas a nadie. Y más adelante: de las mujeres suele decirse con envidia, ¿ésta?, a los quince con quien quiso, a los veinte con quien pudo y a los treinta con el primero que se presenta, lo que queda expresado es verdad porque las mujeres andan cada día que pasa más menesterosas. Y en ‘La cruz de San Andrés´, Clara afea a Fifí su falta de autoridad ante las mujeres, con lo que viene a justificar la actitud sumisa de éstas: Lo digo porque es verdad, el chulo deberías ser tú, Fifí, que eres el macho y además el joven, lo que no puedes ser es el chuleado, ¿no te da vergüenza?, las viejas estamos para pagar y dar las gracias.

Con la aceptación voluntaria o forzada de la mujer, o sin ella, hay varones que no entienden otra forma de relación con aquella que la que nace del dominio y absoluto control, y hasta presumen y alardean de ello. Baldomero Gamuzo, Afouto, en ‘Mazurca para dos muertos’, presidía las reuniones sin camisa para que se le viera bien el tatuaje y el mando: la mujer significa la fortuna y la culebra representa la voluntad, está bien claro. La culebra se enrosca alrededor de la mujer, o sea, la voluntad sujeta a la fortuna y el hombre triunfa en la vida. Y en la misma obra se comenta que en la familia de Puriña y Loliña Moscoso las hijas no duraban demasiado, se morían antes de hartar a sus maridos.

En ‘El asesinato del perdedor’ encontramos varios casos que abundan en este sentido. De Mateo se dice que no debió haberle dicho al juez que con su novia hacía lo que le salía de las pelotas mientras ella se dejase, él dijo los huevos, esto es lo mismo. ¿Por qué? Porque los jueces creen de buena fe que deben marcar los lances del amor al prójimo, los trances del magreo ajeno. Más adelante, se vuelve sobre lo mismo: Mateo hacía con su novia lo que le salía de los cojones, ella era la única que podía desorientar la cuestión, pero no debió habérselo dicho nunca al señor juez. Norberto y Raúl, que vestidos de caqui tenían una figura muy marcial y atrayente, se jactan de tener a Elsa y Gertrudis rendidas a sus pies. Aunque no parecen tenerlas todas consigo: rendidas sí, pero no disecadas. A una mujer no se la domina hasta que está disecada y rellena de serrín.

Dolida y humillada se vio Elvirita, despreciada por don Pablo, a pesar de que ella es un ángel y no vivía pensando más que en darle gusto; y sin embargo, el mismo que así la trata aguanta como un cordero a la liosa de doña Pura, que es un culebrón siempre riéndose por lo bajo. Fiel como un perro era Piedad, una fiel sirvienta, lo que a decir de su ama, la Marquesona, no se paga con dinero. Sumisa se mostraba la chica a quien Ventura Aguado le pagó dos vermús con gambas y ahora la tiene como una corderita. Y fiel y servicial se mostró siempre Paquita de Castro del Río, con su ama, doña Petra Duque, a pesar de que esta no es sino una ‘Vaquilla’ flaca y desgarbada. La muchacha a quien Jerónimo, en ‘Tobogán de hambrientos’ había metido en el berenjenal del baile flamenco, tuvo que abandonar cuando el novio, ¡viva la marcha y los hombres de tronío!, le quebró una pata en una juerga. Y en un alarde de vergonzoso patrioterismo, se apostilla: – ¡Esos son modales, diga usted que sí, y no los de los franceses! ¡Viva España! Parecida situación, la de la india María, de quien Aquiles Valle y Gilberto Flores lamentan haberla dejado marchar: -¡Guá, que es verdadero! ¡Y que la ejamos juí, pues, en vez de amarrala bien amarraíta!

Denigrantes las aseveraciones de ‘Oficio de tinieblas 5’, tanto cuando se comenta que los toreros antiguos amaban duquesas como toreaban toros cinqueños y cornalones, como cuando se dice que la mujer es bestia de establo o de pastizal está muy acostumbrada a dormir en el suelo sobre una tabla sobre tu ropa y la tuya cuando quieres le haces una seña y viene cuando ya no quieres le haces otra seña y se va se lee en la escritura como una oveja llevada al matadero como un cordero ante el esquilador enmudece y no abre la boca porque su vida ha sido arrebatada a la tierra.

Actitud castrante la del marido de Chuchita, en ‘Cristo versus Arizona’. Chuchita tocaba la guitarra y el acordeón, no sabía solfeo pero tenía buena disposición y sentimiento, le hubiera gustado tocar el saxo pero se lo prohibió el marido, ese instrumento no es propio de mujeres, eso es como andar eructando, tú no tienes por qué poner boca de mamona delante de la gente. Más adelante, se vuelve sobre lo mismo: Aunque no sabía solfeo, Chuchita Continental tocaba la guitarra y el acordeón, también le hubiera gustado tocar el saxo pero el marido no le dio permiso, no Chuchita, eso es demasiado, ese instrumento no es propio de una señora de tu condición debes comprenderlo, además no me da la gana de que andes chupando boquillas delante de la gente, te van a llamar mamona por lo menos van a pensarlo y a mí se me va a subir la sangre a la cabeza. Por toda respuesta, la actitud de Chuchita es la de completa sumisión: Bueno, amor mío, tú mandas.

Mientras el güero Bart García, en su conversación con Sam W. Lindo, critica la actitud chulesca del italiano Columbus: No me parece de confianza, para mí no es trigo limpio, gasta gomina y mira a las mujeres mandando, Macario Calavera Davis, en actitud bien distinta, siempre dice que a las mujeres hay que saber llevarlas cachondas como puercas y domadas como mulas y también hay que montarlas hablándoles en su idioma para que no desconfíen y se escurran.

De escalofriante cabe calificar la cita que traemos a continuación, tomada de ‘Cristo versus Arizona’ y protagonizada por el violento Gertie Gold Dollar, en la que se evidencia con gran realismo el extremo al que puede conducir el convencimiento de algunos hombres de que su ‘hembra’ es de su propiedad, carece de decisión propia y habrá de cuidarse mucho de evitar el menor contacto con otro hombre. Aunque en este caso la actuación de Margarita es reprobable y no deja lugar a dudas, es fácil pensar que la reacción de Gertie resulta desproporcionada y que, dada la condición del personaje, el menor indicio o la mera sospecha hubieran acarreado parecidas consecuencias: La mejicana Margarita Almada era muy buena moza, era morena y alta y tenía la melena lustrosa y tupida, cuando la mejicana Margarita vio a Billy Milgreen se dijo, este hombre es para mí, Billy Milgreen estaba jugando unas manos de póker en el Bird Cage y la mejicana Margarita se le sentó en las rodillas y empezó a besarlo en la boca, Gertie Gold Dollar entró en la sala gritando y arrastró a la mejicana Margarita de la cabellera, la derribó sobre una mesa, sacó la navaja de la liga y le dio dos puñaladas en el costado, le aceró el corazón con las dos. Inexplicablemente, Margarita salió de esta, y reaccionó como Gertie seguramente nunca hubiera pensado: desapareció de Tomistón llevándose a Billy Milgreen consigo para que le siguiera mordiendo en el sobaco y la nuca, para que le siguiera mordiendo como un perro ciego en el sobaco y en la nuca.

En ‘El asesinato del perdedor’ encontramos tres momentos en los que se evidencia la actitud de dominio machista del que venimos hablando. Se habla de Acursio Acursio, como del mendaz chulo de la condesa ciega; de Colín, el Hachero, y Nicolás Mengabril, que seguirán haciendo con sus novias lo que les salga de las pelotas, sácate las tetas por el escote, Soledad, Solita, menéamela, Robertita, Tita, ábrete de piernas, Martirio, y así hasta el final de todos los días, estos son los derechos humanos, esto es lo que manda el derecho natural, otros dicen que el derecho divino; y del paralítico don Zaqueo Nicomediano, quien con Waldetruda sobre las piernas y la bragueta desabrochada, se deja caer en un sillón de ruedas por las cuestas abajo. – ¡Ya verás cuando nos matemos! Tú agárrate al cipote, pero con delicadeza, no lo maltrates ni de palabra ni de obra, que no está ya para demasiados sobresaltos. En las curvas échate hacia la parte de adentro, por eso de la fuerza centrífuga. La escena no pasaría de una graciosa e hilarante descripción, si no finalizara con la actitud indignantemente sumisa de Waldetruda y la soez insolencia de Zaqueo. Ni una ni otra admiten disculpa: -Sí, amor, dame la lengua. –No, ahora no. ¡Estate quieta, Waldetruda, no incordies! ¡No me toques las gandumbas y déjame divertirme en paz y honestamente! ¡Ya sabes que no me gustan tus desplantes de perendeca revoltosa, de perendeca insumisa! No es de extrañar que Waldetruda tildase a don Zaqueo de jodido anciano impedido.

Aunque la sumisión, se afirma en ‘Madera de boj’, no es privativa de la mujer; esto no va en sexos sino en lástimas, y condescendencias, gana el que queda encima, o sea el que manda en la cama. Pero si existe el riesgo de que la mujer se imponga, habrá que actuar, se asegura en ‘Oficio de tinieblas 5’, de manera radical: En general todas las mujeres no buscan la razón sino el reglamento por el que la razón se rige lo más conveniente para la salud pública sería matarlas a todas para gozar de sus restos con los cinco sentidos y proclamar así la eterna sumisión del hombre. Sin embargo, encontramos también, aunque en muy contadas ocasiones, mujeres dominantes y hombres sumisos. Annelie, en ‘Madera de boj’, manda cuando está acostada con un hombre y Vincent cuando está acostado con una mujer, cada cual tiene sus hábitos y sus misteriosas rencillas consigo mismo y con los demás. Y doña Rita, personaje de ‘Mazurca para dos muertos’, tenía a don Rosendo preso por el paladar y el pijo, o sea por las papilas del gusto y la delicada bellota del otro gusto. Aunque en este caso, el hombre ‘se dejaba querer’, ante los placeres que su mujer siempre parecía dispuesta a proporcionarle.

Dominio y sumisión se aúnan en manifestaciones sadomasoquistas, extrañas y patológicas formas de disfrute sexual. El buen amador –leemos en ‘San Camilo 1936’-no es nunca un esteta, todo le sirve. No es el caso de Matiítas, al que no le servía casi nada, y al que don Fausto le daba gusto a correazos. En ‘Oficio de tinieblas 5’ se describe con detenimiento y se aconseja sobre este tipo de actitudes: invita a la mujer vestida de colombina a un trago de licor de cerezas prohíbele chupar de la goma del irrigador y cuando se incline sobre el lavabo atízale con violencia pero sin ira o con muy poca ira de siete a nueve latigazos de once a trece flagelaciones tampoco más en las nalgas hasta que las veas de color asalmonado o grisáceo o vino de burdeos según la calidad de la tralla que emplees lagarto cocodrilo jabalí becerro que cada una marca con un color un matiz sombreado distinto entonces detente para evitar el llanto de gratitud amorosa y su desmoralizadora secuela de caricias el error de safo la aulladora fue pedir violines de siete cuerdas el hombre no es un violín de siete cuerdas sino una ocarina de nueve agujeros.

Sadomasoquista se muestra Mary Carmen, la tía de Betty Boop, en ‘La cruz de San Andrés’. Disfruta siendo maltratada, pero también le gusta maltratar, aunque sea por mandado. La misma Betty Boop, tras poner fin a su recua de novios y casarse con Roberto Bahamonde, aparejador violento, mándón y autoritario, disfrutaba con la afición masoquista del esposo. Betty Boop le había regalado un cinto de cocodrilo muy elegante de color negro, y Roberto le daba trallazos restallantes y se reía mucho, Betty Boop se dejaba gobernar y él no daba descanso y hacía el amor con ella, siempre a lo bravo, donde se encontrasen, no desperdiciaba ocasión, en la playa, en el coche, en el portal de su casa, en un palco del teatro Rosalía, en el campo, la verdad es que todos los sitios pueden ser buenos. A doña Leocadia le gustaban los hombres jóvenes y violentos en la cama, pero muy respetuosos y bien educados. Por ello gustaba de recibir a Javier Perillo. Este joven sabía ser educado, como a doña Leocadia le agradaba, y guardar las formas. La trataba de usted delante de la gente. Luego, en la intimidad, en trance amoroso le pegaba con el cinturón y se cagaba en su padre, también le decía puta vieja, anciana golfa y callo lujurioso.

Sádica, aunque no masoquista, la conducta del amante que se describe en ‘Oficio de tinieblas 5’: la odiosa mujer trébol tres escaleras francisca abandonó el evacuatorio se metió en tu cama y volvió a dilatarse con el calor tú con cautela suma la encelaste con muy tiernas caricias pronunciaste en sus oídos melodiosas palabras de amor recorriste con tus más adiestrados dedos el índice el anular y el meñique los rincones de su cuerpo jamás negados a deleite le diste un bebedizo de salfumán y esencia de menta falleció a las pocas horas y entre alaridos y a ti te fue imposible por fin conciliar tu sueño en tu cama y arropado por paz infinita y reconfortadora. Sádicas también las exigencias del personaje, en ‘Asesinato del perdedor’, más teniendo en cuenta que el objeto de su crueldad es una dama invidente. -Ve desnudándote con recato. No apagues la luz porque estás ciega, ¿para qué vas a apagar la luz, si está ciega? Abre el balcón de par en par para que te vean los vecinos ciega y desnuda, ya te iré yo contando las masturbaciones pecaminosas del bachiller y su madre todavía joven, las rítmicas masturbaciones de las siete huérfanas del tejado. ¡Desnúdate! –Tengo frío. –No seas desobediente. Vete al retrete de servicio y tráeme el látigo, para que te azote. Vete tanteando las paredes; lo encontrarás al tacto, detrás de la puerta. Date prisa porque debo azotarte por desobediente y sin perder ni un solo instante. Y Sádica la afición del sargento Clemente Palomares, de ‘Mazurca para dos muertos’, aunque pueda contar con la aquiescencia de su ‘partenaire’. Le gusta sacudir candela a las mujeres, le gusta zurrarles la badana, la verdad es que eso nos gusta a todos, el caso es pagar bien o encontrar una que se deje.

El sadomasoquismo está presente también en las citas con que ponemos fin a este apartado. En ‘El asesinato del perdedor’, el amante de la condesa ciega actúa con sadismo, consciente de las tendencias masoquistas de ésta: -Sé que te hago feliz a cintarazos, las condesas ciegas son muy egoístas pero, mal que les pese, no tienen más remedio que ver la felicidad con los ojos de los otros. En ‘Cristo versus Arizona, nadie se acuerda de Carlota, la blanca a la que el negro Tony Clints ahogó con la almohada, ella no hizo nada para evitar la muerte, a lo mejor hasta gozó en el mismo instante en que se moría.

A Euphemia Escabosa, Steven le daba gusto enguilándola de pie, la apiolaba contra el armario o contra lo que fuere y los dos gozaban a la brava y rugiendo, a veces en vez de la pinga o después de la pinga le metía el cañón del revólver, está un poco frío pero ya lo calentarás, lo que está es más duro que nada, así encontrarás más gusto, hija de puta. Actuación tan tremenda e incontrolada acabaría en tragedia: una noche se le disparó el revólver, bien sabe Dios que fue sin querer, y Euphemia Escabosa murió desangrada. Y En ‘San Camilo 1936’ la sumisión de Bella Turquesa al viejo Gabriel raya en el masoquismo, aunque las lágrimas vertidas al final de la secuencia inclinan a pensar en que su entrega obedece tan sólo a la necesidad. El sadismo del anciano no deja lugar a dudas: A bella Turquesa no le importa besar a Gabriel, hasta le gusta, y moverle los dientes con la lengua, cada día se le mueven más, Bella Turquesa es muy sumisa y se deja amar sin ninguna reverencia, más cornadas da el hombre, y sin protestar, Gabriel la trata a agradecidos latigazos, el día de su santo le cagó entre las tetas y la obligó a dormir en el suelo por puta, por desgraciada y por guarra, eso fue lo que le dijo, Bella Turquesa se calló y lloró por lo bajo, después se quedó dormida, venga súbete aquí muerta de hambre, ¡anda que si no te quisiera como te quiero!, venga, límpiate la mierda con la colcha!

ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO

Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación y estudioso de Cela

Emérito UCJC

    "Madrid de leyenda”

      Un recorrido histórico por lo insólito y prodigioso


La editorial Almuzara presenta en su cuidada serie “De leyenda” el volumen dedicado a Madrid. Se trata de una obra muy amena que se adentra en los hechos y personajes que fascinaron a las generaciones que tuvieron noticia de ellos. El autor, Blanco Corredoira, consigue ahondar, en este, su tercer libro dedicado a la capital, en el espíritu de Madrid y de sus gentes. Así, cuando narra los hechos del 2 de Mayo lo hace desde la advertencia que hiciera Gregorio Marañón: “Jamás pueden preverse las reacciones de los pueblos”, y desentraña los motivos del despertar patriótico de Madrid. 

Pero la obra sigue un cauce cronológico desde un aviso para paseantes, pues este es un libro para reconocer con las piernas, en el que nos dice que Madrid ha sido obra del prodigio, una ciudad que se ha abierto camino contra pronóstico: “Que Madrid haya llegado a ser la urbe pujante y codiciada que es hoy es algo que nunca dejará de admirarnos. Madrid, a diferencia de otras capitales, a decir verdad, no tenía las mejores bazas para triunfar.” 

Arranca con los hallazgos de una profusa cultura romana en los

que pocos han reparado y avanza desde aquellos modestos pobladores de la cuenca del Manzanares hasta la corte en la que, en un ramillete de calles del Madrid de los Austrias, se suceden las alevosas muertes de Juan de Escobedo o el conde de Villamediana; el ajusticiamiento de Rodrigo Calderón, el asalto del convento de San Plácido…, y así hasta llegar a tiempos más recientes cuando el desquiciado doctor Velasco paseaba a su hija muerta en coche por el Retiro, Larra ponía fin a su arrebatada vida, su hija prestamista y estafadora se convertía en la “madre de los pobres”, los marqueses de Linares deslumbraban a la corte y oleadas de pistoleros iban pegando zarpazos a golpe de gatillo contra los grandes hombres del reino. 

El autor consigue trenzar aquí con amable ritmo un relato de toda la región, pues sabe saltar hasta El Escorial o Aranjuez para contar cómo vivían y morían los reyes. Es una obra original pues escapa de las más sobadas historias y en aquellas en las que se decide a reparar ofrece una versión propia, fundamentada en los datos históricos y apreciando con fina sensibilidad cuál era el pálpito de cada tiempo. 

Madrid de leyenda

J.M. Blanco Corredoira

Ed. Almuzara, Madrid, mayo, 2021



EL LEÓN Y LA HORMIGA



El león y la hormiga

se pusieron a discutir

cuál de ellos tendría más miga

para sobresalir

del entorno circundante

del pase mi sa, pase mi sí.

Él era grande y ella pequeña,

aceptémoslo así,

pero es que el león

hubo de dimitir

ante la insolencia con solvencia

                         de la hormiga pitiminí.

Muchas veces ocurre

esto que cuento aquí:

que el más débil se empina

sobre el grandón que ruje porque sí.




                                          

    


              82 La educación física en los adultos



Hacia los 17-18 años, la educación física escolar ha concluido. Mas no tiene por qué terminar ahí la formación física. A través de clubes, asociaciones o como independiente, existen posibilidades de seguir practicando algún deporte o ejercicio físico, de manera más o menos intensa y continuada. Es la etapa de la posible integración deportiva si durante las etapas escolares la persona ha desarrollado o descubierto capacidades para algún deporte.

Las cualidades físicas de potencia pueden mejorarse hasta alcanzar los 26 ó 28 años, edad que marca el máximo potencial físico del ser humano; a partir de ese punto, las cualidades físicas disminuyen paulatinamente. No obstante, cuanto más ejercicio se haya realizado en años anteriores, durante más tiempo podrá prolongarse la forma física. Las actividades de resistencia aeróbica suelen prolongar su máximo potencial varios años más.

               

¿Cuáles deben ser las características del ejercicio físico en los adultos?

Hablaremos del ejercicio desde el punto de vista de la adquisición y el mantenimiento de cualidades físicas que proporcionan o mantienen la salud: condición física saludable.

Los ejercicios idóneos son aquellos que someten al organismo a un esfuerzo suave y moderado, pero prolongado en el tiempo: son ejercicios de resistencia aeróbica. El individuo, deberá sentir cierta sensación de fatiga, pero sin que ésta sea excesivamente intensa para que el ejercicio le resulte beneficioso. Por ejemplo, si se practica carrera a pie, deberá poder mantener una charla sin agobio: prueba de la conversación.

Los ejercicios idóneos que reportan estos beneficios son: caminar rápidamente, la carrera suave, montar en bicicleta, nadar y, en general, todos aquellos que requieren un esfuerzo equivalente. Tam­bién son válidas las sesiones de gimnasia-jazz, la danza, el aerobic y todo tipo de sesiones dirigidas que mantengan el principio de esfuerzo mantenido en el tiempo sin excesiva intensidad. Son los ejercicios de resistencia orgánica o aeróbica.

Para que un ejercicio de intensidad ligera aporte beneficios orgánicos deberá ser practicado un mínimo de 3 días a la semana con una duración de unos 30´ a 40´ como mínimo.

Cuando se realizan ejercicios de intensidad media, pueden ser suficientes de treinta a cuarenta minutos tres o cuatro días a la semana; pero si se prolongan o superan una hora, más efectos producirán. Proporcionan un estado de salud y bienestar magníficos, difíciles de obtener por otros medios. Si el esfuerzo se prolonga a cuatro sesiones semanales, los beneficios se incrementan. En este caso se tendrán en cuenta los procesos de adaptación del organismo, estableciendo los adecuados descansos para producirse los procesos de supercompensación. Llegado un nivel de esfuerzo, no por incrementar el grado de ejercicio se producen más beneficios.

Según últimas investigaciones, que matizan estas afirmaciones, para personas de 40 o 50 años, es suficiente realizar dos o tres sesiones semanales, pero para mayores de 60, es conveniente realizar un mínimo de cuatro sesiones semanales.

Además de los ejercicios de resistencia aeróbica, se recomiendan todos los trabajos de flexibilidad y movilidad articular. También los de fortalecimiento de los grandes grupos musculares, con especial mención a los abdomi­nales, a los hombros y a los posteriores del tronco. Estos evi­tarán los dolores de espaldas, tan corrientes. El tipo de trabajo para el fortalecimiento muscular se concretará en muchas repeticiones con carga ligera, combinado con periodos de fortalecimiento con carga media, de manera que permitan realizar de 12-15 repeticiones.

Para personas mayores de unos 40 años se desaconsejan todos los esfuerzos de intensidad alta, como correr de 400m a 1000m, nadar 100m o carreras cortas en bici. Si la persona no practica de manera regular ejercicio físico desde varios años atrás, esta norma puede extenderse también para menores de 40 años.

Se tendrá muy en cuenta la ley del Umbral o de Arnold-Schultz. Viene a decir que es preciso superar un umbral mínimo de esfuerzo para que produzca efectos beneficiosos, pero si se supera un umbral que está por encima de la tolerancia del individuo, el esfuerzo puede ser perjudicial.

Francisco Sáez Pastor

Universidad de Vigo



        LÉXICO Y VOCES DE AFDA



AFDA, cumbre.     

afdareño, familiar o habitante de AFDA, gentilicio. También se dice afdaleño.

afdano, miembro de AFDA, del grupo de los afdanos; también, se predica del peatón afdano.

hiperafdano, afdano superior. Léase, igualmente, superafdano. En este grupo no hay infrafdanos, todos son híper o súper.

afdáfero, portador de AFDA, que la lleva escrita en la frente, a donde quiera que vaya.

Afderías, greguerías tras unas copas de más, puede que del vino de Casiano; no le llegan a las genialidades de Ramón, pero a ratos le pasan.

afdanista, afdano bañista en la playa o en la antigua charca del Guadarrama de Batres.

afdante, que lee AFDA mientras anda, incluso por las aceras de las calles, nunca al cruzar los pasos de cebra.


afdero
, diestro en AFDA, ítem arquero alabardero, y también el que ve AFDA desde su particular tronera. Espabilado de AFDA.

afdáfilo, amigo y amante de AFDA, filósofo del grupo AFDA.

Afdalfito, pétreo artículo breve de AFDA.

afdáligo, látigo de AFDA. No se aplica hasta la fecha.

afdáfobo, que odia o envidia a AFDA y, en general, antiguamente a los de la Borrasca.

afdalear, presumir de AFDA. Se dice también del borracho de AFDA, que anda haciendo eses mentales por su causa.

Afdaleante, presumiente en activo de AFDA y también el que va en cabeza, delante de AFDA, pese a quien pese.

Afdalitis, inflamación, empacho de AFDA, enfermedad que solo inflama las meninges de los redactores de AFDA.

desafdar, vaciarse de AFDA e inutilizarse de por vida para el grupo.

reafdar, volver a andar con AFDA, releer y volver a leer AFDA. Nos escribimos unos a otros y confesamos que: “estamos reafdando”.

reafdante, converso que un tiempo fue oveja perdida y ahora vuelve a marchar con AFDA.

alda, apellido de quien celebra, pero no escribe en AFDA.

afdo, palabra que no es de este vocabulario, nunca fue el género masculino de AFDA. AFDA es como los ángeles, es AFDA y se basta sola, solo y sole.

afdalfería, alfar en que se elabora AFDA. Ahora, en Málaga. Sucursales en Madrid, Guadalix de la Sierra, El Escorial, Santa Cruz de Tenerife, Pontevedra, Virgen de la Peña, Almería, Cádiz...

Afdalismo, nombre de la vanguardia de AFDA hecha sistema, más allá del Creacionismo de Vicente G. Huidobro, que in illo tempore trabajamos.

CUR




        

TEÓDULO



               Después de la lluvia

         Puede ser una tarde de primavera, después de una intensa lluvia. La relativa proximidad de la montaña no resta protagonismo a la tierra mullida y húmeda y, sobre todo, al cielo cargado, luminoso, transparente. Se podría decir que la lluvia ha purificado el paisaje, dispuesto para ser estrenado de nuevo.



TOT LUMINA, TOT LIMINA


Terminamos el curso. Empezaremos en octubre el nuevo con el número 100. Es hora de rubricar nuestro lema de juventud y de reafirmarlo con la fuerza y el vigor que nos vino de su primigenio latín, tal vez herencia griega de Homero:

Tot lumina, tot limina

Fue lema de Orizana. Lo hicimos nuestro. Estábamos determinados a que las muchas luces de nuestro mundo cristiano, clásico y español (¡tot, tantas!) fueran para nosotros estrellas y amaneceres que nos hicieran saltar a los umbrales (¡tot, tantos!) de nuevos horizontes, puertas de entrada, fronteras que franquear y hacer nuestras al servicio del Reino que nos alistó para su milicia.

Luz para nosotros (lumina) eran Cristo, su Gloriosa Madre, el Reino de Dios que nos mandó que le conquistáramos, la Biblia, la España católica de Recaredo, la de los RR.CC., Trento, La Salle, las EE.CC., nuestra Escuela de Magisterio..., fray Luis de León, Velázquez, Quevedo, Orizana, José Antonio…

Nuestro campo de acción, umbral de gloriosos espacios (limina), fue la Escuela. Lo sigue siendo: el magisterio y el estilo.

Mientras la llama en alto no la sople Dios y siga viva mirando a las estrellas y encendiendo lo que se deje prender, rubricaremos nuestro lema:

Tot lumina, tot limina

CARLOS URDIALES RECIO

Maestro. Exsubdirector Esc. Magisterio La Salle

Madrid

Rector del Alfar AFDA

117 AFDA

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