PORTAVOZ DE MAGISTERIO Y ESTILO
----- 1 OCTUBRE -----
NÚMERO DIECINUEVE
ÍNDICE. AFDA, 1 de octubre, 2012.
Pregón: Educación, la escuela debería adelantarse.
Reflexión: Parábola del tiempo de partir y del tiempo de regresar. CUR
Nuestra Escuela de Vanguardia: Cincuenta años después, a pie de aula. Teódulo G. Regidor.
El juego en nuestra didáctica de vanguardia. CUR
Sala de profesores: El detalle de los nudillos del ¿Se puede? Qhreuthz.
Nuestro castillo interior: El padrenuestro de Dios. Eduardo Malvido.
Afderías: Lejanos juegos del internado. CUR Crisis...lerías. ÁH
Leímos... oímos... vimos... Las afueras de Dios. A. Gala. Salvador Egea Solórzano.
Rincón de Apuleyo: La cara de mi retrato.
Desde el sentimiento. Humo y cenizas. Á. Hdez.
Coplas a la muerte de un amigo, Marino Moreno Moreno. Ángel Hernández.
Leímos... oímos... vimos... Las afueras de Dios. A. Gala. Salvador Egea Solórzano.
Rincón de Apuleyo: La cara de mi retrato.
Desde el sentimiento. Humo y cenizas. Á. Hdez.
Coplas a la muerte de un amigo, Marino Moreno Moreno. Ángel Hernández.
ADDENDA
Recreaciones bíblica: Bonum est praestolari cum silentio salutare Dei. Lam 3,27. QerhuteV
Documentos de oro: El respeto. Max Scheler.
Colaboraciones: Cómo leer un cuadro (II). Ficha técnica. Estudio y crítica estilística. J.M. Gutiérrez Bravo.
Me bajo un rato a la calle: Memorias de un preadolescente en el Madrid de los cincuenta. El vecindario (IV). ÁH.
Patio de recreo. A los seis años. Anecdotario del sin par Rodrigo. Ramiro Duque de Aza.
Patio de recreo: La Viña (VI). Ricardo Llull.
Fiesta Nacional y estilo. Siguiendo el rastro de Manolete. La verdad y el mito (I). Blanco Corredoira.
Fiesta Nacional y estilo. Siguiendo el rastro de Manolete. La verdad y el mito (I). Blanco Corredoira.
Nuestro Castillo interior. Carta a los obispos.
Se nos fue Marino. José Fermín Muñoz Gallego.
EDUCACIÓN: LA ESCUELA DEBERÍA ADELANTARSE
A mediados del siglo pasado, en las Escuelas de
Magisterio, al menos en la nuestra, de La Salle, se leía a De Hovre. Era un
pensador luminoso y claro, de gran horizonte, lo que en nuestra juventud
buscábamos con ganas. Muchos de sus aforismos los hicimos tan nuestros que se
nos ha olvidado que los leímos seguramente que en su “Ensayo de filosofía
pedagógica”.
Con De Hovre nos quedó definitivamente claro que “las corrientes pedagógicas siguen el flujo y reflujo de las corrientes filosóficas”.
“Las corrientes pedagógicas siguen el flujo y reflujo de las corrientes filosóficas”. |
1ª, que en educación es preciso poner por delante el pensamiento y
2ª, que el pensamiento pedagógico siempre andará a la zaga del pensamiento filosófico.
Esta inevitable condición anacrónica de la
educación nos ha mantenido vigilantes. Por eso nunca nos hemos propuesto en
nuestra Escuela de Vanguardia la formación de ciudadanos de un Estado vigente o
de cristianos de una Iglesia plantada en su época. Por eso:
Respecto a
la Sociedad organizada en Estado
Cuando nuestros alumnos llegasen a hombres, el
Estado para el que les hubiéramos formado habría cambiado. Les hubiéramos
educado para el ayer, no para el mañana. Ayer el Estado era autoritario; hoy es
democrático; mañana: ¿quién sabe?
Respecto a
la Iglesia
El que a pesar del Concilio y de las doctrinales
orientaciones pontificias del siglo XXI
siga siendo la Iglesia Santa de Dios tan clerical y tan poco laical, se debe en
buena parte a la escuela anclada en el ayer o en la inercia del hoy…
"A la conquista de sus fines propios y sublimes." |
En 1923, en la Revista de Pedagogía, escribía
Ortega sobre este deseable plano de vanguardia de la educación la palabra política, donde nosotros escribimos realidad social : “que es la política (nosotros:
realidad social) quien debe adaptarse a la
pedagogía, la cual conquistará sus
fines propios y sublimes. Cosa, por cierto, que ya Platón soñó”.
"Es preciso, para hablar a las gentes angustiadas,
volver a la sencillez esquemática de las parábolas y los símbolos"
Gregorio Marañón
Cincuenta años después
A PIE DE AULA
Hace ahora cincuenta años que me estrené como maestro de
enseñanza primaria (en torno al 20 de septiembre de 1962) en un aula de
sesenta alumnos menos uno, de un pequeño centro escolar lasaliano de Las
Palmas: las “Escuelas Antúnez”. Tenía yo entonces veinte años. Cinco décadas
después, cumplidos ya los setenta, voy a seguir
“a pie de aula”, ahora desde las aulas del Centro Superior Universitario
de Aravaca, con entusiasmo renovado.
Desde este campus universitario deseo
mantener vivo el contacto con los lectores de “Magisterio y estilo”.
Seguir en la docencia
a los setenta puede parecer algo así como una prórroga concedida o acordada;
o el “contrato por un año más” que se
hace a los deportistas que han
acreditado tanta clase como edad. Es
también una decisión personal que espero sea acertada: otros lo han hecho con
anterioridad y ha resultado ser una experiencia gratificante para ellos.
Sin embargo, no todo
es claridad en esta toma de decisión;
también han surgido dudas en el horizonte.
Dudas que han sido, me parece, felizmente superadas. En ocasiones uno tiene la
sensación de ser mayor, de tener la edad de los abuelos de los alumnos que
llegan a las aulas, sensación que se confirma
al ver que cada año la distancia cronológica entre el
profesor y los jóvenes nuevos alumnos es
mayor. Y esa notoria diferencia de edad
puede suponer un factor que amortigua el deseo de seguir. Ciertamente, a
esta edad se pierden algunas cosas; se
pierde capacidad de sintonía con la
juventud, se pierde la proximidad con su
lenguaje y muchos de sus intereses, se pierde también la capacidad de sintonía
con su universo simbólico y, por supuesto, con su vida real.
En cambio, con la edad se gana en otras cosas; surgen, como
brotes nuevos, otras posibilidades, antes inexistentes u ocultas. Desde hace
unos años vengo observando un cambio notable en mi manera de ser
y de actuar como profesor. Pongo algunos ejemplos: cada día me siento más seguro
y siento que, cuando hablo, mis palabras manifiestan esa seguridad; cada vez siento mayor capacidad para pensar en los alumnos y
no en mí –cosa tan frecuente en los años de cierto endiosamiento de la madurez
joven-; cada vez tengo menos preocupación – antes esto podía convertirse en obsesión, - por acertar, por “hacerlo
bien”, por “quedar bien”, sobre todo; cada vez siento menos preocupación por “mi verdad” y mucho más por el hecho de que sean los alumnos quienes,
desde su verdad, traten de descubrir la verdad… Cada vez siento mayor el
gozo de estar al servicio de los alumnos, sin condiciones, sin falsos e
inconfesados intereses. Cada vez se ven las cosas desde la altura que dan la
madurez y la experiencia, en una perspectiva que les otorga su verdadera distancia y su verdadera
dimensión. Cada vez se siente uno más comprensivo con la realidad estudiantil.
Y, hasta cierto punto, más tolerante,
perdida la rigidez de una mente
cerrada sobre uno mismo y sobre los propios principios… “inamovibles”. Pero,
entiéndase bien: comprensión no significa
“dejar hacer”, y ser tolerantes tampoco
significa perder el rigor y la exigencia.
“Hoy el profesor no es simplemente un expositor, es un
pedagogo, es un maestro, es un apóstol… es un varón fuerte que se interesa en
la vida de todos y cada uno de sus alumnos, que les corrige, que les aconseja,
que les estimula, que les guía; es el
que dirige sus prácticas, el que les inicia en todas las dificultades
del estudio”; son palabras del ministro liberal Santiago Alba, próximo a los
planteamientos de la pedagogía nueva de entonces, en un discurso en el Congreso
de los Diputados en 1912. Junto a estas palabras “dichas” con la fuerza
y la vehemencia de la expresión oral, estas otras del profesor G. Gusdorf, más reflexivas, escritas
, rumiadas en el silencio de una vida entregada, en el ejercicio superador de una docencia
convertida en auténtico magisterio: “El encuentro con el maestro consagra
una puesta en cuestión de la existencia. Hasta entonces, cada cual había
recibido, con mayor o menor docilidad, enseñanzas de todo tipo; pero estas
enseñanzas, pese a haber movilizado la memoria y una inteligencia superficial,
no habían conseguido evocar esa profunda atención; mejor dicho, ese ser en
espera que se afirma en lo más esencial de cada vida personal. Cada hombre, sea
joven o no, espera el amor e igualmente cada hombre espera al maestro capaz de
orientar su destino, por una especie de gracia decisiva…”.
Ejercer la misión de
profesor y ser, si uno llega a poder serlo, maestro para los demás. Esta ha
sido un ideal nunca del todo conseguido. Pero todavía es posible; todavía podemos contar algo de lo que nos espera en
este “tiempo de prórroga”, algo de lo mucho que vamos a vivir “a pie de aula”.
Teódulo
GARCÍA REGIDOR
EL
JUEGO EN NUESTRA DIDÁCTICA DE VANGUARDIA
En nuestra Escuela siempre se
pensó que el aprendizaje, si se imagina como una subida, tiene tres peldaños.
Se sube de cierta ignorancia y se llega a determinada sabiduría; sucesivamente:
peldaño informativo, peldaño de asimilación y peldaño del juego.
1. Información. 2. Asimilación. 3. Juego. |
Si en vez de peldaños preferimos el
gráfico de tres coronas circulares hasta alcanzar el centro del conocimiento,
habría igualmente tres fases sucesivas:
información, asimilación, juego.
El alumno informado no es todavía un alumno, necesita incorporar la novedad
de que acaba de tener noticia al acerbo de sus conocimientos, asimilarla. Pero sólo será pleno
alumno, que aprende y sabe, cuando juegue
con los nuevos datos ya asimilados.
El
juego desempeña en nuestra Escuela un papel sobresaliente.
No se trata de una forma de
engaño. El juego en nuestra Escuela no es el azucarillo que suaviza el amargor
de la cuesta arriba que es todo afán o estudio (studium = afán, esfuerzo).
En el juego mental o físico de
nuestra Escuela lo decisivo no es el trabajo ni el esfuerzo, por más que exijan
gran esfuerzo muchos juegos. Lo decisivo
es el campo de libertad, la actividad sin presiones exteriores, la ausencia
de envaramientos que exige la utilidad. El
estudio no satisface directamente necesidades del momento, ni siquiera la
necesidad de éxito en los exámenes. Nunca se estudia entre nosotros exclusivamente
para aprobar.
Y esto, porque nosotros sabemos
que los romanos, que fueron un gran pueblo e hicieron grandes cosas que
perduran, llevaban en su entraña la maldición de la esterilidad que acompaña
inevitablemente a todo hacer dirigido únicamente a lo pragmático (hoy, siguen
un camino de semejante esterilidad los EE. UU.).
Sin el juego mental, distendido y creador de Wernher von Braun... |
Cierto que en el transcurso de la
Historia se han dado casos de inventos y descubrimientos fruto de imperiosas
necesidades pragmáticas. No fue ni frecuente ni exclusivo. El gran manantial del que surgieron las grandes obras del arte y de
la ciencia de la Humanidad fue del juego libre, del ánimo distendido, del gozo de relacionar
con libertad. Alemania necesitó las V1 y V2 en la IIGM, pero sin el juego mental, distendido y creador
de Wernher von Braun que las ideó no las hubiera podido lanzar sobre Londres.
Konrad Lorenz está de nuestra
parte: “Los conocimientos científicos, a
los que el hombre debe su dominio de la naturaleza, han surgido de las
actividades lúdicas desarrolladas por sí mismas en un campo de distensión”.
(Konrad Lorenz, Sobre la agresión,
1968)
CUR
En la década de los años 70 la vanguardia de la
educación en España estaba pasando por los colegios Kostka, particularmente por
el SEK de Arturo Soria, Madrid. Lo mejor de la pedagogía de La Salle estaba
haciendo de levadura en aquella avanzadilla prometedora de grandes horizontes.
Como en
educación el detalle es decisivo,
cuidábamos decisivos detalles tan mínimos como el de dedicarle los primeros
minutos del café de la mañana, en la sala de profesores, a temas de urgencia y
a otros menos urgentes que creaban criterio y estilo en el claustro y, luego,
entre los alumnos.
En nuestra
Escuela de Vanguardia se pensó siempre que el detalle merecía. He aquí
algunos temas que preparábamos para los cinco minutos que se nos daban para
saltar de la anécdota que enderezar a la categoría que crearía criterio y estilo
en el claustro.
EL DETALLE DE LOS NUDILLOS DEL ¿SE PUEDE?
El jefe de estudio, a la hora del café de la mañana, hora que juntaba a todos los profesores del ciclo, traía al claustro un punto concreto sobre
buenos modales. Abordado y resuelto el caso concreto, saltábamos entre todos de
la anécdota a la categoría.
La categoría partía de un hecho:
que el día que en la historia de la educación, por primera vez y por una razón
de buenos modales, se le dijo a un niño que antes de franquear la puerta de una
estancia ajena habría de decir: “¿Se puede?”, la civilización había dado un
paso de gigante.
De practicar el decir “¿Se puede?”, vendríamos a saber
también que hay cosas que se pueden hacer físicamente, pero que hay un orden
superior que respetar, por el cual hasta nosotros mismos nos prohibimos
determinado ejercicio si no se nos da antes un previo permiso.
Nuestra Escuela de Vanguardia tenía
dos ejemplos que poner.
1.
El
de la Reina Isabel la Católica que golpeaba
con los nudillos de mano derecha la puerta de la estancia de su confesor y consejero el monje jerónimo
fray Hernando de Talavera y, entreabierta, decía
con voz clara: “¿Se puede?”.
con los nudillos de mano derecha la puerta de la estancia de su confesor y consejero el monje jerónimo
fray Hernando de Talavera y, entreabierta, decía
con voz clara: “¿Se puede?”.
2.
Y,
aunque en su inmenso imperio no se ponía el sol, el del rey Felipe II hacía
de igual modo si deseaba entrar en el despacho del teólogo tridentino
Melchor Cano: “¿Se puede?”.
Melchor Cano: “¿Se puede?”.
ESO NO SE PUEDE
Quien dice Se puede,
dice No se puede.
Hay cosas que efectivamente no se pueden. La civilización,
colocando la muralla del no se puede,
levanta una formidable fortaleza al
alumno en formación. Otro paso de gigante de la civilización.
3. Tercer
ejemplo.
A José María Pemán, poeta y periodista de la guerra del 36,
le invitó un aviador a volar con él sobre terreno enemigo, a presenciar así un
bombardeo y hasta a darle a la palanca que dejaba caer las bombas.
El general que escuchaba medió tajante:
“¡Eso no se puede!”.
La guerra se hacía por necesidad, a pesar de los pesares, no por deporte.
Un civil no podía manejar a su placer y capricho
la mortífera palanca de un bombardero.
El general que escuchaba medió tajante:
“¡Eso no se puede!”.
La guerra se hacía por necesidad, a pesar de los pesares, no por deporte.
Un civil no podía manejar a su placer y capricho
la mortífera palanca de un bombardero.
EL PADRENUESTRO DE DIOS
Los seres humanos “humanizamos” todo cuanto
pensamos y soñamos, incluyendo a Dios (Antonio Machado: “Yo he de hacerte, mi
Dios, cual tú me hiciste”). Y nuestras “humanizaciones” suelen reducir las realidades
más hermosas a su mínimo significado y a su mínima expresión. Así sucede, por
ejemplo, cuando rezamos el Padrenuestro.
Nos dirigimos a Dios Padre imaginándolo la mar
de tranquilo, lejano y ajeno a nuestros sudores cotidianos, a la espera
únicamente de nuestras alabanzas a su santísimo Nombre y a que cumplamos escrupulosamente
su Voluntad, una voluntad entendida como dominadora de la nuestra…
José Luis Martín Descalzo. |
El gran poeta cristiano José Luis Martín
Descalzo, antiguo alumno del colegio La Salle de Astorga, tuvo la feliz idea de
invertir los papeles entre el hombre orante y el Dios orado. En este original Padrenuestro, Dios mismo es el que reza al hombre
“preocupado, solitario, tentado” de la tierra. ¡Cómo cambian, desde la
perspectiva de Dios y Padre, el sentido y el alcance de las 7 súplicas del Padrenuestro!
Ahora resulta que Dios Padre vuelca su Nombre, su Reino y su Voluntad, en toda
su magnitud divina, sobre las personas humanas, y, al mismo tiempo, Dios Padre
se compromete a compartir con el “pobre y querido hijo mío” que somos cada uno
de nosotros el gran problema de la
manutención diaria, las ofensas que nos hacemos unos a otros, las tentaciones
que nos acechan y los males que nos asolan…
Agradecemos a J. L. Martín Descalzo el
habernos dado a conocer, mediante este Padrenuestro, al auténtico Dios
cristiano, al Dios que era y es el de
Jesucristo nuestro Señor. Y olvidémonos de rezar el Padrenuestro desde nuestras
mentes y corazones pequeños y empequeñecedores.
Eduardo Malvido
Padrenuestro en arameo. |
EL PADRENUESTRO DE DIOS
Hijo mío que estás en la tierra,
preocupado, solitario, tentado,
yo conozco perfectamente tu nombre
y lo pronuncio como santificándolo,
porque te amo.
No, no estás solo, sino habitado por Mí,
y juntos construiremos este reino
del que tú vas a ser heredero.
Me gusta que hagas mi voluntad,
porque mi voluntad es que tú seas feliz,
ya que la gloria de Dios
es el hombre viviente.
Cuenta siempre conmigo
y
tendrás el pan para hoy;
no te preocupes,
sólo te pido que sepas compartirlo
con tus hermanos.
Sabes que perdono todas tus ofensas
antes incluso de que las cometas.
Por eso te pido que hagas lo mismo
con los que a ti te ofenden.
Para que nunca caigas en la tentación,
cógete fuerte de mi mano
y yo te libraré del mal,
pobre y querido hijo mío.
José Luis MARTÍN DESCALZO
LEJANOS JUEGOS DEL INTERNADO
El
juego de la bandera
- Decíamos que jugábamos a la bandera y habría que haber dicho al mástil o al palo de una vieja escoba.
·
Llevarse la bandera ante los ojos de liebre
de los contrarios era crecer en autoestima y ganar unos enteros ante el propio
equipo.
·
Entonces el juego de la bandera no era
olímpico.
·
Nunca le pusimos colores a la bandera.
·
Aquella bandera ni se izaba ni se arriaba, tampoco
tenía un himno que cantar al empezar el juego, pero a ella la servimos con
juvenil devoción y le dedicamos buena
parte de los juegos de nuestros mejores años.
El
juego del marro
·
El marro era el juego que nos entrenaba para
prescindir de toda materia. No se jugaba con nada. Sólo requería un campo
rectangular vacío, rapidez y cálculo de distancias.
·
El regate en el marro era más limpio que el
del fútbol. También más difícil. Había que salvar no un balón, sino que el
cuerpo entero había que sacarlo indemne.
·
El juego del marro lo inventó un hijo de
pescadores acostumbrado a ver correr veloces y de medio lado a los cangrejos de
mar: juego de tobillos que se rozan y se distancian docenas de veces en unos
segundos.
·
El juego de verano de nuestro internado que
más se parecía al marro era el del ajedrez, porque sus peones siguen avanzando
de frente y comiendo de lado.
El
juego de la pelota envenenada
·
Si oías silbar la pelota, malo, venía
envenenada.
·
Los zurdos siempre eran más rápidos y, sobre
todo, más certeros.
·
¿Por qué hacían las pelotas duras y pequeñas?
·
Mejor que te diera un sevillano que que te
acariciara con ella el hijo de unos labradores de un pueblo de Burgos, de
Palencia o de Valladolid.
· Había quien tiraba a dar y quien tiraba por
juego. Los que tiraban a dar apuntaban unos a la cabeza y otros al bulto. Los
que tiraban
por juego eran los “laureados” entre los cruzados o los “distinguidos” que se comportaban
como tales.
· Si salías del juego con la oreja roja, es que
habías tenido en frente al mejor hondero castellano.
· Tirar la pelota a la remanguillé corría el
peligro de empaquetamiento a renglón seguido. Los amaneramientos eran muy mal
vistos en aquel internado.
CRISIS...LERÍAS
·
Con
la crisis, la ciudad se llena de protestas y el campo está que arde.
·
IBA
todo tan bien, hasta que el IVA se creció y nos puso a la derIVA.
·
La
bruja Piruja, el hombre del saco, el coco Camuñas, la prima de riesgo...
·
El
colmo del derrochador, exigir responsabilidades al ahorrador.
· Nos
acordamos de Santa Bárbara cuando truena, del pavo y el turrón en nochebuena...
y de Cáritas cuando la bolsa no y la tripa suena.
Si amenaza tormenta o pedrisco: "Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita, con papel y agua bendita. En el ara de la cruz paternoste(r), amén, Jesús". |
·
Tauromaquia:
de un tiempo a esta parte, menos corridas, más recortes y algún que otro
encierro (menos de los que debería).
·
Hay
quienes desearían ver las autonomías convertidas en autonosuyas.
·
CRISIS:
Caída Radical de Inmobiliarias,
Servicios, Inversiones y Salarios.
· Crisis:
curritos revolucionados, irritados,
sacrificados, insatisfechos y saqueados.
· ADIVINA
A DIVINANZA: Compro a uno, vendo a seis, os empujo un poquillo y acudo al
rescate antes de que os estrelléis (¿lo veis?)
·
De
cuatro trabaja uno, y el país está al revés (¿quién es?)
Á. H.
LAS AFUERAS DE DIOS
Antonio Gala
El
mundo de Nazaret-Clara es “un mundo entretejido por anécdotas en las que el
lector tendrá que reconocerse o reconocer el reflejo de alguien próximo” (1),
se afirma en la contracubierta del libro.
No
se trata de un aserto apriorístico, sino más bien producto del profundo
conocimiento, por parte del autor, de la sicología humana, que le ha permitido
crear personajes de sólida estructura en el conjunto de su obra literaria.
Ciertamente
hay situaciones, sobre todo en la primera parte de Las afueras de Dios en las que me ha resultado fácil reconocer un
paralelismo o, incluso, tal vez, una identificación con el personaje central
del libro.
El
proceso vivido por Nazaret, Clara Ribalta, es el itinerario de búsqueda
sincera, a veces iluminada y guiada por una luz diáfana; otras, muchas, perdida
en la penumbra o ciega en la oscuridad en la que nos sumergen la duda y la
incertidumbre.
De
todas formas, quien entroniza la autenticidad como rector de conducta termina
primero por encontrarse a sí mismo y consiguientemente descubrir la Verdad.
La
verdad es que “es imposible amar a los hombres en Dios: hay que amar a Dios
en los hombres” (2).
El evangelista Juan lo explicita
meridianamente: “quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios
a quien no ve” (3).
Es
el núcleo del Evangelio, la “Buena Noticia”: “Quien no ama no ha conocido a
Dios, porque Dios es Amor” (4). “Dios es Amor y quien
permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (5).
En
el fondo, estoy convencido, ateos y teístas, cuando la coherencia y la
sinceridad impregnan nuestro devenir cotidiano, sin más adherencias espurias,
confluimos en lo esencial. Y lo esencial es el descubrimiento del Amor.
El
mundo de Nazaret-Clara, también el nuestro, es “un mundo que dejaría de
existir si dejara de existir el amor” (6).
Hay
en el relato un párrafo que hubiera suscrito, como experiencia personal, hace
cuatro décadas. Lo suscribo hoy literalmente. Transcribo textualmente la cita: “Antes
me preguntabas por qué salí del convento, ¿verdad? No fue porque corrigiese el
sentido de mi vida, o porque descubriera otro distinto. Simplemente se abrió el
que ya tenía, se hizo mayor. Como se hace mayor el panorama que se ofrece al
caminante que, al llegar a un alto, como aquella vieja que dijimos, ve
ampliarse el paisaje, el mismo que
traía, y sin abandonar su camino… No sé si me he explicado bien. No tuve la
impresión de traicionarme, ni de traicionar a nadie ni a nada. Mi idea de la Divinidad
seguía abarcándolo todo, presidiéndolo todo. Se trataba de unas nuevas afueras
de Dios, de un encargo nuevo en el que yo no es que me hallase más implicada,
sino que lo estaba de otra manera. ¿Me entiendes? En el fondo, todo es abrazo
en este mundo. Y en el otro. Eso lo supe entonces: el ser humano abraza a la
naturaleza, a Dios, a otro ser humano que lo abraza también…” (7).
Durante
la lectura de Las afueras de Dios ha
habido momentos, reflexiones puestas en boca de Nazaret-Clara por el autor
Antonio Gala, que me han implicado singularmente, obligándome a hacer una
pausa, a releer el texto.
Con
toda seguridad ello es debido a que el autor ha sabido zambullirse en
situaciones y experiencias profundamente humanas. Me he visto reflejado
nuevamente en ellas: “Si nos creemos ofendidos, es a causa de nuestro miedo
de nuestra inseguridad. Si ofendemos, es porque ignoramos cómo obrar
debidamente, y nos dañamos a nosotros mismos. Nadie se halla capacitado para
ofendernos con actitudes o palabras: es sólo nuestra inseguridad la que se
siente atacada y pone en guardia sus defensas” (8).
Por
segunda vez he leído recientemente, en autores distintos, expresiones
coincidentes en el fondo, aunque con matices en la formulación. Coincidencia
que ratifica la consistencia de la afirmación: “Si la ciencia ha añadido
años a la vida, es preciso que se añada vida los años” (9).
“Añadir vida a los días cuando no podemos añadir días a la vida” (10).
Cuando
Nazaret-Clara afirma “es la belleza dentro de nosotros la que nos deja divisar
la de fuera” (11) está emitiendo un mensaje positivo y
optimista, no ilusorio, fiel exponente de la realidad.
He
dejado ya para el final una última perla desgranada del elenco de reflexiones
de la protagonista de la novela, muy en consonancia con la experiencia que
vivimos los que rebasamos ya ciertas fronteras: “Los ancianos suelen creer
que, una vez amanecido, cuentan con un día más, porque la muerte viene de noche
con pasos de paloma” (12).
No
sé si el zarpazo definitivo me acechará con “nocturnidad y alevosía”, el primer
amago sí lo fue. Pero lo que sí es cierto es que cada amanecer es un tributo de
agradecimiento y una oportunidad para “añadir vida a los años”
Salvador
Egea Solórzano
(1) Contracubierta. (2) En la solapa del libro. (3) 1Jn 4, 20. (4) 1Jn 4, 8. (5) 1Jn 4,16b. (6) Contracubierta.
(7) pág. 263. (8) pág. 272. (9) pág. 249.
(10) Anne-Dauphine Julliand, “Llenaré
tus días de vida”, Círculo de Lectores.
(11) pág. 23. (12)
pág. 22.
LA CARA DE MI RETRATO
Por APULEYO SOTO
Para perpetua memoria
y a los sesenta cumplidos,
aquí dejo mi retrato
no pintado sino escrito.
Nunca una imagen valdrá
lo que vale un adjetivo;
las palabras dicen más
que los pinceles más finos,
y no hay marco para ellas
pues su campo es infinito,
y es la lengua quien me atrae
y en ella sola me fijo.
Mirando hacia atrás sin ira
me siento como un mendigo
que busca en el diccionario
vocablos reconocidos.
Mi infancia y mi juventud
transcurrieron al unísono
de las hojas del papel
vibrándome en los oídos.
El mundo no estaba fuera
sino dentro de mí mismo,
y daba vueltas y vueltas
a sus montes y a sus ríos
sin cansarme y sin
salirme
de las páginas de un libro.
Siempre los mantuve abiertos,
y en difícil equilibrio
sorbí sus sopas de letras
para alimentar artículos
de más gloria que un laurel
en la testa de un patricio.
Si a alguien injurié, disculpe,
no quise sembrar heridos
en mi oficio de escribano
fácil, rápido y sencillo.
Que me editen me da igual,
bien sé dónde está mi sitio
por encima de desdenes,
de olvidos y de prejuicios.
Ni escribí a gusto de todos,
ni me rebajé tan ínfimo
que la adulación pudiera
malversar mi buen sentido.
Cada cual es cada cual
y respeté sus delirios,
fueran a favor de mí
o fueran contra sí mismos,
incólume me mantuve
frente a troyanos y tirios,
unos pasados de rosca,
otros pobres eruditos
a la violeta del tiempo
pero faltos de prestigio.
A mis soledades fui,
cada vez con más ahínco,
como don Lope de Vega,
del que me nombré discípulo
en una autobiografía
que sólo leen los niños,
esos pequeños filósofos
que Dios puso en mi camino,
pues para ellos dije todo
lo que debiera decirlos
como maestro de nada
sino aprendiz
primerizo.
Con una pluma en la mano
no ansié otros beneficios
que los de ellos aumentados
y los míos repartidos.
Fue ventura para mí
deshacerme como el trigo
en harina candeal
de comunión como un cristo.
De los magnates huí
por no aceptar compromisos;
a la opinión de los otros
opuse mis propios juicios,
ni mejores ni peores,
pero en todo caso dignos
de que en cuenta se tuvieran
por lo que más tarde vimos:
la cultura por los suelos,
los valores al arbitrio
de los curas y los frailes,
los tontos y los políticos.
Y aquí estoy, erre que erre,
como la puerta en el quicio:
para abrir, si es necesario,
para cerrar, si es preciso.
COPLAS
A LA MUERTE DE UN AMIGO
Marino
Moreno Moreno, ciudadano del cielo
dio
el alma a quien gela dio
(el
cual la ponga en el cielo
en
su gloria),
que
aunque la vida perdió,
dexónos
harto consuelo
su
memoria.
En Majaelrayo naciste,
pueblo sencillo y austero
de la sierra;
y como el rayo caíste,
seguro, fuerte y certero,
en la tierra.
Carbón, pizarra, ganado...
Mujeres y hombres curtidos
son tus gentes;
tez morena, brazo armado,
de andar firme, decididos
y valientes.
Desde el Ocejón oíste
la
voz que hasta ti llegaba
cierto día.
Escuchaste, y comprendiste
que era Dios quien te llamaba
y te elegía:
Eres, Marino Moreno,
llamado por Dios y ungido
por su mano.
Eres, Marino, hombre bueno
y por
ello te ha elegido
para Hermano.
Y a Griñón llevó el camino
que seguiste al escuchar
la llamada.
Quiso Dios y su destino
que allí lograses hallar
tu morada.
Allí también, los amigos
que has honrado con tener
tu amistad;
fuimos, Marino, testigos
de tu fe, tu buen hacer,
tu bondad.
Allí, tu corta estatura
se creció con el saber
aprendido;
allí alcanzaste la altura
que pocos podrán tener
o han tenido.
Marino Amalio, tu nombre;
ámalos: tierno, suave,
bondadoso...:
acertado para un hombre
que, al par de ser fuerte y grave,
fue piadoso.
En
'La Paloma' iniciaste
tu andadura en la experiencia
de maestro,
y ya entonces demostraste
que en labores de docencia
eras diestro.
Quiso de nuevo Griñón
para su 'Escuela Gratuita'
reclamarte,
y allá fue tu corazón;
aquella tierra bendita
supo honrarte.
Y entre clase y clase, un sueño:
psicólogo, pedagogo...
sacrificio.
Menos tiempo, más empeño;
la ciencia, el saber,
el logo...:
puro oficio.
De vuelta a Madrid de nuevo,
al Sagrado Corazón:
malos vientos;
Plasencia después; y luego,
a La Paloma: aluvión
de añorados sentimientos.
Tu alma se ilusionó
con la entrega y la inquietud
misionera,
el océano cruzó,
y enterró tu juventud
casi entera.
El Gran Chaco, en Paraguay,
sangre regó que al amar
se derrama.
Dieciséis años; no hay
quien pueda tanto entregar,
si no ama.
Y regresaste a tu cuna
cansado, herido, maltrecho,
pero pleno de fortuna:
noble, honrado, satisfecho,
respetado.
Valladolid: tu moral
animó a la juventud
postulante.
San Rafael: pastoral
que no cejó en plenitud
ni un instante.
Fuiste hasta el fin de tus días,
hombre de probada ética,
duro asceta.
Y otro hito alcanzarías:
Licenciado en Catequética,
digna meta.
Nadie te enseñó a tañer,
tocar, pulsar o afinar
instrumento;
genial,
supiste aprender
a gozar y disfrutar
de su acento.
Tus ojos fueron perdiendo
la luz; pero estuvo alerta
tu mirada;
seguiste amor compartiendo,
y tu mente siempre abierta,
confiada.
Llegaste al fin de tus días
con respeto y tolerancia
verdadera;
sufrido, entregado, hacías
del esfuerzo y la constancia
tu bandera.
Y cuando el cuerpo rendido
dio su alma al Hacedor,
un momento
quedó tu brazo extendido,
para darnos el valor
y el aliento.
Gracias, hermano y amigo;
gracias por tanta confianza
compartida.
Que Dios te tenga consigo,
y nos llene de esperanza
tu partida.
Ángel Hernández