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20200929

91 AFDA


                                                       Octubre, 2020


ÍNDICE PRINCIPAL


Pregón: Con solo una docena

De senectute: En el margen. Teódulo GR

En homenaje a Cervantes: Cervantes explicado por mi madre. A. Gómez Moreno

La mujer en Cela: Armas de mujer. Complementos. ÁH

Soneto desde el sentimiento: Maldita sociedad ÁH

Leímos: El Cega ciego. Apuleyo

Día de la Hispanidad. Ciudadanos del mundo. En homenaje. ÁH

Rincón de Apuleyo: Tres en uno. Octubre mes de cosecha.

Educación física: Desarrollo de las capacidades condicionales.  F. Sáez

Afderías: Teletrabajerías. CUR. Lamentables acrónimos. ÁH





CON SOLO UNA DOCENA


La ira de Dios parece que planea sobre nuestra España. Hemos llegado a un punto de tangencia con Sodoma, Gomorra y Seboín. Dios, nuestro Señor, no tenía menor interés en los habitantes de aquellas ciudades bíblicas, hace mil ochocientos años, que el que tiene por su España de 2020. De unos y de otros pueblos esperaba lo más grande. Y los quería con su corazón de Dios, infinito, que no es hipérbole, sino realidad.

Misión importante desempeñó entre nosotros el pragmatismo desde finales del siglo XIX al día de hoy. Solo que hoy ocupa todo su espacio filosófico con las bandera al viento de su consigna menos válida: hay que ser pragmáticos, con lo que se nos hunde en la mediocridad y en la vulgaridad menos humana. En política los niveles son de la más ramplona insensatez.

Estamos marchando, eso sí, pragmáticos, por el filo del mal menor y del aborregamiento más sumiso, hacia el abismo.

Los mejores cristianos estamos esperando -y quizá no debiéramos esperar más y echarnos a orar solos- que desde el episcopado se nos movilice para la oración nacional que arranque que el Cielo nos suscite una docena de cristianos inteligentes, que den un giro de 180 grados y se pongan del lado de la utopía, de la virtud social y del camino único que ha de seguir la España que Dios quiere como pueblo, al frente de la fraternidad universal.

Es la hora de volver al sentido de la vida como servicio que nos pasaron como ideal en la infancia. Es la hora de la virtud humanista y social, desde nuestro pequeño rincón, pero todo él vigoroso, inteligente y creativo al servicio de una humanista solidaridad cristiana.

NB. Por empezar desde la Escuela por algo concreto y a mano, frente a esta “filosofía de tenderos”: Teoría del conocimiento a la manera del Bachillerato Internacional en todas las escuelas y vuelta a la Reflexión lasallana, con sus veinte núcleos del humanismo cristiano.





EN EL MARGEN


1 Cuando hemos traspasado -quizás sobradamente- el límite de la jubilación y hemos entrado en la tercera edad es posible que se apodere de nosotros una cierta frustración personal ante las realidades sociales nuevas, sensación o sentimiento que puede hacernos caer en la tentación de situarnos al margen de la corriente actual de la vida. En realidad, de sentirnos marginados. Pero una cosa es ser marginados y otra “situarse en el margen” uno mismo (que tampoco es automarginarse). Estar “en el margen de” es vivir cerca de la realidad -de ciertas realidades- aunque uno no esté totalmente involucrado en ella. Porque tampoco se trata de situarse “al margen”, quedarse en él, como quien se aparta o se inhibe de lo que hay a su alrededor y le atañe personalmente.

En los artículos de AFDA para el curso que comienza quisiera hablar del margen, no de la marginación. El margen no tiene aquí el sentido que se le da, por ejemplo, en algunas revistas (“En el margen”, una revista de psicoanálisis o “Desde el margen”, revista que aborda temas de “políticas migratorias y de fronteras”); y tampoco, por supuesto, se ha de entender en términos estadísticos o económicos. La imagen más plástica del margen que aquí abordamos es la de la ribera de un río en la que nos sentamos a observar la corriente; o incluso el margen de un libro en el cual anotamos nuestras vitales observaciones.

2 Situarnos en el margen – ahora pluralizo- puede ser una situación propia de quienes hemos atravesado, como digo, la línea que señala el ámbito de los llamados “mayores”, eufemismo para denominar lo que siempre ha sido la vejez. Nosotros nos situamos en el borde de la realidad como espectadores interesados, no como observadores nostálgicos; nuestra actitud no es la crítica descalificadora de lo nuevo, aunque sí la visión crítica de lo que tiende a presentarse como bueno simplemente por ser nuevo; desde el margen vemos lo que llega o lo que pasa, como la corriente del río, pero sin dejarnos fascinar o abducir por ella.

Ello es así si hablamos de educación, ese río que baja ahora muy revuelto o ese bosque por el que es muy difícil transitar ; o si hablamos de la teología y de la religión, una corriente de aguas revueltas y turbulentas unas veces y otras, quizás, a punto de secarse; o cuando miramos el río de la sociedad y de la cultura, multiplicado en una variada pluralidad de afluentes… o, finalmente, cuando observamos el devenir de la llamada política y no vemos el noble compromiso con los asuntos de la polis, sino las turbias aguas de un río que baja lleno de intereses partidistas, espurios. De todo estas realidades -en cuyos márgenes nos situamos- trataré de

decir sin pretensiones mi palabra.

3 Porque nuestros años y nuestra situación en el margen no deben acomplejarnos ni impedirnos expresar nuestra opinión, conocer la nueva realidad y sus lenguajes y expresar con humildad nuestro pensamiento. En un texto oracional que lleva por título “Enséñame a envejecer” su autor afirma entre otras cosas que los otros no son injustos con nosotros “cuando me quitan responsabilidades” o “no piden mi opinión”, en clara alusión a nuestro vivir en el margen, perdida la centralidad o el protagonismo; pero también nos invita a vivir “sin lamentarse del pasado que ya se fue” y a “vivir en contacto humilde y sereno con el mundo que cambia”. (F. Ulibarri, Al viento del Espíritu, Verbo Divino, 2012). Pues bien, ese es el sentido de las páginas que pretendo ofrecer este curso a AFDA: estar en el margen del río de la vida que pasa -no al margen de él- y vivir en contacto “humilde y sereno”, pero también atrevido y crítico cuando la ocasión lo requiera. No pedimos permiso para decir nuestra palabra. Lo tenemos y lo ejercemos, simplemente.

Y hablando de humildad y serenidad, recuerdo las palabras de S. Ramón y Cajal, que el pasado curso aparecieron en las páginas de nuestro blog. “Humildad y modestia” afirma el gran Cajal, ante la novedad de la vida y ante el natural empuje de los jóvenes. Ante ellos, lo que procede es “cederles de buen grado la plaza. Sírvanos solo de consuelo la esperanza de que lo mejor de nuestra personalidad florecerá algún día en la conciencia de nuestros descendientes, aunque se olvide el origen, como la rosa opulenta ignora el humilde escaramujo de que desciende” (p. 92)

Pero, al mismo tiempo, situados en el margen no permanecemos ajenos a la realidad, especialmente a la más próxima a nosotros, sino que desde nuestra reposada experiencia y desde nuestra vida serena la miramos, la admiramos, la valoramos. Todo menos “quedar al margen” mudos e inactivos. Si desde su condición de científico Ramón y Cajal asegura que “el cerebro resiste más a la regresión que todos sus compañeros” (los demás órganos), no dudemos en ejercitarlo en cosas nobles y altas. Y aunque nuestra palabra no sea “de autoridad” y nuestros juicios no parezcan en ocasiones “actuales y acertados”, lo importante es participar en el río de la vida: si no es desde la tumultuosa corriente, sí al menos sentados en sus márgenes.

TEÓDULO GARCÍA REGIDOR

Profesor del Centro Universitario La Salle




          (I) EN HOMENAJE A CERVANTES


Desde la Redacción de AFDA queremos agradecer a nuestro buen amigo y colaborador Ángel Gómez Moreno, el haber puesto incondicionalmente a nuestra disposición este trabajo en torno a la obra de Cervantes. Nuestro propósito es publicar algunos fragmentos –la extensión de la obra escapa a las limitaciones de nuestro blog-, en sucesivas entregas. Hemos considerado conveniente evitar, en aras de la brevedad, determinadas aclaraciones técnicas o bibliográficas que pudieran tener menor interés para el lector. Las supresiones quedan señaladas por los corchetes introducidos en el texto.


CERVANTES EXPLICADO POR MI MADRE



A Carlos Alvar, por toda una vida de amistad

Tres razones me han movido a reservar esta conferencia inédita (impartida en el mes de diciembre de 2012, en un ciclo sobre Toledo y la Real Academia Española, en la Biblioteca Pública de Toledo) para homenajear a Carlos Alvar: en primer lugar, que las fichas aducidas sean curiosas como pocas y hayan sido analizadas con arreglo a diversos procedimientos, en particular los estrictamente filológicos; en segundo término, ha sido determinante nuestra común pasión por la ornitología, la botánica y la enología, así como por la lexicografía con carácter general; en fin, más peso tiene el hecho de que se trata de un trabajo a tres bandas y de que la tercera le corresponde a mi propia madre, que conoció a Carlos Alvar más o menos al mismo tiempo que yo. Sin más preámbulos, así arranca mi conferencia.

Sospecho que frustraría sus expectativas si ofreciese algo distinto de lo que dice el título de mi charla en el programa oficial; sin embargo, les doy garantías plenas de que cumpliré el compromiso adquirido, y además a rajatabla. Con ello, quiero decir que, al revisar el Quijote y otros títulos del canon literario español, me apoyaré, no siempre sólo pero sí primordialmente, en la memoria de mi madre: Rosario Moreno Montoro, nacida el 11 de junio de 1928 en Villatobas (Toledo).

(...) Los ejemplos que he ido agavillando demuestran cómo la cultura tradicional, a través de uno de los contados informantes o transmisores que le quedan, ayuda a entender la literatura de antaño y a superar escollos de muy diversa índole: advertidos unos, otros completamente inadvertidos. Me adentraré por derroteros que la Filología debería sentir como propios, pues lo fueron propiamente en los ya lejanos tiempos en que comenzó a desarrollarse como disciplina.

(...) Acerca de mí tan sólo diré que, sin ser exactamente un experto en las materias de las que me ocuparé en este encuentro, tampoco me tengo por un mero aficionado; y en menor medida, si cabe por un neófito.

A cuantos han seguido mi evolución, ya no les extraña que, de un trabajo a otro, salte de la hagiografía a la botánica, de la ornitología a la ecdótica, de la historia militar a la hermenéutica, del mundo del libro a las artes plásticas. Si en esta relación asocio materias con técnicas o códigos, es porque aquellas no son sólo un objeto de estudio en sí mismas sino que funcionan como herramientas de análisis de gran eficacia; de ellas me he servido en el pasado y a ellas recurriré de nuevo en esta ocasión. Voy, cierto es, de un tema a otro por razones puramente metabólicas. No critico a nadie por dedicar toda su energía a un solo autor u obra, o a concentrarse en temas acotados en exceso. Allá cada uno.


(...) ¿Qué ventajas supone mi particular método, si es que tiene alguna? La principal es que actúa como antídoto frente al tedio derivado de atender a algo que –como ya se sabe de antemano– no deparará sorpresas o novedades, lo que quita fuelle al investigador y defrauda las expectativas del destinatario natural de la investigación, que suele ser otro especialista en la misma materia. Lo que yo persigo es justo lo contrario: ofrecer algo nuevo por completo: nuevo en atención al método que empleo y nuevo por lo que respecta al objeto que persigo. 
(...) El análisis de unos cuantos pasajes alusivos al campo y la naturaleza me servirá para demostrar que la cultura oral impregna la obra entera de Cervantes. Así, quedará claro cómo se equivocan cuantos han escrito que el genial escritor aprendió las virtudes de las plantas en los libros, más concretamente en el Dioscórides español (1555) glosado por el doctor Andrés Laguna. En realidad, Cervantes debe muy poco a esa u otras obras; de hecho, en sus citas más originales, se apoya en dichos, expresiones o refranes populares que aluden a una determinada especie en atención a alguna propiedad o característica sobradamente conocida. En ese sentido, el hallazgo de las mismas citas en escritores contemporáneos resulta verdaderamente revelador; más me importa, si cabe, su supervivencia en la tradición oral moderna. Recuerden que, en la ocasión presente, mi única informante es mi madre.

Pajito (Chrysantemum coronarium)

De inteligencia y memoria portentosas, mi madre es la informante ideal para cualquier folclorista o experto en Geografía Lingüística. A mí, me inculcó muy pronto su pasión por el campo, en su estado natural o transformado a las necesidades humanas. Si de las faenas y ritmos de la vida campestre nada se le escapa, sus conocimientos zoológicos (sobre todo, ornitológicos) y botánicos sorprenden a cualquiera. Gracias a ella, aprendí de pequeño los nombres de un gran número de plantas, así como su uso o aplicación. Mientras escribía estas líneas, hemos repasado un buen número de especies. Así podría comenzar una de sus largas retahílas en referencia a las plantas más comunes y su uso en la vida diaria: «los pajitos, pa’ los conejos; las cerrajas, pa’ las caballerías; del aladre, sólo sé que era tan venenoso que ni las cabras lo querían; la mostaza silvestre, pa’ hacer sinapismos, que arrancan el frío del pecho y curan los catarros...».

De las cuatro especies citadas, dos precisan glosa. El pajito (Chrysantemum coronarium) es sinónimo de la margarita de verano, magarza o matricaria (con nuestro nombre, pajito, falta en el DRAE). El aladre o baladre puede corresponder a la ponzoñosa adelfa (Nerium oleander), pues con ese nombre se conoce en catalán, o al igualmente letal vedegambre (Veratrum album), pues con ese nombre se conoce en vascuence. El DRAE sólo da la equivalencia de baladre y adelfa; no obstante, hay zonas de España, y no sólo la que ahora importa, en que la planta recibe el nombre de aladre. Mi madre refuerza la ficha botánica con la siguiente cancioncilla:

“De la retama mordí, 

de la raíz del aladre. 

No hay bocado más amargo

que decir: «No tengo madre».

Estamos ante un testimonio único, aunque tiene una correspondencia aproximada en cierta canción recogida por Alberto Sevilla en su Cancionero popular murciano [Murcia: Sucesores de Noques, 1921, n. 1294]: «Hubo un tiempo en que yo fui // dulce pa’ ti y pa’ tu madre, // pero ahora soy más amargo // que la raíz del baladre». ¿Adelfa o vedegambre? No queda nada claro de cuál de las dos especies se trata. La primera era bien conocida en ese pasado cercano al que aquí me remito, y además por su nombre común; de la segunda, especie montana inimaginable en la Mesa de Ocaña, sólo cabía un conocimiento indirecto y lejano, si es que no exclusivamente literario.

Vedegambre (Veratrum album)

La técnica de análisis de que me sirvo funciona en textos de toda época. De ese modo, un dicho de mi madre, «¡Anda y toma flor de malva, pa’ que sudes!», deja bien claro lo que doña Emilia Pardo Bazán pretende en este pasaje de Una cristiana (1890): «¡No faltaba más! Ya se ve que iré. A llevarte una taza de flor de malva, bien hervidita, para que sudes». No, aquí no importan las virtudes terapéuticas de la planta: lo que cuenta es la burla y el reproche que el dicho comporta. Su contemporáneo y más que querido colega don Benito Pérez Galdós, en El amigo Manso (1882), se refiere en un tono menos marcado (aunque no creo que esté completamente exento de ironía) a la tisana de flor de malva como remedio para sofocos femeninos (en el parágrafo xxxvi, «Anochecía»):

Le ha entrado fiebre; pero una fiebre intensa. Ya la hemos acostado. ¿Quieres pasar a verla ?... Se ha calmado un poco; pero hace un rato deliraba y decía mil disparates.

Que suba Miquis.

Le hemos dado un cocimiento de flor de malva. Creo que le conviene sudar. Anoche debió constiparse horriblemente cuando aquella alarma de los ladrones...

Todavía en una zarzuela de Antonio Casero, La noche de la verbena (1919), se recuerda que sudar, bien arropado en la cama y con la correspondiente infusión de malva, formaba parte de la medicina popular de antaño para curar un simple catarro; sin embargo, en la cita se percibe un gracejo semejante al que he apuntado en los casos anteriores:

Señá Margarita: —Güeno, la traigo a usté un pañolón verbenero como pa’ romper a sudar.

Pepa: —¡Ay, hija, a ver si es que me trae usté una tacita de flor de malva en lugar de un mantón!

    Calemos más hondo en el tiempo. Antes, no obstante, les ruego que consideren lo que implica atender a la oralidad en Cervantes. Al respecto, no perdamos de vista que, desde la publicación de El pensamiento de Cervantes por Américo Castro en 1925, los referentes culturales de nuestro primer escritor se han rastreado exclusivamente en el libro español y europeo de aquellos tiempos. Ahora, sin desandar lo andado, esto es, sin necesidad de volver en ningún caso a la imagen de un Cervantes lego en una España igualmente lega, se impone corregir esa trayectoria. Cervantes nunca más será un escritor de pobre formación y «sublimes intuiciones» (ya lo advertía don Américo); no obstante, queda igualmente claro que su cultura oral no se agota en los refranes de Sancho ni en los ecos de la lírica popular, tradicional o folclórica. A la oralidad, en Cervantes y sus contemporáneos, le correspondía un papel decisivo en la transmisión del saber. En realidad, ese factor ha pesado más que ningún otro en la formación del individuo, con independencia del grado de evolución de la sociedad a la que pertenece, arcaica o moderna, letrada o iletrada. Este canal de transmisión se ha visto trastornado en los últimos años por culpa de la televisión y unos juegos electrónicos, que, más allá del ocio, invaden la totalidad de la existencia de nuestros niños, y de la peor manera. El corte con la tradición ha sido traumático a más no poder, ya que la videoconsola, playstation y, a día de hoy, el teléfono móvil han sustituido a la madre en su papel primordial de transmisora del conocimiento. Con toda razón, hasta aquí se decía: «Educa a un hombre y educarás a un individuo; educa a una mujer y educarás a la nación entera». La lengua forma parte esencial de ese legado o acervo cultural, a la vez que actúa como soporte para los materiales que lo constituyen. La adquisición y transmisión de la lengua depende, sobre todo, de la oralidad, aunque luego podamos enriquecerla por otras vías, en especial a través de la lectura. Leyendo hacemos nuestros términos y expresiones ajenos a nuestra competencia idiomática y hasta nos sentimos capaces de recuperar universos de referencia lejanos y olvidados. Es el caso del campo español que fue y ya no es, con sus útiles, sus usos y su particular manera de hablar; un medio en el que a las plantas, como ya hemos visto, y a los animales les corresponden nombres que las más de las veces faltan en el DRAE. Enseguida veremos cómo la cultura ornitológica del campo toledano da sentido a una cantiga de Alfonso X el Sabio. Por ahora, me limitaré a desgranar algunos nombres de aves que merecerían un comentario despacioso para el que no tengo tiempo (y añado que ya he llevado a cabo esta operación en el caso de Miguel Delibes, con resultados que me atrevo a calificar de sorprendentes y, en algún caso, también por decepcionantes). En primer lugar va la marica, denominación de la urraca (Pica pica) en dos zonas de España bien distantes, como son el Norte de Castilla y Sur del País Vasco, de una parte, y unos rodales bien delimitados de Toledo, Cuenca y Albacete, de la otra. De la churra, con que mi madre se refiere a la ortega o corteza (Pterocles orientalis), sólo nos habla, y con conocimiento de causa, Camilo José Cela en Judíos, moros y cristianos (1956).

Del tintinito sólo puedo decir con seguridad que es un pajarillo mínimo, aunque no sé si identificarlo con el buitrón, como en Murcia (donde lo llaman tintín Pérez), o bien con esos primos-hermanos que son el carbonero común (Parus major) y el herrerillo común (Parus caeruleus), que a ambos llamaban tintinitos los coevos de mi madre en diversas zonas de La Mancha. En otras partes de España, el tintín es también el pinche, aunque para mi madre este nombre es un sinónimo del pinzón vulgar. (Esta ficha concreta es una joya y salió a relucir cuando mi madre me comentaba lo delgada que se había quedado por la dieta que le había prescrito el cardiólogo: «Se me están quedando patitas de tintinito».) En fin, sobre la zumaya, el DRAE da dos sinónimos: autillo (Otus scops), rapaz nocturna incansable en su nocturno silbar, y chotacabras gris, común o europeo (Caprimulgus europaeus), de boca enorme. Respecto del ave aludida por mi madre con este nombre, no tengo seguridad plena.

Autillo (Otus scops)

En Primer romancero gitano (1924-1927), García Lorca se refiere claramente a la rapaz nocturna, que suele posarse en las ramas, a diferencia del chotacabras, que prefiere pasar gran parte del tiempo tumbado sobre la tierra, con la que se mimetiza. Sólo Álvaro Cunqueiro ofrece varias citas de la misma especie a la que aquí apela el poeta de Fuente Vaqueros: «¡Cómo canta la zumaya!, ¡ay cómo canta en el árbol!». Como digo, sus palabras sólo se entienden en alusión al autillo. Pero, ¿cuál es la especie nombrada por madre con «¡Boca de zumaya!»? Así se burlaba de mí o de cualquier otro niño cuando, con la boca abierta como un buzón pero con desgana, lloraba por un motivo sin importancia. Ella no ha sabido precisarme si el dicho se refería al autillo, en razón de un canto que se prolonga a lo largo de horas y horas, por lo que no cierra el pico, o al chotacabras, cuya boca recuerda al feo de los Hermanos Calatrava.
Chotacabras

Ella conoce bien ambas especies, pero no sabe cuál es la aludida por la expresión que tantas veces le he oído. Yo apostaría por esta última, el chotacabras, porque le conviene para reforzar su gracejo y porque el Atlas Lingüístico (y Etnográfico) de Castilla-La Mancha, obra de Pilar García Mouton y Francisco Moreno, documenta zumaya por chotacabras en al menos una localidad relativamente cercana, Mora. Por otra parte, Francisco Bernis, en su Diccionario de nombres vernáculos de aves, Madrid: Gredos, 1995, sólo recoge la equivalencia al chotacabras. (En una charla con mi buen amigo Miguel Ángel Rivera, un compañero de la Universidad Complutense de Madrid natural de Los Navalmorales, este me confirmó que en esa zona del Occidente toledano la voz zumaya sirve para nombrar al chotacabras).

ÁNGEL GÓMEZ MORENO

Catedrático de Literatura Española

Universidad Complutense










                     LA MUJER EN CELA (X)


                  ARMAS DE MUJER

                  2 COMPLEMENTOS

"Quod natura non dat, Salmantica non praestat’Esta expresión echa por tierra las esperanzas de superación de quienes no tuvieron la fortuna de su parte y con quienes la naturaleza se mostró esquiva al repartir capacidades. Esto –sin duda discutible- que se dice sobre la dificultad del ser humano para superarse y obtener de sus capacidades intelectuales el mayor rendimiento cuando la inteligencia natural resulta escasa, puede también aplicarse a la posibilidad de mejorar la propia imagen en presencia física, atractivo y capacidad de seducción; en el caso que nos ocupa, a la capacidad de seducción femenina. A la dama físicamente bien dotada y agraciada, poca o ninguna falta le hacen –al menos en plena lozanía- ningún tipo de afeites o aditamentos. Sí se harán necesarios en quienes más tienen de natural fealdad que de belleza, en figura, facciones y maneras. Aunque, en cualquier caso, nunca vendrá mal perfilar y mejorar lo que nació hermoso, o camuflar discretamente con alguna pincelada la pequeña tara o el desgraciado accidente.


Son varios los aditamentos. El vestido, uno de ellos. No podemos estar de acuerdo con aquello de que ‘aunque la mona se vista de seda, mona se queda’. La cenicienta, con su bonito traje de noche, pasó muy bien por princesa. Es preciso, eso sí, saber elegir lo que conviene a cada ocasión. Se lo comentaba Mrs. Caldwell a su hijo desparecido: Tengo un traje bordado con cuentas azules y otro con cuentas verdes. Según los pensamientos con que me levanto de la cama, así elijo mi traje. No me va mal con mi sistema. Era consciente de que en todos los tiempos contó, y mucho, la prestancia en el vestir, aunque en ocasiones sean simples abalorios los que sorprenden y cautivan: tengo para mí –continuaba Mrs. Caldwell- que los antiguos, los verdaderos sabios de los tiempos antiguos, también se sentían atraídos por los abalorios finos, por las cuentecillas de amables colores con las que yo adorno mis trajes, esos trajes que elijo cada mañana. Comenta que es una verdadera lástima que las mujeres no podamos usar sombreros de copa, como los lores, pues es muestra de una gran elegancia que se va perdiendoUna garza real parecía Pipía Sánchez, con su corpiño bordado en oro. La más simple mujer puede, con ropa adecuada, pasar por auténtica Mata Hari, como la madrastra de Carlotita, que viste de verde o de salmón, de verde lechuga o de salmón ahumado, y usa zapatos de tiras sujetos al tobillo. Cuando se arregla un poco, parece una espía de la guerra del 14. Doña Petra Mandioca, ¡qué sibaritismo’!, vestía traje sastre y se hizo una boquilla con una tibia de catecúmeno.

Parece que la mujer ha de prestar mayor cuidado –de hecho lo presta- al vestido, que el varón. A las mujeres –asegura la protagonista de “La cruz de San Andrés”- se nos nota más el mal gusto que a los hombres. Y critica, más que a éstos, a las mujeres –en su mayor parte familiares del novio- que en la boda quedaban un poco horteras. En “La colmena” el autor observa con agrado, por los cafés de la Gran Vía, a las provocativas mujeres que llevan el pelo teñido y unos impresionantes abrigos de pieles, de color negro. Y la chica que el azar coloca en el camino de Martín Marco, resulta contradictoria. Pues no va bien vestida, y sin embargo piensa el autor que debe de ser una sombrerera; para acabar afirmando que las buenas queridas, las que se pueden vestir bien y llevarlas a cualquier lado, suelen ser sombrereras. La señorita Debbie Curly Willians, la dueña de la peluquería The Golden Curt, con la que gusta dejarse ver el comisionado Lowell Leetsdale, viste, sin duda, elegante, con su traje de raso verde, su sortija de rubí y su escarapela. Y si un elegante vestido es excelente carta de presentación, el atractivo se hace mayor cuando la prenda se ciñe al cuerpo y delata, sin el menor pudor, las curvas que recoge. Amanda Ordóñez no se pierde las actuaciones de las rejoneadoras, a las que el traje campero les cae que da gusto verlo con el culo y los muslos bien ceñidos por el pantalón. Esta dama, más inclinada hacia las de su propia ‘acera’ que a los de la contraria, disfruta imaginándose misteriosas lidias de cabritos con dos rejoneadoras en el ruedo, en barrera de sombra bebiendo anís y tirándoles besos y claveles. A doña Teresa, más puritana y pacata, le parece que las mujeres van algo exageradas y demasiado ceñidas, aunque ya se sabe que eso va en modas.

El salto de cama y la ropa interior tienen, en cuestión de
seducción, un valor añadido; en algunos casos, de fetichismo. La mujer lo sabe y cuida de manera especial este apartado de su ajuar. Miss. Margaret Titbit, con su pelo natural, casi blanco y los ojos de color rosa, como los conejos rusos, es muy aficionada a las puntillas y otras femeninas bagatelas. Doña Belén Trainera gasta una bata verde y rameada que le llega a los pies, y un pijama morado y también rameado que le llega, escasamente, a la rodilla. Magdalena, la golfa desgraciada que murió arrollada por el metro, olía a sebo y seroformo, sí, pero su ropa interior ya era otra cosa, sus bragas, sus sostenes, sus medias, aquel pañuelo con el que se limpiaba el sudor del sobaco, su combinación transparente… Corinne McAlister tiene un diente de oro y un juego de ropa interior de color negro fiesta. Y Mrs. Caldwell, para describir el estremecimiento de su hijo no encuentra mejor imagen que la de un recluta ante la bata de encaje de la mujer del coronel.

Mirarse al espejo, acicalarse, tener siempre a mano el peine, la

polvera, o el carmín, son elementos de un ritual que nunca pierde actualidad. En la labor de maquillaje siempre existen grados; pero la ausencia de estos signos de espontánea coquetería causarían mayor extrañeza que el aparente exceso. Los afeites femeninos –hubo épocas en que las modas no hicieron en esto distinción de sexo- forman parte de la más natural cotidianeidad. Y como era de esperar, descubrimos a los personajes celianos aplicados en estos menesteres. Doña Rosa, por ejemplo, en plena faena laboral, no olvida hacerse de vez en cuando algún retoque: entorna los ojitos tras los cristales, saca las manos de los bolsillos y se las pasa por la cara, donde apuntan los cañones de la barba, mal tapados por los polvos de arroz. Julita, la mayor de las hijas de doña Visi y don Roque, se arregla los labios mirándose en el envés de la polveraLleva el pelo pintado de rubio, con la melena suelta y ondulada. Matildita Badules, esposa de Miguel Alonso, alias ‘Telefunken’, mujer muy distinguida y relamida, dengue y suspiradora, y según las malas lenguas algo propensa a disfrazar de cérvido a su marido, los domingos se pone tacón alto y se pinta los labios de color naranja. Doña Felipa, la madrastra de Carlotita, se tiñe el pelo color mandarina. Es muy dada a cremas, polvos, coloretes, afeites y otras manos de gato y, a veces, aparece en público talmente como una calcomanía. En “Oficio de tinieblas 5” se describe a la mujer que se pinta los ojos con jaboncillo de sastre la boca con sombra de Venecia los pezones con sangre de granada el ombligo con bol de armenia las nalgas con azafrán y la vulva con humo de sándalo. La misma que, especialmente sensible, vomita con facilidad, ante la nube de solitarios que puebla las escaleras del templo con sus llagas al aire y sustentando moscas o sobre la turbamulta de mendigos cantores, al no poder soportar el espectáculo de dos perros de raza que tras hacerse el amor todavía no pudieron destrabar sus cuerpos. Incluso las indias de “Cristo versus Arizona”, en su primitivismo, usan sus propios remedios: se pintan las cejas con semillas de jojoba, tuestan las semillas que son medio aceitosas y se pintan las cejas.

El autor se manifiesta claramente a favor de las mujeres que gustan de mejorar su imagen, le inspiran mayor confianza. Las señoritas que se pintan -comenta el narrador en “Pabellón de reposo”, a propósito de la señorita del 40- son siempre más espirituales; sueñan unas azules y grandes ojeras, unos labios grana, unas uñas sonrosadas y brillantes, y una mañana, al levantarse, se acercan con presteza al tocador, y allí, durante horas y horas, mirándose al espejo, tomando perfumes de los frascos y bellos y olorosos colores de los tarros de fina porcelana, se transforman en hermosas mujeres, en mujeres de una hermosura brillante y cruel, espiritualmente brillante y cruel. ¡Ah! Las mujeres que no se pintan son pérfidas y lujuriosas, nos miran con odio, con odio inconfesado, canallesco, y nos desean la muerte entre grandes tormentos.

Parece existir una extraña complicidad de la mujer con el espejo; es, de alguna manera, su confidente. Es lo que descubrimos en Julita, que sonríe ante el espejo, la boca fruncida, los ojos entornados, las manos en la nuca y sueltos los botones de la blusa. Está guapa Julita, muy guapa, mientras guiña un ojo al espejo.


Flores, pañuelos, joyas y perfumes
 completan el atildamiento. Paquita de Castro del Río, joven morena y montaraz, muy flamenca y temperamental, se adorna el pelo, y, el escote, y lo que se tercie, con claveles rojos y voluptuosos y violentos. Toisha los domingos por la mañana se perfuma y se pone de punta en blanco. Margot, gordita, rubia teñida y muy cariñosa, sobre el cuello lleva siempre un pañuelito de crespón para taparse la vieja cicatriz. La obscena Elsa gastaba sortija de oro, ajorca de oro, brazalete de oro, rascamoños de oro y diente de oro y lucía el ombligo enmarcado en un aro cochano, de oro químicamente puro.

La china Mary, mujer gorda y saludable vestida siempre de seda y cargada de joyas, era la dueña de vidas, cuerpos, almas y conciencias y voluntades de todos los chinos.

A la mujer ya madura y en buena posición social no le faltan recursos para amortiguar el paso de los años. Es el caso de Marujita, que con diez años más se había convertido en una mujer espléndida, pletórica, rebosante, llena de salud y de poderío. En la calle, cualquiera que la viese la hubiera diagnosticado de lo que era, una rica de pueblo, bien casada, bien vestida y bien comida, y acostumbrada a mandar en jefe y a hacer siempre su santa voluntad. O el de Nati, que al cabo de los años está desconocida, parece otra mujer. Aquella muchacha delgaducha, desaliñada, un poco con aire de sufragista, con zapato bajo y sin pintar, de la época de la facultad, es ahora una señorita esbelta, bien vestida y bien calzada, compuesta con coquetería e incluso con arte. En el tranvía -comenta el autor en “La colmena”- siempre hay una señora joven, gruesa, pintada, vestida con cierta ostentación. Lleva un gran bolso de piel verde, unos zapatos de culebra, un lunar pintado en la mejilla. Tiene aire de ser la mujer de un prendero rico. También de ser la querida de un médico […] ¡Hay que ver! ¿Ustedes se han fijado? ¡Ganado del mejor!

Pondremos término a este apartado con dos descripciones muy expresivas: la que de Marujita Bodelón y de sus encantos se hace en “Mazurca para dos muertos” y la que en “La catira” refiere el esmero con que doña Telefoníasinhilos, señora de Dorindito, el amanuense de la jefatura, compone su figura antes de salir a la calle.

Marujita va teñida de rubia y se da sombra en los ojos. Tiene muy buena planta y anda con poderío y mandando, en eso se le ve la casta. Marujita es algo pechugona, a los hombres les suelen gustar las mujeres algo pechugonas, y tiene las piernas largas y el culo remangado, lo que no tiene es bonita la voz, habla como una urraca. Marujita sí fuma delante de los hombres y se pinta la boca en forma de corazón.

Telefoníasinhilos compuso su tonelaje con el mayor esmero… se enfundó en su vestido color naranja que realzaba aún más sus naturales encantos… se colocó sobre la pechuga un broche de tres piedras brasileras, claritas y muy aparentes… A base de paciencia y gomina, se hizo un peinado de concha, de gran consistencia… se calzó unas sandalias de tiras doradas… se pintó las uñas de los pies a juego con las sandalias… se ajustó un cinturón que fingía un reptil mordiéndose la cola… por debajo llevaba un fustasón de nylon, malva y con pequeños lunares amarillos… se santiguó y salió a la calle. ¡Qué andares, don, más esmeraos…! ¡Qué tongoneo más distinguío, don…! ¡Qué manera e pisá, don…! ¡Qué aplomo, pues, qué elegancia!, comentaba entusiasmado el poeta Leandro Loreto Moncada, recordando el momento, a don Job Chacín.


ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO

Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación y estudioso de Cela











AFDA voltea de nuevo las campanas de su alegría y de su aplauso por el último libro de su poeta de vanguardia. Los merecidos triunfos que alcanzan el cielo de Apuleyo Soto Pajares son también triunfos nuestros.

No somos los primeros en celebrar “El Cega Ciego”. En internet se encontrará abundante información, toda ella elogiosa, sobre esta peripecia geográfica, poética y humana, del recorrido personal que hace su autor por el curso del Cega. Nos lo hace ver como el río segoviano que tiene “vocación de cartujo”, desde que nace en la sierra de Guadarrama hasta que entrega sus aguas al Duero ya en la provincia de Valladolid.

Lo prologa el escritor de Lastras de Cuéllar, Ignacio Sanz Martín. Se compone de 237 páginas, que se dividen un ‘Umbral’, “Un viaje al albur” y veinte jornadas. A su paso el autor canta a Navafría, Pedraza, Cantalejo, Cuéllar, Fuentepiñel, etc., lugares que describe y recrea con multitud de anécdotas y curiosos personajes. Cierra el libro el epílogo escrito por Fermín de los Reyes Gómez, escritor, doctor en Filología Hispánica y profesor de la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense de Madrid.

Termina con un ‘Romance de Apuleyo Soto’, escrito por Santiago López Navia; la poesía ‘Apuleyo de perfil’, de Emilio Pascual; y una ‘Autoentrevista sobre el fondo del río Riaza’, realizada por el propio autor del libro.






           


             EN HOMENAJE


 

Corren tiempos extraños. El mundo se vuelve del revés. Parecen invertirse los valores; lo que mereció respeto y consideración, es para algunos objeto de menosprecio, cuando no de insulto y vejación. La experiencia de siglos nos permite confiar esperanzados: la historia es cíclica y pendular, y la humanidad avanza, como avanza la nave soportando los embates de la tempestad. Hay tiempos calmos y tiempos tormentosos. El de los últimos años resulta preocupante. Confiemos en que amaine la borrasca y volvamos a encontrar el rumbo que nos permita avanzar sin sobresaltos.

Hace cinco siglos, hombres intrépidos se lanzaron al vacío, y a su decisión debemos –deben, particularmente, quienes les recibieron y sus descendientes- el encuentro del Viejo Continente con un Nuevo Mundo. Con el descubrimiento y la conquista navegó la cultura, el bagaje adquirido en milenios de historia. Lejos de la xenofobia y el puritanismo que llevaron la aniquilación y el exterminio a los indígenas del norte americano, los nuestros –y hablo particularmente de los colonizadores hispanos- consiguieron con el mestizaje y el respeto de unas Leyes de Indias especialmente generosas, el hermanamiento de los pueblos. “Madre Patria”, han gustado llamar a España generación tras generación. Quienes con intereses espurios tratan ahora de crear una leyenda negra y reescribir la historia según sus intereses, han de merecer el mayor de los desprecios.

El doce de octubre es y ha de seguir siendo la fiesta de La Hispanidad”. Es el orgullo –en modo alguno la vergüenza, como algunos desearían- el que ha de presidir esta conmemoración. En respetuoso homenaje hacia quienes protagonizaron tales gestas, estos sentidos versos.





 


ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO


Maestro

Doctor en Ciencias de la Educación

Emérito UCJC



   

              








TRES EN UNO 


            Trinidad es la Verdad

cabal entre las cabales;

toda es tres y tres iguales

la divina Trinidad,

las virtudes teologales

-Fe, Esperanza y Caridad-

y las tres letras puntuales

que en las fosas sepulcrales

expresan la Eternidad.


Requiescat in pace, amén,

se lee en los cementerios

como un latino misterio

abreviado en R.I.P.

Aquel que vivió ya no es

sino un espejo muy serio,

serio como un monasterio

puesto al lado de un ciprés:

y eso sí que es cautiverio

de mente, manos y pies.


Es en la Tercera Edad

cuando el hombre al fin culmina

su existencia peregrina

lleno de enorme ansiedad,

ansiedad que le domina

hasta que en un hueco fina.

Que Dios tenga de él piedad.

Es ante su Trinidad,

por definición divina,

donde acaba de verdad.


Tres en uno aquí he empalmado,

pero son ciento y la madre

en los que encuentra su encuadre

el número tres marcado.

Del invento soy el padre,

por supuesto bien dotado,

no hay perrito que me ladre

y ya lo he finalizado.

Ahora léelo, compadre.


¿Te pareció corto o qué?

Dejémoslo como está,

alguien algo aprenderá,

según de antiguo yo sé.

Aplícate mi corsé:

Perrito que me ladre






poco y bueno escribirá

el juntaletras de acá

si con tintero y papel

quiere llegar más allá.

de donde ya llegó él.





            OCTUBRE, MES DE COSECHA



Octubre, mes de cosecha

de vides, higos, membrillos,

castañas, moras, perillos…

que colman la mesa ahecha.


Nadie en octubre rececha

de abrir el surco bendito

y orearlo, tras ser frito

por el verano que apecha


su fuego exterminador.

Octubre es abrumador

con sus frutos, puro amor.


Y en cuanto llegue el invierno

hasta el pan nos sabrá tierno

hecho al horno del infierno.


(Naturaleza, qué honor

gozar de la mesa puesta

ya con todo su sabor)





75 Los contenidos de la E.F. Tercera etapa (13-15 años)
 


(II) Desarrollo de las capacidades 

condicionales


Las cualidades físicas básicas se conocen como capacidades condicionales. Son: fuerza, velocidad, resistencia y flexibilidad. Se pueden comparar con el funcionamiento de un motor de explosión. Fidelus y Kocjasz (1991) lo denominan biomáquina, y la representan de esta manera: la velocidad implica a los sistemas de control y dirección de la misma; la fuerza y la flexibilidad responden al sistema motor; y la resistencia al sistema de alimentación.


Fuerza

La fuerza, como cualidad física, es la capacidad de ejercer tensión contra una resistencia. Esa capacidad depende esencialmente de la

potencia contráctil del tejido muscular. Dicha resistencia puede ejercerla el propio cuerpo en pugna contra la gravedad o contra un objeto. En el primer caso pueden ser ejercicio como dar un salto, elevarse desde la posición de suspendido de una barra; en segundo caso serían ejercicios del tipo de levantar peso, remar o pedalear.


Según las distintas maneras de vencer una resistencia, la fuerza puede clasificarse de diferente manera. Mencionaremos el enfoque básico, que se ajustan a las características del ámbito de la E.F.

La fuerza puede ser: máxima, fuerza-velocidad y fuerza-resistencia. La fuerza máxima –estática o dinámica– es la mayor expresión de fuerza que puede desarrollar un músculo o grupo muscular, al vencer resistencias que se encuentran en el límite de su capacidad. La fuerza-velocidad –explosiva para Mora Vicente (1995) –, es la capacidad de realizar un movimiento venciendo una resistencia no máxima a la máxima velocidad. La fuerza-resistencia es la capacidad del músculo de soportar una acción repetida y prolongada en el tiempo.


Para el desarrollo de la fuerza en general existen varias fórmulas de entrenamiento. Enumeramos las más comunes, excluyendo fórmulas específicas de rendimiento:

- Realizar muchas repeticiones con poco peso hasta sentir fatiga: fuerza-resistencia.

- Efectuar pocas repeticiones a mucha velocidad con carga media: fuerza-velocidad.

- Realizar pocas repeticiones –máximo de 10 o 12– con bastante peso de manera dinámica; genera aumento de la masa muscular.

- Ejercer tensión muscular sin que exista movimiento. Se produce contracción isometría y se obtiene un notable aumento de fuerza en poco tiempo.


La estrategia de trabajo más adecuada para los escolares en esta etapa deberá ser la de desarrollar en primer lugar la fuerza-resistencia. Según el tipo de trabajo que se realice de manera reiterada, sistemática y habitual, se crearán unas determinadas capacidades de fuerza, puesto que el organismo se adapta a las exigencias que se le demanden.


Desgraciadamente, el trabajo de fuerza muscular no termina de estar muy bien visto por parte del profesorado que imparte esta disciplina y, por tanto, no se trabaja adecuadamente con arreglo a las necesidades objetivas de los escolares de esta etapa.


Francisco Sáez Pastor

Universidad de Vigo





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   TELETRABAJERÍAS DE LA ESCUELA


Porque vino, el Corona, y por si vuelve o está volviendo, el Virus:


*
El teletrabajo del colegio tiene parte de castigo y parte de rollazo. Como trabajo es un castigo bíblico y como tele, un rollazo padre. “Cualquiera tiempo pasado fue mejor”.

  • Modo de empezar la clase. El profesor desde su casa: “En confianza, de confinado a confinado, de confinado a confinados...”

* Es mejor que el profesor que da clase desde su casa no esté en pijama, sino del todo aseado y con corbata. Y el alumno que la recibe, en su uniforme colegial. Probad, es distinto.

* Conservemos las viejas costumbres. Aparece el profesor en pantalla y los alumnos se ponen en pie en sus casas.


  • Me consta que hay profesores del SEK de El Castillo que empiezan sus clases de pantalla por el ¡Siéntense, por favor!

* Al poco de discurrir la clase: ¡Profe, mi hermano me está incordiando!

* ¡Lo que está aprendiendo la muchacha que limpia la casa!

Cada mochuelo...


  •  De alumno a alumno: Te paso esta excusa. Cuela. “Cuando usted explicó eso nos quedamos sin internet en el barrio”.

* Los niños de la Cueva de Altamira entre otras que no sabemos, dieron clases de dibujo y de alta pintura, confinados. Y, mira por dónde, hicieron Historia del Arte.

* La TV en la Cueva la encendían sus padres.


  • Cuando mis nietos se jubilen, de seguir con el teletrabajo, confinados de niños, en casa las clases, trabajando luego sin salir a la calle, a los 65, ya jubilados, van a salir al mundo tan desorientados como los presos que vi salir de la cárcel de mujeres, en libertad, en el Madrid rojo, que soltaban en 1936 y ss.


* Vino el coronavirus y del gran árbol del colegio, ¡cada mochuelo a su olivo! Cada casa, un olivo.

* La mamá: Niño, ¿estás en tu olivo, en una rama, en el suelo o revoloteando?

  • Los prefectos de disciplina de los centros que los tienen, o casa por casa, o al paro o, mejor, a un ERTE, sin fecha de final.

CUR







LAMENTABLES ACRÓNIMOS NEOIBÉRICOS



COVID ‘20: Cabreo Omnipresente Vitalizado por Individuos Descerebrados

COMITÉ DE EXPERTOS: COMisión InexistenTE DE EXperimentados PERitos en TOSes

MASCARILLA: MÁSCARa necesaria o no, según se levante ILLA

OCUPAS: Ominosa, Creciente y Usurpadora Pandemia de ASaltadores

CASOPLÓN: CASa para supuestos Obreros bien pagados que Promueven leña ONde haga falta

ESCRACHE: ESCarnio Reservado A Ciudadanos HonorablEs

PRESIDENTE ‘20: PRESo de InDepENdentistas y TErroristas

MINISTRO ‘20: MINdundi Ineficaz, Servil y apolTROnado

SANCHISTA: Segundón Aplicado, que ante Narciso no rechista


A.H.



     
 

117 AFDA

        ÍNDICE  PRINCIPAL                              ____________________________________   Pregón:  Educación y expertos. Libertad       ...