Libro de Miguel Delibes
LOS NIÑOS (y II)
LOS NIÑOS (y II)
Recuerdan estos dos niños a Juan y Quico en El príncipe destronado. ¿Por qué? Porque este cuento es el germen de aquel libro. Sabemos que Quico surge de la pluma del escritor como reflejo de su hijo Adolfo que, al nacer una nueva niña en la familia, Camino se llama, se vio destronado de su principado.
En este cuento la madre no comprende las aventuras de sus hijos porque no tiene interés por el campo. Los dos niños, sin embargo, se van adaptando a la vida del pueblo. Mucho tiene esto que ver en la amistad que establecen con Boni, el herrador del pueblo. Juan lo admira, se queda embobado ante sus saberes naturales.
Hace unos años escribí una novela titulada El camino de Rodrigo, en el que un niño de ciudad pasa sus veranos en Castrillo Tejeriego, pueblo de la provincia de Valladolid. La semejanza entre Rodrigo y los niños del relato El conejo es evidente: todos ellos disfrutan de la vida en el pueblo.
Miguel Delibes fue un hombre de campo que deseaba que llegase el domingo para escapar de su Valladolid natal y pasar una jornada de caza en los pueblos cercanos, habitualmente de la misma provincia. Y ese amor por el campo y sus pueblos lo suele trasladar a sus niños personajes: el Nini es un sabio al que preguntan los lugareños mil y una cosas; Daniel el Mochuelo diferencia un jilguero de un rendajo y una boñiga de un cagajón… Son niños felices en su entorno. Y Delibes nos los muestra felices porque él fue feliz, muy feliz en su infancia, especialmente en aquellos veranos en Molledo o en Boecillo, donde aprendió a montar en bici.
Los hijos de Miguel Delibes eran, a priori, chicos de ciudad, pero que su padre sacó enseguida al campo tal y como había hecho con el escritor su padre. Les enseñó a valorar las mejores esencias rurales y a disfrutar por las calles de los pueblos y por las laderas de sus páramos.
Los niños de este relato llamado El conejo son en gran parte el reflejo de los propios hijos de Miguel Delibes. Sus aventuras no distan mucho de las aventuras del Rodrigo de mi novela: un niño que gusta de charlar con el viejo Godofredo cuando este espera a que venga la furgoneta del pan; que se mete a cotillear en las bodegas de Castrillo, se queda encerrado en la iglesia o juega al escondite en el caño. Son vidas de niños, aunque sean temporadas cortas, que se muestran felices de vivir en un pueblo.Doctor en periodismo. Profesor
especialista en Miguel Delibes
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