Noviembre,
2018
ÍNDICE
PRINCIPAL
Pregón:
AFDA.
Ancianos
bíblicos:
El anciano Isaac (II). Zereutes
Joyas
teológicas de arte (II):
Eduardo
Malvido
Efemérides:
Salamanca, 50 años después. Teódulo
G.R.
Alta
política con estilo:
Hoy, rigor y pentagrama.
R. Duque de Aza
Soneto
desde el sentimiento:
Con luz, hacia la luz.
Á.H.
Rincón
de Apuleyo:
Sonata y fuga melancólicas. Rimado catedralicio.
Afderías:
Dieciochorías literarias. CUR
Educación
física:
Intensidad. F.
Sáez
Hemos
leído…:
Estación Términi.
CUR
afda
Tras el maravilloso románico asturiano, se impuso el románico europeo que, feudal y seguro, peregrinaba a paso de monasterios y de santuarios a Santiago de Compostela. Pasó un tiempo y, cuando el románico se puso en pie, se nos llenó Europa de catedrales y de palacios góticos. Luego vino el plateresco español y enseguida el Renacimiento.
AFDA tuvo su románico asturiano en la Escuela de Magisterio de La Salle (años 1961-1963), tiene su románico peregrino de papel en AFDA (a partir de 1982) y se gloría de su gótico de blog AFDA, en el que estamos desde 2010.
Seguimos embarcados en una etapa de AFDA que podremos ver como plateresca (no dejaremos de ser barrocos, es nuestro sino).
AFDA continúa convocando al orfebre que todo epígono de la Escuela de La Salle lleva en su interior. AFDA le ofrece sus plataformas de despegue para el mejor vuelo hacia el Cielo de Dios, la nervadura de España y el cosmos de la Cultura. Siempre dentro del Magisterio y del estilo, meta primordial de AFDA.
La bendición de Isaac sobre su hijo Jacob una vez pronunciada no tenía vuelta de hoja. En adelante a los dos hermanos les separará el odio y el deseo de venganza de Esaú.
Rebeca sufrirá con la ausencia de su entrañable Jacob, el haber engañado al marido y haberle dado su preferencia al hijo menor: el hijo preferido, tan faldero y casero, tendrá que vivir largos años muy lejos de su madre.
Han de pasar años, bastantes años, para que al fin los hermanos depongan su enfrentamiento y junten sus voluntades para hacerle honras fúnebres a su padre.
Isaac también sufrió. Ahora que estaba en sus años finales. Cuando el patriarca descubrió el engaño de que había sido objeto, un terror indescriptible se apoderó de su persona. Dios había cambiado el orden natural de las cosas, Isaac no entendía nada, y él que estaba por medio, se había dejado llevar por un placer infantil, de persona senil, el guiso de una pieza de monte… Tremendo Dios, inescrutables sus designios, responsabilidad del anciano patriarca transmisor de la Promesa.
El copista de la Biblia que, no obstante, tiene una alta idea del patriarca Isaac, le da 180 años de vida. A más años, mayor importancia. No quiere engañarnos. Nos deja constancia de su grandeza en medio de sus errores y nos cuenta la veneración de sus descendientes: “Isaac vivió 180 años; expiró, murió y se reunió con los suyos, anciano y colmado de años, y lo enterraron Esaú y Jacob y sus hijos” (Gen 35,29).
* Si un día pasáis por Guerar, el país de Abimelec, rey de los filisteos, cerca de la actual Gaza de Palestina, donde ocurrieron todos estos hechos, os parecerá escuchar aún el desgarrador bramido de Esaú al oír a su padre, como que resuena todavía, rompiendo aquel bramido las piedras, entre aquellas montañas. Las arenas del desierto, agitadas de uno a otro lado por un fuerte viento, arañando los rostros de los beduinos, recuerdan el terror indescriptible que se apoderó de Isaac al ver la intervención de Dios en medio de aquel enorme engaño.
Para esta etapa plateresca, no seremos los siglos de Oro de la España de finales del XV al XVII, pero sí su calderilla en el XXI. Pretendemos que al menos tintinee como modestos “truenos de oro” del modernista Rubén Darío.
ANCIANOS BÍBLICOS
EL ANCIANO ISAaC (II)
La bendición de Isaac sobre su hijo Jacob una vez pronunciada no tenía vuelta de hoja. En adelante a los dos hermanos les separará el odio y el deseo de venganza de Esaú.
Rebeca sufrirá con la ausencia de su entrañable Jacob, el haber engañado al marido y haberle dado su preferencia al hijo menor: el hijo preferido, tan faldero y casero, tendrá que vivir largos años muy lejos de su madre.
La presencia del padre que aun vive detiene por el momento el resto de la tragedia.
Han de pasar años, bastantes años, para que al fin los hermanos depongan su enfrentamiento y junten sus voluntades para hacerle honras fúnebres a su padre.
Isaac también sufrió. Ahora que estaba en sus años finales. Cuando el patriarca descubrió el engaño de que había sido objeto, un terror indescriptible se apoderó de su persona. Dios había cambiado el orden natural de las cosas, Isaac no entendía nada, y él que estaba por medio, se había dejado llevar por un placer infantil, de persona senil, el guiso de una pieza de monte… Tremendo Dios, inescrutables sus designios, responsabilidad del anciano patriarca transmisor de la Promesa.
El copista de la Biblia que, no obstante, tiene una alta idea del patriarca Isaac, le da 180 años de vida. A más años, mayor importancia. No quiere engañarnos. Nos deja constancia de su grandeza en medio de sus errores y nos cuenta la veneración de sus descendientes: “Isaac vivió 180 años; expiró, murió y se reunió con los suyos, anciano y colmado de años, y lo enterraron Esaú y Jacob y sus hijos” (Gen 35,29).
* Si un día pasáis por Guerar, el país de Abimelec, rey de los filisteos, cerca de la actual Gaza de Palestina, donde ocurrieron todos estos hechos, os parecerá escuchar aún el desgarrador bramido de Esaú al oír a su padre, como que resuena todavía, rompiendo aquel bramido las piedras, entre aquellas montañas. Las arenas del desierto, agitadas de uno a otro lado por un fuerte viento, arañando los rostros de los beduinos, recuerdan el terror indescriptible que se apoderó de Isaac al ver la intervención de Dios en medio de aquel enorme engaño.
Zereutes
Ancien élève de Évode Beaucamp
y de Francesco Spadafora
Ancien élève de Évode Beaucamp
y de Francesco Spadafora
JOYAS TEOLÓGICAS DEL ARTE (2)
Fresco que se encuentra
en la bóveda de la Capilla Sixtina del palacio papal del Vaticano
pintado por Michelangelo Buonarrotti hacia 1511: La creación de
Adán.
Ante esta pintura de Miguel Ángel, nuestros ojos son atraídos por las dos grandes figuras humanas: por su centralidad, por su distinta coloración, por su mutua mirada, por la contraposición de sus cuerpos (postura estática y en reposo la de Adán, postura dinámica y a contra viento la de Dios), contraposición que se centra en las dos manos y todavía se acentúa más en los dedos índices de las dos figuras.
Pienso que la fuente inmediata
de inspiración de Miguel Ángel fue el capítulo 1 del Génesis,
relato de la creación que se diferencia no solo del capítulo 2 del
mismo libro del Génesis, sino de todos los orígenes del mundo que
encontramos narrados en las culturas limítrofes de Mesopotamia,
Egipto… Sobre todo me interesa contraponer los dos primeros
capítulos del Génesis, porque únicamente en el capítulo 1 podía
encontrar su aliento vital el genio creativo de Miguel Ángel. ¿Puede
imaginarse alguien que la formación del primer hombre a partir del
barro, como si el Creador se hubiera puesto a trabajar el barro como
un habilidoso alfarero (Gén 2,7), habría satisfecho el impulso
cósmico de vida y calmado las manos hacedoras del artista
florentino?
Recordemos ese asombroso primer relato de la creación, abertura del libro de la Biblia. Dios aparece solo ante la nada o ante el caos. Y al son de su Palabra van surgiendo los componentes de nuestro actual mundo: luz, firmamento para que retuviera las aguas del cielo, mares y tierra firme, luego realidades que habitaran en los nuevos espacios: estrellas, sol, luna, plantas, aves, peces y reptiles, y, finalmente, como acto creacional supremo, el hombre.
No me importan nada las teorías con las que los seres humanos pretenden explicarme la sucesión de los hechos: que si el universo surgió por pura casualidad y que esa casualidad sigue dándose aún en nuestros días, o que todo empezó después de una enorme explosión de energía… A mí lo que me interesa saber es Quién —que nada tiene que ver con el azar— ha podido poner en marcha este misterioso cosmos macroscópico y microscópico y que continúe sin romperse en incontables añicos; me importa sobremanera conocer Quién —que nada tiene que ver con un evolucionismo ciego— ha sido capaz de orientar la explosión de la energía inicial hacia la existencia de las personas humanas, seres dotados de inteligencia, de voluntad y de libertad…
En ese punto cero de la acción
creadora de Dios se sitúa el pintor de la bóveda de la Capilla
Sixtina, omitiendo cualquier referencia a las interpretaciones
posteriores de fijismo o de evolucionismo de la creación.
Previamente a la pintura que nos ocupa, hay tres paneles que
reproducen otras tantas creaciones en las cuales Miguel Ángel
presenta la figura de Dios en acto de crear y reparando apenas en las
distintas creaturas: en el primer panel hay una figura, quizás el
mismo Creador, que, al brotarle la luz de Sí mismo, la oscuridad
huye; en el segundo panel Dios, pintado de frente y de espaldas,
extiende su brazo lleno de energía sobre el sol, la luna, los
vegetales; en el tercer panel Dios está detenido en el aire como
contemplando con pasmo la hermosura de lo creado por Él (aquí no
figura ninguna creatura)…
En el cuarto panel podemos distinguir dos momentos en la llamada “creación de Adán”: en un primer momento tenemos la escultural figura de Adán, un cuerpo perfecto recostado lánguidamente sobre un pedazo de tierra verde. ¡Es la obra maestra del Creador en el universo material y en el universo animado!
Pero es el segundo momento el
que nos permite asistir atónitos al acto último y culminativo del
Creador: es el momento en que el Espíritu de Dios quiere hacer
partícipe de la misma divinidad a Adán —señalándolo con el dedo
índice— y a Eva —abrazándola con su brazo izquierdo—,
mientras resuenan en el aire estas palabras: “Hagamos al ser humano
a nuestra imagen, a semejanza nuestra” (Gén 1,26). Esta última
acción divina significa la transformación de Adán y Eva en
personas dotadas de inteligencia, de voluntad y de libertad para
amar…
Miguel Ángel expresa el asemejamiento del hombre con Dios mediante la venida del Creador desde el cielo y, justo, un instante antes de que el dedo índice de la mano divina fuera a contactar con la mano pasiva de Adán. La escena se desarrolla del lado derecho del espectador hacia su lado izquierdo. Esa dirección Miguel Ángel la ilustra pictóricamente con la túnica que se pega al cuerpo del Creador, con el cabello hacia atrás del divino Anciano y el de sus acompañantes y con la fuerza de contención que ejerce el ángel de espaldas… Dicha dirección no deja lugar a dudas sobre quién de los dos (Dios y el hombre) lleva la iniciativa en la personalización o divinización del hombre.
En las cuatro creaciones que hemos recordado, Miguel Ángel se guía por el relato del capítulo primero del Génesis. Las escenas pictóricas transmiten admiración hacia el divino Hacedor, y la creación en general y la del ser humano en particular gozan del beneplácito de Dios. Contemplando los murales de la creación pintados por el genio florentino, se diría que estamos oyendo el juicio repetido que Génesis 1 pone en boca del Creador: “y vio Dios que estaba bien”. Y al final del día sexto, después de haber creado al hombre a su imagen y semejanza : “Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien”. El pincel del gran Miguel Ángel se tornó sombrío cuando tuvo que pintar escenas en las que los seres humanos no hemos respondido a los designios de nuestro Dios Creador, escenas que los capítulos 2 y siguientes del Génesis narran (pecado original, sacrificio de Noé, diluvio universal y embriaguez de Noé).
Eduardo Malvido
Maestro, catequista y teólogo
EFEMÉRIDES
2
SALAMANCA, 50 AÑOS DESPUÉS
Dejamos
para otra ocasión rememorar los 800
años de
la fundación de la gran
Universidad de Salamanca,
objeto de celebraciones locales, pero también de evocaciones que han
llenado la atmósfera cultural de España y han enriquecido la
memoria de esta vieja ciudad. Salamanca ha estado a la vista y en la
mente del mundo universitario y cultural y, también, en el corazón
de quienes han venido a conmemorar esa magnífica efeméride.
Pero vamos a dejar la
grandeza del acontecimiento ocho veces centenario y me vais a
permitir que, esta vez, glose otra pequeña efeméride personal.
También Salamanca
se convierte para mí este año en una fecha histórica. Hace 50 años
que me encontré en
ella y con
ella por primera
vez. Era septiembre de 1968. Eran tiempos revueltos, de
acontecimientos que dejaron huella intensa en los jóvenes. Las aún
humeantes revueltas del mayo francés, el auge de la Teología de la
liberación y el floreciente comienzo de la primavera del Concilio
Vaticano II pueden ser tres momentos cumbre de estos años
renovadores.
El encuentro
Llegué una tarde de otoño a
la ciudad –“renaciente
maravilla”- que
iba a cautivarme desde el principio por su riqueza monumental y
cultural, por el brillo dorado de sus piedras no menos que por el
esplendor de su historia. Y desde el plano personal, por la riqueza
inmensa y profunda a la que venía a sumergirme: la teología y la
pastoral que manaban y corrían cual ríos caudalosos en el Instituto
San Pío X, fundado una larga década antes, en el que fui primero
alumno y luego profesor. Llegaba yo con la lectura reciente, aunque
superficial, de los documentos del concilio Vaticano II y con el
estudio de una teología más bien de corte tomista y de contenidos,
más que sólidos, solidificados de puro objetivos. Una teología de
“dogma, moral y culto”, fundada en la palabra humana más que en
la divina, y asegurada por una apologética pretendidamente sin
fisuras...
Y de pronto, encontré una
fuente abundosa que rezumaba vida, un saber que lejos de estar
cosificado remitía ardientemente a una persona viva que procedía de
la Palabra fontal de Dios, que ofrecía una visión nueva de la
creación y de la Historia de la salvación y del mundo nuevo nacido
y proyectado desde el Resucitado... Una teología que ofrecía sus
verdes pero ya fecundas ramas a la pastoral y a la catequética y a
una liturgia palpitante y viva. Y también a una moral que dejaba
paso a la hondura humana y a la libre libertad del hombre. Aquellos
estudios, quizás algo idealizados a mis 26 años cambiaron no sólo
mi pensar teológico, sino mi sentir y vivir cristiano y mi visión
de la realidad, que encontré fecundada por la fe nueva, fresca,
estimulante. Fueron unos años de búsqueda y de feliz encuentro; fue
un tiempo de gozo que iluminaba la mente y ensanchaba el corazón.
Pero si el gozo de los
estudios era grande, no menor era la perplejidad e, incluso, el
miedo; porque junto a hallazgo incipiente de una verdad nueva se
producía también el choque con lo desconocido y el derrumbe de lo
viejo, junto con la sensación de encontrarte en una situación
precaria en seguridades. Claro que al final triunfaba la verdad de la
fe pluralmente expresada en ese hermoso despliegue de las teologías
europeas y americanas del momento…
¡50 años ya!
¡50 años ya! Salamanca
estará siempre unida en mi memoria al Instituto San Pío X, a ese
centro renovador de cultura teológica y religiosa que ha aliviado la
sed de tantos sedientos y ha sido luz para tantos horizontes.
Dejamos
Salamanca; quedó,
como testigo gigante y mudo, el edificio que albergó proyectos,
ilusiones, realidades...convertido en un edificio de oficinas y
servicios municipales. Así estuvo mucho tiempo hasta que la
evolución y la progresiva extensión urbana han borrado toda huella
de su presencia. (Este verano quise comprobar si quedaba algún
rastro, algo que fuera indicio del gran centro de Tejares, visible
antes desde la distancia, formando parte, durante muchos años, del
paisaje agreste y natural de las riberas del Tormes. No quedaba nada.
Solo construcciones, bloques de viviendas y una pequeña zona verde y
arbolada que llega hasta la calzada. Esta, al menos, conserva el
nombre de Avenida La Salle).
Me fui -nos fuimos – de
Salamanca, que no del Instituto San Pío X, madrileño desde
entonces. Dejé
Salamanca, pero
ella no pudo irse de mí, de nosotros. A la hora de celebrar los 800
años de vida, ciencia y cultura que hicieron grande a Salamanca a
partir de su Universidad, a mí me queda el orgullo de saber que
también estoy celebrando parte de mi vida, pues Salamanca, aunque
sea en una mínima parte, me
pertenece.
Teódulo
GARCÍA REGIDOR
Maestro,
profesor del Centro Universitario La Salle
Esta
característica del ejercicio físico se ocupa del factor
cuantitativo.
Se refiere a la magnitud del estímulo que el individuo debe recibir
para que el ejercicio físico tenga efecto en su organismo.
HOY,
RIGOR Y PENTAGRAMA
En
los tiempos que corren, España va abocada al abismo, recortada en
determinadas tradiciones y cada vez con menos cruces, que estorban.
Nuestro Cristianismo no puede terminar en residual, ni quedarse en
una sonata que se toque en España solo de oídas ni en un azucarillo
diluido en el agua de plurales charcos.
Verdad
es que en nuestros tiempos jóvenes se intentó frenarnos. Se dio una
tendencia nefasta que se abrazaba a una religiosidad de oído, la
cual pensaba que era grato a Dios el no macularse con la ciencia y
con su progreso, de los que se desconfiaba. Sufrimos por ello.
Intentó ahogarnos. No pudo. Fue un extremo estúpido.
Pero
lo decisivo, que nos hizo más daño, fue tal vez la falta de nervio
de nuestra españolidad en la gran ocasión que tuvimos los católicos
en cuarenta años en los que todo se nos puso en bandeja y nos
contentamos con ser buenos. Sin hacer la debida instrucción militar
de cuartel que en la paz se prepara para la guerra. La guerra nos
esperaba fuera y feroz. No supimos verlo. Hoy la tenemos encima.
Atendiendo
a la raíz, así como el hombre no es hombre de forma cabal si no es
filósofo, así el cristiano y español no es completo sin poder dar
razón cumplida o científica de su fe y de su historia. Para esto
nos deberíamos haber preparado, políticos, sabios y gentes de a pie
en aquellos cuarenta años de bonanza cristiana y española.
Pasó
la ocasión. Nosotros, en particular, ya no estamos en clase, que nos
puedan escuchar nuestros alumnos. Pero, algo nos queda por hacer en
estos tiempos abocados al abismo. Si nuestra ciencia religiosa es hoy
notable y el conocimiento de nuestra Historia suficiente, hasta en el
andar y en el tono de la voz iremos sembrando, por donde pasemos, el
Evangelio y levantará su mejor vuelo la Historia de España.
Recuperemos
el tiempo perdido. Nada
de oídas: rigor y pentagrama para la Fe y la Cultura.
Ante la avalancha de inmigrantes y con el enemigo dentro, hagamos,
desde nuestro seguro rincón, la España de los nuevos españoles que
adoren a Dios en su lengua y estilo, libres, pero bajo la mayor
anchura de miras, la católica, universal y española.
Y
una oración al Cielo: en el puente de mando de España un rey
católico, un caudillo que lo sea por la gracia de Dios o una
democracia verdadera democracia, a la española.
Maestro.
Profesor de Teoría del conocimiento
Coordinador
de Bachillerato Internacional
SONATA
Y FUGA MELANCÓLICAS
2018
Quiero escribir mis versos
más tristes esta noche.
Quiero ser el Neruda
de sus odas atroces,
elementales, sí,
pero también rellenas de
pavores.
Quiero contar que el mundo
gira peor que se supone.
Por dónde empiezo
dímelo tú que me conoces
más que yo mismo y mi
consorte.
Yo no soy juez y sin embargo
le culpo al otro de mis brotes
de locura senil e intolerancia
muchas veces a voces.
Ya está bien, Señor mío,
de que me incomoden,
de que me hagan llorar,
de que me borren
de que me llamen borde
por decir lo que pienso
día y noche,
aunque en la noche también
sueño
un mundo diferente que me
ronde,
y no lo encuentro.
Esos reproches
no me son de recibo,
no van acordes
con lo que soy y he sido:
un vasto hombre
que acumuló sabiduría
hasta el derroche.
Tened piedad conmigo.
Dadme ese solo importe.
Salamanca doblemente
RIMADO
CATEDRALICIO
De
catedral en catedral
por
España he paseado,
que
tienen gracia divina
y
arte sacro recreado.
Es
la “pulcra leonina”
un
relámpago de luz
por
cuyas vidrieras pasa
sin
mancharse el Sol Jesús
Salamanca doblemente
de
columnatas rezuma;
“piedra
blanca Salamanca”,
que
el Tormes corriendo espuma.
Zamora,
judía y mora
añade
la cristianía
allí
por do Duero baja
hasta
la Lusitanía.
Valladolid,
¡oh Pucella!
la
exhibe por el Valido
que
más poderoso ha sido
volcándose
a tope en ella.
Dama
de las catedrales,
la
segoviana se empina
con
sus torres coronadas
de
vuelos de golondrinas.
Duerme
en piedra funeraria
“El
Tostado” en el trascoro
de
la catedral de Ávila
que
reluce más que el oro.
Burgos,
blanca maravilla
de
agujas pinchando el cielo,
recibe
las oraciones
de
los romeros en celo.
Sevilla
tuvo que hacer
la
más grande catedral
para
que no destacara
la
Media Luna de Alá.
Córdoba
se quedó sola
encerrada
en la Mezquita.
Mal
obraría el gobierno
si
la catedral le quita.
Málaga
ajusta a Picasso
los
trazos y los colores
y
en una esbeltez de rosa
se
alzan gráciles sus torres.
Y
Almería se levanta
sobre
una muralla mora
sobre
la que su señora
catedral
pone la planta.
Jaén,
bastión de Castilla
inserto
en Andalucía,
muestra
entre azul y amarilla
toda
su policromía.
Huelva
se deja querer
por
sus ríos minerales
y
entre el Tinto y el Odiel
se
suma a las catedrales.
Cádiz,
Tacita de Plata
y
plantel de liberales,
emerge
del mar y empata
con
las sedes obispales.
Cáceres
y Badajoz
miran
a América hispana
y
también a Portugal
tras
la Raya del Guadiana.
Zaragoza
tiene a Goya
abovedando
el Pilar
y
además tiene la Seo
románica
singular.
Y
Teruel ¿qué decir de él?
Que
sí que existe y enseña
una
catedral de miel
ladrillo
a ladrillo y peña.
Transparente
de Tomé
en
Toledo, la Primada:
el
alabastro duplica
su
catedral sublimada.
Granada
Real Católica.
Expulsada
la morisma,
es
Diego de Siloé
quien
la bautisma y confirma.
La
Virgen de la Merced
en
la Catedral del Mar
de
Barcelona se impone
a
Santa Eulalia al rezar.
Y
Santa Tecla en Tarraco
—la
beldad romanizada—
el
órgano fiel entona:
mar
y cielo en su tonada.
Gárgolas,
capillas, láminas,
escalinatas,
fachadas,
capillas,
rejas y lápidas…
en
Girona encabalgadas.
Santiago
de Compostela
con
el Maestro Mateo
propone
un apostolado
palestino
en el que creo.
Y
allí arrodillado oro,
pendiente
el botafumeiro
que
exhala sobre los fieles
su
santo aroma de incienso.
Sigo
a Astorga, Tarazona,
Lugo,
Tuy, Pontevedra…,
y
en ellas toco la piedra,
como
en Orense, Solsona,
A
Coruña, Santander,
Guadalajara,
Alicante
y
otras que me dan su cante
por
devoción y placer.
Y
en medio del corazón:
Murcia,
Oviedo, Ciudad Real,
Valencia,
Albacete, Cuenca,
Jaca,
Huesca y Castellón.
Y
Madrid, con su Almudena
frente
al Palacio Real
como
una nívea azucena
que
no hay por qué desflorar.
Todas
son, con catedrales,
ciudades
de cuerpo y alma
en
las que se alza la palma
de
mis amores cordiales.
Rimado
catedralicio
abierto
de par en par…
Idlo
a sentir y gozar.
DIECIOCHORÍAS
LITERARIAS
El
siglo XVIII de la literatura española es el alumno del montón de la
clase que ni fu ni fa, ni chicha ni limoná, pero nos permite
cantarle excelencias que no son del montón.
Feijoo,
¿con dos oes?, más bien con dos ceros, porque lo que tocaba lo
multiplicaba por ciento.
Dígame,
profe: al pronunciar Feijoo, ¿decimos Feijó, alargamos la o, o
pronunciamos dos oes, Feijó-o?
Si el
palmo español mide 20,873 cm, el benedictino “de estatura prócer,
como de ocho palmo o algo más” pasaba de los 1,70 cm, mucho para
su siglo.
No
desesperéis, sufridos profesores: de la “piel del diablo” era el
escolar Diego de Torres Villarroel y ahí lo tenéis en primera línea
de la literatura del siglo XVIII y por veinte años catedrático de
Prima de Matemáticas en la Universidad de Salamanca.
¿Por
qué los murciélagos se revisten de capa negra? Porque ofician un
ininterrumpido funeral en sufragio y, a la par, en cumplida
veneración de su sufrido cristo redentor, el murciélago alevoso
de fray Diego González.
El
Fray Gerundio, todo él, enterito, una tras otra, es una sarta de
dieciochorías que frenan en seco las “alfalfas espirituales para
los borregos de Cristo” en los campos oratorios del XVII y XVIII.
CUR
EL
EJERCICIO FÍSICO
INTENSIDAD
El
grado de intensidad del ejercicio físico deberá ajustarse a las
posibilidades de la persona practicante. El tipo de estímulo que
reciba tiene que ser proporcional a sus capacidades, para que pueda
mejorar y evitar riesgos. Deben realizarse los ejercicios físicos
con la adecuada carga y frecuencia, de tal manera que permita al
organismo asimilarlos a través de los procesos de adaptación al
esfuerzo. Éstos serán, pues, los criterios en cuanto al grado de
esfuerzo que la persona deberá someterse si ha elegido
voluntariamente desarrollar este tipo de trabajo.
La
actividad que practicar puede marcar ya en principio cuál puede ser
el nivel de intensidad que la persona va a soportar. Por tanto, la
primera decisión ante el proyecto de iniciar un trabajo de ejercicio
físico es la de elegir qué tipo de actividad realizará. Puede
tener diversos enfoques según sus motivaciones y sus gustos.
Pueden
ser lúdicas, preferentemente a través de deportes de equipo o de
adversario, pueden ser actividades eminentemente individuales en las
que se busca el esfuerzo sin ningún tipo de disfraz o camuflaje. O
puede realizarse el ejercicio físico por recomendación facultativa;
bien como rehabilitación de lesiones, bien como manera de conservar
o recuperar la salud.
Otro
planteamiento previo deberá ser el de establecer a qué órganos
corporales va enfocado el trabajo físico. Ya vimos que las
capacidades físicas básicas condicionales son cuatro: resistencia,
fuerza, velocidad y flexibilidad. Y según a cuál de los sistemas de
la biomáquina
(tema anterior), va dirigido nuestro objetivo –de control, de
alimentación o motor– lo desarrollaremos de manera predominante.
Si
una persona elige jugar al fútbol, por ejemplo, debe saber que
someterá a su organismo a esfuerzos cortos e intensos, además de
exigirle a su aparato locomotor considerables demandas,
principalmente a las articulaciones de carga. Si es una persona joven
y posee buena condición física, no deberá haber ningún
inconveniente. Pero si esa actividad la realiza una persona más o
menos madura, con baja condición física –aunque en otra etapa la
tuviese–, someterá a su organismo a diversos riesgos por la falta
de una progresividad; sobre todo, si participa en partidos sólo los
fines de semana, y no todos.
Si
nos centramos en personas del último perfil mencionado, el tipo de
ejercicio físico que realizar deberá ser más de tipo individual,
tales como la marcha, la carrera, el ciclismo o la natación. En
ellos podrá regular y controlar de manera voluntaria su grado de
esfuerzo. Siempre respetando un principio, que podríamos considerar
de oro: la estrategia de ejecución del esfuerzo deberá ser con
cargas livianas o medias repetidas muchas veces, de manera que se
prolongue en el tiempo dicha acción. Este tipo de práctica
desarrolla la capacidad de resistencia.
Será la primera y la más importante de las capacidades físicas a
desarrollar; después se trabajará la fuerza y por último la
velocidad. La flexibilidad es una capacidad transversal a las otras;
puede trabajarse desde el principio. Remito al lector al tema 44 de
esta serie, en la que se expone la ley
del umbral,
que marca las pautas de regulación del grado de esfuerzo.
Sea
cual sea el tipo de actividad física realizada, deberemos fijarnos
unas metas previas que conseguir. Darán un sentido mayor al trabajo
por desarrollar. Pero dichas metas han de ser realistas y, en
principio, no demasiado ambiciosas.
Francisco Sáez Pastor
Universidad de Vigo
ESTACIÓN
TÉRMINI
Estación
Términi,
APULEYO
SOTO,
Ed. Vitruvio, Madrid, 2018
Con un lujo de metros y de
ramilletes de estrofas Apuleyo se derrama por las 112 páginas de su
nuevo poema en sabias melancolías. Lo hace con versos ligeros o
solemnes, todo bien medido y ajustado a tema.
Desde la atalaya de sus años
-en pleno vigor de gran poeta- a mí me parece que aquí Apuleyo
enciende la misma lámpara que nos supo encender Ramón Gómez de la
Serna y con ella se asoma a nuestras almas dolientes, las cuales nos
descubre, mientras ilumina la suya. Ramón sorprendía y veía en las
cosas lo que nadie era capaz de ver. Apuleyo, lo que pocos alcanzan a
ver de muy cierto en nuestro danzar por la vida.
Este su poema, si es alta
literatura, que lo es, es también filosofía de la vida, como fue
siempre la gran poesía de todos los tiempos y lugares. Apuleyo ahora
la continúa con esta su Estación Términi.
Hace en él recuento y nos
deja una estela de dignidades y grandezas hermosas, que tiene el
discurrir de la vida humana, si modestas unas, grandes otras.
Nos hace caminar, con tus
versos desiguales, hacia la ESTACIÓN TÉRMINI. Nos lleva a la Roma
ideal, la imperial y la vaticana (desvencijada puerta del Cielo
grande). Un regusto de eternidad destilan estos sus versos mientras
nos vas acercando a la estación fin del trayecto.
Saltando dos siglos, la
melancolía de la compostelana Rosalía de Castro hace nueva
presencia plena en su poema. Algunos de sus versos habrían de pasar
directamente a las antologías de la literatura del siglo XXI.
¡Enhorabuena y gracias! Nos
ha hecho este poeta segoviano un gran servicio a los amigos de Jorge
Manrique, de Lope, de los Machado y de Calderón de la Barca...
Tiene Apuleyo -este poema es
su última llave- el Cielo ganado. Pienso yo que a Dios no le
interesa un Paraíso Eterno de Delicias que no le cante precisamente
un teclado como el suyo, poema música pura.
CUR
Maestro, Profesor de Lengua y Literatura
Emérito UCJC