74 Lo sagrado a mano

            

DE SALUDO, UN AVE, MARÍA

A Berceo, el de los “Milagros de Nuestra Señora”, le deslumbra la Virgen María (Él la llama de ordinario “La Gloriosa”). Va a escribir un libro que se titulará “Loores de Nuestra Señora”. En él quiere decirle lo más que alcance su pluma en su vuelo de ave. En este preciso momento desea luz para componer algo digno de Ella.

(La Señora es grande, él pequeño, minúsculo, frente a su grandeza). Está pensando en la deslumbrante majestad de María, en su ternura de Madre, y le aprieta el corazón. Por eso escribe:

En tu loor, Sennora, querría entender

De las tus largas faldas una fimbria tanner,

Ca non me siento digno ante ti parescer.

Es tan grande la Señora Gloriosa y le infunde tal respeto, admiración y hasta cierto sagrado terror, que está convencido de que le bastaría a él, pobre poeta del Mester de Clerecía, con tocar un hilito de su manto para ser el cantor que desea y dar con los versos que merece la Gloriosa. Por ese hilito –ni siquiera el ruedo del manto, como en el caso de la hemorroísa del Evangelio- le llegaría algo –que siempre sería mucho- de la grandeza de la Virgen María, a la que quiere loar.

Nosotros, cuando saludamos a la Gloriosa con el avemaría, hacemos que vuelva sus ojos de Cielo y nos miré y sonría. Cada vez. Ella es muy agradecida. No se le escapa ningún detalle nuestro. Un rayito de su mirada nos ha hecho cerrar los ojos. Nuestro avemaría ha sido la fimbria de la “Sennora” que quería tocar Berceo.

Si no nos llena de gozo y nos transforma esa corriente eléctrica mariana es porque no hemos alargado la mano de nuestro más profundo respeto y admiración al tocar a la sagrada Gloriosa con nuestro saludo.

Ella no deja de ser grande y Santísima, roza la Divinidad. Ella es el mayor misterio creado, en el sentido de misterio = riqueza celestial.

Saludadla en sus imágenes. Tocad su copia en madera, mármol o pintura con la yema de vuestros dedos. Estáis tocando el Misterio. Bajad la cabeza en señal de saludo y reverencia. Saludadla, como los romanos: Ave, María!

CUR