El faisán es, en puridad (expresión que empleaba con frecuencia Miguel Delibes), una rara avis en el orbe venatorio de los cazadores de Castilla y León. Quiero decir que no se asemeja al resto de aves que componen la caza menor habitual. Al faisán se le suelta por docenas en una finca y en un día concretos para que los cazadores le den gusto al dedo (como también decía Delibes). Cacen a placer unos cuantos faisanes y después queden todos para comer.
En
ocasiones, el cazador se puede encontrar un faisán de buenas a
primeras, rara vez.
El
escritor vallisoletano, el que este 2020 cumpliría 100 años, nos
relata del faisán en su libro Las
perdices del domingo:
Otra
conclusión estimulante, tras el doble cacerío de El Mocho, es que
ya tengo entre los míos un nuevo cazador, mi hijo Adolfo, el
benjamín de los varones, de catorce años, a quien ya anticipé,
tras la batida de Juncos, que la experiencia de ese día valía más
que toda una temporada. El chaval, entre ayer y hoy, colgó cinco
patirrojas, un faisán y una liebre (…)
El
faisán tiene por nombre científico el de phasianus
colchicus. El macho lanza
un sonido metálico, breve, repetidas veces:
“chetqk, chetqk”.
Nos
vino el faisán de Asia. Primero la introdujeron en Europa los
romanos a través del Mar Negro hacia el siglo V. Después, en el
siglo XVII, se introdujo otra especie desde América. Los cruces de
unas y otras dieron la especie actual.
Alcanza
el faisán casi el metro de altura, ave grandona y de pocas alas,
vuela de milagro. Le sobra peso o le faltan alas para volar más y
mejor. El macho
muestra un colorido llamativo y una cola muy larga. Su cabeza es muy
característica: el cuello está adornado por un collar fino, blanco,
muy visible. El cráneo es verde oscuro, con irisaciones metálicas y
la cara está adornada con dos carúnculas rojas muy vistosas. La
hembra es mucho más críptica, con moteados negros y cremas sobre un
fondo pardo. También luce una cola larga.
Es
un ave sedentaria, aunque en la época de escasez, a mediados de
otoño, puede recorrer pequeñas distancias si conoce otras zonas
cercanas con más alimento. En España, su presencia se debe,
fundamentalmente, a su cría en semilibertad para utilizarla como
pieza cinegética muy codiciada.
En
cuanto a la prole, hoy diríamos que es ave con familia numerosa,
porque su puesta tiene entre 7 y 12 huevos.
Acabo contando una de estas cazatas de faisanes que sucedió hace unos años en Castrillo Tejeriego, en la provincia de Valladolid. Me contaba Carmelo de la Fuente que hace un tiempo los cazadores de Castrillo Tejeriego (ayudados por el ayuntamiento) se fueron al criadero de Esguevillas de Esgueva en el que hay perdices, faisanes y codornices. Allí compraron cerca de 300 faisanes y, después de pedir el permiso correspondiente, los soltaron en el coto del ayuntamiento de Castrillo el último día de caza. Los cazadores mataron a casi todos y gran parte de los faisanes fueron a parar a las cocinas de los dos bares que tiene Castrillo. El Ayuntamiento invitó a todos los vecinos de Castrillo y forasteros a comer todo el faisán que quisieran. Yo mismo me pasé por uno de los bares a comer faisán. Fue una verdadera fiesta para los cazadores y para los demás que nos los comimos. Quince días después de la fiesta todavía se vio alguno vivo por las tierras de labor, los ribazos, los bocacerrales y los páramos de Castrillo.
Acabo contando una de estas cazatas de faisanes que sucedió hace unos años en Castrillo Tejeriego, en la provincia de Valladolid. Me contaba Carmelo de la Fuente que hace un tiempo los cazadores de Castrillo Tejeriego (ayudados por el ayuntamiento) se fueron al criadero de Esguevillas de Esgueva en el que hay perdices, faisanes y codornices. Allí compraron cerca de 300 faisanes y, después de pedir el permiso correspondiente, los soltaron en el coto del ayuntamiento de Castrillo el último día de caza. Los cazadores mataron a casi todos y gran parte de los faisanes fueron a parar a las cocinas de los dos bares que tiene Castrillo. El Ayuntamiento invitó a todos los vecinos de Castrillo y forasteros a comer todo el faisán que quisieran. Yo mismo me pasé por uno de los bares a comer faisán. Fue una verdadera fiesta para los cazadores y para los demás que nos los comimos. Quince días después de la fiesta todavía se vio alguno vivo por las tierras de labor, los ribazos, los bocacerrales y los páramos de Castrillo.
JORGE URDIALES YUSTE
Doctor en periodismo. Profesor
Especialista en Miguel Delibes
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