¡DIOS,
DIOS, DIOS! (III)
Misterio
a ras de suelo
Donde
la huella de Dios es mayor es en la persona humana.
Cuando
en la Escuela se llega al momento de definir a la persona, habría de
hacerse un gran silencio. Se va a abordar el tema a mano y a ras de
suelo de mayor transcendencia.
En
grandes letras sobre las paredes de la clase habrían de aparecer
escritas las serias palabras del Cohelet que afirman: “Dios
está en el Cielo y tú (persona),
en la Tierra”.
No
hemos de perder de vista que Dios nos transciende mientras nos
fijamos en las huellas de su Divinidad que palpitan en toda persona.
Cada
persona es un misterio de Dios. Fue hecha una a una, con infinito
amor, amor eterno, con todo el mimo de que es capaz un Padre
Todopoderoso. Se esmeró en cada una, como si no hiciera más que a
ella. La dejó en el mundo unos años, después de poner en su ser
una enorme esperanza y abrigar la idea de llevarla al centro de su
Divinidad y llenarla de la porción de Dios que aguantara sin dejar
de ser persona singular y única.
¡Dios!,
¡Dios!, ¡Dios!
CUR
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