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20140929

37. AFDA


ÍNDICE
Pregón.
Nuestros maestros: Aforismos. Reflexión. Eugenio d´Ors.
Nuestra Escuela de Vanguardia: De ayer a hoy. A los cuatro vientos. Teódulo.
               Para salvar la educación: educadores, escritores, horizonte. Ramiro.
La meta de nuestra sabiduría: Puntualizaciones (III) El escritor no es forzosamente sabio.
Leyendas de María: Iba Dios en un asnillo… La invitada de la Última Cena. Apuleyo.
Soneto desde el sentimiento: Tiempo de vendimia. Ángel H.
Afderías: Ordenaderías. CUR
Tarimilla literaria: Casicuentos. Ángel H.
Traigamos a los clásicos:Traigamos a los clásicos. El Cantar de Mío Cid. CUR
Alta política con estilo: Alta política. Ramiro.
Nuestras perlas: De la existencia de Dios a volver a los diecisiete. Braulio V.
Buzón teológico: La fe en Dios Creador. E. Malvido.
Educación física: El método natural. F. Sáez.
El rincón de Apuleyo: Rimo un poema… El arte de cortar jamón.


Ver el ÍNDICE de  ADDENDA 37  en “Páginas”, 
                         al final de estas entradas, tras el Rincón de Apuleyo.


                                                                                                                                                                                            
·         En busca de palabras sabias
El Cohelet, uno de nuestros libros de cabecera, recoge el caso de una ciudad pequeña a la que asedia un rey poderoso muy armado. Un hombrecillo desconocido puede salvarla. Es de pensar que la salva. No lo dice el libro sagrado. En medio de una lamentable decadencia de España y de Europa que nos asfixia y va a terminar con su cultura milenaria, queremos traer al quinto año del blog AFDA “las palabras  tranquilas del sabio” que el Cohelet tiene por “más fuertes que las armas de guerra” (Ecl 9,17).


·         Castillos interiores
Insistimos. España es hoy un desierto de valores. Europa, también. Nos duelen.
Afortunadamente no estamos solos en la defensa de los sabios tesoros de la mejor España y de la Europa con raíces a la que Juan Pablo II lanzó su grito de vuelta. Otros, sin duda mejores que nosotros, también han levantado castillos interiores, como moradas monacales del medievo, donde, monjes-caballeros, como los lejanos copistas medievales, intentamos salvar la sabiduría, en nuestro caso particular, el de la escuela y el valor social del trabajo bien hecho.
No pretendemos ser tesoros escondidos. Como en los castillos de la Reconquista, no se habita en nuestros castillos interiores para el reposo sino en actitud de alerta, apostados como vigías, en marcha mental y efectiva hacia la conquista del Reino de Dios y de los hombres, fe y cultura.

·         Magisterio y estilo
En un esfuerzo de claridad y de alto vuelo nos mantenemos en el magisterio y en el estilo.
El magisterio es la tierra fértil; el estilo, el sol y la lluvia para las cosechas que esperamos, si atinamos a conservar el oro de las sabias semillas de nuestra cultura española y europea.  


·         Secciones
Por eso, en nuestras secciones, en el quinto año de nuestro periplo, nos empeñaremos en traer a primera línea a nuestros clásicos, nos lanzaremos a una política con estilo, regaremos de versos el jardín de leyendas de la Gloriosa, propondremos medidas elementales para la escuela, afilaremos el concepto de sabiduría, nos colaremos atrevidos en el facebook del papa Francisco…

·         Maestros sabios
Para lograrlo tenemos en nuestro blog a algunos maestros sabios. Esperamos que, entre nuestros lectores, acudan a mantener la altura de nuestro blog, nuevos sabios maestros. ¡Necesitamos sabios!


Aforismos de nuestro maestro

EUGENIO D´ORS
Por clásico, vigente.
Oxigenó nuestra juventud.
Sigue siendo llave que nos abre perennes horizontes intelectuales.
Encontramos en él las pepitas de oro 
y las semillas de la gran cultura de la España
de nuestros padres y maestros al servicio de la cultura española y universal.



Noble es quien se sabe con más deberes que los demás.




Porque noble es el que se exige

y hombre tan solo aquel

que cada día renueva su entusiasmo.


Reflexión de la mañana
CUR
Maestro, profesor emérito UCJC 


DE AYER A HOY

A LOS CUATRO VIENTOS…”

No es lo mismo estar “a los cuatro vientos” que estar “en Cuatro Vientos”. Lo primero, según el diccionario, quiere decir (estar) “en todas direcciones, por todas partes”. Lo segundo, vivir en un lugar determinado de Madrid. Pues bien, abiertos como estamos los fsc a todas las direcciones donde sopla el Espíritu, yo he sido conducido, no sin cierta resistencia, a un Colegio que está cerca de Cuatro Vientos y que antes situábamos en Carabanchel, luego en Aluche, Colonia “Casilda de Bustos”… y ahora en la “Colonia de San Ignacio”: este colegio siempre ha sido Institución La Salle.

Institución La Salle fue fundada por un hombre profético y carismático (el H. Pedro Celestino) con una misión netamente lasaliana: la educación cristiana de los hijos de los “artesanos y de los pobres”. Desde el principio se estableció como “Instituto Filial” y comenzó a ser un centro piloto –especialmente en la enseñanza personalizada de los años  setenta- al mismo tiempo que inició lo que ahora es una formidable Formación Profesional. 

Este centro ha tenido buenos principios, magnífica  continuidad y hoy es un centro  completo que ha encontrado -y sigue buscando- la excelencia. Y como muchos otros de La Salle “está en manos de los seglares”, pues la dirección general y la coordinación de las distintas etapas corren a cargo de ellos. Pero sigue siendo un centro lasaliano, fiel a sus orígenes. La comunidad de Hermanos está presente en el Colegio y ejerce una labor de “servicio”, de “testimonio” y de “comunión”, como expresaba nuestro Superior General en una reciente entrevista de Vida Nueva. Y como director o animador de la Comunidad de Hermanos he sido nombrado yo.

He cambiado de paisaje, de horizontes (no veo desde aquí, como desde Aravaca, la omnipresente Sierra de Guadarrama); he cambiado el silencio por el ruido; ha cambiado la gente que me rodea; tengo ante mí  muchos rostros que no conozco y muchas  “ocupaciones y preocupaciones”  hasta ahora más o menos  lejanas –o ajenas- para mí. Por eso, venir aquí, lugar para mí desconocido, ha sido como sentirme  un tanto arrojado “a los cuatro vientos”.

Pero miro al futuro. Y quisiera no perder las riquezas que los vientos de la cultura y del trabajo universitario han dejado en mí. (Seguiré en la docencia universitaria durante el primer semestre de este curso). Quisiera, sin olvidar el pasado, adentrarme en los paisajes a los que el viento me lleve. Pero, sobre todo, situado en esta zona de vientos,  quisiera sentirme inspirado e impulsado por cuatro vientos especiales:  el viento de la sabiduría, para que me lleve por los caminos del saber, del saboreo y del saber hacer; el viento de la creatividad, para que siga siendo fuente, aunque diminuta, en lugar de espacioso estanque; el viento de la fortaleza, porque los años  me van haciendo menos  arriesgado y sobreviene la tentación de vivir resguardado de casi todos los vientos; y el  imparable viento de la fe, que me impulse en estos tiempos recios a seguir al Espíritu (viento, ruah) de Dios  y  a descubrir su presencia: él  está con nosotros, pero también dentro de nosotros y muy por encima de nosotros. Bienvenido sea este Viento y todo  otro viento que me inspire, me impulse o, incluso, me lleve.
                                                                                              
Teódulo GARCÍA REGIDOR
Profesor de Pedagogía 
del Centro de Estudios Universitarios “La Salle”. Madrid
Director de Institución La Salle. Madrid.






PROPEDÉUTICA

2. PARA SALVAR LA EDUCACIÓN:

EDUCADORES, ESCRITORES Y GRAN HORIZONTE

1. Maestros, educadores.
Ahora muchos de nuestros centros escolares españoles (primaria, secundaria, universidad) hacen agua y se hunden en la miseria porque sus profesores son mediocres; sus manuales de trabajo, pobres, mal redactados y confusos; su medio ambiente, hedonista; su horizonte, alicorto, de vuelo gallináceo…

Es inútil echarle dinero a la Educación o cambiar las leyes mientras el barco navegue por aguas de mares sin calado.

2. Pensadores, escritores.
Cierto que algunos profesores lo son, pero todos habría de ser maestros, apasionados y con inequívoca vocación de educadores; los libros de texto y materiales de trabajo, redactados por escritores, los más eminentes y mejor dotados que tenga la sociedad; el ambiente y el horizonte, que no sea de corral, sino cielo abierto para el vuelo de águilas, generoso, universal y encendido en ilusiones personales y sociales.
3. Ilusionado vuelo de águilas.


  

  RAMIRO DUQUE DE AZA
Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento.
Bachillerato Internacional





En los centros lasallanos, durante varios siglos,
al comienzo de la jornada escolar,
los maestros pedían al Cielo los dones del Espíritu Santo,
y en primer lugar el espíritu de sabiduría,
meta de su hacer y del de sus alumnos.



PUNTUALIZACIONES SOBRE LA SABIDURÍA (III)

3. El erudito no es forzosamente sabio

Hay estudiantes que dominan todas las materias de su programa de estudio: primaria, bachillerato, universidad. En su etapa de estudiantes han sacado las mejores calificaciones. Puede decirse que su paso por los diversos centros de estudio fue paso de trillo. Cuanto se les propuso que aprendieran, lo dejaron trillado.
 Cuanto se les propuso que aprendieran, lo dejaron trillado.

Otros, que pertenecen a categoría semejante, ya metidos en el tráfago de la vida, han visto mucho mundo y han conocido a muchos personajes singulares. Están cargados de información curiosa y entretenida sobre personas, sucesos y cosas. Hilvanan unas con otras las anécdotas. Pero al no haber vivido ni vivir bajo el influjo de principios claros y bien asimilados, hablan de las personas, de los sucesos y de las cosas como de meros hechos narrativos o de datos que intercambiar. No pueden iluminar lo que afirman. No enseñan: informan, relatan, conversan. Tampoco son sabios.


RAMIRO DUQUE DE AZA







APULEYO SOTO

Estampas líricas de la vida de la Virgen
    en pos de Jesús hasta después de su muerte   


ÍNDICE

I.              Una niña en el Templo de Jerusalén.
II.             Isabel, la prima que nada sabía.
III.            Madre y Virgen como un cristal.
IV.           La sed de la desterrada recién parida.
V.            La bordadora nazaretana.
VI.           Piedras como panes en el desierto de Judea.
VII.         Junto a las aguas que lavan los pecados.
VIII.         Falta vino en las bodas de Caná.
IX.           María escucha el Sermón de la Montaña.
X.            Los cabellos de la Magdalena.
XI.           En casa de Marta, María y Lázaro.
XII.         Iba Dios en un asnillo y María le seguía.
XIII.       La invitada de la Última Cena.
XIV.        Sudor de sangre en Getsemaní.
XV.         En el Gólgota del Supremo Amor.
XVI.        María, en el despertar de Dios.

XVII.       La Virgen, en su asunción a los cielos.

Capítulo XII

IBA DIOS EN UN ASNILLO


I
Iba Dios en un asnillo
sobre los mantos del pueblo,
que el pueblo da lo que tiene
a los que se hacen como ellos,

y entre los ramos de olivo
y las palmeras al viento,
se dirigía a los niños
ingenuos de los hebreos.

-Dejad que canten la gloria
bendita del Rey del Cielo.
Dejad que entonen “Hosanna”
al que es Pastor y Cordero.

Entre las exclamaciones,
la voz de los fariseos:
-Pues te muestras como Dios,
por Dios que habrás de ser muerto.

La Virgen que lo escuchaba,
la Virgen de los Remedios,
tiembla igual que una paloma
ante el cazador en vuelo.

II
Ha entrado en el Templo solo
con un látigo de ira.
Van rodando por el suelo
las mesas de los cambistas.


-De la Casa del Señor
habéis hecho una guarida
de ladrones, donde reinan
la avaricia y la mentira.
  
Al César lo que es del César,
serpientes, raza de víboras.
A Dios sólo la oración.
Dios dracmas no necesita.

-Ha quebrantado la Ley
de Moisés este Mesías.
Reo es de muerte, comentan
por las calles los escribas.


III
Hacia Betania regresa
el Predicador de fuego.
Sabe que Marta y María
lloran a Lázaro. El duelo

por el hermano y amigo
lleva tres días y medio.
¿Por qué no se dio más prisa
el que cura a los enfermos?


-Si hubieras estado aquí,
Lázaro no habría muerto.
-Yo soy la Resurrección,
les dice el manso Maestro,
ante la piedra que cubre
el cadáver somnoliento,
y la vida nuevamente
se encarna en todos sus miembros.
  
¿Vio la Virgen esta escena?,
se preguntan los escépticos.
¿Y quién puede separar
Hijo y Madre en tal encuentro?




  

Capítulo XIII

LA INVITADA DE LA ÚLTIMA CENA



I
La tarde del Jueves Santo
los discípulos del Cristo
compraron para estar juntos
panes ázimos y vino.

Era la Última Cena
con el Cordero divino.
Era la gran despedida,
la mesa del sacrificio.

Santiago llevó toallas,
Pedro llevó agua del río,
Juan a hombros, una víctima
blanca como nieve y lirios,

la Virgen…, una jofaina
de plata y oro y jacinto,
en su cintura temblando
como un junco del camino.

(Al Iscariote le han dado
treinta dracmas los judíos).
-Sentaros, dice el Señor.
Cada cual ya está en su sitio.

II
Después de partir el pan
y elevar al cielo el cáliz,
Jesús se desciñe el cíngulo
y a Juan su pecho le abre.

Está el discípulo amado
mirando a Judas, que sale
al techo de los luceros.
Pedro arrima al muslo un sable.

-En verdad os digo, amigos
de esta Noche interminable,
que vais a quedaros solos,
porque yo me voy al Padre.

Nadie entiende lo que dice.
Qué dice no sabe nadie.
La Virgen, entre cortinas,
gime como gime un ave.

-Descalzaros las sandalias,
dejad que los pies os lave,
y haced vosotros lo mismo
que Yo os enseño esta tarde.



-¿Tú lavarnos a nosotros,
Tú, que guiaste la nave
y recogiste los peces
en el mar de Tiberíades?

Tomás duda, Marcos cede,
Judas se fue como el aire
y es Juan , Águila de Patmos,
quien anota estos detalles.

III
Ha terminado la Cena.
Por el torrente Cedrón,
unas sombras angustiadas
van en pos de su Señor.

En la distancia, la Luna,
que es la Madre del Gran Sol,
se filtra por el sendero
cual luciérnaga de amor.

Es María, la Amantísima,
la Madre del Redentor,
la que le alumbró en Belén,
Belén, Belén, flor de Dios.

No le puede dejar solo
en la noche del dolor
al que vibró en sus entrañas
de angélica anunciación.

-Espera, espera, Hijo mío.
Te tengo que acunar yo
como cuando eras pequeño,
mi pequeño Ruiseñor.









ORDENADERÍAS

  • Ordenador portátil: libro con solo pastas.
·     ¿Os figuráis un ordenador con un chiquito molino eólico al lado? Los ecologistas piden a gritos ordenadores movidos por energía limpísima.
·         Cuando el músico se sienta ante su ordenador, es fácil que se olvide de lo que escribe y tecleen sus dedos su música preferida.

·         Bosteza el ordenador cuando lo abres.  
·         Apagas el ordenador, y el ratón se duerme.
·         Si tienes buen oído, observarás que el ordenador al abrir sus valvas pronuncia la bilabial letra eme: mmm! O la be, si tu matiz es otro: bbb!

·         Que levante la mano el marido que no esté harto de que le griten docenas de veces: ¡Señor, Señor… todo el santo día pegado al ordenador!
·         En Europa, el ordenador es varón; en América, hembra, computadora.
·         Altamira: ¡qué pantalla, Dios! Y sin wifi.

·         Escribe la palabra queso y verás nervioso a tu ratón.
·         Hice la prueba y mi ratón no se asusta por más que le ponga en pantalla gatos de todas las fierezas.
·         La vida del ordenador es la vida de su servicio. Todo un ejemplo. No sirves: estás muerto.
·         El cementerio propio y pulcro de los ordenadores es el “Punto limpio”.
CUR
Maestro. Profesor de Lengua



CASICUENTOS

Cuando comenzamos la andadura en nuestro blog, prometí  a Carlos y me prometí  a mí mismo colaborar. Y entre las colaboraciones, el compromiso de un soneto para cada número, el ‘soneto desde el sentimiento’. Compromiso  cumplido hasta el presente y que tengo intención de seguir manteniendo.

Ahora, publicada ya en AFDA 36 la última entrega de ‘Me bajo un rato a la calle’, mis memorias de preadolescente,  hago una nueva apuesta. Un CASICUENTO en cada publicación.

En este AFDA 37, en la addenda, fuera de la página principal –no podría aparecer en ella por su extensión- un bello y sentido casicuento. El título: Blanco sobre rojo.
¿Qué es un casicuento?, me diréis. Os lo explico.

Érase una vez….
Sólo tres palabras y puntos suspensivos. El inicio de una bella historia que contar, la llave que abre el mundo de la fantasía y del misterio. Sólo tres palabras y las mayores ilusiones, los deseos largo tiempo perseguidos, puestos a nuestro alcance.

Érase una vez… El inicio clásico del cuento, puede que las tres palabras más cálidas e inocentes, más cargadas de buenas intenciones que hayamos pronunciado jamás. Las decimos despacio, en un susurro, con inmenso respeto, e invitamos con ellas a traspasar la realidad con sigilo, de puntillas… –como a través del armario en las ‘Crónicas de Narnia’-,  al niño que nos escucha con los ojos abiertos como platos. Érase una vez…

Sabemos que el  cuento, como los  sueños, pertenece a ese otro mundo al que nos asomamos con curiosidad, tratando de no hacer ruido, un mundo frágil que se quiebra como el vidrio o como la capa de hielo que se formó una madrugada de invierno y sobre la que pretendimos, ilusionados, deslizarnos. Se quiebra de pronto y nos devuelve  a la realidad.
Mundos y personajes fantásticos, tejidos con los frágiles hilos de nuestros temores y nuestros deseos. Que eso son los sueños y eso son los cuentos que nacen de los sueños.
Humildes y maltratadas cenicientas, viven por unas horas la felicidad que injustamente se les niega. Brujas malvadas, ogros feroces, egoístas madrastras, vencidos por la bondad inocente de unos niños, el valor de un joven príncipe, el poder sorprendente de un hada madrina o, simplemente, porque quien tiene en su mano hacer y deshacer quiere por un momento que triunfen la inocencia,  la justicia y la bondad.

Érase una vez… Cuentos, hermosos cuentos, pero cuentos al fin.

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Hace algunos años, ensayé, con la complicidad de mis alumnos de Magisterio y sin dar noticia de ello a la Academia, crear un género nuevo: el ‘casicuento’. Una llave también, como en el cuento, para tratar de traspasar la cotidianeidad  y alzarnos tratando de atisbar los flecos de otra realidad lejana, pero posible, que apenas conseguimos asir se desvanece entre los dedos.

Todos, seguro, hemos vivido algún casicuento. En algún momento de nuestras vidas algo difícil de explicar se ha cruzado en el camino, ha roto por  un momento la monotonía y nos ha sacudido por dentro, inexplicablemente. Luego, un chasquido de dedos, y hemos regresado.

Yo recuerdo dos momentos, uno de mi niñez, el otro de mi adolescencia, que pudieran muy bien calificarse de casicuentos. Seguramente después, en la juventud o en la madurez haya habido otros, pero las preocupaciones eran mayores, la corteza  bastante más dura y la capacidad para sentir e imaginar, seguramente menor.

El primero –lo refiero en ‘Me bajo un rato a la calle’, mis memorias de preadolescente-, un día en que nos visitaron mis tíos y me dieron  unas perillas para gastar. Yo hacía por entonces una colección de cromos: ‘Monumentos de Madrid’. Y como en todas las colecciones, un cromo se nos resistía a todos y hacía crecer día a día el mazo de los repes. Si os soy sincero, no recuerdo cuál. El caso es que aquella tarde salí de casa a la carrera, dispuesto a gastar aquellos céntimos en un par de sobres. En el camino al quiosco de periódicos, sobre la acera, apoyado en la pared, un mendigo, con la mirada perdida, movía a compasión al transeúnte dejando al descubierto los  muñones de sus piernas mutiladas. Ya lo había sobrepasado, cuando me detuve, reflexioné un momento –más que reflexionar, sentí-, volví sobre mis  pasos y puse sobre la mano tendida una limosna. Sólo me dio ya para un sobre. Pero –aquí la razón del casicuento-, en el que me entregó el quiosquero a cambio de las  monedas que me quedaban, me estaba esperando el cromo que completó mi colección y que pude mostrar orgulloso a mis amigos.

Castillo de Batres, residencia de Garcilaso de la Vega
y de Fernán Pérez de Guzmán, el de Generaciones y semblanzas.
 
La otra ocasión, igualmente  sorprendente. Tenía trece o catorce años, y estudiaba el bachillerato elemental interno en Griñón, localidad próxima a Madrid. Era práctica habitual que un par de veces al mes hiciésemos una marcha al pueblo de Batres, localidad vecina, y allí pasásemos la tarde disfrutando del balón de fútbol y de una naturaleza generosa.

Aquella tarde regresábamos alineados, como siempre hacíamos, a lo largo de la cuneta, por la izquierda de la carretera, como mandan los cánones. El día anterior había nevado copiosamente, y aún era abundante la nieve que poco a poco se deshacía dejando ver las calvas del terreno, más negruzco si cabe en su contraste con la nieve.

Entonces me di cuenta: ¡mi boli!, el ‘Parker’ que unos  días atrás, en la habitual visita del domingo, me habían regalado mis padres, no estaba en mi bolsillo.  Para mí, como para cualquiera en aquellos tiempos, aquel bolígrafo de última generación era un tesoro. Y yo, imprudente de mí, lo había llevado a la excursión para presumir ante mis compañeros. ¡Mi  boli! Lo había perdido. ¿Cuándo?, ¿dónde?..., imposible adivinarlo, tras toda una tarde de saltos y carreras.  No podía ser, no, ¡mi Parker, no!

No sabría decir si lo decidí de repente o medió alguna reflexión. Me recuerdo regresando sobre mis pasos, dejando atrás a mis compañeros y recitando interiormente un padrenuestro a San Antonio. El remedio que mi madre decía existir para estos casos.

No os lo creeréis, pero tan sólo  hube de caminar unos cientos de metros, con los ojos vidriosos por la congoja y por el frío. Me detuve en seco. Allí estaba, semienterrado en la nieve, el bolígrafo Parker, con su elegante negro mate y su capuchón cromado.
……………………………………………
Son muchos los casicuentos que me gustaría contaros. En ellos no aparecen magos encantadores, príncipes sobre briosos corceles o brujas desalmadas. Pero en todos ellos se vislumbra un sueño que no estaría nada mal se hiciera realidad: países hermanos que dejaran de lanzarse misiles y descubrieran su cielo cubierto  de serpentinas y confeti para brindar juntos por la paz. Fábricas de armas que cambiaran los ingenios de sus máquinas por útiles de laboratorio con que encontrar remedio a males y epidemias que amenazan la humanidad y se ceban en los más débiles. Enormes petroleros que cruzasen los mares, y que lejos de verter destructivos residuos recogiesen de ellos aguas depuradas y toneladas, miles de toneladas  de alimentos. Políticos y gobernantes que dejasen de mirarse  el ombligo y descubriesen el inmenso trabajo que queda por hacer. Tribunales y jueces que supiesen disculpar el daño nacido  del hambre  y la miseria, y a los que no  les temblase el pulso  para exigir, sin eternas dilaciones, la justa restitución de fortunas amasadas desde el robo y la explotación. Tantos y tantos sueños… Tantos y tantos casicuentos…

Ojalá  pudiéramos contárselos un día a nuestros pequeños y verles dormir tranquilos. Puede que también nosotros consiguiéramos conciliar el sueño.

Comenzaríamos, eso sí, como es preceptivo: Érase una vez…

ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
Maestro. Psicopedagogo. Emérito UCJC

Ver el primer Casicuento en “Paginas” de este blog.





¡TRAIGAMOS A LOS CLÁSICOS!

Necesitamos más que nunca que vuelvan a nuestro mundo los clásicos. Nuestro mundo ramplón, triste y desangelado necesita oír su voz de mando y pensamiento y contagiarse con su estilo.

Ya no podemos llevarlos a nuestras clases para que en ellas remuevan conciencias y nos acerquen el cielo. Nos jubilaron a la fuerza, por más que las ilusiones y el esfuerzo los teníamos en flor y maduro fruto. Nos han jubilado los años, que no perdonan. Estamos arrinconados. Somos la senectud en la segunda década del siglo XXI.

"Vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos”.
Los clásicos también se volvieron al rincón de su biblioteca, formalitos en línea de estantes, callados como muertos. Nosotros, a nuestro desierto de jubilados. En él hemos de hacerles hablar, para nuestra propia paz y la recuperación de nuestro cansado mundo, mientras les escuchamos con los ojos: “Retirado en la paz de estos desiertos, /con pocos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos” (Desde la torre. Quevedo).

Hay que hacer que hablen despiertos (al sueño de la vida hablan despiertos, escribía Quevedo) y que el trueno de su voz vuelva a sonar sobre el cielo y el desierto de nuestra vejez. Que a estos  últimos años nuestros vuelvan los clásicos. Fueron nuestros amigos. De ellos aprendimos a vivir con dignidad, épicos en la juventud, líricos de por vida y desde la quevedesca torre de la senectud, ciceronianos, manriqueños y, a nuestra particular talla, quijotes con el juicio más o menos recobrado.


El Cantar de Mío Cid

Empecemos por el Cantar de Mío Cid, por La razón de amor o, más lejos, por el Ramayana o el Mahabarata hasta llegar, sin prisa alguna, saltando el río y poniendo el pie y el alma en los que fueron piedras más preciosas, hasta el que fue el último de nuestros amores, quizá García Lorca, tal vez Panero, puede que Rosales…

Si en la soledad de nuestros años vuelve doña Jimena a pedirle a Dios, arrodillada sobre las gradas del altar, que proteja la vida del don Rodrigo, inmersos nosotros en el Cantar, si nos quedamos mirando al Campeador que la contempla, a doña Jimena que toda dignidad le besa la mano, y enseguida al Cid cabalgando, mientras “llorando de sus ojos”, se les rompe el alma y se parten unos de otros “commo la uña de la carne”…  Si esto ocurre, el Cantar vuelve a resonar sobre Castilla, sobre Europa y sobre el inmenso Cosmos, nada ha muerto, aunque esto ocurra sólo en un rincón del mundo, en el desierto y la soledad de nuestra senectud.
Espadaña y torre cidiana. San Pedro de Cardeña.
Por otra parte, en pie seguirá la torre de Cardeña, desde la que los monjes de la cogulla benedictina despidieron al Cid, el más grande de los castellanos.

Carlos Urdiales Recio
Maestro. Profesor de Lengua. Emérito UCJC



POLÍTICA CON ESTILO

Hacer política implica hacer estilo. El político con estilo tiene un techo de altos ideales. Sin estilo, no sería político. Pertenece a una estirpe de santos y de héroes. La suya es una vocación pura, propia de ángeles.

Si todo cuanto merece ser hecho, debería ir cargado de estilo: la educación de los hijos y los nietos, la misión de la escuela, los edificios que ha de habitar el hombre, etc.,  la política no ha de ser una excepción.

Las cosas públicas pueden hacerse de diversas maneras: con la desgana propia de quien cumple una deber que le pesa y del que se sacudirá en cuanto le sea posible, o con la alegría, el entusiasmo y hasta el coraje  de quien cada mañana se encuentra en sintonía con las estrellas que le han marcado una tarea en la armonía del mundo.
El político con estilo tiene un techo de altos ideales a los que sirve porque iluminan la existencia de los hombres de la polis a la que sirve.  Sin estilo, no sería político, a lo sumo, sería funcionario. 

Sabe el político con estilo que pertenece a una estirpe de santos y de héroes, de los que no puede desmerecer. Esto es para él una enorme fuerza interior. Río poderoso que manó en las montañas donde habitan los dioses y marcha imponente a la mar de la eternidad. No está sólo. Le empuja el torrente de la más noble Historia. El resto del paisaje no camina, él inevitablemente sí, le lanzó la sierra al mar.

Su vocación, al servicio de hombres de carne y hueso y de una alta misión histórica, es, con el monacato, la medicina y el magisterio una de las vocaciones puras, propia de ángeles.

Ha de continuar el estilo de los mejores que le precedieron. No puede defraudarlos. Los lleva pegados a sus espaldas.

Su estilo, español y católico, es decir, universal.
RAMIRO DUQUE DE AZA
Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento
Bachillerato Internacional













DE LA EXISTENCIA DE DIOS a VOLVER A LOS DIECISIETE


Anthony Flew
La lectura de la publicación del filósofo británico Antony Flew “Dios existe” (2012), en una cabriola fantástica, me ha llevado a “Volver a los diecisiete” [primera estrofa que da título a una canción de la poetisa chilena Violeta Parra (1962)] popularizada más tarde en España por Rosa León y otros.

Un compañero de colegio –aventajado alumno entonces y brillante investigador científico hoy, creyente y con empeño en encontrar a Dios también en las ecuaciones-, me ha obsequiado en plena canícula, con ese espléndido libro citado al comienzo. “Te lo envío -me dice-, para que podamos mantener luego un cambio de impresiones sobre el mismo la próxima vez que nos veamos”. Pero no ha acabado ahí la cosa. Es que a los quince días, recibo un e-mail con un pdf del siguiente contenido: “La existencia de Dios, un debate entre Bertrand Rusell y el P. F.C. Copleston, S.J.” que transcribía  con literalidad lo que fue radiado en 1948 en el Tercer Programa de la BBC. Había sido publicado en Humanitas en el otoño de 1948. Y añadía: “viene reflejado en la pág. 77 del libro que te hice llegar; añádelo a la base de nuestra futura conversación”.  Estaba claro que “me ponía sitio” del que no me podía zafar.

“Dios existe”, no es un libro religioso y mucho menos católico. Es un ensayo filosófico cuyo autor, filósofo riguroso que después de profesar el ateísmo durante la segunda mitad del siglo pasado, ha tenido la honradez intelectual de girar su razonamiento hasta plantarse en la otra acera. Cuenta el autor que su lema fue siempre seguir el mandato que Platón atribuye en la República a Sócrates: “debemos seguir la argumentación hasta dondequiera que nos lleve”. Este principio socrático también constituía la inspiración del Socratic Club, un grupo que estaba realmente en el centro de la vida intelectual del Oxford de la época de la guerra donde residía Flew. En palabras del autor, “El Socratic Club era un activo foro de debates entre ateos y cristianos, y yo participaba regularmente en sus sesiones. Su temible presidente desde 1942 hasta 1954 fue el famoso escritor cristiano C.S. Lewis. El club se reunía cada lunes durante el curso académico en el sótano de la Junior Common Room de St. Hildas College. En el prefacio a la primera edición del Socratic Digest, Lewis citó la exhortación de Sócrates a “seguir la argumentación hasta donde quiera que lleve”. Observó que “este espacio, especialmente dedicado a la confrontación entre cristianos e increyentes, era una novedad”.

Y bien; ¿qué tiene qué ver esto con mi –retórica- , “vuelta a los diecisiete”?


Corría el final de los 50’s cuando mi amable amigo (el que ha provocado este retorno al pasado), junto con otros que también “apuntaban maneras” – cada uno a su estilo, ¡viva la diversidad!- a los que me uní (la mayoría de las veces como “escuchante” de aquella “panda”),  nos complacía correr al recreo tras la clase de filosofía (o de física) para tomar partido por este o aquel sistema filosófico/máquina o experimento que acabábamos de oír. Naturalmente, alguno (o todos los demás, objetaban) y el reto para el confrontado era llevar al siguiente recreo  la objeción resuelta. El gusto por la especulación era nuestra delicia.

Éramos un pequeño grupo conceptualmente estructurado en el sentido de que se podían reconocer los líderes de su respectiva especialidad y cuya pertenencia al mismo – simple afinidad reconocida-, proporcionaba pequeños privilegios como tener acceso a determinados ámbitos, en su caso técnicos (cabina del cine, operar su  máquina – de aquellas de arco voltaico entre electrodos de carbón al estilo de Cinema Paradiso-, manejar la “tramoya” del escenario del salón de actos, etc.). Privilegios que ejercíamos –cuando estaba justificado-, mientras “el común” estaba a lo que marca el horario escolar.

Cursábamos, a la sazón – fácil es colegirlo-, el bachillerato superior en colegio que practicaba – como método pedagógico -,  el debate de temas de gran calado filosófico (cuando era el caso) sostenido entre dos equipos de alumnos que mantenían las controversias clásicas. Ello obligaba a cada miembro de los equipos contendientes a profundizar en los argumentos que potencialmente podrían surgir en cada uno de los bandos, para prepararse a  afirmar las propias y combatir las del bando contrario. Ocioso es declarar que el animador de tal metodología era el profesor de Filosofía y/o de Historia de la Filosofía; por lo general jóvenes “maestrillos” recién terminados sus estudios de filosofía, cuyo entusiasmo por la disciplina nos contagiaban.

Pues bien; han pasado 57 años de aquellos torneos - a cuyo recuerdo nostálgico me ha llevado el relato de Antony Flew de su debut en el Socratic Club de C. S.  Lewis-, cuando se ha celebrado – sólo hace una semana -, la “conversación” anunciada por mi amigo. Ha sido en su domicilio de la sierra madrileña, a dónde hemos concurrido los que habíamos sido agraciados con el libro. Y el comentario al mismo  se ha deslizado (sin carácter monotemático como es natural) a lo largo una velada deliciosa, acompañados de nuestras esposas. Con las pausas que impone el contexto de una merienda-cena la mar de agradable y sustanciosa en género y comentarios. El anfitrión –como era de esperar al ser de él la iniciativa y conocido su rigor -, llevaba el tema bien preparado y los demás, hemos – simplemente - mantenido el tipo. A la reunión han seguido puntualizaciones, réplicas y contrarréplicas que se han producido vía mail a la velocidad de la luz. Sin esperar al recreo.

Pasados, pues, tantos años, esta mañana he despertado, martilleándome en mi interior, la voz de Rosa León entonando la melodía de la canción de Violeta Parra (casi contemporánea de nuestros fervores juveniles, por cierto). Sin poderlo  remediar, me he ido, nada más ducharme, tarareando (como es de rigor) al ordenador y me he puesto a escribir de un tirón y de memoria:

 “Volver a los diecisiete después de vivir un siglo
es como descifrar signos sin ser sabio competente
volver a ser de repente tan frágil como un segundo
volver a sentir profundo como un niño frente a Dios,
eso es lo que siento yo en este instante fecundo…”

BRAULIO VIVAS MORENO
Ingeniero Superior Industrial y Economista.


Ver amplia reseña del libro en Páginas


  



¿CÓMO ENTIENDE LA 

TEOLOGÍA ACTUAL LA FE EN EL 

DIOS CREADOR?


En nuestros oídos resuena la famosa sentencia que pronuncia don Sebastián en “La verbena de la Paloma”: “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”. Son tantos los progresos de las diversas ciencias que se ha extendido en la cultura postmoderna la idea de que a medida que la ciencia avanza retrocede la creencia en un Dios Creador, insinuándosenos  que llegará un día en que las ciencias darán con las últimas claves explicativas de la vida y que, consiguientemente, desaparecerá por completo la fe en Dios Creador.  Quizá nosotros mismos, que hemos disfrutado con la audición de “La verbena de la Paloma”, y somos testigos directos de la aparición de criaturas artificiales maravillosas nacidas por obra y gracia del progreso científico y tecnológico de nuestra época,  hemos llegado a dudar de la vigencia de la fe en Dios Creador…

La verdad es que investigaciones de los últimos 50 años han dejado al descubierto,  tanto en el mundo macrocósmico (“big bang”…) como en el microcósmico (partículas-ondas cuánticas…),  misterios que rebasan la capacidad razonadora de los científicos. Estos no se sienten tan seguros como antaño  de sus conocimientos sobre la naturaleza y empiezan a reconocer que existen en el cosmos realidades impenetrables a sus hipótesis de comprensión y a sus métodos experimentales de comprobación, realidades como las causas que produjeron el “big bang”, o las causas que aseguran la evolución ordenada y armoniosa del orbe que habitamos…


Los propios científicos no hablan siquiera de “causas” que hayan producido el origen del cosmos ni de “causas” del actual despliegue pautado y melódico del universo. Porque la palabra “causa” evoca una realidad material o energética. Los científicos  apuntan oscuramente a una realidad mistérica que trasciende la realidad del mundo y la realidad humana. La teología cristiana no se queda en la admiración silenciosa ante la belleza de un universo que está fuera y dentro de nosotros y que “nadie sabe cómo ha sido” ni cómo es la acción creadora de Dios en el momento presente, sino que explícitamente proclama que es Dios el que ha creado el mundo y que continúa creándolo en este mismo instante de nuestro vivir.

Todavía hay algo más inaudito que la teología cristiana confiesa acerca del origen y del desarrollo de la creación, a saber, que Dios ha creado y continúa creando el mundo por el siguiente motivo: por amor a los seres humanos. Al hablar de la acción creadora de Dios, la teología quiere que no nos fijemos tanto en la sabiduría y poder divinos, como solemos hacerlo, cuanto en el amor desbordante y beneficioso de Dios para con nuestras personas. Dios no crea por necesidad; tampoco para su Gloria. Solamente Dios es capaz de crear y de crear por amor a nos-otros, los seres humanos. Nosotros no somos capaces de crear, somos creaturas, no creadores, ni somos capaces de amar a nuestros semejantes por ellos mismos, buscando sólo su bien…


Nuestra fe cristiana asiente con gozo a la creación inicial de Dios y nuestro corazón creyente queda prendado de un Dios que nos ha creado porque nos ama perdidamente, sólo  por nuestro bien y felicidad. Sin embargo, dudamos seriamente del Dios Creador y de su amor desinteresado por nosotros cuando observamos la historia de la humanidad, el tramo intermedio  entre el comienzo y el final del orden de la creación, el escenario histórico en el que interviene el Dios Creador y nosotros, las criaturas humanas. Estas dudas surgen con fuerza y hasta con ira ante la presencia del mal de todo tipo en nuestra vida particular y en todo el planeta terráqueo. Ante las desgracias e injusticias de la vida, son legión los que se rebelan contra el Dios que no cesa de crear en la historia humana y otros tantos los que rechazan al Dios Creador.


No voy ahora a entrar en el tema de la existencia del mal y de su relación con el Dios que sigue conservando y desarrollando el cosmos creado. Me limito a decir que el Dios Creador que interviene en la historia humana sigue siendo el Dios que crea porque ama a los seres humanos buscando únicamente nuestro bien. El Dios cristiano no  castiga ningún comportamiento humano, por feroz que este sea, ni guarda en modo alguno relación causa-efecto con los males de la historia humana.

EDUARDO MALVIDO
Maestro, catequista y teólogo 

 
MOVIMIENTO DEL OESTE (II)

EL MÉTODO NATURAL

George Hébert, teniente de navío.
La manifestación técnico-pedagógica del Movimiento del Oeste se plasma con el llamado “Método natural” propuesto por George Hébert (1875-1957), a la sazón, teniente de navío de la armada francesa. En sus viajes por los mares del sur del Pacífico había observado a los nativos de aquellas islas, pueblos primitivos aún, cómo se ejercitaban de manera natural e inconsciente. Comprobó las elevadas condiciones físicas que presentaban.

Inspirándose en estos comportamientos, creó un método de ejercicios físicos aplicando formas naturales de movimiento. También fue una reacción contra la gimnasia sueca, que consideraba artificiosa y de espíritu analítico.

Sostenía que para llegar a desarrollar y a perfeccionar sus aptitudes físicas, el hombre civilizado no puede ejercitarse de la misma manera que el hombre primitivo. El primitivo trabaja sin método, actúa por instinto o por necesidad; además, dispone de tiempo y de espacio. El hombre civilizado debe encontrar otras maneras de trabajo a través de unos procedimientos adaptados.
Aparatos que imitan la Naturaleza.
¿Cuáles eran las actividades físicas del hombre primitivo? Básicamente las catalogó en varios grupos: a, la locomoción normal como la marcha, las carreras y los saltos; b, las locomociones secundarias, con el uso de los brazos para realizar cuadrupedia, trepar a los árboles y natación; c, la defensa y la seguridad a través de luchas y del manejo de armas primitivas como bastones, picas o mazas; d, las actividades utilitarias, que comportan esfuerzos musculares de toda clase para traccionar, empujar, cargar o lanzar; acciones equivalentes a cazar, pescar, construir o cultivar; e, la recreación bajo formas de danzas, ejercicios de fantasía o acrobacia, acompañados a menudo de gritos o cantos.
Circuito militar.
Basándose en todas estas formas de actividad natural del hombre primitivo organizó diez grupos fundamentales de ejercicios físicos: marchas, carreras, saltos, cuadrupedias, trepas, equilibrios, lanzamientos, levantamientos de peso, acciones de defensa y natación. Estos diez grupos los complementó con otras dos clases de actividades físicas: a, ir a caballo, en bici, en canoa, sobre patines o sobre esquíes; b, actividades de recreación: juegos, danzas, deportes, cantos y gritos.  Hébert definió su Método natural como: “la codificación, adaptación y gradación de los procedimientos y medios empleados por los seres vivientes en estado natural para adquirir su desarrollo integral” (Langlade, 1989).
 Aplicó este método a los soldados que estaban a su cargo. En 1913, con motivo del Congreso Internacional de Educación Física de París, expuso su Método natural con 150 grumetes y 100 fusileros navales. El éxito fue total y su método se difundió rápidamente por Europa. A raíz de esta presentación se creó el Instituto de Educación Física y Deportes de Francia.
Las sesiones de entrenamiento del Método natural consistían en realizar un recorrido más o menos largo durante el que se efectuaban ejercicios de todos los grupos mencionados. Se realizaban recorridos de dos maneras: 1, en plena naturaleza, aprovechando los accidentes del terreno como laderas, arroyos, ramas de árboles, troncos caídos, etc. 2, sobre un espacio restringido y preparado, denominado “plateau”. Éstas últimas eran las más habituales; las sesiones al aire libre estaban condicionadas al tiempo meteorológico.
Circuito militar. 


George Hébert publicó varias obras en las que exponía y desarrollaba su método; destacan “La Educación Física o el entrenamiento completo por el Método natural” y “Lección tipo de entrenamiento completo y utilitario”.
Su Método natural supuso una gran aportación en aquel tiempo; rompía con las maneras ya tradicionales de ejercicios construidos, propios de las escuelas sueca y alemana. Y tuvo influencias en otras formas de trabajo físico que surgirían después en el llamado Movimiento de Centro. También adoptó el ejército en todos los países con circuitos en los que los soldados tenían que superar diferentes obstáculos; aún vigente. Actualmente ha surgido una línea de ejercicio basada en el Método natural que consiste en superar diversas barreras urbanas.
Exhibición. Congreso Internacional de Educación Física en París.
En España el Método natural se adoptaría un poco tarde: fueron los llamados “circuitos Cola-Cao” que se instalaron en los parques durante los años 80. Los patrocinaba esa marca comercial y ofrecían buenas posibilidades de ejercicio físico, con carteles que indicaban los niveles de intensidad para cada practicante. Desgraciadamente, estos circuitos desaparecieron; quizás por falta de constancia en su cuidado o para sustituirlos por algo que no terminó de llegar.

FRANCISCO SÁEZ PASTOR
Universidad de Vigo











Una muestra del             Campo de sonetos en rama



            Rimo un poema, cavo un surco.
Encuentro una palabra, busco un nido.
Leo la prensa, injerto los manzanos.
Consulto el diccionario, aporco los pimientos.

De la  tierra a la pluma voy, y punto.
Me son gemelos libro y huerto.
Podéis mirar las rayas de mis manos.
Son de escribiente y de labriego.

Lo que yo cuento lleva polvo encima
Los frutos que consigo son sonetos.
A los dos por igual mi alma se arrima.

(Y este ejemplo capcioso es una treta
para saber si sois o no catetos
los que vais a juzgarme por poeta).


El arte de cortar el jamón

Está bien claro que son
los “susanos” andaluces
en cortar a todas luces
los mejores el jamón.
Jamón de cerdo en los EREs
y Cursos de Formación.
Jamón, para que te enteres,
que les dan sin ton ni son.
Arte de cortar es don
que no al pueblo se reparte,
quedando la mayor parte
en las manos del patrón.
Limpios en cortar cabezas
los islamistas lo son,
y las pasan con destreza
sutil por televisión.
Arte cisoria se llama
esa triste ejecución
y puede que ya esa llama
haya entrado en erupción.














1 comentario:

  1. Enhorabuena por las 37 batallas ganadas con alto estilo y magisterio innegable.
    Diego

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