Pregón: Educación y expertos. Libertad
Magisterio: / Didáctica de nuestra Escuela: Solidez, no superficie. CUR. / Escuela de mañana: Educación en torno al cuidado. Teódulo/ A la hora del café: El profesor pregunta. CUR / Escuela de vanguardia: Lo que aprendí de La Salle. Se nos abrió un gran horizonte. CUR / Tarimilla literaria: Digo yo. RDA / Apuntes de clase: Escuela que lanza a crear libros de lengua. CUR
Estilo: Reflexión de la mañana: Azucarar la vida.. CUR-ÁH
La educación, en España al menos, no se toma en serio. Quizá porque la democracia que consentimos no es democracia. Y en ella la educación es un pastel más que repartir entre quienes salieron vencedores de las urnas, hecho que les da carta blanca para, a golpe de capricho y provecho propio y de conmilitones, hacer y deshacer.
Para empezar, nadie habría de orientar la educación nacional o internacional que no fuera un experto, conocimiento y seria experiencia.
Y habría que iniciar el recto camino de la esperteza por las escuelas de magisterio, por las que pasaría necesariamente todo docente, del grado que fuere. A los futuros maestros y profesores se les enseñaría a leer despacio y a redactar de manera precisa, a pensar con orden y jerarquía sobre contenidos, a atenerse con rigor a las leyes de la psicología pedagógica (seria preparación docente, vocación), etc. hasta lograr profesionales muy prestigiados por la sociedad, en lugar de más o menos muertos de hambre que se refugiaron en la enseñanza para sobrevivir y, resignadamente, llegar sin pena ni gloria a la jubilación.
Lo que la Sociedad haga bien, el Gobierno del Estado ha de dejar que lo haga y lo suyo sería ayudarla, darle libertad, la más posible, pedirle resultados, rendimientos solamente, en bien de la Sociedad. A quien no los tenga buenos, se le deja solo.
Que el bachiller termine siendo bachiller y el universitario que lo sea; que uno y otro no solo hayan aprobado cursos sino que hayan vivido la sabiduría y las ciencias propias de sus respectivas etapas. Que eso se compruebe. Y en la comprobación es donde habrá que ser rigurosos y serios: pruebas que prueben (exámenes, realizaciones, hechos, etc.), no otras. Se contará así con bachilleres, licenciados y doctores no con individuos que lograron un título académico, llave que les abre las puertas de organismos que se dicen educativos en que instalarse, sin pasar de meros instalados.
Hace un tiempo que sigo el tema del cuidado, no sólo en lo que se refiere directamente al cuidado de la naturaleza, a una dimensión ecológica fundamental, sino a la educación, y ello no sólo como lo que se pudiera llamar una rama de la educación (la educación ecológica), sino el cuidado como teoría de la educación, como modelo general educativo o, lo que es más ambicioso, como paradigma de la educación. Buscar algo así como paradigmas está “de moda” (recordemos el modelo “NCA” -Nuevo Contexto de Aprendizaje- que se ha convertido en el ámbito esencial de la educación o, si se quiere, en el modelo que integra todos (¿) los elementos-fundamentos de la teoría y de la práctica pedagógica de los centros La Salle. Pues bien, una editorial, Edelvives, que representa a otra congregación religiosa educadora, basa su modelo educacional en el cuidado.
No he acertado -quizás mis lecturas son insuficientes- a comprender cómo el cuidado se convierte en un modelo educativo total. No he acertado a ver si el cuidado es fundamento de una teoría pedagógica o un objetivo de toda educación. Y ello, sin negar la importancia, trascendencia incluso, de relacionar íntimamente los términos educación y cuidado. El otro día adquirí un libro -Acompañamiento educativo- cuyo subtítulo era “El arte de cuidar y ser cuidado”. Creí haber encontrado un instrumento que me ayudara a comprender lo del “cuidado”. Pero el libro se centraba en el acompañamiento, como reza su título. Y el modelo del cuidado es el modelo del acompañamiento para cuidar al otro. Y a veces da la impresión de que la base del modelo se convierte en un objetivo educativo, un objetivo “percha” en el que se puede colgar todo lo positivo de la relación con el otro. Cuidar, dice el texto, “es atender a las necesidades de aquel a quien acompañamos”, cuidar es “promover redes de relación y comunitarias” … en donde cuidar es fácilmente sustituible por educar. De todos modos, creo que es oportuno crear modelos -o paradigmas, según los creadores del cuidado- como afirma J. Pedro Castellano, director de la Fundación Edelvives, y muy comprometido con lo referente al cuidado en la educación. “Estamos decididos a poner en marcha un nuevo paradigma del cuidado, una transformación desde dentro que compromete un modo de vida hacia afuera. Este es el gran desafío educativo al que nos enfrentamos: si aprendemos a cuidar y a dejarnos cuidar, entraremos en la senda de un desarrollo humano que no sólo va a satisfacer unas ciertas necesidades básicas, sino que va a encontrar más alegría en el ser que en tener”.
Pues bien, hace días, releyendo otro libro, encontré un párrafo que, si no se refiere directamente a la educación, sí iluminó mi mente con palabras sabias y con hondura suficiente como para ponerlas en el prólogo de cualquier tratado de la educación y el cuidado. Aunque, repito, no pretendo nada más que iluminarme un poco. Las escribió Leonardo Boff y son aplicables a cualquier ámbito de la vida y acción humanas. También, por supuesto, de la educación. Y con estas autorizadas palabras, sin que con ellas pretenda desautorizar los escritos del equipo de la Fundación Edelvives, termino.
En torno al cuidado
“Cuidar significa entretejer una relación amorosa con la realidad y con cada ser de la creación. Es investir corazón, afecto y subjetividad en esta sensibilidad. Las cosas son más que cosas que podemos usar. Son valores que podemos apreciar, son símbolos que podemos descifrar. Cuidar significa implicarse con las personas y las cosas, darles atención, colocarse junto a ellas, sentirlas dentro del corazón, entrar en comunión con ellas, valorarlas y comprenderlas en su interioridad. Todo lo que cuidamos es lo que amamos. Y todo lo que amamos, lo cuidamos. Bien enseñaban los antiguos que la esencia del ser humano reside en el cuidado. Si el ser humano no demuestra cuidado desde su nacimiento hasta la muerte, se desestructurará, se debilitará y acabará muriendo. Más que pensar, amar y criar, precisa saber cuidar, condición para todas las demás expresiones. El cuidado funda el ethos mínimo de la humanidad. El cuidado es la actitud ética adecuada para con la naturaleza y para con la morada común, la Tierra. El cuidado salvará el amor, la vida, la convivencia social y la Tierra. El nuevo milenio solamente será inaugurado cuando triunfe la ética del cuidado esencial. Alrededor de los valores de la justa medida y del cuidado esencial se construirán los pactos sociales que asentarán en bases firmes la nueva sociedad mundial emergente”. (L. Boff, en revista Envío, 216, 2000).
TEÓDULO GARCÍA REGIDOR
Profesor del Centro Universitario La Salle
En nuestra Escuela, con Juan Amós Comenio,
entendemos por Didáctica:
"el artificio fundamental para enseñar todo a todos,
enseñar con solidez, no superficialmente
no con meras palabras".
SOLIDEZ, NO SUPERFICIE
Y para cerrar con el curso 2022-2023 lo que venimos diciendo bajo la afirmación de Comenio de que la Didáctica es "el artificio fundamental para enseñar todo a todos, con solidez, no superficialmente”, soltemos en este 107 de AFDA el toro de la palabra Sabiduría y que señoree la plaza en la que se oficia la liturgia del arte de la vida y la muerte de nuestros educandos, de su didáctica magna.
Educamos para que el niño deje de ser espontáneo y salvaje y se unza a la servidumbre del yugo de lo cultivado (con redondo albero y alto cielo) y opte por la servidumbre del señorío propio de la “criatura de selección”, que decía Ortega, no por el mero “hombre masa” (sin miedo a las banderillas y a las varas de la vida).
No educamos para que el niño o el muchacho se sientan felices, en la Escuela y después de ella, en su espontaneidad. En nuestra Escuela no educamos para la espontaneidad. Espontáneo es el salvaje. Espontáneo es el árbol que crece como puede impidiendo, quizá, que en sus ramas descansen a gusto los pájaros del cielo antes de volar con matinales canciones a la aurora naciente. El árbol ha de ser cultivado, la espontaneidad (Naturaleza), sometida a unas normas de cultivo (Cultura). Sólo en la Cultura hay espíritu. No educamos para la sinceridad espontánea, propia de los seres irracionales. Educamos para la autenticidad que consiste en hacer aquello que decimos y que pensamos, después de haber pensado como hombres, con fundamento de roca y cielo de libre altura, lo que se debe pensar y hacer.
Que la Sabiduría y la Cultura, que tanto monta, no sean, siguiendo a Comenio, “meras palabras” en nuestra Escuela sino sólido fundamento y certera meta.
Hoy se aprende como ayer, pero también de manera distinta. Lo acertado no es que los alumnos aprendan como nosotros enseñamos, sino de que nosotros les enseñemos como ellos aprenden.
La pregunta sigue siendo un eficaz instrumento de aprendizaje.
La pregunta socrática mantiene su valor ya de 26 siglos. Se cotiza al alza, hoy, todavía. Sócrates fue el primer y más brillante exponente de la mayéutica.
La pregunta del profesor debe ser tal que su formulación haga surgir en el alumno de hoy la necesidad de escuchar la respuesta adecuada. Ha de merecer la pena lanzarla. Ha de crear de suyo la necesidad de dar con la respuesta precisa y que el alumno cierte con ella.
Manera de preguntar. Quizá hoy más que preguntar qué es esto, qué esto otro, hay que preguntar “¿Qué crees, qué opinas, qué piensas que es…?” Cargamos así de afectividad la respuesta esperada, el alumno la defenderá como suya, estará dispuesto a matizarla hasta dar con lo que él en definitiva piensa que cree.
Tipos de preguntas:
1 Que clarifican: ¿Qué quieres decir cuando afirmas…? ¿Podrías condensar el punto central de tu comentario? ¿Puedes decir eso mismo de otra manera? ¿Podrías explicarlo que te entendiera tu abuela? ¿Puedes poner algunos ejemplos?
2 Que al preguntar puntualizan: ¿Qué quieres decir con…? Lo que dices es…, ¿es así? Partes de la idea de… ¿cierto? ¿Por qué te basas en… en vez de…? ¿Quién dice esto mismo de otro modo? ¿Qué garantías tienes de que eso sea así?
3 Pregunta previos supuestos y resultados: ¿Das por sentado que…? ¿Qué está suponiendo Luis? ¿Por qué piensas que eso es válido en este caso? ¿Qué motivos puede haber para…? ¿Algo puede hacer dudar de esta afirmación? ¿Quién tiene otra razón de que las cosas sean así? ¿Qué habría que responder a quien afirma lo contrario? ¿Qué razonamiento final te ha conducido a esa conclusión? ¿Cómo podríamos cerciorarnos de que esto es cierto?
CUR
Maestro. Profesor de Escuelas de magisterio
Emérito UCJC
(V) LO QUE APRENDÍ EN LA SALLE
Pedagogía que me ha marcado de por vida
Se nos abrió un gran horizonte
Tot lumina, tot limina
Y otra cosa decisiva que nos dio La Salle es el talante, la temperatura, el espíritu, el clima de alto vuelo que rodeó desde sus inicios la visión del mundo que habríamos de conquistar nosotros para ponerlo al servicio del Reino de Dios, nuestra meta.
Un buen día se no dio en cifra y de golpe, en forma de lema de vida, lo que ya estábamos viviendo. Se nos dijo en un latín que nunca supimos de dónde venía, pero que nos marcaría ya de por vida y en adelante, nuestra marcha de maestros y de cristianos del Creador: Tot lumina, tot limina.
Hemos aireado este lema que hicimos nuestro. Logramos que pasara a serlo de las Universidades Laborales de digna memoria, gran realización de la Educación, en tiempos felices y eficaces. No es el momento de explicarlo ahora. Fue un hecho.
La Salle nos dio este estilo y lema de vida. Lo llevamos como podemos. Es como la música de marcha militar que acompaña el paso firme y decidido de nuestro pensar, querer y hacer. A cada nueva luz, una nueva frontera que lograr. Es preciso avanzar. Sin límites. A cada nueva verdad, una nueva conquista; a cada belleza, un nuevo fulgor de realizaciones; a la bondad emergente, una elegante bondad de nuestra parte. E ir tomando posesión de todo al servicio del Reino.
Tot lumina, tot limina
DIGO YO…
- DIGO YO…que no dejaba de tener interés y ser útil la gimnasia mental a la que nos sometía y, por nuestra parte, sometíamos a los 40 alumnos que llenaban nuestra clase disciplinándolos con flagelaciones de dativos, nominativos y genitivos, de ablativos absolutos, más cinco declinaciones de latín y otras tantas conjugaciones, etc.
- DIGO YO…que ¿para qué tanto latín si no llegamos en siete cursos o cuatro de su estudio (plan Moyano o el de Villar Palasí, que tanto monta) a leer a Virgilio, a Horacio y a Cicerón? Al menos leerlos, aunque no llegáramos a sentarnos a la misma mesa que ellos a conversar sobre la Eneida, la vida del campo o De Senectute y hablar luego del derecho romano y del arte de levantar acueductos.
- DIGO YO… que si en vez de declinar con latines nos hubiéramos aplicado a las declinaciones del alemán, mejor nos hubiera ido, que con los clásicos españoles (Fracisco Suárez, Quevedo, Calderón de la Barca, Lope, etc) nos bastaba y sobraba para salir humanistas de tomo y lomo y, además, tendríamos tiempo de leer a Göthe y no despacharlo con docenas de datos que hablan de él, pero que no nos dejan espacio para que él nos hable.
- DIGO YO… que los enrevesados análisis sintácticos a los que sometíamos a niños con diez años, que les torturaban por demás hasta el aborrecimiento frontal, ¿por qué no los dejábamos para dominarlos en un solo curso pero ya a los 16 años, que con solo nueve meses bastaba y sobraba y hasta les tomarían gusto? ¡Misterios de los planes de estudio del Ministerio de Educación en manos de políticos en vez estar trazados por maestros duchos en psicopedagogía, a lo que añadir la vaguería de los profesores que prefieren lo mecánico y hecho, dura rutina y rutina, en vez de imaginárselas e ingeniárselas para enseñar a sus alumnos a escribir con frescor, creatividad y corrección académica!
- DIGO YO… que menos papeleo burocrático hoy en día, que mira y remira lo que se hizo o acaba de hacerse a prisa y corriendo porque se olvidó la palabra “morosidad” que hace años sugerimos que se escribiera con letras capitales y enormes sobre las tapias de todo colegio. Más preparar unas clases de guinda, eficaces, personales, entusiastas, apasionadas… y dejarse de papeleos y de cuestionarios interminables que rellenar por ordenador. Activada la dinamita dentro de lo que realmente importa, el monte se vendrá abajo, estaremos sin papeleos, pero se levantará glorioso y lleno de luz y felicidad al firmamento lo que hoy puede que se esté perdiendo porque nos deslumbra.
- DIGO YO… que mater tua mala burra est y seguiré diciendo.
RAMIRO DUQUE DE AZA
Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento
Impulsos que tomamos cuando éramos estudiantes
de la Escuela de Magisterio (1961 y ss.)
y conservan su nervio o lo depuraron.
9 ESCUELA QUE LANZA A CREAR LIBROS DE LENGUA
Algunos de nosotros íbamos para profesores de Lengua. Teníamos muy claro que había que descargar de Gramática el trabajo de la Lengua en la Escuela, desgramaticalizar. Habíamos trabajado la expresión escrita, la declamación y otras calderillas de la lengua con mimo en la Escuela de Magisterio. Otros frentes literarios nos mantenían en la teoría y la inicial práctica de vanguardia de su magisterio.
Un buen día, nuestro maestro, Emiliano Mencía, se nos fue por Europa, a ver de cerca cómo se trabajaba la lengua en diversos centros escolares, ministerios, editoriales… Recogió lo mejor que se había publicado y pudiera servirnos. Volvió con una buena maleta de manuales de lengua, los que encontró mejores.
Nos puso en la Editorial Bruño, de solera educadora, a componer libros de lengua para distintos cursos de Primaria. Él no redactaba con nosotros. Nos señalaba el mejor camino y nos facilitaba el que se nos ocurriera el detalle que pretendía e, incluso, el ir más allá. Nosotros tocaríamos los instrumentos, él era la batuta.
Lo mismo habría que hacer en nuestras clases de maestros al día.
De hecho no se hicieron libros de lengua para escolares tan avanzados y certeros como los que editó en esa ocasión la Editorial Bruño, tan célebre ya por sus manuales de matemáticas.
Años más tarde, en la línea que nos inició Emiliano Mencía fuimos más lejos. Volábamos ya solos, aunque tras el impulso inicial, que siempre habrá que reconocer. Fueron los tiempos de la Editorial Didascalia. Puede comprobarse hoy día que no se han editado en España libros de lengua para la Escuela Primaria que hayan superado la línea que la bututa de Emiliano Mencía nos dibujó en el aire con su prócer magisterio y a la que nosotros le dimos cuerpo.
CUR
Maestro. Profesor de la Escuela de Magisterio La Salle
Emérito UCJC
estilO
AZUCARAR LA VIDA
Precisamente porque nuestro estilo ama la dificultad, no regatea ante el esfuerzo y de algún modo recuerda por su dureza el sentido espartano de la vida y como quiera que no buscamos la felicidad a toda costa, “cosa de aburridos” (Menéndez Pidal dixit), podemos proponernos sin merma de la integridad de nuestro estilo el azucarar la vida.
Para el Diccionario de la Real Academia azucarar la vida es “endulzarla o suavizarla para que no resulte tan áspera o dura”.
Los tiempos, con frecuencia, son ásperos y empinados. Lo son, lo serán. Hay que azucararlos adecuadamente.
Es lo que consigue el azúcar por donde pasa a tiempo y con mesura.
Es de los pocos objetos a los que damos nombre ambiguo. No nos basta con que sea femenina, azúcar blanquilla, sino que la decimos, señalando la misma perla, azúcar blanquillo, y, sin salirnos de la más rigurosa corrección gramatical, lo mismo decimos azúcar moreno que decimos azúcar morena. Es como si piropeásemos al azúcar, por ser pura abundancia y lo hiciéramos en reconocimiento de su exuberante bondad masculina y femenina.
Conocemos los lugares tan distintos de los que proviene. La buscamos y la encontramos en la caña dulce, en la raíz de la remolacha y en varios vegetales.
Se vende en los supermercados, en los que ocupa un buen espacio, amontonada en bolsas de a kilo. Acompañada de una cucharita está presente a la hora del café de sobremesa, es una reina en las pastelerías, no se la ve, pero palpita dentro del chocolate, en los caramelos y en muchas frutas, como los higos y las uvas.
Sabemos que con ella se elaboran objetos tan lejanos y extraños a su dulzura como algunos insecticidas y diversos productos farmacéuticos y fotográficos.
Porque todo hay que decirlo, a ratos es mala y se queda escondida entre los dientes y muelas de los golosos, para ruina de su dentadura.
Ser de mieles una cosa se dice para afirmar que es “gustosa, suave y agradable”.
Sin pasarse, porque “si te haces miel te comerán las moscas”, por nuestra parte, llevemos azúcar a la vida de los nuestros, seamos de miel, hoy y mañana, siempre, y cumplamos con la vida y con el Diccionario de la Real Academia: “endulzarla o suavizarla para que no resulte tan áspera o dura”.
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Celebrado el Encuentro de Primavera 2023.
Ver la crónica de su feliz desarrollo,
a gloria del Magisterio y del estilo, en "páginas".