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20190430

80 AFDA

Mayo, 2019
ÍNDICE PRINCIPAL 

Pregón: Ea, caballeros de Cristo
Ancianos bíblicos (VI): Nicodemo, el de la noche. Zereutes
Joyas teológicas de arte (VIII): El Señor limpia los pies a Pedro. Siger Köder. Eduardo Malvido
Efemérides: Waldorf. Un siglo de pedagogía. Teódulo G.R.
Alta política con estilo: España grande. R. Duque de Aza
Tarimilla literaria: Rojo sobre blanco. Premio Comunidad de Madrid. Á.H.
Soneto desde el sentimiento: Postrados a tus pies. Á.H.
Rincón de Apuleyo: El pequeño filósofo, Azorín
Afderías: No, señor. CUR
Educación física: Técnica de los ejercicios físicos.  F. Sáez
Exposición de acuarelas. Mayo, Madrid. Teódulo G. Regidor 


          EA, CABALLEROS 
DE CRISTO

 

Nos entusiasma el Apocalipsis, el maravilloso libro que cierra la Biblia con el triunfo de Cristo, nuestro Rey.

"Vi el cielo abierto y apareció un caballo blanco; su jinete se llama el fiel y el leal, porque lleva razón en el juicio y en la guerra. Sus ojos llameaban, ceñían su cabeza mil diademas y llevaba grabado un nombre que solo él conoce. Iba envuelto en una capa tinta en sangre y lo llaman Palabra de Dios. Lo seguían las tropas del cielo en caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro… llevaba escrito un título: Rey de reyes y Señor de señores” (19,11-16).

Este jinete del Apocalipsis, caballero victorioso final en el escenario de la historia universal, con una audacia sin par, nos dejó dicho: “Ánimo, que yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). 

Cabalga Cristo caballero a través de los siglos, la tierra bajo sus pies, marcha delante de todos nosotros y es el último en abandonar el campo de batalla, fiel hasta la muerte. Por eso le llamamos fiel y real, pistos kai alezinos (pistos kai alezinos).

Primer caballero al frente de caballeros, hombre como nosotros, fuerte, vivo, con sangre en las venas, auténtico, hombre cabal. La sangre que derramó por darnos la victoria inmediata y final es la sangre real y concreta que le había preparado la madre que le llevó en su seno. Su patria terrena, como la nuestra, si fue Palestina, fue también la Tierra entera, el Cosmos universal, como la nuestra, que si es España, no es menos el magno Universo de su Padre, el Creador.

En esta guerra santa suya y nuestra, llegó a agotarse, a entusiasmarse y hasta a desalentarse, fue un caballero como nosotros, que vivió, peleó, venció, fue vencido, se alegró, lloró y río, nos lo crucificaron y murió. Al tercer día resucitó caballero triunfal de la vida y de la muerte, jinete real, sublime Logos de Dios, Caudillo Cristo al frente de unos caballeros de Cristo, que marchamos cabalgando a ratos al trote, a ratos al galope, hacia el Reino de Dios, el de nuestro Cristo.

Lleva vivo entre nosotros veinte siglos. Le hemos visto asomados nosotros a la mente y al corazón de los mejores caballeros de la Historia. Era Él el que pensaba y latía en ellos. El mismo que hoy teneos cierto y de cuerpo entero a nuestro lado. Siempre está . Le hablamos, le seguimos. Es Él.

La milicia desde la que le servimos es única, maravillosamente épica y, felizmente, triunfal, en su meta y ya en el camino.





NICODEMO EL DE LA NOCHE

No lo tenemos claro, pero se nos antoja que es un anciano, aunque quizá no lo fuera. Por dos veces le menciona San Juan en su evangelio. La primera por una cita singular con el Maestro, la única de este corte que nos cuenta el Nuevo Testamento. Le ha pedido verle y encontrarse con él a la caída de la tarde, ya entrada la noche. Nadie les interrumpirá y Nicodemo tiene mucho interés en saber de verdad y por dentro quién es este enviado de Dios, hacerle hablar.
Le urge. Está convencido de que lo que hace Jesús es porque tiene a Dios de su parte. Si el Maestro accede, la ocasión será que ni pintada. Y el Maestro dice que sí, que accede y que quiere verlo y hablar con él.
Nicodemo es un maestro de Israel, cargado por ello de saberes, de autoridad y de experiencia. Es un fariseo, un fiel cumplidor de la letra de la ley, pulcra ley, como Pablo de Tarso. Quizá ha estudiadc en la Sinagoga de Jerusalén con Saulo y es también discípulo del gran maestro Gamaliel.
Le tiene fascinado el Maestro de Nazaret, un galileo, que se lleva mal con los fariseos. Lo que más le asombra son los milagros que hace. Habla divinamente, lo ha comprobado, pero lo que más le impresionan de Jesús son sus hechos, de maravillarse sobre manera. Y él esta maravillado por demás.
Quisiera, quiere sinceramente descubrir al gran profeta que hay en el interior de Jesús. No le va a abordar en público. Por su condición de maestro y estricto hombre de la Tora la gente esperaría de él unas preguntas y no otras, un determinado tono y no otro. Y él quiere saber a fondo y de veras. Tiene sus preguntas personales. Quiere ingresar en el Reino de los Cielos de que habla Jesús. No le bastarían palabras generales.
Jesús, casi sin dejarle hablar, le contesta a la pregunta de más calado que le lleva Nicodemo.
- Hay que nacer de nuevo. Nacer del Espíritu.
La lección está en el Evangelio de San Juan, capítulo 3. Leedla.
A este sabio que quiere saber de veras, Jesús le descubre en pocas palabras lo que no ha descubierto a nadie –solo a su madre-, todo el plan de Dios con la encarnación, muerte y resurrección de su Hijo.
La noche da mucho de sí. Hablando de la serpiente de Moisés, a Nicodemo se le quedan grabadas las palabras de Jesús, que entonces no entiende: “cuando sea levantado en alto”. Le está mentando la cruz, que ni imagina.
Cuando le vea crucificado y muerto, en alto, decidirá ir con su amigo José de Arimatea, en pleno día, vea quien lo vea, que no importa, a enterrar al justo de Dios, con “cien libras de una mezcla de mirra y áloe” y lo sepultarán con todos los honores de las mejores costumbres judías.

Es noche cerrada. Nicodemo se despide de Jesús. Ni una luz tras la entrada a las casas. La gente duerme. Nicodemo marcha en la noche oscura iluminado interiormente por una luz poderosa. Ha conversado con Jesús. Le iluminan sus palabras celestes: “Nadie ha estado arriba en el cielo, excepto el que bajó del Cielo” (Jn 3,13).
Son las palabras que sigue repitiendo cuando en Semana Santa procesiona en el trono o paso del descendimiento por las calles de la Cristiandad. 

Zereutes
Ancien élève de Évode Beaucamp 
y de Francesco Spadafora



        JOYAS TEOLÓGICAS DEL ARTE (8)

EL SEÑOR LIMPIA LOS PIES A PEDRO
Sieger Köder


El pintor alemán Sieger Köder (1925 - 2015) es el autor del cuadro “El Señor limpia los pies a Pedro”, óleo sobre lienzo, 90 x 70 cms.

El Autor del presente cuadro conocía, como cristiano y como sacerdote católico, el pasaje del evangelio de Juan (Jn 13,1-16), el denominado pasaje del “lavatorio de los pies de los Apóstoles de Jesús”. No ofrece mayor dificultad llevar a cabo la representación de la acción de lavar los pies a doce supuestos Apóstoles. Solamente hace falta un poco de humildad por parte del que lava y por parte también de los que se dejan lavar. De hecho el día del Jueves Santo se practica esta acción en nuestras iglesias durante la celebración litúrgica del día.
Lo realmente difícil es llevar a un lienzo esa escena evangélica de modo que nos impacte muchísimo más que la aludida representación teatral del Jueves Santo. Al principio el cuadro de Sieger Köder “EL Señor lava los pies a Pedro” me dejó un tanto perplejo, desconcertado, pero al mismo tiempo me produjo sensaciones de paz, de humanidad, de bondad…
Antes de adentrarnos en la significación religiosa de la expuesta pintura al óleo de Köder, vendrá bien recordar quién es el pintor, cuál es su estilo y para quiénes pintó.
Sieger Köder nació el 3 de enero de 1925 en Wasseralfingen (Alemania). Después de 12 años enseñando arte y trabajando como artista, Köder cursó los estudios eclesiásticos y se ordenó de sacerdote católico en 1971, a sus 46 años de edad. Desde 1975 hasta 1995, fue párroco en Hohenberg y Rosenberg. A sus 70 años se retiró a un pueblo próximo a Stuttgart. Falleció el 9 de febrero de 2015 en Ellwangen (Alemania).
Desde el punto de vista artístico, las obras pictóricas de Köder siguen el estilo expresionista del holandés Van Gogh, del noruego afincado en Alemania Emil Nolde… El expresionismo se caracteriza por volcar en el arte las ideas y las emociones del sujeto adaptando las “formas” artísticas (color, estructura, ejes, líneas, perspectivas…) a las vivencias subjetivas. Por el contrario, el impresionismo se atiene en las “formas” al objeto visual y al instante vivo del objeto visual. Dentro del expresionismo, Sieger Köder tiene sus peculiaridades: la presencia del tema religioso en toda su obra, que, en cambio, apenas asoma en los pintores expresionistas; el tono sereno y amable de sus cuadros, como si fueran láminas evangélicas; el esquematismo, claridad y profundidad de sus pinturas; clara prioridad del mensaje sobre las “formas”; autenticidad de la experiencia religiosa del artista… Se nota una correspondencia casi perfecta entre estas características del pintor-párroco con las exigencias de una buena evangelización del pueblo creyente para el cual pintó nuestro artista.
En el lienzo pintado por Köder destacan dos cuerpos humanos fusionados de tal manera que el rostro visible es el de Pedro, dando a entender que el apóstol desempeña el papel principal en la acción que se está realizando en ese momento. En efecto, en el lavatorio de los pies Pedro es el que está siendo lavado, mientras que Jesús es el que, arrodillado, está lavando los pies a su discípulo Pedro como un esclavo solía hacerlo con su amo.
Por otro lado, las dos figuras contrastan también por sus distintos colores: blanco y azul colorean al personaje del Maestro; el marrón es el que caracteriza a Pedro. Curiosamente la coloración de Jesús se extiende al recipiente del Pan y del Vino eucarísticos, mientras que el color marrón de la vestimenta del apóstol coincide con el color del barreño. No creo que la cena en que tuvo lugar el lavatorio de los discípulos fuese la cena de la institución eucarística, según sugiere el artista-párroco, puesto que solamente el cuarto evangelista trae la escena del lavatorio…
Nuestro artista se fija en un momento concreto del lavatorio de los pies, precisamente cuando tocó el turno a Pedro y cuando este, sorprendido, le interrumpe al Maestro con esta pregunta de rechazo: “Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?” (Jn 13,6). Con la mano derecha el apóstol se apoya confiadamente en el hombro de Jesús, pero su mano izquierda se opone abiertamente a que el Maestro le lave los pies.
En ese punto queda paralizado el gesto de Pedro. Sin embargo, el relato evangélico continúa en el pensamiento del cuarto evangelista…
El evangelista Juan da al gesto de Jesús postrándose a los pies de los Apóstoles el alcance significativo de la entrega del Hijo humanado hasta la muerte y muerte de cruz. El evangelista lo había expresado al principio del capítulo 13: “Sabiendo Jesús que había llegado su hora de partir de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Pedro no entiende a un Mesías que actúa como un esclavo lavando los pies de su amo, como no comprendió nunca que Jesús pudiese terminar sus días en las temibles manos de las autoridades judías (cf. Los tres anuncios de la pasión del Señor en Mc 8,31; 9,31; 10,33).
Aún tenía que resultar más incomprensible al futuro dirigente del grupo apostólico que el movimiento de inclinarse Jesús hasta el suelo evocaba en el cuarto evangelista la imagen opuesta de la exaltación gloriosa del que se había despojado de la gloria divina en su encarnación (“Y el Verbo se hizo carne”). Jesús responde a Pedro: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde” (Jn 13,7), cuando ocurra la resurrección de entre los muertos, cuando “el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todo” (Jn 14,26). Pedro solamente decide dejarse lavar cuando oye decir al Señor que no tendrá parte en el triunfo escatológico final: “Le dice Simón Pedro: “Señor, no solo los pies, sino hasta las manos y la cabeza” (Jn 13,9).
Son muchos los comentaristas que se contentan con ver en el lavatorio de los pies de los apóstoles el ejemplo evidente de la servicialidad de Jesús.
En aquel tiempo ningún judío estaba obligado a lavar los pies a sus propios amos, para mostrar que un judío no era esclavo. Únicamente una madre o un esclavo hubiera podido hacer lo que Jesús hizo aquella noche. La madre a sus hijos pequeños y a nadie más. El esclavo a sus dueños y a nadie más. La madre, contenta, por amor. El esclavo, resignado, por obediencia. Pero los doce no son ni hijos ni amos de Jesús (José Luis Martín DescalzoVida y misterio de Jesús de Nazaret, Salamanca 1988, Sígueme, vol. III, pág. 157).
En esta línea interpretativa de la actitud servicial del Señor, el pintor
Sieger Köder
evangelizador alemán va mucho más allá, hasta el punto de poner en contacto salvador al Hijo humanado con la humanidad pecadora: el Autor de la escena de Jesús lavando los pies del apóstol Pedro refleja el rostro del Señor —lo más representativo de su Persona— en el agua sucia del lebrillo donde están sumergidos los pies del discípulo pecador, o los pies de cualquier otro ser humano que no sea el propio Jesús (Heb 4,15: “Ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado”).
Aunque Sieger Köder no vislumbra en su cuadro el horizonte glorioso de la kénosis (=abajamiento) que el evangelista Juan anota en su relato con las palabras “lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde” (Jn 13,7), el pintor-párroco supera con creces el ejemplo de humildad del Señor en el plano del servicio a los demás, ampliando dicho servicio a la humanidad pecadora, lo que le llevó a la muerte y a una muerte de cruz.
EDUARDO MALVIDO

          Maestro, catequista y teólogo   




EFEMÉRIDES


WALDORF: UN SIGLO DE PEDAGOGÍA EN LIBERTAD (1919-2019)

El cambio acelerado que se experimenta hoy en los centros escolares puede sorprender a más de un antiguo docente, sobre todo si no ha frecuentado la escuela de los últimos tiempos. En muchos centros domina hoy la tecnología en el acto central de la enseñanza-aprendizaje y en gran medida suplanta a los hasta ahora válidos instrumentos didácticos, arrinconados por los nuevos y portentosos medios informáticos. Los ordenadores, las tablets, los cromebooks... han desplazado a los libros de texto y han modificado la acción docente del profesor y el modo de aprender de los alumnos. Por eso, cuando nos encontramos con pedagogías ya centenarias que siguen fieles a sus orígenes, nos preguntamos un tanto sorprendidos qué ofrecen de específico y de valioso estas pedagogías que no se han visto superadas por el tiempo. Algo de esto suscita una pedagogía no muy popular en España y creada en Alemania por Rudolf STEINER hace ahora un siglo: la Pedagogía Waldorf.

Orígenes
En 1919, terminada la Gran Guerra y necesitada Europa de recursos de todo tipo, sobre todo educativos, el director de la fábrica de cigarrillos Walford-Astoria solicitó al filósofo y humanista Rudolf Steiner la creación de un centro escolar para los hijos de los operarios de dicha fábrica. Steiner creó un centro educativo que sería el germen de una nueva pedagogía, que fue llamada Walford, extendida pronto por Europa, aunque a España tan solo llegara en 1975, (Escuela Waldorf de Aravaca, Madrid). Una pedagogía que no se precia de ser antigua, sino de ser eficaz y coherente con sus principios filosóficos y humanistas; por eso no se entrega “sin más” a la moderna tecnología, sino que la utiliza tan sólo en cuanto medio para una educación humana, integral, eficaz.

Caracteres
¿Cuáles son, a grandes rasgos, los caracteres de esta pedagogía que nació cuando ya la llamada Escuela Nueva estaba extendida por Europa?

  1. Ante todo, este modelo educativo se presenta y se define como impulsor de una “educación libre”. Y entiende la libertad como condición fundamental de su modelo: libertad para poner al ser humano en el centro de su pedagogía y para dar una prioridad real y absoluta al niño, al educando. Principio que chocará necesariamente con los poderes públicos y sus planes.
  1. Esta libertad, de estar condicionada por algo, lo será por las leyes del proceso madurativo del niño. Esto se toma muy en serio y resulta prioritario integrar de manera armónica la inteligencia, la capacidad afectiva, la dimensión artística y la fuerza moral “para el desarrollo de una personalidad libre y creativa”.
  1. Desde su fundación, esta pedagogía se dirigió a los niños. Y la infancia, naturalmente activa, descarga esa actividad a través del juego. Este es, en palabras de los pedagogos Waldorf, “la quintaesencia de la actividad de los niños”, el “trabajo esencial -valga la paradoja- de la infancia”. Y es que esta no sólo se expresa en el juego: ella misma es juego. A través de él los niños experimentan y desarrollan “las posibilidades y los parámetros de la vida”.
  1. La atención al educando y a su desarrollo incluye esencialmente el contacto con los compañeros. Por eso, otro rasgo importante es el fomento de las actividades sociales. Un aula Waldorf se distingue por la presencia de actividades en las que el niño “aprende a relacionarse e interactuar”.
  1. Un ambiente cálido y flexible es la atmósfera no sólo del aula, sino también del centro educativo en su totalidad. Ella facilita la emergencia de lo natural, de lo espontáneo y cálidamente afectivo. Por otra parte, en su estructura, los grupos de aprendizaje no deben ser rígidos, sino flexibles (los grupos formados por alumnos de varias edades generan en los alumnos una real percepción del otro y una apertura a sus rasgos personales y a sus necesidades).
  1. Los contenidos del programa tampoco han de caracterizarse por la rigidez. Y su flexibilidad nace de su condición de ser medios para el desarrollo personal. En el centro de los estudios están las actividades, como hemos indicado, que pretenden desarrollar las habilidades físicas, con preferencia a las puramente abstractas y teóricas. Además, el contacto con la naturaleza y su “sana relación” con ella será fuente de una ecología responsable.
  1. En relación con el método y los medios de enseñanza este sistema pedagógico actúa preferentemente (hasta el bachillerato) “sin dispositivos informáticos”. Más que a la digitalización y a las tablets o a los procesos de la enseñanza aprendizaje como la “gamificación” (aprendizaje a través de videojuegos) o el “flipping” (inversión de la actividad de aprendizaje: estudio en casa; actividades en el aula), en las escuelas Waldorf de España “se mira más hacia el arte, la ecología o las tradiciones culturales”. ¿Quiere esto decir que se minusvaloran o se rechazan los medios informáticos? No, en términos absolutos; sólo que en vez de usar dichos medios como una práctica impuesta -“un reto digital para los alumnos”- esta pedagogía se interesa más por el qué que por el cuándo hacerlo. Para la educción Walford es más importante “el juego, el contacto con la naturaleza, la rutina, los cuentos, la enseñanza de palabra, el desarrollo motos y el fomento, por la actividad continua, de la imaginación y de la creatividad”. (Cierto que apenas si se usan los libros de texto, pero sí los cuadernos en los cuales los alumnos elaboran y ordenan sus propios contenidos).
  1. Finalmente, esta pedagogía ha potenciado desde su origen la integración del binomio familia-escuela en una unidad real de implicación y de colaboración. Lejos de ser algo protocolario –y muchas veces meramente formal- aquí se trata de favorecer un compromiso de los padres con el centro educativo y una estrecha vinculación con el método de trabajo y de aprendizaje de sus hijos. La “ayuda” que en ciertas actividades aportan los padres (talleres, por ejemplo) es una magnífica prueba de esta integración.

La libertad de educar, reivindicada
La piedra fundamental, reivindicada como prioridad educativa de la pedagogía Waldorf, es la libertad. Sus pedagogos ponen el énfasis -en las exposiciones orales o en los textos escritos- en el derecho a la libertad de educar desde un proyecto elaborado por quienes están primariamente involucrados en el ejercicio de la educación. La libertad de educar y para educar la reclaman los padres y los educadores frente a los proyectos partidistas de los políticos o las doctrinas, más o menos restrictivas, de los ideólogos. Han de ser los educadores quienes creen, programen e impulsen los cambios necesarios para una educación integral, justa y libre: “cuando los gobiernos empiezan a dictar cuál es la visión del mundo que debemos tener es el momento de encender las señales de alarma de la democracia. En nuestra opinión, el papel correcto del gobierno consiste en proteger los derechos de los niños –de todos los niños- una educación que les capacite para desarrollar su verdadero potencial y asegurar que exista la investigación adecuada en todos los aspectos educativos, de manera que las buenas modalidades puedan proliferar y las falsas pretensiones sean puestas a la luz” (Ch. Clouder – M Rawson, Educación Waldorf, 172-173). Esta es una visión libre y liberal de la educación, del derecho a educar y ser educado. Esta es “la marca de una democracia liberal madura (que) estriba en el genuino pluralismo y respeto por las diversidad de enfoques educativos” (id) frente a un obsoleto monopolio gubernamental. Frente a este, “los colegios Waldorf ofrecen una alternativa real a la educación preponderante”. He aquí una verdadera opción libre frente a los totalitarismos políticos en educación, más o menos disimulados.

TEÓDULO GARCÍA REGIDOR
Maestro. Profesor del Centro Universitario La Salle



  ESPAÑA GRANDE


El bien común de los españoles

Nos importa el bien común de los españoles. También el de otros pueblos. Pero, en primer lugar, el de nuestros compatriotas que por temperamento, geografía e historia tiene unas determinaciones concretas, que son las que nos caen más de cerca. A este ser y a estas condiciones peculiares son a las que miramos como más propias.

El bien común de los españoles, antes que nada, es el bien de los españoles para los españoles. No puede olvidarse su condición de bien por lograr que sea común. Por otra parte, un bien que no sea común no es bien. La razón es muy sencilla: el bien del hombre, por ser bien del hombre, es bien social. La propia condición humana engarza al hombre a la sociedad, al español a la sociedad española. Marginarse de la sociedad, olvidando el carácter de miembros que somos de ella, no enriquece nuestra persona, la arrincona a unos espacios mermados, de mero egoísmo, inhumanos.
Entiéndase, el bien común no se teje con retazos del bien personal.
Si nos empeñamos en bastarnos a nosotros mismos, cada uno a sí mismo, no solo no aparece el bien común, sino que desaparece el hombre como persona.

El bien común no es un bien exigido a las personas por la sociedad; es el bien exigido a las personas por su condición de personas.
Las leyes, si no persiguen el bien común en su ordenación, no son leyes, carecen de la razón de promulgarse. La ley no crea el bien común, ordena al hombre al bien común.

RAMIRO DUQUE DE AZA

Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento

Bachillerato Internacional



La Comunidad Autónoma de Madrid convoca anualmente un CERTAMEN de RELATOS BREVES.
El año pasado a nuestro asiduo redactor y alma del blog AFDA, 

Ángel Hernández Expósito, la Comunidad le premió con un accésit.


En este de 2019, con el segundo premio: ROJO SOBRE BLANCO, que traemos aquí.
¡Enhorabuena a nuestro galardonado! No viene de más que la Comunidad de Madrid se honre reconociendo por dónde vuela la mejor cultura al día, a nuestro amigo nos lo premie y en él a AFDA y a todos nosotros.
Los episodios que sirven de base a la narración –centrados en la época más virulenta del terrorismo etarra- puedan resultar felizmente anacrónicos, los valores que se ponen de manifiesto, de solidaridad humana y capacidad de regeneración siguen estando vigentes.


ROJO SOBRE BLANCO

Seudónimo: español y hombre de paz

Atardecía. El pequeño rotativo luminoso giraba sobre la ambulancia sin darse un momento de respiro, y sus destellos se confundían con el celaje anaranjado de las nubes que se agazapaban en el horizonte. El zumbido de la sirena, estridente, monótono, a un tiempo exigente y suplicante, se esforzaba por alertar sobre la urgencia de la situación. La autopista se hallaba completamente atestada de vehículos, y el mar de automóviles atrapados formaba un mosaico casi inmóvil sobre la alfombra gris de la calzada. Más lentamente de lo que hubiera sido deseable, los conductores apartaban a duras penas su automóvil hasta abrir una pequeña vía por la que la ambulancia penetraba como un cuchillo y que volvía a cerrarse tras ella como una herida de excelente encarnadura.

En la cabina de la U.C.I. móvil, perfectamente dotada con los más modernos y sofisticados medios, viajaban tres miembros de la Cruz Roja Española: Mikel, avezado conductor, la joven Izaskun, médico traumatólogo y responsable del equipo, y Patxi, ayudante sanitario. Los dos primeros se rebullían impacientes en el asiento, visiblemente preocupados; Patxi, con sus brazos cruzados y recostado sobre la puerta derecha, tenía la mirada perdida más allá de lo que alcanzaba a mostrar el horizonte.

La alerta había sonado hacía apenas un cuarto de hora en el puesto de socorro que la Cruz Roja tiene en San Sebastián, a la salida de la Nacional I: un trailer había volcado a la entrada de Andoain, a unos quince kilómetros al sur de la capital donostiarra. A consecuencia del accidente se había originado una colisión múltiple, y eran numerosos los heridos, algunos de ellos de gravedad. Hacia el lugar del siniestro se encaminaban desde diferentes puntos efectivos de la policía y los servicios sanitarios disponibles.

Patxi, ensimismado en sus pensamientos, parecía ajeno a las sirenas, las luces, los cláxones y el nerviosismo general. Su mente se hallaba muy lejos del lugar y del momento. Como fotogramas ocres de una vieja película gastada, iban pasando ante sus ojos ausentes distintas secuencias de su vida.

Imágenes de su niñez. Un rictus de apacible satisfacción se reflejaba en su rostro al recordarlas. Su casa natal en la calle Marrica, cerca de la Plaza de la Constitución. ¡Cuántas veces habían encontrado refugio él y sus amigos en aquellos viejos soportales! La Iglesia de Santa María y el Museo de San Telmo, cuyas fachadas les vieron cruzar muchas tardes camino del Parque Municipal, en las faldas mismas del Urgull. O la playa de la Concha, en la que Patxi pasara tan buenos momentos, zambulléndose en el mar con los amigos y contemplando luego, tumbado en la arena, la isla de Santa Clara y la cima del Igueldo. En ocasiones había subido con sus padres en el funicular hasta la cumbre de este impresionante peñón, y desde allí había podido admirar el castillo de Santa Cruz, dorado por los últimos rayos del atardecer, o la vista nocturna de La Concha iluminada.

Qué lejos quedaban aquellos momentos felices en los que tan sólo había que vivir y dejar vivir, en los que la sonrisa estaba siempre presta y el corazón reposado y alegre. Recordaba también las horas pasadas en la ikastola, donde sus padres quisieron verlo crecer y madurar. Pues Marcelo, su padre, extremeño de origen y afincado en Guipúzcoa, era ya casi tan vasco como su esposa y la familia de ésta, nacidos en aquellas tierras varias generaciones atrás. Fue allí, en los bancos corridos de la escuela, donde Patxi aprendió a mirar su tierra con orgullo, a conocer y respetar su tradición. Se lo enseñaron con rabia contenida, con el recelo de quienes creen ver su sangre amenazada y a sus hijos en venta. Secuelas de otros tiempos de odio y represión.

Le decían que España era enemiga, y él así lo creyó. Y cuando apenas le apuntaba el vello en el bigote y aún no había acabado de dar el estirón, se sorprendió a sí mismo corriendo por las calles y quemando banderas. Alistarse en las filas de Jarrai, le dijeron, era una buena forma de luchar por el movimiento abertzale, de sentirse cachorro entre leones y cooperar, desde su inmadurez y su impaciencia, con los gudaris que se enfrentaban cada día al Gobierno Central. Plantando cara a la ertzaintza o boicoteando cualquier acto oficial, se sentía más fiel a su ikurriña, más vasco, más hombre, más comprometido con los suyos.

Estos recuerdos envolvían a Patxi y lo mantenían ausente, cuando un giro violento de la ambulancia lo devolvió a la realidad.
- Cuidado, Mikel, que se trata de llegar; no vayamos a fastidiarla.
- Si es que no hay manera. Ya no sé por dónde meterme. A este paso llegamos al amén del Credo.
- Más vale tarde que nunca.

Era Izaskun, la traumatóloga, quien apercibía a su compañero sobre la prudencia necesaria. Patxi, sobresaltado en un principio, se tranquilizó al comprobar que se trataba tan sólo de una brusca maniobra. Miró a la carretera. Aún no se divisaba nada especial, nada que delatase la proximidad del accidente. Sólo una serpiente de automóviles con la luz del pare encendida, y los vehículos que al otro lado de la mediana cruzaban como una exhalación. Parpadeó varias veces, se sacudió los hombros para soltar el entumecimiento de la espalda, y regresó a sus pensamientos.

Había sido algunos años más tarde cuando, sin saber muy bien cómo, se encontró formando parte de un comando de E.T.A., destino nada extraño, dados sus antecedentes y su destacada participación en la kale borroka. Eran varios los atentados en los que recordaba haber participado. Cada uno de aquellos actos terroristas en que intervino, y que había vivido como auténticos hechos de armas al servicio de Euskadi, le habían dejado un sabor agridulce: de un lado, la satisfacción de sentirse útil y valioso; de otro, el inconfesable temor a estar equivocado.

Y entre todos aquellos momentos vividos con tremenda intensidad, la imagen recurrente de una experiencia que había sacudido su vida y lo había roto por dentro: su último atentado.

Todo estaba perfectamente planificado: una potente carga explosiva en el Citroën dos caballos aparcado junto a la acera, y a esperar agazapados junto a la esquina la llegada del convoy militar. Loreto, su compañera de grupo, tenía el encargo de avisar cuando el objetivo se aproximase; a él le correspondía pulsar a distancia el detonador.

Ocurrió como lo habían planeado. El furgón voló por los aires, y con él los cuatro guardias jóvenes que viajaban en su interior. Hasta ahí, todo previsible: bajas causadas al enemigo. Pero nunca previeron que en ese mismo momento varias personas transitaran próximas al lugar, ajenas por completo a su terrible destino.

Fue en la huida, al correr para unirse al resto del comando, cuando Patxi la vio. Estaba tendida sobre la acera. Tendría apenas diez años. Los brazos, desmadejados, se abrían en cruz, mientras trataba inútilmente de alzar su menuda cabecita en busca de amparo.

- Mamá, mamá, ¿dónde estás, mamá? Me duele, mamá.
Patxi no pudo seguir adelante. Se quedó paralizado, sin lograr apartar la vista de aquel cuerpo destrozado. Los ojos de la niña, vidriosos por la inminencia de la muerte, se esforzaban por mantenerse abiertos. La sangre de la pequeña escapaba a chorros por las heridas. El olor a pólvora quemada, el humo y la metralla daban testimonio del horror. Pero Patxi era incapaz de oler ni ver nada; sólo los labios suplicantes de una niña asustada, y el color de la muerte que la iba cubriendo con su manto inevitable. Permaneció allí, y allí lo encontró la policía minutos más tarde.

Lo zarandearon, lo esposaron, lo llevaron a empujones hasta el furgón policial. Pero él no sintió nada, no dijo nada, no escuchó nada. Luego vinieron los interrogatorios, las comprobaciones, los informes, el calabozo... Patxi seguía sin sentir nada. Era como si el tiempo se hubiera detenido y un golpe seco, como un aldabonazo, le hubiera destrozado el corazón. No comprendía. ¿Cómo iba a comprender?

Pasó el tiempo y la experiencia se convirtió en recuerdo. Un recuerdo que no conseguía asimilar. El juez dictaminó trastorno mental transitorio, y Patxi fue recluido en un psiquiátrico. Padecía alguna forma de catalepsia que lo imposibilitaba para cualquier comunicación.

Tres años tardaron las secuelas en devolverlo a la realidad. Y aun entonces hubo de mantener un largo tratamiento. Quedó en libertad condicional, tras prometer y prometerse a sí mismo que aquello no podría volver a suceder. Regresó junto a su familia, y los padres sintieron alivio al observar la nueva disposición de su hijo. Sólo cuando la violencia araña tus propias carnes llegas a ser consciente de su absurda inutilidad.

 Pasado un tiempo, alguien habló a Patxi de la Cruz Roja, de la labor que en ella podía realizar. Un curso de preparación, animado por los suyos, y una buena forma de reinserción en la sociedad. Ahora podría volver a sentirse útil, poner lo mejor de sí mismo al servicio de los demás. Esto tenía mucho que ver con las viejas ilusiones, con lo que desde siempre había considerado su ideal.

Patxi sintió una brusca sacudida, como una cabezada, al tiempo que Izaskun le apretaba el codo sobre su costado para despabilarlo.
- Estamos llegando. Prepara el instrumental. Mikel, acércate lo más posible.
- Un minuto, Izaskun, y estoy parando.

Habían llegado al lugar de la colisión. Allí donde empezaba la retención, se podía adivinar el desastre. El trailer estaba volcado y cubría de lado a lado la calzada, aprisionando a dos turismos bajo su enorme mole. En un radio de cincuenta metros varios automóviles aparecían brutalmente deformados hasta formar un amasijo de chatarra. Aquí y allá médicos y sanitarios se ocupaban, ayudados por voluntarios que acudían desde los coches próximos, en labores de urgencia. Eran equipos de auxilio que se les habían anticipado y que se afanaban en recuperar a los heridos y en localizar posibles víctimas.

Patxi, recuperado ya del anterior sopor, saltó de la cabina y se apresuró a prestar su colaboración. Apenas había caminado unos pasos cuando sus pies se pararon en seco y el alma le dio un vuelco. Estaba allí, a sus pies, medio oculta bajo uno de los turismos siniestrados. Tendría ocho o diez años, no más, y había perdido el conocimiento. Patxi se agachó y presionó las sienes de la niña. Aún se percibía el latido de su joven corazón, aunque el pulso era muy débil. Se agachó para tratar de sentir su aliento. Vivía. ¡Gracias a Dios, la pequeña estaba viva!

De pronto, un extraño gemido, como un estertor, y los párpados de la niña quedaron inmóviles, desmesuradamente abiertos, queriendo asomarse a un mundo que ya no lograban contemplar. Patxi se sintió atravesado por un terrible estremecimiento. ¡Otra vez, no; Dios, otra vez, no! Colocó sus manos sobre el pecho de la víctima y comenzó a presionarlo de manera firme y acompasada, al tiempo que periódicamente se inclinaba para trasvasarle el aire de sus pulmones. Trataba de entregarle parte de su propia vida. Lo hacía, y gritaba desesperadamente:

-¡A mí! ¡ayuda, que se muere! ¡A mí!

Pero en medio de la confusión general nadie escuchaba sus gritos. Sólo la niña debió de sentir la angustia y la desesperación de Patxi. Y decidió volver. Sus párpados volvieron a pestañear, y la luz brilló otra vez en sus pupilas. Aquel corazón regresó de nuevo para aliviar el de quien luchaba por devolverlo a la vida; quiso impedir que se destrozara de nuevo, como ocurriera años atrás.

Una sonrisa imposible se dibujó en el rostro de Patxi. Tomó en sus brazos el cuerpo de la pequeña y lo trasladó hasta la ambulancia con el cuidado y el cariño que nadie como él era entonces capaz de sentir. Su bata blanca de sanitario estaba teñida de rojo, como roja era la cruz estampada en su espalda, símbolo de la institución que representaba. Roja era también la cruz sobre el blanco de la ambulancia. Pero Patxi hubiera jurado que en aquel glorioso momento todo era blanco, que el rojo de la sangre había desaparecido, vencido para siempre.

Y mientras caminaba llevando en su regazo el tesoro de aquel cuerpo maltrecho, levantó los ojos al cielo y los repartió luego por el horizonte que comenzaba a esconderse con las últimas luces del atardecer. Los pasos de Patxi se clavaban seguros sobre aquella tierra, su tierra, mientras sus labios musitaban unas palabras nacidas del más genuino orgullo:

- Por ti, Euskadi; por los tuyos, por la vida.

Español y hombre de paz










EL PEQUEÑO 
           FILÓSOFO 
    AZORÍN




Madrid, últimos tranvías,

mil novecientos sesenta.
Un anciano toma asiento
frente a las cuartillas. Piensa.
Su pluma va desgranando
recuerdos, viajes, vivencias.
De cuando en cuando un suspiro:
ya nunca volveré a Yecla”.
Ha descubierto Castilla,
vieja madraza paniega.
Ha recorrido La Mancha
en busca de Dulcinea.
Ha dormido en sus posadas.
Ha hablado con mesoneras.
La ruta de Don Quijote
puntualmente deja impresa
como el soñador Cervantes
antes se la recorriera.

Lleva a España en un paraguas
¡Que atrás ya se quedó Yecla!
rojo de sangre en la diestra.
De anarquista y lerruxista
se descargó la conciencia
en libros apasionados
y en artículos de prensa.
Por doquiera que ha pasado,
ha dejado una reseña
de montes, alcores, brañas,
praderas y rastrojeras,
casonas y más casonas
musgosas, tristes y viejas,
en las que ha alquilado a ratos
destartaladas casetas.

Ahora que es anciano enjuto
con limpiadas anteojeras,
sus libros sigue arrimando,
sus caminatas recuerda,
fatigado de mirar
tanta hermosura y pobreza
como dejó el siglo de oro
tendidas sobre la yerba.
Sus finos trazos delatan
a un orfebre de la Lengua:
párrafos cortos, metáforas
cándidas y frases bellas.
Entre renglón y renglón,
la verde palabra: Yecla,
sobrevolando en el pecho
por la lontananza inmensa.
El pozo de los recuerdos
como la humedad gotea.
Confesiones de un pequeño
filósofo” el texto reza,
un texto de corazón
mucho más que de cabeza.

Hay un pueblo azul al fondo,
¡Madre, deja de planchar!
el pueblo se llama Yecla,
donde estudió lo que quiso
allá en la su adolescencia.
En el pueblo había una torre
que se apostaba a una iglesia
y en esa torre girando
como un grajo la veleta.
Que si “alcaraván comí”,
que si es quien fue la corneja
la que le dijo a la zorra
zampona, taimada y tétrica
que levantara la voz
porque su queja se oyera.
Ahrimán es Azorín
y Azorín repite…Yecla.

Madre, deja de planchar,
vamos a la carretera
antes de que rompa el alba,
dice el que a Monóvar lleva
en las entrañas del alma
y es que la ciudad le espera,
una ciudad que es Madrid,
rompeolas que no cesa
de insinuarle venturas
con la pluma en la cartera.
Deja de abrazarme, madre,
que el tren resopla y humea.

Madrid-Atocha estación,
mil ochocientos noventa.
Machado, Valle-Inclán y otros
ilustres en ciencias-letras,
están al pie del andén,
que llegue pronto desean.
Baroja se gasta boina,
Machado huyó de Baeza,
Unamuno a Salamanca
abandonó con tristeza,
Juan Ramón se hizo también
socio de la Residencia.
¡Qué estudiantes más brillantes
con Dalí a la cabeza
y el juvenil Federico
ante el piano ya poeta.
Con ellos Azorín cumple,
con ellos Azorín sueña
un país que se levante
de la postración isleña
de Cuba y de Filipinas,
colonias siempre a la gresca.

¡Oh colina de los chopos,
oh qué compañía excelsa,
oh qué noches a la luna,
oh qué madrugadas ciegas
con la aurora rosicler
despertándoles alerta!
Azorín no se ha olvidado
de su Yecla, Yecla, Yecla
de viñedos alongados
sobre la verdosa vega
y escribe, escribe y escribe
los brazos sobre la mesa.
Menchirón, Águeda, Antonio,
Mayalde, Miranda, Peña
y un venerando escolapio
que en sus oídos resuenan.
Ya es tarde”, se oye una voz
entre materna y paterna.
Ya es tarde”, repite el eco
de iglesias y bibliotecas.
Ya es tarde” y volver a casa
retumba por su conciencia.

    Pero él cada día más
hijo pródigo se aleja
y entra en sus blancas cuartillas
de papel lleno de ideas.
Luce una luz en la noche.
A por ella, a por ella.
Por toda la eternidad
brillan sus prosas viajeras.

Madre, deja de planchar,

que atrás ya se quedó Yecla.





          AFDERÍAS


  • No señor, Serotonina no es la esposa de Serotonino ni sus hijos son, el mayor, Serotoninote, y el más chico tampoco es Serotoninín. Vedlo en AFDA, 80. Es que no leéis.
  • Arde Notre Dame y por un momento como un trallazo nos apura la imagen de Paul Claudel al pie de la columna de la catedral que tiene a la Gloriosa con su Niño, en aquella su noche decisiva de Navidad de 1886, roto su corazón de 18 años ante Dios Todopoderoso. Mientras se cantaba el Adeste fideles.

  • Pues ya ve usted, nosotros ya le teníamos a la iglesia de San Sulpicio particular simpatía. Ahora que dijeron que pasaba a catedral vicaria de París, unos puntos más a favor. Pues que fue de La Salle, es nuestra.
  • Encuentro de Primavera 2019. Recién llegados a Madrid, todo será preguntar uno a uno por los “hermanos ausentes” y no dejar de preguntar hasta pasar la lista entera.

  •  La sexta decena, por ellos.

  • En estos felices encuentros afilamos y volvemos a la rueda de piedra que gira y afina aun más nuestro cortante filo del amanecer.
  • AFDA habría de tener un afilador en nómina, personaje que hiciera sonar el chiflo del afilador o la flauta del dios Pan por donde vayamos. Hermosos y potentes pulmones para él.

  • Si sumamos los setentones, y alguno que se pasa de ochentón, los años que tenemos, tampoco llegamos a millonarios. Los presentes en el EP 2019, ventitantos siglos, no más.

  • La Astronomía, como que no va con muchos de nosotros, profanos del todo. Pero merece la pena seguir con ella. De cuando en cuando nos entrega noticias que no entran por la ranura del buzón de nuestra mente, como la de los asombrosos 14 mil millones de años luz del radio del Firmamento… ¡Dios!

  • En este curso en AFDA hicimos tertulia con ancianos del Antiguo Testamento. Nuevo en el corro, un tal Barzilay. Buscadlo.
  • EP 2019, días 28, 29 y 30 de mayo, tres días finales del mes de las flores. El 31, descanso, para poner a los pies de la Gloriosa el festivo color y el mejor olor de las flores de estos tres días.
CUR



TÉCNICA DE LOS EJERCICIOS FÍSICOS


En los seis temas anteriores hemos estado tratando la forma, enmarcada en las características de los ejercicios físicos. Dichas características son cuatro: intención, intensidad, forma y técnica. Son los requisitos necesarios para que un ejercicio físico sea considerado como tal, y no simplemente actividad física. Desarrollaremos a continuación la característica de técnica.

Si las características de forma hacen referencia a aspectos externos de los ejercicios físicos, las características de técnica se refiere a los aspectos internos.


La técnica del movimiento corporal es el resultado de la aplicación de las fuerzas internas que generan dicho movimiento. Asociadas a los ejercicios físicos, suelen referirse generalmente a movimientos basados en un modelo motor previo, construido, establecido por su eficacia y por su economía de esfuerzo. Si bien, algunos ejercicios con un carácter natural, también son susceptibles de aplicárseles técnicas y convertirlos en construidos.

La ejecución de los ejercicios físicos se produce por la intervención muscular. Esto es, responden a las características internas del ejercicio. No obstante, pueden intervenir también fuerzas externas como la gravedad, diversas fricciones como la resistencia que ofrece el aire o el agua, la participación de otra persona, aparatos como poleas o elásticos, etc.

La técnica del movimiento está determinada por varios factores:
1, el instante de la descarga de la contracción muscular asociada a interacción con otro cuerpo –suelo, objetos, personas, etc. –; esto es, por la obtención de un impulso2, la velocidad del movimiento. 3, el recorrido articular. 4, el grado de control del movimiento. 5, el grado de participación muscular. 6, la intervención de fuerzas externas.

Las técnicas de los ejercicios físicos para su análisis presentan las siguientes divisiones: los tipos de fuerza causantes del movimiento, las clases de técnica, la acción mecánica y la localización muscular.
Según de donde provenga la principal fuerza motora del ejercicio físico y según sea la participación de la musculatura voluntaria, se establecerán dos tipos de fuerza causantes del movimiento: fuerzas internas y fuerzas externas.

En las fuerzas internas, los ejercicios físicos se efectúan con intervención voluntaria de la fuerza muscular. Pueden ser: ejercicios libres o resistidos. En las fuerzas externas, los ejercicios físicos pueden ejecutarse con una fuerza externa para complementar la propia fuerza muscular, interna, o pueden ejecutarse sin su intervención; son de tres tipos: asistidos, forzados y relajados.

Los tipos de ejercicios ejecutados con fuerzas externas suelen clasificarse como pasivos por algunos autores; es un término comparativo poco adecuado, heredado de clasificaciones proveniente del ámbito de la medicina y de la gimnasia del siglo XIX y de principios del siglo XX aplicado al ejercicio físico. No corresponden a la realidad.


El término pasivo no tiene cabida en el ámbito del ejercicio físico. Ningún ejercicio físico es pasivo; no debe aplicársele, por tanto, este calificativo. Son sinónimo de ejercicios estáticos y de los ejercicios forzados y relajados, efectuados con fuerzas externas.

Francisco Sáez Pastor
Universidad de Vigo
      


CENTRO CULTURAL “ALMIRANTE CHURRUCA”

M A D R I D



EXPOSICIÓN DE ACUARELAS
de
Teódulo García Regidor
en el Centro Cultural “Almirante Churruca”
Calle Fuente del Tiro, 72
M A D R I D
Días: 6 a 16 de mayo de 2019

Esta exposición tiene carácter benéfico-social. Lo recaudado en la adquisición de los cuadros se destinará a proyectos sociales y educativos en el Tercer Mundo, a través de la ONG Promoción y Desarrollo (PROYDE), de La Salle.


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