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96 Charquitos de luz


              



    CHARQUITOS DE LUZ

      que nos alegran la vida


Vinde, vinde, Santos Reyes

Vereil, a joya millor,

Un meniño

Como un brinquiño,

Tan bunitiño,

Qu’á o nacer nublou o sol! 


Y aquellos esclavos, llenos de temeroso respeto, quedaron mudos, y los camellos, que permanecían inmóviles ante la puerta, llamaron blandamente con la pezuña, y casi al mismo tiempo aquella puerta de viejo y oloroso cedro se abrió sin ruido. Un anciano de calva sien y nevada barba asomó en el umbral. Sobre el armiño de su cabellera luenga y nazarena temblaba el arco de una aureola. Su túnica era azul y bordada de estrellas como el cielo de Arabia en las noches serenas, y el manto era rojo, como el mar de Egipto, y el báculo en que se apoyaba era de oro, florecido en lo alto con tres lirios blancos de plata. Al verse en su presencia los tres Reyes se inclinaron. El anciano sonrió con el candor de un niño y franqueándoles la entrada dijo con santa alegría:

¡Pasad!

Y aquellos tres Reyes, que llegaban de Oriente en sus camellos blancos, volvieron a inclinar las frentes coronadas, y arrastrando sus mantos de púrpura y cruzadas las manos sobre el pecho, penetraron en el establo. Sus sandalias bordadas de oro producían un armonioso rumor. El niño, que dormía en el pesebre sobre rubia paja centena, sonrió en sueños. A su lado hallábase la Madre, que le contemplaba de rodillas con las manos juntas. Su ropaje parecía de nubes, sus arracadas parecían de fuego, y como en el lago azul de Genezaret, rielaban en el manto los luceros de la aureola. Un ángel tendía sobre la cuna sus alas de luz, y las pestañas del Niño temblaban como mariposas rubias, y los tres Reyes se postraron para adorarle y luego besaron los pies del Niño. Para que no se despertase, con las manos apartaban las luengas barbas que eran graves y solemnes como oraciones. Después se levantaron, y volviéndose a sus camellos le trajeron sus dones: Oro, Incienso, Mirra.

Y Gaspar dijo al ofrecerle el Oro:

Para adorarte venimos de Oriente.

Y Melchor dijo al ofrecerle el Incienso:

¡Hemos encontrado al Salvador!

Y Baltasar dijo al ofrecerle la Mirra:

¡Bienaventurados podemos llamarnos entre todos los nacidos!

Y los tres Reyes Magos despojándose de sus coronas las dejaron en el pesebre a los pies del Niño. Entonces sus frentes tostadas por el sol y los vientos del desierto se cubrieron de luz, y la huella que había dejado el cerco bordado de pedrería era una corona más bella que sus coronas labradas en Oriente… Y los tres Reyes Magos repitieron como un cántico:

¡Éste es!… ¡Nosotros hemos visto su estrella!

Después se levantaron para irse, porque ya rayaba el alba.




          Ramón del Valle-Inclán

Éste que veis aquí, de rostro español y quevedesco, de negra guedeja y luenga barba, soy yo: Don Ramón del Valle-Inclán.

Estuvo el comienzo de mi vida lleno de riesgos y azares. Fui hermano converso en un monasterio de cartujos y soldado en tierras de Nueva España. Una vida como la de aquellos segundones hidalgos que se enganchaban en los tercios de Italia por buscar lances de amor, de espada y de fortuna. Como los capitanes de entonces, tengo una divisa, y esa divisa es como yo, orgullosa y resignada: Desdeñar a los demás y no amarse a sí mismo.”

Ramiro de Maeztu

Escribió que Valle-Inclán fue un inmenso actor a quien el mundo entero servía de escenario, el amo del minuto en donde se encontrase y que había nacido para decir la última palabra, la más arbitraria de todas las palabras, sobre todos los temas del cielo y de la tierra.

           Miguel de Unamuno

"Fue el actor de sí mismo, vivió, esto es, se hizo en escena. Su vida, más que sueño, fue farándula. En fin, a punto de ser encarcelado en la Cárcel Modelo de Madrid, por negarse a pagar una multa impuesta con motivo de unos incidentes ocurridos en el Palacio de la Música -incidente transfigurado literariamente en un escena de Luces de Bohemia-, el dictador Primo de Rivera no dudó en calificarlo como “eximio escritor y extravagante ciudadano”.

    

1 comentario:

  1. Ya lo he comentado alguna vez: Es una lastima que no se conserven en Internet las ADDENDAS fric

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