ÍNDICE PRINCIPAL
Pregón: Pregón del EP 2015. Sevilla.
Nuestros maestros: Aforismos. Canciones racionales, razones cancioneras.
Eugenio d´Ors.
Nuestra Escuela de Vanguardia: AFDA al filo de la nostalgia. Teódulo.
Centro de la Escuela,
los valores. R. Duque de Aza.
Alta política con
estilo: Dificultad y sin descanso. Ramiro.
Soneto desde el sentimiento: Gracias,
amigos sevillanos. Ángel H.
Traigamos a los clásicos. El
arcipreste de Hita. CUR.
Buzón teológico: Creo en Jesucristo, su único Hijo. E. Malvido.
Educación física: La gimnasia
moderna. Los Continuadores (I). F. Sáez.
Casicuento: L,
abolicionista y gourmet. Ángel H.
El rincón de Apuleyo: Jugada perfecta.
Nuestras perlas: Un encuentro
inolvidable, en Sevilla. J. R.Tallafigo
Para
este número 45, que cierra el curso escolar 2014-2015, el blog AFDA no ve mejor
pregón que traer a esta página primera de su pensamiento uno de los discursos del
feliz EP 2015 en Sevilla.
PREGÓN DEL EP 2015, SEVILLA
Mi palabra hoy quiere recordar la
del profesor que escuchabais atentos en la Escuela del Magisterio –palabra
escolástica, precisamente de “Escolasticado Griñón gentil vergel”-, hace poco
más de medio siglo, años 1961 a 1963. Al llegar mi palabra a vuestros generosos
oídos, entonces, y prender con su luz de candil vuestras mentes en flor, me
hacíais la gracia de multiplicar el valor de mi hilito de voz (¡Gracias por
aquella lejana acogida!). Yo llegaba a vuestra Escuela del hondo pozo de la
Castilla del Cantar (1), de la mística escolar de la gratuita de Santa Susana
de mi infancia (2), del gran humanista cristiano del siglo XX, profesor H.
Nazario González, Orizana (3), y de la eterna Roma, de Letrán (4), cuatro
puntos cardinales, cuatro manantiales fuentes de ilusión y de Misterio. En la
ilusión de antaño estoy y al Misterio apunta mi palabra hoy.
Mi discurso en esta circunstancia
quiere ser un grito lírico más que
una palabra: que sirva de afirmación de lo mejor de nosotros mismos. Y, desde
el punto de vista de su contenido, un reizar en el castillo interior que hemos
hecho nuestro, en AFDA, bien alta, la
bandera de la mística. Mística si queréis, que no creeréis en vano, laica.
Por de pronto, servimos a Dios.
De Él venimos y a Él vamos. Laicos somos también en esto. Adoramos al Dios
desconocido que apuntaba San Pablo en Atenas. El nuestro no es el Dios de
ninguna religión de hombre, ni el Dios
de los judíos ni el que ensayaron y ensayan los filósofos, ni el Algo
que tiene que haber… Nuestro cristianismo militante es un ateísmo del teísmo
griego o romano y un ateísmo del teísmo judío... etc. No porque conozcamos como
cristianos otro Dios mejor que los conocidos, sino porque adoramos y queremos
servir al Dios desconocido, a Dios-Dios.
En este sentido somos ateos. Y lo
digo yo que con Hans Küng he dicho y alertado tantas veces del peligro que
corremos los cristianos de ateísmo. Pero este es otro cantar. Mas, ateos, en el
sentido de rendidos al verdadero Dios abconditus,
inefable, inasible, desconocido….
Algo tan elemental es necesario
decirlo hoy en nuestro mundo dormido para el vuelo humano transcendente.
Pretendemos seguir instalados y llegar lejos: a la mística, al Misterio. Creo que no hemos de
contentarnos con menos.
Dios es el Señor de nuestro
castillo interior. En él, en nuestro castillo interior, habita la Cultura, el
Estilo, la Historia, el Arte… todo cuanto heredamos como real, hermoso, bueno y
cierto. No nos ponemos en marcha mística hacia Él y su Creación para ver a Dios
en todo, sino para ver todo este mundo espiritual y de carne, en Dios. Todo: la
variedad de enseres de barro-barro y los seres espirituales obra del Divino
Alfarero: firmamento, tierra, mar y espíritu, los cuatro elementos. Ahí está la
mística de la que queremos ser modestos e incansables
alfareros.
¡Bendito espíritu de fe, herencia
de La Salle!
Quizá todo mi magisterio entonces
y en su espejo presente -de que es una muestra el blog de AFDA y los Encuentros
de ahora- no sea otra cosa que este grito hacia Dios y hacia la mística de que
os estoy hablando.
Se
nos está hundiendo el barco, tenemos a los del turbante ya en múltiples
Tarifas dispuestos a llegar a las Asturias de Oviedo de don Pelayo y al Poitier
de Carlos Martel en la decadente Europa: para esto, modestamente, en su fondo
más profundo, son nuestros Encuentros, para salvar a la Cristiandad. La cara de
fiesta, la mesa bien abastada, en cenas y comidas y lo abrazos que nos damos
son por la alegría de no estar en un mero encaje de bolillos o en el juego del
tresillo de que hablaba Unamuno, sino también en este alto propósito.
Estos encuentros nos hacen
apretar el paso. Yo sugiero que en esta ocasión sea –abrevio y lo dejo en dos
puntos- para volver al primer artículo del Credo: Creo en Dios Padre Todopoderoso,
Creador del Cielo y de la Tierra y para entrar de lleno en la
Mística de cuanto nos rodea, de que sois maestros, por poetas, por
filósofos, por maestros vitalicios, por buenas personas, por cristianos, por
españoles…
Al filo del amanecer de entonces
y de hoy: ¡Dios y la Gloriosa con vosotros,
yo con vosotros, Dios y la Gloriosa con nosotros!
Y Nunc est bibendum!
Aforismos
con los que el maestro d´ORS nos enseñó a cantar
Nos lo dejó
firmado y rubricado con estos tres aforismos.
El Salterio
de David termina sus 150 salmos
también con tres
triunfales, canción y gran orquesta;
Fernando de
Herrera, el Divino, exalta
la más alta
ocasión que vieron los siglos, Lepanto,
arrancándose
con un “Cantemos al Señor que en la
llanura…”
Ergo, con Xenius:
¡Bienaventurada la tarea
en que se
puede cantar!
Más valen canciones que razones,
dice nuestro adagio.
Dichosa, empero, la humanidad
en el día en que
entre (yo espero que ha de entrar)
en situación de espíritu tal,
que las canciones sean todas razonables,
y todas las razones, cancioneras.
DE AYER A HOY
AFDA: AL FILO DE LA NOSTALGIA
1. Metiéndome a indagar el AYER
de nuestra antigua morada de Griñón, me encontré con las crónicas que
cada comunidad solía enviar al Centro del Instituto, de las que quedan
constancia en los archivos de la Casa Provincial. Me fui derecho a la crónica
del Escolasticado. Y al año 1962. Y allí me encontré con algunos
hechos casi enteramente olvidados, pero que mi memoria pudo recuperar. Sirva
esta crónica –mitad recuerdo, mitad nostalgia- para terminar la serie “de ayer
a hoy”. Porque la crónica en cuestión nos afecta a muchos de los que
transitamos habitualmente por este blog, ya que en ella se narra el nacimiento
de AFDA, el órgano de nuestra expresión común: la del ayer y la de hoy.
Quienes tuvimos el primer gozo de ver la génesis y el nacimiento de AFDA, no
podemos dejar pasar la ocasión, meramente casual y fortuita, de recordar que se
han cumplido los 53 años de su “primer nacimiento”. No es ninguna fecha
oficialmente significativa, pero es bueno también celebrar lo que
la casualidad nos brinda.
2. Séanos permitido ceder un poco a la
nostalgia y situémonos en los años 1961 y 1962. Por entonces la mayoría
de nosotros estaba entre 18 y 20 años. Teníamos el cuerpo joven y el alma
dispuesta a un vuelo que a algunos nos llegó antes de tiempo. Al lado de
los estudios rigurosos y profundos de estos años, en el
Escolasticado de Griñón sucedieron cosas que quizás estén arrinconadas en
desván de nuestra memoria. Por ejemplo: éramos 51 escolásticos al comenzar el
curso 1961-62. Avanzado el verano, de esos 51 escolásticos, 13,
maduros y en sazón, “salieron a Comunidad”; y otros seis, entre los
que me encontraba, nos sacaron del nido cuando teníamos las alas
casi a punto de vuelo, aunque aprendimos rápidamente a volar. De Granada
(¡Oh, Granada!) vinieron otros 14, y el Escolasticado del curso
1962-63 (2º año de la era Urdiales) se quedó con la redonda y
bíblica cifra de 40.
Aunque el cronista anónimo no es muy
preciso en fechas, en este año 62 hicimos, solos o acompañados, varias cosas:
una visita a la fábrica de cemento ASLAND, de Villaluenga (Toledo),
pueblo que en otro tiempo solicitó a los Hermanos abrir una escuela para
los hijos de los obreros; la celebración de Santo Tomás de Aquino (marzo) con
un acto académico y representación teatral incluida (“Viaje del alma”),
auto de Lope de Vega. (¿Algún alma se recuerda de ese viaje?).
Y como lo nuestro, maestros en ciernes, era lo pedagógico, en mayo, y en torno
a la fiesta del Fundador, mantuvimos toda una “semana pedagógica”, cuyas
“ponencias corrían al cargo de los mismos escolásticos”, que ya era mérito.
Aunque quien dio “realce a la semana”, afirma el cronista, fue el Sr. Trillo
Torija, “gran maestro y pedagogo”. Y el gran “broche final” fue el acto
académico en honor del insigne D. Rufino Blanco, gran pedagogo y amigo del
Escolasticado de Griñón, con asistencia de tres de sus hijos. Mayo también nos
proporcionó -¿lo recordáis?- una salida a “nuestra comunidad” de Corral
de Almaguer, a cantar “una misa polifónica en la fiesta de la Virgen de
la Muela”. El cronista subraya con acierto que “dicha comunidad goza entre
nosotros y el pueblo de justa fama y abnegación y celo en la obra lasaliana”. Y
luego el paseo que dimos a Toledo, el día 12 de julio, “de todo el día y en
plan artístico y de estudios”. Y también en este curso pudimos escuchar la
palabra experimentada y sabia de varios Hermanos de La Salle que pasaron por
nuestras aulas: HH. Juan Antonio Gutiérrez (Villa La Salle), Ignacio Mengs
(Instituto San Pío X), Abel (Colombia) y Paulo (Brasil).
Y, después… la despedida de
los escolásticos de tercero (con la representación de La ciudad sin
Dios, de J. Calvo Sotelo)… y la media docena de “prematuros” que nos
quedamos sin ese año de maduración que dicen “necesaria”, pero
aceleró el gozo de nuestro vuelo en libertad. Y luego el Domund (con dos
escolásticos misioneros que partieron de misioneros a Argentina), y la fiesta
patronal de la Inmaculada, con visita a Illescas y a los cinco
maravillosos grecos que ya habíamos visitado en otra ocasión.
3. Pero el día grande de 1962 fue el primero de marzo: el cronista afirma que “el 1 de marzo salió a la luz de prensa (sic) la revista del Escolasticado, AFDA: Al filo del Amanecer”. Nada más. La noticia era así de escueta. El día 1 de marzo aparecimos, amigos del Escolasticado, “al filo del amanecer”, a la luz rosada de la ilusión, entre los resplandores envolventes del magisterio y del estilo”. Ese día sentimos el gozo de haber sido algo padres o madres de la criatura (aunque padre-madre sólo hubo uno) y de poder decir que ese conjunto de textos y de ilusiones, de promesas más que de realidades, era también hijo nuestro, obra nuestra. Desde ese día nos entrenamos en la saludable tarea de escribir. Ese día publicaba el editorial de su número cero: “con igual sentido y razón con que florece el almendro, muerde el lobo, alumbran los candiles, machaca la alta cigüeña el ajo y a la noche le espanta el día nuevo, nosotros salimos a ser los nuevos gallos de marzo de la escuela, la ciencia y la cultura”. Ese día nació un niño –o niña-; y aunque “murió hace más de 15 años”, ha seguido viviendo oculta en muchos de nosotros.
4. HOY, hace ya varios años y después de tantas vueltas como ha dado nuestra vida, hemos vuelto a recuperar la ilusión de AFDA, y a reencontrarnos mes tras mes en torno a ella. Hoy, en esta reencarnación adulta de AFDA, tenemos el privilegio de revivir aquellos días primerizos, releernos desde el túnel del tiempo, reconocer la inocente transparencia de nuestra juventud en un ejercicio de nostalgia que creo, repito, que nos está permitido. Pero esto no es todo, porque hoy AFDA vive. Y ello porque vive aún su padre, espléndido de facultades y con enormes ganas –aún- de crear o recrear. Y ello es una bendición. Y en esa tierra bendita o parcela sagrada que es AFDA, algunos aún seguimos labrando los surcos de la palabra, haciendo germinar nobles ideas, trayendo a la memoria saludables recuerdos, recreando nuestra educación y nuestra escuela, haciendo florecer árboles de poesía, desgranando afderías émulas de Ramón, invitándonos mutuamente a no perder ni la inocencia aquella ni aquella bendita juventud. El magisterio que hemos ejercido muchos de los autores y de los lectores afdianos no debe quedarse en cosa del pasado: hemos de cultivarlo hasta el final; el estilo que siempre ha caracterizado al padre de la criatura debe seguir siendo pauta segura en nuestro vivir; Griñón, lugar de nuestra adolescencia y juventud, puede seguir siendo –con AFDA como icono- el lugar donde sigue entero el tesoro que no envejece y ese baúl -que no es el de los recuerdos- repleto de riqueza y del que sacamos lo nuevo y lo viejo, según (nos) conviene.
Y termino con los párrafos de AFDA en el
pregón-editorial de su segunda andadura: “hoy, como ayer, más que entonces:
cada amanecer, un nuevo umbral, tot lumina tot limina. Este lema luego lo
harían suyo las Universidades Laborales, gran empresa educativa.
Era nuestro lema. Sigue siéndolo”.
Era nuestro lema. Sigue siéndolo”.
¡Feliz verano sin nostalgias, pero
con magisterio y estilo!
Teódulo GARCÍA REGIDOR
Maestro
Exprofesor del Centro de Estudios Universitarios La Salle
10. COMO CENTRO DE LA
ESCUELA:
NI EL ALUMNO NI EL PROFESOR,
LOS VALORES
En el Ideario que redactamos para
nuestros centros, en su primer punto y por delante afirmamos que “el alumno y su circunstancia son la medida
de toda la vida y pedagogía de la Escuela”, es decir, su centro.
Nuestra Escuela es personalista.
Y en su expresión, agustiniana. El alumno es su centro, porque al discípulo le
habita el Maestro interior de que habla San Agustín, al que ha de escuchar, y
porque en el interior de su naciente persona habita la verdad, "in
interiore homine habitat veritas”.
La
Veritas, cuyo resplandor es la Belleza y su fruto el Bien han de ser el centro
del alumno centro y, por ello, el indiscutible corazón de la Escuela y de la
educación que en ella se gesta. La intuición de los Valores, el imperativo
último. La realización de los valores, la meta. El fruto, los
valores en el alumno. El alumno, portavoz de valores permanentes.
El profesor llega a clase cada día dispuesto al asombro ante los valores que va a trabajar, descubrir y hacer propios, para él, que los conoce, y para los alumnos que se inician en ellos. La escuela exige, por eso, que el maestro se libere de la monotonía de las palabras prefabricadas y de las estructuras y sistemas hechos para que sea posible la visión de Génesis de los contenidos de estudio. Eso hará posible que en tales contenidos se transparenten los valores que en ellos anidan.
El profesor llega a clase cada día dispuesto al asombro ante los valores que va a trabajar, descubrir y hacer propios, para él, que los conoce, y para los alumnos que se inician en ellos. La escuela exige, por eso, que el maestro se libere de la monotonía de las palabras prefabricadas y de las estructuras y sistemas hechos para que sea posible la visión de Génesis de los contenidos de estudio. Eso hará posible que en tales contenidos se transparenten los valores que en ellos anidan.
En nuestra
Escuela el maestro no hace libres a los alumnos, sino la Verdad que señorea a
una y a otro. La Verdad y las verdades, más la jerarquía que establece la
escala de valores que va de los orgánicos en la base a los religiosos en la
cima. Nuestra Escuela se atiene, ante todo y sobre todo, a los fines, como
suprema meta y garantía de que así será Escuela y no patio de recreo y
dispersión de mentes y corazones.
La misión de nuestro maestro no se achica, se agranda al “reducirla” a que radique ante todo en inventar un alfabeto intelectual con el que cada alumno aprenda el idioma con el que ha de habérselas con el mundo de los valores, disponga de palabras de oro para poetizar el cosmos que tiene delante y pueda dirigir a la sociedad por su mejor rumbo hacia el bien, la verdad y la belleza, al dedicarle su vida entera, la actual y la futura, portadora de los valores de toda la escala valoral.
La misión de nuestro maestro no se achica, se agranda al “reducirla” a que radique ante todo en inventar un alfabeto intelectual con el que cada alumno aprenda el idioma con el que ha de habérselas con el mundo de los valores, disponga de palabras de oro para poetizar el cosmos que tiene delante y pueda dirigir a la sociedad por su mejor rumbo hacia el bien, la verdad y la belleza, al dedicarle su vida entera, la actual y la futura, portadora de los valores de toda la escala valoral.
RAMIRO DUQUE DE AZA
Maestro. Profesor de
Teoría del conocimiento
Bachillerato internacional
“CREO EN JESUCRISTO, SU
ÚNICO HIJO”
El pensamiento humano alcanzó su cima cuando descubrió la
idea del “ser”. Y la coronó del todo asignando a Dios la perfección del ser. Dios es el SER
con mayúsculas. Las cualidades características del Ser de Dios son entre otras: infinitud,
omnipotencia, omnisciencia, inmutabilidad, inmortalidad, impasibilidad… Si
prestamos atención, enseguida caemos en la cuenta de que estas cualidades o
atributos de la esencia o naturaleza del Ser de Dios se contraponen a las
cualidades del individuo de naturaleza humana: finito, poderoso, inteligente,
mudable, mortal, pasible… Dios es pensado como una proyección al infinito de
los deseos humanos. La “teología” es, en el fondo, simple “antropología”
(Feuerbach).
La teología cristiana clásica reconoce y proclama los citados atributos en la acción creadora de Dios. Particularmente se suelen destacar en la creación la omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia divinas.
La teología cristiana clásica reconoce y proclama los citados atributos en la acción creadora de Dios. Particularmente se suelen destacar en la creación la omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia divinas.
¿Son aplicables los atributos que se predican del Dios de la filosofía metafísica a la
encarnación e historia del Hijo de Dios llamado Jesucristo? Pienso que no, y que hay que cambiar la perspectiva del Ser
por la perspectiva del Amor si se quiere continuar afirmando de modo razonable la
encarnación de la Segunda Persona de la Divinidad.
Dios visto desde la
perspectiva del Amor
CREACIÓN
Comencemos por pensar unos momentos en la acción creadora de Dios y en nuestra espontánea reacción. Los humanos, creyentes y no creyentes, nos quedamos boquiabiertos admirando la sabiduría y el poder que supone montar y echar a rodar bella y ordenadamente la maravillosa bola del universo. Incluso nosotros, los cristianos, no solemos ir más allá de refrendar y ensalzar la omnisciencia y la omnipotencia del Dios creador. Sin embargo, lo más asombroso del actuar creador de Dios es su Amor a los seres humanos haciéndolos salir libremente, sin ninguna necesidad, de “la nada”: un Amor de nulo provecho para Dios y totalmente beneficioso para nosotros.
Comencemos por pensar unos momentos en la acción creadora de Dios y en nuestra espontánea reacción. Los humanos, creyentes y no creyentes, nos quedamos boquiabiertos admirando la sabiduría y el poder que supone montar y echar a rodar bella y ordenadamente la maravillosa bola del universo. Incluso nosotros, los cristianos, no solemos ir más allá de refrendar y ensalzar la omnisciencia y la omnipotencia del Dios creador. Sin embargo, lo más asombroso del actuar creador de Dios es su Amor a los seres humanos haciéndolos salir libremente, sin ninguna necesidad, de “la nada”: un Amor de nulo provecho para Dios y totalmente beneficioso para nosotros.
Además, bien sabía el
Creador que, al dar al ser humano el don
de la libertad en el modo de amar, se
exponía a que la criatura humana eligiese el amarse egoístamente a sí sola y
echar por tierra el plan divino de justicia, paz y fraternidad entre las criaturas puestas al mando del universo. Pero
¿no valía la pena esperar que muchas personas responderían en la vida amando en
igualdad y justicia a sus semejantes hundidos en situaciones de miseria y
angustia? El Dios que crea libremente a criaturas libres ¿no se ve mejor
reflejado en el amor del que asiste y acompaña cariñosamente a un moribundo
solitario (madre Teresa de Calcuta) que en la ciega fidelidad de los astros al
Creador y en la obediencia instintiva de
los animales al Dios soberano
Todavía podemos añadir a lo dicho la argumentación más
convincente a favor del don de los dones, - la libertad humana-, a pesar de las desgracias y sufrimientos dantescos que su mal uso ha
producido y produce en la historia de la humanidad: que Dios, visto como Amor
que actúa gratuitamente, haya decidido crear este cosmos para la especie humana
con la previsión de que Alguien, -el Hijo-, lograría, haciéndose hombre, encarnar cabalmente el mismo Amor de
Dios, aun antes de prever la caída en el pecado de Adán y Eva. Esta creíble interpretación
del Dios cristiano ya la formuló siglos
atrás “el teólogo de la encarnación”, el franciscano Juan Duns Scoto (1266-1308).
RESURRECCIÓN
Pasemos ahora a considerar brevemente el acontecimiento
fundante de la fe cristiana: el hecho de la resurrección de Jesús de Nazaret. Más
que en el crear, es en la acción resucitadora donde la visión tradicional de
Dios como el Ser autosuficiente contempla absorta el atributo de la omnipotencia divina. Es
razonable que el asombro se dispare en favor de la segunda intervención divina, puesto que el resultado
de la creación es el ser humano que somos cada uno de nosotros, y entre
nosotros Jesús de Nazaret, mientras que el resultado de la resurrección de
Jesucristo es el Hombre Nuevo, el Hombre Liberado de todas las ataduras de
una existencia histórica.
En esta manera de interpretar la resurrección de Jesús no hacemos nada más que proyectar nuestros deseos de superar el trance de la muerte aniquiladora. Reconozcamos sencillamente que nosotros no sabemos nada de esa acción única y exclusiva de Dios que es el crear y que aún sabemos menos de la otra acción única y exclusiva de Dios que es el resucitar. Si desde nuestra fe cristiana confesamos que Jesucristo es el Primogénito de los muertos, admitamos con el NT que la única resurrección de entre los muertos que el Padre llevó a cabo en Jesús de Nazaret es ante todo un acontecimiento entre el Padre y Jesús de Nazaret. Si centramos nuestra atención en los dos protagonistas del hecho de la resurrección, -el Dios resucitador y Jesús el Resucitado-, debemos proclamar que la acción resucitadora de Dios sobre Jesús es, antes que cualquier otra consideración, la respuesta amorosa del Padre a quien en vida y en la muerte de cruz ha revelado históricamente el modo de amar propio y exclusivo de Dios Padre. Por esta encarnación del mismo Amor del Padre que Jesús de Nazaret vivió en su historia, es por la que el Padre, en el Espíritu Santo, glorificó, exaltó, sentó a su derecha… como corresponde al que es su Hijo unigénito en el modo de amar…
En esta manera de interpretar la resurrección de Jesús no hacemos nada más que proyectar nuestros deseos de superar el trance de la muerte aniquiladora. Reconozcamos sencillamente que nosotros no sabemos nada de esa acción única y exclusiva de Dios que es el crear y que aún sabemos menos de la otra acción única y exclusiva de Dios que es el resucitar. Si desde nuestra fe cristiana confesamos que Jesucristo es el Primogénito de los muertos, admitamos con el NT que la única resurrección de entre los muertos que el Padre llevó a cabo en Jesús de Nazaret es ante todo un acontecimiento entre el Padre y Jesús de Nazaret. Si centramos nuestra atención en los dos protagonistas del hecho de la resurrección, -el Dios resucitador y Jesús el Resucitado-, debemos proclamar que la acción resucitadora de Dios sobre Jesús es, antes que cualquier otra consideración, la respuesta amorosa del Padre a quien en vida y en la muerte de cruz ha revelado históricamente el modo de amar propio y exclusivo de Dios Padre. Por esta encarnación del mismo Amor del Padre que Jesús de Nazaret vivió en su historia, es por la que el Padre, en el Espíritu Santo, glorificó, exaltó, sentó a su derecha… como corresponde al que es su Hijo unigénito en el modo de amar…
Los atributos clásicos de la visión de Dios en clave del Ser único se
manifiestan y resplandecen, como hemos indicado, en la intervención de Dios como Creador y como
Resucitador. Pero es lógico pensar que en la conversión de Dios Hijo en un ser
humano como nosotros no deban buscarse en él atributos divinos como la omnipotencia, la
omnisciencia, la impasibilidad, la inmortalidad…
Además de este simple razonamiento humano, el NT en general y
los Evangelios en particular insisten en que el Hijo, al hacerse hombre, se ha
despojado (“kénosis”) de su forma gloriosa de ser, o sea, de los atributos divinos
que se contraponen a las cualidades pertenecientes a la naturaleza humana:
[Cristo] “El cual, siendo de condición divina, …se despojó de sí mismo tomando
condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana… se rebajó a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil 2,6-8; cf Lc 2,52;
Mt 24,36; Mc 15,37; …).
Este “despojamiento” real de su modo glorioso de vivir como
Hijo del Padre tuvo repercusiones personales e históricas en su misión de
Mesías, pero también afectó, si bien de forma distinta, al Padre y al Espíritu
Santo. No obstante los incalculables y misteriosos cambios que la encarnación supuso para el
Hijo unigénito del Padre, Jesús hizo visible y palpable en sus obras (curación
de enfermos, comidas de perdón con pecadores, opción preferencial por los pobres,
atención prioritaria al prójimo necesitado en caso de conflicto con la ley del
sábado…) y en sus palabras (parábolas, bienaventuranzas, dignidad de la mujer y
de los niños, amor a los enemigos, devolver bien por mal…) el Amor altruista
del Padre.
Lo que peor sentaba a las autoridades judías no era tanto lo que Jesús hacía y decía en
relación con el Dios del reino prometido, sino que Jesús afirmaba que sus acciones y palabras se las
inspiraba directamente su Padre Dios, un Dios, por otra parte, que nada tenía
que ver con el Dios omnipotente, omnisciente, omnipresente… de la fe del
judaísmo.
La grandeza de las obras y predicación de Jesús radicaba en el modo incondicional de amar que conllevaba. Entre Jesús y su Padre había tal unión en el amor a los seres humanos que en este sentido y con un alcance divino se lee en Jn 14,9b: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre?”. Y cuando leemos en 1 Jn 4,8.16: “Dios es Amor”, el que alude con esas palabras a la esencia divina no ha llegado a ellas especulativa o abstractamente, sino a través del conocimiento íntimo de la vida y de la pasión y muerte de Jesús. O dicho con otras palabras: tan “Dios es el Amor del Padre” como “Dios es el Amor del Hijo humanado, Jesucristo”. Siempre entendiéndolo en la clave del Amor: En la humanidad histórica del Hijo se ha manifestado la divinidad invisible del Padre (cf Col 1,19; 2,9).
La grandeza de las obras y predicación de Jesús radicaba en el modo incondicional de amar que conllevaba. Entre Jesús y su Padre había tal unión en el amor a los seres humanos que en este sentido y con un alcance divino se lee en Jn 14,9b: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre?”. Y cuando leemos en 1 Jn 4,8.16: “Dios es Amor”, el que alude con esas palabras a la esencia divina no ha llegado a ellas especulativa o abstractamente, sino a través del conocimiento íntimo de la vida y de la pasión y muerte de Jesús. O dicho con otras palabras: tan “Dios es el Amor del Padre” como “Dios es el Amor del Hijo humanado, Jesucristo”. Siempre entendiéndolo en la clave del Amor: En la humanidad histórica del Hijo se ha manifestado la divinidad invisible del Padre (cf Col 1,19; 2,9).
EDUARDO MALVIDO
Maestro,
catequista y teólogo
- Presupuestos –
9.
DIFICULTAD Y SIN DESCANSO
Puertas del Paraiso. Florencia. |
Iniciado ya el segundo tercio del
siglo XX, en uno de aquellos movimientos políticos de su primera mitad, en este
caso de honda raíz cristiana, sus fundadores querían algo que hoy igualmente puede
chocar: deseaban para ellos “la
dificultad antes del triunfo y después del triunfo”, que la vida les fuera
difícil… Y querían para sus militantes “un
Paraíso en que no se descanse nunca”. Este movimiento no es que se opusiera
al ideal de la paz perenne que promete el Cristianismo, pero en su mente estaba
que en el servicio de Dios y de la Patria no hubiera descanso.
Al Paraíso que pudiera crearse
sobre la Tierra por su triunfo no habría que ponerle ni cercados ni carteles de
vedado de caza por evitarle la dificultad. Preferían las cuestas arriba a la
facilidad de las cuestas abajo. El estilo les parecía más limpio de
acompañarles en su marcha hacia la cumbre del paraíso patrio la dificultad.
Buen talante este de sazonar previa y posteriormente el triunfo de la acción
política con la dificultad y con un esfuerzo sin descanso.
Detalle de las Puertas del Paraíso de Ghiberti. |
Excelente actitud para llevar por
anticipado sobre la Tierra una política
de alto y gran estilo.
RAMIRO DUQUE DE AZA
Maestro.
Profesor de Teoría del conocimiento
Bachillerato
Internacional
¡TRAIGAMOS A LOS CLÁSICOS!
El Arcipreste de Hita
Hemos leído a Berceo (1198-1264)
en su siglo XIII. Ahora saltamos al siglo XIV, a otro clérigo. Esta vez el
clérigo es arcipreste en Hita, en Guadalajara. Se llama Juan Ruiz (1284-1351) y
en los libros de literatura se le conoce por “El Arcipreste de Hita”.
Conservamos de él un solo libro, quizá el único que escribió. Pero un libro que
con media docena de otros de su talla le haría compañía en altura al Quijote de
Cervantes.
Fijaos entre vuestros vecinos y
gentes del entorno. Alguno puede que se parezca a Juan Ruiz: es de recia
complexión, cabeza grande, cuello ancho y corto, es decir, pescozudo, buenas
narices, cargado de espaldas…
De repelente, nada, porque tiene un temperamento tan divertido que ha dividido a sus críticos. Unos le tienen por un vivales, un ¡viva la Virgen!, cachondo, burlón y mala sombra y otros por un moralista de respeto, que ¡ojo al parche!, ingenio y finura para dar y tomar, de la buena, aunque a tono con la salud de un siglo que al decir de Menéndez Pelayo tenía otra reciura que el relamido nuestro.
De repelente, nada, porque tiene un temperamento tan divertido que ha dividido a sus críticos. Unos le tienen por un vivales, un ¡viva la Virgen!, cachondo, burlón y mala sombra y otros por un moralista de respeto, que ¡ojo al parche!, ingenio y finura para dar y tomar, de la buena, aunque a tono con la salud de un siglo que al decir de Menéndez Pelayo tenía otra reciura que el relamido nuestro.
Es una delicia pararse en el
“Libro de buen amor” a leer sus fábulas inmortales, la de las ranas que le
piden rey a Júpiter y les manda a la cigüeña, la del mur campesino y el ratón
de ciudad…
El ditirámbico elogio de la mujer
chiquita, que, sin merma de lo dicho, lo termina con que “del mal tomar lo
menos”, “la menor es mejor”…
Meteos en medio del fregado que
se arma entre Don Carnal y Doña Cuaresma. En las mesnadas de Don Carnal militan
en vanguardia gallinas y perdices, conejos y capones, ánades y patos salvajes,
gordos ansarones. Se les pasa revista. Como ballesteros: ánsares, cecinas,
costados de carnero, jamones enteros… En la caballería: tajadas de vaca,
lechones, cabritos… De infanzones: faisanes, lozanos pavos, bien emplumados y
con enhiestos pendones… Con aires de triunfador, Don Tocino. El Arcipreste
asegura que “¡Armamento tan bueno no
tienen las sardinas!”
Por su parte, Doña Cuaresma
cuenta con atunes y langostas que le llegan de Santander, arenques y besugos
que le vienen de Bermeo, lampreas sevillanas, salmones de Castro Urdiales…
La parodia es magnífica. Las
tropas de Doña Cuaresma son infantería ligera, como la del Gran Capitán en
Italia. Las tropas de Don Carnal a duras penas pueden moverse, gordas y hartas.
Doña Cuaresma es implacable: ordena matarles a todos, encierra en la cárcel a
Don Carnal y le condena a dieta.
Si os place, engolfaos en los amores del Arcipreste, Sierra de Guadarrama adelante. Después o antes de leerle, os divertís con la recreación que de él ha hecho nuestro amigo Apuleyo, con música del maestro Pedro L. Nebreda y toda la farándula de escenario y teatralidad en “Los amores del Arcipreste”, a la altura Apuleyo del Benavente de “Los intereses creados”.
El espectáculo, en el caso del Arcipreste y en el de Apuleyo, es rápido, de cine.
Si os place, engolfaos en los amores del Arcipreste, Sierra de Guadarrama adelante. Después o antes de leerle, os divertís con la recreación que de él ha hecho nuestro amigo Apuleyo, con música del maestro Pedro L. Nebreda y toda la farándula de escenario y teatralidad en “Los amores del Arcipreste”, a la altura Apuleyo del Benavente de “Los intereses creados”.
El espectáculo, en el caso del Arcipreste y en el de Apuleyo, es rápido, de cine.
¡Brindad conmigo por la perenne
actualidad del Arcipreste de Hita! Si fue golfo, Dios le habrá perdonado la
traviesa golfería por el ingenio y buen castellano que nos dejó.
CUR
L, ABOLICIONISTA Y GOURMET
L, lustroso y ajamonado cincuentón, salió del bar de la esquina, tras disfrutar la compañía de unos cuantos amigotes, en su mayor parte también metidos en carnes y de madura o incipiente barriga cervecera. Las tertulias que mantenía cada tarde aquel grupo de fieles tertulianos, acomodados en torno al velador de mármol bien abastecido de jarras de cerveza, cubatas, gin tonics o vermuts, eran de lo más variopinto e iban del rosa al amarillo, con frecuentes incursiones en el verde, el pardo o el marrón. En contadas ocasiones la conversación giraba sobre asuntos de verdadera entidad, y los rostros se mostraban entonces reflexivos, serios y circunspectos. Las más de las veces el tema era banal e intrascendente, y la hilaridad, la risotada y la ocurrente procacidad, el tono más común.
Aquella tarde el tema había tenido cierta enjundia, y dado lugar a clara
controversia. Los medios de comunicación se hacían eco de las medidas adoptadas
recientemente por determinado Ayuntamiento, con la expresa prohibición de
celebrar corridas de toros en el municipio. La ‘fiesta nacional’ era para el
concejo, y para muchos de quienes apoyaron la moción, una ‘vergüenza nacional’;
y mantener el espectáculo circense de sangre y de tortura, bajo el pretexto de
salvar una tradición centenaria, actitud aberrante mantenida por los taurinos
más recalcitrantes y –cuestión menos romántica- por quienes sacaban de aquellos
festejos pingües beneficios.
Esa era también la postura de varios
tertulianos, entre los que se encontraba nuestro L. El resto, aún en mayoría a pesar de la que estaba cayendo, se
mostraba claramente a favor del bello arte de Cúchares, y esgrimía toda clase
de razones de sentido histórico, estético y emocional. Que fuesen mayoría
resultaba lógico, dada la media de edad; y que esgrimiesen claro conocimiento
sobre las diversas suertes del toreo y sobre la pureza de una buena faena,
también. Su principal argumento –al margen del arraigo popular-, la ‘verdad’
del encuentro entre la fuerza bruta del animal y el arte, la inteligencia y la
astucia del diestro. Por otra parte, frente a una muerte ciertamente dolorosa,
que una lidia mal llevada podría llegar a convertir en cruel, toda una vida
placentera y de cuidados en la seguridad de la dehesa. Sin contar el riesgo que
asumía el ‘maestro’, y las numerosas víctimas –inevitables bajas en un duelo
cruento- registradas en la historia de la tauromaquia.
Ese había sido el debate, que acabó
tal y como había comenzado. Con las
mismas posturas e idéntico empecinamiento. Estaba claro que la raíz era
profunda, y la balanza tardaría bastante en decidir a favor o en contra de la
fiesta. Sin duda en contra, pensaba L,
mientras se dirigía a su domicilio, dispuesto a prepararse suculenta cena.
Tocaba marisco, regado con unos tragos de Alvariño que antes de bajarse a la
tertulia había puesto a enfriar. Se tenía L
por buen gourmet, y hay que reconocer que lo era, pues tenía, además de buen gusto,
clara habilidad culinaria.
Ya en la cocina, remangada la camisa y protegido con el delantal de simpáticas alusiones eróticas, regalo de los amigos en el último cumpleaños, encendió uno de los fuegos y puso agua a hervir en una cacerola de aluminio. Luego se distrajo en trocear unos tacos de queso y de jamón que tomaría como entrantes, colocó sobre el mantel el tarro de salsa rosa y preparó cubiertos, copa y tenacillas.
Finalmente, cuando el agua entró en ebullición, sacó del frigorífico la cestilla en la que se rebullían, agotados por el inútil esfuerzo en busca de una imposible liberación, dos nécoras y una langosta de ración. Destapó la olla, y sujetando las piezas de marisco por dos de las patas, las fue introduciendo con cuidado, paras evitar salpicaduras. Mientras nécoras y langosta se retorcían y conseguían asomar a la superficie espumosa unos ojos saltones que rogaban clemencia, L se relamía pensando en el suculento bocado que en breve habría de disfrutar.
Esta
imagen resultaría un buen epílogo. ¿Algún voluntario para ponerle
texto?
ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
Maestro.
Psicopedagogo. Emérito UCJC
Gimnasia
Moderna
Los Continuadores (I)
Como hemos podido apreciar en anteriores entregas, la implantación de la
Gimnasia Rítmica en el ámbito gimnástico tuvo un largo recorrido. Ningún
deporte ni especialización deportiva ha precisado una evolución tan compleja y
laboriosa hasta lograr implantarse como disciplina propia. El principal motivo se
debe a que es una actividad rítmico-expresiva creativa y sujeta a pocas normas,
y que surge de disciplinas ya implantadas como la danza y la música.
Es más fácil crear una disciplina nueva basada en unos determinados
gestos técnicos y en unas normas de comportamiento. Sus raíces son, pues,
complejas. Y aún no hemos llegado al final de su evolución en estas entregas.
Una vez creada por
Rudolf Bode, como ya vimos anteriormente,
la Gimnasia Moderna aún tendría posibilidades de seguir evolucionando. Heinrich
Medau sería su principal impulsor.
Heinrich MEDAU (1890-1974), alemán; músico y docente. En la segunda década del siglo XX desarrolló actividades de organista en Lisboa
y en Madrid como profesor del servicio exterior de educación alemán. En
Alemania descubrió la gimnasia rítmica en evolución, y encontró en ella una
oportunidad para mejorar tanto la gimnasia como la música en la escuela. A su
regreso del citado servicio, asistió a las clases que Rudolf Bode impartía en
su gimnasio.Desarrolló y actualizó considerablemente la Gimnasia Moderna, en
colaboración con su esposa, Senta Medau. A él se debe la utilización de
aparatos gimnásticos de forma reglada tal como se conocen en la actual Gimnasia
Rítmica –pelotas, mazas, cuerdas, aros y cintas–. Recordemos que Bode no le
concedía mucha importancia a estos aparatos: “simples complementos de los
ejercicios de manos libres”, sostenía.
El descubrimiento de los aparatos como forma de aplicación en la Gimnasia
Moderna lo obtuvo de su viaje a EE.UU., viendo jugar al baloncesto, deporte que
desconocía. Al coger un balón, encontró otras formas de trabajo y movimiento
diferentes a las propias de este deporte; así integró la pelota en la gimnasia.
Fue un gesto paradigmático de la creatividad que surge de no estar condicionado
por unos movimientos técnicos previos. Más adelante incluiría las mazas y los
aros.
Medau consideraba que cuando los gimnastas se ejercitaban con alguno de los aparatos, y éste centraba la atención del ejecutante, los movimientos eran más sueltos, más espontáneos y más completos; se alejaban las inhibiciones en la ejecución. El aparato manual facilitaba el dominio del movimiento.
Estableció que una correcta postura debe ser el punto de partida para la escuela de movimientos; y ésta debe conseguirse por medio de una modelación respiratoria.
En los principios técnicos y metodológicos aportó, entre otros aspectos, el trabajo musical de improvisación, la nueva interpretación de algunos movimientos de balanceo, y la ampliación del valor y contenido rítmico de palmoteos y golpes sobre el suelo. En conclusión, Medau aportó mayor contenido rítmico y mayor significación al campo de la Gimnasia Moderna.
Medau consideraba que cuando los gimnastas se ejercitaban con alguno de los aparatos, y éste centraba la atención del ejecutante, los movimientos eran más sueltos, más espontáneos y más completos; se alejaban las inhibiciones en la ejecución. El aparato manual facilitaba el dominio del movimiento.
Estableció que una correcta postura debe ser el punto de partida para la escuela de movimientos; y ésta debe conseguirse por medio de una modelación respiratoria.
En los principios técnicos y metodológicos aportó, entre otros aspectos, el trabajo musical de improvisación, la nueva interpretación de algunos movimientos de balanceo, y la ampliación del valor y contenido rítmico de palmoteos y golpes sobre el suelo. En conclusión, Medau aportó mayor contenido rítmico y mayor significación al campo de la Gimnasia Moderna.
FRANCISCO
SÁEZ PASTOR
LA JUGADA PERFECTA
En
el campo de fútbol de los cielos
los
Cúmulos, Nimbos, Cirros y Estratos
con
zapatos de viento iniciaron el juego.
Arriba
los unos y abajo los otros,
los
demás en medio.
Bolas
de algodón
de lluvia y nieve y hiel
rodaban presurosas
entre rayos y truenos.
No había porterías.
(No hay puertas en los cielos),
y así fue que el partido
quedó a otro día abierto.
de lluvia y nieve y hiel
rodaban presurosas
entre rayos y truenos.
No había porterías.
(No hay puertas en los cielos),
y así fue que el partido
quedó a otro día abierto.
Por
cada primavera,
por
cada invierno,
cada
otoño y verano…
se
repite el encuentro.
Juega
tú, chaval,
Juega
con ellos.
Un encuentro inolvidable:
pasear por Sevilla con la
mejor compañía
Últimos días de septiembre de 1959. El hermano José me recoge en mi casa a las 7 de la mañana. Me acompañará en un viaje que cambiará mi vida para siempre. Tras un trayecto interminable de 16 horas, en un tren desvencijado, llegamos al Mirador de Rolando, un precioso lugar desde el que se domina la ciudad de Granada, y en la lejanía las cumbres de Sierra Nevada. Los hermanos de La Salle me acogieron en el aspirantado y de ellos aprendí a vivir con un código de magníficos valores, que compartimos hoy todavía -casi sesenta años después- los que nos hemos reunido en Sevilla en estos días de verano anticipado.
Al
atardecer del viernes día 8, nos encontramos en un céntrico hotel, escogido por
los organizadores con objeto de facilitar el paseo por lo mejor de la Sevilla
histórica. Abrazos, apretones de mano, besos... Y Diego que nos apremia para
que sigamos a Manolo Romero -un guía excepcional- en el recorrido programado para
esa tarde. Manolo nos hizo ver el contraste de las casas de la Sevilla del XIX
y de principios del XX, con sus artísticas fachadas y sus balcones y cierros
enrejados, frente a los feos bloques de pisos de las últimas décadas del siglo
XX. En la Plaza Nueva -antigua huerta de un convento desamortizado- pudimos ver
lo que queda del antiguo monasterio: la recoleta capilla de San Onofre, abierta
todo el día para los fieles. Y el magnífico edificio del Ayuntamiento nos abre el paso para llegar a
una avenida -hoy de la Constitución- con la grandiosa Catedral a la izquierda y
edificios de distintos estilos a la derecha. El señorial Hotel Alfonso XIII –fruto
de la Exposición de 1929- nos conduce por la calle de San Fernando a las
Universidad, un lugar que nuestro guía conoce a la perfección por ser su lugar
de trabajo. La antigua Real Fábrica de Tabacos está llena de vestigios de su
uso hasta los años sesenta del pasado siglo. Y un recuerdo para la “Carmen” de
Bizet... Un merecido descanso nos lo brinda el restaurante “Las Razas”, bajo el
laurel de Indias del Parque de María Luisa. De nuevo, los “jefes” nos recuerdan
que tenemos una cita especial en el Pabellón Domecq. Así que atravesamos la
preciosa Plaza de España, con sus artísticas cerámicas sevillanas recién restauradas,
hacia el antiguo pabellón de la empresa
vinatera jerezana. Hoy es la sede de Juventudes Musicales y en una de sus salas
nos esperan dos concertistas de lujo: Tommaso y Mariarosaria que hacen las
delicias de todos con un recital de violín y piano con piezas de tema español y
andaluz de Albéniz , Sarasate y Saint-Säens. Una cerrada ovación del público en
pie agradece a los concertistas el que se puede considerar como uno de los
mejores momentos del encuentro de este año. Y de nuevo de vuelta por el Parque
de María Luisa, vestido de primavera. Y cada uno de nosotros buscó la manera de
llegar al “Kiosco de las Flores”, en la orilla trianera del Guadalquivir, en la
calle Betis -Roma y Al-Andalus a la vez-, con la Torre del oro y la Giralda en
la orilla izquierda del río, vestidas de gala con el oro del atardecer. Un menú
bien escogido y una compañía de amigos y casi hermanos hizo de la cena un rato
memorable, donde abundaron las confidencias, los recuerdos del pasado lejano o
más reciente y, por qué no, los proyectos para el futuro. Y todavía, después de
la cena, hubo quien se tomó la última copa en uno de los numerosos lugares que
esta acogedora ciudad nos ofrece.
El
sábado por la mañana tocaba una visita obligada. El Archivo de Indias, un
magnífico edificio herreriano que antes
albergó la casa lonja de Contratación,
nos recibió de la mano de un guía excepcional: de nuevo Manolo Romero, que
trabajó allí como oficial archivero durante más de una década. Recorriendo las
estancias repletas de legajos se comprende la grandeza de aquellos siglos,
cuando España estaba unida -no separada-
por el Atlántico y el Pacífico a las tierras de su imperio. El profesor Romero
Tallafigo nos hizo ver que muchos tópicos de la maldita leyenda negra se caen
como cartas de naipes al leer y estudiar los documentos que atestiguan la labor
civilizadoras comercial y social de la presencia española en América y en
Filipinas.
La
segunda visita del día se centró en los Reales Alcázares, un lugar de ensueño,
un conjunto de palacios y jardines,
donde se hace un viaje en el tiempo que va desde la Edad Media hasta
nuestros días. Era la hora ya de un refresco en uno de los pequeños
restaurantes del Barrio de Santa Cruz, cuya fama internacional es indiscutible.
Tras
la comida en el hotel y un rato de descanso, llegó el momento de participar
juntos en la Eucaristía.
“Cibavit
eos ex adipe frumenti et de petra melle...”
Así comienza el bellísimo introito del día
del Corpus, un canto gregoriano que interpretó el coro del encuentro. Recuerdo
aquel verano de 1960 cuando el hermano Luis, de Antequera, nos dio a los niños
de la schola del Aspirantado de Granada las primeras lecciones de canto
gregoriano. Para mí y para los que hemos tenido la suerte de interpretar esta
música sagrada, la propia de la tradición de la Iglesia como reconoció el
concilio, Vaticano II, el gregoriano sigue siendo hoy parte fundamental de
nuestra vida religiosa. En la iglesia de San Bartolomé, celebramos una misa en
la que pudimos interpretar además la misa de Angelis, el aleluya del día del
Corpus y, como broche de oro final, el Te Deum. Tras la misa, nos acercamos al
altar de la Virgen de la Alegría, que procesiona en el barrio de la
Judería el 17 de mayo. Ante ella cantamos
con gran emoción el Salve Regina, como lo hacíamos de pequeños ante la
Inmaculada de la iglesia de Griñón. Auxencio, al órgano, acompañó
magistralmente nuestros cantos.
Una
cena frente a la Giralda -cantada por tantos poetas- cerró el encuentro. Y ya
desde ese momento comenzamos a pensar en el próximo. ¿Segovia, tal vez?
Quiero
expresar desde aquí nuestro agradecimiento a Gonzalo, Gregorio, Diego, Ángel y
Manolo Romero. Sin ellos los encuentros no tendrían sentido y su trabajo nos
brinda la oportunidad de ser cada vez más
Joaquín
ROMERO TALLAFIGO
Maestro. Profesor de Lengua y Literatura
Acabo de leer el nº 45 de AFDA. ¡Menudo broche de oro del curso 2014-2015! Lo digo no sólo por los artículos, sino también por el encuentro que habéis tenido en Sevilla.¡Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias por permitirme engrosar la lista de escritores de esa joya literaria y espiritual llamada AFDA. EM