ÍNDICE PRINCIPAL
Pregón: De
nuevo al filo del amanecer, 2017-2018
Nuestra
Escuela de vanguardia: Punto uno del Ideario de nuestra Escuela. CUR
Nuestra
Escuela se sumerge en la Biblia: Rut y Noemí (I). Zereutes
Nuestros
maestros: Raimundo Lulio. A. Gómez
Moreno
Cela,
una novela cada mes: Mazorca para dos
muertos. Á. Hdez.
Dios
es amor: Los seis milagros del amor de Dios. Perspectiva. E.
Malvido
De
re lasalliana: Una vieja ruta con sabor
nuevo. Teódulo
Soneto
desde el sentimiento: Firme justicia.
Á. Hdez.
Rincón
de Apuleyo: Tres miradas. Los caminos segovianos del agua. Oigo Patria
tu aflicción.
Educación
física: Factores que intervienen en el equilibrio. F. Sáez
En nuestros años de magisterio –en
enero de 1962- pretendíamos que AFDA fuera
“un modo de poner pensamiento donde es
bueno que haya pensamiento, de elevar la carga de ilusión de aquello que merece
ilusionarnos y de dejar unas gotitas de poesía, si lo logramos, sobre las cosas
que nos rodean”.
Nuestra Escuela, desde sus inicios, ha sabido bien a dónde iba. Pero no había formulado nunca su ideario hasta que las circunstancias nos obligaron a redactarlo a requerimiento de uno de los centros en que trabajábamos. El momento era solemne. Los centros KOSTKA se reunían en Convención. Lo mejor de la Escuela que llevábamos dentro podía expresarse en forma de ideario de una institución educativa. Esta era la primera ocasión de expresarlo y darlo a luz.
Nuestro Ideario tenía cinco puntos.
Punto 1
1. El alumno y su mundo son la
medida de toda la vida y pedagogía de la Institución: lo respeta como
individuo, atiende al despertar de sus aptitudes y busca el modo de su
realización personal plena.
·
Fuimos los primeros en España que redactaron el ideal del centro. En años
posteriores no quedó colegio que no hubiera formulado su ideario.
·
Era la primera Convención SEK, 1969. En Alcalá de Henares.
·
Donde hoy se escribe “Institución” se escribió entonces Centro. Era el
ideario del Kostka de Arturo Soria. Por extensión, entonces de los colegios del SEK del centro.
Puntualizaciones
-
El alumno y su mundo (“yo soy yo y mi
circunstancia”, decía Ortega). No bastaba con
mentar al alumno. La Escuela habría de medirse también con la vara de
medir de la circunstancia de sus alumnos.
- Por si no bastaba la palabra pedagogía,
propia del pensamiento y de la acción del colegio, se añadió la vida de la Institución. En el fondo
estaba la idea de que el centro escolar era una “escuela” donde se vivía y
aprendía a vivir como persona culta, cristiana y española, algo más que el mero
aprendizaje de contenidos y normas .
-
Lo respeta como
individuo. Quería decirse como ser concreto e individual, singular. Educación
personalizada. Mirábamos al individuo como persona.
-
Del respeto trataba un punto de los cinco.
-
Se sopesaron bien las palabras atiende,
despertar, aptitudes, buscar el modo,
aunque de sobra sabíamos y profesábamos que toda educación tiene mucho de
conquista y enrolamiento.
-
Los de la Mesa de Redacción de esta ponencia conocíamos bien la filosofía
de Emmanuel Mounier y la definición de persona de Boecio. Por eso el buscar el modo -el alumno, el centro,
el ambiente…- de la realización plena,
no habría de ser a medias o parcialmente. Lo que implicaría la inmersión en un
mundo de valores griegos, romanos, cristianos, patrios… que serían su meta.
-
No solo forma al alumno el centro, se forma él y le conforman las
circunstancias, y se va haciendo persona (el hombre es y se hace o realiza) real
a medida que él crece desde dentro, “viviendo” en el Centro.
CUR
Entrad de puntillas a leer o a
escuchar este relato. Lo cuenta la Biblia. Es un relato que brilla como un
diamante. La narración “es una perla de la Literatura universal” (Wünsche). El
libro que lo cuenta se llama El libro de Rut.
La historia de Rut la contaban en
Belén, de abuelos a hijos y a nietos. Una generación se la contaba a la
siguiente. Se la sabía todo el mundo. Estaba por escribirse. Cuando se
escribió, en el último tercio del siglo IV antes de Cristo, se colocó entre los
libros sagrados de Israel.
Era el libro que leían los
israelitas en la gran fiesta de las Semanas, en Pentecostés. Para una fiesta
grande un libro hermoso.
Subamos a Belén. Todavía no ha
nacido en Belén el Salvador. Faltan más de trescientos años. Un hambre recorre
todo el país y Belén, tierra de pan, no la sufre menos. El matrimonio de
Elimelec y Noemí tiene dos hijos varones. Malviven. Son gente trabajadora. El
campo está seco. Hasta les falta el pan que llevarse a la boca. Moab, a orillas
del mar Muerto, pasado Jericó, tiene un clima parecido, pero la vida que ahoga en
Belén no aprieta tanto en Moab. Esta familia dejará su patria segura y marchará
al extranjero. Lo primero será poder comer, pues que en todo lugar se puede servir
a Dios.
Elimelec cree en Dios Todopoderoso.
Hasta en su nombre, que quiere decir, Elimelec, mi Dios es rey. Su mujer es una de las “mujeres fuertes” de la
Biblia, pero también la misma dulzura. Tiene nombre de tal, de delicia, Noemí
significa dulzura.
Las cosas a la familia de emigrantes
les van bastante bien en Moab durante diez años, hasta que muere el padre,
Elimelec. Los hijos se han casado con dos moabitas, Orfá y Rut. No les iba mal.
Pero, tras la muerte de Elimelec, mueren también los dos hijos casados. Tres
viudas: Noemí, Orfá y Rut. Orfá y Rut pueden volver a casarse. Noemí es mayor,
viuda, sin marido y sin sus dos hijos, sin valedor, se queda en completo
desamparo en tierra extranjera. Quiere
volverse a su tierra, a Belén. Allí las cosas han mejorado, hay pan. Trabajará.
Allí los libros sagrados de los hebreos tienen por bueno el atender a las
viudas.
Noemí se va a dejar llevar por
Dios. Es lo que ha hecho siempre. Él mandó el hambre sobre la “casa de pan” que
es Belén. Él ha hecho emigrantes a Elimelec, a Noemí y a sus dos hijos en la
campiña de Moab. La mano de Dios es la que ha dejado viuda a Noemí y a sus
nueras, dos intrépidas mujeres. Noemí, que se deja llevar por la mano de Dios,
es un ser superior. Su vida parece definitivamente rota, pero no se queja, como
lo haría Job. Piensa en el bien de sus nueras. Cree que han de volver a
casarse, son jóvenes, son hermosas, son buenas. Es lo mejor para sus almas y
sus cuerpos, lo mejor para su futuro. Ellá, Noemí, se volverá a Belén, vacía.
Dios proveerá.
Pero en estos momentos de soledad
y abandono, ninguna de las tres se cruza de brazos. Actúan con toda su mente y
carácter.
-
Andad,
volveos, cada una a casa de su madre.
-
Que el
Señor os trate con piedad, como vosotras lo habéis hecho con los muertos y
conmigo.
Noemí las besa. Orfá y Rut lloran
abrazas a su suegra. No quieren dejarla sola. La quieren de veras.
-
Volveremos
contigo a tu pueblo, a Belén.
Noemí argumenta, les da mil
razones, algunas muy poderosas. Pero sólo convence a Orfá, que se vuelve a su
dios Camós, el de Moab, y a su gente, entre la que será una moabita entre
moabitas.
La moabita Rut, encantadora
mujer, joven, modesta, fiel, cariñosa, valiente, decidida, le dice a su suegra las
palabras más solemnes del capítulo primero del libro:
-
No
insistas en que te deje y me aleje de ti…
-
Tu pueblo es mi pueblo y tu
Dios mi Dios. Donde tú mueras moriré yo y allí seré enterrada. Solo la muerte
podrá separarnos.
QerhuteV
Ancien élève de Évode Beaucamp
y de Francesco Spadafora
Badia, Santanach, and Soler, Ramon Llull as a Vernacular Writer:
Communicating a New Kind of Knowledge (Gómez Moreno)
Lola Badia, Joan Santanach,
and Albert Soler, Ramon Llull as a Vernacular Writer: Communicating a New
Kind of Knowledge, Serie A: Monografías 354 (London: Tamesis, 2016),
372 pp. ISBN 9781855663015.
Reviewed by
Ángel Gómez Moreno
Universidad Complutense
Aunque la figura de Lulio atrae a muchos lectores
potenciales, las dimensiones de su obra ejercen el efecto contrario. Por
añadidura, su diversidad temática, su riqueza formal y el esfuerzo exegético
a que obliga al lector son razones sobradas para alejar a muchos más. Tantas
son las dificultades que ni siquiera hay acuerdo sobre el número de obras del
beato. Bonner (2001) suma 265 títulos y Villalba i Varneda (2015) llega a 275
en total: 225 en latín, 33 en catalán y latín, y 17 en catalán. Ahora, Badia,
Santanach y Soler vuelven al cómputo impreciso: “more than 260 items”. El
desacuerdo alcanza a títulos, fechas e incluso a la lengua de redacción. El
terreno más inestable y difuso sigue siendo el de la mística luliana y su
supuesta dependencia del sufismo, un vínculo que, de existir, daría la razón
a quienes, amparados en el testimonio del propio Lulio, sostienen que
escribió parte de su obra en árabe.
Yo, particularmente, no espero una sola prueba de
esa labor con finalidad catequística. Y no la espero porque la lógica me dice
que no existe (¿cómo podría haber escrito en esa lengua una obra de la
riqueza y la extensión del Llibre de contemplació en Déu, por mucho
que el dato parta del propio beato mallorquín?). En efecto, es poco probable
que Lulio, que dice haber aprendido el árabe gracias a un esclavo, alcanzase
tal dominio que le permitiese encarar asuntos marcadamente especulativos en
dominios tan complejos como el filosófico y el religioso. Para que la
dificultad sea la máxima imaginable, Lulio no sólo estaría preparado para
polemizar en una lengua ajena, sino para adoctrinar a los infieles en su
propia tierra.
Bien está que Lulio hiciese sus pinitos y hasta
redactase apuntes en árabe; puede, incluso, que diese forma a algún opúsculo
para uso privado. Hasta ahí, no más, llegaría al hablar del Lulio arábigo; en
cambio, no imagino al Lulio misionero pertrechado como un ulema o morabito
para propagar la fe cristiana. Algo así cabría en una disputa entre sabios de
ambas religiones en un plano de aparente igualdad. Pienso, claro está, en una
fórmula parecida a la que, en 1413-1414, enfrentó en Tortosa a los sabios
cristianos y hebreos. En realidad, sólo del racionalismo judío (sin arcanos
basados en la fe) cabe esperar una buena disposición para tales debates.
Como es poco probable que el Espíritu Santo asista a
los nuevos misioneros con el don de las lenguas, se entiende que Lulio se
plantee la creación de escuelas de idiomas para apoyar la labor
evangelizadora. Esto al margen, la mística luliana tiene su fuente primera en
el neoplatonismo medieval (con una dosis de neoaristotelismo que está por
calibrar), que nutre la teoría del conocimiento y el lenguaje simbólico, como
Todorov (1977 y 1978) puso de relieve. Aunque algunas de esas claves están en
san Agustín, su fuente primera es el Pseudo-Dionisio, con sus cuatro
tratados: De divinis nominibus, De mystica theologia, De
coelesti hierarchia y De ecclesiastica hierarchia.
Al Corpus Dionysiacum lo acompañan sus
comentaristas: Juan Escoto Eriúgena, Hugo de San Víctor, Ricardo de San
Víctor y san Buenaventura. Estos nombres y títulos dicen mucho más sobre la
espiritualidad de Lulio que todo lo que pudiera aprender gracias a un moro
latinado, por muy sabio que fuese. La escritura mística de Lulio cae en los
dominios del sensus anagogicus de la exégesis bíblica y busca a Dios
como lo buscaba san Pablo (ad Romanos, I, 20): “Invisibilia enim
ipsius a creatura mundi per ea, quae facta sunt, intellecta conspiciuntur,
sempiterna eius et virtus et divinitas, ut sint inexcusabiles”.
Hugo de San Víctor lo resume en Super Ierarchiam
beati Dionysii: para acercarse a Dios hay que contemplar su obra. El Llibre
de contemplació se articula gracias a este principio, que también anima
muchos versículos del Llibre d’Amic e Amat (1276-1283), donde el
trovadorismo convive con la poesía popular y el Cantar de los cantares. Ese
lenguaje nos espera en Art amativa (1290), Flors d’amors e flors
d’intel.ligència (1294) y Arbre de filosofía d’amor (1298). Que
este es un ingrediente básico de la mística luliana lo han dicho otros y aquí
se recalca; en paralelo, Badia ha aportado nuevos y valiosos datos en Història
de la literatura catalana (2016). El problema queda perfectamente
identificado: ahora toca bajar al detalle, como se ha hecho en san Juan de la
Cruz (Gómez Moreno 2016). Claro está que no es lo mismo trabajar con un
poemario esencial que con un inmenso corpus.
La personalidad de Lulio se entiende mejor con el
trasfondo de la Corona de Aragón. Antes de abrirse a la Christianitas
(conjunto de las naciones europeas en el Medievo), este libro habría
necesitado una parada intermedia que muestre la comunión política y cultural
de los reinos hispánicos. El espíritu franciscano arraigó profundamente en el
siglo XIII, y no sólo en la Corona de Aragón, sino en toda la Península
Ibérica. En ese sentido, convendría citar a Juan Gil de Zamora, tanto por lo
que tiene en común con Lulio como por lo que puede aclarar respecto de
problemas como la presencia de Juan Hispano y el Secretum secretorum
en la obra luliana.
Sabemos que Sancho IV, con quien Lulio tuvo al menos
trato indirecto, vivía rodeado de franciscanos y fue enterrado con su hábito.
En el siglo XIV, el general de la Orden era el gallego Gonzalo de Balboa;
tras él, llegarán los grandes franciscanos de Castilla, como fray Pedro de
Villacreces, fray Pedro de Santoyo y, ya en el siglo XV, san Pedro Regalado.
En los últimos años, se ha estudiado el modo en que el espíritu franciscano
fue calando hondo en la cultura hispánica, particularmente en las cortes
reales y nobiliarias. Un fenómeno paralelo, y en buena medida complementario,
es el de la expansión del lulismo, en su lengua original y en traducción.
En el siglo XV, el reformismo agustino recibió el
refuerzo de las tendencias reformistas de otras órdenes religiosas, con la
franciscana al frente. Esa religiosidad enraizó entre el final de esa
centuria y el inicio de la siguiente gracias a Cisneros, que dio al lulismo
un carácter oficial al incorporarlo a los planes de estudios de la
Universidad Complutense, publicar varias obras del mallorquín en los talleres
asociados y servirse de su ideario para vertebrar la política española. Sobre
el ambiente espiritual de la época, hay una amplia literatura, de la que doy
tres fichas: el inmenso libro de Alain Milhou (1983), los estudios sobre el
Anticristo en España de José Guadalajara Medina (1996 y 2004) y los textos
aragoneses sobre el filium perditionis, recogidos por Eulàlia Durán y
Joan Requesens (1997).
La política común de Aragón y Castilla ayuda a
entender a Lulio. Podemos comenzar con el ataque conjunto de Las Navas de
Tolosa o bien con las campañas coordinadas por Jaime I el Conquistador y Fernando
III el Santo. Más determinante es el pacto castellano-aragonés firmado en
tiempos de Lulio, que delimitó sus respectivas áreas de expansión. En ese
marco, cobran sentido tres figuras equidistantes cronológicamente como son
Raimundo Lulio, Francesch Eiximenis y Alfonso de Cartagena. Del mismo modo,
sus consecuencias se perciben en los dominios de la ficción narrativa, sea en
el Amadís, en el Tirant o incluso en los libros de caballerías
del Quinientos español.
El acuerdo al que me refiero repartía la franja
costera del norte de África entre los dos reinos hispánicos. Sus firmantes
fueron Sancho IV de Castilla y Jaime II de Aragón, de quien Lulio fue
preceptor y mayordomo. El encuentro tuvo lugar en Monteagudo de las Vicarías,
una localidad soriana situada en plena frontera entre Castilla y Aragón (la
raya queda a dos kilómetros del lugar) el 29 de noviembre de 1291. De acuerdo
con este tratado, a Castilla le correspondía toda el área que va desde la
Tripolitana hasta las Canarias; a Aragón, la que abarca de la Cirenaica hacia
el Oriente, de lengua griega y con capital en Apolonia.
Dicho de otro modo, con el mapa de la Hispania
conquistada por los musulmanes a la vista, Castilla debía recuperar el
territorio que va del río Malva o Muluya (a unos 60 km. al oeste de Orán)
hasta Ceuta; por su parte, Aragón debía ocuparse de las tierras que van desde
dicho río hacia el este, que incluyen Bugía, Túnez y Trípoli, ciudades por
las que anduvo Lulio. La Hispania Tingitana quedaba reservada para Castilla;
la Mauritania Cesariense, para Aragón. Por ese motivo, los aragoneses nunca
quitarían la vista de Constantinopla y Tierra Santa; por ese motivo, también,
en el futuro a Alfonso de Cartagena no le costaría demostrar el derecho de
Castilla sobre las Islas Canarias.
En este contexto histórico, la figura de Lulio y sus
proyectos africanos se iluminan de inmediato. En Lulio, el Islam es referente
obligado a lo largo de su vida: desde su infancia, en una Mallorca recién
reconquistada por Jaime I, hasta su muerte, asociada a un último intento de
catequizar a los infieles. Sin duda, Lulio recordaba que fue Diocleciano
(294) quien añadió la Baleárica y la Mauritania Tingitana a Hispania; del
mismo modo, tuvo presente que su frontera estaba en Orán. Si sus pasos lo
llevaron más allá fue porque en ese punto comenzaba la zona de interés que
Aragón había pactado con Castilla.
Sorprende que de Alfonso X no haya mención en el
libro que reseño, aunque sólo sea porque casó con Violante de Aragón, hija de
Jaime I, y porque accedió a que Sancho de Aragón, su jovencísimo cuñado,
fuese arzobispo de Toledo. Del mismo modo, al hablar de Brunetto Latini, no
se alude a su estancia en la corte alfonsí, ni se recuerda que su Trésor
se tradujo al castellano por encargo de Sancho IV. Reténgase, además, que las
alianzas entre reinos por vía matrimonial no sólo alcanzaron a los reyes y
sus herederos directos, sino a sus familiares, caso de don Juan Manuel, que
primero desposó a Isabel y luego a Constanza, hijas ambas de Jaime II. Por
fortuna, los volúmenes de la Història de la literatura catalana al
cuidado de Badia (2015) no dejan de aludir a los demás reinos hispánicos, en
su historia y cultura, cuando es necesario.
No escatimaré elogios a un libro que los merece
sobradamente; sin embargo, tampoco ocultaré mis quejas por el hecho de que
Aragón y Castilla hayan sido metódicamente disociadas desde una perspectiva
histórica y literaria. Este ensayo pone de manifiesto las relaciones de Lulio
con la literatura occitana, francesa y toscana, sin olvidar tampoco las
correspondientes a la franco-veneciana y la pisana. En cambio, se han
eliminado todas las posibles referencias a Portugal y España, como se
comprueba al recorrer el índice. Con ello, se pierde una oportunidad preciosa
para contextualizar íntegramente a Lulio, sin reservas ni ideas
preconcebidas.
Con independencia de lo que uno eche en falta, este
libro cuenta entre lo mejor que haya dado de sí la crítica luliana. Pienso en
los trabajos de Anthony Bonner (1988), Robert D. F. Pring-Mill (1991) y
Villalba i Varneda (2015); y pienso también en Cortijo Ocaña, cuyas ediciones
(la más reciente de 2017) han servido para situar a Lulio en un contexto
aragonés y europeo, en el que lo hispánico no queda fuera, sino al contrario.
A ellos, uno el excelente libro de Aragüés Aldaz (2016), que se sirve de un
gran angular al demostrar el magisterio de Lulio en el uso del exemplum.
Sobre la conveniencia de adoptar este preciso enfoque, remito sin más a
Picone (1985).
ÁNGEL GÓMEZ MORENO
Catedrático de Lengua y Literatura
Universidad Complutense de Madrid
OBRAS CITADAS:
Aragüés Aldaz, José (2016): Ramon Llull y la
literatura ejemplar, Alicante: Universitat d’Alacant.
Badia, Lola (2015): Història de la Literatura
Catalana, Literatura medieval (I, II y III), Barcelona:
Enciclopèdia Catalana – Editorial Barcino – Ajuntament de Barcelona.
Bonner, Anthony (1988): Ramon Llull (Vida,
pensament i obra literaria). En col·laboració amb Lola Badia, Barcelona:
Ed. Empúries.
— (2001): “Recent Scholarship on Ramon Llull”, Romance Philology,
54, 377-392.
Cortijo Ocaña, Antonio, ed. (2017): Ramon
Llull, Vita coaetanea / A Contemporary Life / Vida coetánea / Vida
coetània, Amsterdam: John Benjamins.
Duran, Eulàlia y Joan Requesens Joan (1997): Profecia
i poder al Renaixement. Texts profètics catalans favorables a Ferran el
Catòlic, València: Edicions 3i4.
Gómez Moreno, Ángel (2016): “Teología mística,
anagogía y poesía en san Juan de la Cruz”, eHumanista, 32, 697-726.
Guadalajara Medina, José (1996): Las profecías
del Anticristo en la Edad Media, Madrid: Gredos.
— (2004): El Anticristo en la España medieval,
Madrid: Ediciones del Laberinto, s. l.
Milhou, Alain (1983): Colón y su mentalidad
mesiánica en el ambiente franciscanista español, Valladolid: Universidad
de Valladolid.
Picone, Michelangelo (1985): Il racconto,
Bolonia: Il Mulino.
Pring-Mill, Robert D. F. (1991): Estudis sobre Ramon Llull (1956-1978).
A cura de Lola Badia i Albert Soler, Barcelona:
Curial Edicions Catalanes – Publicacions de l’Abadia de Montserrat.
Todorov, Tzvetan (1977): Théories du Symbole, París: Éditions du
Seuil.
— (1978): Symbolisme et interprétation, París: Éditions du Seuil.
Villalba i Varneda, Pere (2015): Ramon Llull.
Escriptor i Filòsof de la Diferència (Palma de Mallorca, 1232-1316),
Bellaterra: Universitat Autònoma de Barcelona.
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Los diez años que median entre “Oficio
de tinieblas 5” y “Mazurca para dos muertos” están más que justificados.
“Mazurca” se disputa con “La Colmena” y “San Camilo 1936” ser la obra más completa
y trascendente de su autor. Si a la publicación de “La catira” siguió la
concesión del Premio de la Crítica de la Narrativa Española, “Mazurca” trajo de
la mano el prestigioso Premio Nacional de Narrativa. Cuatro años antes, en
1980, le había sido impuesta a Cela la Gran Cruz de Isabel la Católica, y desde
hacía un cuarto de siglo ocupaba el sillón Q en la Real Academia Española de la
Lengua.
Publicada por Seix & Barral en
1983, supone la primera incursión literaria de envergadura que don Camilo hace
en su Galicia natal, y que habría de significar el inicio de una trilogía. Si la “Mazurca” se
sitúa en la Galicia interior, “La Cruz de San Andrés” lo hará más tarde en la Galicia urbana coruñesa y
“Madera de boj” tendrá su marco en la costa gallega.
Gaudencio Beira, el acordeonista ciego
que ambienta con su música el prostíbulo de la Parrocha, vetaba a quienes se lo
solicitaban la interpretación de una mazurca: ‘Ma pettite Marianne’. Sólo en
dos ocasiones lo hizo por propia
voluntad e ininterrumpidamente hasta el amanecer: el 26 de julio, día de San
Joaquín, de 1936, cuando Fabián Minguela asesinó cobardemente por la espalda a
Baldomero Gamuzo, ‘Afouto’, y el 30 de noviembre de 1939, festividad de San
Andrés, día en que Tanis Gamuzo consiguió vengar a su hermano. Las dentelladas
de sus perros dieron muerte al ‘Moucho’, que con tal sobrenombre era conocido
Fabián en aquellos lares, en los que no era sino un extraño y
donde nunca debió
llegar ese ‘búho’
traidor, ave de rapiña
que ataca a la presa confiada, amparado en la oscuridad.
A lo largo de la obra no se pierde
ocasión para descalificar a Fabián, el asesino, ese ‘medio maragato’ que, como
todos los Corroupos, no se libra de tener
una chapeta de piel de puerco en la
frente. Los Corroupos vinieron
volando desde el otro mundo y ahora crecen como el pan de lobo, esa hierba
triguera que estorba el crecer de las espigas. Tiene Fabián todas las
características del hijoputa, y eso que es
difícil que alguien pueda tenerlas todas,
pues siempre han de faltar un par de ellas: frente buida, cara pálida, barba
de parroquias, manos blandas, húmedas y frías, mirar huido, voz de flauta, pijo
flácido y doméstico, y avaricia.
Atavismo justiciero, leíamos. La
venganza es –así lo entiende el pueblo-
una acción de justicia. Ojo por ojo, diente por diente, sangre por sangre. Al que vierte sangre se le envenena la sangre y acaba ahogado en
sangre. Y además no tiene escape porque todas las puertas del mundo se le
cierran –leemos-. Al que vierte la
sangre Dios le corta la sangre y lo degüella o lo hace morir echando sangre por
la boca, Dios no perdona al criminal y aunque se esconda debajo de las piedras
lo encuentra siempre, Dios tiene mucha memoria y por eso inventó el infierno.
La voluntad de venganza está presente a lo largo de toda la obra. Quiere
justicia Loliña Moscoso, la viuda, que mantuvo
encendida la llamita de la ley del monte, el que la hace, la paga. ¿No lo hizo?
–dice-, pues que la pague, nosotros
no tenemos por qué perdonar la sangre.
Jura venganza Ádega, la desconsolada madre, que no encontrará descanso hasta
ver caer
el castigo sobre
el asesino y su
familia: El muerto que mató
a mi difunto ya no descansó
jamás, ni en esta vida
ni en la otra, la sangre
ahoga la sangre, es la ley del monte. La familia del muerto que mató a
mi difunto no era de por aquí,
pero bien sabe Dios que tuvo tiempo de aprender la costumbre. Tampoco
descansará la familia ni cuantos en el pueblo condenan la traición. Todos
recuerdan la cobarde alevosía del Moucho: Fabián
Minguela no quiere seguir gastando la suela de las botas, se queda un par de
pasos atrás y le pega un tiro en la
espalda a Baldoermo Afouto; ya en el suelo, le da otro tiro en la cabeza.
Tampoco olvidan, y se sienten orgullosos, la dignidad de su hermano, su amigo o
su paisano: hace un esfuerzo y muere sin
solo un quejido, tarda en morir pero muere con dignidad y sin dar ni calma ni
consuelo ni alegría a quien lo matara. Porque Baldomero Marvís, al
contrario que su asesino, era valiente
como un tigre de Singapoore o el lobo de la Zacumeira, tuvieron que matarlo por
la espalda y con la manos atadas porque de frente y suelto no se hubieran
atrevido. Por eso, porque no olvidan, veintitrés hombres se reúnen el día
de difuntos del 39 en casa de la señorita Ramona, prima de Raimundo el de los Casandulfes, para
deliberar sobre quién, cuándo y cómo hará justicia en nombre de todos. Las mujeres se van a la cocina, ninguna
queda escuchando detrás de la puerta porque son los hombres los que disponen de
las vidas de los hombres y las mujeres lo saben y respetan los usos, hay
pleitos de los que las mujeres no pueden hablar más que en la cama, con un solo
hombre y tampoco siempre. Explícita declaración de machismo de la que habrá
que disculpar a Cela, él solo se limitó a reflejar lo que era sentir común en
el tiempo y lugar en que suceden los
hechos.
La Guerra Civil española es
el telón de fondo, el contexto histórico y social en que se desarrollan los
hechos que en “Mazurca” tienen lugar. El enfrentamiento cainita entre españoles
cobra especial relevancia mediada la
novela, y son a partir de entonces densas y frecuentes las reflexiones que Cela
introduce sobre aquél. Se inician con las noticias que llegan a la taberna de
Rauco sobre la sublevación de las tropas en Marruecos y las informaciones
entreveradas de marchas militares y pasodobles toreros que se vierten en la
radio. Se perciben –siempre desde la perspectiva del bando ‘nacional’- las
consecuencias de este pleito entre
españoles: una matanza en la que nadie va a librar el cuero. Se anuncia
el irresistible alzamiento y la
deserción del gobierno de Madrid, ese conjunto
de mamarrachos y farsantes que han dejado el poder en manos del comunismo.
Se reconoce el fervor nacional que se
ha instalado en La Coruña, y se ofrecen datos concretos sobre fusilamientos,
aportaciones voluntarias, incorporaciones a filas… Se ponen en boca de
distintos personajes una serie de reflexiones sobre el conflicto. Es Raimundo
el de los Casandulfes quien se manifiesta más y con mayor vehemencia: Aquí va a haber muchos crímenes, ya los está
habiendo, y mucha estupidez… ¡pobre España!... Hay momentos
en los que el hombre se siente orgulloso de su vulgaridad y presume
de burro y de ignorante,
son los tiempos peores y también los más dramáticos y sangrientos, los mediocres no perdonan y
disfrazan a Dios a su imagen y semejanza, lo visten de clown o de alabardero,
podemos retroceder cien años pero hay que callar, no merece la pena querer
llevarle la contraria a las mareas. Habla Raimundo de los ‘emboscados’, esos hijos de puta muy cobardes que lo que
quieren es medrar con disimulo… nada les
importa ir sembrando el camino de calumnias, de dolor y hasta de muertes… vale
todo, la delación, la insidia, la confidencia… Los emboscados se ciscan en los
calzones de miedo, pero cuando esto termine serán los escribientes los que
manden, ya lo verás, los jurídicos y los de prensa y propaganda. Ellos, los
‘emboscados’, ganan dinero y salvan el
alma, nosotros no salimos de pobres y
nos jugamos la vida, y a veces la perdemos, pero eso no importa… Al toro bravo
(esta apreciación aparece también en “San Camilo 1936”) lo gobiernan siempre los cabestros, eso está más claro que el agua.
España es un cadáver, Moncha –le dice
a la señorita Ramona- …lo que no sé es el
tiempo que tardaremos en enterrarlo, ¡ojalá me equivoque!, ¡ojalá no esté
muerta sino desmayada y pueda despertar! …los españoles tenemos que hacer
enormes esfuerzos y gastar muchas energías para evitar que nos maten los otros
españoles. Y en otra ocasión, cuando Catuxa le pregunta: ¿Y qué hacemos con los muertos?, la
respuesta de Raimundo es de aceptación, pero en ningún caso de resignación: Las tres cosas de siempre –responde-:
enterrarlos con la cara lavada, rezarles un padrenuestro y vengarlos, la muerte
no se puede repartir de balde.
A la señorita Ramona no se le alcanzan
las razones de tal enfrentamiento: No
entiendo nada de lo que pasa… ¿para qué tanta sangre? […] Puede que sea noble la guerra con los
extranjeros si se meten en casa… ¡pero por un pensamiento que a lo mejor es
mentira y entre españoles! ¡Esto es cosa
de locos! […] Lo único que
quiero es que pronto le veamos el fin a esta locura. Robín Lebozán, que no está
dispuesto a presentarse voluntario
–ya llamarán a su quinta- no oculta a Ramona su preocupación: Estoy muy asustado, Moncha, más asustado que
tú, pienso que dentro de cincuenta años la gente todavía andará dándole vueltas
a esta locura, esto es una locura y con todos estos farsantes heroicos y
religiosos y políticos hay que andarse con cuidado porque no piensan. Y en
otra ocasión en que conversan sobre el tema, le comenta cuál es el pensamiento
de su tío Claudio: España no es un matadero, esos falsos héroes de
mierda no quieren trabajar y prefieren correr la aventura, propiciar el milagro
y desafiar a Dios y a sus designios. A ti lo más que te puede pasar es que
pierdas la vida, todos hemos de perder la vida tarde o temprano, pero ellos
perderán la dignidad… porque después de la aventura vendrá el hambre… y después
la miseria de las almas, la almoneda de las conciencias.
Tremenda, dentro de la simplicidad del
relato, la situación -¿real o ficticia?- vivida por la madre de un condenado.
La trascribimos literalmente: A Mamede
Pedreira lo condenaron a muerte porque lo cogieron con armas en el monte, ese
es un delito muy grave, su madre se puso en una curva por donde iba a pasar
Franco y le tiró un papel pidiéndole el indulto, los escoltas creyeron que era
una bomba y la mataron, entonces Franco, cuando leyó el papel, lo indultó y le
cambiaron el garrote por treinta años de presidio. El suceso, aunque
circunstancial –calificarlo de anecdótico resultaría irrespetuoso-, pone de
manifiesto lo terrible de aquella zurra
bárbara y dolorosa y ciega –de tal se califica y de castigo de Dios, el doloroso enfrentamiento que zarandeó a España en aquellos aciagos días.
La muerte, elemento por lo general muy
presente en la novelística celiana, en “Mazurca” se convierte en denominador
común de cuanto recogen
sus páginas. Dos muertes, la de ‘Afouto’ y la del ‘Moucho’, abren y cierran un paréntesis teñido
de sangre, que encierra el dolor y
el resentimiento de un pueblo y
él trágico enfrentamiento de toda una nación. La muerte es una necedad habitual, una costumbre, que ha
de llegar por el natural discurrir de la vida. Mas cuando el hombre la
precipita, la necesidad de venganza la convierte en una cadena sin fin de
muerte movida por la inercia. El último
muerto no murió todavía –comenta con tristeza Robín Lebozán, uno de los
personajes más críticos con la guerra que le ha tocado vivir-, siempre hay un muerto pendiente en esta
cuenta de nunca acabar.
Cuando el lector avanza en la lectura
de “Mazurca”, no puede evitar sentirse en contacto con la tierra, envuelto en
bruma y humedad. La contemplación del paisaje hace aminorar el paso, y el ritmo
acompasado, musical -como el de la mazurca-, invita a detenerse, a acomodarse
entre la fronda y alzar la vista al horizonte, donde la tierra es del mismo color que el cielo, entre blando verde y blando
gris ceniciento, y donde la raya del
monte lleva ya mucho tiempo borrada, se borró el día en que asesinaron a
Afouto. Porque desde entonces la tierra y el cielo se conmovieron y no han sido
capaces de disimular su tristeza. Y porque por
estos montes rodaron cabezas y vilezas pero también lágrimas, muchas lágrimas…
y el verde blando y el gris ceniciento y blando sirven de cobijo a la raposa y
al lobo, la guerra estranguló al lobo… la guerra fue del hombre contra el
hombre… y ahora la silueta del hombre es
triste y está como avergonzada.
Soledad, tristeza, melancolía,
representadas en la lluvia que cae con parsimonia, con monotonía, en una
cadencia rítmica, suave, permanente. Lluvia que aparece con frecuencia en el texto, como por sorpresa, y
que pone un paréntesis de serenidad allá donde la tensión del relato o el
sentimiento apasionado amenazan con acelerar el ritmo y romper la pretendida
armonía. Llueve con lentitud, con
mansedumbre, con monotonía, sin principio ni fin…, y la raya del monte se borra
detrás de la lluvia silenciosa. Llueve
con cortesía, amor y serenidad sobre el campo verde y desierto, sobre el
centeno y el maíz, a lo mejor llueve sin galana serenidad… porque también a la
lluvia le han robado su aire. Llueve sobre la tierra del monte y sobre el agua
de los regatos y de las fuentes, llueve sobre los tojos… Llueve como toda la
vida y aun como toda la muerte, llueve como en la guerra y como en la paz,
da gusto
ver llover sin
que se sienta el fin, a lo mejor
el fin de la lluvia
es el fin
de la vida,
llueve a Dios dar, como antes de
que se inventara el sol, llueve con monotonía
pero también con misericordia, llueve sin que el cielo se harte de
llover.
Dejando a un lado el contenido y
pasando a la estructura, observamos que aunque en esta novela se percibe el
desarrollo de un relato continuado en el tiempo, y un espacio identificable, el
texto se halla fragmentado por completo, y sus piezas desordenadas y como
barajadas con clara intención. El lector tiene la sensación de encontrarse ante
un puzzle voluntariamente revuelto después de construido, que deberá ir
recomponiendo en su mente a medida que avance en su lectura. Pinceladas firmes,
coloridas y certeras, de un cuadro que el lector habrá de reconstruir hasta
conseguir tener ante sus ojos la imagen que el autor quiso ofrecer.
Respecto al estilo, hemos de reconocer
–resulta reconocible en cualquiera de las obras de Cela- el exquisito cuidado
del lenguaje, tanto en lo que a la adecuada utilización del léxico como a la
correcta construcción sintáctica se refiere.
Tampoco
el amplio elenco de personajes y su variopinta condición pueden extrañar a
quien, con mediana extensión, conozca la obra celiana. Como acostumbra el
autor, también en esta novela nos presenta muchos y muy distintos hombres y mujeres,
de diferentes edades, caracteres, criterios, tendencias o dedicación. Ciertamente,
en todo momento el narrador heterodiegético se identifica de tal manera con el
momento, el lugar y los hechos descritos, que resulta identificable. Cela es
algo más que simple espectador. De hecho, en determinados pasajes decide pasar
a escena y desde el texto hacer un guiño al lector. Algo así como la recurrente
aunque fugaz presencia que Hitchcock acostumbra hacer en su filmografía. En
esos casos, no es únicamente por lo que pone en boca de sus personajes o por las disquisiciones y comentarios del
narrador por lo que reconocemos al
autor, sino que su presencia física se hace evidente. El artillero Cela, herido
en el frente de Logroño y trasladado al hospital militar de La Coruña. Él y su
amigo Raimundo el de los Casandulfes tenían allí sus camas juntas. Curiosa la
forma en que el propio Cela refiere el momento en que recibió
la herida en el pecho, ¡Dios,
qué zurriagazo le retumbó la nuca! Y curioso también, el
episodio protagonizado en el hospital,
cuando tres ‘margaritas’
–enfermeras con uniforme de requeté que les cuidaban- visitaron la sala nº 5 y
quisieron condecorarle con un escapulario del Sagrado Corazón que habría de preservarlo de todo mal. La reacción de
Cela, la que de
su peculiar sentido
del humor cabía
esperar: “No, no, muchas gracias, se lo pido por favor, yo llevaba uno prendido con un
imperdible en la guerrera y aún no hace
un mes me lo sacaron por la espalda,
se lo digo con todo respeto, señorita,
pero para mí que el Sagrado Corazón es gafe”. Por cierto, doña María Rosa
Urraca Pastor, jefa de las ‘margaritas’, aunque quedaba un poco talluda, al artillero Camilo le gustaba mucho. Y en un momento de especial tensión, cuando veintidós hombres se reúnen para
deliberar sobre la venganza contra Fabián Minguela, uno de ellos es el propio
artillero Camilo.
Otro don Camilo aparece también en la
novela, al que, por lo que se da a entender, se trata de relacionar con el
artillero del mismo nombre. ¿Su abuelo, quizás? De él dice Ádega, la madre del
difunto Afouto, que viene de peleones.
Tuvo que apartarse a Brasil por haber
dado muerte al molinero Xan Amieiros, de un machetazo en el costado. Manecha Amieiros, hermana de Xan,
fue la real hembra, bien plantada, con
las piernas largas y el pelo como
la seda, con quien el abuelo Camilo tuvo amores muy sonados que acabaron en
sangre. No marchó para Brasil sin antes despedirse de su novia Teresa y
prometerle buscarla a su regreso, promesa que luego cumplió. Desde Brasil
le envió una foto, para aliviar
ausencias. A Manecha le puso una fonda, y prosperó. A don Camilo, Marcos Albite,
que talla la madera con mucho estilo,
le regaló una imagen con el santo de su nombre.
Dentro del dramatismo general que
impregna la novela, Cela introduce momentos de distensión. Ya hemos hablado del
efecto que las referencias al paisaje o a la caída parsimoniosa y solemne de la
lluvia tienen en
este sentido. Pero
hay ocasiones en que este papel corresponde –así parece pretenderlo
el autor- a la humorada manifiesta. Tal, la historia de Manueliño Remeseiro,
encarcelado por matar a uno de
un palo en una romería, que empolló
un huevo de cuervo en el sobaco, todo
es cuestión de
estarse quieto para que no
escache. Sorprendente el suceso protagonizado por Mamerto Paixón,
‘Mamertiño’, el domingo de pascuiña
del año 1935: se
calzó las alas de su máquina voladora y, ¡zas, se lanzó al vacío, pero
en vez de salir volando cayó a plomo sobre el santo suelo […] ¡Calma, calma, -predicaba don Romualdo, el
cura-. Está recién confesado y comulgado y se va al cielo derecho, ponedle una
piedra de almohada y dejadlo respirar en paz y en gracia de Dios… ¡Preparado
como en este momento no volverá a estarlo
nunca! E igualmente
sorprendentes e hilarantes, más por la forma de descripción que por el hecho
mismo, las modalidades de suicidio que llevaron a cabo don Clemente Bariz
Carballo y don Venancio León Martínez. Don Clemente, industrial que había
ganado muchos cuartos con el wólfram, se
fue hartando poco a poco, que es la peor manera, y un día que ya no pudo más
cargó la escopeta con postas de lobo, se sentó bien sentadito y cómodo en la
butaca de la sala, se metió los dos cañones en la boca, apretó el gatillo y se
saltó la cabeza en cien pedazos, el más grande era como una ciruela claudia,
los sesos se le quedaron pegados a la lámpara, hubo que limpiarla con sidol.
Don Venancio, actuario mercantil, llegó
al cementerio a eso de las seis de la tarde, se arrodilló ante la sepultura de
sus padres, don Miguel y doña Adoración, y les rezó un rosario con mucha calma,
misterios dolorosos, nada de misterios gozosos o gloriosos; cuando empezó a
oscurecer se metió en un nicho, se quitó los pantalones y los calzoncillos, se
sobó las pegajosas partes humilladas y se bebió el veneno con una botella de
vino de Franco Española, la bodega no queda lejos, don Venancio ya no volvió a
abrir los ojos pero se conoce que hizo algún extraño porque se le salió la
dentadura postiza.
Grotesca la actuación de Tío Cleto: cuando ya las tenía muy nerviosas a tía Jesusa
y tía Emilita, les soltó un pedo descomunal, un cuesco
demoníaco y retumbador, y
entonces tía Jesusa
y tía Emilita rompieron a llorar
con desconsuelo. -¿Cómo si fuera el fin del mundo? –Pues sí, una cosa así.
Y de risa –si no fuera para echarse a llorar, conociendo la penuria real de aquellos
años- el añadido a la esquela mortuoria del Ilmo. Sr. don
Jesús Manzanedo Muñiz, Adorador nocturno veterano, Esclavo de mérito de
Nuestro Padre Jesús, Abogado y procurador de los tribunales…: Vale por un kilo de pan que podrá recogerse
en un plazo de siete días en el horno de San Cosme, limosna que se reparte en
sufragio del alma del finado.
ÁNGEL HERNÁNDEZ
EXPÓSITO
Maestro, doctor en Ciencias de la
Educación y estudioso de Cela
LOS SEIS MILAGROS DEL DIOS AMOR
¿Cuál
es la perspectiva desde la que vamos a considerar a Dios?
La filosofía, en su más alto nivel de
reflexión, que es la metafísica u ontología, distingue a Dios de todos los
seres existentes llamándolo “Ser autosuficiente”, que existe por sí mismo desde
siempre y para siempre, a diferencia de las realidades sensibles, todas ellas
contingentes. No buscaremos a Dios por el sendero de la ontología, porque se
nos antoja una vía intelectualista e impersonal.
Mucha gente prefiere relacionarse con Dios a partir de la vida histórica, personal y colectiva. Son los sucesos históricos, y en especial los hechos dolorosos y angustiosos, los que empujan con fuerza a los seres humanos a dirigirse a Dios como al Omnipotente que puede liberarles de las desgracias y adversidades de la existencia. Tampoco vamos a acogernos al amparo de este Dios-solucionador de los males humanos, porque se trata de una mediación utilitarista de la Divinidad y porque no vemos que semejante Dios impida al menos las grandes injusticias que se cometen (guerras, hambrunas, abusos de todo tipo, injusticias sangrantes…).
Nuestra
opción a la hora de considerar a “Dios” es la del Dios de Jesús de Nazaret.
Todos sabemos que la muerte de Jesús en una cruz significó un fracaso rotundo
para él, para sus discípulos y para cuantos fueron agentes activos o testigos pasivos
de una muerte como la que tuvo el predicador de Galilea. Sin el acontecimiento
real de la resurrección de Jesús de entre los muertos por parte de Dios Padre,
tal como Pablo y los primeros discípulos lo testimonian, el carácter
escandaloso y humillante de una muerte por crucifixión habría sepultado la
figura del Crucificado en el olvido histórico, ninguno de sus seguidores habría
creído en Jesús como el Mesías prometido, nadie habría hecho suya la causa del
inminente “Reino de Dios” anunciado por Jesús…
Pero
el hecho escatológico de la resucitación de Jesús muerto y sepultado por
iniciativa de Dios fue el acontecimiento que cambió por completo la manera de
pensar y de valorar de los primeros cristianos sobre la persona y la misión del
Nazareno. El resultado está en los Evangelios,
donde encontramos un amplio espectro de pasajes históricos, pero también
afirmaciones y relatos de fe en la mesianidad y hasta en la divinidad de Jesús,
escritos décadas después y siempre a la luz del hecho Pascual de la
resurrección real de Jesús.
No
vamos a reseñar en este punto las numerosas interpretaciones nuevas que el NT en general y los Evangelios en particular introducen en los textos sagrados sobre la
identidad personal y la obra históricas de Jesús. Solamente nos fijaremos en la
sorprendente interpretación que los primeros cristianos llevaron a cabo sobre
la manera de amar del Jesús prepascual convirtiendo a un hombre bueno y
solidario en un hombre capaz de amar prácticamente al prójimo de modo
altruista, o sea, como Dios Padre puede hacerlo y lo hace en la historia de la salvación.
Cuando Juan define a Dios como Amor (1 Jn 4,8.16), no deduce esa afirmación del
firmamento purísimo de las ideas, sino que esas palabras definidoras de Dios
están pronunciadas a partir de la observación y enjuiciamiento del Amor
altruista de Jesús en su vida y en su muerte históricas. (Leonardo Boff titula
de este modo tan categórico el capítulo 10 de su libro Jesucristo, el liberador: “¡Así de humano solo puede serlo el mismo
Dios! Jesús el hombre que es Dios”).
La
gran aportación reveladora de Jesús sobre Dios es que Dios ama altruistamente.
Esta original revelación del Dios Amor Jesús la expresa humanamente, según los Evangelios, en su manera de relacionarse
con los “otros” de su entorno (familiares, vecinos, discípulos, discípulas…),
con los “más otros” de su sociedad (pobres, enfermos, pecadores, paganos,
mujeres, niños…), y con los “máximos
otros” de su tiempo (rechazadores, inquisidores, prepotentes religiosos,
vengadores, odiadores, torturadores, crucificadores…).
Además
del Amor altruista de Dios que Jesús trasparentaba humanamente en sus palabras
y en su conducta para con los “otros”, hay que resaltar otra característica del
Dios que se mueve con Amor altruista: su Amor “primero”, su anticipación a los
seres humanos en el origen, en el devenir y en la culminación de la historia de
la salvación. (El papa Francisco, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, n. 24, se refiere a
esta segunda característica del Amor divino echando mano de un neologismo: “«Primerear»:
sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el
Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10)…”).
En los siguientes artículos hablaremos de seis acontecimientos que se deben única y exclusivamente al Dios que nos ama altruista y “primeramente”. Esos seis acontecimientos son otras tantas intervenciones del Dios Uno y Trino llevadas a cabo sin colaboración humana y por eso mismo podemos hablar en sentido estricto de auténticos milagros divinos.
Termino
este artículo introductorio con el enunciado de los seis milagros del Dios
Amor: el milagro de la creación “ex nihilo”; el milagro de la encarnación del
Hijo unigénito del Padre; el milagro de la vida pública y de la muerte del Hijo humanado del Padre; el
milagro de la resucitación de Jesús de entre los muertos; el milagro del envío
del Espíritu vivificador a la historia presente; y el milagro de la
resurrección universal de los muertos.
Eduardo Malvido
Maestro, catequista, teólogo
De re lasalliana
Nota previa:
El presente curso deseo ofrecer a los
lasalianos una visión de la actual situación del Instituto –sus miembros, sus
obras- sobre todo en España, en lo que llamamos ya el Distrito ARLEP. A sugerencia de CUR comienzo por expresar la
experiencia vivida en la Ruta del
Fundador celebrada durante el pasado
mes de mayo con el grupo de Hermanos del
CELTE.
Reims. Puerta del encuentro entre el Sr. Nyel y La Salle. |
Esta “vieja ruta” ha sido una peregrinación a unos lugares
conocidos pero que este año me han
impresionado más, me han llegado más hondo, después de haber considerado la figura de Juan de La
Salle, ya mayor, justo en un tiempo
en el que yo trataba de aprender a serlo… Las presentes notas son sólo un
pálido reflejo de una intensa vivencia interior…
1 REIMS: los orígenes
Aquí empezó todo. El sacerdote Juan
Bautista, seguro en su vocación y decidido a emprender una forma de apostolado
adecuada a su estado y a su categoría,
se vio involucrado, extraña e impensadamente,
en el cuidado y en la orientación de unas incipientes escuelas. Eran,
como él diría más tarde, los extraños caminos de Dios, aunque en este caso no veía
con claridad la llamada de Dios a fundar una Congregación, sino que fue
conducido insensiblemente por caminos
que le llevarían a situaciones
insospechadas para él.
Reims. Hôtel de la Cloche, patio interior y escalera de la torre. |
Reims es hoy memoria y evocación. Una memoria viva a través de las comunidades de Hermanos
y un centro escolar. Una memoria icónica en la catedral –catequesis en piedra-, en la capilla donde fue ordenado,
en San Remigio, escenario de su oración intensa y prolongada. Y es evocación de aquel encuentro
aparentemente inocuo con Nyel y del proceso que después se generó… Es evocación de las tres primeras escuelas
del Instituto, al lado de tres parroquias hoy todavía vivas. Y evocación
también de los grandes hechos de la vida de Juan Bautista y de las grandes
decisiones que fue tomando de una forma sencilla, como natural… Es evocación de
los hechos que propiciaron los orígenes y que fueron expresión de las actitudes
fundamentales de Juan Bautista: entrega, renuncia, compromiso, aceptación de lo
que, al fin, consideró “obra de Dios”. Evocación también de nombres y lugares
que fueron acompañantes y escenario alternativamente en la creación de esa
“obra de Dios”: A. Nyel, N. Roland, P. Barré, Hôtel de la Cloche (hoy llamado
“Hôtel de la Salle”), Rue Neuve, Rue Sainte Margarite…
El Hótel
de La Salle sigue mostrando en su fachada la nobleza de antaño,
y en su interior, una comunidad de Hermanos, expresión de acogida y ejercicio símbolo de fraternidad universal.
Pero la casa natal de SJB de La Salle es presentada hoy al peregrino como un
muestrario del carácter internacional del Instituto lasaliano más que como
recuerdo vivo de un hogar del siglo XVII y como lugar entrañable de la vida
infantil de Juan Bautista de La Salle. La preocupación de los diseñadores de
este espacio por el presente parece haber difuminado (u ocultado) la historia. Y esa casa es, sobre todo,
historia, aunque historia viva. Quizás por eso yo no sentí lo que esperaba…
2 PARÍS o el
crecimiento interior
Desde Reims la
peregrinación se dirigió, como en otros tiempos hiciera Juan Bautista, a la
capital de Francia, París. Aquí rememoramos –yo especialmente- ese tiempo de
creatividad y de riesgo, de lucha y de triunfos, aunque también de “fracasos”.
Aquí, junto a los ideales nunca rebajados de Juan Bautista –ideales de crecimiento,
de compromiso, de fidelidad a la
intuición primera- , Juan Bautista se dio de bruces con la realidad: una
realidad no indiferente, sino hostil;
una oposición que generaba lucha, pleitos en los tribunales, amenazas físicas,
incomprensión eclesiástica, envidias… Todo ello, sin embargo, germen y estímulo
de “crecimiento interior”
Parmenia. Casa de retiro. |
Aquí también rememoré
y experimenté yo el gozo de la fundación de las escuelas (Rue Princesse, Saint Placide,
Rue du Bac…), la continua búsqueda de autenticidad o el encuentro de un
lugar de sosiego y paz (Vaugirard).
Nuestra celebración eucarística en Saint
Sulpice significó la evocación emocionada de toda la síntesis de la vida de
La Salle en la capital de Francia… antes de sufrir su complejo de culpabilidad,
su depresión y antes también de
emprender la “huida al Sur”.
Y con él sentí la soledad personal y la quietud de Parmenia,
la inmensidad de los horizontes alpinos, la tentación
de la Grande Chartreuse… y el tiempo de
paz escolar y fraterna que gozó con los
Hermanos en Grenoble.
Creo que viví Rouen como algo parecido a lo que
intensamente sintió, ya casi anciano, Juan Bautista, después de su “huida” al
Sur, de su tranquilidad en Parmenie:
“refugio, fuente de consuelo y de paz”. Era la luz después del túnel… Pero al
mismo tiempo, el lugar de la vejez del Fundador de los Hermanos, que culmina,
con su labor creativa, una larga vida de fecundidad.
Iglesia de la casa de Saint Yon. |
En Saint Yon el Fundador experimentó el
crecimiento, casi la plenitud de sí
mismo y del Instituto; de igual modo el aumento de vocaciones y la sensación de
continuidad en positivo, con la celebración del Capítulo General y la elección
de un Superior General en la personas del H. Bartolomé; en St. Yon experimentó Juan Bautista una gran fecundidad: fecundidad pedagógica cuyas muestras indiscutibles
permanecen en sus escritos; fecundidad
espiritual, para sí y para los demás, con la creación del “Método de
oración”; y fecundidad pastoral, atento a las
necesidades de los suyos (Hermanos) pero también de cuantos acudían a pedir
consejo o a revitalizar su vida espiritual, su vocación religiosa…
Rouen es hoy un recinto pedagógico
estatal, oficial y laico. Durante muchos años ningún pie eclesiástico ha hollado
este sagrado espacio conquistado por
la laicidad. Algunos lasalianos, desde los años noventa del siglo pasado sí
hemos tenido la dicha de penetrar en sus muros y recorrer aquellos ámbitos que
rezuman historia, una historia peculiar, de un tiempo definitivo.
San Remigio. |
Pero Rouen,
la ciudad y no sólo St. Yon,
conserva el espíritu y el fervor lasalianos no solo en los restos históricos sino en los
seguidores del Señor de La Salle, en sus hijos espirituales que viven todavía
su carisma y que se preparan ansiosos para celebrar el tricentenario de su
muerte en el ya próximo 2019. La
eucaristía celebrada por el CELTE en el Pensionado del Sagrado Corazón, acompañados
por el director del mismo, Mr. Cristophe, un joven y entusiasta lasaliano, fue
como el pistoletazo de salida para la
celebración de dicho tricentenario: será un tiempo de celebración de la muerte
de San Juan Bautista de La Salle que nos ayudará a mantener viva su memoria.
TEÓDULO GARCÍA REGIDOR
Profesor del Centro Universitario La Salle
TRES MIRADAS
Vista al presente
Vista al pasado
Vista al futuro
Nada es ganado
Nada es seguro
Ni consistente
Sin un consciente
Mirar pausado
A esos tres hitos
-Ay, hoy marchitos-
Del tiempo usado
Para vivir
Con mesurado
Temple viril
Que ánimo fuerte
Hasta la muerte
Nos dé Templanza
Fe y Esperanza
De Eternidad
En todo caso
Y paso a paso
Serenidad
Sin liviandad
Que el tiempo ciego
Mudo al trasiego
De toda edad
Nos coja en vuelo
Alto hacia el cielo
De la bondad.
Apuleyo Soto
Me
los he transitado casi todos
a
pie enjuto y a nado y a automóvil
con
el único afán y único móvil
de
placerme en sus aguas y recodos.
los
he visto pasar y detenerse,
templarse,
desviarse, enfurecerse,
dar
de beber, cantar y regar calles.
Riaza,
Duratón, Eresma y Cega
son
los brazos más largos que he seguido
jugando
como a la gallina ciega.
Pero
toqué su fondo, letraherido,
y
en tan plácida y cándida refriega
quedó
mi corazón, ¡ay!, retenido.
FACTORES QUE INTERVIENEN EN EL EQUILIBRIO
Las
fluctuaciones en el mantenimiento de un equilibrio serán indicativas de su grado de estabilidad. Éste solamente es aplicable al tipo de
equilibrio semiestable. En los demás
tipos, se tiene o no se tiene equilibrio, sin más. En el equilibrio
semiestable, además de intervenir unos factores objetivos, pueden realizarse
correcciones ante la pérdida del equilibrio con el trabajo muscular equilibrador.
Los factores objetivos que van a establecer, en principio, un
mayor o menor grado de estabilidad en el equilibrio son: base de sustentación,
altura del centro de gravedad a la superficie de apoyo y peso del individuo.
Los dos primeros pueden ser modificados por la persona con sus acciones; el
tercer factor, peso, servirá principalmente para establecer comparación en
cuanto al grado de estabilidad entre dos personas.
Base de sustentación
Los
equilibrios semiestables tienen la
base de sustentación por debajo del centro
de gravedad de la persona. Cuanto mayor sea dicha base, mejor se mantendrá el
equilibrio, a igualdad de los demás factores.
Si existen dos o más superficies de apoyos, la base quedará establecida por el polígono que resulte de unir los puntos de apoyo contiguos. Tendremos entonces que cuanto mayor sea el área del polígono establecido mayor será la estabilidad del equilibrio.
Altura desde el centro de gravedad a
la base de sustentación
Cuanto mayor
sea la distancia del centro de gravedad a la base de sustentación
(altura), menor estabilidad tendrá el equilibrio corporal. Altura y base de sustentación
son pues, factores inversamente proporcionales.
La altura del CDG corporal podemos variarla con los cambios de postura. Pondremos varios ejemplos: el equilibrio de pie será menos estable con los brazos en alto que con ellos bajados y pegados al cuerpo. El equilibrio en apoyo de brazos invertido (el popular pino) se mantendrá con mayor facilidad si las piernas están abiertas que si están cerradas y con rodillas extendidas, puesto que la abertura de éstas hace descender el centro de gravedad. La flexión de rodillas en la posición de pie favorece el equilibrio puesto que también desciende el centro de gravedad.
Cuanto más pese una persona, mayor
será su grado de estabilidad, a igualdad de
los demás factores. Con más peso, será más difícil perder el equilibrio
porque al ser mayor el vector peso, las fuerzas desequilibrantes también
deberán ser mayores. Una persona cargada
con objetos de un peso significativo, como pueden ser bolsas de la compra,
dispondrá de mayor estabilidad que si no llevase dicha carga.
Francisco Sáez Pastor
Universidad
de Vigo
.
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