ENCUENTRO DE PRIMAVERA
Todos nuestros Encuentros de Primavera son un hito y dejan detrás de sí la estela
miliar del buen camino hecho y para la Historia, una fecha y circunstancia de
gloria: Madrid, Granada, Málaga, Madrid-Griñón, Zaragoza, Sevilla, Madrid- Segovia,
Cádiz.
La imagen es ya nuestra: son un tirón
de gozo al nudo corredizo de nuestra amistad. Son también la ocasión de
confirmarnos en la profesión de los altos valores que ciñeron nuestra
juventud y nos lanzaron a las grandes conquistas del Reino de Dios, la Patria y
la Cultura. Dicho de otra forma, también muy nuestra, nos llevaron a militar en las filas del magisterio y del estilo.
En Cádiz acabamos de plantar una
nueva estela, que ha de resultar también miliar. Con nuevo brío, nos hemos
vuelto a decir en esta feliz ocasión que
estamos por el magisterio y el estilo al servicio del Reino de Dios, de
España y de la Cultura.
¡Gracias a la vida!
Oímos cantar sin rebelarnos ¡Gracias a la vida, que me ha dado tanto!
y hasta, quizá, lo cantamos nosotros. Nos parece normal, en un primer instante,
ser agradecidos con la vida. Pero la verdad es que nos equivocamos de
destinatario. No es certera la expresión. Lo acertado sería decir “Gracias a mi
Dios que me ha dado tanto” (En las clases de filosofía del bachillerato se nos
enseñó a ser rigurosos, a no caer en el “quid pro quo”). Puede que este sea un
caso más de concesiones, de verdades a medias o de transigencia con el agresivo
laicismo en el que estamos inmersos.
“La vida” no es una persona ni
divina ni humana a quien dar las gracias. Tampoco lo son el “cosmos” o la “naturaleza”
(Allí también, en el bachillerato, se nos dijo que el amor es acósmico,
empleando la expresión de Max Scheler).
Salimos de aquellas clases con la
claridad de que el amor y el agradecimiento presuponen una auténtica “relación yo-tú”.
Que el agradecimiento, como el amor, es personal.
No le agradecemos ni a un jardín
ni a un perrito ni a la brisa marina nada ni tanto, por más que el jardín, el
perrito o a la brisa marina nos proporcionen el bien que se nos sigue de su
presencia. El bienestar y el gusto consecuentes no pueden ser esos objetos en
los que haga diana nuestro agradecimiento.
Por más que nos lo canten o que
lo cantemos, no podremos en rigor estar agradecidos a “la naturaleza”, “al
cosmos” o a “la vida”.
Sí, a las personas y, en este
caso a Dios, que es Persona.
CUR
32 Entonces Isaac le preguntó: --¿Quién eres tú? --Soy Esaú,
tu hijo mayor --contestó. 33 Isaac se quedó presa de un terror
indescriptible, y con voz temblorosa preguntó: --Entonces, ¿quién es el que fue
a cazar y me trajo el guisado? Yo me lo comí todo antes de que tú llegaras, y
le di mi bendición, y ahora él ha quedado bendecido. 34 Cuando Esaú oyó
lo que su padre decía, dio un grito atroz, y, amargado en extremo, gritó:
--¡Dame también a mí tu bendición, padre mío! 35 Pero Isaac le contestó:
--Ya vino tu hermano, y me engañó, y se llevó la bendición que era para ti. 36
--¡Con razón le pusieron por nombre Jacob! --dijo Esaú--. ¡Ya van dos veces
que me hace trampa! Primero me quitó mis derechos de hijo mayor, y ahora me ha
quitado la bendición que me tocaba. ¿No has guardado ninguna otra bendición
para mí? 37 Entonces Isaac le contestó: --Mira, yo le he dado a Jacob
autoridad sobre ti; le he dado por siervos a todos sus parientes, y le he
deseado que tenga mucho trigo y mucho vino. ¿Qué puedo hacer ahora por ti, hijo
mío? 38 Esaú insistió: --¿No puedes dar más que una sola bendición,
padre mío? ¡Bendíceme también a mí! Y volvió a llorar a gritos. 39 Entonces
Isaac le dijo: "Vivirás lejos de las tierras fértiles y de la lluvia que
cae del cielo. 40 Tendrás que defenderte con tu espada y serás siervo de
tu hermano; pero cuando te hagas fuerte, te librarás de él."
CUR
Jacob y el plato de
lentejas de Esaú (III)
Esta
última parte del relato bíblico el libro del Génesis, capítulo 27, lo cuenta
con detalle. Nos enfrascamos en su lectura y no parece sino que estamos
presenciando las sucesivas escenas. Dan escalofrío. Leed.
Gn 27
1 Isaac
estaba ya muy viejo, y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo
mayor, y le dijo: --¡Hijo mío! --Dime, padre --contestó Esaú. 2 --Ya ves
que estoy muy viejo --dijo Isaac--, y un día de estos me puedo morir. 3 Por
eso quiero que vayas al monte con tu arco y tus flechas para cazar algún
animal. 4 Prepara luego un guisado sabroso, como a mí me gusta, y tráelo
para que yo lo coma. Entonces te daré mi bendición antes de morir. 5 Pero
Rebeca estaba oyendo lo que Isaac le decía a Esaú. Por eso, en cuanto este se
fue al monte a cazar algo para su padre, 6 ella dijo a Jacob, su hijo
menor: --Mira, oí que tu padre estaba hablando con tu hermano Esaú, y que le
decía: 7 'Caza algún animal, prepara un guisado sabroso para que yo lo
coma, y te daré mi bendición delante del Señor antes de morir.' 8 Así
que, hijo mío, escucha bien lo que te voy a decir: 9 Ve a donde está el
rebaño, y tráeme dos de los mejores cabritos; voy a prepararle a tu padre un
guisado sabroso, como a él le gusta. 10 Tú se lo vas a llevar para que
lo coma, y así te dará a ti su bendición antes de morir. 11 Pero Jacob
le dijo a su madre: --Mi hermano tiene mucho pelo en el cuerpo, y yo no. 12 Si
mi padre llega a tocarme y me reconoce, va a pensar que me estoy burlando de
él; entonces haré que me maldiga en lugar de que me bendiga. 13 Pero su
madre le contestó: --Hijo mío, que esa maldición recaiga sobre mí. Tú haz lo
que te digo y tráeme esos cabritos. 14 Jacob fue por los cabritos y se
los trajo a su madre. Ella preparó entonces un guisado sabroso, como a Isaac le
gustaba, 15 sacó la mejor ropa de Esaú, su hijo mayor, que estaba
guardada en la casa, y se la puso a Jacob, su hijo menor. 16 Luego, con
la piel de los cabritos, le cubrió a Jacob los brazos y la parte del cuello
donde no tenía pelo, 17 y le dio el guisado y el pan que había
preparado. 18 Entonces Jacob entró donde estaba su padre, y le dijo:
--¡Padre! --Aquí estoy. ¿Cuál de mis hijos eres tú? --preguntó Isaac. 19 --Soy
Esaú, tu hijo mayor --contestó Jacob--. Ya hice lo que me dijiste. Levántate,
por favor; siéntate y come del animal que he cazado, y dame tu bendición. 20
Entonces Isaac le preguntó: --¿Cómo pudiste encontrarlo tan pronto, hijo
mío? --El Señor tu Dios me ayudó a encontrarlo --respondió Jacob. 21 Pero
Isaac le dijo: --Acércate y déjame tocarte, a ver si de veras eres mi hijo
Esaú. 22 Jacob se acercó para que su padre lo tocara. Entonces Isaac
dijo: "La voz es la de Jacob, pero los brazos son los de Esaú." 23
Así que no lo reconoció, porque sus brazos tenían mucho pelo, como los de
su hermano Esaú. Pero cuando iba a darle su bendición, 24 volvió a
preguntarle: --¿De veras eres mi hijo Esaú? --Sí, yo soy Esaú --respondió
Jacob. 25 Entonces su padre le dijo: --Sírveme, hijo mío, para que coma
yo de lo que cazaste, y entonces te daré mi bendición. Jacob le sirvió de comer
a su padre, y también le trajo vino. Isaac comió y bebió, 26 y luego le
dijo: --Acércate, hijo, y dame un beso. 27 Cuando Jacob se acercó para
besarlo, Isaac le olió la ropa. Entonces lo bendijo con estas palabras:
"Sí, este olor es de mi hijo. Es como el olor de un campo bendecido por el
Señor. 28 Que Dios te dé la lluvia del cielo, las mejores cosechas de la
tierra, mucho trigo y mucho vino. 29 Que mucha gente te sirva; que las
naciones se arrodillen delante de ti. Gobierna a tus propios hermanos; ¡que se
arrodillen delante de ti! Los que te maldigan serán malditos, y los que te
bendigan serán benditos." 30 Había terminado Isaac de bendecir a
Jacob, y apenas salía Jacob de donde estaba su padre, cuando Esaú regresó de
cazar. 31 También él preparó un guisado sabroso, se lo llevó a su padre,
y le dijo: --Levántate, padre; come del animal que tu hijo ha cazado, y dame tu
bendición.
Bendición de Jacob. José de
Ribera, el Españoleto.
* Si un día
pasáis por Guerar, el país de Abimelec, rey de los filisteos, cerca de la
actual Gaza de Palestina, donde ocurrieron todos estos hechos, os parecerá
escuchar aún el desgarrador bramido de Esaú al oír a su padre, como que resuena
todavía, rompiendo aquel bramido las piedras, entre aquellas montañas. Las
arenas del desierto, agitadas de uno a otro lado por un fuerte viento, arañando
los rostros de los beduinos, recuerdan el terror indescriptible que se apoderó
de Isaac al ver la intervención de Dios en medio de aquel enorme engaño.
* No sólo se estremeció
Isaac, la Tierra entera se conmocionó tras confirmarse la Gran Esperanza de la
segura llegada del Mesías de Dios, con la salvación para el pueblo de Israel y el
mundo entero. Al salmista le venían a la mente estos episodios cuando cantaba al
arpa su salmo 114: “En presencia del Señor se estremece la tierra, / en
presencia del Dios de Jacob”. El país hoy en sombras de Guerar, sigue oliendo
al campo nuevo que bendice el Señor, aún destila la leche y la miel bíblicas y
se escucha en aquella soledad de fondo el arpeo del salmista. En el corazón de
quien por allí pasa voltean como campanas los versillos el salmo 114 que dicen
y repiten: “En presencia del Señor se estremece la tierra, / en presencia del
Dios de Jacob”.
QerhuteV
Ancien élève de Évode Beaucamp
y de Francesco Spadafora
DIOS ES AMOR
Pero
no un Amor entendido teóricamente
Cuando
Juan define a Dios como Amor (1 Jn 4,8.16), no saca esa afirmación del
firmamento purísimo de las ideas, sino que esas palabras definidoras de Dios
están pronunciadas a partir de la observación y enjuiciamiento de la vida
histórica de Jesús y en especial de su actitud ante Dios y ante los hombres en
su injusta muerte de cruz (cf Jn 13,1).
Dos
peligros del Amor entendido abstractamente:
1.
Las formulaciones abstractas del amor
cristiano pecan, en primer lugar, de vaguedad, de ambigüedad significativa.
¡Cuántas atrocidades no se han cometido amparándose en ese amor cristiano declarado
genéricamente! En cambio, en la persona y vida de Jesús, el amor toma un
aspecto claramente identificable, una concreción indiscutible: “amaos unos a
otros, como yo os he amado”.
2.
El enfoque ideológico del amor tiene
otro peligro, mucho más dañino que el que acabo de señalar: el peligro de dar
primacía a la idea sobre la acción. La idea en cuanto tal es lo determinante,
lo esencial, lo nuclear, y a veces hasta se basta a sí misma para identificar a los individuos que la profesan (“Fulano es
un fantasioso o un utópico”). La fe cristiana, en cambio, da más importancia a
los hechos de vida, y en especial a las intervenciones sobrenaturales
—milagros— llevadas a cabo por el Dios cristiano.
En los 8 artículos anteriores que he escrito en AFDA
desde octubre de 2016 hasta el día de hoy, he pretendido presentar a nuestro
Dios como el Dios que actúa como Amor altruista, en beneficio exclusivo de los
seres humanos. Otra marca de identidad del Amor del Dios cristiano, además de
actuar altruistamente, es que toma la delantera a la intuición y a los deseos
del corazón humano. Y estas son las acciones sobrenaturales que he ido tratando:
la creación, la encarnación del Hijo unigénito del Padre, la vida pública y
muerte del Hijo humanado, la resucitación de Jesús de entre los muertos y la
acción vivificadora del Espíritu Santo en la actual historia.
Dios
creó y continúa creando únicamente por Amor
Distinguíamos
en el artículo de octubre de 2016 entre la creación inicial y la creación
continua de parte de Dios en su relación con las creaturas. Por eso hemos
puesto en el encabezamiento de este apartado: “Dios creó y continúa creando…”. Pero es en la creación inicial, en
la creación primordial, donde es ineludible hacerse esta pregunta: ¿Por qué Dios creó el universo? ¿Por qué
motivo creó Dios el mundo? (Cur Deus Creator?).
Desde
el punto de vista metafísico, desde la visión de Dios como el Ser que existe
por Sí mismo, Dios —por su propia naturaleza— es incompatible con la creación
de seres contingentes. Por lo
tanto, habrá que buscar una atribución
divina que no se encuentre entre los atributos derivados del concepto de Dios
como el Ser absoluto y que se ajuste al hecho gratuito=no obligatorio de la
creación. En esta búsqueda nos sale de nuevo al paso la afirmación de Juan:
“Dios es Amor”. Así pues, Dios nos creó por Amor altruista, por Amor a cuantos
no existen necesariamente como Él, tampoco los que hemos sido hechos a su
imagen y semejanza (cf Gen 1,26-27).
Dante
Alighieri bien sabía que el Amor de Dios, que “mueve el sol y las demás
estrellas” (Divina comedia, Paraíso,
canto XXXIII), movió al mismo Dios a crear este cosmos “ex nihilo”, “desde la
nada” inexistente.
El
Hijo se hizo hombre para hacernos hijos de Dios Padre
A
la pregunta ¿Por qué motivo Dios Hijo se hizo hombre? Cur Filius homo?, tampoco se puede responder desde el concepto de
Dios como el Ser absoluto y autosuficiente: porque los clásicos atributos
divinos que las filosofías y las teologías derivan de la idea de Dios como el
Ser supremo (omnipotencia, infinitud, omnisciencia, inmutabilidad…) entran en
ruinosa crisis cuando leemos algunos pasajes del NT, como estos dos:
“Y el Verbo se hizo carne” (Jn 1,14).
“El
cual [Cristo], siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a
Dios. Sino que se despojó [ekenosen=se
vació] de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los
hombres y apareciendo en su porte como hombre” (Fil 2,6-7).
Juan
nos habla de la fragilidad que implica la encarnación
del Hijo unigénito del Padre. Por su parte, Pablo habla de despojamiento, de
vaciamiento. Dios Hijo, al asumir la naturaleza humana, se despojó no de su ser
Personal divino, lo cual es imposible, pero sí de la gloria que le corresponde
como Dios Hijo, esto es, de los atributos clásicos antes mencionados.
Pero
¿a qué se debió ese despojamiento (“kénosis”)
de la gloria del Hijo del Padre? Reconozcamos que el acontecimiento de la
encarnación del Hijo es un misterio que compete ante todo a las Tres Personas
divinas, y que el Amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo tuvo que tener
un motivo digno a la altura de su manera altruista de amar al ser humano, al
que creó a su imagen y semejanza: Según los primeros teólogos y Padres de la
Iglesia (Ireneo, Atanasio…), “el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre para que
el hombre se convierta en hijo de Dios”. Únicamente el Amor intradivino por el
ser humano ha sido capaz de ir más allá de las posibilidades que ofrecía el
concepto de Dios como el Ser absoluto e incomunicable para hacernos hijos en el
Hijo de Dios Padre, mediante la encarnación del Hijo en la naturaleza humana
finita y mudable.
El
amor solidario de Jesús revela el Amor altruista del Padre
Acabamos
de decir que el misterio de la encarnación compete al Amor intradivino de la
Santa Trinidad a favor del ser humano, y que el propósito de la encarnación del
Hijo es que los seres humanos podamos participar de la filiación eterna del
Hijo unigénito.
Sin
embargo, desde el siglo XI, debido sobre todo a la obra Cur Deus homo?, ¿Por qué Dios se hizo hombre?, de san Anselmo, se introdujo en la cristiandad el pecado humano
contra la infinita majestad de Dios como la causa de la necesidad de la encarnación
de la Persona divina del Hijo para reparar condignamente a la Santidad injuriada
del Dios Uno y Trino.
Como
se ha podido adivinar, el motivo de la encarnación de Dios Hijo se ha
desplazado del Amor Trinitario en beneficio de la filiación del ser humano en
el Hijo a la necesidad de redimir a la
humanidad de sus pecados, con la consecuencia de que el Hijo humanado tiene que
satisfacer con su muerte de cruz al Dios Santísimo por los pecados de la
humanidad.
Dentro
de esta perspectiva sacrificial del Hijo humanado se suele olvidar que el
acontecimiento del misterio de la encarnación proporcionó al Hijo una nueva
manera de amar, la del amor solidario, esto es, la de amar al Padre amando
altruistamente a los seres humanos. Jesucristo no tuvo que esperar a la pasión
y a la muerte de cruz para mostrar el amor misericordioso propio de Dios Padre.
Según
los Evangelios, contamos con mucho
material narrativo donde Jesús de Nazaret, el Hijo históricamente humanado,
ejerce activamente ese amor misericordioso divino sobre paisanos que son
marginados, despreciados, humillados, culpabilizados… por las autoridades
religiosas del judaísmo de su tiempo. Hay un pasaje en el Evangelio de Juan donde explícitamente se nos declara que el modo
misericordioso de actuar de Jesús en su vida pública coincide del todo con lo
que el Padre haría si estuviera en el lugar de su Hijo humanado:
“Le
dice Felipe: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Le dice Jesús: ¿Tanto
tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto
a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre?” (Jn 14,8-9).
Precisamente
fue la identificación de Jesús con el mismo Dios en su manera de hablar y de
actuar con los diferentes tipos de pobres israelitas lo que provocó
progresivamente el rechazo y la hostilidad a muerte de los dirigentes del
judaísmo: “Le respondieron los judíos: No queremos apedrearte por ninguna obra
buena, sino por una blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo
Dios” (Jn 10,33). El trágico final de Jesús era una muerte históricamente predecible.
Y la causa principal era el amor activo de Jesús para con la gente sufriente
por una u otra razón y porque Jesús identificaba su amor misericordioso hacia
ellos con la misericordia misma de Dios, su Padre.
Es
cierto que la pasión y la muerte por crucifixión tuvo que invadir y perturbar
radicalmente la conciencia de Jesús. Era totalmente diferente con-padecerse
junto con el Padre de los que sufren y atenderlos al alimón misericordiosamente
que ser uno mismo el abandonado, el despreciado, el abocado a una muerte segura
y horrorosa.
Pienso
que la amenaza de la muerte inminente avivó hasta el infinito la conciencia
filial de Jesús. Fue entonces, en esos instantes en que el moribundo está a
punto de perder el don más valioso que tenemos —la vida—, cuando Jesús se
entregó amorosamente a su Padre con la esperanza segura de
ser-engendrado-como-Hijo en la plenitud de la vida eterna. Si la comunión del
Padre y del Espíritu Santo con el Hijo humanado se dio íntimamente en todos los
momentos de la vida histórica de Jesús, se tuvo que acrecentar considerablemente en la pasión y crucifixión
del Hijo fiel al Padre hasta la muerte y muerte de cruz. Sugerir cualquier
fisura en las relaciones entre las Personas divinas por culpa de nuestros
pecados es atentar contra el dogma distintivo cristiano de la inquebrantable
comunión de vida de la Santa Trinidad.
Así
como salta a la vista que los dos hechos sobrenaturales anteriores como los dos
hechos posteriores se deben a la iniciativa inesperada de la Santa Trinidad, es
preciso explicar dónde radica la sorpresa del actuar divino respecto de la vida
y la muerte históricas de Jesús. Pues bien, la sorpresa está en que la
tradición judía esperaba un Mesías a quien Yahvé haría triunfar, y con él al
pueblo elegido, sobre todas las naciones de la tierra, cuando resulta que el
verdadero Mesías, Jesús de Nazaret, no destacó precisamente por su poderío
histórico, sino por su manera solidaria de amar a la gente pobre, manera de
amar que revelaba la “extraña” manera de amar de Dios. (L. Boff: “Así de humano sólo puede serlo el mismo Dios”).
Resurrección
de Jesús a la vida eterna: Respuesta amorosa del Padre
Repitámoslo
una vez más: todas estas intervenciones milagrosas tienen como protagonistas a
las Tres Personas divinas. También en el hecho de la resurrección de Jesús de
entre los muertos: la respuesta resucitadora del Padre sobre el Hijo muerto y
sepultado no corresponde a la intervención de la justicia divina en defensa del
justo falsamente condenado a muerte, que de este modo era como los judíos,
basándose en la justicia retributiva de Dios, habían llegado a creer, siglo II
a.C., en la resurrección universal de los muertos. En la resurrección única de
Jesús en cuerpo y alma, en la vuelta del Hijo crucificado a la gloria del Padre
y del Espíritu Santo, la respuesta tenía una explicación estrictamente divina: era
la réplica del Amor del Padre y del Espíritu Santo al Amor solidario del Hijo
humanado, manifestado a lo largo de toda su vida y que, finalmente, le llevó
hasta el extremo de la muerte y muerte de cruz.
La
resucitación gloriosa de Jesús por el Padre tiene además un “evangelio”, una
“buena noticia” para los seres humanos: la resurrección de Jesús es el fundamento
de nuestra resurrección futura, el modo como nosotros, seres contingentes,
participaremos de la vida eterna de Dios, la manera como nosotros seremos hijos
gloriosos de Dios en el Hijo ya glorificado.
El
Amor del Espíritu Santo nos hace ser y actuar como hijos de Dios
El
Padre resucitador y el Hijo resucitado enviaron al Espíritu Santo para
vivificar a los cristianos en esta última era de la historia de la salvación. Se
trata de una vivificación cristológica: la misión del Espíritu Santo consiste
en hacernos hijos de Dios a imagen y semejanza de su Hijo Unigénito y en que
vivamos como hijos de Dios según vemos en los Evangelios cómo actuó Jesús de Nazaret, con el Amor altruista
característico de Dios.
En
el caso de Jesús de Nazaret, la función propia del Espíritu Santo fue la de
unir en el Amor recíproco al Hijo humanado con el Padre. De modo semejante, el
Espíritu Santo se afana en que nosotros nos fiemos enteramente del Amor del
Padre y nos relacionemos con el Padre sin miedo alguno: “Todos los que se dejan
guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido
un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un
espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!” (Rom
8,14-15).
Y
es el Espíritu Santo el que, a semejanza de lo que hizo con Jesús, el Hijo
humanado del Padre, nos impulsa a amar a Dios amando a nuestros prójimos: “Si
alguno dice: Yo amo a Dios, y odia a su hermano es un mentiroso, pues quien no
ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y nosotros
hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su
hermano” (1 Jn 4,20-21).
Si
el envío del Hijo unigénito del Padre a hacerse hombre supuso una inmersión en
la cultura judía, en la que pesa tanto la memoria del pecado, el envío del
Espíritu Santo por parte del Hijo resucitado y del Padre resucitador tiene,
sobre la encarnación histórica del Hijo, la ventaja de traernos además la
antropología del Hombre Nuevo, la de Jesús resucitado, antropología afectada en
nosotros por la presencia del pecado, pero donde sobreabunda y de manera
definitiva la gracia de los hijos de Dios.
EDUARDO
MALVIDO
Maestro, catequista, teólogo
Oficio
de tinieblas 5
‘’La purga de mi corazón”. Así calificó Cela a esta
novela, la novena nacida de su pluma desde que con ‘La familia de Pascual
Duarte’ alcanzase el reconocimiento de la crítica. “Eliminación o limpieza de
cosas inútiles”, es la definición que de ‘purga’ da el diccionario, acepción
menos escatológica que la de “medicina
para evacuar el vientre”, igualmente válida y seguramente más usual. El propósito explícito del
escritor queda claro: arrojar fuera de sí pensamientos y sentimientos que
bullen en su interior y de los que, por extraños y por nada beneficiosos, desea
desprenderse. Más sentimientos que ideas, y de ahí la imagen utilizada: el
corazón.
Quiso Cela aislarse de cualquier referencia exterior,
a fin de que nada ni nadie le distrajese de su propósito. Aislamiento que
materializó al rodear su escritorio con un biombo de tres cuerpos de tela
negra, y encerrarse en su interior largas horas durante muchos días. “Un
ejercicio bastante duro”, según él mismo confesó.
“Oficio de tinieblas 5”. ¿Por qué este título? Por
‘oficio de tinieblas’, en la liturgia católica, se conoce el rezo de las horas,
más concretamente el de las ‘vísperas’, que entre el miércoles y el viernes
santo se celebraba bien avanzada la tarde a la luz de un candelabro de 15
cirios que se iban apagando a medida que transcurría el rezo, hasta quedar el
templo prácticamente en tinieblas. El último cirio, que representaba a Cristo,
se ocultaba encendido tras el altar al finalizar el oficio, y luciría luminoso
en la Vigilia Pascual. La temática que predomina en los textos de este ‘oficio’ religioso es la
de la muerte.
También la muerte está muy presente en esta obra de
Cela, de ahí seguramente la elección del título. La decisión de
apostillarlo con el ‘5’ tiene más
difícil explicación, pues tampoco el autor lo quiso desvelar. ¿Una nueva hora
canónica añadida a las de prima, tercia, sexta y nona? ¿o el añadido ha de
hacerse a los maitines, laudes, vísperas y completas? Dados a elucubrar, puede
que nada de ello tenga que ver y que se trate de una simple humorada de don
Camilo. De sobra conocidos son su sentido del humor y su afición a la
tauromaquia, y quizás se decidiese por el 5 y no por cualquier otro número porque, como se dice entre taurinos, ‘no hay quinto malo’.
No quiso su autor considerarla una novela, y desde
luego nada tiene que ver su estructura con la de la novelística tradicional. Si
en obras anteriores Cela había roto deliberadamente las unidades de tiempo y
acción y había ensayado nuevas formas, como la del narrador omnisciente que
dirige sus reflexiones a la segunda persona; o si conscientemente se había
atrevido a desdeñar en la práctica determinadas pautas ortográficas, en “Oficio
de tinieblas 5” el alejamiento de la ortodoxia es aún mayor. A las innovaciones
anteriores une ahora la de atomizar el relato en pequeñas unidades
independientes, 1194 en total, de extensión indefinida, y que, como las mónadas
que componen el universo de Leibniz, tienen entidad en sí mismas, resultan
indivisibles e independientes.
Esta obra, publicada por Noguer en 1973, viene a
significar un difícil y doloroso parto, un esfuerzo del escritor por mostrarse
como tal. Rupturismo, antiliteratura, lenguaje sin barreras ideológicas,
estéticas o morales, heterodoxia llevada al extremo. Hay quienes han censurado
lo que consideran un abuso del lenguaje; seguramente eso es lo que Cela
pretendió: el escándalo de quienes escudan en la ortodoxia su mediocridad y
falta de atrevimiento.
No es esta una novela al uso, sino –avisa el propio
autor- una novela de tesis escrita para
ser cantada por un coro de enfermos como adorno de la liturgia que celebraba el
triunfo de los bienaventurados… No es una obra que consiga entretener,
tampoco es este su propósito. Se trata de una serie –que al lector poco
dispuesto puede resultar interminable- de referencias a hechos que se
entrecruzan de manera desordenada, caótica incluso.
La letanía y la salmodia son la forma de lenguaje
habitual en los oficios litúrgicos. También lo son en ‘”Oficio de tinieblas 5”.
Las reiteraciones y el flash-back permanente contribuyen a instrumentar ese
ritmo salmódico.
Concluiremos nuestro comentario con unas palabras de
Pirandelo. que consideramos perfectamente aplicables a esta obra genial de don
Camilo: Un mundo en donde irradian todas las fuerzas del
instinto y de la llamada de la vida primitiva […] El poder de lograr esto se manifiesta, claro está, en las obras
maestras que conocemos, pero quizás sólo en la medida en que el artista logró
escaparse del paralizante control del intelecto.
ÁNGEL HERNÁNDEZ
EXPÓSITO
Maestro, doctor en Ciencias de la Educación y estudioso de Cela
La patria no acaba el recuento de sus
individuos cuando se echa la raya que los suma y nos da la cifra de quienes la
integran hoy y ahora. Lo que entendemos por patria nosotros desde luego que es
un agregado de sociedades subalternas actuales, seres vivos, como ella: la
familia, la ciudad o el municipio, la provincia, la comarca, la región, la
autonomía… La patria está por encima y el Estado es su órgano jurídico, cuya
tarea es ayudar a hacer lo que estas sociedades menores no pueden lograr o
conseguir por sí mismas.
Pero, tampoco se reduce la patria a
esto. Hay que considerar su dimensión de tiempo. Vázquez de Mella es muy claro
al respecto: “No la forman solo los organismos vivientes en estos momentos;
entran en ella, como elementos fundamentales la historia y la tradición. Más
que un todo simultáneo, es una especie de todo sucesivo formado por los siglos,
por las generaciones unificadas en un mismo espíritu”.
Chesterton afirmaba lo mismo, pero era
más gráfico: “La tradición es una democracia proyectada hacia atrás”.
Gravita sobre nosotros la historia,
la tradición. Si no ha de desdeñarse, en los sistemas democráticos, el voto del
portero de casa, ¿por qué hemos de desdeñar el de nuestros padres y abuelos,
integrantes de la más digna de las clases sociales, la de nuestros mejores antepasados?
Por nuestras venas corre la memoria
fluida de todo el “epos” (“epos”) español que nos narra la Historia. El momento actual no tiene sentido
si no se eslabona en la cadena de un continuada evolución que viene de lejos.
Tampoco nosotros, que no tenemos hoy el cuerpo que fuimos, dejamos de ser hoy el
ser que fuimos ayer. Como la patria, somos seres vivos, evolucionamos y
permanecemos: patria, sociedad de individuos actuales e historia.
Apuleyo Soto
Por la Bahía de Cádiz,
RAMIRO DUQUE DE AZA
Maestro. Profesor de teoría del conocimiento
Bachillerato Internacional
PENSANDO AL PRESIDENTE DE FRANCIA
Curiosa personalidad la de
Emmanuel Macron (E. M.), flamante presidente galo y digno personaje de una
novela de Stendhal, aunque su mundo no sea comparable al del joven parvenu provinciano Julien Sorel. Mago
de la política y la economía de corte neoliberal y humanista a la vez, asesor de
inversiones de la Banca Rothschild y consejero del socialista Hollande en su
camino hacia el Elíseo -ministro de Economía después-, fue recompensado con un
millón de euros en una operación financiera de 11900 millones de dólares -pilotada por él- entre las multinacionales
Nestlé y Pfizer. De más joven había cursado Filosofía y elaborado una tesis sobre Maquiavelo y otra sobre
Hegel. En un pasado más remoto estudió piano con éxito y fue premiado en el
conservatorio, y, al cumplir los 12 años, decidió -motu proprio-
recibir el bautismo y la primera comunión. El catolicismo le ha
aportado -nos dice- "volonté
d’ouverture au monde" y "pensée nourrie de
spiritualité": un bagaje inmejorable.
De todas formas, su poliédrica trayectoria vital no deja de ser un desconcertante mélange, autocontrolado -eso sí- en busca de la excelencia. En el gran teatro de la
posmodernidad la vida es representación, y todos los caracteres y
situaciones tienen cabida en el escenario. Teatral fue su entrada en liza el
pasado noviembre en pos de una presidencia jupitérienne, "con capacidad para
iluminar" desde lo alto; como lo fue su alejamiento progresivo de un
Hollande en débâcle que bien pudo espetar
finalmente a su ambicioso delfín: "Tu quoque, Brute, mon fils". Pero Macron ya habría interiorizado años atrás un "c’est
fini avec Hollande" por
la reacción indelicada que tuvo éste en 2013 a la muerte de su adorada abuela materna
Manette. A menudo, los pequeños resentimientos mueven la
historia. Y Macron, alma solitaria y sensible, y encantador con todos, necesita
ser y sentirse a su vez "l'enfant chéri"
de todos.
Precisamente fue en un taller
de teatro de su liceo de Amiens (ciudad en la que nació el 21-12-1977), donde, a los 15 o 16 años de edad, se enamoró perdidamente de su profesora,
24 años, 8 meses y 8 días mayor que él: una señora de nombre Brigitte Trogneux, casada y con tres hijos,
con cierto parecido en la actualidad a otra Brigitte, la B. B. crepuscular que
un día ya lejano revolucionó al mundo.
Al marchar a París para proseguir su formación
académica, primero en el Lycée Henri-IV y
después en la progresista
Universidad de Nanterre -a la sombra del filósofo
existencialista cristiano Paul Ricœur y de su abstrusa hermenéutica-, el jovencísimo Emmanuel porfió a su profesora antes de partir: “volveré, y me casaré contigo". Y este "Mozart
de la finance", como algunos le llaman, una vez egresado de la prestigiosa ENA, con su aureola de enarca brillante y convertido en inspector general de
Finanzas, cumplió su palabra. La enamorada
Brigitte decide divorciarse entonces de su marido, también banquero, y contrae matrimonio (2007) con el seductor y
carismático ejecutivo/mandarín, culminando quinze ans d'amour. Una historia romántica, éblouissante.
En otro país, la precoz aventura amorosa del adolescente Macron (salvo
que fuera sólo platónica) habría sido considerada casi como
un delito; en Francia, como un grand
roman. En el dulce y mórbido país del glamour y
la liberté estos asuntos se
contemplan con laxitud. Ni siquiera el sacrosanto tabú universal de la
pederastia y el incesto perturba demasiado. Cómo
no recordar aquel poético film de Louis Malle, Le souffle au cœur
(1971), aquel
cálido idilio entre madre e hijo
adolescente, un gozoso y 'liberador' affair
ajeno a todo sentimiento de culpa, de vergüenza o de pecado... (Desde 1980,
la ley gala establece que un profesor que mantiene relaciones sexuales con un
alumno menor de 18 años se
arriesga a una pena de tres años de prisión).
Lenguas insidiosas han
intentado tachar al matrimonio Macron de mariage
de 'couverture'.
Pero el propio presidente, gran aficionado a la ópera,
al box y la chanson française y al karaoke, lo ha comentado con humor: "Si se os dice que mantengo una doble
vida con Matthieu Gallet [el joven
presidente
del consorcio público Radio
France] o con quien sea, será
que, de repente, se me ha escapado mi holograma [en
referencia
a la tecnología utilizada
por su rival Jean-Luc Mélenchon en un
mitin], pero no puedo ser yo". Por mi
parte, no voy a incidir en cosas que puedan sonar a misoginia o a
planteamientos homófobos (aunque hoy, sin gran
desgarro, se pueda ser una cosa y su contraria a la vez). Los poderosos lobbies reivindicativos me arrojarían, y con razón, a las tinieblas. Sin embargo, malgré
tout... a pesar
de todo lo andado en materia de derechos, los más
señeros defensores de la libertad
afirman que -en esta hipócrita sociedad actual de lo políticamente correcto-
un film como el de Louis Malle, hoy, 46 años después, sería impensable. Creen que,
aunque las apariencias a veces engañan, hemos retrocedido
claramente en materia de libertades.
En cualquier caso, cabe
preguntarse qué es la hipocresía. Según la Máxima 218 de la obra del duque de La
Rochefoucauld (1664), sería "el homenaje que el
vicio rinde a la virtud". Abundando en este pensamiento, podríamos matizar que ese tipo de hipocresía, cuyo único objetivo fuera ocultar el
vicio privado y aparentar virtud, hoy ya no tiene mucho sentido. Esa hipocresía vergonzante que presidía
la sociedad de su época, aunque no estuviera
tampoco entonces exenta de cinismo, se sustentaba en cierto pudor o respeto a
la virtud; mientras que hoy es el propio concepto de virtud el que ha sido
desfigurado, devaluado, ridiculizado. Ahora bien, en el reino de la corrupción sigue siendo, en su versión
más deplorable, un arma poderosa
la hipocresía.
Pero no sería justo acusar de esto último
a Macron si realmente demostrase en el futuro -fuera de toda retórica- ser fiel a lo que dice creer, acorde con su ilustre
homónimo Immanuel Kant: que la
función presidencial requiere de estética y trascendencia, y de ética
política. A los que cuestionan los
meandros de su pensamiento él replica que no tiene gustos
lujosos ni grandes necesidades pero que aprecia mucho su independencia (por
ello se hizo rico) y no renunciará nunca a la complejidad ni a
la disociación entre su yo íntimo y su yo público.
El fenómeno de la degradación político-social tan extendido comienza a menudo trivializando
el lenguaje. He aquí un nimio detalle, relacionado
indirectamente con el nuevo presidente. El flechazo amoroso entre el tierno
adolescente y su profesora de teatro y literatura tuvo lugar en el Lycée La Providence (s.
XVII) de la Compañía de Jesús. La Providence, un hermoso nombre que, para muchas
generaciones de alumnos, es simplemente La
'Pro', abreviatura que puede admitir una variada semiótica o presagiar un
espléndido currículum; que puede, por tanto, evocarnos cualquier estúpido
o deleznable término que comparta esa primera
sílaba. Las palabras no son
inocentes, y el abuso de ellas tampoco es inocuo.
Pero, más allá de la posible falsificación del discurso, algún sagaz analista político ya nos ha advertido de que quien no sea capaz de
distinguir la gran diferencia que hay -algo evidente- entre monsieur Macron y
madame Le Pen "carece de inteligencia ética"
(una fusión de conceptos, hoy de moda,
que no sé si agradaría a Aristóteles). Han transcurrido 49 años desde aquel Mayo francés
del 68 que nos incitaba a pedir lo imposible. Faltaban aún nueve años para que viniese al mundo
el pequeño Emmanuel, l'homme prédestiné que, desde su preternatural
adanismo político, y haciendo honor a su
nombre -'Dios con nosotros'-, parece tener claro a estas alturas de la historia
que su destino manifiesto es abrir una senda de grandeur y de gloire a
sus conciudadanos. Jugando con sus propias siglas, E. M., subido al altar de la Pucelle
d'Orléans o al caballo del Hernán
Cortés de su petit roman (libro sin editar), arenga a los franceses y a Europa: En Marche!, caminemos tous ensemble... [Macron ha
sido entronizado como 'rey' republicano el segundo domingo de mayo,
"fiesta nacional de (santa) Juana de Arco y del patriotismo"].
De momento caminamos, sí, pero -como nos hace ver el film de Aki Kaurismäki, "El otro
lado de la esperanza" (2017)- arrastrados y zarandeados -también interpelados- por una 'realidad' surrealista, grotesca y
atroz que sólo es el reverso, el lado
oscuro de la esperanza.
Antonio Peregrín López de Hierro
Ingeniero de Caminos
EN FILA
INDIA
En fila india
van las hormigas
trayendo y llevando
comida.
Todas muy juntas.
Todas a porfía
sin entorpecerse
en la veredita.
Corren, corren,
corren…
¿Por qué tendrán
prisa
las infatigables
pequeñas hormigas
si no se han vestido,
si no van a misa?
¿Lo entenderá
alguien?
Quita, quita, quita,
dice una a la otra,
pero no se pisan,
que hay que trabajar
de prisa, de prisa.
Las dejo a su ritmo.
Están intranquilas,
pero sin porqué
por que el sol las
lía
y las dora el lomo
y las espabila.
De pronto, parado
en la fila india,
me digo a mí mismo:
hala, hombre, camina.
Y ellas siguen,
siguen
pica que te pica.
Apuleyo Soto
Romance declamado en el Puerto de
Santa María durante el VIII Encuentro Nacional de Maestros y Profesores de
Universidad, celebrado del 29 al 31 de mayo de 2017.
Por la Bahía de Cádiz,
la más gustosa de España,
la que se extiende a la vista
por marismas y cañadas,
la que en barcos enramados
lleva a la Virgen en andas,
la que se sale del mar
para incrustarse en la raya
ondulada de la tierra
permanentemente mansa
con un tesoro de peces,
de chipirones y gambas…,
la que al gabacho le dio
cañonazos a mansalva
por invadirle la alfombra
de los esteros sin mancha
y querer aprovecharse
de las hembras gaditanas…
Por la Bahía de Cádiz,
ancha, flamenca, dorada,
la que se postra en la base
de las columnas romanas,
la que fenicios y griegos
señorearon sin tasa,
esa en la que los Pinzones
emprendieron su gran marcha
con Colón en el timón
hacia las Indias lejanas
en veleras, soñadoras,
débiles y ruines barcas… ,
la que hollaron los muslines
en nombre de Alá, dios Atlas,
cuando el pobre rey Rodrigo
se placía con la Caba
y ellos blandían alfanjes
de sangrienta Guerra Santa…
Por la Bahía de Cádiz,
arco de luz plateada,
la que al imperio de Augusto
sus bailarinas llevara,
sus poetas, sus cantores,
sus aceites y naranjas;
la que por fandangos, coplas,
soleares, tientos, cañas,
cante jondo y alegrías,
bulerías y tonadas
con supremo sentimiento
hasta el alba canta y baila…
Por la Bahía de Cádiz,
la de hoy, de ayer, de mañana…
donde beben, comen, huelgan
las mesnadas lasalianas
discípulas de Don Carlos
el de la boina enrojada,
lanzando a coro
canciones
retomadas de la infancia:
la salve marina , el ángelus,
el Ave María Santa,
los trenos de Jeremías,
la polifonía varia
de Tomás Luis de Vitoria …
o las notas gregorianas
mezcladas con habaneras
y guajiras y guajaras…
Ellos son –la voz en ristre
inundando la garganta-
Félix Muriel, Salvador,
Goyo Díez, Carlos Alda,
Gonzalito, Diego Coca,
Coca, el pincel de la tanda,
Ángel Hernández Expósito
con la máquina enfocada,
Fernando Ruiz Aragón
-todo entregado a la causa-
……
Auxencio y Antonia, juntos
en una única mirada,
Teódulo, Telesforo…
y este mismo que os declama
y suplica un sonoroso
aplauso de bienandanza
para poderse tomar
un descansillo con agua…
(Paro un rato)
Fue en Griñón, la Casa Madre
que tanto nos enseñara,
fue en Griñón donde aprendimos
mil virtudes invocadas:
disciplina, fortaleza,
prudencia, rigor, constancia,
sacrificio y humildad,
fe, caridad y esperanza…
Por eso estamos aquí
honrando a esa Madre Casa.
Estamos en la Bahía
de Cádiz y su comarca
Rota, Sanlúcar, Chipiona,
Puerto Real y Chiclana,
Puerto de Santa María,
-puertos y puertas del alma-
con puentes más elevados
que el viejecito Carranza,
y al cabo de tantos año
seguimos como si nada
hubiera cambiado el rumbo
de la sagrada enseñanza.
Maestros, simples Maestros
del amor y la palabra.
Aquí estamos, Capitán,
aquí estamos como ramas
del dichoso árbol florido
de tus clases literarias
sobre Berceo, Juan Ruiz,
Teresa Ahumada de Ávila,
San Juan de la Cruz (su medio
fraile de la orden descalza),
Lope, Góngora, Quevedo,
el Marqués de Santillana,
y tantos y tantos númenes
que tallaron nuestra estampa
con la tuya, que de Roma,
ya con la Biblia impostada,
venías a magistrarnos
con la lumbre de los Papas
y la de los Santos Padres
de la Iglesia patriarca.
Y aquí en estos campos llanos
como si fueran las pampas,
todo Parque Nacional
de árboles, ríos y plantas…,
venga pescaíto frito,
venga sardina a la brasa,
venga marisco encapado
con huevas en las entrañas,
ostras, almejas, quisquillas,
cangrejos, pulpos, navajas…
esos frutos de la mar
maternal que no descansa.
Y venga a ver monumentos
de trazas barrocas plásticas,
los palacios dieciochescos,
la catedral gaditana,
la iglesia de San Felipe
cuna de la democracia,
y la escuela de la Viña
donde embarqué una mañana
de profesor a las Islas,
las Islas Afortunadas,
en un buque renqueante
de la Transmediterránea
que tardó tres días claros
y dos noches negras, largas…
en llegar a Santa Cruz,
mi segunda escuela: guancha,
con los versos de Pemán
y la música de Falla
tumbado en el camarote
y estando la mar callada.
Auxencio? ¡Que
no se vaya!
Que aún tengo que despachar,
cuando este Encuentro se acaba,
adónde vamos a ir
con la enseña lasaliana
y con don Carlos Urdiales
y con su Aurora rosada
en el próximo dieciocho
si alguien de hacerlo se encarga.
¿Será a Trujillo o Plasencia?
¿Será a otra ciudad no usada?
Gracias a Dios y a vosotros.
Gracias, gracias. Muchas gracias.
ENCUENTRERÍAS
EP 2017
·
En este octavo EP2017 gaditano, Bahía de Cádiz, ¿qué fue más florido el
Encuentro o la Primavera?
·
Mientras cruzábamos las aguas de la Bahía, un águila imperial sobrevoló
sus cielos. Nos quedamos mirando, en espera de que descorriera el velo del
firmamento, superior al que navegábamos.
·
¿Sabéis lo que dura un suspiro? Lo que el último EP 2017 en la Bahía de
Cádiz. Tres días, un suspiro.
·
¿Y si nos quedamos de okupas a dar clase en La Viña y en La Mirandilla y
volvemos a darle a Cádiz lo que nunca debió de perder?
·
En la cripta de la catedral: Si volvemos nosotros, que vuelva Pemán.
·
Con Telesforo en la Bahía, era de esperar que el foro nos fuera lejos. Y que
no nos faltara la luz de su Candela.
·
Antítesis: Auxencio, presente, muy presente.
·
Martín, esta vez, también, Martín marea alta.
·
Himno oficial del Encuentro, la Salve
y el Ave María, gregorianos; y a
pleno pulmón: Gran siervo del Señor.
·
Un poco más y nos vamos al Rocío.
·
Para armar el belén del feliz EP 2017, nos faltaba Daniel y vino. Aunque
el del vino fue Fernando. Felicidades y gracias. À la santé!
·
Al Willo le supo el cuadro de La Salle a “vale” de gran tamaño del
Colegio de La Salle-San Francisco, de los que les daba su profesor por artista.
·
Viciosa=abundante, fuerte. Las cenas EP 2018, menos viciosas.
CUR
- Solo ocho encuentros, y ya somos verdaderos romeros con una Novia en cada puerto a la que cantarle una Salve.
·
¿Era
una bahía la que nos acogió este año¿ ¿o es que la costa, al vernos llegar tan
alegres y lozanos se ha quedado con la boca abierta?
·
Dice
el poeta que al andar se hace camino. Pues el nuestro es ya un kilométrico
completo.
·
“Tengo un hermano en el tercio y otro tengo
en regulares…”, según
la vieja canción. Yo tengo, a más de los míos, un par de docenas más con
apellido LA SALLE.
§ Los encuentros de primavera van llegando cada
año y tienen su propio sello: caminatas, comilonas, salves en la catedral… y el
romance de Apuleyo.
§ Ver para creer: el señor de La Salle,
presidiendo con El Nitri y Camarón un tablao flamenco. Claro que los tres
fueron, y siguen siendo, verdaderos maestros.
§ Podéis anular, cuando queráis, los datos en
el móvil. Con Manolo Romero nos basta y
nos sobra.
AHE
SIN ECHAR EL ANCLA
Griñón: atmósfera
sonora
Pensando
cuál podría ser el tema del último episodio del blog de AFDA escuché de pronto
como fondo musical de un reportaje sobre un célebre edificio religioso el Ave Verum de Mozart. Enseguida mi mente
voló al interior de los muros de Griñón y sentí las resonancias musicales de
los años cincuenta y sesenta… Deseché la idea de un artículo síntesis del
Centenario de Griñón y me dejé llevar por la atmósfera maravillosa que sugerían
esas notas inigualables.
1. Siempre constituyó para mí Griñón una
atmósfera propia, especial. Una
atmósfera en la que cada sentido gozaba de su ámbito propio, de su campo
privilegiado: había una atmósfera de olores inconfundible, de sabores propios diarios
o festivos, de una luz que nos hacía ver cómo cada cosa era parte esencial de
un paisaje armónico, equilibrado. Y de
sonidos, que eran como el alma sonora de esa atmósfera envolvente. Pero los
sonidos no eran sólo los golpes que rompían el silencio: constituían una
atmósfera especial, un conjunto que transformaba todo lo demás, que dotaba de
una transparencia especial a la monotonía de las horas y de los días, tantas
veces opacos y monocordes. Esta atmósfera era la música.
Es
cierto que esta atmósfera de sonidos no era solo musical: estaba integrada también
por palabras y silencios. Y el conjunto de estos dos elementos complementarios
causaba en mí una impresión difícil de describir. Me sentía extrañamente
envuelto en un silencio que yo nunca había experimentado. Silencio no sólo en
la noche, sino en el día, en plena actividad, en aquellas acciones que uno
nunca hubiera pensado que podían hacerse en silencio. El silencio de las filas,
del comedor, de las aulas, de los dormitorios… Y luego estaban las palabras.
Medidas, mesuradas, equilibradas, oportunas. Palabras con acentos nuevos en las
reflexiones y oraciones; palabras alentadoras y afectivas en los encuentros con
los Hermanos; palabras novedosas y portadoras de claridad en las clases y libres
en la algarabía de los patios…
2. Pero volvamos a la música.
Yo no podría entender a Griñón sin la música: la música propia de sus sonidos ya evocados o la música que creaban
los instrumentos o la que trenzaban nuestras voces; la música que tenía su
lugar propio, su momento propicio en la Capilla durante los oficios litúrgicos.
Había melodías que, ellas solas, podían crear una atmósfera hondamente
espiritual (Monstra te esse matrem,
en las noches de los retiros griñoneses), o que se producían en una atmósfera
previa, llena de sentimiento y emoción (los responsos de la Semana Santa o los
cantos gregorianos de Adviento y Cuaresma (Rorate,
Attende, Domine…). Y luego estaban las voces vibrantes,
espléndidas de los aleluyas pascuales o de las invocaciones al Espíritu en
Pentecostés…
El
canto gregoriano, tan frecuente, tan cercano, era quizás la atmósfera musical más
envolvente; su vehículo ordinario –el latín-
no era obstáculo, incluso cuando éramos muchachos, para entrar en su
magia, para sentir su espíritu (Hoy,
cuando tiene uno la oportunidad de cantar gregoriano en algún monasterio,
vuelve uno a sentirse envuelto por aquel sentimiento cuasi mágico). Aunque la
atmósfera ganaba en variedad e intensidad con la polifonía. Esta, expresada con tanta delicadeza como pasión, no
se nos daba gratuitamente, sino que era algo trabajosamente conseguido en la
dureza de los ensayos. Testigos son los muros de Griñón de aquellos años de cultivo de un arte sacro especial,
trascendente, sobre todo en aquellos
años en los que Griñón vivía más bien
hacia adentro, aquellos años en
los que la atmósfera musical era el ambiente en el que muchos de nosotros
respirábamos aires y melodías de gozo,
de hondo sentimiento, de paz.
3. No sé si hemos mitificado nuestra tradición musical a partir de la lejanía
del tiempo; pero creo que la polifonía sacra no la ejercitábamos como exhibición
de nuestro dominio musical. No éramos una coral de “amantes de la música”, sino
un coro de creyentes que expresaban de manera admirable su fe. No era la manifestación
de cierto virtuosismo musical, sino la vivencia de una fe expresada de manera
elegante y digna.
Cada vez que oímos o escuchamos
alguna de esas melodías entrañables (Ave
Verum, Pie pelicane, O salutaris Hostia, Rorate …) no solo nos transportamos a los acogedores muros de
Griñón sino que volvemos a entrar en aquella atmósfera espiritual que Griñón
supo generar… Y alguna vez, ya en grupo, ya en el silencio de la propia
interioridad, cantamos –con palabras o tan solo tarareando la música- aquellas melodías que, compuestas por
creyentes de una fe acendrada y sólida, siguen siendo magnífica expresión del Misterio. A nosotros
nos tocó vivir esa fe en un determinado momento de la historia. Pero esas melodías
permanecen y, con ellas, nosotros.
4. Estos cien años de historia griñonesa han sido, entre otras cosas,
memoria y evocación de experiencias primeras, fundantes, configuradoras. Y en
un lugar de excelencia, la música. Alguien, no obstante, puede decir que, lejos
de ser una educación en virtudes morales
o en compromisos sociales y solidarios -algo obligado en Griñón- esa experiencia
musical favorecía los sentimientos y las emociones religiosas, educaba, sí,
pero en una dimensión espiritual sentimental y un tanto romántica. Cierto que
aquella atmósfera musical no era una educación social ni la preparación para un
compromiso solidario; pero era la educación en el sentimiento religioso común, la
expresión coral de emociones y sentimientos verdaderos. Y en una sociedad que
tiende a robarnos la interioridad, a impedirnos la fruición personal de lo
divino o a alejarnos los auténticos gozos de la polifonía religiosa, hay que
agradecer a Griñón aquella atmósfera que impregnó nuestro espíritu y configuró
una dimensión importante de nuestra existencia religiosa. Una atmósfera hecha
de música, sentimiento, oración. Fue y es; pasó, pero aún perdura.
Teódulo
GARCÍA REGIDOR
Maestro. Cronista del Centenario de Griñón
EL EQUILIBRIO CORPORAL I
El
equilibrio del cuerpo humano puede ser estático o dinámico. El mantenimiento o
pérdida del equilibrio es una cuestión de la resultante de las fuerzas que
intervienen en el cuerpo. La gravedad es
la principal fuerza que hemos de tener en cuenta. Imposible sustraerse a ella. Un cuerpo será más o menos estable dependiendo
del comportamiento que tenga después de que una fuerza perturbe su estado de
equilibrio, desplazando su centro de gravedad. Según la respuesta que ofrezca,
se podrá clasificar su equilibrio en indiferente,
estable, inestable y semiestable.
En
el equilibrio indiferente el cuerpo al
desplazarse mantendrá su posición, sea cual sea la fuerza aplicada. Un ejemplo
puede ser una pelota rodando en una
superficie plana y horizontal.
En
el equilibrio estable, el cuerpo recupera su
posición inicial, sea cual sea la variación sufrida después de aplicarle una
fuerza. Son las posiciones de suspensión; esto es, estar agarrado con las manos
en una barra y con el cuerpo por debajo. Cuando se produce desvío de la
vertical inferior por efecto de alguna fuerza, el cuerpo tiende a buscar su
equilibrio. Un péndulo sería el mejor
ejemplo.
En
el equilibrio inestable la base de sustentación es mínima: un punto o una línea situado
por encima del apoyo, como puede ser el hecho de mantener vertical un lápiz
bien afilado sobre su punta. Es muy difícil que se dé una situación de
equilibrio en un cuerpo rígido sin la adecuada base de sustentación. Este tipo
de equilibrio debe considerarse más en el campo teórico, como un modelo
abstracto.
Y el equilibrio semiestable no encaja de
forma pura en la ortodoxa clasificación que la mecánica hace de los tipos de
equilibrio; pero es el más importante en el equilibrio humano. Se encuentra
entre el estable y el inestable. Su
inclusión encuentra justificación en la evidencia de que la inmensa mayoría de
los elementos de equilibrio en el deporte y en la vida cotidiana, pertenecen a
este tipo. Por tanto, al mencionar este tipo de equilibrio, siempre nos
referiremos a personas con capacidad de regular su posición.
Al tener capacidad de movimiento, una persona puede
perder el equilibrio, pero también puede hacer voluntariamente movimientos de ajuste,
y recuperarlo. Necesitará, por tanto, una regulación constante porque siempre está
en constante pérdida.
FRANCISCO SÁEZ PASTOR
Universidad de Vigo
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