ÍNDICE PRINCIPAL
Pregón:
Inmersión en el Universo.
Nuestra
Escuela reflexiona: La Historia es lo que queda. CUR
Nuestra
Escuela se sumerge en la Biblia: Jacob y el plato de lentejas (I).
Zereutes
Dios
es amor: Creo en el Espíritu Santo (VII). E. Malvido
Nuestra escuela celebra aniversarios: Tobogán de
hambrientos. Á. Hernández
Afderías:
Pueblerías. CUR
Leímos:
“Objetivo Skorzeny”. Blanco
Corredoira
Nuestra
Escuela celebra aniversarios: Griñón: el
noble ejercicio de escribir. Teódulo
Soneto
desde el sentimiento: Homenaje y canto
agradecido. Á. Hdez
Rincón
de Apuleyo: Un montón de hojas. Una
corbata del rey emérito para Gloria Fuertes.
Nuestros
poetas: Liras para aprender. A. Montero
S
Educación
física: Ley del umbral. F.
Sáez
EP 2017
EP 2017
ABRIL,
2017
INMERSIÓN EN EL UNIVERSO
Tenemos abierta en nuestro blog una sección sobre el
Universo. Con los ojos puestos más en el suelo que en el cielo, el horizonte
sideral, magno y sublime, se nos encoge y merma. Nuestra sección quiere ser una
científica invitación que ayude a transcenderla y vivir con alas de personas y como
criaturas rendidas a un Dios Omnipotente, Fundador de Universos. Nuestro
Creador nos regaló una misión eviterna para los ojos y nos destinó a espacios
sin fin.
Que sepamos, Mircea Eliade no había leído la Noche serena de Fray Luis de León, pero encabezó
su Tratado de historia de las religiones
por el estudio de la bóveda celeste. Para el filósofo rumano la contemplación
de la “morada de grandeza” del poeta de la luz, bóveda celeste, provocó en la
conciencia del hombre primitivo la experiencia de lo sagrado. La enorme altura
de la bóveda celeste se les hizo inaccesible a los primeros hombres y los
espacios siderales les sobrecogieron con la fascinación de lo perenne y de su
transcendencia.
Hoy nos vendría pero que muy bien mirar al cosmos sideral y una
buena inmersión en lo sagrado del Universo y, a la par, y sin detrimento, en el
misterio de nuestro mundo a mano, de la flor en la maceta de casa a los buenos
días de cada mañana, todo fascinante, milagroso y sacro.
La Historia es lo que queda
Que nadie, empeño vano, intente
quitarnos la Historia. Aunque pretendan dejarnos sin suelo bajo los pies, no lo lograrán.
La Historia no es lo que pasó y
dejamos atrás para siempre.
La Historia es lo que queda. No lo que fue en un tiempo, sino lo que siendo de un tiempo
concreto y limitado –el Medievo, Las Navas de Tolosa, la Guerra de la
Independencia…- es de todos los tiempos
y queda siendo para siempre.
·
El
Cantar de Mío Cid
Tiene su
peso histórico, es una realidad histórica, no lo remplaza nada. Lo puede
olvidar alguna mente concreta, pero no se borrará de la Historia. Sigue
encajado en su espacio de realidad histórica y literaria. No pasa. Queda.
·
La batalla de Lepanto
“La más alta ocasión que vieron los siglos y esperan
ver los venideros."
·
La Conquista de América.
«La mayor cosa después de la creación del mundo,
sacando la Encarnación y muerte del que lo creó, es el descubrimiento de las
Indias; y así las llaman Nuevo Mundo».
(Francisco López de Gómara)
CUR
“CREO EN EL ESPÍRITU SANTO”
Sólo cuando nuestro espíritu se ejercita en algún acto de fe, o de esperanza, o de caridad teologales, se pueden vivenciar la presencia y acción del Espíritu Santo en nosotros.
JACOB Y EL PLATO DE
LENTEJAS (I)
Ghiberti. Puertas del Paraíso. Florencia. |
Isaac tuvo dos hijos mellizos. Su esposa, Rebeca, los tuvo juntos en su
seno a los dos nueve meses. Iban a nacer a la vez. En el vientre de su madre ya
se peleaban entre ellos los dos hermanos. Lo sabemos. Nos lo cuenta la Biblia.
Se peleaban tan fuera de lo normal que su madre lo consultó con las más
experimentadas de las parteras de su entorno, que no la tranquilizaban.
Entonces, acudió al último recurso, a Dios, a decírselo. Y Dios la tranquilizó
porque le dijo que lo que tenía en su vientre eran nada menos que dos pueblos
enteros de numerosas gentes: dos naciones poderosas. Con estas palabras del
Señor Rebeca no entendía nada, no llegaba a asustarse porque no entendía bien.
El Señor se lo aclaró: Llevas en tu vientre dos bravos varones. Cada uno va a
ser el padre y principio de una multitud. Los dos, fuertes, pero uno de ellos
más fuerte que el otro, al que hará que le sirva.
El día de su nacimiento salió primero del vientre de su madre Esaú, para
sus padres y familia el mayor de los dos. Ya, sacada la cabeza y el cuerpo, al
terminar de salir, vieron quienes presenciaban el parto de Esaú que una manita,
la de Jacob, que aún estaba dentro del vientre de su madre, le agarraba un pie
a su hermano. Como si hubiera querido detenerlo y quitarle la ventaja de salir
el primero.
Mientras nacían, seguía la pelea entre los dos.
Nacidos, se vio que eran muy distintos. Esaú, el mayor, era pelirrojo y por
eso empezaron a llamarle Esaú o Edom (pelirrojo
en hebreo se dice edom) y tenía tanto
vello que parecía un oso. Se diría que había nacido vestido con un abrigo de
pieles en vez de la piel suave casi tranparente de los recién nacidos.
Jacob tenía la piel suave, era blanquito, sonrosado, un primor de niño. Lo
que más llamaba la atención en él era que ya en el momento de nacer trató de
suplantar a su hermano, de adelantarse a él. Y por esto empezaron a llamarle suplantador (en hebreo, Jacob, el que se agarra al calcañar, el
que suplanta).
De mayores, a ratos se llevaban como buenos hermanos y, a ratos, andaban a
la greña. Esaú era un tanto rudo, revuelto a veces; con frecuencia lo quería
todo y al instante, impetuoso, brusco, de campo y monte. Era de cara tostada y
brazos pelambrudos curtidos por el aire y la arena del desierto, en sus ojos había
piezas de caza, caravanas de beduinos y oasis naturales de palmeras con dátiles.
Le gustaba la caza menor y la mayor, arrearle cantazos a las codornices y
enfrentarse con las fieras de su tierra, donde podía toparse con leones, a
cuerpo descubierto como Sansón o dándoles con buena maña a la honda como el
pastor y rey David. Era un maestro en el manejo del arco de flechas. Sus dardos
se clavaban temblones y fijos donde él ponía el ojo. Su padre, Isaac, estaba
orgulloso de él por todo esto.
A su hermano, Jacob, por el contrario, le encanta moverse entre las tiendas
en que vivían los suyos, el alegre ambiente familiar de todos los días, el ir y
venir, el trajinar, el sacar agua fresca de los pozos en verano y, en todo
tiempo, cuidar los pozos que había cavado y alumbrado su padre, llenar las
artesas para que bebiera el ganado, los camellos, los bueyes y las vacas, los
rebaños de ovejas y de cabras... Hasta le gustaba la cocina de leña y los pucheros
de barro, como pronto veremos. Jacob era más inteligente que Esaú, más listo, más
astuto, más previsor, un buen calculador, certero observador él solito, de
palabra grata, buenos modales, buena
persona en el fondo, crédulo, quieto y callado cuando hacía falta y a punto y
con la palabra precisa llegado el momento.
Su madre Rebeca tenía por voz del cielo un oráculo que le dijo, cuando
peleaban los dos hermanos en su vientre, que lo que nacerían de sus entrañas
serían dos pueblos que, con el tiempo, habrían de ser numerosos y poderosos,
uno más fuerte que el otro y que el mayor serviría al menor. Tremendo oráculo,
que ella no podía olvidar. Se quedó con la idea de que el mayor serviría al
menor. Llevaba clavado en el alma el oráculo. Hasta a ratos le parecía que era
obligación suya el cumplirlo. Otras, que eso era mejor dejárselo a Dios, que él
era el Señor, el único Señor y lo suyo, el camino de los justos y hacer lo que
Dios manda, sin salirse de él.
En otras familias no se nota si
hay preferencias. En esta de Isaac y Rebeca saltaban a la vista las
preferencias. No se disimulaban. El padre, medio ciego, no podía salir a cazar.
Ciego del todo, menos. Esaú era el cazador de la familia. Además, era el mayor.
Su padre, a quien le gustaba la caza lo que no se sabe, lo prefería al pequeño,
a Jacob. Los asados de caza mayor eran su delicia de anciano.
Por el contrario, para Rebeca, el
ojito derecho era su hijo Jacob, el pequeño, más faldero, más de casa, más de “mande
usted, madre”... También, más inteligente y guapo, preferido, por si fuera
poco, por el oráculo del mismo Dios: heredero de la Alianza que el Señor había
hecho con el abuelo Abrahán y con su marido Isaac, al que tanto se parecía su
hijo Jacob.
QerhuteV
Ancien élève de Évode Beaucamp
y de Francesco Spadafora
Bendición de Jacob. José de Ribera, el Españoleto. |
“CREO EN EL ESPÍRITU SANTO”
VII
El Espíritu Santo es más Amor
que Poder en la vida de los cristianos
El envío del Espíritu
Santo: Don del Padre y del Hijo resucitado
Fue a partir de Pascua
de resurrección cuando los primeros cristianos comenzaron a descubrir la
relación íntima existente entre Dios Padre y el Resucitado Jesús. A la luz del
acontecimiento de la resurrección de Jesús en cuerpo y alma, estaba claro que el
condenado a muerte de cruz era inocente a los ojos de Dios, que, a pesar de su
muerte antimesiánica, era el Mesías prometido por Yahvé, y que, después de
pensar equivocadamente que en un plazo corto de tiempo habría de manifestarse
públicamente para llevar a cabo la resurrección universal de los muertos y los
restantes eventos escatológicos, finalmente la Iglesia primitiva aparece
convencida de que el Resucitado se
encuentra como Hijo glorificado a la
derecha del Padre, y de que Ambos, Padre
e Hijo, han enviado al Espíritu Santo a
la Iglesia naciente.
Es en este contexto
postpascual de la historia de la
salvación donde se revela a los ojos de los creyentes la “figura” del Espíritu
Santo. El Espíritu de Pentecostés no es ningún Delegado o un Embajador en
representación del Padre resucitador y del Hijo resucitado. Es una Realidad
divina con funciones propias e intransferibles a la Persona del Padre y a la
Persona del Hijo glorioso respecto de los seres humanos creyentes.
Es cierto que el envío
o misión del Hijo a hacerse hombre y a vivir y a morir como hombre resulta
connatural a nuestra condición humana, mientras que el envío o misión del
Espíritu Santo nos sabe a una presencia extraña a nuestra manera de ser y de
vivir. Pero a los ojos de la fe cristiana tan real y necesaria es la mediación
reveladora y salvadora del Hijo humanado como la del Espíritu Santo. San Ireneo
de Lyon decía, refiriéndose a los dos “misionados”, que el Hijo y el Espíritu
Santo son las dos Manos comunicadoras y salvadoras del Padre. ¿Existe alguna
diferencia de categoría y de eficacia salvadoras entre una Mano y otra Mano?
No podemos hablar de la
humanización del Espíritu Santo como lo hacemos del Hijo sempiterno, pero sí
que creemos en la presencia y animación eficaces del Espíritu Santo en nuestra
interioridad humana: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5,5).
Función vivificadora o
santificadora del Espíritu Santo
Dentro de la acción
conjunta y participativa de las Tres Personas divinas en la historia de la
salvación, los cristianos atribuimos la creación al Padre, la salvación al Hijo
y la santificación al Espíritu Santo.
La función
santificadora o vivificadora que el Espíritu desempeña en relación con la
humanidad terrenal después de Pascua es tan divina como la obra creadora del Padre y la obra salvadora del Hijo
humanado. Los padres de la Iglesia, en particular los padres orientales,
recalcan, en virtud del realismo de nuestra filiación divina adoptiva, la
categoría divina de quien está encargado
de llevar a feliz término dicha filiación:
“En la perspectiva de
los padres orientales, y también para nosotros, se trataba no sólo de la verdad
de Dios, sino de la verdad del hombre y de su destino absoluto. Si el Espíritu
no es substancialmente Dios, nosotros no seremos divinizados, dicen Atanasio en
el 356, Gregorio Nacianceno en el 380, refiriéndose a la fórmula del bautismo”
(Y.M. Congar, El Espíritu Santo).
Por otro lado, la
función santificadora del Espíritu, dador de la vida divina a los hombres, es
competencia única y específica de la tercera persona de la divinidad. Dicho con
otras palabras, las distintas funciones de rango divino realizadas por el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en relación con los hombres no son
intercambiables entre las Personas divinas: el Hijo humanado gloriosamente no
es el que nos hace ser hijos adoptivos de Dios, ni es el que nos va a resucitar
de entre los muertos; el Padre no es el que fue resucitado de la muerte, ni es
el que nos hace clamar desde nuestras entrañas: “¡Abbá, Padre!”; el Espíritu no
ha sido exaltado por el Padre, ni es esperado que vuelva desde el cielo al fin
de la historia.
Espíritu Santo: el Amor
unitivo
Hemos dicho que el
Espíritu Santo es “substancialmente Dios” porque sólo Alguien que sea Dios
puede llevar a cabo nuestra filiación divina… Pero ¿cuál es el rasgo propio y
distintivo del Espíritu Santo como Persona? Ya el Papa Pío XII, en su encíclica
Mystici Corporis Christi, se había
acercado a la identificación del Espíritu Santo como Persona de la santa
Trinidad denominándolo “alma” de la Iglesia:
“A este Espíritu de
Cristo, como a principio invisible, ha de atribuirse también… el que todas las
partes estén íntimamente unidas, tanto entre sí, como con su excelsa Cabeza” (Mystici Corporis Christi, 26).
En esta línea leemos en
el concilio Vaticano II: “Él [el Espíritu Santo] realiza esa maravillosa comunión de los
fieles y los une a todos en Cristo íntimamente, como principio que es de la
unidad de la Iglesia” (Decreto sobre el
ecumenismo, 2).
Heribert Mühlen |
Entre los teólogos de
la hora presente, H. Mühlen ha sabido destacar como nadie el rasgo singular del
Espíritu Santo como Persona en el ámbito de la Iglesia: el Espíritu Santo es
“una persona [el Espíritu Santo] en muchas personas [en Cristo y en nosotros]”.
Al igual que en la historia de la salvación la función específica de la Persona
del Espíritu Santo es la de unir la persona de Cristo, y a nosotros con Cristo,
su función dentro de la Trinidad consiste en unir la persona del Padre con la
del Hijo, y la persona del Hijo con la del Padre.
¿Cómo haremos presente
al Espíritu Santo en nuestra relación con el Padre, con Jesucristo y con nuestros
prójimos, si el Espíritu Santo escapa a toda percepción
de nuestros sentidos…?
·
Sólo cuando nos dirijamos a Dios
Padre con la confianza plena de un hijo
suyo, y no con el temor de un siervo (cf Rom 8,15-16), experimentaremos la
presencia y la acción del Espíritu Santo en nosotros…
·
Sólo cuando creamos de verdad que Dios
Padre resucitó a Jesús en cuerpo y alma porque el Crucificado era su Hijo unigénito (cf Rom 10,9),
vivenciaremos entonces que es el Espíritu Santo el que actúa en nosotros en
semejante confesión de fe…
·
Sólo cuando nos empeñemos más en dar amor al prójimo que en recibirlo (cf Hech 20,35), tendremos
viva conciencia de que es el Espíritu Santo en Persona el que nos ayuda a amar
de esa manera…
EDUARDO
MALVIDO
Maestro, catequista, teólogo
VII TOBOGÁN DE HAMBRIENTOS
En el prólogo con que el propio Cela
introduce esta su séptima novela, reafirma lo que ya en ocasiones anteriores
había dejado suficientemente claro: su total desacuerdo con cualquier intento
de encorsetar la creación literaria –en particular la narrativa- en géneros de
límites predeterminados. Acontece
–nos dice- que, por más que pienso,
ignoro –por lo menos de una manera científica y de fiar- cuáles son las lindes
del género, quizá porque cada día que
pasa veo más clara la convencionalidad –y consiguientemente, la ineficacia- de
la clasificación que venimos usando para parcelar el movedizo suelo literario.
Cuando en 1962 publica “Tobogán de
hambrientos”, Cela es ya un autor consagrado, que a pesar del fiasco que para
algunos significó “La catira”, se había hecho acreedor, tan solo un año después
de publicar esta, al ‘Premio de la Crítica de la narrativa española’, creado
para la ocasión y que anualmente ha seguido concediéndose hasta hoy, en
reconocimiento a los novelistas más acreditados del momento. Si en “La catira”
Cela hizo una excepción y –en alguna forma infiel a su criterio- se ajustó a la
estructura de la novela clásica-, ahora vuelve por sus fueros y, en un nuevo
alarde de ingeniosidad, construye una obra narrativa en la que el tiempo y el
espacio no cuentan, ni existe línea argumental, y en la que los actores, más
que personajes al uso, son elementos del paisaje, generalmente urbano, en que
se encuentran.
Aunque cada una de las doscientas secuencias tiene identidad propia y no forma parte de una
acción continuada, los hombres y mujeres que en ellas aparecen, aparte de estar
magistralmente caracterizados, guardan estrecha relación con quienes en las
secuencias inmediatas les siguen o preceden. La acción pasa –en palabras del propio autor- de mano a mano como la antorcha en las carreras olímpicas de la Grecia
antigua.
La
literatura es la vida misma -afirma Cela-, no ya una crónica artística o emocionada.
Y fragmentos de esa vida, como flashes o fotogramas capturados con magistral
oportunidad, son lo que en las páginas de “Tobogán de hambrientos” nos ofrece.
El apartamiento de los cánones literarios
clásicos no ha de presuponer en ningún caso caos, ni tan siquiera desorden. El
propio Cela es consciente de que probablemente la novela requiere un armazón, un esqueleto que le reparta las carnes
airosamente y con bien medido equilibrio.
Armazón y equilibrio que consigue en esta obra, sin tener que recurrir a
la solución radical que él mismo, hiperbólicamente, sugería: quemar los tratados de preceptiva y esperar
a que a alguien se le ocurra una ordenación más lógica de las cosas. Una y otra vez, por activa y por pasiva,
redunda Cela en su prólogo sobre la flexibilidad que el autor necesita para
dejar campo libre a su expresión creativa: Cada
vez me veo menos dispuesto a admitir soluciones preconcebidas o actitudes de
vademécum […]. Decir que todo lo que
rebasa el tamaño del cuento y la novela corta y está escrito en prosa narrativa
es novela, quizás resulte pueril (aunque no tanto como a primera vista pudiera
parecer), pero no lo es menos querer fijar el género con criterio de entomólogo
y buscarle unas fronteras incapaces de seguir, por excesivamente rígidas, la
cambiante estructura y huidiza esencia de la novela.
Utiliza Cela en esta novela una estructura
que podría calificarse de ‘geométrica’, característica que se repetirá, de
diferentes formas, en varias de sus obras. Divididas sus doscientas secuencias
en dos partes claramente diferenciadas, cada episodio de la primera tiene
su correspondiente en la
segunda, con idéntico marco y actores, aunque con ligeras variaciones
en las circunstancias. Correspondencia convergente o divergente, según el
ángulo de observación, dado que el primero de los capítulos se corresponde con
el que aparece en último lugar, el segundo con el penúltimo, el tercero con el
antepenúltimo… Así sucesivamente, de manera que el que hace el número cien
enlaza directamente con el ciento uno. Situados en el centro de la novela, se
muestran alineadas en espejo cada una de las secuencias. El que sustenta estas páginas
–dice Cela- es un esqueleto de culebra,
un esqueleto –a lo que imagino- sin demasiadas ramificaciones y con sus
doscientas vértebras puestas en fila. Aunque a esta disposición, y dado que
el primero de los fragmentos enlaza con el último, cabría asemejarlo al de una
pescadilla de enroscar o, como el propio don Camilo sugiere, a una culebra de mazapán, de rueda de mazapán
de Toledo.
Al margen de la estructura, sobre el
contenido hace Cela interesantes consideraciones: Se me achacó que me río de la miseria. Ni merecería la pena esforzarse
en atajar tan craso error: de lo que me río –y a violentísimas y desaforadas
carcajadas- es del tibio mundo pequeñoburgués que acuna y hace posible esa
misma miseria que le espanta y sobre la cual se alza […]. Vino Shakespeare en mi ayuda al señalar,
textualmente, que la vida es como un cuento narrado por un idiota […]. La vida es (y cita a Caryle en
‘Description of himself’), un espectro
moviéndose en un mundo de espectros […]. El título responde, según nos
dice, al resbaladizo sentimiento de
hambre (no física sino moral) de la turbamulta de personajes que actúan en su
antiheroico y doméstico escenario.
Finalmente, ¿qué decir de la forma? Cela
está, como siempre que lo pretende, ocurrente, imprevisible, hilarante... La
ironía, el sarcasmo, la crítica –ácida o no-, están presentes en cada rincón.
La caricatura, la hipérbole, la paradoja o el absurdo, se muestran a cada paso
con el desenfado proverbial en don Camilo. Los tópicos, los tabúes o lo
políticamente correcto no suponen para él obstáculo alguno; y, si lo considera oportuno, recurrirá al
esperpento, a lo escatológico, lo macabro, lo irreverente incluso. Cela conjuga
adecuadamente la hosquedad y la ternura, la sensibilidad y el desgarro…; hace
gala de su sentido del humor, de su conocimiento del hombre, de su natural
sensibilidad, y nos ofrece, con un lenguaje que conjuga academicismo y
casticismo… una composición que, entre otros muchos méritos, cuenta con el
innegable valor de conseguir entretenernos.
ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación y
estudioso de Cela
PUEBLERÍAS
·
Si
hurgáis en el interior del hombre feliz, es fácil que encontréis el charquito
de recuerdos de la infancia de su pueblo o del pueblo de sus abuelos.
·
El
pueblo tiene muchas cosas, desde luego, un aroma suyo.
·
Con
el paso de los años todo se desdibuja y olvida. Pervive el perfume del pueblo,
intacto. Doy fe, que voy a cumplir los 90.
·
En
el pueblo no se nos daban clases de equitación, pero a los once años montábamos
a pelo y poníamos mis amigos y yo a los cuatro pies a la mula Naranja de los
abuelos, al Caballo de Copas del señor Herminio o a la blanca yegua de la
Florencia, cuneta de la carretera adelante, que sorbíamos los vientos.
o
No
se cerraban ni de día ni de noche los caños de la fuente de la plaza ni el par
de caños del pilón. En el frío de la noche, en su silencio solemne, solo se
oían en la plaza y en pilón los chorros del agua.
o
Todas las tardes –de esto hace años- una
culebrina de alegría recorría por todo el pueblo: ¡Ha venido la luz!
o
No
hemos cargado nosotros de encanto con nuestra infancia al pueblo. Como en El camino de Daniel, el Mochuelo, las cosas del pueblo y el valle
han sido “quienes se nos imponían,
envolviéndonos en sus rumores vitales,
en sus afanes ímprobos, en los nimios y múltiples detalles de cada día”.
· Con su arroyo, el pueblo presumía de
firma, era la rúbrica al agua del Creador de parte a parte del paisaje, que
besaba el pie de las casas de adobes.
·
La torre del campanario que es un
alfil en alto y una antena de lo transcendente, señala que si el pueblo es su
suelo no es menos pueblo su cielo.
·
Cuando se voltean las campanas de la
airosa espadaña se alegra y ora el valle; cuando doblan, ora y llora todo él.
o
Los
poetas hablan del polvo de los caminos. Era muy cierto al paso de las
caballerías, del Eleuterio con su rebaño o del coche de línea de Alpiniano.
o
Los
domingos y festivos mi abuelo usaba reloj de cadena y bolsillo. No le hacía
falta. En medio del campo le preguntábamos: Abuelo, ¿qué hora es? Y él: Dentro
de media hora, la del Ángelus.
o
Si
cada provincia española nos hubiera dado su Delibes, el lenguaje popular rural
no estaría hoy en hundida pérdida por toda la Península.
CUR
“Objetivo Skorzeny” o cómo descifrar a un mito
Al escribir “Objetivo Skorzeny” tuve
cómo exclusiva preocupación la de llegar a conocer al hombre; o acaso, a cada
uno de los hombres que había sido Otto Skorzeny. Sobre el mito que había
alcanzado a ser aquel capitán de las Waffen-SS ya habían escrito muchos
historiadores y periodistas y hasta él mismo con grandísimo éxito de ventas.
Su fama se había forjado cuando era un modesto
capitán de las Waffen-SS y mandaba la nueva sección de comandos especiales. En
ese puesto se encontraba cuando fue llamado por el Cuartel General del Führer,
en cuanto se supo que Mussolini había sido hecho prisionero por decisión
conjunta del mariscal Badoglio y del rey de Italia.
A partir de ese momento Skorzeny se
enrola en una división paracaidista asumiendo las labores de información. El
desenlace vertiginoso de aquella operación, en la que Skorzeny tomó siempre la
iniciativa con evidente descaro y sentido de la oportunidad, le sirvió para ser
él quien anunciara a Mussolini su liberación y el que le acompañó desde el
refugio Campo Imperatore, situado a dos mil doscientos metros, a los pies del
Gran Sasso, hasta su encuentro con Hitler.
A partir de ahí el personaje adquiere
fama mundial y muchos son los que conocen sus siguientes pasos durante la
guerra, ya condecorado con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro y
alcanzando el empleo de coronel. Sin
embargo, con el final de la guerra, Skorzeny es capturado y tras varios años
prisionero, su rastro se difumina hasta aparecer en España con identidad falsa
en 1950.
Varias revelaciones de personas que conocieron
directamente a Skorzeny y el acceso al legado de su viuda me permitieron
iniciar esa labor de averiguación sobre el verdadero hombre. Leyendo sus
cartas, consultando la hemeroteca, revisando con la lupa cada una de las
fotografías… y conviviendo con él en mis paseos; es decir, escribiendo el libro
de Skorzeny cuando no lo escribía, así fue cómo pude llevar a cabo esa
adivinación. Quiero pensar que así fue también como Marguerite Yourcenar pudo
atrapar los sueños y los desvelos; los anhelos y los hastíos del emperador para
escribir, en su nombre, las famosas “Memorias de Adriano”. Y solo así fue
posible que Galdós averiguara cuál era el espíritu del héroe cuando escribió:
“Churruca era hombre religioso, porque era un hombre superior”, para continuar
con ajustadas conjeturas.
Skorzeny vivió, cuando menos, tres
vidas: la del niño y joven que nace en una familia de clase media vienesa y
alcanza la diplomatura en ingeniería, la del guerrero audaz que logra las
mayores recompensas y la del exitoso hombre de negocios refugiado en España. Del
análisis de su conducta se puede colegir que una llama muy viva se mantenía
dentro del pecho de Skorzeny, y ésta era la de su ansia de triunfo, su voluntad
por promocionarse social y económicamente. A ese empeño se consagró en unas y
otras circunstancias. Aprovechó siempre su querencia por frecuentar los mejores
círculos y su dominio de muchos deportes que había practicado desde joven con particular
pulsión: esquí, equitación, vela, esgrima, aviación, automovilismo…. Y sobre
todo el amor propio que atesoraba; sobre ese impagable patrimonio del
entusiasmo, brillaba aún una misteriosa virtud en la que pocos han reparado:
era uno de esos hombres que dan un paso adelante un segundo antes que los
demás. Y esa facilidad para la anticipación, esa capacidad para la resolución,
hizo más verdad que nunca aquel verso de Virgilio: “Audentes fortuna iuvat”.
Blanco CORREDOIRA
Novelista
Sin echar el ancla
Centenario de Griñón
GRIÑÓN: EL NOBLE EJERCICIO DE ESCRIBIR
Casi desde su
fundación, Griñón ha cultivado la comunicación escrita –un cierto tipo de
periodismo- destinada tanto a los de dentro de la Casa como a los de fuera. Ya
en los años veinte Griñón era la cuna y la sede de la revista Vida y Luz, hasta que esta fue trasladada
a Madrid, (Editorial Bruño). También
existían los “boletines” de propaganda de Griñón, sencillos órganos de difusión
de la Casa de Formación y de sus actividades, destinados a las familias de
actuales y posibles Novicios Menores. “Ecos
de Griñón” o “Ecos del Noviciado
Menor de Griñón” pueden ser ojeados por curiosos o interesados investigadores.
Griñón también fue sede de la edición y
publicación del boletín distrital “Noticias
y Avisos”, de carácter informativo e institucional, que dejó de ser luego órgano
de comunicación vertical (del H. Visitador, sobre todo) y dio paso a la revista Información,
otra forma de comunicación distrital, más horizontal y participativa, también
producida en el taller periodístico
del Escolasticado griñonés. Estos escritos eran más bien prácticos,
utilitarios; respondían a una necesidad de informar sobre datos objetivos, de
recordar la disciplina y orientar en la vida religiosa.
Pero había otro género
de escritura que podemos clasificar lejanamente como de “literario”, nacido en
la Casa, y cuyos destinatarios principales eran los moradores de la misma.
Dicho género lo han constituido las llamadas
revistas, actividad literaria
presente en todas las épocas de la formación, tanto de los Novicios Menores
como de los Escolásticos. Más que boletines de una información útil y necesaria,
las revistas eran manifestaciones culturales y expresiones de la creatividad de
los fomandos, de una calidad desigual, pero con momentos de gran altura, tanto
en la en la originalidad del pensamiento como en la calidad literaria. Del pequeño mundo creado por estas revistas vamos
a destacar tres momentos significativos: dos, corresponden a sendas épocas del Escolasticado;
el tercero, plural, al largo periodo del Noviciado Menor y de los Aspirantados
de Griñón.
La revista Mensaje (1947-1950)
El Escolasticado del H. Orizana se
preciaba de mantener alto el estandarte de la cultura. Uno de los signos de
esta fue la revista Mensaje, nacida
en octubre de 1947, de la que los escolásticos de entonces guardan un
inmejorable recuerdo. Era una palestra a la que se lanzaban todos,
especialmente los más audaces, para obtener hermosos triunfos en las lides
literarias, filosóficas, pedagógicas. Sin olvidar algún que otro ensayo
teológico. En cuanto a los temas tratados, cada número se desglosaba en los
siguientes contenidos: “Guiones”, a modo de pórtico o pregón, crónicas del
curso, crónicas de jornadas vocacionales, sección literaria (prosa y verso),
investigaciones sobre temas lasalianos, históricos y doctrinales…; todo ello
culminado por la miscelánea y el humor. Es de destacar la publicación, en la
revista, de los mejores poemas, primeros premios o ascesit en los Juegos
Florales domésticos.
Esta revista nació como
decimos en los inicios del directorado de Orizana. La redacción e impresión,
según constaba en la portada, se realizaban en Griñón. Mensaje
quería ser una palabra “de paz y alegría”. No pretendía ser “un noticiario sin
vida” ni “un difusor de actividades más o menos brillantes”. Dando voz a la
propia revista, esta se expresaba así: “Soy
simplemente un mensaje, un lazo que aspira a unir en un mismo camino a las
almas que vivieron y a las que viven horas de dicha purísima en este Griñón
bendito”[1] Y
Griñón era esencial a la revista: el primer mensaje de Mensaje era: “Griñón no os olvida: y a través de mis páginas quiere
enviaros el calor suave de la paz y la radiante luz de la alegría”.
Esta publicación del
Escolasticado tenía poco de apariencia y mucho de realidad. Su edición era tosca,
elemental. Su director decía en la presentación que nacía “sin pretensiones exageradas ni ambiciones desorbitadas” (id); no
se presentaba con galas exteriores ni medios técnicos: “Hoy salgo por vez primera sin el mágico boato de galas exteriores, pero
en posesión de las más dulces esperanzas. Se trataba de una reproducción en blanco y
negro, de escasa calidad gráfica, al menos tal como se ha conservado hasta
nosotros. Tampoco brillaba mucho la maquetación y la estética: se iba derecho a
lo elemental –las ideas, la pedagogía, los versos, la literatura- a pesar de la
endeblez de los medios.
Sus páginas son un
buen ejemplo del cultivo del pensamiento, del rigor intelectual exigido a los
escolásticos y del esfuerzo por acercarse
al carácter científico -o, al menos,
académico- de la investigación y del
ensayo.
AFDA y su influjo (1961-1963)
Del final de los
cuarenta pasamos a los comienzos de los sesenta. Era entonces Subdirector del Escolasticado el actual inspirador y director de este blog:
Carlos Urdiales. Y él, que vivió los gloriosos años de Mensaje, quiso reanudar la tradición de la escritura con aires
nuevos, con un estilo diferente. Surgieron así dos revistas para dos cursos de
Magisterio: ALEN (“Ardientes lanzas
en la noche”) y, sobre todo, AFDA
(“Al filo del amanecer”). Estos originales nombres, de claras resonancias
cervantinas, y, sobre todo, el contenido y el estilo, evidenciaron lo que era
posible crear cuando había alguien que era a la vez estímulo y ejemplo. Las
crónicas del Escolasticado de 1961 hablan de la salida, en octubre, de las dos
revistas citadas. Era el número cero de ambas. Y las dos eran habladas. Más tarde se publicaron
escritas; así, en marzo de 1962, el
cronista del Escolasticado informaba que
“en los primeros días de este mes ha salido AFDA, la revista del Escolasticado”.
La revista AFDA fue primero el trampolín para un lanzamiento insospechado,
arriesgado para muchos… y luego la palestra
en la cual se ejercía la no menos arriesgada tarea de pensar, crear,
escribir… La calidad y el rigor eran imprescindibles. A pesar del corto tiempo
de su ejercicio –para algunos tan sólo un año- su influjo y su huella han sido
notables. Hoy vivimos, pasadas la juventud y la primera madurez, un reverdecer
de aquel sencillo medio de creación literaria. Nuestro blog “Magisterio y
estilo” es el sucesor de aquella AFDA que nació, para algunos, con la ilusión
del primer hijo.
Noviciado Menor/Aspirantado: “Ave”, “Aspirantes”
El Noviciado Menor
también tuvo sus medios de expresión durante las varias etapas de su
existencia. En los años cincuenta nació, entre otras, la revista AVE, “fruto espiritual” del Año Mariano
de 1954. Muestra de la devoción mariana que impregnaba el ambiente griñonés, era
este un órgano de expresión realizado con medios escasos (escritura a mano e
ilustración a color con tinta china por los propios Novicios Menores) y una
elemental y rudimentaria palestra literaria.
En la década de los
sesenta nació un hermoso boletín impreso: Aspirantes.
Convertido en la revista del Aspirantado, era un pequeño gran órgano de
expresión y de comunicación del Aspirantado Mayor. Constaba de cuatro páginas de gran tamaño, con la portada y los títulos impresos
a color y las fotos y el texto en
blanco y negro. Era una muestra de lo que fue frecuente en Griñón, esa especie
de “periodismo interno”, aunque esta revista también estaba destinada a ser
lazo de unión con las familias de los aspirantes.
Aspirantes recogía parte de la vida del Aspirantado de la época;
reflejaba la acción, el pensamiento –hecho o en ciernes- , los proyectos, y el
valor de atreverse a crear, tanto los aspirantes como los profesores. A modo de
editorial siempre había un texto en portada que tenía el aire de una reflexión
de tipo lasaliano. Pretendía dar a conocer algunos aspectos importantes del
vivir de ese tiempo y ayudar a reflexionar sobre ellos.
Presentaba luego una parte literaria, creativa
y original, obra casi siempre de los Aspirantes. La prosa y el verso alternan
en una muestra de arte y buen hacer literario. No faltaban los rincones de tema
religioso ni la conexión con el mundo lasaliano (sección “Antena lasaliana”) ni
el humor. Tampoco faltaba el rincón
dirigido a los padres (la sección “Hola papá”), Las fotos, abundantes, eran
dignas, lo mismo que el diseño. La letra era pequeña… pero los jóvenes gozaban,
generalmente, de buena vista. Aunque a veces se notaba “un poco” la mano de los
adultos, podemos calificar a esta revista como órgano de los aspirantes, en unos años cruciales para ellos y para la vida
del Aspirantado. Su carácter “vocacional” también se expresaba en cada número
con la sección “¡Buenos días, cartero!”, obra del encargado de las vocaciones,
H. Ángel Felipe. La revista, de cuatro páginas, se editaba en Griñón y, al
principio, servía de órgano de los aspirantados de Griñón y de Granada.
La creatividad literaria: de “Asterisco” a “Aspy”
Los años setenta y
ochenta son los años de los Aspirantados.
Surgió también en estas décadas un número considerable de revistas creadas por los aspirantes (las llamaban con nombres muy
de la época, como otros jóvenes creaban grupos musicales).Y, en ellas, quizás
se cultivara menos lo literario, la cultura clásica, frecuente tiempo atrás, y
más la expresión de la relación, de la vida en común, del humor nacido fuera y
dentro del Aspirantado. Pero no por ello esta cultura estaba alejada de lo
religioso y de lo lasaliano. Basta con hacer un repaso a Camino, órgano ahora del
Aspirantado Mayor; luego, intentar la lectura de “El Farolete” y “Asterisco”
(de 1972 a 1981 aproximadamente). Más tarde, “Cara al Viento” y “Aspy”,
ya al comienzo de los noventa (1990, 1991…), del que en los archivos quedan
escasos ejemplares. En todos estos órganos de expresión se puede palpar la
inquietud cultural del Aspirantado, su afán por lograr una expresión de su
tiempo, los intentos de conectar con las preocupaciones de los propios
aspirantes, lejos de mantenerse en un diletantismo de lo literario. También se
observa una preocupación por los problemas sociales, por la vida de fe, por un
lasalianismo quizás más de acontecimientos y de noticias que de reflexión. Eran
revistas mecanografiadas, no impresas, y de estilo parecido a las anteriores,
aunque de maquetación muy diferente: nada equiparable a la impresa Aspirantes de hacía años. Pero se
observaba más libertad, más espontaneidad y creatividad.
De la revista Asterisco se conservan en los archivos
de la Casa Provincial de Aravaca bastantes ejemplares. Pertenecen a los años
setenta. Asterisco quería ser formalmente el periódico del Aspirantado. Su
contenido constaba de editorial, crónica, noticias lasalianas, páginas
literarias, encuestas, deportes, humor…
Se notaba mucho la mano de los propios aspirantes. La ilustración era
casi nula, si se exceptúa la portada, con un gran dibujo muy del estilo de la
época. Con los años se notó cierta evolución de la revista, al menos en la
portada y en la ilustración.
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No cabe duda de que
Griñón, “Centro de estudios”, ha sido, según las épocas, escuela de creación
literaria en un sentido amplio, ámbito de comunicación escrita y medio de expresión
rigurosa del pensamiento. Dentro de sus limitaciones evidentes, todavía hoy
podemos valorar la creatividad en aquellos años de formación, la preocupación
por la expresión de las ideas y el esfuerzo por lograr un estilo que nos
acercaba a los aledaños del mundo de las letras. Expresión de varios géneros
literarios o lejano ejercicio de periodismo, las revistas creadas en Griñón
siempre fueron palestra para ejercitar una de las dimensiones mejor cultivadas tanto
en los Aspirantados como, en grado excelente, en el Escolasticado: el noble y sano
ejercicio de escribir. Podríamos preguntarnos cuántos de aquellos aprendices de
escritores han seguido después cultivando este noble ejercicio que une
pensamiento y palabra, “magisterio y estilo”.
Teódulo GARCÍA REGIDOR
Maestro, doctor en Ciencias de la Educación
Autor del libro del Centenario de Griñón
Maestro, doctor en Ciencias de la Educación
Autor del libro del Centenario de Griñón
[1] Mensaje, Pregón, n. 1, octubre de 1947, p. 1.
se la puso hasta la muerte.
LEY DEL UMBRAL
UN MONTÓN DE HOJAS
Recogen hojas
dos niños en el campo
cual si fueran monedas
de un país mágico.
Se las entrega a ramas llenas
el padre árbol
batido por la lluvia
del último verano.
“A por una, a por dos,
a por tres, a por cuatro…”,
cantan Héctor y Alba
con el oro en las manos.
Y corren, saltan, vuelan
igual que un par de pájaros:
“Toma, papá,
para ti este regalo”.
PARA
GLORIA FUERTES
“Yo siempre estoy en la Gloria”,
decía mi Gloria Fuertes,
sacando punta a los versos
como una niña riente
y enfurruñada que sabe
escriturar los papeles
y hacerlos volar al aire
doblados en varios pliegues
como alas de mariposas
por ver si en él se mantienen…
Hasta hoy se han mantenido
sus poemas indelebles,
ya amarillos como el oro,
ya blancos como la nieve.
Unos son para “mayores”,
otros son para los “peques”,
todos van de mano en mano,
todos vuelan, suenan, huelen,
están vivos en los libros,
nos recrean y entretienen,
juntan –¡qué don que tenía!-
las dulzuras con las hieles.
Era Gloria una "poeta
de guardia” continuamente;
con dos tintos o dos güisquis
pintaba la vida breve:
“así soy yo”, comentaba,
“y vosotros, si os parece”.
Y, claro, nos parecía.
¿No les pareciera a ustedes?
Porque nos hacía un guiño
de aquiescencia a sus quehaceres
con esa astuta malicia
que le brotaba en las sienes
y decíamos que sí:
“que sí, Gloria, nos parece”,
mirándonos
recalcados
en cuatro renglones ternes
que expresaban lo que todos
los humanos bien entienden:
“no a la guerra, sí a la paz,
amor con amor se tiene”,
que el que no goza de amor
no sabe lo que padece.
La conocí ya mayor,
después que en sus Lavapieses
se codeara con Hierro
y otros vates celeberres,
tal Gabriel Celaya, el vasco,
que era un niño áspero a veces,
o el divino Rafael
que se apellidaba Alberti
y en la Roma “caminante”
soñaba con los cipreses
de “La arboleda perdida”
allá en un puerto de peces
-Puerto de Santamaría-
entre gatos siameses.
Tiempos pasados aquellos
de vino va, güisqui viene
mientras la noche caía
como una bella durmiente
a la que la luna ronda
pepona de coloretes… ,
y su voz ronca rompía
la seriedad del ambiente
cual ola gigante y bronca
que las rocas estremece.
¡Ay, si mi Gloria viviera!
¡Ay, si mi Gloria volviese!
¡Y cómo se reiría
de tanto autosuficiente
como pulula hoy en día
por este país de “memes”!
Un día que el Rey emérito
dio en el Palacio de Oriente
una copa a los escribas
del Reino, mandó a su Alférez:
“Llévale a Gloria a su casa
mi corbata, pues la quiere,
me la acaba de pedir,
creo que se la merece,
en Alberto Alcocer, ocho,
se la dejas y te vienes”.
Y así fue, que yo lo vi
a la mañana siguiente.
La “mujer de verso en pecho”
se la puso hasta la muerte.
LIRAS PARA APRENDER
A mi amigo Isidoro
Apenas soy recuerdo,
– me dijo con tristeza aquel anciano–.
Soy lágrima que muerdo
y, del dolor, hermano;
madrugador del sueño tan temprano.
Se llamaba Isidoro
Y había vivido tantos años,
¡oh juventud que adoro!
¡Oh felices “antaños”
que lágrimas dejáis en los “hogaños”!
Entonces yo era joven;
pero entendí su queja y sus lamentos.
¡Que aquellos tiempos troven
los dulces sentimientos
y olviden presentes ya sedientos
de fuerza y de constancia,
de amores lejanos que se fueron,
como huyó la prestancia
y el porte que tuvieron
porque, en albas de plata,
amanecieron!
Y yo le respondí:
– Feliz porque has vivido y has amado;
porque alegre te vi,
erguido y animado,
joven entonces; ahora venerado.
ANTONIO MONTERO SÁNCHEZ
Maestro, profesor de Filosofía y
Psicología
AMANECER
En
acerico de malvas clava sus rayos el sol.
El
cielo se ruboriza.
Sobre
fondo azul intenso, pinceladas cenicientas:
nubes
blandas, de algodón.
Duerme
entre sombras el pueblo.
Llama
al Ángelus la ermita.
Carretas
en el camino: marcha al campo el labrador.
ATARDECER
Inocencia tranquila, almas serenas,
miel y gozo en los labios, sonrisas llenas.
Al caer de la tarde, juegan los niños.
Les mira el sol de lejos,
la nubes vuelan
y, al teñirse de rojo, sangra la arena.
Inocencia tranquila, almas serenas;
juegan niños al coro,
revuelve el aire las hojas secas.
Ángel Hernández Expósito
Maestro. Profesor de Lengua y Literatura
Emérito UCJC
LEY DEL UMBRAL
Para someterse a un plan
de ejerció físico con la intención de mejora de la condición física deberán
tenerse en cuenta algunas pautas de tipo fisiológico que aclaren la idea del
concepto de esfuerzo físico.
Unas pautas del grado de
intensidad del esfuerzo físico nos las proporciona la ley del umbral. Esta ley propone que para que un esfuerzo físico
produzca mejoras orgánicas, y por lo tanto entrene, deberán superarse unos determinados límites del grado
de dicho esfuerzo. Propone tres umbrales de esfuerzo a superar para que se
produzcan mejoras orgánicas: bajo, medio y alto.
En el bajo umbral, la persona se mantiene en
el esfuerzo diario cotidiano, con intensidad que no supera el 50% de su
capacidad. El medio umbral supone un
esfuerzo moderado; puede llegar hasta el 80% de la capacidad. El alto umbral, cuando se supera ese 80%, es ya un esfuerzo
intenso, asequible sólo para personas entrenadas. Estos porcentajes se traducen
a la frecuencia cardiaca que mantiene la persona durante el esfuerzo, que
trataremos en otro tema de manera suficiente.
Basada
en la ley del umbral se desarrolla la ley
de Arnodt-Schultz, que establece cuatro grados para que se produzca
mejora de la condición física según se supere o no un determinado umbral de
esfuerzo. Éstos son sus
principios:
1.
Un estímulo débil, situado en el bajo umbral de esfuerzo, no excita suficientemente las funciones
orgánicas; por tanto, no entrena. Es la actividad física propia de la vida cotidiana.
2.
Aquellos estímulos más intensos pero que todavía se
mantienen en el bajo umbral, excitan
las funciones orgánicas siempre y cuando se repitan un número considerable de
veces, como por ejemplo, caminar durante horas. Producen mejoras.
3.
Aquellos estímulos fuertes que llegan al medio umbral, producen alteraciones
orgánicas y, tras el descanso, mejoras a través de los procesos de adaptación.
Serían actividades como correr, nadar o montar en bici de manera suave.
4.
Los estímulos muy fuertes que sobrepasan el medio umbral, y
por lo tanto, llegan al alto umbral,
pero no al máximo de tolerancia del individuo, también producen mejoras,
siempre y cuando no se repitan con demasiada frecuencia, lo que puede generar
diversas lesiones. Este grado de esfuerzo queda absolutamente desaconsejado a
personas no entrenadas.
Como conclusión diremos
que para producir mejoras orgánicas y que la persona pueda adaptarse a nuevos
esfuerzos, tendrá que realizar trabajos que le hagan superar el umbral
correspondiente. Nunca deben realizarse esfuerzos que lleguen al alto umbral
si antes no se han producido trabajos que hayan permitido al organismo
adaptarse al medio umbral. El grado de esfuerzo físico debe ser
progresivo y habrá que darle tiempo al organismo para que realice sus ajustes
fisiológicos y se favorezcan los procesos de adaptación.
Francisco Sáez Pastor
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