Diciembre, 2017
ÍNDICE PRINCIPAL
Pregón: Deportivo y apasionado por sus
criaturas.
Relato bíblico
del mes: Abrahán anciano sufre. Zereutes
Escuela de ayer,
de hoy y de mañana: Espacios de libertad de acción para la escuela. CUR
Dios es amor: El segundo milagro.
La Encarnación del Hijo Único de Dios. E. Malvido
Cela, una novela cada mes: El asesinato del perdedor. Á. Hdez
Afderías: Wasaperías del Hijo de Dios a su Padre Dios, en Navidad. CUR
Soneto del sentimiento: Aunque se vistan de fiera. Á.H.
Rincón de Apuleyo: Cancioncilla del niño que espera la Navidad. Salvator mundi.
Educación física: Equilibrio
dinámico. F. Sáez
DEPORTIVO Y APASIONADO POR
SUS CRIATURAS
El 24 de diciembre, Nochebuena,
volveremos a celebrar la entrada de Dios en nuestro mundo. Va a entrar de
puntillas. Lo van a saber los ángeles, unos pastores y tres estudiosos magos de
Oriente, su madre y su padre. Nadie más. Entra en silencio y en mitad de una
noche igual de oscura que otras. Como un niño más de un pueblín perdido, habitado
por gentes modestas de una de las doce tribus de Israel, la de Judá.
Indudablemente, a Dios le gusta
jugar. Es muy serio –también los juegos que nos apasionan a los humanos son
serios-, pero le gusta jugar. En esta Nochebuena recordaremos que hace veinte
siglos su juego consistió en hacerse Niño chiquito, como un niño más, en un
planeta diminuto, perdido en la inmensidad de un Universo de millones y
millones de años luz, que Él había creado. Venía por estar con nosotros unos
años, salvarnos, si nos dejábamos, y llevarnos luego a su Paraíso.
Uno de los rasgos naturales propios de
la vida humana que Dios nos dio es el deportivo, y no cabe duda de que en Él ha
de darse esta cualidad en grado eminente. El estar hechos a su semejanza, semejantes
a él, nos fuerza a pensar que Dios también juega y juega maravillosamente, con
pasión, como nosotros. Lo descifraremos solo en la otra vida, que entenderemos
mejor al Dios que ahora entra de puntillas en una noche de silencio y baja a la
cancha de esta Tierra para pasar con nosotros un suspiro, 33 años. Sabemos que
nos ama apasionadamente –es de fe- y también que es muy deportivo y que le
gusta jugar.
Esto de que Dios se ponga a jugar y por
ello baje a nuestra cancha nos desconcierta. Pero, en medio de nuestro
desconcierto, pensamos que es mejor que Dios siga siendo como es: deportivo,
disparatado y apasionado por sus criaturas. Adoramos su juego.
ABRAHÁN ANCIANO SUFRE
Abrahán es un anciano.
Además es un patriarca. Es anciano por los muchos años. Es patriarca por su
numerosa descendencia: como las estrellas del cielo o las arenas de la playa.
La Biblia nos da noticia solo de dos hijos suyos: Ismael e Isaac.
Sorprendemos a Abrahán
en el capítulo 21 del Génesis. Abrahán ya ha tenido un hijo de su concubina
egipcia Agar. Le llaman Ismael. De ese tronco saldrá un pueblo numeroso. En los
libros de historia de nuestra infancia a los descendientes de Ismael se les
llamaba agarenos, por la madre. Podría haber sino el heredero de la Promesa.
Era el primogénito de Abrahán. Pero Dios quería que lo fuera el hijo de su
esposa Sara, Isaac, nombre que en Oriente suena a Jocundo, Festivo.
Sara, que se reía de
quienes le decían que aún podía ser madre, ya anciana, bailaba de contento con
el nacimiento de su hijo Isaac. A todos les decía lo mismo: “Dios me ha hecho bailar de alegría”. Lo
decía de tal manera que los que la veían tan feliz bailaban como ella. Abrahán, por su parte, sentía el gozo de una
virilidad recobrada con el nacimiento tan tardío de su hijo Isaac. Abrahán dice
la Biblia -que probablemente exagera- que por entonces cumplía los cien años.
Sara le dio el pecho a
Isaac su niño dos o tres años. Era la costumbre en aquellas tierras. Hasta que
el infante echó los primeros dientes siguió mamando. Entonces podía herir a la
madre. En la gran fiesta del destete, Abrahán está feliz, da un gran banquete.
Lo dice la Biblia. Está Abrahán, con tanta nueva inesperada, anciano y viejo
como un abuelo, volviendo a su infancia. Ve a sus dos hijos jugueteando
despreocupados y dichosos. ¿Puede pedir más?
Entonces, en su cielo,
parece una nube. Sara empieza a cavilar. Piensa que un día el hijo de la
esclava puede exigir parte de la herencia que ella en su mente le parece que ha
de pasar entera a Isaac, el niño de sus entrañas. Sara exige a Abrahán que
expulse a la egipcia: “Expulsa a esa esclava
y a su hijo, porque el hijo de esa esclava no va a repartirse la herencia con
mi hijo Isaac”. Abrahán traga saliva
y bilis y se lleva un gran disgusto, pero no le queda otro remedio: “Como al fin y al cabo era hijo suyo,
Abrahán se llevó un gran disgusto”, anota el Libro Sagrado. No cabe duda de que las mujeres
también mandaban en el Antiguo Testamento.
Abrahán, muy a su pesar, le hace caso y
expulsa a la esclava y al hijo que ha tenido con Agar, la esclava de Sara.
Abrahán anciano sufre. Buen espejo para mirarse en él.
Pan y un odre de agua, y al desierto de
Berseba, Ismael y su madre.
Qerhutes
Ancien
élève de Évode Beaucamp
y de
Francesco Spadafora
Espacios de libertad de acción para la Escuela
Escuela de ayer
Centro de estudios libre, con
programas que se daba a sí misma.
Esto le permitía la
acomodación más eficaz a su imperativo local:
medio agrícola, naval, industrial,
de servicios…
Escuela de hoy
Está minuciosamente
programada desde el Estado.
Programación estándar.
Programación estándar.
Cada escuela es una escuela más,
idéntica la una a la otra.
Montones de escuelas
igualitas en el mismo país.
¿Quién le
pone el cascabel al gato?
CUR
EL 2º MILAGRO DEL DIOS
AMOR
LA ENCARNACIÓN
DEL HIJO ÚNICO DE DIOS
La confesión de fe
cristiana en la divinidad de Jesús
Hablando de la fe de
los primeros cristianos en Jesús de Nazaret, siempre hay que recurrir al
acontecimiento de su resucitación de entre los muertos por intervención de Dios
Padre. Este acontecimiento metahistórico, considerado real por los primeros
discípulos gracias a las apariciones de Jesús resucitado y al hallazgo del
sepulcro vacío, dejó probado para ellos:
·
la
injusticia de su condena a muerte impulsada por los jefes del judaísmo;
·
si
Jesús ha sido resucitado, es que ha empezado el fin de la historia de la
salvación;
·
mediante
un hecho metahistórico como la resurrección de Jesús de entre los muertos, Dios
proclama que el Crucificado es el Mesías prometido, “escándalo para los judíos
y necedad para los gentiles” (1Cor 1,23), y hace suyo el modo de ser Mesías de Jesús en su existir histórico;
·
el
triunfo definitivo del judío Jesús sobre la muerte es extendido por Pablo como
buena noticia también para los gentiles…
Todas estas y otras más
verdades de fe figuran en el NT, que
fue compuesto después y como consecuencia del hecho de la resurrección de
Jesús. Sin esta resurrección no se habría escrito nada de la historia del
galileo Jesús y tampoco nada de las confesiones de fe en Jesús, el Nazareno, que
constan en el NT. Lo que aún resulta
más inesperado es leer en el NT
declaraciones y narraciones de fe en Jesús como en el Hijo unigénito de Dios
que se hizo hombre.
Como ejemplo de
declaración de fe en la divinidad de Jesús, cito el reconocimiento del apóstol
Tomás ante la aparición del único Resucitado: “Señor mío y Dios mío” (Jn
20,28). Y como caso ilustrativo de fe narrada en la divinidad de Jesús,
solamente menciono los relatos de Mateo y de Lucas sobre el nacimiento de
Jesús.
Son dos relatos
históricamente incompatibles. En
cambio, los dos evangelistas coinciden, exceptuando algunas diferencias de
matiz, en el testimonio de fe de que el nuevo ser concebido virginalmente en el
seno de María por obra del Espíritu Santo (cf Mt 1,20; Lc 1,35) será llamado
Hijo de Dios, porque su Padre es el mismo Dios Padre, no el varón José, con
quien ella estaba tan solo desposada. Llama la atención que las narraciones de
Mateo y de Lucas no sigan el original
género judío de nacimiento de hijos de madres estériles por su avanzada edad,
sino que hacen intervenir a Dios negando la paternidad natural del varón, en
este caso la de José. Mucho menos los
relatos tardíos de Mateo y de Lucas guardan relación con las leyendas
orientales ni con las descripciones mitológicas de Grecia y de Roma acerca del
origen divino de grandes personajes. Mateo y Lucas siguen sorprendentemente el
modelo narrativo de la resurrección y exaltación de Jesús a su Vida gloriosa de
Hijo por obra de Dios Padre, acontecimiento en el cual se observa que el único
agente engendrador de Vida sobre el muerto Jesús es Dios Padre. Trasladando la
filiación divina de Jesús desde su final glorioso a su concepción como hombre,
los primeros cristianos confiesan, por medio de los relatos de Mateo y de
Lucas, su fe en la divinidad de Jesús ya desde su primer latido de vida humana,
evitando así la interpretación tradicional judía de una filiación adoptiva del
justo al término de sus días.
La encarnación del Dios Hijo: un milagro mayor que la creación inicial
Si considerábamos la
creación inicial como fruto único y exclusivo de la intervención libérrima del
Amor altruista de Dios para con sus creaturas, con mayor razón debemos
contemplar el acontecimiento de todo un Dios Hijo haciéndose hombre como la
obra más exclusiva e inesperada de la Divinidad para con los seres humanos.
¿Qué aporta de positivo
y de negativo la encarnación del Hijo unigénito del Padre a la acción creadora
de Dios?
En términos positivos,
la asunción de la naturaleza humana por parte del Hijo único hace realidad que
los seres humanos lleguemos a participar de la misma Vida de Dios en y por
medio del Hijo humanado. Mientras los Padres de la Iglesia oriental hablan de
la divinización del hombre como el primer motivo de la humanización del Dios
Hijo, san Pablo repite una y otra vez (cf Ef 1,4-5; Gal 4,4-5; Rom 8,29) que la
encarnación del Hijo nos ha hecho “hijos en el Hijo”. J. M. Cabodevilla subraya
la manera diferente de ser hijo en la realidad natural y en la sobrenatural:
“¿No ocurre acaso en la
generación sobrenatural al revés de lo que ocurre en la generación natural? Dos
individuos son hermanos entre sí porque son hijos del mismo padre; dos
cristianos, por el contrario, son hijos del mismo Padre porque antes son
hermanos, hermanos de Cristo y en Cristo, solo a través del cual tenemos acceso
al Padre” (Discurso del Padrenuestro).
Otro motivo positivo
para nosotros de la encarnación del Hijo es que Jesús va a enseñarnos cómo
debemos vivir los hijos de Dios y cómo el amor altruista para con nuestros
prójimos es el distintivo del Hijo humanado y de los hijos de Dios en y gracias
al Hijo.
En cuanto a los “aspectos
negativos” de la encarnación del Hijo, estos repercuten solo en la Persona del
Hijo humanado. Con la afirmación de Juan de que “el Verbo se hizo carne” (Jn
1,14), se nos habla de la fragilidad del Hijo al humanarse, fragilidad en el
orden del ser, del conocer y del poder, semejante a todos los seres humanos,
menos en el pecar (Heb 4,15). Filipenses 2,6-7 es más explícito que Juan 1,14 a
la hora de describir el salto de vértigo que la encarnación supuso al Hijo del
Padre al pasar de su condición divina a su condición humana.
“El cual [Cristo], siendo de condición
divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó [ekenosen=se vació] de sí mismo tomando
condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su
porte como hombre”.
Pablo habla de
despojamiento (=”kénosis”) de atributos divinos que le corresponden como Hijo
divino (omnipotencia, omnisciencia, inmutabilidad…). De lo que no se vació es
de su identidad de Hijo, puesto que es el mismo Cristo, “de condición divina”,
el que se hace hombre. En otros textos del NT,
paulinos y no paulinos, se nos proclama y sobre todo se nos narra que Jesús ama
a sus semejantes altruistamente, que es el mismo modo de amar que Dios mostró
en la creación primordial del mundo. Por tanto, tampoco el Hijo se despojó, al
encarnarse, del modo altruista de amar propio de la Santa Trinidad.
Secularmente se nos
viene diciendo en Occidente que la redención del pecado de nuestros
protoparentes, Adán y Eva, es el motivo condicionante de la encarnación del
Dios Hijo. Según este enfoque, Dios no interviene en primera y exclusiva
iniciativa en el misterio de la encarnación del Hijo unigénito, sino que
reacciona misericordiosamente en segundo lugar ante los pecados de la humanidad
reparando con creces, mediante el envío de Dios a su Hijo a hacerse hombre, las
ofensas hechas a Dios por Adán y Eva y por todos sus descendientes: “¡Oh
dichosa culpa que nos ha merecido tan grande Redentor!”. Por tanto, no
podríamos calificar la encarnación del Hijo único de Dios como un
acontecimiento milagroso en el sentido de que su autoría —no solo el modo de
llevarla a cabo— corresponde tan solo a la divinidad…
Pienso que se pueden
utilizar los términos “redención”, “reparación”, “satisfacción”, y hasta el
término “expiación” en sentido existencial siempre que consideremos el
excepcional amor altruista mostrado por el Hijo en su encarnación, vida y
muerte en cruz como infinitamente agradable al Padre y al Espíritu Santo frente
al desagrado causado por todos los pecados cometidos desde Adán hasta el fin de
los tiempos. “Desagrado causado” por nuestros pecados que no alteró la previa decisión
libérrima de Dios Padre en relación con la encarnación de su Hijo. Y es que los
dos motivos positivos que hemos señalado anteriormente (hacernos hijos en el
Hijo y mostrarnos cómo viven y mueren los auténticos hijos de Dios) hicieron
“necesarias” la encarnación y la posterior vida humana del Hijo unigénito, de
modo que si no hubiesen pecado los considerados “padres de la humanidad” sí que
el Hijo de Dios se habría hecho hombre…
Por lo dicho pienso
también que el hecho de que los padres de la humanidad cayeran en pecado quiere
decirnos que los seres humanos no podemos por nosotros
solos participar de la Vida de Dios como hijos ni que somos capaces de vivir
como tales en esta existencia sin contar con la mediación del Hijo humanado de
Dios. Ambos objetivos son regalos que la encarnación y la historia del Hijo
unigénito han puesto a nuestro alcance. Según la confesión de fe de los
cristianos, sin Jesucristo es imposible alcanzar la salvación: ser hijos de
Dios en el Hijo y vivir amando a
nuestros prójimos siguiéndole a él en la manera altruista de amarlos. La
explicación de que el pecado original se transmite por generación natural puede
entenderse así: todo ser humano por el hecho de serlo no puede conseguir esos
dos objetivos sin aceptar en su vida la mediación reveladora y salvadora de
Jesucristo. En este sentido decimos que el ser humano al ser concebido nace en
“pecado original”, que no es un pecado personal, sino un pecado “contraído” por
vía generativa humana.
EDUARDO MALVIDO
Maestro, teólogo
y catequista
“La insólita y gloriosa hazaña del
cipote de Archidona’”. Con este curioso título había publicado en 1971 la
editorial Tusquets, en su colección ‘La sonrisa vertical’, un relato erótico de
Camilo José Cela. El episodio, de medio centenar de páginas, describe con gran
sentido del humor y ningún pudor, la
sorprendente polución que siguió a la felación llevada a cabo por la novia del
protagonista, en un cine de ese pueblo malagueño, el consecuente escándalo y la
sanción judicial que siguió a la denuncia del caso. Un cuarto de siglo después,
en 1994, el ya para entonces Nobel de Literatura rescataba la ocurrencia y la situaba, como eje
transversal, en su duodécima novela: “El asesinato del perdedor”. En esta
ocasión los protagonistas no llegaron a
tanto, pero se terció la presencia de don Cosme, testigo y juez, que acabó
sancionando ejemplarmente a Mateo Ruecas y a su novia, Soledad. Aparte de la
correspondiente multa y la inhabilitación temporal de ambos para el desempeño
de su profesión, el juez determinó el encarcelamiento de Mateo durante una
semana, para escarmiento de los jóvenes y advertencia a la sociedad. Lo que no
imaginó el juez –y si lo hizo tampoco pareció darle la necesaria importancia-
fueron las vejaciones a que el joven Mateo se vería sometido en esos días, su
hundimiento moral y el desenlace terrible -la decisión suicida- que desencadenó
la sentencia. El puritanismo y la intransigencia del juez y su declarado
propósito de velar por la moralidad, chocan con su condición de voyeur, puesta de manifiesto en varias
ocasiones a lo largo de la narración.
Aunque, como hemos dicho, la historia
protagonizada por Mateo aparece una y otra vez como insistente Guadiana, en la
novela, hay que decir que tanto los fragmentos que refieren los detalles del
escándalo, como aquellos que tratan del juicio y condena de Mateo, de su
posterior determinación suicida, de la personalidad de don Cosme, el
testigo-juez, y de sus argumentaciones o de los alegatos que el narrador hace
respecto a su actuación y a la judicatura en general, no van más allá de un
seis por ciento de la obra, 491 líneas, que linealmente abarcarían entre 13 y
catorce páginas de las 233 con que cuenta la novela, dejando a un lado la
‘carta de aviso’ que le sirve de epílogo. El noventa y cuatro por ciento
restantes lo constituyen una aparentemente desordenada y caótica mixtura de
situaciones, en las que se da cita toda una caterva de personajes de muy
diversa condición. Cela, de nuevo, en estado puro. La ‘confusa autora’-que como
tal reconoce el narrador al creador del texto- propone al lector la permanente
reflexión sobre cuestiones muy diversas, que se atropellan en el texto. Hechos,
testimonios, afirmaciones… siempre ocurrentes y a menudo absurdas o
desconcertantes, se yuxtaponen sin solución de continuidad y sin nexo de
relación alguno. Política, sociedad, religión, creencias, costumbres… temas de
toda índole y de profunda o ninguna trascendencia, se suceden y se envuelven
con frecuencia en declaraciones heterodoxas, provocadoras, incendiarias… El
escándalo para mentes pacatas está servido.
Hay que entender que el personaje de Mateo Ruecas no es en sí
mismo tan importante como lo que simboliza. En él están representados todos los
perdedores. ‘La esperanza es el cordón pinchado del perdedor, ese miserable que
al final no salva ni el alma’, leemos en ‘Madera de boj’ la última novela de
don Camilo. Según comenta el
propio autor por boca de
Michael el Agachadizo, siempre ha
habido débiles, enfermos, atropellados,
menesterosos, mínimos, pobres,
gafes, leprosos y
desconocidos, son los
perdedores tan necesarios para la buena marcha de la
sociedad, con ellos los jueces hacen prácticas de acoso y derribo, y los miran
atentamente y con mucha ira para oírles crujir y estremecerse.
Si Mateo representa a los perdedores, en don Cosme vemos
reflejados los representantes de la justicia que no merecen el calificativo de
tales, ya sea por su prevaricadora venalidad o por erigirse en salvadores a
ultranza de la sociedad y hacer de la ley un instrumento al servicio de sus
convicciones personales. La intención del juez, en principio, parecía buena,
pero resultó desproporcionada. No
es de extrañar la reacción de la gente, cuando don Cosme
comenta en el
casino la razón
de su sentencia: -Una breve estancia en la cárcel le hará recapacitar: Aequitas in
dubio praevaleat. Y entonces cinco de sus siete contertulios se dijeron para
sus adentros, -¡A tomar por culo! El abuso de autoridad no queda en la
arbitrariedad y el exceso en la condena a Mateo, sino que va más allá: para
asegurarse la sumisión de éste y de su familia, recurre a la amenaza totalmente
infundada, al advertir a los padres que
si la gente protestaba o se manifestaba él metía a Mateo siete años en la
cárcel, los mismos que puede durar una verdad científica de cierta
consideración, y los padres, o sea Lucas y Sagrario, se lo creyeron.
La moral de este juez presuntuoso queda totalmente en entredicho
al reconocerse –la madre de Mateo lo atestigua- su condición de voyeur. La actitud de don Cosme da pie
al novelista para manifestar la opinión, por boca del narrador unas veces y
otras por la de alguno de los personajes –Tomás Curulleda, el Cavilador, uno de
los más significados- que esta y otras actitudes y decisiones judiciales le
merecen. No es en el Estado de
Derecho donde radica la injusticia social, sino
en la aplicación
parcial e interesada
que de las leyes puede hacerse. La Constitución afirma que todos
los españoles somos iguales ante la
ley, en teoría puede que sí, pero en la práctica, ante la ley pesa mucho el
dinero y la posición social.
Se reconoce el respeto debido al poder judicial, pero se considera
que en la práctica se cometen errores. Bisoñez, inmadurez, también
incompetencia, desconocimiento, falta de rigor: los jueces son muy dubitativos,
muy inestables.
En la apatía, la pereza, la irresponsabilidad, la falta de compromiso, en definitiva la escasa
profesionalidad, puede estar la raíz del problema: los jueces dictan las sentencias cuando quieren, la verdad es que no
son demasiado trabajadores, se toman las cosas con calma, no van a la oficina
por las tardes, tienen unas vacaciones muy largas.
Que los jueces se consideren justicieros, salvadores, iluminados
ejecutores de la justicia divina resulta peligroso; también, la interpretación
subjetiva de la ley: el juez debe ser
cursi, respetuoso y solemne, quizá también discreto y ruin; el juez no debe ser
árbitro jamás ni tampoco aspirar a serlo, le basta con seguir la ley al pie de
la letra y con despreciar el latido del espíritu. Y más punible que todo lo
anterior es la prevaricación, la injusta aplicación de la condena en favor del
propio juez o de terceros: el de juez es
buen oficio, cómodo, considerado, respetado, incluso temido, no ganan mucho
pero se conforman con lo que reciben a cambio de holgar y se cobran en especie
sus tribulaciones y miserias disponiendo de la libertad de los demás,
seguramente aciertan.
El juez puede convertirse, por la mala aplicación de la justicia,
en peligro para la sociedad a la que debe servir: los jueces deberían llevar cuernos fluorescentes o fosforescentes, o
por lo menos una lucecita en mitad del entrecejo para avisar del peligro, lo contario es poco deportivo. En don
Cosme se unen la bisoñez, el sentirse iluminado, la prepotencia, y se reconoce
y denuncia la injusticia cometida contra Mateo Ruecas.
El sexo y la muerte son dos elementos que resultan ineludibles en
la novelística celiana. La obra que ahora nos ocupa tiene, como decíamos, un
eje transversal: el suicidio de Mateo Ruecas, consecuencia final de un episodio
sexual menor, elevado por la torcida interpretación de un juez a un nivel
desproporcionado. Sexo y muerte, de nuevo presentes, en primera línea. La
descripción de algunos encuentros eróticos, como los mantenidos entre Elsa y
Norberto, entre Waldetruda y Zaqueo Nicomediano o entre Pamela Pleshette y el
obispo de Palm Spring adquieren un relieve que bien se podría calificar de
pornográfico.
Sobre la muerte, aparte el episodio central del suicidio del
perdedor y el final desgraciado de
otros personajes, se vierten
en la novela algunas reflexiones,
como en este diálogo de Tomás de Cerulleda ‘el Cavilador’ con su propia
conciencia: La muerte es una infamia,
sí…, pero la vida no es sino una inercia, un doloroso experimento sin
demasiadas variantes.[…] La muerte es
lo único que no muere jamás,
que no cesa.[…] - ¿Por qué
prefiere la muerte a la vida? –Es al revés: ¿por qué disfrazo la
muerte de muerte y la vida de harapos y entrecortados suspiros suplicantes? -¡Usted
sabrá! –No; yo lo ignoro.
Salpicados aquí y allá, pensamientos, consideraciones y
sentencias, que los diferentes episodios o la referencia a determinados
personajes sugieren. Tampoco faltan textos surrealistas. Y encontramos también consideraciones de cariz religioso: Dios existe si crees en Dios, es artículo de
fe, Dios no existe si no crees en Dios, es artículo de esperanza, Dios existe
para los creyentes y no existe para los agnósticos, es artículo de caridad;
o, en el otro extremo, observaciones de tono escatológico: Los enfermos del hospital, mientras la lluvia y el viento baten los
cristales, se mean por las esquinas para dar trabajo a las monjas y vengarse de
ellas.
Por lo que a la forma se refiere, Cela retoma aquí, como en sus
novelas de inicio, la ortodoxia gramatical -en lo que a normas ortográficas se
refiere- de la que parecía haberse apartado definitivamente. En “El asesinato
del perdedor” los signos de puntuación están ‘donde deben estar’. Pero en lo
referente a la estructura, sigue en sus trece: fragmentación, reiteraciones,
yuxtaposición sin lógica aparente…, heterodoxia respecto a los cánones
narrativos clásicos, llevada al extremo.
Un sello inconfundible en el estilo celiano es, sin duda, la
reiteración. Significativas, las afirmaciones que aquí se hacen sobre la
necesidad que de ella tienen la propia naturaleza, como principio de vida, y el
escritor como recurso. Casi todo hay que
decirlo siempre varias veces para que la gente lo aprenda. La vida es una reiteración… -comenta don
Teodoro de Vasconcelos- ¿Están de acuerdo conmigo en que el sencillísimo y más
quintaesenciado arte también es una reiteración?
Tampoco podían estar ausentes la ironía, el sarcasmo o,
simplemente, el comentario humorístico. En cierto momento, dentro de la obra,
se dice: en el Paraíso Terrenal todos los animales y vegetales perdieron
el humor a fuerza de no ejercitarlo, en el limbo pasa todo lo contrario, porque
sus habitantes disimulan y no advierten a nadie la proximidad de la catástrofe.
Y ocurrencias, como las que siguen: ¿Por qué no huyes en zigzag para el mejor escarmiento de los tísicos?
–Porque no quiero tomarme jamás ventaja alguna. […] La ley de la gravitación universal es una falacia inventada por los
japoneses para desequilibrar el mercado […] ¿Usted no ha oído nunca lo que decía el exquisito y singular
Lao-Tsé? -¿Lo de que le gustaría haber
sido vaca para tener muy asumida su inmensa capacidad de aburrimiento? […].
Alucinante el ‘sermón de las Siete Palabras a cargo del premostratense Fray
Silíceo de la Bobadilla en la catedral de Bratislava […]. Y ocurrente a la par que irreverente, la propuesta de Waldetruda: ¿Querrías confesarte, Zaqueo, amor, con un cura vestido de la mitad
para arriba de lagarterana y de la mitad para debajo de calabresa o de
siciliana, a elegir? –Vale.
O situaciones sorprendentes, que provocan hilaridad, con las que
tropieza a cada paso el lector: La
destilación de la ropa usada produce anís dulce y en los países pobres, las
familias pobres instalan alambiques en los que destilar la ropa usada,
calcetines y camisones, y emborracharse de anís dulce para defraudar los deseos
del príncipe […] Traedme la
chichonera –solicita la
abuela- porque no me gustaría comparecer ante el Sumo Hacedor con un chichón en
la cabeza; daos prisa […] Un enfermo
de color de vino reza unas oraciones
mágicas con los
brazos en cruz mientras un enfermero malayo le escupe
en los ojos […] Perico Botija
Magdalena, el verdugo que sentó en el palo a Marujita Zarza, era muy ocurrente
y animoso, me dicen que ahora envuelve caramelitos Damel en la fábrica de Alcoy
[…] Fidel -cuando festejaba con
Romulita-, para que las niñas de la
boticaria no riñesen, le compró un rollo
de papel de retrete a cada una […] Leoncio
Alange estuvo en el hospital cuando se rompió un brazo, el hueso lo llevaba
fuera, daban ganas de mojar pan […] -Dame
un punto de apoyo y levantaré el
mundo. -¡No seas latoso, Arquímedes
–le dice Natalia Luxemburgo- , y vigila
el horno para que no se me queme el cordero! ¡Jesús, qué hombres! […] El
bandolero dialoga con el oculista, cuando éste le diagnostica un grave episodio
de ceguera: –Pero, doctor, ¿y qué va a
hacer un bandolero ciego? -¿Y yo qué sé? Eso no es cosa mía; pregúntele usted a
un sociólogo […] El guardián del
depósito de cadáveres era el almirante retirado sir Jeremy L. Greenock, que en
los ratos de ocio arreglaba neveras, lavadoras, aspiradoras, radios, etc., a
sus hijas casadas […] ¿Cómo están los
hijos de sus hijas casadas? -le
preguntan al almirante sir Jeremy en el mercado-. -Bien, gracias a Dios, algunos persiguen camareros y banderilleros y
algunos se drogan, tampoco mucho, cocaína, heroína, pero en general bien,
gracias a Dios, su circunstancia la tienen asumida y eso es lo principal […]
-¿Y no podrían apuntillarme? -pregunta Pedra Pabla al preboste don
Gladiolo Márquez, cuando éste, ante una picadura, le aconseja acudir a la casa
de socorro en caso de que la dolencia vaya a más. –Sí, sin duda –responde el interpelado-; poder sí que podrían, lo que pasa es que no suelen querer porque dicen
que se pone todo perdido.
Entre los numerosos personajes, habrá que hacer mención especial
de Mateo Ruecas, un buen
muchacho, puede que un poco tímido, algo corto, esto no se sabe nunca y
a veces salta la sorpresa, y que tenía
cinco amigos verdaderos, todos lloraron su muerte. Mateo era un perdedor nato, destinado a perder
siempre y en cualquier lugar. Vivía permanentemente al borde del precipicio,
sólo se necesitaba alguien con la suficiente mala sangre para darle el empujón
definitivo: cuando el sepulturero echó la
última paletada de tierra sobre la fosa de Mateo a mí se me ocurrió pensar que a los
perdedores no hay que asesinarlos, basta con ponerles en el camino de la
muerte, esto lo saben bien los jueces.
ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
Maestro, doctor en Ciencias de la
Educación y estudioso de Cela
WASAPERÍAS
DEL HIJO DE DIOS A SU
PADRE DIOS, EN NAVIDAD
· Primer wasap del Niño Dios a su Padre
Dios en la media noche de la Nochebuena: “Ya me han nacido. Esto es Belén, un
pueblín de Judá. El pueblo que le dijiste al profeta Miqueas.
· Te has superado. Mi madre es muy
guapa, guapísima.
· No veas lo que alimenta la leche de
cabra. No lo va a decir el Evangelio, pero estos pastores además de ovejas
tienen cabras.
· El oro que me traerán los Magos, para Cáritas.
· El incienso para los pastores. Huelen
a pastor. El olor que hará proverbio el papa Francisco.
· Mi padre putativo, San José, está ahora,
al mentarle a Herodes pensando enseguida en Egipto. Tú, ¿qué opinas?
· Para ser esta la primera vez, los
ángeles se lucieron cantando el Gloria in excelsis. De lo mejor de aquella
Noche.
· ¿Consentiste la matanza de los
Inocentes porque ellos iban a ser los que alzaran más la voz cuando el “¡Crucifícale!”?
· ¡Qué voz la del anciano Simeón! Es de
ver y oír cómo canta el Nunc dimittis. Y a palo seco.
· La profetisa Ana, una pasita.
· Al vernos tan pobres, creí que los peripuestos
del Templo se contentarían con una sola tórtola. Se quedaron con las dos. Mal
empiezan.
· Mi padre, San José, es muy callado.
· Cuando duerme tiene sueños que luego son
verdad.
· No me extraña que San Bernardo,
Berceo… y quien escribe estos desvaríos de wasap tengamos perdida la cabeza y
el corazón por la Gloriosa. ¡Nómbrala Reina de los Cielos y Stella matutina!
· Este último es el título que más les
va a gustar a los del filo del amanecer, ya verás.
CUR
CANCIONCILLA DEL NIÑO QUE ESPERA LA NAVIDAD
Ya están las campanillas
de la Navidad
din don din dan
venga a voltear.
Ya se acercan los Magos
por el Portal
¿Y qué me traerán
que mi carta enviada está?
Ya cae la nieve
ángel de cristal
paloma de paz
Ay ¿se deshará?
Yo soy ese Pequeño
Príncipe ideal
que vuela sin parar
como Peter Pan.
SALVATOR MUNDI
Por
millones y millones
de
dólares sumergidos
el
Salvador de Da Vinci
cucamente
se ha vendido.
Un
ricachón ruso-armenio
parece
que lo ha adquirido
pero
su nombre se oculta
en
las sombras del capricho.
El
Judas lo hizo por menos
—¡treinta
denarios judíos!—
y
eso que estaba a su lado
antes
del Huerto de Olivos
en
el que su Cuerpo Santo
sudó
sangre el Bien Nacido
para
redimir al mundo
por
Adán y Eva cautivo.
¡O
témpora y ora mores
tristemente
pervertidos!
¡Malos
tratos estos nuestros
más
humanos que divinos!
Difuminados
los rasgos
del
Leonardo florentino,
valen
más cuando están muertos
que
cuando estuvieron vivos
andando
sobre las aguas
del
piélago palestino,
razón
nada razonable
de
lo que aquí ha sucedido.
Salvador
Mundi, oh Señor
de
todos los señoríos,
vuelve
a dominar el mundo
pues
que nos lo han invertido
y
no sabemos qué pasa
ni
en qué se convirtió el río
de
la vida pasajera
que
nos mueve sin sentido.
Norte,
Sur, Este y Oeste
van
camino del olvido,
y
el Centro ¿dónde estará?
Dínoslo,
dínoslo, dínoslo.
EQUILIBRIO DINÁMICO
Toda
referencia al equilibrio que hasta ahora hemos realizado estaba relacionada con
el equilibrio estático, sin incluir aún el factor desplazamiento como parte
integrante del equilibrio. Veremos ahora dicha relación.
Comenzaremos
haciéndonos la siguiente reflexión: ¿por qué un ciclista parado sobre su
bicicleta no puede mantenerse en equilibrio y, en cambio, al desplazarse, lo
mantiene con facilidad, aunque vaya despacio?
Y si el
desplazamiento lo realiza a considerable velocidad, será capaz de mantenerse
con mayor facilidad; incluso, puede inclinarse en las curvas sin que por ello se
caiga. Se deduce de ellos que la velocidad es un factor equilibrante.
Esta
afirmación vale también para el desplazamiento en moto, para patines de
cuchillas para hielo, para un aro de juguete o para una persona que se desplace
sobre una superficie estrecha y larga, como puede ser el carril de una vía del
tren o tranvía, o un estrecho listón de madera, como tienen los bancos suecos de
gimnasia puestos al revés.
Lo expuesto
se refiere a los desplazamientos lineales, aunque describan cambios de
dirección. Pero puede presentarse un equilibrio equivalente en movimientos de
rotación. ¿Por qué una peonza girando puede mantenerse en equilibrio mientras
que si está parada le es imposible?
La
explicación técnica de estos hechos se basa en algunas características
mecánicas relacionadas con la dinámica. Trataré de exponerlo sin aridez.
En el equilibro dinámico lineal, el factor
determinante se denomina cantidad de
movimiento, que incluye la masa
del objeto y de la persona más la velocidad
a la que se desplazan. Cuanto mayores sean estas magnitudes, mejor equilibrio
habrá.
En el
equilibrio dinámico de rotación, rigen características similares
a las expuestas, propias de los movimientos de rotación. El equivalente a la
cantidad de movimiento es el momento
cinético; los otros factores son el momento
de inercia –que equivaldría a la masa– y la velocidad angular.
Su análisis se
escapa a las pretensiones de este foro. Mas la cuestión es poner de manifiesto
unos sencillos hechos que se dan habitualmente en la vida cotidiana.
Francisco
Sáez Pastor
Gracias, querido Carlos, por AFDA 66. Cada mes lo espero con renovadas expectativas. Disfruto leyendo las bellezas de su contenido. Su “magisterio y estilo” es un estimulante ejemplo del buen hacer.
ResponderEliminarFelicidades por el nuevo número de AFDA. No es tan fácil mantener el nivel ni que la revista salga todos los meses. Un abrazo
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