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20171129

66. AFDA

    

Diciembre, 2017

ÍNDICE PRINCIPAL
 
Pregón: Deportivo y apasionado por sus criaturas.
Relato bíblico del mes: Abrahán anciano sufre. Zereutes
Escuela de ayer, de hoy y de mañana: Espacios de libertad de acción para la escuela. CUR
Dios es amor: El segundo milagro. La Encarnación del Hijo Único de Dios. E. Malvido
Cela, una novela cada mes: El asesinato del perdedor. Á. Hdez
Afderías: Wasaperías del Hijo de Dios a su Padre Dios, en Navidad. CUR
Soneto del sentimiento: Aunque se vistan de fiera. Á.H.
Rincón de Apuleyo: Cancioncilla del niño que espera la Navidad. Salvator mundi.
Educación física: Equilibrio dinámico. F. Sáez


           
DEPORTIVO Y APASIONADO POR
SUS CRIATURAS


El 24 de diciembre, Nochebuena, volveremos a celebrar la entrada de Dios en nuestro mundo. Va a entrar de puntillas. Lo van a saber los ángeles, unos pastores y tres estudiosos magos de Oriente, su madre y su padre. Nadie más. Entra en silencio y en mitad de una noche igual de oscura que otras. Como un niño más de un pueblín perdido, habitado por gentes modestas de una de las doce tribus de Israel, la de Judá.
Indudablemente, a Dios le gusta jugar. Es muy serio –también los juegos que nos apasionan a los humanos son serios-, pero le gusta jugar. En esta Nochebuena recordaremos que hace veinte siglos su juego consistió en hacerse Niño chiquito, como un niño más, en un planeta diminuto, perdido en la inmensidad de un Universo de millones y millones de años luz, que Él había creado. Venía por estar con nosotros unos años, salvarnos, si nos dejábamos, y llevarnos luego a su Paraíso. 
Uno de los rasgos naturales propios de la vida humana que Dios nos dio es el deportivo, y no cabe duda de que en Él ha de darse esta cualidad en grado eminente. El estar hechos a su semejanza, semejantes a él, nos fuerza a pensar que Dios también juega y juega maravillosamente, con pasión, como nosotros. Lo descifraremos solo en la otra vida, que entenderemos mejor al Dios que ahora entra de puntillas en una noche de silencio y baja a la cancha de esta Tierra para pasar con nosotros un suspiro, 33 años. Sabemos que nos ama apasionadamente –es de fe- y también que es muy deportivo y que le gusta jugar.
Esto de que Dios se ponga a jugar y por ello baje a nuestra cancha nos desconcierta. Pero, en medio de nuestro desconcierto, pensamos que es mejor que Dios siga siendo como es: deportivo, disparatado y apasionado por sus criaturas. Adoramos su juego.

                                              
          

ABRAHÁN ANCIANO SUFRE



Abrahán es un anciano. Además es un patriarca. Es anciano por los muchos años. Es patriarca por su numerosa descendencia: como las estrellas del cielo o las arenas de la playa. La Biblia nos da noticia solo de dos hijos suyos: Ismael e Isaac.

Sorprendemos a Abrahán en el capítulo 21 del Génesis. Abrahán ya ha tenido un hijo de su concubina egipcia Agar. Le llaman Ismael. De ese tronco saldrá un pueblo numeroso. En los libros de historia de nuestra infancia a los descendientes de Ismael se les llamaba agarenos, por la madre. Podría haber sino el heredero de la Promesa. Era el primogénito de Abrahán. Pero Dios quería que lo fuera el hijo de su esposa Sara, Isaac, nombre que en Oriente suena a Jocundo, Festivo.

Sara, que se reía de quienes le decían que aún podía ser madre, ya anciana, bailaba de contento con el nacimiento de su hijo Isaac. A todos les decía lo mismo: “Dios me ha hecho bailar de alegría”. Lo decía de tal manera que los que la veían tan feliz bailaban como ella.  Abrahán, por su parte, sentía el gozo de una virilidad recobrada con el nacimiento tan tardío de su hijo Isaac. Abrahán dice la Biblia -que probablemente exagera- que por entonces cumplía los cien años.

Sara le dio el pecho a Isaac su niño dos o tres años. Era la costumbre en aquellas tierras. Hasta que el infante echó los primeros dientes siguió mamando. Entonces podía herir a la madre. En la gran fiesta del destete, Abrahán está feliz, da un gran banquete. Lo dice la Biblia. Está Abrahán, con tanta nueva inesperada, anciano y viejo como un abuelo, volviendo a su infancia. Ve a sus dos hijos jugueteando despreocupados y dichosos. ¿Puede pedir más?

Entonces, en su cielo, parece una nube. Sara empieza a cavilar. Piensa que un día el hijo de la esclava puede exigir parte de la herencia que ella en su mente le parece que ha de pasar entera a Isaac, el niño de sus entrañas. Sara exige a Abrahán que expulse a la egipcia: “Expulsa a esa esclava y a su hijo, porque el hijo de esa esclava no va a repartirse la herencia con mi hijo Isaac”.  Abrahán traga saliva y bilis y se lleva un gran disgusto, pero no le queda otro remedio: “Como al fin y al cabo era hijo suyo, Abrahán se llevó un gran disgusto”, anota el Libro Sagrado. No cabe duda de que las mujeres también mandaban en el Antiguo Testamento.
 Abrahán, muy a su pesar, le hace caso y expulsa a la esclava y al hijo que ha tenido con Agar, la esclava de Sara. Abrahán anciano sufre. Buen espejo para mirarse en él.
 Pan y un odre de agua, y al desierto de Berseba, Ismael y su madre.
Qerhutes

Ancien élève de Évode Beaucamp 

y de Francesco Spadafora

                                       





Espacios de libertad de acción para la Escuela


           Escuela de ayer

                 Centro de estudios libre, con programas que se daba a sí misma.
Esto le permitía la acomodación más eficaz a su imperativo local:
medio agrícola, naval, industrial, de servicios…
 

                        Escuela de hoy

Está minuciosamente programada desde el Estado.
Programación estándar.
                   Cada escuela es una escuela más, idéntica la una a la otra.
Montones de escuelas igualitas en el mismo país.

 Escuela del mañana
¿Quién le pone el cascabel al gato?
CUR

                                        







EL 2º MILAGRO DEL DIOS AMOR

LA ENCARNACIÓN DEL HIJO ÚNICO DE DIOS

La confesión de fe cristiana en la divinidad de Jesús
Hablando de la fe de los primeros cristianos en Jesús de Nazaret, siempre hay que recurrir al acontecimiento de su resucitación de entre los muertos por intervención de Dios Padre. Este acontecimiento metahistórico, considerado real por los primeros discípulos gracias a las apariciones de Jesús resucitado y al hallazgo del sepulcro vacío, dejó probado para ellos:
·           la injusticia de su condena a muerte impulsada por los jefes del judaísmo;
·           si Jesús ha sido resucitado, es que ha empezado el fin de la historia de la salvación;
·           mediante un hecho metahistórico como la resurrección de Jesús de entre los muertos, Dios proclama que el Crucificado es el Mesías prometido, “escándalo para los judíos y necedad para los gentiles” (1Cor 1,23), y hace suyo el modo de ser  Mesías de Jesús en su existir histórico;
·           el triunfo definitivo del judío Jesús sobre la muerte es extendido por Pablo como buena noticia también para los gentiles…
Todas estas y otras más verdades de fe figuran en el NT, que fue compuesto después y como consecuencia del hecho de la resurrección de Jesús. Sin esta resurrección no se habría escrito nada de la historia del galileo Jesús y tampoco nada de las confesiones de fe en Jesús, el Nazareno, que constan en el NT. Lo que aún resulta más inesperado es leer en el NT declaraciones y narraciones de fe en Jesús como en el Hijo unigénito de Dios que se hizo hombre.
Como ejemplo de declaración de fe en la divinidad de Jesús, cito el reconocimiento del apóstol Tomás ante la aparición del único Resucitado: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28). Y como caso ilustrativo de fe narrada en la divinidad de Jesús, solamente menciono los relatos de Mateo y de Lucas sobre el nacimiento de Jesús.
Son dos relatos históricamente incompatibles. En cambio, los dos evangelistas coinciden, exceptuando algunas diferencias de matiz, en el testimonio de fe de que el nuevo ser concebido virginalmente en el seno de María por obra del Espíritu Santo (cf Mt 1,20; Lc 1,35) será llamado Hijo de Dios, porque su Padre es el mismo Dios Padre, no el varón José, con quien ella estaba tan solo desposada. Llama la atención que las narraciones de Mateo y de Lucas no sigan el  original género judío de nacimiento de hijos de madres estériles por su avanzada edad, sino que hacen intervenir a Dios negando la paternidad natural del varón, en este caso la de  José. Mucho menos los relatos tardíos de Mateo y de Lucas guardan relación con las leyendas orientales ni con las descripciones mitológicas de Grecia y de Roma acerca del origen divino de grandes personajes. Mateo y Lucas siguen sorprendentemente el modelo narrativo de la resurrección y exaltación de Jesús a su Vida gloriosa de Hijo por obra de Dios Padre, acontecimiento en el cual se observa que el único agente engendrador de Vida sobre el muerto Jesús es Dios Padre. Trasladando la filiación divina de Jesús desde su final glorioso a su concepción como hombre, los primeros cristianos confiesan, por medio de los relatos de Mateo y de Lucas, su fe en la divinidad de Jesús ya desde su primer latido de vida humana, evitando así la interpretación tradicional judía de una filiación adoptiva del justo al término de sus días.

La encarnación del Dios Hijo: un milagro mayor que la creación inicial
Si considerábamos la creación inicial como fruto único y exclusivo de la intervención libérrima del Amor altruista de Dios para con sus creaturas, con mayor razón debemos contemplar el acontecimiento de todo un Dios Hijo haciéndose hombre como la obra más exclusiva e inesperada de la Divinidad para con los seres humanos.
¿Qué aporta de positivo y de negativo la encarnación del Hijo unigénito del Padre a la acción creadora de Dios?
En términos positivos, la asunción de la naturaleza humana por parte del Hijo único hace realidad que los seres humanos lleguemos a participar de la misma Vida de Dios en y por medio del Hijo humanado. Mientras los Padres de la Iglesia oriental hablan de la divinización del hombre como el primer motivo de la humanización del Dios Hijo, san Pablo repite una y otra vez (cf Ef 1,4-5; Gal 4,4-5; Rom 8,29) que la encarnación del Hijo nos ha hecho “hijos en el Hijo”. J. M. Cabodevilla subraya la manera diferente de ser hijo en la realidad natural y en la sobrenatural:
“¿No ocurre acaso en la generación sobrenatural al revés de lo que ocurre en la generación natural? Dos individuos son hermanos entre sí porque son hijos del mismo padre; dos cristianos, por el contrario, son hijos del mismo Padre porque antes son hermanos, hermanos de Cristo y en Cristo, solo a través del cual tenemos acceso al Padre” (Discurso del Padrenuestro).
Otro motivo positivo para nosotros de la encarnación del Hijo es que Jesús va a enseñarnos cómo debemos vivir los hijos de Dios y cómo el amor altruista para con nuestros prójimos es el distintivo del Hijo humanado y de los hijos de Dios en y gracias al Hijo.
En cuanto a los “aspectos negativos” de la encarnación del Hijo, estos repercuten solo en la Persona del Hijo humanado. Con la afirmación de Juan de que “el Verbo se hizo carne” (Jn 1,14), se nos habla de la fragilidad del Hijo al humanarse, fragilidad en el orden del ser, del conocer y del poder, semejante a todos los seres humanos, menos en el pecar (Heb 4,15). Filipenses 2,6-7 es más explícito que Juan 1,14 a la hora de describir el salto de vértigo que la encarnación supuso al Hijo del Padre al pasar de su condición divina a su condición humana. 
         “El cual [Cristo], siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó [ekenosen=se vació] de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre”.
Pablo habla de despojamiento (=”kénosis”) de atributos divinos que le corresponden como Hijo divino (omnipotencia, omnisciencia, inmutabilidad…). De lo que no se vació es de su identidad de Hijo, puesto que es el mismo Cristo, “de condición divina”, el que se hace hombre. En otros textos del NT, paulinos y no paulinos, se nos proclama y sobre todo se nos narra que Jesús ama a sus semejantes altruistamente, que es el mismo modo de amar que Dios mostró en la creación primordial del mundo. Por tanto, tampoco el Hijo se despojó, al encarnarse, del modo altruista de amar propio de la Santa Trinidad.
Secularmente se nos viene diciendo en Occidente que la redención del pecado de nuestros protoparentes, Adán y Eva, es el motivo condicionante de la encarnación del Dios Hijo. Según este enfoque, Dios no interviene en primera y exclusiva iniciativa en el misterio de la encarnación del Hijo unigénito, sino que reacciona misericordiosamente en segundo lugar ante los pecados de la humanidad reparando con creces, mediante el envío de Dios a su Hijo a hacerse hombre, las ofensas hechas a Dios por Adán y Eva y por todos sus descendientes: “¡Oh dichosa culpa que nos ha merecido tan grande Redentor!”. Por tanto, no podríamos calificar la encarnación del Hijo único de Dios como un acontecimiento milagroso en el sentido de que su autoría —no solo el modo de llevarla a cabo— corresponde tan solo a la divinidad…
Pienso que se pueden utilizar los términos “redención”, “reparación”, “satisfacción”, y hasta el término “expiación” en sentido existencial siempre que consideremos el excepcional amor altruista mostrado por el Hijo en su encarnación, vida y muerte en cruz como infinitamente agradable al Padre y al Espíritu Santo frente al desagrado causado por todos los pecados cometidos desde Adán hasta el fin de los tiempos. “Desagrado causado” por nuestros pecados que no alteró la previa decisión libérrima de Dios Padre en relación con la encarnación de su Hijo. Y es que los dos motivos positivos que hemos señalado anteriormente (hacernos hijos en el Hijo y mostrarnos cómo viven y mueren los auténticos hijos de Dios) hicieron “necesarias” la encarnación y la posterior vida humana del Hijo unigénito, de modo que si no hubiesen pecado los considerados “padres de la humanidad” sí que el Hijo de Dios se habría hecho hombre…
Por lo dicho pienso también que el hecho de que los padres de la humanidad cayeran en pecado quiere decirnos que los seres humanos no podemos por nosotros solos participar de la Vida de Dios como hijos ni que somos capaces de vivir como tales en esta existencia sin contar con la mediación del Hijo humanado de Dios. Ambos objetivos son regalos que la encarnación y la historia del Hijo unigénito han puesto a nuestro alcance. Según la confesión de fe de los cristianos, sin Jesucristo es imposible alcanzar la salvación: ser hijos de Dios en el Hijo y vivir amando  a nuestros prójimos siguiéndole a él en la manera altruista de amarlos. La explicación de que el pecado original se transmite por generación natural puede entenderse así: todo ser humano por el hecho de serlo no puede conseguir esos dos objetivos sin aceptar en su vida la mediación reveladora y salvadora de Jesucristo. En este sentido decimos que el ser humano al ser concebido nace en “pecado original”, que no es un pecado personal, sino un pecado “contraído” por vía generativa humana.
EDUARDO MALVIDO
Maestro, teólogo y catequista
 
                                      
 



El asesinato del perdedor


“La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona’”. Con este curioso título había publicado en 1971 la editorial Tusquets, en su colección ‘La sonrisa vertical’, un relato erótico de Camilo José Cela. El episodio, de medio centenar de páginas, describe con gran sentido del  humor y ningún pudor, la sorprendente polución que siguió a la felación llevada a cabo por la novia del protagonista, en un cine de ese pueblo malagueño, el consecuente escándalo y la sanción judicial que siguió a la denuncia del caso. Un cuarto de siglo después, en 1994, el ya para entonces Nobel de Literatura rescataba  la ocurrencia y la situaba, como eje transversal, en su duodécima novela: “El asesinato del perdedor”. En esta ocasión los protagonistas no llegaron  a tanto, pero se terció la presencia de don Cosme, testigo y juez, que acabó sancionando ejemplarmente a Mateo Ruecas y a su novia, Soledad. Aparte de la correspondiente multa y la inhabilitación temporal de ambos para el desempeño de su profesión, el juez determinó el encarcelamiento de Mateo durante una semana, para escarmiento de los jóvenes y advertencia a la sociedad. Lo que no imaginó el juez –y si lo hizo tampoco pareció darle la necesaria importancia- fueron las vejaciones a que el joven Mateo se vería sometido en esos días, su hundimiento moral y el desenlace terrible -la decisión suicida- que desencadenó la sentencia. El puritanismo y la intransigencia del juez y su declarado propósito de velar por la moralidad, chocan con su condición de voyeur, puesta de manifiesto en varias ocasiones a lo largo de la narración.


Aunque, como hemos dicho, la historia protagonizada por Mateo aparece una y otra vez como insistente Guadiana, en la novela, hay que decir que tanto los fragmentos que refieren los detalles del escándalo, como aquellos que tratan del juicio y condena de Mateo, de su posterior determinación suicida, de la personalidad de don Cosme, el testigo-juez, y de sus argumentaciones o de los alegatos que el narrador hace respecto a su actuación y a la judicatura en general, no van más allá de un seis por ciento de la obra, 491 líneas, que linealmente abarcarían entre 13 y catorce páginas de las 233 con que cuenta la novela, dejando a un lado la ‘carta de aviso’ que le sirve de epílogo. El noventa y cuatro por ciento restantes lo constituyen una aparentemente desordenada y caótica mixtura de situaciones, en las que se da cita toda una caterva de personajes de muy diversa condición. Cela, de nuevo, en estado puro. La ‘confusa autora’-que como tal reconoce el narrador al creador del texto- propone al lector la permanente reflexión sobre cuestiones muy diversas, que se atropellan en el texto. Hechos, testimonios, afirmaciones… siempre ocurrentes y a menudo absurdas o desconcertantes, se yuxtaponen sin solución de continuidad y sin nexo de relación alguno. Política, sociedad, religión, creencias, costumbres… temas de toda índole y de profunda o ninguna trascendencia, se suceden y se envuelven con frecuencia en declaraciones heterodoxas, provocadoras, incendiarias… El escándalo para mentes pacatas está servido.


Hay que entender que el personaje de Mateo Ruecas no es en sí mismo tan importante como lo que simboliza. En él están representados todos los perdedores. ‘La esperanza es el cordón pinchado del perdedor, ese miserable que al final no salva ni el alma’, leemos en ‘Madera de boj’ la última novela de don Camilo. Según  comenta  el  propio autor  por boca  de  Michael el Agachadizo, siempre ha habido débiles, enfermos, atropellados,   menesterosos,   mínimos,  pobres,  gafes,  leprosos  y  desconocidos,   son  los  perdedores  tan necesarios para la buena marcha de la sociedad, con ellos los jueces hacen prácticas de acoso y derribo, y los miran atentamente y con mucha ira para oírles crujir y estremecerse.


Si Mateo representa a los perdedores, en don Cosme vemos reflejados los representantes de la justicia que no merecen el calificativo de tales, ya sea por su prevaricadora venalidad o por erigirse en salvadores a ultranza de la sociedad y hacer de la ley un instrumento al servicio de sus convicciones personales. La intención del juez, en principio, parecía buena, pero resultó desproporcionada. No  es  de extrañar  la reacción de la gente, cuando don  Cosme  comenta  en   el  casino  la  razón  de  su   sentencia: -Una breve estancia en la cárcel le hará recapacitar: Aequitas in dubio praevaleat. Y entonces cinco de sus siete contertulios se dijeron para sus adentros, -¡A tomar por culo! El abuso de autoridad no queda en la arbitrariedad y el exceso en la condena a Mateo, sino que va más allá: para asegurarse la sumisión de éste y de su familia, recurre a la amenaza totalmente infundada, al advertir a los padres que si la gente protestaba o se manifestaba él metía a Mateo siete años en la cárcel, los mismos que puede durar una verdad científica de cierta consideración, y los padres, o sea Lucas y Sagrario, se lo creyeron. 


La moral de este juez presuntuoso queda totalmente en entredicho al reconocerse –la madre de Mateo lo atestigua- su condición de voyeur. La actitud de don Cosme da pie al novelista para manifestar la opinión, por boca del narrador unas veces y otras por la de alguno de los personajes –Tomás Curulleda, el Cavilador, uno de los más significados- que esta y otras actitudes y decisiones judiciales le merecen. No es en el Estado  de Derecho  donde radica  la injusticia social,  sino  en  la  aplicación  parcial  e  interesada  que  de  las leyes puede hacerse. La Constitución afirma  que todos los españoles somos iguales ante la ley, en teoría puede que sí, pero en la práctica, ante la ley pesa mucho el dinero y la posición social. 

Se reconoce el respeto debido al poder judicial, pero se considera que en la práctica se cometen errores. Bisoñez, inmadurez, también incompetencia, desconocimiento, falta de rigor: los jueces son muy  dubitativos, muy inestables.


En la apatía, la pereza, la irresponsabilidad, la falta  de compromiso, en definitiva la escasa profesionalidad, puede estar la raíz del problema: los jueces dictan las sentencias cuando quieren, la verdad es que no son demasiado trabajadores, se toman las cosas con calma, no van a la oficina por las tardes, tienen unas vacaciones muy largas.



Que los jueces se consideren justicieros, salvadores, iluminados ejecutores de la justicia divina resulta peligroso; también, la interpretación subjetiva de la ley: el juez debe ser cursi, respetuoso y solemne, quizá también discreto y ruin; el juez no debe ser árbitro jamás ni tampoco aspirar a serlo, le basta con seguir la ley al pie de la letra y con despreciar el latido del espíritu. Y más punible que todo lo anterior es la prevaricación, la injusta aplicación de la condena en favor del propio juez o de terceros: el de juez es buen oficio, cómodo, considerado, respetado, incluso temido, no ganan mucho pero se conforman con lo que reciben a cambio de holgar y se cobran en especie sus tribulaciones y miserias disponiendo de la libertad de los demás, seguramente aciertan.
El juez puede convertirse, por la mala aplicación de la justicia, en peligro para la sociedad a la que debe servir: los jueces deberían llevar cuernos fluorescentes o fosforescentes, o por lo menos una lucecita en mitad del entrecejo para avisar del peligro,  lo contario es poco deportivo. En don Cosme se unen la bisoñez, el sentirse iluminado, la prepotencia, y se reconoce y denuncia la injusticia cometida contra Mateo Ruecas.
El sexo y la muerte son dos elementos que resultan ineludibles en la novelística celiana. La obra que ahora nos ocupa tiene, como decíamos, un eje transversal: el suicidio de Mateo Ruecas, consecuencia final de un episodio sexual menor, elevado por la torcida interpretación de un juez a un nivel desproporcionado. Sexo y muerte, de nuevo presentes, en primera línea. La descripción de algunos encuentros eróticos, como los mantenidos entre Elsa y Norberto, entre Waldetruda y Zaqueo Nicomediano o entre Pamela Pleshette y el obispo de Palm Spring adquieren un relieve que bien se podría calificar de pornográfico.
Sobre la muerte, aparte el episodio central del suicidio del perdedor y el final  desgraciado  de  otros personajes,  se  vierten  en  la novela algunas reflexiones, como en este diálogo de Tomás de Cerulleda ‘el Cavilador’ con su propia conciencia: La muerte es una infamia, sí…, pero la vida no es sino una inercia, un doloroso experimento sin demasiadas variantes.[…] La muerte es lo único que  no muere  jamás,  que no cesa.[…] - ¿Por qué prefiere la muerte a la vida? –Es al revés: ¿por qué disfrazo la muerte de muerte y la vida de harapos y entrecortados suspiros suplicantes? -¡Usted sabrá! –No; yo lo ignoro.
Salpicados aquí y allá, pensamientos, consideraciones y sentencias, que los diferentes episodios o la referencia a determinados personajes sugieren. Tampoco faltan textos surrealistas. Y encontramos también consideraciones de cariz religioso: Dios existe si crees en Dios, es artículo de fe, Dios no existe si no crees en Dios, es artículo de esperanza, Dios existe para los creyentes y no existe para los agnósticos, es artículo de caridad; o, en el otro extremo, observaciones de tono escatológico: Los enfermos del hospital, mientras la lluvia y el viento baten los cristales, se mean por las esquinas para dar trabajo a las monjas y vengarse de ellas.
Por lo que a la forma se refiere, Cela retoma aquí, como en sus novelas de inicio, la ortodoxia gramatical -en lo que a normas ortográficas se refiere- de la que parecía haberse apartado definitivamente. En “El asesinato del perdedor” los signos de puntuación están ‘donde deben estar’. Pero en lo referente a la estructura, sigue en sus trece: fragmentación, reiteraciones, yuxtaposición sin lógica aparente…, heterodoxia respecto a los cánones narrativos clásicos, llevada al extremo.
Un sello inconfundible en el estilo celiano es, sin duda, la reiteración. Significativas, las afirmaciones que aquí se hacen sobre la necesidad que de ella tienen la propia naturaleza, como principio de vida, y el escritor como recurso. Casi todo hay que decirlo siempre varias veces para que la gente lo aprenda. La vida es una reiteración… -comenta don Teodoro de Vasconcelos- ¿Están de acuerdo conmigo en que el sencillísimo y más quintaesenciado arte también es una reiteración?
Tampoco podían estar ausentes la ironía, el sarcasmo o, simplemente, el comentario humorístico. En cierto momento, dentro de la obra, se dice: en el Paraíso  Terrenal todos los animales y vegetales perdieron el humor a fuerza de no ejercitarlo, en el limbo pasa todo lo contrario, porque sus habitantes disimulan y no advierten a nadie la proximidad de la catástrofe.
Y ocurrencias, como las que siguen: ¿Por qué no huyes en zigzag para el mejor escarmiento de los tísicos? –Porque no quiero tomarme jamás ventaja alguna. […] La ley de la gravitación universal es una falacia inventada por los japoneses para desequilibrar el mercado […] ¿Usted no ha oído nunca lo que decía el exquisito y singular Lao-Tsé?    -¿Lo de que le gustaría haber sido vaca para tener muy asumida su inmensa capacidad de aburrimiento? […]. Alucinante el ‘sermón de las Siete Palabras a cargo del premostratense Fray Silíceo de la Bobadilla en la catedral de Bratislava […]. Y ocurrente a la par que irreverente, la  propuesta de Waldetruda: ¿Querrías confesarte, Zaqueo, amor, con un cura vestido de la mitad para arriba de lagarterana y de la mitad para debajo de calabresa o de siciliana, a elegir? –Vale.
O situaciones sorprendentes, que provocan hilaridad, con las que tropieza a cada paso el lector: La destilación de la ropa usada produce anís dulce y en los países pobres, las familias pobres instalan alambiques en los que destilar la ropa usada, calcetines y camisones, y emborracharse de anís dulce para defraudar los deseos del príncipe […] Traedme  la  chichonera  –solicita  la  abuela-  porque no me gustaría comparecer ante el Sumo Hacedor con un chichón en la cabeza; daos prisa […] Un enfermo de color de vino reza unas oraciones  mágicas  con  los  brazos  en  cruz mientras un enfermero malayo le escupe en los ojos […] Perico Botija Magdalena, el verdugo que sentó en el palo a Marujita Zarza, era muy ocurrente y animoso, me dicen que ahora envuelve caramelitos Damel en la fábrica de Alcoy […] Fidel -cuando festejaba con Romulita-, para que las niñas de la boticaria no riñesen, le compró un  rollo de papel de retrete a cada una […] Leoncio Alange estuvo en el hospital cuando se rompió un brazo, el hueso lo llevaba fuera, daban ganas de mojar pan […] -Dame un punto de apoyo y levantaré  el mundo.  -¡No seas latoso, Arquímedes –le dice Natalia Luxemburgo- , y vigila el horno para que no se me queme el cordero! ¡Jesús, qué hombres! […] El bandolero dialoga con el oculista, cuando éste le diagnostica un grave episodio de ceguera: –Pero, doctor, ¿y qué va a hacer un bandolero ciego? -¿Y yo qué sé? Eso no es cosa mía; pregúntele usted a un sociólogo […] El guardián del depósito de cadáveres era el almirante retirado sir Jeremy L. Greenock, que en los ratos de ocio arreglaba neveras, lavadoras, aspiradoras, radios, etc., a sus hijas casadas […] ¿Cómo están los hijos de sus hijas casadas?  -le preguntan al almirante sir Jeremy en el mercado-. -Bien, gracias a Dios, algunos persiguen camareros y banderilleros y algunos se drogan, tampoco mucho, cocaína, heroína, pero en general bien, gracias a Dios, su circunstancia la tienen asumida y eso es lo principal […] -¿Y no podrían apuntillarme?  -pregunta Pedra Pabla al preboste don Gladiolo Márquez, cuando éste, ante una picadura, le aconseja acudir a la casa de socorro en caso de que la dolencia vaya a más. –Sí, sin duda –responde el interpelado-; poder sí que podrían, lo que pasa es que no suelen querer porque dicen que se pone todo perdido.
Entre los numerosos personajes, habrá que hacer mención especial de Mateo Ruecas, un  buen  muchacho, puede que un poco tímido, algo corto, esto no se sabe nunca y a veces salta la sorpresa, y que tenía cinco amigos verdaderos, todos lloraron su muerte.  Mateo era un perdedor nato, destinado a perder siempre y en cualquier lugar. Vivía permanentemente al borde del precipicio, sólo se necesitaba alguien con la suficiente mala sangre para darle el empujón definitivo: cuando el sepulturero echó la última paletada de tierra sobre la fosa de Mateo  a mí se me ocurrió pensar que a los perdedores no hay que asesinarlos, basta con ponerles en el camino de la muerte, esto lo saben bien los jueces.
ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
Maestro, doctor en Ciencias de la Educación y estudioso de Cela
                      


WASAPERÍAS

DEL HIJO DE DIOS A SU
PADRE DIOS, EN NAVIDAD


·     Primer wasap del Niño Dios a su Padre Dios en la media noche de la Nochebuena: “Ya me han nacido. Esto es Belén, un pueblín de Judá. El pueblo que le dijiste al profeta Miqueas.
·     Te has superado. Mi madre es muy guapa, guapísima.

·     No veas lo que alimenta la leche de cabra. No lo va a decir el Evangelio, pero estos pastores además de ovejas tienen cabras.


·     El oro que me traerán los Magos, para Cáritas.

·     El incienso para los pastores. Huelen a pastor. El olor que hará proverbio el papa Francisco.
·     Mi padre putativo, San José, está ahora, al mentarle a Herodes pensando enseguida en Egipto. Tú, ¿qué opinas?
·     Para ser esta la primera vez, los ángeles se lucieron cantando el Gloria in excelsis. De lo mejor de aquella Noche.
·     ¿Consentiste la matanza de los Inocentes porque ellos iban a ser los que alzaran más la voz cuando el “¡Crucifícale!”?

·     ¡Qué voz la del anciano Simeón! Es de ver y oír cómo canta el Nunc dimittis. Y a palo seco.
·     La profetisa Ana, una pasita.
·     Al vernos tan pobres, creí que los peripuestos del Templo se contentarían con una sola tórtola. Se quedaron con las dos. Mal empiezan.
·     Mi padre, San José, es muy callado.


·     Cuando duerme tiene sueños que luego son verdad.
·     No me extraña que San Bernardo, Berceo… y quien escribe estos desvaríos de wasap tengamos perdida la cabeza y el corazón por la Gloriosa. ¡Nómbrala Reina de los Cielos y Stella matutina!
·     Este último es el título que más les va a gustar a los del filo del amanecer, ya verás.
CUR
                    



CANCIONCILLA DEL NIÑO QUE ESPERA LA NAVIDAD

Ya están las campanillas
de la Navidad
din don din dan
venga a voltear. 

Ya se acercan los Magos
por el Portal
¿Y qué me traerán
que mi carta enviada está?



Ya cae la nieve

ángel de cristal

paloma de paz
Ay ¿se deshará? 

Yo soy ese Pequeño
Príncipe ideal
que vuela sin parar
como Peter Pan.


SALVATOR MUNDI

Por millones y millones
de dólares sumergidos
el Salvador de Da Vinci
cucamente se ha vendido.

Un ricachón ruso-armenio
parece que lo ha adquirido
pero su nombre se oculta
en las sombras del capricho. 

El Judas lo hizo por menos
—¡treinta denarios judíos!—
y eso que estaba a su lado
antes del Huerto de Olivos
en el que su Cuerpo Santo
sudó sangre el Bien Nacido
para redimir al mundo
por Adán y Eva cautivo.

¡O témpora y ora mores 
tristemente pervertidos!
¡Malos tratos estos nuestros
más humanos que divinos!

Difuminados los rasgos
del Leonardo florentino,
valen más cuando están muertos
que cuando estuvieron vivos 
andando sobre las aguas
del piélago palestino,
razón nada razonable
de lo que aquí ha sucedido. 

Salvador Mundi, oh Señor
de todos los señoríos,
vuelve a dominar el mundo
pues que nos lo han invertido
y no sabemos qué pasa
ni en qué se convirtió el río
de la vida pasajera
que nos mueve sin sentido.

Norte, Sur, Este y Oeste
van camino del olvido,
y el Centro ¿dónde estará?
           Dínoslo, dínoslo, dínoslo.          


 

 
EQUILIBRIO DINÁMICO
Toda referencia al equilibrio que hasta ahora hemos realizado estaba relacionada con el equilibrio estático, sin incluir aún el factor desplazamiento como parte integrante del equilibrio. Veremos ahora dicha relación.
Comenzaremos haciéndonos la siguiente reflexión: ¿por qué un ciclista parado sobre su bicicleta no puede mantenerse en equilibrio y, en cambio, al desplazarse, lo mantiene con facilidad, aunque vaya despacio?
Y si el desplazamiento lo realiza a considerable velocidad, será capaz de mantenerse con mayor facilidad; incluso, puede inclinarse en las curvas sin que por ello se caiga. Se deduce de ellos que la velocidad es un factor equilibrante.
Esta afirmación vale también para el desplazamiento en moto, para patines de cuchillas para hielo, para un aro de juguete o para una persona que se desplace sobre una superficie estrecha y larga, como puede ser el carril de una vía del tren o tranvía, o un estrecho listón de madera, como tienen los bancos suecos de gimnasia puestos al revés.
Lo expuesto se refiere a los desplazamientos lineales, aunque describan cambios de dirección. Pero puede presentarse un equilibrio equivalente en movimientos de rotación. ¿Por qué una peonza girando puede mantenerse en equilibrio mientras que si está parada le es imposible?
La explicación técnica de estos hechos se basa en algunas características mecánicas relacionadas con la dinámica. Trataré de exponerlo sin aridez.
  En el equilibro dinámico lineal, el factor determinante se denomina cantidad de movimiento, que incluye la masa del objeto y de la persona más la velocidad a la que se desplazan. Cuanto mayores sean estas magnitudes, mejor equilibrio habrá.
En el equilibrio dinámico de rotación, rigen características similares a las expuestas, propias de los movimientos de rotación. El equivalente a la cantidad de movimiento es el momento cinético; los otros factores son el momento de inercia –que equivaldría a la masa– y la velocidad angular.
Su análisis se escapa a las pretensiones de este foro. Mas la cuestión es poner de manifiesto unos sencillos hechos que se dan habitualmente en la vida cotidiana.
Francisco Sáez Pastor
Universidad de Vigo

           

2 comentarios:

  1. Gracias, querido Carlos, por AFDA 66. Cada mes lo espero con renovadas expectativas. Disfruto leyendo las bellezas de su contenido. Su “magisterio y estilo” es un estimulante ejemplo del buen hacer.

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  2. Felicidades por el nuevo número de AFDA. No es tan fácil mantener el nivel ni que la revista salga todos los meses. Un abrazo

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