Enero, 2018
ÍNDICE PRINCIPAL
Pregón:
La educación y su meta la sabiduría.
Relato
bíblico del mes: Nabot. Zereutes
Escuela
de ayer, de hoy y de mañana: Escuela con espaldas. CUR
Dios
es amor: El 3er. milagro. La vida pública y crucifixión de Jesús. E.
Malvido
Cela,
una novela cada mes: La cruz de San
Andrés. Á. Hdez
Afderías:
El signo más por delante. CUR
Soneto
del sentimiento: Vivir el presente.
Á.H.
Rincón
de Apuleyo: A cada cual por sus obras.
Los pajes de los RR. MM. Sensatez frente a locura.
Educación
física: El movimiento corporal. F. Sáez
LA EDUCACIÓN
Y SU
META LA SABIDURÍA
Se
advierte y hasta se presenta como urgente y grave el tema de la Educación entre
nosotros. Es uno de los grandes problemas inaplazables de estos últimos años. Y
enseguida se piensa en dotaciones económicas y en nuevas leyes y planes de
estudio.
Y para
ponerle cimiento al edificio educativo y que no se nos vuelva a caer habría que
adelantar a todo planteamiento la alta meta, el punto de llegada, el objetivo final, que no es otro que la sabiduría.
Digna de
tenerse en cuenta es la sentencia bíblica que advierte que “la sabiduría soltó la lengua de los niños” (Sab 10,21). Afirmación
rigurosa para la ciencia de la educación. En las facultades que imparten
Ciencias de la Educación, en su frontis, con letras enormes, habría de leerse
la palabra SABIDURÍA, con mayúsculas.
A la
Escuela que pretenda serlo no le basta con que sus alumnos lo conozcan todo, ni
con que pongan su inteligencia a punto, ni con ser creativos, ni siquiera con
profesar una moral… La meta de la Escuela, enseñanza y aprendizaje, está mucho
más lejos y más arriba, en la sabiduría. Sin
sabiduría, no hay Escuela.
¡Qué
grandiosa idea no tendrían los bizantinos de la Sabiduría que levantaron, en
Constantinopla, el impresionante templo de Santa Sofía, en su honor y culto! “¡Salomón, te vencí!”, exclamó
Justiniano el 24 de diciembre del año 563, en la noche de su consagración como
basílica cristiana.
Para el
problema de la educación en España, si la cosa se toma en serio, habrá que
volver los ojos a Santa Sofía de Constantinopla, a la Sabiduría bíblica y
empezar por colocar la sabiduría por
abajo como cimiento y por arriba como meta de la educación.
*** Desde Séneca, la escuela prepara para la vida (“Non scholae, sed vitae discimus”). Los
robots pronto nos van a suplir. A menos trabajo, más sabiduría. O se nos
vaciará de la vida que ahora viene llenando el imperativo del trabajo bien
cumplido.
NABOT
De Ajab, rey de Samaría, nos habla el Libro de los Reyes.
Ajab era hombre de carácter débil y caprichoso y, por lo mismo, mala persona.
Pero su mujer Jezabel le ganaba en maldad: nada ni nadie la detenían, para ella
no se habían hecho las leyes, ni la conciencia, ni el temor de Dios.
Un día vinieron a tropezar con un labriego llamado Nabot.
Nabot tenía una viña que, cuidada, daba buenas cosechas de uvas en otoño. La
viña de Nabot estaba pegando al palacio del rey. Aquella viña había sido de los
padres y de los abuelos de Nabot. Era parte de la herencia que le tocó en
suerte a Nabot. Según la Ley, no podía venderla a nadie, debería cultivarla de
por vida.
Pero, he aquí que a Nabot se le hizo encontradizo Ajab, el
rey, que le dijo:
- Dame la viña para hacerme yo una
huerta al lado de mi palacio; yo te daré, en cambio, una viña mejor o, si lo
prefieres, te la pago con dinero.
Nabot sabía que eso no debería hacerse, así que respondió al
rey:
- ¡Dios me libre de cederte la heredad
de mis padres! No debo.
Con esta respuesta, Ajab se enfadó muchísimo. Daba voces. No
quería ni siquiera comer. Un campesino se había atrevido a contrariarlo a él,
el poderoso, que siempre se salía con la suya.
Lo supo Jezabel, su mujer, enseguida. Rápida como el rayo
ideó la forma de hacerse con la viña. Mataría a Nabot. Escribió una carta a las
autoridades del pueblo de Nabot. Les ordenaba que buscaran dos canallas que
dijeran que Nabot había blasfemado de Dios y maldecido al rey. Noera verdad. Haberlo
hecho suponía entonces la muerte. Los concejales paisanos de Nabot fueron
cobardes. Encontraron los dos canallas que atestiguaron en falso. Nabot fue
apedreado hasta morir.
Entonces Ajab bajo de su palacio a a poderarse de la viña. El
profeta Elías salió a su encuentro y le anunció en ese preciso momento su
castigo:
- Así dice el Señor: ¿Has asesinado y
encima robas? En el mismo sitio donde los perros han lamido la sangre de Nabot,
a ti también, lamerán la tuya.
La profecía se cumplió a los tres años. Estaba Ajab en guerra
con los sirios. Iba en pie encima de su carro de guerra. La pelea era recia.
Una flecha perdida fue a atravesar su cota de malla y a hundirse en el pecho
del rey. Era por la mañana. El rey se desangró hasta el atardecer, en que
murió. La sangre goteaba por el carro abajo. En la alberca de Samaría donde
murió apedreado Nabot lavaron el carro del rey. Los perros lamieron su sangre.
Se cumplía la profecía.
La fidelidad de Nabot a la Ley, su rectitud hasta la muerte,
se alzaron, desde entonces, como un ejemplo que admirar y seguir, frente al
capricho y la maldad.
Ancien
élève de Évode Beaucamp
y de
Francesco Spadafora
ESPALDAS DE LA ESCUELA 4
Escuela de ayer
Escuela con espaldas
La Historia Sagrada, los Evangelios
era nuestros. Nuestro, San Isidoro de Sevilla, la Reconquista, la obra de América, los RR.CC.,
Hernán Cortés, el Gran Capitán, La Celestina, Santa Teresa, Fray Luis de León,
Cervantes, Calderón… Santiago de Compostela, el Pilar de Zaragoza, las murallas
de Ávila, el acueducto de Segovia, la Sagrada Familia de Barcelona, Santiago de
Compostela… el Alcázar de Toledo, la División Azul…
Escuela de hoy
Escuela sin espaldas
Se llega a preguntar
qué es la Patria. Qué la Tradición. Si existen.
Escuela del mañana
Pecho y espalda
Los valores de la educación
clásica que hemos vivido tienen la virtud misteriosa de que en ellos no sólo se
nos da el pasado, sino que además nos cimientan el futuro. Para ser más
exactos, nos dan algo que está más allá del pasado, del presente y del futuro, que los une en lo permanente. Ha de ser la Escuela
que tenga como meta la sabiduría, pecho
y espalda.
EL 3er MILAGRO DEL DIOS AMOR
Una cuestión que afecta a los seres humanos de nuestro tiempo: ¿Cómo podemos asumir que el Amor altruista de alguien que vivió hace más o menos dos mil años alcance a todos los humanos de todas las épocas?
Es importante caer en la cuenta de que Jesucristo amó con amor divino a los que coincidieron con él en las coordenadas del espacio israelita y del tiempo de su “vida pública”, o sea, a un número muy reducido de personas. Sin embargo, gracias a su comunión de vida con el Padre y el Espíritu Santo, los cristianos creemos que el amor divino practicado por Jesús ensanchó las coordenadas espacio-temporales abarcando a todos los seres humanos de todos los tiempos. Y es que el amor distintivo de la Santísima Trinidad, un amor del todo altruista e incondicional, tiene un alcance universal en el tiempo y en el espacio, también cuando fue vivido por el Hijo unigénito humanado en los estrechos límites de su misión anunciadora del reino de Dios.
La cruz de San Andrés
No entraremos a valor las razones de la demanda o los argumentos
sobre los que pretende sustentarse. A la justicia corresponde poner a cada uno
en su lugar. Nos limitaremos –dando por buena la autoría de don Camilo,
mientras nadie resuelva en contrario- a analizar fondo y forma, como venimos
haciendo en cada una de sus novelas.
Uno de los argumentos que la mencionada demanda esgrime es el de
la fragmentación y deliberado desorden en la presentación de las historias que
paralelamente transcurren en la obra. Diremos que nos parece ésta razón de poco
fuste. Pues esa fragmentación y dispersión, aparentemente caótica es clara
característica de la novelística de Cela, particularmente de sus últimas obras.
Una atomización de los elementos que, como en la pintura impresionista, exige
cierta distancia para apreciar la obra en su conjunto. Llama nuestra atención
algo que no venía siendo habitual: las historias, aunque fragmentadas, tienen
claro desarrollo y alcanzan su final. Claro que la ‘crónica del derrumbamiento’
a que se ven abocados algunos de los personajes más representativos no tendría
sentido sin conocer su desenlace.
EL 3er MILAGRO DEL DIOS AMOR
LA VIDA
PÚBLICA Y LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS
El
amor divino activo de Jesús en su vida pública
En la encarnación humana e histórica del Hijo del
Padre, además del Ser de la filiación divina de Jesucristo, ¿podemos hablar de
algún otro rasgo distintivo de la divinidad que trascienda el tiempo y el
espacio? A la luz del NT, la
respuesta es afirmativa: Juan “define” a Dios en su aspecto más distintivo como
Amor (cf. 1 Jn 4,8.16) no especulando abstractamente sobre Dios, sino guiándose
concretamente por las obras de amor activo y pasivo, las cuales, según también
los Evangelios, fueron llevadas a
cabo por Jesús el Cristo en su hacerse y en su deshacerse como hombre, es
decir, en su vivir y en su morir. Con su palabra más autorizada recalca R.
Schnackenburg (Cartas de san Juan):
Rudolf Schnackenburg |
“Estas
sentencias joánicas definidoras de Dios [Dios es amor] no proceden de una
reflexión filosófica, ni pretenden ser ninguna definición especulativa, sino
que brotan de la revelación divina y pretenden iluminar sin sombra alguna la
idea cristiana de Dios… Solo por el Hijo y en el Hijo se conoce realmente al
Padre (cf. Jn 1,18; 14,9)”.
El profeta de Galilea, en su vida pública, se dirige
ante todo a la gente de las aldeas y pueblos por los que atraviesa predicando y
entra en trato preferencial con aquellos seres humanos que sufren algún tipo de
marginación: material, física, social, moral, religiosa…, marginaciones
causadas por las autoridades religiosas y por el concepto equivocado que dichas
autoridades tenían de Dios.
Alguien puede pensar que los profetas del AT
afirmaban bien alto y claro que la máxima preocupación de Dios era que se
obrara a favor del huérfano, de la viuda, del esclavo…, pero ninguno de ellos
amaba de hecho a favor de los necesitados de ayuda como lo hacía el Hijo del
Padre, que amaba como el mismo Padre ama. El último libro de Teófilo Cabestrero
lleva por título “Jesús, el hombre que ama como Dios”.
¿Es posible rastrear en los Evangelios y dar en ellos con algunas peculiaridades que dejen
entrever que la praxis amorosa de Jesús con personas sufrientes refleja
el amor altruista de Dios en su interacción con las creaturas humanas
heridas por algún mal?
A modo de ejemplo, analizaremos esta posibilidad en
las narraciones evangélicas acerca de las curaciones concretas llevadas a cabo
por Jesús de Nazaret. Los exégetas no dudan de que Jesús poseía dotes de
curación. Llegan a esta conclusión al contabilizar alrededor de 23 relatos de
curación: 17 son de enfermos físicos de larga duración, en la mayoría de los
casos, y 6 de enfermos “poseídos por el demonio”. Que algunas de estas
curaciones fueron hechas por el taumaturgo de Galilea no admite duda, ya que
sus enemigos no le acusan de falso sanador, sino de practicar cosas
extraordinarias en nombre del diablo (Lc 11,15: “Por Beelzebul, príncipe de los
demonios, expulsa los demonios”).
Pero en este momento lo que nos interesa no es
comprobar la realidad histórica de los relatos evangélicos de curaciones, sino
captar, en la manera que Jesús tenía de realizar sanaciones, gestos de amor
compasivo y empeñado en la curación de modo que hicieran sentir al enfermo la
presencia amorosa del mismo Dios.
1 En general, es el propio Jesús el que busca a los enfermos,
no son los enfermos quienes se desplazan
adonde él está o al lugar por donde pasa el profeta itinerante.
2 Jesús no se acerca
a los enfermos por beneficio personal (fama, dinero…), sino por el bien
de los mismos enfermos…
3 Ante el
enfermo, Jesús se con-padece de él, padece-con él. Siente en su propia carne el
dolor ajeno del enfermo…
4 Jesús no se
contenta con compartir el sufrimiento con el enfermo, sino que además está
seguro de que Dios, su Padre, quiere, como él,
acabar con el sufrimiento del enfermo
e intenta trasmitir al enfermo su total confianza en la sanación querida
por Dios…
5 El enfermo se
contagia de la confianza de Jesús en su Dios sanador y termina por confiar él
también totalmente en el poder curativo de Dios…
6 Jesús insiste
una y otra vez en que el enfermo se ha curado no porque el propio Jesús posea
poderes físicos especiales, sino que la curación se debe únicamente a la
fe-confianza del enfermo en el Dios que quiere vernos con salud: “tu fe te ha
curado”…
Este análisis que acabamos de hacer sobre el modo
singularmente compasivo y eficaz con el que Jesús trataba a los enfermos se
podría extender al caso de los pecadores, de los pobres, de los despreciados…
El amor divino pasible de Jesús en su pasión y muerte
de cruz
Antes de empezar a desarrollar el presente tema,
dejemos bien claro que el Padre y el Espíritu Santo no tuvieron nada que ver con la clase de muerte horrenda
e injusta que padeció Jesucristo. Basta con investigar en los Evangelios si se indican en ellos las
causas históricas por las que Jesús tuvo que morir crucificado.
En
resumen: la muerte de Jesús en el madero de la cruz era una muerte anunciada
por el contraste existente entre el modo histórico de entender y de vivir el
dogma, la moral y el culto por parte del judío
Jesús de Nazaret y por parte de
los rectores del judaísmo. No hay necesidad
de acudir a argumentos teológicos para saber que Jesús tenía que morir
violentamente. Su trágica muerte era una muerte anunciada.
Ahora
ya podemos pasar a la pregunta: ¿Cómo
reaccionó Jesús en los padecimientos de
su pasión y más concretamente en su muerte de cruz? En el desarrollo de su vida
como hombre, el Hijo de Dios humanado ejerció su amor divino activo con los
individuos humanos de su limitado tiempo y de su localizado espacio, atendiendo especialmente
a los marginados por la sociedad judía. Pero ahora, en la fase última de su vida
terrenal, en su pasión y crucifixión, él es el abandonado, el rechazado, el
humillado, el “varón de dolores”, el condenado a una muerte prematura y
vergonzosa, el que va a ser despojado de la misma vida…
El
moribundo en el patíbulo de la cruz reacciona, en un primer paso, acogiéndose al amor del Padre y del Espíritu
Santo, quienes también están “tocados”
por la kénosis extrema del Crucificado. Jesús sabe que el Padre no va a
intervenir omnipotentemente librándolo de la muerte de cruz, a diferencia de la
creencia popular bien reflejada por el evangelista Mateo (cf. Mt 27,43).
Al
acogerse al amor del Padre y del
Espíritu, Jesús, en su agonía, se siente a su vez compadecido por las otras
Personas divinas. Nosotros solemos dolernos
y compadecernos del sufrimiento y soledad del Jesús alzado en la cruz
desde la compasión inmensa que sin duda alguna su Madre, María, sintió por él
(“La piedad”, de Miguel Ángel). Desde
nuestra fe en Dios Padre y Dios Espíritu
Santo podemos llegar a intuir una
compasión por Jesús crucificado misteriosamente mayor todavía: la compasión
propiamente divina que, en un segundo
paso, el Padre y el Espíritu Santo
experimentaron ante la muerte injusta y cruel del Hijo humanado (“La
Piedad” pintada por José de Ribera, “El Españoleto”).
En
un tercer paso, la muerte inminente con
la amenaza de perder la vida para siempre tuvo que avivar ilimitadamente en
Jesucristo su conciencia filial, su conciencia de depender totalmente del
Padre, y, al mismo tiempo, su conciencia de que el Hijo es Hijo porque todo lo
recibe amorosamente del Padre. Y fue en el trance de la muerte donde Jesucristo,
el Hijo humanado, abandonándose confiadamente en el Padre-engendrador-de-vida,
se realizó plena y definitivamente como Hijo-engendrado, mediante la acción resucitadora del Padre, en la gloria para siempre. O dicho con
palabras de F.X. Durrwell (Jesús, Hijo de
Dios en el Espíritu Santo):
F.X.Durrwell |
“Cuando
Jesús se ve reducido a la debilidad más extrema, en el punto cero de la
existencia humana, en donde no es nada por sí mismo, se entrega a su Padre y
creador, para ser por el Padre lo que no puede ser por él mismo: engendrado,
infinitamente engendrado. Muere
engendrado en su plenitud”.
¿Por
qué calificamos de milagro la vida pública y la muerte de Jesús?
¿Cómo
podemos hablar de intervención única de Dios en una realidad de vida y de
muerte cuyo sujeto personal es un ser humano llamado Jesús de Nazaret?
Un
intento de respuesta puede ser esta explicación: Aunque haya una
inconmensurable diferencia entre la Persona del Padre (y la del Espíritu Santo)
y la Persona del Hijo hecho hombre y hecho historia, sin embargo, el Hijo
humanado es presentado en los evangelios amando altruistamente como el Padre
quiere que ame, tanto en su vida no mesiánica como en su muerte antimesiánica.
La Piedad de José de Ribera, El Españoleto. |
En
el AT es una máxima indiscutible que
nadie puede ver a Dios. En el NT, sin
embargo, se afirma que, a pesar de esa máxima de que a Dios no lo puede ver
nadie, hay Alguien que sí Lo ha visto: el Hijo unigénito del Padre, el que “se
hizo carne” y lo ha revelado a los discípulos que convivieron con él (“A Dios
nadie lo ha visto jamás: el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él
lo ha contado”, Jn 1,18). Lógicamente esa visibilidad entre el Hijo humanado y
Dios Padre (“Felipe, el que me ha visto a mí ha visto al Padre”, Jn 14,9) no es
en cuanto a la figura humana de Jesús, puesto que el Padre no se hizo hombre.
La visibilidad del Padre (y del Espíritu Santo) en la realidad histórica del
Hijo humanado radica en el Amor altruista que Jesús manifestó en su vida
terrena y que en su muerte de cruz se vació de su propia vida de Hijo humanado confiándola,
en el Espíritu Santo, al Amor eternamente engendrador de vida del Padre. En
este Amor altruista de Dios Padre (y de Dios Espíritu Santo) que se ha hecho
historia solamente en la Persona del Hijo humanado consiste la intervención
milagrosa de Dios en la vida pública y en la muerte de Jesús.
Una cuestión que afecta a los seres humanos de nuestro tiempo: ¿Cómo podemos asumir que el Amor altruista de alguien que vivió hace más o menos dos mil años alcance a todos los humanos de todas las épocas?
Es importante caer en la cuenta de que Jesucristo amó con amor divino a los que coincidieron con él en las coordenadas del espacio israelita y del tiempo de su “vida pública”, o sea, a un número muy reducido de personas. Sin embargo, gracias a su comunión de vida con el Padre y el Espíritu Santo, los cristianos creemos que el amor divino practicado por Jesús ensanchó las coordenadas espacio-temporales abarcando a todos los seres humanos de todos los tiempos. Y es que el amor distintivo de la Santísima Trinidad, un amor del todo altruista e incondicional, tiene un alcance universal en el tiempo y en el espacio, también cuando fue vivido por el Hijo unigénito humanado en los estrechos límites de su misión anunciadora del reino de Dios.
EDUARDO MALVIDO
Maestro, teólogo y catequista
La cruz de San Andrés
En noviembre de 1994 publicaba Planeta “La cruz de San Andrés”, penúltima
novela de Cela. Salía a la luz con la vitola luminosa de ‘Premio Planeta
1994’ envuelta en la sombra de una doble
acusación: plagio literario y apropiación indebida. La demandante, una escritora
novel, Carmen Formoso, quiso ver en la obra premiada una serie de elementos, a
su entender numerosos e importantes, sobre temática, personajes, lugares y
detalles circunstanciales, que evidenciaban, a su juicio, el plagio literario llevado
a cabo sobre su novela “Carmen, Carmela, Carmiña”, presentada en la
misma convocatoria.
Cela se mostró siempre transgresor de los cánones clásicos que encorsetan al escritor. En lo que a la estructura novelística se refiere, es claramente detractor de quienes sostienen que es preciso construir la novela sobre el clásico andamiaje de presentación, nudo y desenlace. Curiosamente en este caso Cela hace un guiño al lector, y se muestra irónicamente sumiso, al parcelar el núcleo de su relato bajo epígrafes que remedan tales normativas: ‘argumento’, ‘planteamiento’, ‘nudo’, ‘desenlace coda y sepelio de los últimos títeres’, precedido, a modo de prólogo, del ‘dramatis personae’. El lector descubrirá fácilmente que tales epígrafes no representan en absoluto –la amalgama habitual de la narrativa celiana lo haría inviable- lo que habitualmente suelen significar.
Eso en cuanto a la estructura. La temática, historias de
personajes de muy distinta relevancia y condición, muchos de ellos
‘perdedores’. Muy reciente estaba la publicación, en la primavera de ese mismo
1994, de la novela que Cela tituló “El asesinato del perdedor”. Como telón de
fondo, el suicidio colectivo de los seguidores de la ‘Comunidad del Amanecer de
Jesucristo’, imaginada secta a la que se encuentran sometidos algunos de los
personajes, los sentimentalmente más deprimidos. En el centro, Matilde Verdú,
testigo y parte en la novela, personificación de la desgracia y la desolación
moral. Y al igual que su historia, troceadas y salpicadas por toda la obra, las que presentan el
desmoronamiento progresivo, hasta el derrumbamiento final, de tres personajes:
la matriarca de una familia de clase media burguesa, y dos de sus nietas más
queridas. El resto, decenas de personajes invitados por el autor, extras de muy
diversa índole y condición, que pululan por el texto y nos hacen partícipes de
sus alegrías y tristezas –más de estas que de aquellas-, de sus avatares y
cotidianas peripecias. Y, como Cela acostumbra, constantes digresiones que van,
desde el pensamiento filosófico a la consideración absurda, pasando por el
detalle anecdótico o las alusiones a la noticia de última hora o al
producto aparecido recientemente en el mercado.
La muerte se percibe como imprevisible e inevitable. Betty Boop cree más en la vida que en la muerte y ama la aventura imprevista y la zancadilla de la monótona ruleta que decide quienes han de morir cada mañana y de qué manera. La muerte no distingue ni razona sino que se limita a segar todas las ilusiones con su guadaña, también todas las esperanzas y todos los descuidos y torpes desvíos.
Hay quien, como los
cobardes, muere muchas veces, hasta que le llega la muerte definitiva. La muerte forma parte de la vida, y como tal
debe aceptarse, a los hombres y a las mujeres, a los caballos
y a las yeguas, a los carneros y a las ovejas no les gusta la muerte, pero se
sienten atraídos por la muerte, eso pasa también en los abismos de la tierra y
en los acantilados del mar aunque no podamos evitar el vértigo que nos
produce su presencia. Sólo los elegidos
de los dioses gobiernan y atemperan y amansan la muerte propia o ajena, los
demás nos limitamos a morir o a matar con dignidad o vilipendio mayor o menor,
aunque siempre muy limitado y mensurable, muy minúsculo y sólo medianamente pertrechado. Sólo
tenemos una muerte y sólo contamos con una vida, es algo para tomarse muy en serio. Con la vida no se puede jugar, en el póker
puede uno rehacerse pero en la vida, no. No es solución mirar para otro
lado y
pensar que el que se agarra a la
rueda de la vida no deja resquicio
por el que la muerte
pueda colarse. Mejor será disponerse adecuadamente y a
tiempo, pues la muerte no enmienda ni la
muerte ni la vida. La muerte es
patrimonio personal e intransferible. Pídele
a Dios tu propia muerte –leemos- y no copies a nadie para
morirte. La consideración del
final como parte natural del proceso
es algo más que simple resignación, es aceptación consciente e inteligente, que
siempre ayuda; pues no se puede amenazar
de muerte a quien no teme a la muerte.
Una forma de muerte -para unos clara cobardía, decisión valiente para otros- es el suicidio. Ya dijimos que en el telón de fondo de esta novela aparece, entre otros contextos, el suicidio colectivo de los miembros de una secta, la ‘Comunidad del Amanecer de Jesucristo’, cuyos miembros, siguiendo la llamada del Sumo Arquitecto, al dictado de Julián Santiso Faraldo, su Maestro Ínfimo, se sienten privilegiados de poder conseguir, dándose muerte, la purificación de sus pecados. Purificación que empieza –lugar común en este tipo de sectas- por una entrega total e incondicional, coito incluido- al Maestro.
Otros suicidios tienen también lugar en la novela. El del dueño de la churrería de la calle de la
Franja; el de Lucas Muñoz, que tuvo un
final indigno e impropio, pues se suicidó como
una criada de las de antes,
con lejía y salfumán, entre horribles dolores; o el de Calixto Méndez, el
joyero que tuvo amores con las esposa de
don Ataúlfo Fombuena y que se suicidó
tirándose por la ventana. A propósito de
este suceso, se
describen las diferentes
formas en que, según gremios y profesiones, conviene tenga lugar el suicidio. Hay incluso quien, haciendo un
alarde de sangre fría, compra un
nicho para suicidarse con barbitúricos y
champán mientras contempla por última
vez, a la luz de un candil de
aceite, su colección de postales pornográficas heredadas de algún abuelo.
También la opción de suicidio está presente cuando alguien, conocedor de las
penalidades de Betty Boop, en plena decadencia, sugiere: -¿Y no se le transparentaron inclinaciones al suicidio? La
respuesta, inmediata: -No, yo creo que
prefería morirse poco a poco.
Eros y tánatos, muerte y sexo, dos ingredientes que en Cela nunca faltan. Ya hemos visto algo sobre la muerte. ¿Qué decir sobre la cuestión sexual? Bastará echar un vistazo a las consideraciones que más abajo hacemos sobre los distintos personajes femeninos de la obra, para reconocer que es aquella un elemento reconocible casi siempre en primer plano. Otro tanto cabría decir de la mayoría de personajes masculinos. Remitiremos al lector, por especialmente significativos, a tres episodios en los que la relación sexual entre distintos personajes resulta particularmente explícita y adquiere un cariz casi pornográfico: las referidas a los encuentros entre Pichi y la chica de la droguería, entre Clara y Fifí, o entre Betty y Saturio el camionero.
Tampoco podía Cela resistirse a tocar, aunque sólo se tratase de
unas pinceladas, el tema de la Guerra Civil, que vivió en primera persona y que
dejó en él profunda huella. Detrás de aquel doloroso enfrentamiento, como en
general en el origen de todas las guerras, se encuentran agazapados intereses
espurios: las guerras se hacen siempre
por dinero, al hombre no le mueven generosos ideales nobles sino bastardos
intereses políticos, mientras
los que se
mueran de hambre sean los negros
todo va bien, negros hay muchos y todos son carne de derrota, lo malo será cuando
el hambre llegue a morder a los
blancos fabricantes de
armas, todavía falta
mucho. De nuevo el resquemor
de un alma dolorida. Y un comentario menos rotundo pero igualmente sentido,
sobre la absurda contingencia que enfrenta a hermanos contra hermanos, por el simple hecho de que
al trazarse la línea divisoria quedaron en frentes distintos: A mi marido lo metieron en la cárcel por razones políticas, primero unos y después
los otros, mi marido tenía una tía monja y la otra sindicalista. Y a
propósito de los sindicatos, un comentario socarrón: el sindicato lo inventó el diablo
para luchar contra el individuo y la salvación de su alma.
Eros y tánatos, muerte y sexo, dos ingredientes que en Cela nunca faltan. Ya hemos visto algo sobre la muerte. ¿Qué decir sobre la cuestión sexual? Bastará echar un vistazo a las consideraciones que más abajo hacemos sobre los distintos personajes femeninos de la obra, para reconocer que es aquella un elemento reconocible casi siempre en primer plano. Otro tanto cabría decir de la mayoría de personajes masculinos. Remitiremos al lector, por especialmente significativos, a tres episodios en los que la relación sexual entre distintos personajes resulta particularmente explícita y adquiere un cariz casi pornográfico: las referidas a los encuentros entre Pichi y la chica de la droguería, entre Clara y Fifí, o entre Betty y Saturio el camionero.
Comentarios sobre otros muchos temas encuentra el lector a cada paso. Sobre la futilidad de la condición humana y –es una mujer quien hace la reflexión- sobre la condición femenina en particular: no es posible que el hombre y la mujer hayan sido creados por Dios a su imagen y semejanza, Dios no admite tal cúmulo de imperfecciones, sería ir contra su propia esencia. Las mujeres vulgares lo somos a nuestro pesar e ignoramos los más pedestres conocimientos; sobre la oportunidad del trabajo, no ya como factor de progreso o como valor de redención, sino como ocasión para huir del tedio y el aburrimiento: Baudelaire preconizaba trabajar, aunque fuera por desesperación, porque es menos aburrido que divertirse; sobre el inútil esfuerzo que supone querer convertirse en héroe salvador: nadie debiera permitir que nadie finja proclamarse salvador de nada, ése es un camino muy ruin. O exhortaciones que sorprenden por paradójicas: -Es horrible admitir que lo que usted dice sea verdad-, afirma el anónimo sujeto. Y la respuesta del supuesto interlocutor: -Defiéndase usted no creyéndolo.
Respecto de las reiteraciones, una de sus señas personales, si en
“El asesinato de perdedor” se comentaba que la vida es una reiteración y que casi todo hay que decirlo siempre varias
veces para que la gente lo aprenda, en “La cruz de San Andrés” se advierte
que si la gente leyera con más atención
no harían falta estas enojosas repeticiones. Es también el fragmentarismo
característica de las novelas celianas. Cela somete al lector a un difícil
ejercicio, con permanentes interrupciones, pausas imperceptibles y saltos al
vacío para retomar momentos anteriores. Las pausas –se nos avisa- suelen huir de las descripciones, suelen
descolocarse, nadie acierta a ponerlas en su lugar debido, las pausas son igual
que los ciempiés, que huyen siempre en zigzag y como desorientados.
Aunque editado en tiempos de la modernidad –comenta Díaz Arenas- realiza una sabia simbiosis de clasicismo y modernidad. De lectura ágil, siempre que cuente con la necesaria complicidad del lector, resulta apto –no perdamos de vista cuándo y para qué fue escrito- para el consumidor abundante y generoso, quien pude leerlo en el autobús, en el metro, en el tren, en el avión o en la cama antes de dormirse.
EL SIGNO MÁS
+ POR DELANTE
·
La cruz (+) que adoramos nos obliga a sumar.
·
Profe: Mi padre me ha dicho que ni reste ni divida, que eso es mísero. Por
favor, enséñeme solo a sumar y a multiplicar.
- Si al signo de la suma lo pones en movimiento, el molino de la ilusión se te pone en marcha hacia un pan que es alegría.
- La hélice del avión en reposo y en horizontal, signo menos. Ponla a dar vueltas. Con infinitos signos más, volamos.
- Lo que se hace bajo un techo coronado por la + es positivo: quemar incienso, cantar un motete, encender unos cirios, ponerle flores a la imagen de un santo…
Llevaba por pendientes una cruz en cada oreja para espantar los nublados
negativos que traspasan el tímpano y ahogan el alma en la tristeza.
Los ojos restan, la boca resta. El corazón en cuatro suma.
·
Mi reloj sólo muestra negativos dos instantes. Uno a las 9 y cuarto y el
otro a las 3 menos cuarto, p.m.
·
Tenía cara de signo menos.
- Los gallegos paran la morriña, que siempre anda de camino hacia ellos, con los cruceiros que la crisman.
- La te es la más positiva de las letras y la más cristiana.
- Se santigua el futbolista que salta al campo y la portería del equipo contrario se le agranda.
CUR
A CADA CUAL POR SUS OBRAS
Paso de ser astuto, sibilino,
listillo, malcriado, lisonjero,
tontoelhaba, pedestre, pendenciero,
hipócrita, taimado o catalino.
Prefiero que me llamen adivino,
maestro, poetiso, compañero,
ángel de luz brillando en candelero,
unicornio, urugallo, palomino.
Para el resto de vida que me quede
la gente que me quiere debe y puede
contar con mi trabajo dictador.
Dictador de palabras día a día
con las que acumular sabiduría
para vivir mejor, siempre mejor.
LOS PAJES
DE LOS REYES MAGOS
Nadie
habló de vosotros, pajes míos,
que
atravesasteis tundras, arenales y ríos
llevando
de la mano la cabalgata real.
Nadie
habló de vosotros por el tesoro ingente
que
cargasteis a cuestas de la espalda
doliente
y
tirando del carro del juguete ideal.
que
merecéis por tantas y penosas desgracias
como
en pos de la Estrella tuvisteis que pasar.
la
ilusión que ellos mismos mantuvieron de chicos…
ignoran
que vosotros cumplisteis ese azar.
de
los Reyes del mundo, los Señores del mambo
que
nos bailan la conga alargada sin parar.
Que el Niño del Pesebre en que un buey y una mula
según
la tradición y la Biblia estipula
su
aliento contra el frío solícitos le dan
os
dé a vosotros, pajes de ignominado nombre,
todo
lo que al denominado hombre
le
dio tras convertirse en vino y pan.
La
noche maga espero con ansiedad vibrante
como
cuando era un tierno ingenuo infante
ahíto
de indagar y de soñar.
Llegad,
llegad, pajes de Oriente,
desde
donde el Sol sale para toda la gente.
Ya
tengo abierto mi portal.
Sensatez frente a locura
- ¿Qué se alcanza en la vejez?
- Sensatez
- Y qué debe hacer la mente?
- Frente
- ¿A qué, si ya poco dura?
- A locura
Eso en mi
larga andadura
fue lo que
más procuré,
y por eso
bien me fue:
sensatez
frente a locura.
EL MOVIMIENTO CORPORAL
El
estudio y análisis del movimiento corporal del hombre se dirige hacia unos
fines determinados de conducta motriz. Esta
conducta tiene una perspectiva psicológica enmarcada dentro de la conducta
general del ser humano; actúa por diferentes motivaciones.
El
análisis del movimiento tiene otras vertientes; una dirigida hacia los aspectos
puramente mecánicos del movimiento corporal; y otra, hacia los aspectos
fisiológicos y neurológicos relacionados con el movimiento, como las
coordinaciones y las capacidades condicionales.
Puede
considerarse el movimiento corporal como el cambio de posición de un cuerpo en
el espacio, variación o desplazamiento de una parte del cuerpo o de todo él
producido por una acción muscular, acto mecánico que implica al desplazamiento
de los miembros unos con otros o desplazamiento de todo el cuerpo respecto a
los objetos que nos rodean.
Acto motor
El
acto es un hecho o acción. El hombre, a través del movimiento corporal,
desarrolla su actividad vital con actos
motores que le permiten ejecutar acciones para su supervivencia, su
adaptación al medio físico en el que habita, su relación con los demás y la
expresión de sus estados emocionales, por citar algunos de los actos más
importantes para su evolución. El movimiento es la primera y más básica manera
de comunicación con el medio.
El
acto motor, como una creación que tiene lugar en el espacio, puede dividirse en
no-locomotor y locomotor; es, por tanto, un movimiento observable que
tiene connotaciones neuropsicológicas. Desde el punto de vista motor o muscular, el movimiento puede dividirse
contemplando las diversas acciones mecánicas como la flexión, la extensión o la
aducción.
El
movimiento corporal autónomo del hombre se analiza desde tres vertientes
diferentes, que más adelante van a confluir. Estas vertientes son: movimientos
voluntarios, movimientos involuntarios y
movimientos reflejos.
Movimientos voluntarios
La
musculatura motora responde a los mandatos del cerebro, por vía nerviosa
piramidal. Se produce como consecuencia de motivaciones personales.
Depende de la voluntad y se caracteriza
por poder variar sus propiedades de
dirección, amplitud y duración.
Este
movimiento puede ser plenamente consciente durante su ejecución, o inconsciente, si está previamente
automatizado, como consecuencia de frecuentes repeticiones. Su realización requiere
la participación de estructuras del encéfalo, tanto para su ejecución como para
su control.
Podrían
incluirse también como inconscientes, los movimientos que presentan un
aprendizaje previo como nadar, conducir o escribir al ordenador, pero que una
vez automatizados, se ejecutan sin tener conciencia de ellos. No obstante,
podemos interrumpirlos cuando queramos.
Francisco
Sáez Pastor
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